Diccionario cinematográfico (54)

Prostitutas (1ª parte): o trabajadoras del sexo…, mujeres que han tenido un largo idilio con el cine que ha sido poblado por grandes personajes femeninos con la profesión, dice el tópico, más antigüa del mundo. Prostitutas desgracias, prostitutas encantadoras, confidentes, mujeres fatales, voces de la conciencia, la amiga que todo hombre quiere tener, la que no tiene más remedio, la que es porque sí, a la que obligan… 

Y nos acercamos al cine de Fernando León o Uribe. Y tenemos el rostro de Candela Peña en dos composiciones inolvidables. Su voz canalla, su mirada que desarma, el corazón que se la sale, sus sueños y nostalgias la hacen grande en Días Contados y en Princesas. Tampoco se queda lejos una Victoria Abril, prostituta alcohólica, en ese thriller con fuerza que responde al nombre de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto. 

Y si nos vamos un poco más en el tiempo vemos a Concha Velasco como corista que ofrece más servicios que enseñar las piernas. La prostituta con conciencia y corazón que protege al maquis en Pim, pam, pum… ¡fuego! 

Seguimos la senda mediterránea y nos acongoja el corazón esa prostituta linda que todavía, por siempre, confía en los demás y cree en el amor. Con la cara ilusionada e inocente de Giulietta Massina nos enternece con su Cabiria. Sólo se espera de Fellini tal ternura y melancolía. 

Y en una película italiana más moderna, se nos ofrece otra historia tierna entre una prostituta de una perdida isla griega, y un soldado pequeño, tímido y encantador que nunca ha estado con hembra. Me refiero a esa delicia que se llama Mediterráneo. 

La hermosa Romy Schneider realiza una interesante reflexión de la profesión en uno de los capítulos (para mí el mejor) de una curiosa película colectiva Boccacio 70. Il lavoro de Luchino Visconti es el corto que protagoniza la actriz alemana. Todo empieza cuando un conde venido a menos se encuentra involucrado en un escándalo, suponemos que sexual. Su esposa toma una decisión. 

La enorme Sophia Loren construyó a dos prostitutas tiernas, muy tiernas. Una en la última obra de Charlie Chaplin, La condesa de Hong Kong que encuentra a su caballero en un Marlon Brando alucinado. La otra, en uno de los episodios de Ayer, hoy y mañana, el tercero, donde en una Roma hermosa la prostituta Mara trata de que el estudiante de cura siga su rumbo mientras atiende a su cliente enamorado, un Marcelo Mastronniani que adora los stripteases de Mara, la prostituta a la que ama. 

Billy Wilder nos deja a Irma La Dulce, una Shirley MacLaine parisina con falda negra, medias verdes, y camisa del mismo color…, y perrito pequeño. Una prostituta de esquina con encanto que también se enamora, ¿de su chulo, del policía…?¿De la misma persona? Para los más curiosos recordar que esta misma actriz realizó la versión americana y musical de Las noches de Cabiria de la mano de Bob Fosse (Noches en la ciudad) y que en los años cincuenta tuvo un papel secundario en uno de los melodramas de Minelli, Como un torrente, donde su papel es el de una prostituta donde consiguió una nominación al oscar. Continuamos con el director berlinés afincado en Hollywood, ofrece otra curiosa película con una Kim Novak de prostituta vulgar donde realiza una reflexión sobre la hipocresía social en una noche de intercambio entre una leal esposa americana y una prostituta con buen corazón. La película es Bésame, tonto. 

Nos vamos alejando más en el tiempo y John Ford nos dejó a dos prostitutas ejemplares: a la maravillosa Claire Trevor que se come a dentelladas con su forma de ser, su naturalidad y delicadeza con los otros a los otros personajes estirados y que se creen con más moral. Estoy hablando de esa joya que se llama La Diligencia (una adaptación libre del maravilloso relato Bola de Sebo). O una magnífica película de 1935, El delator, sobre un grandote irlandés Gypo Nolan al que el hambre y la pobreza le puede más…, delata a un activista a la policía británica. Pero su acción le pesa, sólo es un buen hombre que se equivoca con ganas de llevarse a su novia, que trabaja de prostituta para salir adelante, a las Américas. Su novia, aunque siempre le pone las cosas claras, nunca le abandona y le entiende, al igual que la madre de la víctima. Una joya. 

Colin Firth

Hoy tomo la mano al intérprete británico Colin Firth. Él es de esos actores que cuando encuentra el vehículo adecuado se convierte en un conductor seguro. De rostro agradable, es capaz de transformarse y transmitir. En drama o comedia romántica siempre logra presencia y realizar personajes de los que no se olvidan. Firth es como aquellos actores de reparto del sistema de estudios de Hollywood, él siempre está ahí y, siempre que le dejen va a ofrecer un buen papel.

