Crítica El laberinto del fauno

“Pues mire… obedecer por obedecer… eso es algo que hace gente como usted… capitán”. Sólo hace falta mirar los foros de Internet, que comentan la fábula que ha dirigido Guillermo del Toro, para ver qué es lo que más ha calado a los espectadores sobre esta historia de una niña que se mueve entre un mundo de fantasía tenebroso, y un mundo real donde sus protagonistas son maquis, fascistas y un pueblo oprimido en tiempos de posguerra. Obedecer por obedecer no soluciona ni justifica nada. Así se lo dice el doctor (Alex Angulo) al capitán fascista Vidal (Sergi López) cuando éste le interroga por las razones de su desobediencia. 

El director mexicano Guillermo del Toro bucea en el mundo de los cuentos e hila con inteligencia una fábula con dos mundos: uno fantasioso, que surge de la mente de una niña infeliz, y otro más real, que cuenta la dura posguerra a través de ojos infantiles. 

Las hadas, el fauno, los monstruos, el laberinto, lo oculto se mezclan con las torturas, los miedos, la muerte, la desesperanza, la violencia, la madre buena, el padrastro malvado, el hermano por llegar… de una España gris en los años cuarenta. Todo se muestra a través de los ojos de una niña, Ofelia (Ivana Baquero) que no logra huir del horror.  

El laberinto del fauno es un cuento tenebroso en un pasado no muy lejano y emplea todas las formulas y raíces míticas de la fantasía para narrar un drama. El director mexicano vuelve a recrear un mundo poco después de la Guerra Civil Española (como antes hiciera con El espinazo del diablo) y rueda de nuevo en nuestro país. 

Un elenco de buenos actores españoles interpreta este triste cuento de posguerra sobre el miedo y el valor de la desobediencia o no conformismo con un mundo injusto. Sorprende una Maribel Verdú que cambia de registro y ofrece una intensa interpretación como Mercedes, una mujer del servicio a las órdenes del capitán Vidal, que oculta un secreto y que será una figura clave para proteger a Ofelia de su mundo de tinieblas. Por otra parte, Sergi López construye a un escalofriante capitán fascista, obsesionado con el hijo que perpetuará su recuerdo y capaz de las más horribles torturas.

Los actores detrás de la cámara (I)

Hoy me parece interesante empezar escribir sobre todos aquellos actores que alguna vez han sentido la llamada de la cámara. Aquellos que han querido contar historias y meterse de lleno en un proyecto cinematográfico tomando el mando en la dirección. 

El tema nunca deja de estar de actualidad pronto veremos el nuevo trabajo de Robert de Niro; Gael García Bernal también quiere probar suerte tras la cámara; Mel Gibson acaba de ofrecer su última obra en las pantallas de todo el mundo… 

Muchos casi han realizado una carrera paralela y son reconocidos como directores y actores. De otros, se conoce más su labor como intérprete que detrás de la cámara. Y, por último, hay una elevada lista de actores que quisieron y quieren probar lo que es dirigir una película al menos una o dos veces en su vida. 

Como soy mujer, me gustaría también recordar a las actrices que han realizado labores de dirección. Y lo voy a hacer por una cuestión de publicidad. Sus trabajos, sobre todo antes de los noventa, han sido menos publicitados que los de sus colegas masculinos. Y, como sabemos, también hay muy buenos trabajos pero con más problemas de distribución.   De algunas actrices directoras he leído bastante información pero también, para ser honesta, he de reconocer que la mayoría de sus trabajos no han llegado a mis manos o a mis ojos. De otras, sí he tenido el gusto de seguir su trayectoria y puedo hablar de su obra con la tranquilidad de que he sido testigo de su desarrollo. Desde su nacimiento, la dirección cinematográfica ha estado más unida al universo masculino. Pero las mujeres siempre estuvimos ahí. Sus obras son más difíciles de ver y por ello son más desconocidas. También, las pioneras en el cine mudo realizaron unas filmografías interesantes pero desgraciadamente mucho de su trabajo se perdió –pero eso es otra historia o queda pendiente para otro monográfico–. 

Después de esta pequeña introducción, empiezo a sumergirme en un mundo apasionante: los actores directores. No son todos los que son pero sí facilitaré una lista que más o menos dará una idea de esta interesante área. 

