Diccionario cinematográfico (14)

Lluvia: dedicado a estos días de intensa lluvia. A todo el agua que cae del cielo…, y que ha protagonizado momentos mágicos y escenas inolvidables en cientos y miles de fotogramas.

Holly busca a su gato perdido bajo una intensa lluvia. Paul, el escritor, decide seguirla y amarla pase lo que pase. Y, los tres se quedan besándose bajo la lluvia en Desayuno con diamantes.

A Joan Crawford como la prostituta Sadie no la vence ni un aguacero ni un misionero hipócrita y oscuro en Lluvia.

Karen Blixen no se amilana ni disminuye su amor por África o por el cazador romántico…, ante unas gotas de lluvia o unas tormentas interminables.

Un canto a la alegría y al amor nos regala una y mil veces el bueno de Gene Kelly, baila entre los charcos, baila amarrado a una farola o con un paraguas abierto… 

Charles y Carrie sellan su amor en un día intenso de lluvia, sin máscaras, sin maquillaje, sin malentendidos…, con un beso, en Cuatro bodas y un funeral.

Rafael lucha contra la lluvia para decirle a Naty, que la quiere. Que quiere compartir sus problemas con ella. Que ella cuenta todo para él…, no hay agua que le calle en El hijo de la novia.

Víctor, Kelly y Linda construyen su historia de amor y pasión bajo el agua en Mogambo.

El último replicante, antes de morir, tiene unas palabras llenas de magia en Blade Runner. Sólo quiere vivir. En un mundo futuro, donde la lluvia será constante, un replicante trata de explicar su apego a la vida, su miedo a una muerte cercana: “Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas en el cielo de Orión. Brillar rayos C en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos instantes se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.

Cómo olvidar al conserje de hotel que se enamora de una italiana pero es incapaz de expresarle su amor…, y cómo se decide bajo la lluvia en Venecia en una de las escenas más tiernas de los últimos tiempos en Italiano para principiantes.

Lluvia.
  

Un paseo por la nueva comedia romántica americana…

Este fin de semana he pasado unos momentos entretenidos con una comedia romántica, Tú la letra, yo la música. Soy fan del género romántico bien hecho porque me parece necesario a veces ir a una sala de cine y soñar. Y pensar que el mundo es bello y mágico y que pueden ocurrir cosas buenas. Y pensar que por muy mal que vayan las cosas puede haber alguien que te espera. 

Hugh Grant desde los noventa hasta ahora ha protagonizado buenas comedias del género. Cuando hay una historia de este tipo bien construida es una auténtica gozada. Porque el cine a veces también es sinónimo de escapismo o mejor que esa palabra es sinónimo de energía positiva, de generarte una sensación que te haga volver a creer en las personas. 

En Tú la letra, yo la música hay los ingredientes necesarios para soñar. Un tipo encantador anclado en el pasado, una estrella pop de los ochenta, que trata de sobrevivir a los nuevos tiempos. Una chica neurótica, encantadora y con problemas de autoestima (Drew Barrymore) que se cruza en el camino del protagonista. Unos secundarios divertidos…, y mucho amor. En esta historia simple hay química, hay una historia sencilla pero bien contada, hay dos canciones de amor…, y una historia de encuentro y desencuentro entre una pareja que sabemos llegará un momento en que se den cuenta que están hechos el uno para el otro. 

El cine siempre nos ha regalado comedias así. Y a mí me sirven como medicina. Si estoy triste y desesperada, mi mejor pastilla es una de estas comedias. Aunque sepa que no son verdad. O mejor dicho que no son del todo realistas.  

Desde los noventa hasta el 2007, hay un montón de comedias románticas que han hecho sonreír, olvidar, y han alimentado el volver a creer en el romanticismo o el amor. A finales de los ochenta llegó Cuando Sally encontró a Harry y Meg Ryan conquistó al género. Una historia de amistad, de años, entre un hombre y una mujer que terminan enamorándose. Meg Ryan ha protagonizado historias y remakes de comedias de antaño y ha conseguido que pase muy buenos momentos con Algo para recordar (remake de Tú y yo), French Kiss o Tienes un e-mail (remake de El bazar de las sorpresas). Son historias de hombres y mujeres de clase media que en un momento crítico de sus vidas, encuentran a la persona que les hace replantearse la vida y tirar hacia el futuro. 