Empezó en los años ochenta, un joven actor tuvo tal éxito en la representación teatral de Otro país que cuando la llevaron a pantalla, consiguió el mismo papel que en el escenario. Y, en 1984 empieza su andadura con la historia de amistad en los años treinta entre un homosexual y un compañero de ideas políticas marxistas. Poco a poco va llegando a los altares de la sala oscura, sobre todo cuando realiza su peculiar recreación de las Amistades peligrosas en la película de Milos Forman, Valmont. Colin Firth, en el mismo año que triunfa (1989) las amistades de Frears, ofrece un Valmont canalla, travieso y con espíritu de Peter Pan. Una especie de Don Juan que deja el juego para darse cuenta de que puede enamorarse de verdad. Su composición nada tiene que ver con el rostro maquiavélico de John Malkovich. Su Valmont despierta ternura y se convierte en víctima. 

Sigue apareciendo en películas intimistas como Círculo de amigos sobre las vicisitudes de unas estudiantes irlandesas y católicas. Y alcanza el éxito mundial en 1995 por su personaje de época en una serie de televisión que lleva a la caja de soledades la literatura de Austen, Orgullo y prejuicio. Después en cine deja su rostro igual para una comedia como Fuera de juego o un melodrama familiar a la americana, Heredarás la tierra. En 1998 trabaja en un papel secundario en una película bombón, Shakespeare enamorado donde hace de futuro esposo malo malísimo de una Lady Viola que sólo quiere al dramaturgo de Romeo y Julieta. Su interpretación, al borde de la caricatura, de un noble venido a menos que se casa por conveniencia económica para sufragarse un viaje a la Américas donde espera hacer fortuna, nos muestra que Colin Firth tiene mucho que ofrecer. 

De pronto, se convierte en un galán de comedia romántica, en el hombre bueno, serio –pero cuando se requiere divertido–, triunfador y guapo que se enamora de una Bridget Jones que no da pie con bola. Y quita de un plumazo al otro gran galán de comedia romántica, Hugh Grant, a la mujer amada. El diario de Bridget Jones (2001) pone en órbita a un Firth que sabe que enamora. Y no deja a sus personajes de época, el teatro vuelve a ofrecerle un papel clásico y le vemos en la última adaptación cinematográfica de La importancia de llamarse Ernesto (2002). Sin embargo, el galán ataca de nuevo y ofrece una de las historias más románticas de Love actually (2003). Ese escritor encantador que se retira con el corazón roto a una casa para terminar su novela y, poco a poco, da igual el impedimento del idioma, se enamora de la chica portuguesa que limpia su casa. 

Ese mismo año, vuelve a vestirse de época, esta vez del pintor Vermeer y nos cuenta en historia elegante y fotografía preciosa, la creación del cuadro de La joven de la perla con una Scarlett Johansson alejada de la imagen glamurosa y erótica que ahora exhibe (y que queda tan bien en un producto como Match Point). Vermeer un hombre con defectos pero que se transforma ante el lienzo cuenta con un Firth que logra mostrar la fascinación por la pintura y su desencanto y hastío ante la vida cotidiana. Al año siguiente, lo único que sobrevive en la secuela de Bridget Jones es el encanto de Firth. Ahora, el británico no para y no sólo apareció en la adaptación de Emma Thompson de La niñera mágica (2006) sino que le esperamos en varios proyectos que por lo menos contarán con su presencia: desde la nueva película de Michael Winterbottom hasta el musical más esperado, Mamma Mía! Y además tiene varias películas pendientes de estreno como Then she found, el debú de Helen Hunt como directora o el drama And when did you last see your father. 

Como ya dije al principio, Colin Firth es de los que siempre están ahí. Los amantes de la sala oscura sólo tienen que encontrarle.

El moderno Romeo ve, por primera vez, a Julieta

Lo confieso, lo confieso, lo confieso…apasionadamente…Hildy Johnson es de las que siente que el corazón se la sale ante las exageradas y barrocas recreaciones del australiano Baz Luhrmann. Lloro, río, canto y me emociono continuamente ante Moulin Rouge, disfruto de lo lindo con Romeo y Julieta (… para horror de los puristas…¡¡¡y sí soy una apasionada del teatro de Shakespeare…, y siento que no lo traiciono!!!), y espero con ansia esa película-epopeya que parece ser se llamará Australia con su musa Nicole Kidman acompañada del bello Hugh Jackman.

Me encanta cuando reponen una y otra vez el anuncio de Chanel nº 5, esa mini historia de amor de actriz que escapa de su éxito (bellísima Kidman) y llega a los brazos de un chico espectacular pero anónimo (sí, el brasileño Rodrigo Santoro).

Sí, el australiano me pierde. Me pierde. Me deja sin sentido y sin capacidad de análisis o crítica. Sus imágenes, estruendos, movimientos continuos de cámara, la mezcla de músicas y ritmos, sus decorados exagerados, los actores que elige y que los viste de estrellas, sus historias mil veces repetidas y visitadas y recreadas, su espectáculo rodeado de pirotecnia, de lugares comunes, de tópicos…, me estremecen. Y, cómo no, llena mi cabeza de momentos inolvidables.