Carreras paralelas

Los casos más conocidos y estudiados son los de Charles Chaplin, Orson Welles y Woody Allen –que sigue cada año ofreciéndonos sorpresas– En ellos no voy a extenderme porque de cada uno podría escribirse un libro –y porque sin duda aparecerán de una manera u otra en este blog–. Sin embargo, hay otros casos ilustres de actores que han tomado gusto por la dirección y han dejado o están dejando una filmografía muy interesante. Me centraré, de momento, en aquellos que han realizado cuatro o más películas. Ahí os dejo el primer perfil de la serie. 

Warren Beatty

Warren Beatty apareció como actor en los años sesenta. Un actor de rostro bello. Un galán de los de siempre. El joven dejó su rostro fresco en grandes películas y fue haciéndose un nombre. Alcanzó la cima en los setenta como uno de los representantes del nuevo cine americano. Y ahí mostró su inteligencia y su saber hacer. Sabía moverse en el mundo de la producción. Conocía el negocio.   Atrás quedaba su imagen de niño guapo, hermano de Shirley McLaine, para pasar a ser un joven airado con mucho que decir. Warren Beatty manejaba mucho el mundo de la imagen y la publicidad. Su inconformismo y sus amoríos con grandes estrellas del momento, alimentaban el mito. No sólo quería tener los hilos de aquellas películas en las que participaba –ejerció como productor en varios de sus triunfos personales– sino que pronto sintió la llamada de la dirección. 

De su primera etapa le recordamos en su debut en una película sobre la fugacidad del amor. Una película-poesía del gran Elia Kazan. Beatty era un joven adolescente, antes de la Depresión americana, enamorado de Natalie Wood. La sociedad y la doble moral impiden su relación cambiando la vida de ambos… dejando un pasado doloroso. Se trata de Esplendor en la hierba (1961). El joven continuó su carrera en producciones minoritarias con directores de calidad como La primavera romana de la señorita Stone (1961) de José Quintero o en Lilith (1964) de Robert Rossen. 

A partir de 1967 comienza su segunda etapa, la más conocida, en que el actor ante la caída del sistema de estudios toma las riendas de su carrera. Se convierte en protagonista de una película de culto. Warren Beatty se transforma en el productor y el actor principal de la primera película, que muchos toman como punto de partida para explicar el nuevo cine americano. Se trata de Bonnie and Clyde (1967) de Arthun Penn. La juventud se identificó con la pareja de jóvenes asaltadores de bancos de los años treinta. Supuso la consagración de Warren Beatty y el nacimiento de una nueva estrella, Faye Dunaway. Todo el mundo se puso de parte de dos asesinos-niños-alocados que toman como bandera el inconformismo y la huida de una vida aburrida y convencional. Su violenta muerte final dejó a los espectadores con un triste y nostálgico sabor de boca.  Eleva su imagen como icono de los setenta. A ello contribuyeron, entre otras películas, Shampoo (1975) de Hal Ashby en la que Beatty ejercía de productor, co-guionista y protagonista y su primera película como director, la comedia El cielo puede esperar (1978). En esta película, el cartel le presentaba con un chándal gris y unas enormes alas. La prenda en cuestión se puso a la última moda. En la primera película, recrea a un peluquero hippie que quiere prosperar en Beverly Hills y narra sus relaciones con las mujeres así como la forma de vida en este barrio. La película, finalmente, aunque pueda parecer en un primer momento comedia, narra la tristeza de unos personajes perdidos, insatisfechos, vacíos e infelices. Para el recuerdo, el rostro melancólico de Julie Christie. Una musa de aquellos tiempos y un gran amor del actor. En El cielo puede esperar, Beatty vuelve a mostrar su olfato para el éxito y crea un remake de una película de 1941, actualmente olvidada –yo os confieso que no la he visto– El difunto protesta de Alexander Hall. Al consultar distintas fuentes, me entero de que Beatty no realizó muchos cambios respecto el original –cambió la profesión de boxeador del remake por un jugador de fútbol americano en su versión–. La historia trata sobre un deportista que sufre un accidente y cuando va al cielo descubre que ha habido un error y que él no tendría que estar muerto. Al regresar a la tierra, su cuerpo ha sido incinerado y tiene que meterse en el cuerpo de un millonario… Repite protagonismo con Julie Christie y en su momento funcionó muy bien. Aunque es de esas películas en las que el tiempo ha hecho mella. En su primer trabajo como director, Beatty jugó seguro. 

