¿Ha nacido un intérprete?

Por primera vez me fijé en él en Expiación. Se llama James McAvoy y tiene una fuerza y una expresividad en la pantalla que le depara un futuro grande. Lo creo. En Expiación era un héroe romántico y trágico perfecto. Ya lo dije en el post sobre esta película.

Ayer, le vi en El último rey de Escocia. Mucho se habló de la interpretación (buenísima) de Forest Whitaker pero ahí estaba él con un personaje complejo que evoluciona a lo largo de la película y que está igual de grande junto a Forest. Lo mejor de esta historia son ellos dos. El último rey es una película complicada, muy complicada de ver y analizar. Si la tomas como una película histórica y como documento del genocidio en Uganda bajo el dictador Amin, la película se queda en la superficie. No ahonda en lo que este periodo supuso para este país siempre castigado. Si la ves como un thriller político, está bien hecha y altera. Si quieres ver el retrato de dos hombres muy complicados, lo consigue… McAvoy cuenta además con una sonrisa de múltiples significados.

Investigo un poco sobre sus comienzos y ya estoy deseando encontrar el dvd (no sé si ha salido aquí en España) Bailo por dentro (del director de Oriente es Oriente) donde McAvoy es uno de los protagonistas de una película sobre discapacitados físicos. O ¿por qué no? Quizá sea lo mejor de La joven Jane Austen.

¿Ha nacido un intérprete? Seguro. Sólo tiene que saber elegir proyectos. Y hasta ahora no le ha ido mal. Lo próximo, una adaptación de un cómic Wanted (Se busca) junto a Angelina Jolie y Morgan Freeman, ¿taquillazo?

Diccionario cinematográfico (61)

Biblia: el cine, como uno de los inventos que se adjudica occidente (a pesar de antecedentes de Oriente y esas sombras chinas), tiene como una de sus fuentes la Biblia, un libro sagrado. Y, esa Biblia ha inspirado guiones. Del antiguo al nuevo testamento. 

Y es que la Biblia seas creyente o no es un gran libro de cuentos, de simbolismos, de historias, de mitos, de grandes personajes, de metáforas hermosas… 

Siempre se me quedó grabada una anecdota de un hombre que me fascinó cuando Hildy era más joven. Ese hombre era poeta, cuando le conocí y cultivé una linda amistad, al poco tiempo le asoló una triste enfermedad, por eso, ahora, aquí en la tierra ya no está con nosotros. El hombre poeta, sabio y lector no era creyente pero siempre fue hombre comprometido y consecuente. Siempre se quedó al lado de aquellos que un sistema injusto les daba la espalda. Pues, una tarde tranquila, el hombre poeta, el indio que volaba en caballo de sueños, nos dijo que su libro de cabecera en esos momentos era la Biblia porque le parecía lleno de historias maravillosas. 

En el cine, la Biblia ha tenido mayor o menor fortuna pero ha inspirado a creyentes y no creyentes. Ha sido protagonista de cine reflexivo e ideológico o de puro cine espectáculo. El protagonista del Nuevo Testamento, Jesucristo, ha sido todo un personaje en distintas obras cinematográficas y con muchas caras. También, hay otro cine interesante que describe la institución de la Iglesia desde todos los puntos de vista imaginables, complacientes y muy críticas. La Biblia habla de milagros, en el cine muchas veces también. 

Me vienen a la cabeza una lista enorme de películas: El manantial de la doncella, La palabra, El evangelio según San Mateo, Jesucristo Superstar, Amén, El cardenal, Historia de una monja, La Strada, La mujer del obispo, Qué bello es vivir, Los diez mandamientos, Ben Hur, Sansón y Dalila, La historia más grande jamás contada, Los lirios del valle, Narciso negro, El festín de Babette, Yo te saludo María, La última tentación de Cristo, Rompiendo las olas, Las hermanas de la Magdalena 

