Harold Pinter… y el cine

Los puntos suspensivos son míos porque existe la maravillosa posibilidad de acostarse cada día habiendo aprendido algo nuevo. Si hay algo que me fascina en la vida son las casualidades y como una cosa te lleva a otra…, en fin, toda esta pequeña reflexión, es para contaros mi encuentro con Harold Pinter. 

El lunes fue una buena ocasión para visitar la Feria del Libro. Como siempre busco algún libro que me apetece descubrir. Estos meses soy una auténtica devoradora de obras de teatro. Siempre me ha gustado pero me ha vuelto con fuerza las ganas de conocer a dramaturgos y dramaturgas del panorama mundial.  Me entero de las casetas que pueden tener obras de teatro (por desgracia, en toda la feria me dicen que sólo hay tres casetas especializadas donde puedo encontrar distintos volúmenes) y me decido por descubrir a un autor nuevo para mí. El premio nobel de 2005, Harold Pinter. Me llevo en un único tomo, tres de sus obras teatrales. Ya llevo dos y sus obras me divierten e inquietan a la vez. Harold Pinter tiene una visión sobrecogedora de los seres humanos, incomunicados, solitarios… ambientes agobiantes y situaciones crueles.

Cual es mi sorpresa cuando empiezo a leer cosas sobre Pinter en internet y me encuentro con una bella, polémica e interesante anécdota con mi adorado Arthur Miller (que ya he visitado en este blog). El acontecimiento está narrado en Wikipedia y dice: “En 1985 Pinter viajó a Turquía con el escritor americano Arthur Miller y conoció a muchas víctimas de la represión política. En la función en honor a Miller en la embajada estadounidense, en lugar de intercambiar cortesías, Pinter mencionó a personas que habían recibido descargas eléctricas en sus genitales, declaraciones que hicieron que lo echaran. (Miller, en apoyo, abandonó la embajada con él). La experiencia de Pinter en la represión turca y la supresión del idioma kurdo inspiraron la obra de 1988 Mountain Language”.

Me intereso más y más por este dramaturgo –que para mí, ha sido otro descubrimiento–. De pronto, me compro mi revista mensual de cine y leo en una noticia breve que Harold Pinter escribe el guión del remake La huella. La noticia añade que Pinter vuelve después de muchos años a escribir guiones… ¡¡¡Así que Pinter también es guionista!!! ¡¡¡Seguro entonces que no es del todo desconocido para mí!!!¡¡¡Eureka!!!

Harold Pinter inmerso en La huella, ese clásico que fue dirigido por Joseph L. Mankiewicz y protagonizado por Laurence Olivier y Michael Caine. La nueva versión cuenta con otro trío que promete: Kenneth Branagh, Michael Caine y Jude Law. Suena interesante. Ya sigo indagando en páginas especializadas y descubro un Pinter guionista de un montón de buenas películas, que además también ha actuado en distintas producciones, que dirigió una película para el cine (y alguna que otra para la televisión) y que además algunas de sus obras han sido adaptadas cinematográficamente. Mi alegría es inmensa. Otra puerta abierta al cine.

Harold Pinter es de la época de los jóvenes airados británicos que revolucionaron las artes entre ellas el cine y el teatro. Muchas de sus películas no las conozco o no he podido verlas…, pero otras es una sorpresa descubrir que tras el guión está Pinter. Curiosamente el dramaturgo británico está detrás de los guiones de un interesante director norteamericano que se nacionalizó británico (tras sus problemas en La Caza de Brujas). Me refiero a Joseph Losey. Harold Pinter adaptó a guión cinematográfico las tres novelas de distintos autores (Robin Maugham, Nicholas Mosley y L. P. Hartley) que Losey llevó a las pantallas: El sirviente (1963), Accidente (1967) y El mensajero (1970).

Sigo indagando y Harold Pinter ha realizado el guión de El último magnate (1976) de Elia Kazan, La mujer del teniente francés (1981) de Karen Reisz o El proceso de Kafka (1993) de David Hugh Jones. También, me sorprende cuando leo que ha adaptado una novela de mi adorada Margaret Atwood, El cuento de la doncella (1990) de Volker Schlöndorff. Si la película es como sus novelas, tengo que verla.

También, localizo un curso que este año se ha impartido sobre cine y literatura en la Universidad de Burgos donde Harold Pinter es el protagonista. En ese curso proyectaron su única intervención como director cinematográfico con la película Butley de 1974. Es una adaptación de una obra de teatro de Simon Gray con Alan Bates y Jessica Tandy. “Cuenta la historia de un día en la vida universitaria del profesor Ben Butley (Alan Bates), un personaje en decadencia ética que encuentra su diversión en la humillación y el dolor ajeno”. Me llama la atención. En ese curso también proyectan películas en las que se han adaptado al cine obras de teatro de Harold Pinter (películas y obras que tampoco conozco): Regreso al hogar de Peter Hall y El riesgo de la traición de David Jones. ¡¡¡Lástima no haberme enterado antes de este ciclo!!!, se celebró en marzo.