Aclamado como gran director da comienzo su tercera etapa. Warren Beatty se atreve con Rojos (1981) –actualmente ha salido una edición especial en dvd–. Y digo se atreve porque demostró contando la historia del comunista norteamericano John Reed que quedaba para la memoria y la historia la Caza de Brujas en Hollywood (también aparecerá varias veces en el blog porque es un periodo duro y apasionante de la historia del cine). El actor y director puso en marcha una buena historia sobre la izquierda norteamericana recreando la historia del periodista John Reed y su compañera Louise Bryant (Diane Keaton). No sólo recibió buenas críticas sino que una gala tan conservadora, o mejor dicho tan políticamente correcta, como los Oscar otorgó el premio al mejor director a Warren Beatty. Cuando subió a recoger el premio pusieron como música de fondo…¡¡¡La Internacional!!! 

Su estrella fue decayendo entre triunfos y fracasos. El soltero de oro dejó de serlo y formó familia con una buena actriz de los noventa, Annette Bening. Se convirtió en su nueva pareja en varias películas. Warren Beatty siguió su labor tras las cámaras en una de las primeras películas que llevó el mundo del cómic hasta sus últimas consecuencias en Dick Tracy (1990). Tuvo más repercusión la campaña publicitaria que posteriormente la propia película que recreaba un mundo de viñetas. 

Su último trabajo en la dirección fue una sátira política que funcionó en círculos minoritarios, Bulworth (1998). Vuelve a alejarse de lo políticamente correcto y cuenta la historia de un senador demócrata que no está atravesando su mejor momento. Desencantado con su profesión y su vida personal decide organizar su suicidio –contrata a un asesino a sueldo–. Sin presiones, empieza a expresar en sus apariciones públicas lo que realmente piensa y…Warren Beatty vuelve a alimentar su leyenda de inconformista y rebelde.

Crítica Hijos de los hombres

Theo (Clive Owen) perdió la capacidad de la emoción en el momento que perdió a su hijo Dylan. Es un muerto en vida. Sus sentimientos están colapsados. De luchador y activista por un mundo mejor se ha convertido en un gris funcionario. El mundo que le rodea es caos. Las mujeres han dejado de ser fértiles desde hace veinte años, las políticas de inmigración en Londres son más duras e inflexibles, los atentados terroristas están al orden del día… sólo encuentra cierta chispa de vida, del ayer, en sus visitas al anciano Jasper (Michael Caine) y a su esposa enferma. Theo no cree en nada hasta que vuelve a acercarse a su vida Julian (Julianne Moore), la mujer que amó. 

Y, de pronto, Theo inicia un viaje que le vuelve, a su pesar, héroe. Un héroe con chanclas de playa –desde cuando un héroe es depresivo, desde cuando viaja en un coche para el desguace, desde cuando no quiere que le toquen ni quiere sentir, desde cuando un héroe está fragmentado, perdido y roto…–. Theo sólo termina siendo un héroe con dignidad. Porque, de pronto, Julian, le pide ayuda. Porque esa mujer, sigue viendo en él un corazón noble. Porque Julian le abre una puerta a la esperanza en un mundo nihilista. Su misión: llevar a un inmigrante ilegal negra… y embarazada hasta los hombres míticos que forman parte de Proyecto Humano. Hombres que están creando una sociedad mejor. En este mundo apocalíptico donde la vida no vale nada, Theo tiene la oportunidad de salvar a una joven con vida dentro de su vientre. Algo natural, que en esos tiempos oscuros se ha convertido en un milagro. Y, de pronto, Theo confirma que el hombre es un lobo para el hombre. Todos les persiguen: el gobierno, los rebeldes, los corruptos… y sólo encuentra solidaridad en los desconocidos, en los más marginales, en los que nadie confiaría…Entre Theo y la adolescente embarazada (Claire-Hope Ashitey) surge una relación de confianza ciega. Se tienen el uno al otro y sólo juntos pueden alcanzar la meta del mañana. 

Alfonso Cuarón muestra un mundo de ciencia ficción muy cercano al presente. Con una imagen documental, unos planos secuencia llenos de brutalidad, poesía y belleza conduce al héroe por un mundo de pesadilla hacia una esperanza lejana. Los medios de comunicación omnipresentes no muestran soluciones sólo caos. El Gobierno londinense sólo ofrece una salida a sus ciudadanos, un kit de suicidio…, y Kee, la esperanza embarazada, es una niña de barrio, dura y marginal, pero con una humanidad escalofriante. Kee es una puerta abierta. Algo a lo que aferrarse. 