La última película de este tipo que he visto ha sido la de Mel Gibson, La pasión de Cristo. En su conjunto, no me gustó. Lo único que salvo es la relación entre Maria y Jesús. El rostro y sufrimiento de la actriz Maïa Morgenstern hace que sus escenas sean las más valoradas por esta espectadora. La recreación de la pasión es tan llena de violencia, tan extrema y barroca, que efectivamente estás deseando que acabe la película porque sientes que no hay ser humano que aguante tal calvario. Y, lo que menos me gustó, lo que a mi parecer, Gibson, en ese relato extremo de sufrimiento y dolor (es una película poblado de rostros desagradables y con mucho odio en la expresión) podía haber evitado son esas alucinaciones desagradables de la muerte o del diablo o esos niños de rostros monstruosos. 

La Biblia tiene relatos e imágenes literarias de extrema belleza, y para terminar esta acepción, recuerdo otra vez esa escena magistral de la obra maestra de Sergio Leone, Érase una vez en América, donde una niña hermosa lee a adolescente enamorado, El cantar de los cantares.

Sensaciones sobre Leonard Cohen: I’m your man (Lian Lunson, 2006) y No direction home: Bob Dylan (Martin Scorsese, 2005)

-Dos poetas u obreros de canciones.

-Dos hombres complicados, muy complicados…

-Dos hombres con canciones que son la banda sonora de muchos momentos.

-Dos hombres con los que no me gustaría cruzarme pero sí escucharles cantar canciones al oído.

-Bob Dylan entra en el mundo de la música a través del folk. Y, luego, como genio quiere evolucionar. No ser etiquetado. No ser líder de nada. Él quiere seguir con la canción y la música los caminos que le surgen. ¿Traidor, manipulador o genio independiente?

-A Leonard Cohen le puede la depresión, se pierde en caminos tristes, buscando quizá la belleza. Está perdido y trata de encontrarse. Mientras crea letras complicadas pero con una poesía…se considera más poeta que cantante (¿pero no estamos de acuerdo que sus canciones no serían lo mismo sin su voz?)

-¡Qué paciencia tuvo Joan Baez!, ¿o no?

-Ambos cuentan con admiradores forever. Les siguen a todas partes. Traicionen o no, ¿o nunca traicionan, son ellos mismos? ¿O nunca manipularon, son ellos mismos?

-Reconozco la paciencia de Dylan en su gira por Gran Bretaña, sólo mostró que para él la música y la canción tenía espectros más amplios. Que le apetecía cambiar y experimentar. No era un judas, un traidor…, debe ser difícil concierto tras concierto, abucheo tras abucheo… ¿Cuántos jóvenes de los que abuchearon siguieron firmes en sus convicciones de por vida?

-Los dos atraen (aunque vuelvo a repetir no sé si me hubiera agradado cruzármeles por el camino). Ninguno de los dos es bello, pero son tremendamente carismáticos…, distintos.

-Leonard Cohen me cautiva con Chelsea Hotel…, y una Janis Joplin que nace de una canción. “Somos los dos feos, pero tenemos la música”. Ella no se andaba con chorradas de te necesito, no te necesito. Y, él dice que tampoco es que la amara mucho, ni siquiera piensa mucho en ella, pero la tiene grabada en Chelsea Hotel. ¡Una sinceridad que desarma!

-Dylan me emociona en sus primeros pasos –ya se veía que tenía su futuro claro–. Me encanta su devoción, creo que sincera, a Woody Guthrie. Y, siento un gran cariño a la aparición en el documental de Peter Seeger.

-Y, los dos documentales hacen que tenga el corazón en un puño de emociones cuando oigo… sus canciones. A veces me entran ganas de llorar.  

La ley de la calle (Rumble Fish, 1983) de Francis Ford Coppola

El chico de la moto ve la vida como un televisor en blanco y negro, a veces, no oye bien y se aísla aún más. Un Mickey Rourke (nunca volvió a estar igual) carismático es leyenda en el barrio. Fue el duro entre los duros en los buenos momentos de las bandas de barrio. Ahora, la heroína ha acabado con tiempos pasado, ¿sólo la heroína? 