La secuencia: empieza la canción Kissing you con la voz de Des’ ree y estamos en esa fiesta de disfraces que organiza la familia de Julieta. Los espectadores hemos visto como se han colado Romeo, Mercurtio y demás amigos. Ahí están los Capuleto y los Montesco. Esas familias poderosas de una Verona Beach cargada de corrupción y violencia. Romeo (Leonardo Di Caprio con cara de niño bueno, de príncipe), disfrazado cual caballero de armadura, pasa por una especie de pecera gigantesca y se recrea en los peces…, y su mirada va a caer a un ojo que le observa. Un ojo que se va elevando para que aparezca el rostro de una Julieta (Claire Danes, ¿dónde estás?) vestida de blanco y con alas de Ángel. Y los dos se observan, y los dos se ríen, y los dos se enamoran…, a través del agua, a través de los peces, a través del cristal transparente de la enorme pecera y en esto el ama llama a Julieta. Y se va. Pero, Romeo ya siente una especie de imán que le conduce a ella. En el jaleo de un gran baile de disfraces, Romeo descubre a su Julieta bailando con un panoli vestido de Astronauta (qué rollo el futuro). Y así en la distancia, los dos siguen mirándose, jugando con la risa, con el gesto, con la mirada…, sin palabras.

Diccionario cinematográfico (53)

Erotismo (3º parte): y en los años cincuenta, ¿qué es el erotismo? ¿La vecinita de arriba que se muere de calor, rubia despampanante, que se convierte en la musa de los sueños del un Pérez cualquiera que vive sólo las vacaciones de verano. Que guarda la ropa interior en la nevera o que siente el aire con falda vaporosa blanca bajo la rejilla del metro? ¿O la italiana exuberante que de chica de barrio popular se convierte en dama sofisticada?¿O tal vez la chica con cuello de cisne que ilustra los amores ideales y que coquetea con traje negro y gafas de sol enfrentándose día a día al escaparate de Tiffany? 

O, quizá, me equivoque y hay que buscar a la rubia sureña que en un día de Pic nic decide que está cansada de ser la reina de la fiesta o la rubia de belleza fría que se convirtió en una mujer derretida de la mano del mago del suspense. No, quizá, es esa otra rubia despampanante de país nórdico que se baña en la noche en la Fontana de Trevi, inconsciente o demasiado consciente, de su físico erótico. ¿El erotismo de los cincuenta tenía cara de Marilyn Monre, de Sofía Loren, de Kim Novak, de Grace Kelly, de Audrey Hepburn o de Anita Ekberg? 

Pero si me dejo llevar por ellos. ¿Es el vaquero sudoroso y pobre que se convierte en magnate del petróleo pero siempre enamorado de la mujer de su peor enemigo?¿O, quizá el hombre bruto con camiseta blanca que se la quita y se la pone según el calor que haga, el de la sonrisa del deseo? ¿O tal vez el ojos azules que con pierna escayolada y pasado tormentoso o buscavidas ocasional en mesas de billar o gigoló por necesidad y por juventud que desarma a las mujeres que le aman y ama…? 

Tal vez me equivoco y se encuentra en el divino calvo que baila en un lejano Siam o tal vez esté en ese hombretón enorme que expía su culpa de ser un play boy sin escrúpulos y se enamora de la mujer a la que deja ciega o aquel que mira con ternura a los árboles que cuida y que se siente seguro de su papel en la vida. O, quizá, se encuentre en el rostro de un hombre que parece de la antigua Grecia que enseña el torso a Mesala o es el duro entre los duros, el rudo entre los rudos, el aventurero que se enfrenta a un ejército de hormigas y a una mujer de armas tomar. ¿El erotismo de los cincuenta tenía la cara de James Dean, de Marlon Brando, de Paul Newman, de Yul Brynner, de Rod Hudson o de Charlton Heston? 

Oscar 2008

Fue la noche de No es país para viejos… película fronteriza de lejano oeste, estudio triste sobre la violencia –con una segunda parte para mí poco acertada– con personajes cien por cien cinematográficos: el sheriff deprimido y poco optimista, que se retira sin entender la violencia siempre presente; el asesino despiadado con su propio código de honor; el duro y antihéroe perdedor cuyo destino cambiará drásticamente por un maletín…

Mejor película, Mejor dirección, Mejor guión adaptado y Mejor actor de reparto… Los Coen se reafirman con su cine homenaje al cine y con sus historias de mundos peculiares y reflexiones que, a veces, van en detrimento de una historia que te engancha, con fuerza, al principio.