Así que os dejo con Harold Pinter, al cual estoy descubriendo como dramaturgo (de momento he leído El montacargas y El invernadero), pero también me he llevado la sorpresa de sus interesantes relaciones con el mundo del cine. Otra persona a la que descubrir y en la que indagar. 

John Wayne, el vaquero cumple 100 años

Hoy iniciamos un viaje a caballo junto al Duke, el símbolo del héroe norteamericano, por praderas de celuloide. El 26 de mayo cumplió 100 años aunque ya nos había dejado en 1979. John Wayne fue el protagonista ideal de las películas del Oeste y, también, se especializó en el género bélico. Wayne, el tipo duro, llenó con un rostro mítico y hierático buenas historias del salvaje oeste junto a los directores que le adoptaron como actor fetiche (John Ford y Howard Hawks). John Wayne imprimió a su personaje tintes de leyenda. Este hombre nunca se vio más allá de las estrellas…, de hecho su epitafio, que dejó escrito en castellano (se casó tres veces con mujeres de origen hispano), dice: “Feo, fuerte y normal”. Perfecta descripción. Sus raíces familiares le unían a Irlanda y Escocía…con Ford pudo interiorizar sus orígenes.  Su historia está llena de anécdotas interesantes y nadie le puede negar un puesto en el Olimpo de los actores –era un tipo complejo y lleno de sorpresas, dejó una filmografía brillante (muchos de los western que protagonizó figuran entre mis favoritos)–. Por eso, propongo ese viaje a caballo junto a él como Ringo y hacer distintas paradas en curiosidades y recuerdos. 

1)  Jonh Wayne empezó a trabajar en el cine mudo de la mano de uno de los vaqueros más míticos de aquellos tiempos de silencio: Tom Mix. Allí, en esos años 20, ya entabló amistad con un director que empezaba a ser grande John Ford. Poco a poco se fue convirtiendo en la estrella de las películas del oeste de serie B (películas de bajo presupuesto). Raoul Walsh le dio la oportunidad en una película de presupuesto alto y como protagonista en La gran jornada (1930). La película fue un fracaso de taquilla y Wayne continuó como estrella de serie B.

2) Tardó en convertirse en estrella con brillo propio y fue de la mano de su amigo John Ford (una amistad complicada y compleja que se prolongaría a lo largo de los años) en 1939 en la excelente La Diligencia. Wayne es Ringo, un fuera de ley, que acompaña a varios personajes en una diligencia en un viaje lleno de sobresaltos. Ahí, el fuera de ley y la prostituta de buen corazón demuestran una mayor valía moral que la mayoría de los respetables viajeros. La Diligencia es una obra maestra que está inspirada en un maravilloso cuento de Guy de Maupassant, Bola de sebo.

3)  Con John Ford trabajó en más de veinte películas. El actor formaba parte del elenco que acompañaba al director que dirigía películas del oeste. ¿Cómo olvidar historias profundas y maravillosas: Fort Apache, La legión invencible, Río Grande, Centauros del desierto, Misión de audaces o El hombre que mató a Liberty Valance?

4)  Con el director John Ford, siempre fiel a sus raíces irlandesas, protagonizó dos películas deliciosas y mágicas, alejadas de su rol, donde el actor se convierte en personaje inolvidable: El hombre tranquilo y La taberna del irlandés.

5) ¿Sabían que protagonizó en los años cuarenta tres películas junto a Marlene Dietrich?¿Sabían que fue uno de los amantes de la actriz? Las películas fueron: De isla en isla, Los usurpadores y Forja de corazones.

6) Trabajó con muchas actrices pero en el imaginario colectivo y cinéfilo siempre aparece en los brazos de la pelirroja y temperamental Maureen O’Hara. Intervinieron en cinco películas (su relación profesional empezó en los años cincuenta. Ella también pertenecía al elenco de actores que acompañó a John Ford a lo largo de los años): Río Grande, El hombre tranquilo, Escrito bajo el sol, McLintock y El gran Jack.

7) John Wayne realizó también películas memorables al lado del gran Howard Hawks que le hizo protagonista de mi película favorita del Oeste (Río Bravo en 1959) y también contó con su presencia en joyas como Río Rojo y El Dorado. El director también le alejó de su rol habitual y le hizo protagonizar una deliciosa película de aventuras en África: ¡Hatari!