El chico de la moto sale del barrio que atrapa. Y, un buen día vuelve. El chico de la moto ama a su hermano pequeño, un Rusty James (Matt Dillon, macarra y hermoso) lleno de energía que vive día a día la autodestrucción porque no sabe que hacer con tanta vitalidad, se ahoga, y no lo sabe. Él sólo desea volver a tiempos mejores, o pasados, cuando el chico de la moto era el rey. Rusty se imagina más libre entre un mundo feo que le ha tocado vivir. Vive en rebeldía permanente y no puede canalizarlo. 

Y el tiempo avanza, sin vuelta atrás, y esos tiempos no volverán. Y a Rusty James se le acaba el tiempo y no despierta. A pesar de que hay relojes que continuamente se lo recuerdan. No tiene miedo a la muerte, no tiene miedo a nada, la vida le consume. Pero Rusty es un niño, que sólo quiere ser caballero andante y libre, con dama a quien respetar hasta el fin de los tiempos (y su Patty –una jovencísima Diane Lane– no entiende su manera de ver la vida). Sólo quiere ser una leyenda como su hermano mayor, el chico de la moto. Y su hermano cuando regresa al mundo, del que se evade cuando puede, le dice que es cansado y aburrido ser el Flautista de Hamelin o el Robin Hood de turno. Muy cansado. El chico de la moto le advierte que para guiar a los demás, para ser líder, tienes que saber adónde vas. Tener una meta. Y ellos se pierden. 

Rusty adora a su hermano, y a su padre alcohólico (Dios, Dennis Hopper, siempre rebelde sin causa) y a su amigo Steve (Vicent Spano) tan distinto a él pero ambos leales a un amistad de por vida. A Rusty le asusta la soledad. Ya se lo dice su padre, el chico de la moto ha nacido en la época y en la orilla equivocada. Es un héroe en el exilio, comenta otro. El chico de la moto es una especie de ángel fugaz para el hermano pequeño. Le salva siempre y le pregunta que por qué siempre está amargado o enfadado con la vida. 

El chico de la moto, en un acto de romanticismo sin igual, trata de que su hermano comprenda lo que quiere decirle. Le muestra los peces de colores, los peces de Siam, en pecera pequeña, sin frontera alguna. Ahí, estalla la violencia entre los peces y se les pones frente a un espejo, se autodestruyen. El chico de la moto piensa que si salen de la pecera y del río llegan al mar, ya no tendrán necesidad de matarse entre ellos, ya no se autodestruirán, recorrerán el viaje. Serán libres. Rusty James tiene que entenderlo. Le dice que le prometa una cosa, porque va a liberar a los peces, que cuando él ya no esté coja su moto y llegue al mar. 

Y Rusty llora, y el hermano pequeño oye disparo lejano, y el chico de la moto yace en el suelo…, y Rusty comprende. Y coge su moto…, hasta llegar al mar. 

Francis Ford Coppola no sólo descubre talentos sino que hace una de sus películas más simbólicas, metafóricas y hermosas. En impecable blanco y negro llena la pantalla de futuras promesas u otras ya afianzadas y pone en imagen otra novela de S. E. Hinton (ya había llevado a pantalla, Rebeldes) sobre ambientes marginales, jóvenes adolescentes y reflexiona sobre el tiempo con ayuda de imágenes hipnóticas y diálogos geniales de un dueño de bar (el músico Tom Waits) u hombre alcoholizado (qué grande Dennis). Ante todo refleja una historia de amor entre hermanos con escenas emocionantes entre Dillon y Rourke. Una oportunidad para ver los primeros paso de Nicolas Cage, Chris Penn, Diane Lane o una pequeña Sofia Coppola. 

Como curiosidad, La ley de la calle se la dedicó el director a su hermano mayor. Con Rebeldes y La ley de la calle, Coppola pretendía salir del bache financiero que supuso Corazonada. 