El director mexicano explica que “con la excusa de que transcurre en un futuro ‘próximo’, me dio la posibilidad de hablar del presente. No quería rodar una película acerca del futuro, sino del presente, de las circunstancias actuales que moldean nuestro futuro”. Alfonso Cuarón explora temas que están forjando el siglo XXI: migración, medio ambiente, terrorismo, exclusión, seguridad frente libertad, sociedades del miedo, desencanto, otro mundo es posible…y lo hace con un película de género oscura y de culto.

Diccionario cinematográfico (2)

Guión: palabra mágica que augura una futura historia en fotogramas. Una estructura sólida que permite saber y conocer a todo el equipo, que emprende la aventura de efectuar una película, lo que se pretende narrar en lenguaje cinematográfico. 

Actor: hombre de carne y hueso, con alma y sentimiento que se transmuta en personajes. A veces, el personaje se come al actor –Superman o Norman Bates– o los actores se comen al personaje –Cary Grant, John Wayne o Humphrey Bogart– y luego están los grandes actores que se transmutan en grandes personajes –Al Pacino, Marlon Brando o Robert de Niro–. 

Actriz: mujer de carne y hueso, con alma y sentimiento que se transmuta en personajes. A veces, el personaje se come a la actriz –Sally Bowles– o las actrices se comen al personaje –Marilyn Monroe o Audrey Hepburn– y luego están las grandes actrices que se transmutan en grandes personajes –Meryl Streep, Bette Davis, Nicole Kidman o Deborah Kerr–. 

Actores secundarios: hombres y mujeres de carne y hueso, con alma y sentimiento que crean personajes fundamentales para la creación de una gran historia. A veces, con cinco minutos de actuación se meriendan toda la película. Otras sus rostros son recordados, no así sus nombres, pero son fundamentales en las películas de Ford, Capra, Almodovar o Allen. Otras desearías que dejaran el rol secundario y se convirtieran en el centro de la historia. Suelen dejar la miel en los labios. Estoy encantada de su existencia.

Retratos y otras curiosidades

Para divagar y soñar. Aquí volcaré los perfiles de actores, directores, guionistas, músicos, directores artísticos, de fotografía… que me resulten interesantes. Y, también, reportajes sobre temas curiosos que merece la pena indagar un poco…, unos breves apuntes. 

Actores del cine mudo en el cine sonoro

La breve reseña sobre Los que no perdonan en la sección El viejo baúl de películas me trae a la cabeza a una delicada actriz del cine mudo, musa de David G. Griffith –ya habrá ocasión de hablar sobre él–, se trata de Lillian Gish. En este film realiza el papel de madre, con letras enormes. Madre de colonos. Mujer de apariencia delicada y dulce pero fuerte y salvaje cuando tiene que defender a los suyos. Lillian Gish regala escenas tiernas de mujer que toca el piano con sensibilidad especial y asusta con rifle en alza y una puntería certera o como jueza irracional cuando tiene que defender sus ideas y sentimientos. Una madre así sólo podía tener un rostro del pasado. De una gran estrella del cine mudo. De Lillian Gish. 

Así que he decidido, emplear mi memoria para recordar interpretaciones de grandes estrellas del cine mudo, que tras caer en el olvido con el nacimiento del sonoro, volvieron al mundo del cine con voz propia y demostraron que eran actores de los de toda la vida. 

Seguimos con la Gish, esta mujer longeva –murió en 1993 con casi 100 años–, protagonizó otras dos películas sonoras en los que dio su imagen y voz para unos buenos papeles: Duelo al sol (1946) de King Vidor como Laura Belle McCanles, de nuevo, en el papel de madre de dos hermanos que se disputan el amor de una mestiza, Perla Chavez. Perla vive con ellos porque al quedarse huérfana fue enviada al hogar de un antiguo amor de su padre, Lillian Gish. Ella da su rostro del pasado a un melodrama de fuertes pasiones. 

No podemos olvidar su papel como dama del Bien en ese cuento de fantasía y horror que realizó el actor Charles Laughton en 1955, La noche del cazador. Su rostro inocente pero fuerte contrasta con el rostro del mal –encarnado por Robert Mitchum–. Lillian Gish se convierte en Rachel Cooper una mujer que dedica su vida a cuidar y proteger a niños huérfanos. La noche del cazador tiene múltiples lecturas y dos rostros y personajes complejos como los de Gish y Mitchum ayudan a ello. 

Buster Keaton, uno de los grandes genios del cine cómico mudo, tuvo un triste final en el cine sonoro. Cayó en el olvido porque no soportó someterse a las leyes de una gran empresa que sometía su creatividad –me refiero a la Metro Goldywn Mayer–. El sistema de estudios no estaba hecho para él. Fue abandonando el cine y buscó consuelo en compañía del alcohol.  