Hugh Grant es el hombre que te hace reír y te enamora. Haga de tipo encantador o chulesco. Sea desastre o perfecto. Él es mágico en Cuatro bodas y un funeral (Gran Bretaña), Notting Hill, El diario de Bridget Jones (Gran Bretaña) o Love Actually. En las tres primeras películas se repite un esquema que funciona perfectamente. No es sólo chico encuentra chica y a soñar. Sino que en estas tres películas o bien el protagonista masculino o bien el femenino cuenta con un entrañable grupo de amigos que hacen funcionar la historia y crea unos personajes secundarios inolvidables.

Si nos fijamos en el primer éxito de Grant (Cuatro bodas y un funeral), nos encontramos con otra estrella de este tipo de comedia, Andie MacDowell, que regaló al principio de los 90, Matrimonio de conveniencia con un grandioso Gerad Depardieu, y la cinta de culto Atrapado en el tiempo donde Bill Murray ve como se repite una y otra vez el día de la marmota. 

Si seguimos este paseo nos encontramos con películas que no fueron grandes éxitos pero que contienen los ingredientes y hacen que el corazón vibre por momentos… Frankie and Johnny, Benny and Joon, Una historia diferente, Más extraño que la ficción… parejas imposibles pero que se encuentran y juntos se enamoran…, y lo intentan. 

No puedo olvidarme a otra reina del género –que ha protagonizado buenas historias–, ella es Julia Roberts. No es sólo su sonrisa, son los argumentos mágicos como ese cuento de Los Ángeles, Pretty Woman. O ese humor ácido en La boda de mi mejor amigo o la algo más floja Novia a la fuga. 

También hay actores que no son habituales en este tipo de género pero alguna vez lo visitan y salen airosos. No puedo olvidar a Nicolas Cage y a Cher en Hechizo de luna. Aquí aparece otro elemento importante en este tipo de películas, una familia peculiar, pero familia querida que acompaña a los héroes por su periplo de enamoramiento. 

En fin el viaje es interminable y está repleto de películas malas (insoportables y cursis)  y buenas (algunas las he nombrado en este pequeño paseo)… pero cuando hay una bien realizada y contada, con química…, aunque sepas como va a terminar…, ¡¡¡qué alegría que existan!!!¡¡¡qué alegría acompañar a estas parejas hacia su unión definitiva!!!

Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine de Beatriz Vera Poseck

El mundo de la salud mental siempre ha estado presente en el séptimo arte. Beatriz Vera Poseck en su libro Imágenes de la locura repasa los trastornos de la mente y analiza su reflejo en el celuloide. 

Es un libro muy cercano y original que combina la pasión por la psicología y el amor al cine. A lo largo de sus páginas, los lectores podemos disfrutar de una información clara sobre algunos trastornos mentales. Y después la autora repasa distintas películas que reflejan esos trastornos. 

Beatriz Vera Poseck nos introduce a un viaje apasionante. Un viaje al fondo de la mente. El libro está dividido en nueve capítulos donde explica, analiza y facilita buenos títulos cinematográficos sobre: retraso mental, trastornos generalizados del desarrollo (autismo), trastornos amnésicos y síndrome de Korsakoff, esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad agorafobia y pánico, trastorno obsesivo compulsivo, trastornos disociativos (amnesia disociativa y fuga disociativa) y, por último, trastorno de identidad disociativo. 

De la mano de Beatriz Vera Poseck y su libro, realizo mi personal viaje a la locura. Nueve paradas. Películas que me hicieron descubrir algo más de la salud mental y de cómo funcionamos. Películas que se adentran en el misterioso mundo de la mente humana. 

Primera parada: no olvidaré el sueño de Lennie en De ratones y hombres (Gary Sinise, 1992). Un cuerpo enorme con una mente pequeña. Lennie tiene a George. George tiene a Lennie. Pero el mundo no les deja un respiro. Me dejo llevar por Arnie, ese muchacho de dieciocho años, que depende de su hermano mayor Gilbert. Ese muchacho de sonrisa encantadora pero que necesita una atención continúa. ¿A quién ama Gilbert Grape? mostró a un discapacitado mental con el rostro de Leonardo DiCaprio quien creo a un gran personaje. 

