Hildy se va de vacaciones

Hildy se va de vacaciones a tierras lejanas. Me voy a tierras mexicanas donde me encontraré, quizá, con el bueno de Cantinflas al que no entenderé, saldré de parranda con la hermosa y temperamental María Felix, me dejaré embaucar por Tin Tan, por Pedro Infante y Jorge Negrete. Como no, haré una visita al venerable Buñuel que me explicará los abismos de pasión, me hará recordar a los olvidados y me salvará del Ángel exterminador.

Por ahí, supongo que me esperarán El Negro con su Babel o tal vez esté corriendo amores perros y no pueda visitarle. ¿O estará con sus amigos Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro? En tal caso me iré a ver a Arturo Ripstein para que me cuente historias desgarradas y sobrecogedoras de imágenes poéticas. En el viaje, que será un poco itinerante, quizá termine montada a caballo junto a Sarita, Burt Lancaster y Gary Cooper por Veracruz. Ya les he dicho a Diego Luna y Gael que me organicen un recorrido, si pueden, que ya se sabe que cada día están más ocupados.

Por supuesto, no dejaré a un lado a Frida Khalo y Diego Rivera para que me enseñen sus obras, para que me cuenten historias ancestrales, para que me pinten un lunar en la nariz o un dibujo en la espalda. Me encantaría que me presentaran a sus buenos amigos. Pondré el oído al lado de las piedras para que me narren qué pasó con otros habitantes en otros tiempos.

Así, que Hildy, se retira unos días del blog porque no sabe si tendrá tiempo en su andadura de buscar algún cibercafé y poder escribir algún post. Os aviso… regresaré en septiembre.

El sábado cojo el avión…., y vuelo.

Un beso a todos

Hasta esa fecha -ansiada- porque ya sabéis que Hildy siempre necesita unos días de desconexión, escribiré algún que otro artículo.

Diccionario cinematográfico (31)

Comedia: oye que ya van tres veces las que te has caído encima de la mesa, y no soy la Eva que va a recogerte, la parte contraparte de la primera parte, sí, sí, si la cuestión es to be or not to be (o algo así, ¿no?). ¡¡¡Más madera!!! Yo a todo cara de palo o patadita al aire no vaya a ser que la patrulla de policías de la Keystone o las gafas de Harold Lloyd me hagan perder el rumbo. Todo te lo puedo dar menos el amor, me canta Kate con leopardo al fondo mientras me tiran una tarta para ver si de paso resbalo. No, si ya me lo dice al oído Sugarpuss, que podrá hablar mal pero siempre se quedará al lado del maestro estrafalario y solterón con cara de Gary Cooper. El Rodríguez de turno ensaya en el piano no vaya a perder la oportunidad del verano cuando su vecina de arriba con rostro de Monroe le diga si tiene un ventilador.El otro día un Cary Grant, tímido, me llamó a la puerta y me comentó que por favor no tomara el café de sus ancianas tías que no se dio cuenta de esconderles el arsénico. El bueno de Frank Capra siempre me recuerda que haga lo que quiera. Sin temor. El otro día me di una vuelta por el bazar de las sorpresas por si me encontraba a James o Margaret, por el camino tropecé con la torre Effiel y allí estaba la Garbo muerta de la risa. No paraba. Así que llamé a la Lombard y me dijo que estaba haciéndose la desmayada con el mayordomo por si la llevaba en brazos a la habitación. De pronto, vino corriendo Clark Gable y me dijo que si iba con él a hacer autostop, que la Colbert estaba un poco cansada, o que si tirábamos por fin el muro de Jericó. Le dije que lo sentía que tenía que ir a la oficina a recoger a Jack porque me había prometido unos macarrones, que iba a escurrir con su raqueta, y una partida de cartas. Entonces, llegué a mi casa y me desesperé porque ahí estaba esperando mi tío, fumando en pipa, y con la bicicleta preparada para dar una vuelta por la ciudad…, me dije, hoy me voy sola al baile, me meto al cine a ver una película de esas de risa y definitivamente, me meto en la pantalla y me pierdo con las vampiresas de 1933. Pero claro, sonó el móvil, y me cogió por banda Dustin Hoffman, necesitaba urgentemente mi pintalabios y un buen sujetador, que esta noche le daban un papel…, pero con nombre de mujer. Vaya lío. Así, que al final, me voy al campo, por si me dejaran en paz, y me encuentro con el bueno de Charlot, que silencioso, ¡¡¡bendito silencio!!!, me toma de la mano y me lleva por un largo camino. No sé dónde llegaré…, a lo lejos vemos a Sullivan que sigue con su loco viaje. 