8 Nuestro vaquero favorito tuvo mal ojo al aceptar participar en una de las peores películas de la historia del cine. Se transformó en un improbable Gengis Khan en El conquistador de Mongolia. Fue uno de los actos de locura del excéntrico millonario Howard Hughes. La película es todo un monumento a lo kitsch hasta tal punto que tiene una de las frases de promoción más hilarantes (que rescata Terence Moix, ese cinéfilo inmortal –en sus libros y su pasión por el cine vive todavía–, como su magnífica serie de estrellas Mis inmortales del cine): “Esta mujer tártara es para mí, y la sangre me dice: ¡Cógela!” Además, esta película ha pasado a la historia por otros motivos trágicos. Gran parte del rodaje se realizó en un territorio de Arizona que desprendía radiaciones debido a pruebas nucleares que se habían realizado por la zona. No se tomaron las debidas precauciones ni se dio importancia a este hecho. Así que durante semanas se expusieron al aire, el agua y comida todo el elenco de intérpretes así como los técnicos. Años después llegó la tragedia, la mayoría de los participantes de esta película contrajeron el cáncer y muchos de ellos no pudieron sobrevivir. Entre ellos John Wayne, Susan Hayward y Agnes Moorehead.

9) Al vaquero le dio también por la producción y la dirección. Realizó dos películas interesantes donde deja al descubierto parte de su pensamiento político conservador (apoyó en EEUU a los republicanos, por ejemplo, a Ronald Reagan) y lo reaccionario de sus planteamientos: El Álamo y Boinas verdes (sobre la guerra de Vietnam donde Wayne alaba la intervención norteamericana).

10) Este año el Festival de Cannes ha rendido homenaje al actor y ha proyectado una de sus películas más desconocidas. Parece ser que Wayne se sentía orgulloso de su interpretación y contribución en Hondo de John Farrow. También para la ocasión se proyectó Río Bravo.

11) La editorial especializada en libros de cine T&B ha sacado el primer volumen de una completa biografía y filmografía del actor: John Wayne. El vaquero que conquistó Hollywood. Primera parte (1907-1955). Y ya está preparando el segundo tomo que abarcaría del año 1956 al 1979. Los dos tomos están escritos por Juan Tejero.

12) En su última película da vida a un pistolero del lejano oeste aquejado de cáncer…, un canto nostálgico junto a Lauren Bacall en El último pistolero (1976) de Don Siegel.

Críticas Hollywoodland/Zodiac

Después de unos días sin escribir, dejo dos críticas de dos películas americanas que tienen varios puntos en común. Son dos historias que narran dos casos verídicos sin resolver.

Hollywoodland y Zodiac se mueven en unos registros narrativos bastante interesantes porque muestran la investigación con personajes y ambientes muy bien conseguidos dónde lo que los directores nos cuentan abarca mucho más que el thriller. Al final, la investigación de ambos casos es sólo un pretexto para analizar y narrar algo más. Lo que menos importa es si se resuelve o no la investigación. Si se descubre la trama, los asesinatos o el porqué. Lo que llama la atención son los análisis novedosos del fracaso –en la primera de las películas– o la obsesión –en la segunda–. 

La primera de las películas ya no se encuentra en las salas cinematográficas –supongo que apenas faltará para su lanzamiento en dvd–, la segunda todavía puede verse en cines de estrenos. Ambas cuentan con repartos atractivos y con la construcción de personajes interesantes. 

Hollywoodland: el universo de Hollywood está plagado de buenas historias. Cine dentro del cine. Algunas películas de finales del siglo XX y principios del XXI aprovechan este universo. Buenas películas que reflejan ese mundo artificial que es Hollywood y que hace mella en muchos de sus habitantes: Ed Wood, Dioses y monstruos, LA Confidencial o La dalia negra son sólo algunos ejemplos. Y, también, Hollywoodland.   

Rescata a un protagonista secundario, un actor de segunda fila, que consiguió el éxito no a través de grandes películas –como él soñaba– sino como personaje de superhéroe en la pantalla pequeña. Fue el Superman de toda una generación. George Reeves, el superhéroe de cartón piedra, que apareció muerto en extrañas circunstancias en su hogar. La joven promesa, que protagonizó un personaje muy secundario en Lo que el viento se llevó, alcanzó la inmortalidad con un Superman que le trajo amargura. Él estaba preparado para otro tipo de éxito.  

Hollywoodland es la historia del fracaso. Del mundo que se esconde tras el glamour. De la soledad. Los años 50 son el escenario y el hilo de la historia se va siguiendo a través de la investigación de otro hombre fracasado –que pronto se siente identificado de alguna manera con el hombre muerto–, un detective que ve como su vida es un tobogán sin final.  Los dos antihéroes de esta melancólica y desencantada película del desconocido y debutante Allen Coulter son Ben Affleck y Adrien Brody. Les acompañamos a un viaje hacia la decadencia. Hollywoodland es una historia de sueños rotos de dos buenos tipos que viven en un mundo corrupto y lleno de complicaciones e intereses.  