Segunda parada: a todos se nos quedó en la retina el andar extraño y la habilidad con los números de Rain man y como un Dustin Hoffman que borda el papel de autista transforma a su hermano pequeño, Tom Cruise. Me impresionó la historia por su dureza, Sueño de una noche de invierno del interesante autor serbio Goran Paskaljevic. La película es una tragedia. Una de las protagonistas es Jovana Mitic, una niña autista en la vida real. Su relación con Lazar, otro de los personajes principales, es de una frágil y maravillosa belleza. 

Tercera parada: el gran Charles Chaplin nos deja a un barbero amnésico en pleno guetto judio. Cree que vive en otra época por eso no entiende la crueldad con el pueblo judio y los momentos previos a la II Guerra Mundial en El gran dictador. En Memento nos metemos de lleno en la angustia del protagonista que olvida lo que le ha pasado en cuestión de minutos. Y, vivimos una preciosa alegoría o cuento sobre personas sin hogar, un hombre pierde la memoria en Un hombre sin pasado del filandés Aki Kaurismäki. Sin identidad, sin personalidad, sin hogar… vivirá entre los más marginados pero encontrará algo parecido a la felicidad y la libertad. 

Cuarta parada: los que padecen esquizofrenia y otros trastornos psicóticos  son protagonistas de unas historias llenas de angustia. Un tímido dueño de un motel dominado por su madre muerta (Psicosis), un hombre al que le domina la locura en un enorme caserón aislado junto a su mujer y su hijo. Sólo quería un sitio tranquilo para escribir (El resplandor). Un muchacho joven que soñaba con volar, se termina transformando en un hombre pájaro tras su experiencia traumática en Vietnam. Su amigo de la infancia trata de entenderle (Birdy). Un matemático que cree que trabaja como agente secreto (Una mente maravillosa). La angustia de un hombre esquizofrénico que no logra huir de sus delirios. Asistimos impotentes a la degeneración progresiva de un hombre enfermo (Spider). 

Quinta parada: Las depresiones y otros trastornos del estado de ánimo nos dejan personajes increíbles como el de Mabel en Una mujer bajo la influencia. Gena Rowlands llena la pantalla con su recreación de una mujer fascinante y tremendamente complicada. Una familia incomunicada porque ni el padre, ni la madre, ni el hijo adolescente superan de la misma manera la muerte de un ser querido en un accidente (Gente corriente). Un hombre ciego que se ha cansado de la vida (Esencia de mujer). Un joven siempre con el suicidio a cuestas tan egoísta que no de da cuenta del hermano que tiene siempre a su lado y de su calidad humana (Wilbur se quiere suicidar). Tres mujeres y un hombre que no se dan cuenta de la felicidad que dan los momentos. La única salida de alguno de ellos es conocer a la muerte como compañero de viaje (Las horas). 

Sexta parada: Una mujer que no soporta salir a los espacios abiertos…, aunque su vida corra peligro (Copycat). Un gángster agobiado por sus ataques de pánico (Una terapia peligrosa). Un profesor desencantado al que no se le ha perdido nada fuera…, sólo el miedo a enfrentarse a grandes espacios (Descubriendo a Forrester). 

Séptima parada: Hay dos obsesivos compulsivos a los que guardo especial cariño. Ese Melvin, escritor de éxito, pero absolutamente insoportable con una vida llena de rituales compulsivos, que se ve transformado por su relación con un vecino homosexual y una camarera (Mejor… Imposible). O el multimillonario Howard Hughes que podía esconder sus manías y obsesiones tras su rostro de excéntrico millonario o genio con gran capacidad creativa (El aviador).  

Octava parada: un hombre que no logra recordar su pasado, un recuerdo de infancia, horrible (Recuerda). Una joven que trata de olvidar un hecho traumático pero que quiere gritar a todos que no ha perdido la razón. Que hay algo horrible que oculta y que es un recuerdo verdadero (De repente el último verano). Una mujer que prefiere inventarse un mundo de telenovela en vez de enfrentarse a que ha sido testigo de un hecho horrible (Persiguiendo a Betty). Un hombre que no puede dormir porque no puede dejar salir su sentimiento de culpa (El maquinista)… 

Novena parada: Eva es una mujer que encuentra tres personalidades distintas en su interior…,¿quién es Eva? (Las tres caras de Eva). Zelig es un hombre camaleónico. Se transforma en los momentos clave en quién le conviene (Zelig). Norton y Pitt son dos, son uno, son nihilistas, son los creadores de una filosofía demoledora. Golpea. Golpea sin compasión (El club de la lucha). Robert de Niro es un buen padre de familia, un gran señor, amigo de sus amigos, amante de sus amantes, ama a su hija…, y no entiende por qué ella cada vez se acerca y protege más a un amigo invisible que hace cosas terribles (El escondite)…, trastornos de identidad disociativos que sobrecogen y hacen entender la dificultad de conocer la mente humana. 