El rostro de Winona Ryder

A principios del siglo XXI, desapareció el rostro de Winona. No se entiende muy bien por qué. Tuvo un encontronazo con la justicia por una cuestión de robo en una tienda y de repente a la niña mimada de la industria se la cerraron todas las puertas.

Es un misterio porque hay artistas que tienen mayores encontronazos con la justicia y nunca dejan de trabajar. Quizá el rostro angelical de la Ryder y su prototipo de mujer no casaba con su imagen de joven rebelde perseguida por la justicia.

No obstante, Ryder fue reina en los noventa y no había producción de prestigio que no contara con su rostro. Ahora, a finales, de la primera década del siglo XXI está intentando volver a resurgir de las tinieblas. Todavía, falta la película, la historia o el personaje que la devuelva al panorama cinematográfico.

Empezó como muchas actrices, como niña prodigio, y su rostro empezó a tomar fuerza en producciones de finales de los ochenta como Bitelchus, Gran bola de fuego o Escuela de jóvenes asesinos. Pero ya nadie la olvidó en Sirenas (1990) como hija mayor de una estrafalaria familia formada por Cher y Christina Ricci. Winona hacia el papel de mogijata y adolescente introvertida que se suelta la melena.  

Su carrera se transformó en imparable. Todo lo que giraba alrededor de esta morena con una cara similar al impacto que pudo tener Audrey Hepburn se convertía en oro. Fue la joven soñada. 

Ryder con peluca rubia era la enamorada del diferente, Eduardo Manostijeras; o el ideal más allá de la muerte en Drácula de Bram Stoker; o el modelo de una sociedad conservadora en La edad de la inocencia o la joven víctima de La casa de los espíritus. 

Winona Ryder se puso de moda. Era la megaestrella que encabezaba la lista de actores que se conocieron como la Generación X (su máxima contribución a este movimiento fue Bocados de realidad). Después, se especializó en papeles de joven angelical y enamorada en películas como la nueva versión de Mujercitas, Donde reside el amor o la dramática Otoño en Nueva York. 

No dejó aquellas producciones que la daban prestigio como actriz. Así que se lanzó a las obra experimental de Al Pacino, Looking for Richard (sobre el teatro de Shakespeare) o la adaptación cinematográfica de El crisol (una de las obras más paradigmáticas de Arthur Miller). Como toda actriz de prestigio no podía dejar de aparecer en una de las películas de Woody Allen, Celebrity. Y contribuyó a uno de esos papeles que gusta tanto a la academia de los Oscar, como joven con problemas de salud mental en Inocencia interrumpida. También, prestó su rostro a una de las sagas más legendarias, la última película sobre Alien.

Después, en el 2002, tuvo sus juicios y encontronazos con la justicia…, desapareció del panorama cinematográfico (parece ser que fue una opción personal). Ahora, vuelve a resurgir. La esperamos con ganas en una papel que la devuelva actriz y brillante. 

Diccionario cinematográfico (30)

Estrellados: se dice que hay gente que nace con estrella, y otros que nacen estrellados. Ya lo decía el pobre Jordi Mollá en La buena estrella. Él siempre decía que tenía estrella, pero se sabía estrellado. También lo presiente el joven protagonista de Los amantes de la noche, ese canto poético de un primerizo Nicholas Ray. Robert Redford también nos regaló varios personajes con encanto de libertad…, pero que se estrellaban al final de la vida, en sentido metafórico y real. Tanto en Memorias de África como en Íntimo y personal. No olvidemos uno de sus primeros papeles de joven sin suerte en La jauría humana. Paul Newman también nos dejó un montón de papeles de juventud de hombre extremadamente bello y estrellado (El buscavidas, La ley del indomable o Dulce pájaro de juventud…). Hay personajes que hagan lo que hagan no encuentran nunca su buena estrella…, lo encuentran otros, y ellos envejecen sin saber en qué reside la felicidad, que se lo digan a Robert de Niro en Érase una vez en América. Hay estrellados que luchan contra este destino y huyen desesperados…, pero al final, es inevitable: Carlito Brigante (Al Pacino) en Atrapado por su pasado y Jack (inmenso Jeff Bridges) en Corazón roto.Hay estrellados desde que nacen…, y te rasgan el corazón. Como esa niña, vendedora de rosas colombiana, que vaga por la ciudad estrellada bajo el olor a pegamento.Los estrellados suelen tener poesía. Que se lo digan a Charlot, que nunca desespera en buscar su estrella. Da una patadita y camina por un sendero sin fin…, buscando un destino que no le haga estrellarse. ¿Será porque a todos nos aterra terminar estrellados por lo que el objetivo de una cámara mira con ternura a este tipo de personajes? 