El chico de la moto reina…, y Rusty James no vacila en buscar esa libertad aunque tenga que viajar solo.

Los Fonda

Papá Henry Fonda es de los clásicos. Con una filmografía que deja sin respiración llena de grandes momentos cinematográficos y trabajos profesionales con los mejores directores. La hija, Jane Fonda, no sólo le salió rebelde, peleona y sexy sino también gran actriz. El cine americano de los 70 y los 80 no puede ignorar su presencia en un cine combativo. Peter Fonda tiene el mérito de ser uno de los fundadores del Nuevo Cine Americano con una película de culto. Después, se hundió en proyectos tan independientes o en películas tan malas que cayó al olvido. Y, por último, la nieta, aire fresco para los años noventa que lleva tiempo sin dar señales de vida cinematográfica.

Henry Fonda

Papá Fonda era un joven con inquietudes que se hizo grande delante de las cámaras. Henry Fonda se embarcó en proyectos maravillosos con directores de los clásicos (Fritz Lang, John Ford, Preston Sturges, Sydney Lumet, Otto Peminger…). Carrera impecable llena de personajes inolvidables.No puedo evitar lanzarme al suelo una y otra vez con admiración sin límites ante dos papeles tempranos: Sólo se vive una vez, 1937, de Fritz Lang y Las uvas de la ira, 1940, de John Ford. Eddie Taylor y Tom Joad, antihéroes maravillosos con cara de Henry Fonda, perdedores de un mundo en crisis, de años de depresión.

Fonda tiene tantos registros como queramos. Cara de western, cara de cómico, cara de héroe romántico, cara de perdedor, cara de hombre serio…, mago de la contención.

Papá Fonda puede ser un encantador millonario tímido, que se cae una y otra vez, ingenuo enamorado de mala mujer con encanto en una joya como Las tres noches de Eva (1941) o encantador novio eterno en la única comedia de los episodios de esa joya oculta que cuenta Seis destinos (1942).

O se transforma en héroe romántico de historias melodramáticas o históricas. Antes de un torbellino como Lo que el viento se llevó, Bette Davis fue otra fuerte dama sureña con amor imposible en Jezabel. Allí Henry Fonda era el héroe romántico que sufre los caprichos y el amor de una impetuosa Jezabel. También, es el eterno y perdedor enamorado de una ingenua Natascha (encantadora Audrey) en la épica adaptación de Guerra y Paz. Fonda es el intelectual desencantado de la función.

Y el western le convirtió en leyenda. El maestro Ford nunca le abandonó. Posteriormente, fue el malo malísimo del rey del spaghetti Western, Sergio Leone en ese monumento de Oeste decadente Hasta que llegó su hora. Otros grandes del género no dudaron en darle presencia en sus películas. Así fue Frank James, el mejor Wyatt Earp con la pasión de los fuertes o hace parada en Fort Apache.

Tampoco le faltaron papeles en películas comprometidas y serias. Así emociona en Doce hombres sin piedad o único miembro de jurado que trata que los demás se tomen su labor en serio o que sean conscientes que en sus manos está el destino de un joven conflictivo. O nos enseña los caminos del poder y la corrupción en el mundo de la política en esa película monumento que se llama Tempestad sobre Washington. 

En los años ochenta se despidió en obra sentimental grande por él, como abuelo cascarrabias, por encantadora Katherine Hepburn, y exuberante hija rebelde, Jane Fonda. Todo un éxito taquillero que no envejece del todo bien, En el estanque dorado.

Jane Fonda

Pronto se decidió a seguir los pasos de papá Fonda. Chocaron sus personalidades pero los dos fueron grandes. De niña bonita y sexy, a mujer contestataria y rebelde a transformación en actriz seria. La Fonda sigue haciendo historia. 

En los años sesenta se va labrando carrera en películas claramente feministas que iban explotando su lado de mujer liberada en lo sexual (Confidencias de mujer, La gata negra, La ingenua explosiva…). Sin duda su carrera comienza a despegar en 1966 con La jauría humana o al año siguiente con la popular comedia Descalzos en el parque.