Hollywood premió en el apartado de actores a Europa: un irlandés, una británica, un español y una francesa. Ya comenté en otro post que Daniel Day Lewis es el actor camaleónico, versátil, y siempre con buen ojo a la hora de elegir sus contados proyectos –aunque todavía no puedo opinar de su papel en Pozos de ambición– y además partía como favorito. Recogió el segundo oscar de su carrera. Javier Bardem se convierte en el primer actor español que consigue un oscar y queda ahí su interpretación de asesino psicópata con peinado imposible. Si algo queda claro es que Bardem seduce a la cámara y sabe transformarse y empaparse de cada uno de los personajes que interpreta. Edith Piaf fue y es una cantante amada por EEUU, la cantante francesa traspasó las fronteras. La vie en rose película poética sobre la vida de la cantante gana puntos en el rostros transformista y delicado de Marion Cotillard. Y, por último, la británica de rostro blanco y belleza extraña, Tilda Swinton, se alzó con la estatuilla como mejor actriz de reparto por Michael Clayton (no la he visto). Atrás queda su ambigua presencia en Orlando o el dramatismo y la sensualidad de Young Adam…, esta actriz de rostro peculiar va despacio pero con buen pulso.

Francia no sólo estaba en el rostro de Marion Cotillard, también tuvo su oscar la cinta de animación del año, la deliciosa Ratatouille que se desarrolla en París la ciudad del amor y de la buena gastronomía.

Hubo otros oscar que me alegraron como el de mejor canción original que fue a parar a una pequeña película independiente irlandesa Once. La canción premiada Falling slowly fue el principal motivo que me impulsó a ir a una sala de cine y empaparme con esta pequeña historia de amor imposible.

También, se premió a un documental muy crítico con la actuación estadounidense en política exterior. Taxi al lado oscuro de Alex Gibwey arranca el 1 de diciembre de 2001 cuando un pacífico y joven taxista afgano, Dilawar, fue detenido por las tropas estadounidenses. No regresó jamás. Cinco días después moría a consecuencia de las torturas que sufrió. Escalofriante documento.

Por otra parte, a la comedia Juno la concedieron la estatuilla a mejor guión original. La autora Diablo Cody es un personaje en sí, de stripper y voz de una línea erótica a reputada blogger y guionista indi. Juno, que ha logrado popularidad, no ha conseguido convertirse en el fenómeno (y, por cierto, delicioso) que fue el año pasado Pequeña Miss Sunshine.

Por último, en el apartado de mejor película extranjera fue para la austriaca Los falsificadores (que pasó por la Seminci de Valladolid y la cual no he podido ver) sobre otro episodio desconocido del Holocausto. En un campo de concentración, dos barracones se convirtieron en talleres de falsificación al servicio de los nazis…

Las grandes perdedoras de la noche fueron Expiación (que he de confesar que a mí me encantó), que se alzó con un oscar a la mejor banda sonora original por Dario Marianelli, y el musical barroco y terrorífico de Tim Burton, Sweeny Todd que se llevó a casa el oscar a la mejor dirección artística.

Momentos inolvidables de Sissy Spacek

Hay actrices y actores que tienen un físico peculiar y distinto a lo que se ha visto, y de pronto, despegan en el universo cinematográfico. No se sabe muy bien cómo además tienen una valía innegable en el terreno interpretativo. En los años setenta apareció un joven blanca, muy blanca, rubia, muy rubia con destellos pelirrojos. Cara pecosa, ojos azules, muy delgada, casi de cuerpo asexuado y empezó a trabajar como actriz. Llamó la atención y con una filmografía peculiar sigue todavía ofreciendo trabajos magníficos, con el mismo físico, aunque algo más mayor. Y su misma sonrisa tímida llena de misterio y personalidad. Hablo de Sissy Spacek.

Y, aparece su rostro aniñado en esa extraña y hermosa ópera prima de Terrence Malick. Al lado de Martin Sheen. Y esta mujer-niña de rostro angelical cuenta con su voz en off de manera poética –y en bellas imágenes– las salvajadas del chico que la ama. Sus asesinatos y su huida. Sissy Spacek baila y mira a un asesino. Con cara de ángel. Martin Sheen, joven que se pierde en la violencia, es mirado de otra manera por la joven-niña que toma bajo su cuidado. Malas tierras da la voz de alarma: ha nacido una actriz.

Después es la reina del terror paranormal y reina de la telequinesia en Carrie, película popular donde las haya. La niña rubia marginada del instituto que vive con madre posesiva y loca que recibe las burlas y bromas crueles de sus compañeros. Que vive con terror la menstruación, el sexo y el mundo adulto. La dulce niña que no va a protagonizar un cuento de hadas, ni va a entender a aquellos que tratan de protegerla…, la niña rubia a la que se le desata la ira y protagoniza horrible venganza con unos poderes que deja de controlar.