Zodiac : Zodiac debe mucho a películas como Todos los hombres del presidente. El efectivo David Fincher (no olvidemos Seven y El club de la lucha) nos cuenta desde una óptica periodística un caso sin resolver. La historia de un asesino que emplea mensajes cifrados que traen de cabeza a periodistas, policías y ciudadanos en la década de los setenta.  Pero lo interesante de la película no es la investigación. Es la obsesión y el halo de destrucción que conlleva a lo largo de los años el tratar de localizar a un sospechoso en un periodista estrella, un ilustrador obsesivo y un policía que trata de llevar a cabo una investigación que ponga fin a los asesinatos e intervenciones de Zodiac. 

Jake Gyllenhaal, Mark Ruffalo y Rober Downey Jr. recrean tres personajes que ven cómo sus vidas cambian a partir del momento en que Zodiac se cruza en su camino. 

Zodiac tiene dos partes claras. Una primera fase en la cual se narra el punto álgido de la investigación. El momento en que una sociedad se alarma por la aparición de un asesino en serie que pone en jaque a medios de comunicación y policía…, donde destaca un periodista estrella –que se va pasando de rosca en sus dependencias…, siempre magnífico Downey Jr. y un peculiar policía que se entrega en su trabajo e investigación sin resultados visibles –la sorpresa de un Mark Ruffalo excelente. Especial apunte a los cinéfilos el ver cómo el propio policía acude a una proyección de Harry, el sucio, el personaje que encumbró a Clint Eastwood que en una primera entrega se inspiró en el caso de Zodiac. Y una segunda parte, en que el ilustrador del periódico (interesante Jake Gyllenhaal) –hasta este momento un personaje secundario toma el relevo varios años después y de forma minuciosa y obsesiva –deja aparte su vida familiar y laboral se entrega a la investigación para tratar de descubrir a Zodiac y escribir un libro.  Dos películas, sin duda, que no carecen de interés porque abren nuevos caminos narrativos al género del thriller y dan mucho que pensar después de su visionado. 

Diccionario cinematográfico (18)

Beso: dos labios que se unen y se convierten en uno. A veces, sientes deseos irracionales de besar a alguien en los labios, en la cara, en la mano, en los hombros… tras el beso, el deseo. Tras el beso, la despedida. Tras el beso, un te quiero. 

Hoy me he quedado realmente asombrada al leer en las noticias que una joven ha pagado 350.000 dólares por besar durante tres segundos a George Clooney (era una subasta para recaudar dinero para luchar contra el SIDA). Yo en la vida podría pagar una cantidad así…, pero sí se puede soñar.Yo hubiera besado a muchos actores en momentos e interpretaciones concretas. Me derrite Marlon Brando como Terry Malone en La ley del silencio. Me enternece Montgomery Cliff con su rostro ya demacrado en Vidas rebeldes (aunque también le hubiera besado una y otra vez en Estación Termini). Y qué me dicen del rostro siempre bello y atormentado de un Paul Newman joven a lo Dulce pájaro de juventud o a lo Buscavidas…, o el Newman ya maduro, divertido, y en bicicleta en Dos hombres y un destino. 

Cuando veo un beso en la pantalla, de esos que emocionan, me gustaría que se hiciera realidad La Rosa púrpura del Cairo, y de un salto traspasar la pantalla. Irme al otro lado, a la otra dimensión y coger de la mano a Al Pacino como Carlito Brigante, darle un beso en el oído y susurrarle: no te preocupes, todo va a cambiar, corre tras Gale, no te lo pienses. 

O cogería a Jhonny Depp como Jack Sparrow, le besaría en toda su boca y cara, y le diría: aléjate conmigo por el mar, llevemos una vida extravagante, pero nunca dejes de sorprenderme, nunca dejes que la sonrisa se borre de mis labios. 

Miraría una y otra vez los besos del mago del suspense en Encadenados o Vértigo. Da igual. Son endemoniadamente románticos. Ahí si que no me metería de por medio. 

Hay tantos besos de cine que se me agolpan en la cabeza…, que no hay definición o artículo que los abarque.

Umberto Domenico Ferrari trata de pedir limosna

“El neorrealismo no puede partir de contenidos preestablecidos, sino de una actitud moral: el conocimiento de su tiempo con los medios específicos del cine”.  (cita en Textos y manifiestos del cine de Joaquim Romaguera i Ramio y Homero Alsina Thevenet. Cátedra. Signo e Imagen. Madrid, 1993 –Tesis sobre el neorrealismo de Cesare Zavattini–)

El guionista Cesare Zavattini fue uno de los teóricos del neorrealismo en Italia. Un movimiento cinematográfico que dio al séptimo arte grandes obras de arte y una visión de hombres y mujeres que sobreviven en un mundo donde existe la injusticia. Un cine que no se evade del entorno real y de los acontecimientos contemporáneos.