Gracias Beatriz por recordarnos tantas películas. Gracias por el viaje. 

(Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine de Beatriz Vera Poseck. Calamar Ediciones. Madrid, 2006) 

El rostro de Nicole Kidman

Sufrimos con la pelirroja australiana perdida en el mar con un loco psicópata. Calma total  fue la presentación cinematográfica de Nicole Kidman a finales de la década de los ochenta. Desde ese momento, su carrera ha ido creciendo con tropezones incluidos y con grandes personajes femeninos. Como muchos actores y actrices de su generación ha sabido combinar el cine comercial con el independiente. Ha estado presente en películas que han funcionado en taquilla y además han sido entretenidas con películas interesantes y más minoritarias.

Su llegada a Hollywood en un principio no fue muy revelador o fructífero además pronto se convirtió en señora de Tom Cruise y fue creciendo en su sombra. Paso a paso. Entre sus películas juntos cabe destacar Un horizonte muy lejano (1992) y Eyes Wide Shut (1999). La primera era una vuelta al puro salvaje oeste y a la lucha de los colonos. Kidman y Cruise son una pareja perfecta para una película de entretenimiento. En la segunda, se meten de lleno en una extraña y oscura película de Kubrick donde se disecciona, entre otras cosas, la descomposición de un matrimonio burgués.

Entre medias de estas dos películas, surgiría uno de sus papeles de oro en Todo por un sueño (1995). Donde vemos hasta donde es capaz de llegar una mujer sólo por conseguir el éxito en la pantalla pequeña. La Kidman está excepcional.

Durante y después de la ruptura con Tom Cruise empiezan a surgir los papeles que la irán convirtiendo en una reina del Olimpo. En toda una diva con artes de actriz. La historia de fantasmas de Amenabar Los otros (2001) cuenta el protagonismo de una Nicole sublime. Enamora a todos y hace soñar cuando se convierte en la cortesana Satine en Moulin Rouge (2001). Satine combina la comedia y la tragedia. Un gran personaje. Se transforma en una Virginia Wolf suicida en Las horas (2002). Seduce con un papel brutal en una película que da una triste visión del mundo en Dogville (2003).

La pelirroja Kidman se transforma una y otra vez. En películas que no siempre funcionan bien en taquilla pero que ganan puntos por su simple presencia. No resultó su rol en la adaptación cinematográfica de la novela de Roth, La mancha humana. Vuelve a ser una heroína romántica en una película épica, Cold Mountain (2003) que no gustó mucho pero a mí me entretuvo. La Kidman se apunta a la moda de los remakes y destaca en la extraña y divertida Las mujeres perfectas (2004). Incomprensiblemente, no tiene éxito en una película que a mí me resulta muy interesante y de calidad, La intérprete (2005) donde el personaje atormentado de Kidman mantiene una química especial con Sean Penn.

Nicole Kidman sigue con la agenda llena de proyectos y se esperan muchos estrenos con su presencia. Su buena estrella no se apaga. Los buenos personajes tampoco. Su imagen educada y de misterio, su mirada triste, su sorprendente humor chispeante –cuando afronta personajes cómicos-, siguen conquistando las pantallas. Nicole es una estrella y una actriz. Nicole es lejana y cercana a la vez. Quizá por eso el éxito de su presencia en un anuncio de una mítica colonia. Kidman es una gran estrella cinematográfica, cansada, sólo quiere ser amada –por un hermoso Rodrigo Santoro– y pasar desapercibida…, es una estrella de las de antes para su suerte o desgracia.