El rostro de Julia Roberts

La prostituta en un cuento de hadas conquistó a muchos espectadores en Pretty Woman (1990). Todavía queda en el recuerdo, y en sus múltiples reposiciones en televisión, la historia de esa prostituta escultural que vive un romance con un ejecutivo guaperas con el rostro de Richard Gere. Julia Roberts con su enorme sonrisa y sus largas piernas se convirtió en la reina de la comedia romántica y de los dramas de mujeres (sí, sí, han leído bien, si estudiamos el cine norteamericano actual todavía se sigue haciendo una serie de películas dirigidas a un público femenino como en otras décadas protagonizaban este tipo de historias: Bette Davis, Joan Crawford, Debora Kerr –la diferencia es que algunas de esas películas eran realmente buenas…, ahora son repeticiones de fórmula carentes de imaginación que se sustentan por estrellas con carisma…, a veces, hay excepciones–) al final del siglo pasado (¡¡¡cómo suena esto!!!).

Ya había llamado la atención con su papel de joven diabética en Magnolias de acero (1989) y como miembro de un grupo de estudiantes que tratan de traspasar y analizar la muerte en Línea mortal (1990).

De la noche a la mañana se convirtió en una reina de la pantalla. Y fue desaprovechada en varias películas (algunas de factura correcta pero nada más) que aprovecharon el tirón del rostro de moda. El reclamo era tan sólo su rostro. Así se convirtió, como las antiguas divas de la pantalla, en dama de las lágrimas y del amor.

Fue una mujer maltratada (Durmiendo con su enemigo), una heroína que se enamora de un chico con una enfermedad terminal (Elegir un amor), una intrépida y joven periodista (Me gustan los líos), una estudiante de derecho que se mete en complicaciones (El informe pelícano), una campanilla fallida (Hook), una mujer que descubre que su marido le es infiel (Algo de qué hablar)…

De pronto, aquella joven de sonrisa enorme quería papeles más serios en producciones serias. Pero no funcionó. Michael Collins y Mary Reilly pasaron como un suspiro por las pantallas en el año 1996. La comedia romántica vino de nuevo a rescatarla. Primero en un pequeño papel en un musical de Woody Allen (Todos dicen I love you) y, de nuevo, conquistó al público en La boda de mi mejor amigo. Pero ya no en un papel de joven inocente (aquí este rol lo bordó Cameron Díaz) sino como una mujer hecha y derecha que trata de impedir la boda de un antiguo amor porque quiere regresar de nuevo al pasado…, y que la ame. Menos mal que está por ahí Rupert Everett para que se dé cuenta de que no está sola.

 Julia Roberts vuelve a su trono con fuerza a finales de los noventa. Y en 1998 y 1999 enlaza un taquillazo con otro además de conseguir un preciado Oscar.

Primero, se convierte en una mega estrella que vive una tierna historia de amor con un librero londinense con el encanto de Hugh Grant (Notting Hill). Después, hace llorar a todo aquél que se acercó a Quédate a mi lado, un dramón sobre esposa que se siente morir y quiere dejar a sus hijos y a su marido en manos de la joven amante. En el 1999 dio la campanada con un personaje femenino lleno de personalidad y fuerza, Erin Brockovich, con una historia basada en hechos reales (que ya se sabe se puede caer en una película del montón, de esas que sirven para echar una buena siesta, o en una película bien hecha y bien contada como el caso que nos ocupa). Terminó el año intentado dar la misma campanada que logró en 1990 junto a Richard Gere con Novia a la fuga. Ya no fue lo mismo.

 Ahora, sus apariciones cada vez son más espaciadas –ejerce de madre–. Aparece en pequeños papeles en películas de sus amigos más allegados (las películas de Ocean’s o en Confesiones de una mente peligrosa de George Clooney). De vez en cuando, sigue interviniendo en taquillazos seguros como La sonrisa de Mona Lisa o se pierde en películas que nadie entiende (The Mexican). Sorprendió a todos en el papel de fotógrafa en Closer sobre las relaciones de pareja y las infidelidades. Ahora, de vez en cuando, ofrece su voz para películas de animación (Antbully, bienvenido al hormiguero o La telaraña de Carlota). Esperamos con ansía su reaparición en el cine como mujer madura en un papel que afiance de nuevo su carrera como actriz.