Aún así, de vez en cuando, se dejó ver en papeles muy secundarios, pero dejando su sello inconfundible, en películas sonoras. Su rostro de cara de palo regresaba del pasado y hacia recordar a las nuevas generaciones la cara de un hombre especial. En una escena mínima, vemos su rostro como vieja gloria del cine que acompaña a la patética Norma Desmond en la obra genial de Billy Wilder, El crepúsculo de los dioses (1950). Una película dura y triste sobre lo dañino que es el olvido para una estrella del cine mudo que vive su decadencia en una mansión. 

También, tiene un pequeño papel en la película de Charles Chaplin sobre los artistas de varietés en un Londres decadente de finales del siglo XIX, Candilejas (1952). En una escena memorable, dos payasos ancianos ponen en evidencia el arte que encierra el mimo.  

Su rostro volvió a la palestra como una de las estrellas de  La vuelta al mundo en 80 días (1956) de Michael Anderson. Y aparece como un trabajador del mundo del ferrocarril…, un guiño a una de sus obras más recordadas, El maquinista de la general (1927).  

Un musical de culto, por atípico, le daría uno de sus últimas apariciones estelares: Golfus de Roma (1966) de Richard Lester. Es imposible no sonreír con su composición de Erronius con su túnica y sombrero de campesino. Un personaje tierno, supersticioso, devoto de los dioses, triste porque ha perdido a sus hijos pero siempre decidido a encontrarlos…, un hombre viejo que regresa al hogar cansado y miope pero siempre dispuesto a luchar fue una composición entrañable de cara de palo. 

Con Buster Keaton, hemos nombrado una película maestra, El crepúsculo de los dioses de Billy Wilder. Él no será el único rostro del cine mudo. La protagonista, la decadente Norma Desmond tiene la cara de una diva del pasado. Fue el regreso triunfal de Gloria Swanson. Con sólo 53 años era una mujer que resurgía de un cine acabado. Ella había sido la musa de Cecil B. de Mille, Sam Wood o Allan Dwan –todos ellos prosiguieron sus carreras en el cine sonoro. El primero hace de él mismo en esta dura y ácida película–. Alcanzó con este papel más inmortalidad de la que ya poseía. 

Esta película también recupera otro rostro inquietante del pasado. De un director maldito que nunca se sometió a las exigencias de los estudios y esto supuso que siempre cortaran las alas de su creatividad. Es uno de los directores que más obras inacabadas-mutiladas tiene. Me refiero a Erich von Stroheim. Este hombre, también, fue un actor muy conocido en el cine mudo y se dedicaba a encarnar a hombres malvados. Se creo un eslogan único para definirle: “Éste es el hombre al que le gustaría odiar”. En la película de Billy Wilder es la sombra-mayordomo que vive y entiende a Norma Desmond. Su creación de Max von Mayerling es inolvidable. 

Sin embargo, el creador de Avaricia o de La reina Kelly –aventura inacabada junto a Gloria Swanson como actriz y productora…, otro guiño del gran Wilder– ya había regalado otro papel inmortal al cine sonoro. Se puso en 1937 en las manos de Jean Renoir y fue uno de los protagonistas de una de las películas antibélicas más hermosas, La gran ilusión. Stroheim regaló toda su personalidad al comandante Rauffenstein. Un comandante, que en periodo de guerra, tiene tiempo para preocuparse de una flor y para tratar con el máximo respeto a los enemigos apresados. 

Y la lista continúa. El paso del mudo al sonoro fue doloroso para muchos actores y actrices que vieron cómo sus carreras se apagaban irremediablemente –una de las películas que describen mejor este periodo es el musical Cantando bajo la lluvia (1952)–. Los estudios se encargaron de acabar con las carreras de muchos de los actores que les habían dado gloria en los años 20. Actores que por distintos motivos les resultaban incómodos. Con tan sólo extender mala fama por una voz poco afortunada o por una forma de actuar expresiva en exceso, hicieron que hombres y mujeres cayeran en el olvido.  

Uno de los ejemplos más tristes en este sentido fue el de John Gilbert. Este actor había llegado a la cumbre en el cine mudo con sus papeles de galán. Gilbert fue dirigido por los más grandes como King Vidor o Eric von Stroheim y trabajó junto a grandes estrellas del momento. Una de sus parejas más míticas fue Greta Garbo, cuentan las leyendas del olimpo de las estrellas que estuvo muy enamorado de ella pero que no fue correspondido. Tuvo tan sólo un pequeño romance. 