El movimiento surgió en 1945 en un país devastado por la II Guerra Mundial donde había caído el fascismo y corrían nuevos tiempos de liberación. Los directores, que contaban con pocos presupuestos y pocos espacios donde rodar, descubrieron las calles como escenarios naturales. Su acercamiento a la realidad hizo que algunos confiaran las interpretaciones a actores no profesionales. Era un cine que captaba lo que ocurría alrededor: hambre, paro, vivienda, infancias robadas, prostitución, mercado negro… y que, también, evocaba como Italia había sido un pueblo que había resistido frente al fascismo.Alguno de los directores que dieron plena vida a este movimiento fueron Roberto Rosellini, Luchino Visconti, Vittorio de Sica o Federico Fellini.El guionista Zavattini se unió artísticamente con Vittorio de Sica y crearon historias impresionantes por su realismo –y también por sus dosis de poesía y milagro sobre todo según iba pasando el tiempo–. Sus películas son una radiografía sociológica de la Italia de posguerra. El limpiabotas (1946), Ladrón de bicicletas (1948), Milagro en Milán (1950) y la película de la que voy a hablar, Umberto D (1951).

Umberto D es la historia sencilla pero dura e impresionante de un jubilado que con su pensión no llega a final de mes. Un anciano que pide ayuda a base de silencios y al que la sociedad no escucha o no quiere escucharlo. Umberto sólo tiene la compañía de un perrillo llamado Flike y de una joven sirvienta –de la pensión de dónde quieren echarle- que carga sobre sus hombros muchísimos problemas y una triste ignorancia. Umberto es la soledad y la desesperación. Sólo exige un final digno…

La secuencia: el anciano está  desesperado. Sus antiguos compañeros de trabajo no se dan cuenta, no quieren o no pueden ayudarle. El anciano ve a un hombre ejerciendo la mendicidad en una iglesia y cómo los ciudadanos le dan limosna.

Umberto se aleja de la iglesia y en la calle se para. Con sudores y avergonzado ensaya a estirar la mano para pedir limosna. Siente mucha vergüenza. Cuando se decide, un hombre va a darle dinero, pero Umberto hace como que está comprobando si va a llover o no. Sufre pidiendo limosna. No puede.El anciano decide emplear a su fiel compañero Flike. Le da su sombrero y el perrillo inconsciente lo coge con su boca y se pone en pie sobre dos patas. Flike hace estupendamente su labor. Umberto se esconde tras una columna, Flike se queda quieto con el sombrero del anciano. A la gente le llama la atención ver a un perro solo pidiendo con un sombrero. El anciano ve que se acerca un conocido y va corriendo al encuentro de Flike y le regaña como si hubiera hecho alguna travesura. El anciano no se atreve a pedir ayuda al conocido. 

Diccionario cinematográfico (17)

Holly Golightly: Holly tiene un gato sin nombre y teme los días rojos. Holly no quiere verse atrapada en una jaula. Quiere vivir libre. Holly vive el presente. Sin ataduras. Su apartamento no tiene apenas muebles. Organiza grandes fiestas con conocidos. Y es la que más se divierte. Dice que acompaña a algunos hombres que la dan algún dinerillo. Incluso, va a ver a un anciano mafioso para pasarle el parte metereológico. Holly conoce al aspirante a escritor, al joven desencantado que sobrevive como gigoló. Paul vuelve a sentir la inspiración como novelista cuando escucha a Holly cantar Moonriver en el alfeizar de la ventana. Paul se deja llevar por la arrolladora personalidad de su vecina…, Holly quiere a Paul porque le recuerda a su hermano. Su hermano la une a la realidad, la une a esa realidad de la que quiere huir. Holly no quiere la miseria, la pobreza y el miedo. Y ella lucha por construirse su propia personalidad…, Holly vuela, vuela alto…, pero va recibiendo un golpe y otro y otro…, al final, Holly demuestra lo de siempre, que es una superviviente. Y se deja querer. Paul la retiene. Para pasar juntos los días rojos.

L’Atalante (1934) de Jean Vigo

De vez en cuando hay pequeñas sorpresas en el mundo dvd y sacan ediciones especiales con un enorme cariño hacia el séptimo arte. Así pasó con la obra íntegra y mínima (unas tres horas) del realizador francés Jean Vigo. En una cuidada edición y con unos extras interesantes, descubrimos a un realizador. Casi una leyenda en Francia. El joven director desarrolló su obra a principios de los años treinta… la tuberculosis truncó una carrera prometedora y original. El joven Vigo murió a los 29 años dejando para los espectadores dos cortometrajes documentales que ya dejaban ver su peculiar punto de vista y su valía en el campo técnico (A propósito de Niza y Taris), un mediometraje mítico (Cero en conducta) y un largometraje inolvidable (L’Atalante). 