El rey pescador (1991) de Terry Gilliam

El norteamericano Terry Gilliam, ex miembro del mítico grupo de humor británico Los Monty Python, cuenta con una filmografía extraña. Es capaz de lo peor y lo mejor. Lo que nadie puede negarle es su capacidad para crear mundos fantásticos. Su parte buena me cautivó totalmente a principios de los noventa con El rey pescador. Una historia sobre el dolor y la culpa. Una historia sobre la amistad. Una historia de amor. Una historia sobre el cuarto mundo, sobre los sin hogar y sus razones. Una historia de esperanza, Santo Grial y el caballero rojo que simboliza todos nuestros miedos. Una historia sobre la locura y la soledad. Una historia sobre cómo un acontecimiento trágico e irracional (el salvaje tiroteo de un tipo solitario –¿por qué lo hizo?– a un bar de moda) cambia radicalmente la vida a víctimas y supervivientes. 

El otro día volví a verla en dvd en televisión. Es una película que me gusta, me atrapa y suelo ver cada x tiempo. Los cuatro actores principales realizan una composición de sus personajes que traspasa la pantalla y llega muy hondo. No te importa ser testigo del día a día de las personas de carne y hueso que encarnan Jeff Bridges (cómo me gusta), Robin Williams (en uno de sus papeles estrella), Mercedes Ruehl (qué bien te cae, cómo deseas que sea feliz) y la torpe y romántica Amanda Plummer. 

El rey pescador funciona porque es una fábula, un cuento medieval del siglo XX, un Nueva York diferente, una historia de búsqueda y cambio, un cuento sobre la vida… Sus protagonistas son Parry, un sin hogar con problemas de salud mental y Jack, un showman de la radio, egocéntrico, que carga con la culpa y el fracaso. Jack es el rey herido y Parry el bufón ingenuo con un punto de locura. Y ambos encuentran el Santo Grial. Algo parecido a dar un sentido a sus vidas. 

La película está llena de diálogos y escenas geniales. Hay una en concreto que siempre me hace reflexionar. La protagoniza el cantante y actor Tom Waits en una escena que transcurre en Grand Central Station. Tom Waits es un sin hogar en silla de ruedas que en un momento dado explica a Jack su función en la sociedad. Y te deja en el sitio.  -Si paga, no tiene que mirar. Un tipo trabaja ocho horas al día, siete días por semana. Si le hinchan las pelota, empieza a dudar de la naturaleza de su existencia. Un día a punto de salir, su jefe le llama y le dice: “Bob, ven aquí y lámeme el culo”. Y él dice: “Al carajo. Me da igual lo que pase. Quiero ver la cara que pone cuando le clave las tijeras en el brazo”. Entonces piensa en mí. Dice: “Un momento. Tengo dos piernas y dos brazos. Y al menos no pido limosna”. Seguro que Bob deja las tijeras y saca la lengua. Yo soy una especie de semáforo moral. Es como si dijera: Luz roja, no sigas. 

La historia del rey pescador es también una historia sobre el amor. Las damas de los dos caballeros andantes y perdidos cumplen su función de amor idílico y apasionado. Son dos mujeres que transforman, dos mujeres que esperan el amor y lo encuentran. Dos mujeres fuertes –cada una a su manera– que son más realistas que sus caballeros andantes. Luchan por ellos. Y los aman con sus defectos y virtudes. Aman a los seres humanos que representan. Anne y Lydia nunca abandonan. 

Por último, destacar una canción que surge en numerosos momentos de la película. En momentos oscuros y desesperados pero que Parry convierte en mágicos y vivos. El personaje de Robin Williams tiene la cualidad de sacar de la miseria, la belleza…la magia. Se aferra a la vida y a lo bello. Siempre hace entonar a todos los olvidados un clásico del cine musical que entonaban los niños prodigio Judy Garland y Mickey Rooney… I like New York in june, how about you? 

Crítica La vida en rosa

No, no se arrepiente de nada. No se arrepiente de una vida intensa llena de acontecimientos trágicos. La niña gorrión, la niña de la calle y la miseria siempre tuvo algo claro: el amor y los escenarios eran las dos cosas que la mantenían con vida. 