Los ochenta la devuelven el rostro de mujer luchadora contra un mundo que le pone las cosas difíciles y se convierte en la cantante country que alcanza la gloria y el éxito en Quiero ser libre o que muestra el horror de la dictadura y los intereses de EEUU en Chile en la impactante Missing. Ella es la mujer a la que le desaparece el marido periodista y progresista y que inicia una búsqueda de puertas cerradas junto a un suegro que descubre que su país no es lo que pensaba, poderoso Jack Lemmon. Su dolor y su impotencia junto con su convivencia con un suegro que se va acercando más y más a ella, la hacen grande.

En la siguiente década aparece tímida como mujer consorte que apoya a su marido, aunque a veces la cuesta, en una investigación sobre quién mató a JFK, nos dice que no la olvidemos en Affliction y nos recuerda su siempre buena presencia como hija discapacitada en esa historia que nos hace ver que Lynch también sabe contar sencillamente, a la manera clásica, en Una historia verdadera.

Y en el siglo XXI nos sigue regalando papeles redondos y momentos inolvidables como esa mujer y madre de En la habitación, pacífica y tranquila pero que cuando la arrebatan lo que más quiere, pierde junto al esposo la cabeza, y se hunde en la terrible violencia, en el ojo por ojo. O nos sigue demostrando que es esa rubia sensible y ahora cansada que arrastra sus momentos infelices, difíciles y cotidianos en esa pequeña joya de sentimientos que es Nueve vidas.

Con él llegó el escándalo (Home from the hill, 1960) de Vicente Minnelli

De nuevo un melodrama, y otro director sutil en el uso del lenguaje cinematográfico para contar una tragedia griega y familiar, exagerada hasta el paroxismo –como hacía nuestro buen Douglas Sirk–: Vicente Minnelli. El sensible director en el uso del color, los espacios y decorados no sólo empleaba su varita para la comedia musical o la comedia a secas, también fue un virtuoso en el melodrama. 

Y un claro ejemplo es esta película sobre el mundo rural y conservador norteamericano de los años cincuenta. Con un título castellano inexplicable, Minnelli cuenta en Con él llegó el escándalo la historia de una familia que se resquebraja y se hunde en los secretos, enfrentamientos, venganzas, infidelidades y, sobre todo, en la moral y forma de vida de los vecinos que les rodean –y que ellos mismos llevan, asumen y practican–. 

Minnelli se sirve de la adaptación cinematográfica del best-seller de William Humphrey para ofrecer un melodrama bien contado lleno de significados y simbolismos. 

Lo primero que hace es rodearse de un reparto adecuado. El cabeza de familia, Wade Hunnicutt, que representa lo que significaba el macho en aquellos años –y, a veces, por desgracia, ahora también–. Lo que se entendía y se entiende por virilidad, masculinidad…, tiene el rostro y el enorme cuerpo de Robert Mitchum que a pesar de ser un chulo, un mujeriego, un patrón, un cazador de escuela, un déspota, y de que para él ciertas maneras y costumbres de su hijo legítimo no sean las cualidades que él entiende debe tener un hombre…, se le escapa en miradas, en actitudes y manera de ser cierta ternura de hombre, en el fondo noble y con una moral propia, que, finalmente, le hace convertirse en víctima. Es increíble el matiz de Mitchum, capaz de que con su interpretación y claro está un guión adecuado, el espectador no odie a un machista cabrón (perdonen mi lenguaje pero sólo así se entiende el tipo de persona que encarna). 

Hay varias escenas que le redimen. Sobre todo cuando trata de explicar a su hijo que reconoce que tiene errores, que no es el mejor de los hombres, ni el mejor de los padres, pero que él es así y que no quiere ser continuamente juzgado. Como una especie de tómame o déjame, yo soy así, y así sabes que tienes que amarme, con mis virtudes y defectos. “Soy un ser humano”. 

Después tenemos a la bella Hanna, la madre, con el rostro de Eleanor Parker (actriz que cuando la ofrecían el papel adecuado demostraba su valía). Ella es toda una dama del Sur que va reprimiendo su odio y su herida por saber en el fondo que Wade nunca será de su propiedad. Mujer bella, exquisita, que guarda las formas, que sigue las convenciones morales-sociales y el papel que debe tener una mujer en aquel código…, que se vuelve egoísta, obsesiva, amargada y que quiere dominar y crear a su hijo tal y como ella piensa que debe ser un hombre, aquel hombre que le hubiera gustado ver en Wade. Un hombre educado, exquisito, con cultura y sensibilidad y sobre todo amante y devoto de su mujer. A diferencia de Wade, ella no ve sus defectos y siempre se siente víctima. 

Al final, cuando ya es demasiado tarde, hay un momento de acercamiento entre los dos, de limar asperezas, de dejar esa vida de apariencia y crear una verdadera relación…, pero conociéndolos el espectador sabe que hay buenas intenciones –los dos quieren al hijo legítimo y a su manera quieren lo mejor para él– pero que es difícil tratar de construir lo que tantos años han destruido. Pero el destino ni siquiera les deja intentarlo. 