L’Atalante fue su obra póstuma y la propia historia de la película es digna de interés. El director, ya muy enfermo aprobó un montaje y dejó algunas indicaciones, pero a su muerte los productores no sabían qué hacer con una película que veían extraña y poco comercial. Así que realizaron otro montaje con la intención de aligerar la película, la cambiaron de título (y la pusieron el nombre de una famosa canción de aquellos momentos) y también metieron mano en la banda sonora y en los efectos sonoros. Después, la película volvió a estrenarse en 1940 con el título original e intentando recuperar la idea original de Vigo pero contaban con copias muy deterioradas y se sabía que no era la versión definitiva. Después, pasaron los años, y esos amantes del celuloide que a veces olvidamos, que se encuentran en los archivos cinematográficos, en las filmotecas, que rastrean y buscan entre kilómetros de celuloide y luchan por mantener en condiciones las obras cinematográficas ayudándolas a resistir el paso del tiempo… y que en su incansable búsqueda realizan descubrimientos, localizaron una copia de 1934 en Gran Bretaña, que parecía la más antigua y probablemente la más cercana a la que pudo ver Vigo antes de morir. Y a partir de ahí en 1990 hizo su aparición la que parece ser la versión definitiva de L’Atalante (he contado la historia de forma rudimentaria y cercana pero espero haber conseguido despertar el interés…, ya sabéis el espacio). 

¿Pero qué tiene L’Atalante para ser una película representativa del cine francés o de la historia del cine en general?¿Es la obra de arte que cantan en diversos sitios?¿Jean Vigo pudo o fue un poeta de la imagen? Yo diría que L’Atalante es de esas películas extrañas y escasas con las que nos encontramos un día frente a frente. Es una película, que por misterios difíciles de explicar, llena por la sencillez de su historia, la belleza de sus imágenes (por ahí está el bueno de Boris Kaufman que ya ha salido más de una vez por este blog), unos personajes que encandilan, un suave y elegante erotismo… y un canto especial a la vida. 

Un breve resumen de la historia sería algo así: un joven matrimonio, un anciano marinero y un peculiar adolescente viven su día a día en una enorme barcaza. A veces, se paran brevemente al lado de las ciudades o localidades. La joven esposa se siente cautivada por la llamada de la ciudad, un día decide por unas horas conocer las calles de París. Su marido, ofendido y con celos, porque su amada se ha ido sin él, decide no esperarla y seguir el recorrido con su barco. Pronto la joven descubre que la ciudad no es tan bella y tan idílica como ella imaginaba, pronto el marido se da cuenta de que no puede vivir sin su amada, la echa mucho de menos, sin ella es un muerto en vida. Y todos estos cambios de la joven pareja, los sufren el viejo marinero y el adolescente. Jean Vigo deja un final feliz, un final de encuentro. Y la barcaza sigue su rumbo… 

El argumento es sencillo pero la forma de narrarlo cinematográficamente… ¡¡¡ahí está el secreto!!! Y en el retrato de los personajes. Nos encontramos con el viejo marinero (Michel Simon), curtido en mil y una experiencias, que ha conocido otros mundos, que ha sido todo un seductor, y que termina sus días felices, en una enorme barcaza acompañado por un montón de gatos, por su joven patrón, la joven jefa –que le trae recuerdos de juventud cuando él podía seducir y estar en brazos de bellas mujeres– y el adolescente al que trata como si fuera su abuelo. A veces, se deja llevar por la botella…, y es un coleccionista de objetos de otros lugares. Una bella marioneta, un cuchillo, viejas fotografías, las manos en formol de un amigo (¿?), un cuerno…, el fonógrafo que intenta arreglar una y otra vez y al final lo consigue. El viejo marinero con todo su cuerpo tatuado, su tabaco y su alcohol… sabe que el joven matrimonio tiene que estar unido para vivir algo parecido a la felicidad.La joven pareja (Dita Parlo y Jean Dasté) que viven el idilio. La pasión y el erotismo que derraman en cada una de sus apariciones. Que viven los primeros momentos de aburrimiento y cotidianeidad. Que tienen un amor sin barreras…, pero les aleja por un instante los celos y la llamada de la gran ciudad. La aparición del atractivo vendedor ambulante posa una nube negra en el joven matrimonio. 

Y cómo he dicho antes, a una música tierna, le acompañan unas imágenes bellísimas. Una novia vestida de blanco paseando por una enorme barcaza. Las escenas de dos jóvenes que se aman y no lo esconden. La visita al camarote del anciano marinero; el intento del adolescente y el anciano por mostrar al patrón cómo funciona el fonógrafo; el encuentro entre una perdida Dita Parlo que escucha una canción de marineros –que cantaba con su marido– y el anciano Michel Simon que la lleva de nuevo a la felicidad; el baño del patrón bajo el agua buscando el rostro de la amada… ¿alguno da más? 