Sin embargo, a favor de la diva sueca, contaré que fue una de las pocas personas que siguió confiando en la valía de Gilbert como actor durante la etapa del cine sonoro. John Gilbert no llevó bien el rechazo de la industria y del público. Ya no querían verle como galán con voz. Y fue decayendo física y anímicamente con ayuda del alcohol. 

No hay más que ver su papel en La reina Cristina de Suecia (1933) –la gran Greta Garbo no paró hasta que consiguió que a Gilbert le dieran el papel de co-protagonista–para ver que la crítica se cebó con él injustamente. Su recreación del embajador español, Antonio, Conde de Pimentel, llena la pantalla de encanto y vitalidad… y su voz original no es aflautada como quisieron hacernos ver en aquellos momentos. 

Otros superaron el traspaso porque estaban empezando a despuntar y el sonoro fue el pistoletazo de salida al éxito (Joan Crawford o Gary Cooper). Y hubo un tercer grupo que se mantuvo intacto durante los años 30 –Greta Garbo, Mary Astor o John Barrymore–. Eran grandes en el mudo y en el sonoro. Otros se rebelaron contra lo que les parecía un atentado contra la imagen muda –Charles Chaplin dirigió hasta 1936 cine mudo– y hubo algunos que murieron antes o decidieron retirarse (Rodolfo Valentino, Douglas Fairbanks o Mary Pickford). 

Los que no perdonan (1960) de John Huston

Muchos aspectos hacen atípico este western poco reconocido tanto por los amantes del género como por los cinéfilos, en general. Pero yo quiero rescatarlo porque cuenta con imágenes de una asombrosa belleza y fuerza…, y, también, porque imagino una y otra vez lo que podría haber supuesto. Sólo por las imágenes de gran fuerza visual que contiene merece la pena. ¡¡¡Esa casa en cuyo tejado puede descansar y comer una vaca!!!, ¡¡¡observar como en plena naturaleza una anciana toca un piano alrededor de sus hijos!!!, ¡¡¡la sensualidad y los dobles sentidos de algunos de los diálogos!!!, ¡¡¡la persecución a un soldado anciano y loco que trae el pasado entre una espesa niebla!!!… 

John Huston declara en su biografía que es una película que odia. Principalmente porque no cuenta lo que él quería. También, porque la protagonista Audrey Hepburn tuvo una grave caída de un caballo y puede ser que fuera la causa de su posterior aborto. Y, otra razón, es su lucha continúa con el actor principal y productor, el gran Burt Lancaster. Este actor era fuerte, seguro y muy cabezota. Sus decisiones en esta película fueron, desgraciadamente, en detrimento de la historia.  

Una historia que podría haber indagado en el tema del racismo, quedó como una historia de familia y pasiones desatadas. Un personaje de gran importancia como el indio domador y rastreador, que acompaña a los ganaderos blancos, quedó en un ridículo segundo plano. La complicada relación entre los tres hermanos se queda en la superficie. La compleja personalidad de una madre delicada y muy dura a la vez es lo más acertado de la historia. La profundidad del personaje de Audrey Hepburn –como una muchacha india adoptada por una familia de ganaderos– se estancó en mitad de la película y los sentimientos de su hermanastro quedaron sin explicación lógica. Aún así, la película entretiene y se disfruta…, tiene momentos de gran cine. Ahora bien, qué pena pensar en lo que podría haber sido…

Crítica La ciencia del sueño

Un, dos, tres, cuatro… suficiente para sumergirte desde los títulos de crédito en los sueños de Michel Gondry. El director no necesita crear junto a Charlie Kaufman (Olvídate de mí). Él sólo se vale. Su imaginación, ya destacada en sus spots publicitarios o vídeos musicales, le sale a borbotones. 

Gael García Bernal encandila con su personaje Stephane e invita a un mundo interior que ya no abandonas hasta que termina la historia. Un, dos, tres, cuatro… buena música, objetos maravillosos, efectos especiales de los de toda la vida –a lo George Meliés–, personajes entrañables y una historia de amor imposible, ¿o sí? 

Manos gigantes, papel celofán, un bosque dentro de un barco, nubes de algodón, una rudimentaria máquina del tiempo, un coche de cartón, un estudio de sueños, una manta mágica en movimiento, unos compañeros de trabajo surrealistas, Desastrología –un calendario creativo y especial–, un caballo de peluche que recobra la vida… ¿alguien da más? 