Por último, los personajes, que tienen una relación más atractiva, y que hacen avanzar el drama: dos jóvenes, el hijo legítimo de este matrimonio (George Hamilton, quizá el menos carismático pero que conviene para su papel)  y el hijo bastardo de Wade (un sorprendente George Peppard –apareció en un mal momento para llegar a convertirse en estrella y sólo alcanzó la popularidad en los años 80 por su papel en la serie televisiva El equipo A pero al que tengo especial cariño por su interpretación y personaje en Desayuno con diamantes). 

En este drama rural, ellos son los protagonistas indiscutibles y hay un maravilloso y sutil cambio de papeles durante el transcurso de la historia. El hijo legítimo, que todo lo tiene (el reconocimiento del padre y de la madre, el imperio del padre, el lujo, el amor de la chica a la que ama, la juventud, la educación, la cultura, y que además, se descubre como un buen cazador…), lo pierde todo, se queda sin nada (tal vez recuperará su identidad y personalidad –que trata de adquirir y construir a lo largo de todo el metraje–) ante el hijo bastardo, el que en un principio nada tiene, y consigue absolutamente todo al final (el reconocimiento del padre, el amor de la misma mujer que amaba al legítimo, la aceptación de la madre del legítimo, un hijo al que cuidar, una casa, una familia…). Pero lo más hermoso y original de este melodrama es que este intercambio no es a través del enfrentamiento y el odio entre los dos hermanos sino a través de la lógica y acontecimientos de la historia. Los dos durante toda la película se respetan, se protegen, se cuidan y se quieren… 

En este melodrama de Vicente Minnelli todo tiene lenguaje propio. La vestimenta, la naturaleza, la caza del jabalí, cada habitación de la casa, los cementerios, las miradas, la composición de las escenas, la música que envuelve a los personajes, las lágrimas, las fiestas, la situación en el espacio de los personajes…, todo tiene sentido y hacen apasionante el estudio pormenorizado de esta historia aparentemente sencilla, clásica y bien contada. 

Estación Termini (Indiscretion of an american wife, 1952) de Vittorio de Sica

“Espera. Sé que empezarán pronto. Las imaginaciones. Toda mi… vida me preguntaré dónde está él. ¿Dónde está? En un momento, ahora mismo, ¿qué está mirando?, ¿qué piensa?, ¿se encuentra bien?,¿estaba enamorado?, ¿es bonito? 

Él estaba enamorado y ella es bonita. Te amo.” 

Desde el cine clásico ya se buscaban nuevos retos para contar historias empleando la fuerza del lenguaje cinematográfico que, ahora, a veces cuando se utilizan se denominan como originales. Uno de ellos es contar una historia en tiempo real. Estación Termini es un pequeño ejemplo de este asunto. 

Fue la entrada de Vittorio de Sica al cine norteamericano y para muchos su abandono definitivo de la corriente neorrealista. Estación Termini es una historia mínima y pequeña…, transcurre en la estación Termini de Roma y toda la película es la narración de una despedida. Todos sabemos que en unos sesenta minutos un tren se pondrá en marcha… 

Para mí es de esas películas con encanto. Con algo de poesía. Esa poesía que se encuentra en las estaciones de trenes, en los vagones, en las despedidas, en las cafeterías que van cerrando, en las salas de espera… 

De una estación de tren, De Sica se centra en la historia de una pareja, en su despedida. Y es una historia curiosa porque el realizador mezcla momentos y rostros del más puro neorrealismo italiano con una melodramática historia a la americana con los rostros de Jennifer Jones y Montgomery Clift. 

Y es una historia de los años cincuenta, de una infidelidad, de la renuncia del amor para continuar una vida convencional pero que a ella la tira más (el amor a la hija, el cariño al marido), quizá, porque no soportaría una vida de remordimiento y culpa. Y, su amante italiano aunque no la entiende termina amándola y la deja marchar, no se perdonaría su infelicidad. También renuncia. 

Un guión varias veces retocado cuenta con la mano neorrealista de Cesari Zavattini y con la intervención en los diálogos de un sensible Truman Capote. No olvidemos que la intrusión del productor sería inmensa –¿sería esta la idea que tenían Zavattini y De Sica?, la respuesta segura es, no–: el todo poderoso David O’Selznick apostó por la entrada a Hollywood del director neorrealista entusiasmado por sus películas…, pero a su manera. Claro está que una de sus exigencias sería la presencia de su esposa y musa Jennifer Jones. Que o milagro, aquí me gusta, porque representa a la mujer americana casada de los años cincuenta a la perfección. 

Montgomery Clift muestra su rostro más bello y una interpretación sensible de hombre que se le escapa una historia de las manos, seguro de felicidad futura, que no entiende el abandono. Y se muestra tan indefenso, confundido, y cabreado, que de pronto, pega una bofetada a la mujer que ama. Y eso choca, desentona. Me gustaría pensar que nunca lo hubiera hecho…, creo que este acto violento e injusto, le hace recapacitar. No es ésa la despedida que quiere. Y entiende su historia imposible y que tiene que dejarla marchar. Tiene que borrar ese tortazo. Ésa no es la despedida para la mujer a la que ama. 