El director Oliver Dahan nos sumerge de lleno en los recuerdos, sentimientos e imágenes inconexas sin orden cronológico de la gran Edith Piaf. Nos regala una radiografía interior de una artista, de una mujer fuerte con el cuerpo débil. Nos ofrece los recuerdos de su infancia, adolescencia y madurez. Los momentos trascendentes, mágicos y trágicos que tiene su biografía. La vida en rosa es un espectáculo maravilloso que te transporta al alma de Piaf con imágenes de gran fuerza y con la caracterización prodigiosa de Marion Cotillard. En la vida de la gran diva de la canción francesa todo era exceso: su amor, su pasión por la vida, su entrega al hombre que más significó en su vida –el boxeador Marcel–, sus enfermedades, sus dependencias, sus alegrías, sus tristezas, sus explosiones de alegría, sus enfados, sus relaciones, los accidentes de tráfico… 

Tras sus canciones, grandes actuaciones y momentos en los que cayó gravemente enferma, vamos recorriendo los momentos trascendentales de su vida. La niña que vivía en la calle primero con su madre cantante y alcohólica, después con su padre contorsionista y alcohólico…, su vida en un burdel con el amor maternal que le ofrece la bella prostituta Titine (Emmanuelle Seigner), su ceguera, la devoción a Santa Teresita del Niño Jesús, la primera vez que canta ante un público callejero La Marsellesa; su relación con Louis Leplée, su descubridor (un precioso papel de Gérad Depardieu); su dura relación con el maestro Raymond Asso; su amistad fraternal con otra niña de la calle, Momone; sus éxitos, sus conciertos, sus frustraciones, sus errores, sus amistades…, de sus amantes, maridos y relaciones con los hombres se dan trazos y la relación que más se desarrolla es la que vivió con el amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan. La escena en la que se narra el amor truncado por la tragedia es absolutamente envolvente. 

La vida en rosa brilla por las interpretaciones de los actores, por los trazos impresionistas, por la fotografía del japonés Tetsuo Nagata… y por las bellas canciones de la artista gorrión. De la diva vestida de negro con cuerpo pequeño y manos habladoras. 

 

I want to be a pilot (Yo quiero ser piloto) de Diego Quemada Diez

Frente al televisor me dispuse a ver los cortometrajes que estos últimos años aporta la revista Fotogramas en su tercera edición de Fotogramas en corto 2007. Y me ha cautivado I want to be a pilot del español Diego Quemada Diez.

Diego había trabajado con el brasileño Fernando Meirelles como operador de segunda cámara en El jardinero fiel y cuando llegó a Kibera, lugar donde se rodaron escenas reales de la película se quedó impactado con todo lo que vivió –como muchos de los que participaron en el rodaje–.

En una entrevista que le hicieron en el XII Canarias Mediafest, explicaba que “impresionado por la situación de extrema pobreza del lugar, quise hacer algo para comunicar a otros lo que vi”. Y vaya si lo comunica. 

Con unas escenas documentales hermosas dentro de la miseria y pobreza del lugar, va tras la mirada de Omondi, un niño de 12 años. Un niño de ojos y mirada triste. Oímos la voz de Omondi que habla de su sueño de ser piloto. De salir de allí. Y a través de sus sueños, nos enteramos de su vida. Sólo es un niño que quiere volar lejos, donde poder aprender, donde poder comer, donde poder convivir con otros niños, sin enfermedades, sin tristezas, donde quiere recibir el amor y el abrazo de sus padres, donde quiere jugar y reír, donde quiere que le traten bien…, quiere sobrevolar la pobreza que él no ha pedido. 

El realizador cuenta que habló con muchos niños huérfanos que le hablaban de sus problemas, del sentimiento de soledad, que le pedían ayuda para libros, comida y uniformes. El sueño de casi todos ellos, era volar, lejos. 

Omondi es un personaje. Omondi representa a todos esos niños. Y lo que cuenta es el sentir de muchos niños. Un testimonio lleno de poesía. Sobrecogedor. 

La voz de Omondi dice que quiere volar “donde no necesite la caridad de tierras distantes”. Brutal. 

La voz de Omondi se escucha tras mucha buena música. En el primer visionado casi no te das cuenta porque cautivan las palabras del niño y sus imágenes. En el segundo visionado aprecias las canciones y melodías que dan ritmo a las imágenes y a las palabras. Emocionan. 

Al final, Diego deja unas palabras de Nelson Mandela. 

“Superar la pobreza no es una cuestión de caridad. Es un acto de justicia. Al igual que la esclavitud y el apartheid, la pobreza no es natural.

Es una creación del hombre y como tal puede ser superado y erradicada por los seres humanos.