Después, hay pequeño parón donde su pareja en aquellos momentos el francés Roger Vadim trata de convertirla en sex symbol de la época y le regala producto extraño Barbarella.

La Fonda vuelve a coger la rienda de su carrera y lleva espíritu del 68 a todas sus interpretaciones. Jane se convierte en actriz. Nos rompe con una Gloria con cara de dura que se rompe en pedazos en esa obra cinematográfica siempre a tener en cuenta, Danzad, danzad, malditos. Consigue papel sexy y serio, prostituta en peligro, en película de declive de los setenta, en Klute. Nos hace llorar y emocionarnos en su encarnación de la Hellman en esa joya olvidada que es Julia, nos recuerda el horror de Vietnam en la sensible El regreso o nos habla de periodismo comprometido en El síndrome de China.

Los ochenta vuelven a ser suyos y sólo suyos en películas tan distintas pero tan suyas como En el estanque dorado, Agnes de Dios, A la mañana siguiente, la sensible Cartas a Iris o la interesante Gringo viejo. Después, desaparece, su vida de millonaria, su aeróbic y sus estados de meditación la retiran de la sala oscura. Ahora, vuelve otra vez en comedias intrascendentes que la devuelven atractiva y divertida.

Peter Fonda

Otro hijo de Papá Fonda y hermano de Jane también se cuelga cartel de rebelde e independiente. Y su nombre brilla en las historias del cine por su labor (interpretación, guión, producción y, a pesar de polémicas, quizá también en la dirección) en una de las películas que inauguraron el Nuevo Cine Americano. Con Dennis Hopper y un Jack Nicholson genial nace una película movimiento de los setenta… Easy rider (1969). Y, es tan fuera de los circuitos y tan independiente, que su obra como actor y director si apenas ha sobrepasado fronteras.

Bridget Fonda

Papá Fonda tuvo una nieta, hija de Peter, con rostro rubio que dio aire fresco en los noventa. Ahora desaparecida de la sala oscura. Ella fue Bridget Fonda y perteneció además a una generación del momento. A la generación X. Ése fue el nombre de un movimiento (¿marketing?) que dio caras nuevas. Ya le dedicaremos post.

La Fonda fue despacito en películas más que olvidables (a excepción de su aparición como niña en comuna hippy en Easy Rider o su papel de periodista listilla en El padrino III) hasta que consiguió fama y resultados en taquilla con thriller psicológico y de pesadilla de la mano de Barbet Schroeder. Bridget y su compañera de reparto, Jennifer Jason Leigh se llevaron la gloria en la entretenida Mujer blanca soltera busca…, en 1992.

Sin embargo, a pesar de sus interpretaciones notables nunca se convirtió en estrella. La generación X tiene en Solteros una de sus películas. Entretuvo en La asesina, Nikita a la americana; siguió dando pasos en fallida Pequeño buda o estuvo encantadora en comedia romántica junto a Cage, Te puede pasar a ti.

Su carrera fue cayendo en olvido con fallidos o extraños productos como El balneario de Battle Creek, City Hall o al lado de Kietel en Graceland. Tarantino la recupera en Jackie Brown y sorprende en extraño producto marcial como prostituta protegida de un hierático Jet Li en El beso del dragón…, su rastro desaparece. ¿Volverás, Bridget?

Infiltrados (2006) de Martin Scorsese

¡Por fin Hildy se reconcilia con el cine de mafias y policías! Y no podía ser con otro director que Martin Scorsese. Sí, yo soy de esas que opinan que Scorsese es grande e incluso de sus obras menos logradas siempre saco alguna secuencia, personaje o imagen por la que la obra cinematográfica merece la pena (me encanta, digan lo que digan, Gangs in New York). 