Los dos amantes, en todo momento, viven rodeados de la culpa de un amor condenado. Y en esa despedida, lo sufren. Viven varios momentos que les confirman que la sociedad condenaría su amor, y finalmente no se enfrentan a ella. Sepultan su amor. La culpa puede más.  

La despedida es sinónimo de infelicidad. Ambos lo saben y sufren. En el fondo, el espectador sabe que no ha sido la decisión adecuada… los amantes no se han rebelado. No han podido. Los obstáculos han podido más que un futuro diferente… 

Como anécdota contar que el joven sobrino de la protagonista cuenta con el rostro de Richard Beymer que alcanzaría un lugar en la historia del cine por ser el Tony del musical West Side Story. Y, también, para muchos es una variación americana de la película británica Breve encuentro de David Lean, una pequeña joya del cine romántico.

Diccionario cinematográfico (52)

Erotismo (2º parte): sigamos este recorrido por el erotismo cinematográfico. Esta vez le toca a la década de los cuarenta. De nuevo recordaremos cómo se plasma el deseo sexual en una pantalla sin llegar a la sexualidad. Todo intuición. Todo imaginación. Y el viaje volverá a parar en cinco heroínas y cinco héroes respectivos. Quedan invitados. 

Es tópico y típico pero no queda más remedio que señalar a Rita Hayworth en este apartado de los cuarenta o cómo dejar a caballeros con la boca abierta cuando aparece por primera vez en Gilda, en un enorme primer plano, cuando se echa el pelo hacia atrás y aparece su rostro bello y pelirrojo –aunque la peli era en blanco y negro todos veían su pelo rojo o fuego–. Nadie olvida, tampoco, su voz susurrante, su traje negro y un guante que se quita lentamente. Al año siguiente, en 1947, aparece como mujer pérfida y sensual en La dama de Shangai…, teñida de rubio y suscitando deseo allá por donde pasa. Sólo ella podía multiplicarse en miles de espejos. 

Al animal más bello del mundo, siempre le pesó el mote. Su pelo negro y ojos verdes simbolizaban erotismo y deseo. Ahí estaba Ava Gardner que igual deseó ser menos bella y que se la reconociera más actriz. Su primera aparición fue poderosa en una gran película de cine negro de Siodmak. El erotismo de la pareja, el boxeador vencido, El sueco (hermoso Burt Lancaster), y la mujer fatal morena, una Ava exuberante. En Forajidos, la actriz aparece por la mitad de la película, y su aparición es inolvidable para El sueco y para los espectadores. De espaldas ante un piano con un traje negro, se da la vuelta y es Ava. Después, una canción susurrante y El sueco ya no tiene salida. 

No hay duda el erotismo en los cuarenta es del cine negro. En 1944 surge la música mágica de Laura. ¿Se imaginan a un detective de los duros enamorado de la imagen ideal de un cuadro…, locamente enamorado? Un erotismo y atracción física surge entre una fantasmal pero real y bella Gene Tierney y un poli duro pero enamorado, Dana Andrews. 

Otra reina del erotismo y de la recreación mágica de mujeres fatales que lleva a la locura a todo hombre que se cruza en su camino fue Joan Bennett. Ahí la tenemos como la sensual, pérfida, descarada y vulgar Kitty en Perversidad. Impagable. 

Y, seguimos nuestro paseo por el cine negro y una recién descubierta que deslumbra en 1944 con 19 años en Tener y no tener. Me refiero a Lauren Bacall. Grandes ojos, diálogos chispeantes y una química sensual con su futura pareja, el Bogart más duro. Si me necesitas, silba. Y entró en los anales del erotismo. 

¿Y ellos? Ya he hablado de El sueco, un espectacular Burt Lancaster que tiene una de las miradas más eróticas y salvajes que se recuerdan. O ya vimos el refinamiento de un Bogart que con su dureza y su lengua afilada hace saltar chispas en el cine negro o en el más romántico, ¿quién olvida su recreación de Rick?, ¿quién no se echaría a sus brazos? Y, no olvidemos a otros héroes de cine negro que exhibían su cuerpo y eran objetos del deseo como Alan Ladd o Dana Andrews. Los duros eran eróticos cuando se ponían tiernos. 

Lo de Gregory Peck en Duelo al sol fue erotismo puro. Un joven, chulo, caradura y erótico vaquero que mira, ama y desprecia con igual erotismo a una Perla Chavez que no sabe donde meterse cuando la mira. 

Para terminar no olvidarnos de William Holden empezó su carrera en los cuarenta pero fue convertido en símbolo erótico-sexual en los cincuenta. Todos sus papeles apuntaban a su atractivo como hombre, a su fuerza erótica. El guionista gigoló de El crepúsculo de los dioses, el atractivo periodista que se convierte en pigmalion de una rubia no tan tonta como parece en Nacida ayer o el trotamundos que revoluciona a la mujeres de una localidad Kansas en Pic nic.