Y, por si fuera poco, un tímido personaje que ama a su vecina, a la de la puerta de al lado, Stephanie. Sus inseguridades, miedos, sentimientos, sufrimientos, su timidez e inocencia, el refugio de sus sueños hilan una historia que crece en cada fotograma. Charlotte Gainsbourg, Alain Chabat y Miou Miou completan una historia llena de sensibilidad e imaginación. Mención especial a un Gael García Bernal que se transforma en Stephane…, a pesar de su compleja personalidad, lo quieres escuchar al otro lado de la línea telefónica, contándote dormido como vuela en sueños.

Tres tomos ¡Este rodaje es la guerra! de Juan Tejero

Hoy me apetece comentar y recomendar la lectura de tres enormes tomos muy bien editados y documentados sobre los rodajes de ciertas películas que fueron muy complicados. Unos libros amenos y que alimentan la pasión por el cine. Pasando cada una de sus páginas puedes disfrutar con mil y una anécdotas y una buena selección de fotografías a todo color. 

Otra manera de entender y analizar la historia del cine. El libro recorre películas tan clásicas como Lo que el viento se llevó a películas más modernas, del nuevo cine americano, como la primera aventura de Indiana Jones, En busca del arca perdida.Como si se trataran de making off, destripa rodajes donde podemos ver los acuerdos, los enfados, las alegrías, las penas, los miedos, los disgustos, los momentos de gloria y de ira, la personalidad de actores, directores, productores, músicos y guionistas. Las dificultades que atraviesa una producción hasta que se convierte en una película que llega a un estreno. Las películas, que comenta el autor, son de nacionalidad estadounidense y sirven tanto para entender el sistema de estudios como para comprender la crisis de los sesenta o para disfrutar de cómo algunas películas salían adelante por el empeño de un productor, director o actor. También, descubrimos como una misma película se convertía en una pesadilla para algunos participantes y unos meses… o años agradables para otros. Apasionante, porque en estos libros, se puede ver de qué manera una película es un trabajo en equipo y cómo son varios los elementos que hacen que una película funcione. A veces, es un misterio. Películas cuyos rodajes fueron catastróficos, después se convirtieron en mitos como La guerra de las galaxias. 

Se nota la pasión de Juan Tejero y cómo disfruta contando cada uno de los rodajes. No deja cabos sueltos y después realiza una crítica desde el corazón de cada una de las películas que comenta. Cada rodaje está salpicado de diferentes apoyos que comentan brevemente la biografía de uno de los protagonistas, la sinopsis de la película que comenta, la dificultad de una escena, el tipo de publicidad que se llevó a cabo u otros temas que merezca la pena destacar…etcétera.Una lectura amena y llena de pequeños placeres. 

 

I Tomo. ¡Este rodaje es la guerra! Lo que el viento se llevó y otras batallas campales, T&B Editores, Madrid, 2003.II Tomo. ¡Este rodaje es la guerra! Sangre, sudor y lágrimas en el plató, T&B Editores, Madrid, 2004.III Tomo. ¡Este rodaje es la guerra! Apocalipsis final, T&B Editores, Madrid, 2005. 

Crítica Babel

Dos niños marroquíes con un rifle quieren probar hasta dónde puede llegar una bala; dos turistas norteamericanos en Marruecos se ven envueltos en una tragedia inesperada; una niñera mexicana sin papeles, que cuida dos niños norteamericanos, tiene que asistir a un boda a Tijuana, no tiene con quien dejar a los niños y decide cruzar con ellos la frontera y una adolescente japonesa, que es sordomuda, no se entiende con su padre. El director mexicano Alejandro González Iñárritu cierra su trilogía sobre tragedia, caos y azar con Babel.  

De nuevo funciona en toda su crudeza el tándem profesional del director González Iñarritu y el guionista Guillermo Arriaga. Babel confirma una de las mejores trilogías del siglo XXI, junto a la impresionante y fresca Amores Perros y la radiografía del dolor y la culpa que es 21 gramos. 

Babel es uno de sus proyectos más ambiciosos ya que está rodado en tres localizaciones muy diferentes. Iñárritu y su equipo viajaron por tres continentes: EEUU, Japón y Marruecos. Durante el rodaje trabajó con grandes estrellas (Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García Bernal o Adriana Barraza) y con actores no profesionales. 