A veces una generación puede hacer algo extraordinario. Tú puedes ser parte de esa generación. Permite que tu grandeza florezca”. Al final, Diego deja mucho que pensar…

Diccionario cinematográfico (14)

Comida: uno de los grandes placeres que puede permitirse una parte privilegiada –no olvidemos, muy privilegiada– de la humanidad. Que se lo digan a los afables ancianos que disfrutan del festín de Babette o nos vamos a olvidar de las exquisiteces de deliciosa Marta. La vida puede cambiar con un Chocolat que nos ofrezca Juliette Binoche o nada será igual en la mesa de Celebración…, sinceramente prefiero sentarme con Lemmon y Mastroianni en Macarroni o divertirme con las chicas entre harinas y guisos en Tomates verdes fritos. Se me van los ojos en el restaurante del hijo de la novia, no tras la deliciosa pasta –que la verdad es que la huelo y siento en el paladar–, sino tras la sonrisa cansada de Darín. Busco las recetas de la edad de la inocencia y a veces me siento como Julia Roberts en Pretty Woman…, disimulando que entiendo de cubiertos, vasos, copas, mezclas y platos. Los olores y sabores traspasan la pantalla ante la delicada mesa de Los muertos… porque la vida, de unos cuantos privilegiados es comer, beber y amar.

El rostro de Julianne Moore

La pelirroja por excelencia es capaz de transformarse en mil y un personajes femeninos con carisma. La Moore pasea su rostro por grandes películas o por superproducciones con personajes insípidos pero que ganan con su sola presencia. Ya iba llamando la atención en personajes secundarios en películas comerciales como La mano que mece la cuna (1992), El fugitivo (1993) o Benny and Joon (1993) hasta que dejó a todos boquiabiertos con la película coral de Robert Altman, Vidas cruzadas (1993). Allí protagonizaba una escena que la convirtió en un nuevo mito a la sensualidad. Julianne Moore habla de problemas sentimentales con su marido, sin falda ni ropa interior, como si tal cosa, con una naturalidad aplastante. Después, deleitó a todos en una película pequeña e independiente, un canto de amor del cine hacia el teatro con Vania en la calle 42 (1994). Su papel de actriz que interpreta a Yelena, un personaje de la obra de Chejov, caló hondo.

Después protagonizó una película insustancial sin pizca de gracia en Nueve meses (1995) para volver con fuerza en Boggie nights (1997) como una dulce, tierna y a veces triste actriz porno en los años setenta. Paul Thomas Anderson no la dejará escapar. Los hermanos Coen la quieren tanto como un sueño loco en El gran Lebowski  y Robert Altman vuelve a contar con ella en Cookie fortune (1999).

La diva pelirroja rueda un olvidable melodrama, Mi mapa del mundo (1999), y vuelve a emocionarnos como joven esposa de un enfermo terminal que no soporta el dolor, el sufrimiento y la muerte en Magnolia (1999). Impresionante la escena en la farmacia. Paul Thomas Anderson sabía que podía contar con ella. Nos regala una historia de amor exacerbado en la mejor tradición del cine clásico y la buena literatura de G. Greene en El fin del romance (1999).

No para. Después de papeles en películas menores como Atando cabos (2001), Hannibal (2001) o Hasta que la ley nos separe (2004). Nos sigue dejando hipnotizados con su transformación en dos mujeres de los años 50. Primero, en la película que revisita el melodrama de los años cincuenta en toda su plenitud, sin censuras, mostrando todo lo que en años de doble moral sólo se dejaba intuir, Lejos del cielo (2002). Segundo, en Las horas (2002) en un magnífico papel de madre en crisis.

La última vez que hemos visto su rostro ha sido en una película de ciencia ficción. Julianne Moore encarna a una mujer fuerte y luchadora que cree en un mundo mejor pero que paga muy caro su camino hacia la esperanza en Hijos de los hombres (2006). Toda una heroína en un mundo caótico. Deja su trabajo, su esperanza, en manos de su antiguo amor, un héroe deprimido y desencantado (Clive Owen). ¿Dónde veremos próximamente sus cabellos rojos? 

Charlot sonríe a la violetera

Si me preguntaran con que película de Charlot me quedaría quizá respondería que con Luces de la ciudad (1931) y si tuviera que elegir la escena sería la última. Hace unos tres años volví a revisitar toda la filmografía de Chaplin por una guía que elaboré sobre personas sin hogar en el cine. Disfruté de nuevo muchísimo con Charlot y me enamoré, de nuevo, profundamente de esta obra cinematográfica.  