Lilliam Hellman y Dashiell Hammett, su herencia en el cine

Los libros de Hammett supusieron dos de las películas que iniciaron el género negro dentro del cine norteamericano. Dos joyas, una más conocida que la otra por asuntos de distribución y carisma posterior de las estrellas.

El magnífico hombre de la gabardina, el más duro Humphrey Bogart se convierte en el detective Sam Spader, que intenta averiguar que interés tienen personajes oscuros en un figurilla en forma de Halcón. Bogart se enamora de una Mary Astor que oculta maldad. Y, el director es un joven John Huston dispuesto a entrar en la historia del cine con El halcón maltés (1941). Ambos, director y escritor fueron los encargados de un guión redondo. Por ahí nos encontramos con los ojos saltones de Peter Lorre en uno de sus carismáticos personajes. Siempre inconfundible.

Por otra parte, nos encontramos con una de las parejas más populares de los años cuarenta, que en la actualidad han caído un poco en el olvido, me refiero a Alan Ladd y Verónica Lake. Ambos protagonizaron La llave de cristal (1942) de Stuart Heisler. Ahí, estuvo presente Hammett en la elaboración del guión. Una historia oscura de gángster, sabueso del gángster, políticos corruptos y mujer fatal con cara rubia y de niña buena. 

Pero Hammett ya había triunfado en Hollywood en los años treinta. Otro triunfo cinematográfico y otra pareja de oro serían la que formarían William Powell y Myrna Loy, ese matrimonio excéntrico, millonario y alcohólicos perdidos que en compañía de su perro Asta juegan a detectives y a solucionar casos. Sus personajes salen de la mente de Hammett y su novela El hombre delgado y la primera película de la saga sería La cena de los acusados (1934) de W.S. van Dyke.

También, estuvo presente el escritor en el guión. También, Rouben Mamoulian había llevado una historia de Hammett al cine en el año 1931, se trata de Las calles de la ciudad con Gary Cooper y Silvia Sydney (interesante actriz a reivindicar). Una película para conocer los años de la ley seca (otra asignatura pendiente: lograr verla).

Junto a Hammett aparece Hellman en algunas bases de datos como los responsables del guión de una película de Bette Davis de 1943, Alarma en el Rhin. En ella se narra las vicisitudes de un matrimonio que lucha contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Justamente el año de su muerte, en 1961, en Japón, Akira Kurosawa realiza Yojimbo que se inspira en su novela Cosecha roja. Al otro lado del Océano el mundo violento y desencantado de Hammett conecta con el mundo samurái.

La presencia de Hellman también planea por el cine. Realiza el guión para una cinta social de su amigo William Wyler (gran director). Una película que me encanta, Calle sin salida (1937), donde también está presente Silvia Sydney y un grupo de niños que fueron conocidos como los Dead end kids. Una película maravillosa y de gran valor sociológico sobre la vida de los más pobres en los barrios de las ciudades estadounidenses.

Con su amigo Wyler también colaboraría en el guión de uno de los magníficos melodramas de Bette Davis. En 1941, la Hellman crearía el retrato de La Loba, una mujer despiadada con todo aquel que su cruza en su camino, sea su hija, su marido o sus hermanos y poseída por la ambición.

También, se adaptaría al cine una de sus obras más conocidas. De nuevo de la mano de Wyler. Existen dos versiones la más antigua no he podido verla. La posterior con Audrey Hepburn y una excepcional Shirley McLaine, sí. Hablo de Esos tres (1936) y de La calumnia (1962). La historia cuenta como la mentira de una niña y las mentes adultas mal pensantes y conservadoras destrozan la vida de dos maestras en un colegio. En la segunda, fue una de las primeras películas que hablaba tímidamente de la homosexualidad femenina.

A la Hellman la tenemos presente también en un guión de otra película ambientada en la Segunda Guerra Mundial: La estrella del norte (1943) de Lewis Milestone. Nos cuenta las vicisitudes de uno jóvenes que viven en una población fronteriza a la Rusia comunista, que son los primeros lugares invadidos por los nazis.

Y, para culminar, esta mujer es la responsable de adaptar al cine, en un guión emocionante y tremendo, la novela del guionista Horton Foote, La jauría humana. Un estudio triste sobre la violencia de un pueblo norteamericano en una jornada calurosa. Nada puede hacer un sheriff (magistral Marlon Brando), que trata de tomar las riendas, para salvar a un joven fugitivo sin suerte (Robert Redford) de una violencia sinsentido. Arthur Penn en 1966 realizó con pulso firme esta jauría humana.

Como veis, es indudable la herencia cinematográfica que nos dejan un Hammett y una Hellman que no serán olvidados en las salas oscuras y enormes pantallas blancas.