Fuerza, angustia, imágenes impactantes, una música envolvente, una perfecta visión de distintas culturas…, cada una de las historias que narra no deja indiferente al espectador. En Marruecos, se cruza la historia de la pobreza y marginación de dos niños con muy mala suerte que al jugar con un rifle –por supuesto de Occidente– cambian el rumbo de su historia; con la de dos turistas norteamericanos, una pareja en crisis, que vive su relación en una situación límite. La historia mexicana sobrecoge, la desesperación de una mujer vestida de rojo por el desierto, es difícil de olvidar. Pone en evidencia la crudeza de las fronteras. Y, por último, la incomunicación llega a lo más álgido en la historia de una adolescente sordomuda japonesa.

Diccionario cinematográfico (1)

Dalton Trumbo: Guionista de referencia para entender lo que supuso La Caza de Brujas en los años cincuenta en Hollywood. Fue uno de los nombres más famosos que estuvo en la célebre y triste lista de los diez de Hollywood.  En esta lista se encontraban Alvah Bessie, Herbert J. Biberman, Lester Cole, Edward Dmytrick, Ring Lardner Jr., John Howard Lawson, Albert Maltz, Samuel Ornitz, Adrian Scott y Dalton Trumbo. Se negaron a declarar ante el Comité de Actividades Antiamericanas (comisión de la Cámara de Representantes) su filiación política. Llegaron a ser llevados a la cárcel y se celebraron manifestaciones para pedir su libertad tras el juicio celebrado en Los Ángeles en 1950. Varios de ellos, entre los que se encontraba Dalton Trumbo fueron despedidos de sus trabajos. 

Uno de los protagonistas de este descabellado comité, que hay que contextualizar dentro del periodo de la guerra fría y de cómo los americanos convirtieron a los comunistas en el enemigo invisible a batir, fue el senador Joseph McCarthy que llegó en el año 1947 a presidir el Comité. Según el republicano Eisenhower en el año 1954: “Los métodos que emplea son tan semejantes a los que utilizan los comunistas que terminaremos por no saber quiénes son los comunistas en realidad”. La caza de brujas también recibe el nombre de mccarthismo. Analizar en unas breves líneas lo que supuso este periodo es una tarea complicada y apasionante. Lo que sí se puede decir es que marcó a una generación de directores, guionistas y actores que podrían haber catapultado un nuevo cine y una nueva forma de presentar ciertos temas. 

Las actuaciones de esta comisión y sus sesiones llegaron a límites surrealistas que provocaron traiciones, autoacusaciones, delaciones, exilios, suicidios y un miedo exacerbado en la todopoderosa industria cinematográfica. La señora Rogers, madre de la popular actriz Ginger, atacó a Trumbo por el guión que realizó para Compañero de mi vida, una película que protagonizaba su hija. La Rogers declaró ante el comité que el guionista había hecho pronunciar a su hija la siguiente frase: “El reparto, el reparto justo, eso es la democracia”. ¡Delirante! 

Existen anécdotas tremendas para realizar una gran enciclopedia de este oscuro periodo. Pero sigamos con Trumbo. El guionista tuvo que vivir en el exilio en México. Allí escribe guiones para Hollywood a precios irrisorios y siempre bajo nombres falsos. A partir de los años 60, compañeros de la profesión empiezan a reivindicar que firme sus propios guiones y escribe Espartaco de Stanley Kubrick, Éxodo de Otto Preminger, Castillos en la arena de Vincent Minnelli u Orgullo de estirpe de John Frankenheimer, ya con su firma. Anteriormente, sin acreditar, había intervenido en el argumento de Vacaciones en Roma o en guiones como The brave one (1957).  Otro interesante logro del guionista comenzó en el año 1964 en el que se plantea escribir junto al gran director aragonés Luis Buñuel su novela más famosa Johnny cogió su fusil –se publicó en 1939–. Y, que posteriormente, el director español lo dirigiera. Al final, el proyecto no fructificó del todo hasta que en 1971, el propio guionista se encarga de la dirección. Película que es grito angustioso contra el horror de la guerra –que analizaré en breve en la sección El viejo baúl de películas–. El protagonista, Johnny, es un soldado que combate en la Primera Guerra Mundial. Johnny es herido gravemente, se convierte en una masa de carne sin piernas, ni brazos, con el rostro desfigurado…, los doctores le mantienen con vida y creen que su cerebro también ha sido dañado…, pero la verdad es otra muy distinta. Johnny desesperado trata durante todo el metraje comunicarse con aquellos que le mantienen vivo. El protagonista piensa, recuerda y se va dando cuenta de cuál es su situación actual.