Me documenté y leí muchísimas anécdotas sobre el rodaje. Por ejemplo, Chaplin era un perfeccionista y en este rodaje puso de los nervios a varios de sus actores, que veían como pasaban los meses e incluso los años y la película no llegaba a su fin. 

El actor que en un principio encarnaba al personaje del millonario (Henry Clive) se hartó de repetir una escena y se rebeló contra el director-creador. Chaplin, sin contemplaciones, le echó y le sustituyó por el actor Harry Myers. 

La actriz principal Virginia Cherrill –para todos aquellos que les gusten las historias extracinematográficas os contaré que se convirtió en la futura esposa de Cary Grant– casi fue expulsada del rodaje. No se llevó bien con el perfeccionista de Charles Chaplin y éste en un momento de ira estuvo a punto de sustituirla por Georgia Hale (la protagonista de La Quimera de oro). En el dvd que tengo, en los extras, vienen las pruebas que realizó a la Hale como violetera. 

Otro de los motivos por los que la película sufrió un gran retraso fue a causa de la muerte de Hannah Chaplin, la madre del creador, que le afectó seriamente en 1928. Con su muerte quedaba atrás su pasado londinense como un niño que vivió en la miseria. 

Cuando empezó el rodaje, el cine hablado ya era una realidad. Pero el artista se negó a que Charlot hablara. Uno de los motivos de la desaparición del personaje fue que ya no pudiera actuar en silencio. El creador prefirió eliminarlo. Sólo le dejó cantar en un idioma extraño en Tiempos Modernos. Utilizó el sonido para esta obra de arte pero él como actor siguió empleando el arte de la pantomima. No se equivocó. La película fue un éxito. 

Como última curiosidad, la música que acompaña las apariciones de la joven florista ciega es una composición del maestro español José Padilla, La violetera. En la época, la cantó con mucho éxito la artista Raquel Meller en sus giras por EEUU. 

La secuencia: me gusta tanto que merece la pena describirla entera. Unos niños, vendedores de periódicos, se están metiendo con Charlot, que acaba de salir de prisión, y no se encuentra en su mejor momento. Charlot pasa por la floristería donde ahora trabaja su amada que ya ha recuperado la vista gracias al dinero que él consiguió. 

Una de las encargadas de la tienda está barriendo la acera y tira una violeta. Charlot la ve y se agacha a recogerla pero los niños siguen burlándose del pobre hombre. Desde la floristería, la encargada y la joven violetera ríen las travesuras de los muchachos. Ella está viéndole a través del cristal mientras trabaja. La violetera ve a un hombre desgraciado, un sin hogar del que se están riendo. En ningún momento pasa por su cabeza que ese hombre triste pueda ser su salvador –recordemos que ella siempre creyó que era un hombre millonario y Charlot siempre alimentó esa imagen en la joven ciega–. 

De pronto, a través del cristal, él, Charlot, ve a la violetera. Lleva la flor en la mano. El hombre se queda emocionado y sonríe. Ella no comprende la reacción del desconocido y ríe. Cree que él se ha enamorado a primera vista y comenta a sus compañeras que ha hecho una conquista. 

La joven ve que al hombre desconocido se le está rompiendo su pequeña flor y le ofrece otra. Quiere que entre a la tienda a por ella. El sin hogar no reacciona. Sólo sonríe. Es feliz porque se da cuenta de que ha hecho algo por ella. Ella ve gracias a él. 

La violetera decide salir con una moneda y una flor. Charlot reacciona y huye veloz. Pero ella le llama. Y él se para. Vuelve a sonreírla. Él finalmente toma la flor. Ella le acaricia y le toca la mano para darle confianza y ofrecerle la moneda. La joven violetera le reconoce por el tacto. Reconoce a su príncipe azul. A su salvador. Y se le rompe el corazón a pedazos. Entiende el sacrificio. Su salvador es un sin hogar. Él es la persona que le ha devuelto la vista. 

Ella le pregunta: “¿Eres tú?” y Charlot contesta: “Ahora ya ves”. El maravilloso sin hogar teme ser reconocido. Está muy nervioso pero no huye. Ella llora y le dice: “Si, ahora veo”. La violetera le mira con muchísima ternura. Sin rechazo alguno al príncipe encontrado. Él sonríe. Tímido y aliviado. Aceptado.