Otro atractivo de la breve filmografía de Jean Vigo es su reflejo del amor a la vida y de una anarquía poética. La vida de Vigo está unida a sus películas y tanto en Cero en conducta como en L’Atalante se pueden ver trazos de su pensamiento y su mundo interior. Cero en conducta se inspira en recuerdos de su infancia. Los personajes de L’Atalante son libres y se alejan de las formas de vida de los respetables ciudadanos. Se alejan de la autoridad y el poder. Ellos viven y son libres a su manera.

Vampiresas de 1933 de Mervyn LeRoy

Hildy tiene la suerte de contar con una familia que alimenta su pasión secreta, el cine. Y la acompaña en todo evento cinematográfico o lee pacientemente las paranoias en 35 mm de su Hildy. Y en fechas importantes saben que un buen libro de cine o un dvd es un acierto. Arrancan una enorme sonrisa de mi rostro. Así que hace unos día, en una fecha especial para mí, consiguieron de nuevo arrancarme una sonrisa con un dvd (edición especial…, de los que están hechos con cariño. Yo hago este tipo de clasificación. Se nota cuando un dvd y sus extras están realizados con máximo cariño y con interés por el tema que tratan y se nota el dvd y sus extras para salir del paso y vender) de este añejo musical del año 1933. 

Principios del sonoro, época de la Depresión, musical realista. Película de estudio brillante. Los actores más populares del momento, grandes secundarios, buena música, canciones pegadizas, un director artesano (Mervyn LeRoy), hermosas coristas, galanes y espectaculares coreografías del original Busby Berkeley. Berkeley jugaba con las piernas, con los rostros, con los trajes, con los objetos…, parecía como si sus bailarines estuvieran en una especie de caleidoscopio mágico que sólo ofreciera bellas y rítmicas formas e imágenes a través de la danza. 

Cuando se visiona este tipo de películas hay que hacer un esfuerzo y trasladarse en el túnel del tiempo a los años treinta. Una época de capa caída, de mucho paro, de poca prosperidad, una etapa oscura y gris…, donde el cine era una vía de escape. En el momento de Vampiresas, ya había subido al poder Frank Delano Roosevelt que trataba de que EEUU se recuperase de la crisis a través del New Deal, un programa social y económico. Era momento de reformas, de ir levantando cabeza, de salir del periodo oscuro… 

Para muchas mujeres y hombres el cine era un espectáculo al alcance de sus bolsillos. Una sala de cine donde poder olvidar el hambre, las facturas que pagar, las colas del paro, durante una hora y media. En la oscuridad, en una butaca segura, frente una pantalla…, un historiador Andreu Mayayo de la Universidad de Barcelona en una de sus investigaciones sobre el mundo rural escribe un párrafo lleno de interés para entender al espectador de ese momento histórico: “El cine durante el New Deal se convirtió en un espectáculo de masas, desde 1927 con la banda sonora incorporada. Los norteamericanos, en plena depresión económica, reivindicaron la entrada gratis para el cine, ya que lo consideraban una necesidad básica, como el pan y el vestido. Había hambre de cine, de distraerse, de recordar la felicidad de los tiempos pasados, pero también de desnudar a la sociedad que los había traicionado, de reivindicar la lucha y el sacrificio como único camino para alcanzar la felicidad en el futuro” (referencia pág 325 de 100 Películas sobre Historia Contemporánea de José María Caparrós Lera, Alianza Editorial, Madrid, 1997). 

Vampiresas de 1933 cumple las dos funciones. Distrae, recuerda que hay tiempos mejores, evade…, pero también desnuda a la sociedad y reivindica la lucha. Y lo más curioso es que funciona. Por una parte nos encontramos con una comedia de enredos entre chicas del mundo del espectáculo, dos hermanos aristócratas y el abogado de la ilustre familia. Encuentros, desencuentros, humor, risas, frivolidad…, pero por otro y ahí se obra el milagro, nos encontramos con el entorno de las gentes del teatro, de las chicas, el productor, el compositor (antes de descubrir que es un joven millonario)…, los años treinta y cómo sufren en sus carnes, en su día a día, la Depresión. Les cierran los teatros, los espectáculos, no tienen dinero para pagar las facturas…, y siempre tienen presente en sus diálogos que están viviendo una mala época. El espectáculo que ponen en pie todos los personajes trata de la Depresión, se inspira en todos los hombres y mujeres que lo están pasando mal. La coreografía y canción que culminan la película es un recordatorio reivindicativo de la época y a mí me encanta. Trata sobre los hombres olvidados. Aquellos que fueron a una guerra (la primera guerra mundial) y que regresaron como seres anónimos, sin encontrar trabajo, ni empleo, que viven una crisis económica, que se encuentran en los comedores, sin hogar, en las colas del paro… 

Otra curiosidad de la película es que apenas le afecta el código de censura (código Hays) ni las opiniones de la Liga de la Decencia. Así es posible ver a las coristas con ropas muy atrevidas, diálogos chispeantes y sugestivos así como situaciones que pronto no podrían ser reflejados en el cine. 

La película devuelve el rostro de artistas de los años treinta, muy populares en aquellos momentos, Joan Blondell, Dick Powell, Ruby Keeler, Warren William, Aline MacMahon, Guy Kibbee, Ned Sparks y una sensual y atrevida Ginger Rogers (todavía sin su Astaire). Y nos recuerda el trabajo de un director artesano capaz de realizar un drama social y carcelario Soy un fugitivo (1932), de contar una apasionado romance en tiempos de guerra en El puente de Waterloo (1940), realizar otra famosa versión de Mujercitas (1949) o de devolver el esplendor al cine romano, Quo Vadis (1951).

Cuadernos de cine de Fotogramas

La revista Fotogramas no necesita carta de presentación. Lleva desde 1946 informando a sus lectores sobre el mundo cinematográfico. Páginas y páginas de críticas, reportajes, entrevistas, anécdotas, breves, libros, música, dvd…, una revista completa para estar de actualidad pero nunca olvida el cine de ayer o el cine de otras nacionalidades. Y ahí reside también su valor añadido. 

Hace poco empezaron a publicar una nueva iniciativa que alimenta los sueños cinéfilos de muchos de sus lectores. Son los Cuadernos de cine. Una propuesta interesante, documentada y con una buena galería de imágenes. En estos cuadernos, que se nota que están hechos con sumo cariño –es una opinión personal–, proponen un tema monográfico y de una forma original y atractiva lo van desarrollando a través de sus páginas. Los Cuadernos de cine tienen todavía un precio asequible para coleccionistas y cinéfilos empedernidos (5.50 euros). No me he perdido ninguno. Otro acierto es que me parece que también va dirigido a despertar el gusanillo de nuevas generaciones que terminen amando y apasionándose por el cine. 

El último número que ha llegado a mis manos es Los 100 personajes más famosos de la historia del cine (y algunos más…). Un viaje gráfico y a través de breves e intensos artículos (siempre acompañados por un pequeño texto destacado que muestra alguna anécdota o curiosidad) por una mitología especial: aquellos personajes cinematográficos que han quedado en la memoria del espectador. Desde el cine mudo hasta la actualidad. Un recorrido nostálgico que permite dar la mano a Charlot, King Kong, Robin Hood, señora Danvers, Charles Foster Kane, Gesolmina, Jim Stark, Baby Doll, Sissí, Monsieur Hulot, Marcello Rubini, James Bond, Atticus Finch, Bonnie Parker, Sally Bowles, Vito Corleone, Sandy Olsson, Indiana Jones, Denys Finch Hatton, Eduardo Manostijeras, Neo o La Novia. 

Pero los otros cuadernos abren puertas a otras maneras de mirar e interpretar el cine. La década de los setenta, el nuevo cine americano en todo su esplendor así como los aires que se iban respirando en otras cinematografías, vuelve en Los 70: cine, sexo y rock´n’roll. Aquellos personajes femeninos (y las actrices que prestaron sus rostros) que han enriquecido los argumentos de un montón de películas por ser malas, Vampiresas, mujeres fatales y otras chicas malas del cine. Todos aquellos actores que han formado parte de la mitología cinematográfica al haber representado y recreado a un tipo determinado de héroe, Duros de pelar. El héroe en el cine. Y dos exhaustivos y originales enfoques de dos géneros cinematográficos: cine bélico y cine de terror en Y Hollywood cogió su fusil. Un siglo de cine bélico y Pánico en las salas. 100 años de escalofríos cinematográficos. 

Cada Cuaderno de cine depara una sorpresa.

Diccionario cinematográfico (16)

Sueños: sentarse en una butaca de cine ante una buena película te traslada a todos los sueños posibles e inimaginables. En una sala de cine te conviertes en el dios o la diosa que siempre deseaste. Te enamoras, te desenamoras, viajas por otros mundos, atraviesas el tiempo, descubres inventos del futuro, existe la magia, la sorpresa, vives otras existencias, el tiempo se detiene, corriges los errores, caes y vuelves a levantarte… Sólo hace falta que se enciendan las luces, rescatar todos los sueños que deseas, que te han hecho vibrar ante la pantalla y hacerlos reales…, o acercarse a ellos. ¿La ficción supera la vida?¿La vida supera la ficción? Depende de cada uno. Pero el cine alimenta los sueños…, ¿por qué no aprovecharlo?