Infiltrados incluso tuvo pequeña o grande (según se quiera mirar) polémica entre algunos cinéfilos porque sintieron que era una mera copia más que remake de una película anterior china (Infernal Affairs). Pero no puedo opinar sobre dicha cuestión pues la obra original china no he podido verla. No obstante, ¡¡¡bendito remake!!! 

De todas las películas de este tipo que he comentado anteriormente es la que más redonda me ha parecido (veanse post American Gangster, Promesas del Este o La noche es nuestra) sin bajadas de ritmo y trepidante hasta el final. Aunque puede haber algún personaje que no llegue a cumplir todas las expectativas posibles o alguna solución de guión, quizá, no muy brillante no hacen daño al conjunto final de esta película emocionante (por ejemplo, el personaje de la psicóloga –aunque tiene alguna escena clave donde cumple muy bien su función– o de pronto la aparición de algún hombre-topo-infiltrado inesperado). 

En esta guerra de Infiltrados (bien en la mafia, bien en los cuerpos de policía) todo acaba en muerte y tragedia. No podía ser de otra manera en este lío de personalidades. Como bien dice Jack Nicholson poca diferencia hay entre estar a un lado u otro de la ley. Ambos llevan pistola y emplean la violencia. 

Los personajes están encarnados con credibilidad y maestría por cada uno de los protagonistas. Leonardo DiCaprio se sale y emociona. Es el único personaje, antihéroe desesperado, que se da cuenta de la locura de ambos bandos y que, al final, lo único que quiere es recuperar su identidad y su tranquilidad. Lo quiere y no le dejan. DiCaprio, el niño duro de vida dura, se siente manipulado por unos y por otros y aún consciente de su soledad sólo quiere ser él. DiCaprio es grande (y me niego a colgarle la etiqueta de actor que no está nunca en su lugar). 

Matt Damon realiza personaje complejo con su habitual –y maravillosa para este papel– cara de niño bueno. Policía infiltrado de la mafia, trepa y trepa puestos de poder. Al final lo quiere todo. No para. Ha aprendido toda su vida a traicionar y a no confiar en nadie. Se lo enseñó su mentor, Nicholson, y le sale alumno brillante. Es un cabrón pero da pena. Mucha pena. 

Jack Nicholson recrea a uno de sus malos con una personalidad excesiva. Con esas sonrisas y esos actos que le hacen brillante. En el exceso no es exagerado, crea personaje. Y siempre brutal. Buscando a la rata que se le escapa. Buscando a la rata que no le quite el cetro de rata mayor. Y esa rata puede estar entre los suyos o al otro lado. Da igual. Él lo sabe. 

Los secundarios brillan y tienen sus funciones en el argumento de manera clara. Cada uno tiene su escena estrella. Todos son veteranos: Mark Wahlberg, Alec Baldwin y Martin Sheen. Por desgracia, el único rol femenino importante, el de la psicóloga (interpretado por Vera Farmiga) es el que me parece peor construido. Me gusta la idea de que su vida se cruce, de manera importante, con los dos infiltrados protagonistas pero no me llega a convencer su desarrollo. Sin embargo, Scorsese le regala una escena al personaje que tiene claras reminiscencias con el increíble y maravilloso final del Tercer hombre.  

Algo que me cautiva, y que es precisamente lo que fallaba en casi todas las películas anteriores de este tipo, es que en ningún momento decae el sentido del ritmo y la continuidad de la historia. Muchos cinéfilos vieron un final decepcionante. A mí, sin embargo, me parece que tiene el final que tiene que tener en una historia en que ya no se distingue donde están los límites. Quienes están a un lado o a otro de la línea. Donde las identidades bailan a su gusto, se confunden y vuelven locos a los hombres. Al final, muchos lo que persiguen es el poder, da igual en el lado que estén. El antihéroe DiCaprio lo descubre, asqueado, y al final sólo pide volver a ser él.

Diccionario cinematográfico (60)

Poeta: ¿qué es poesía? Belleza y sentimiento. Corazón. A través de la palabra, verso o prosa, ritmo. ¿Qué es un poeta? Una persona que crea cada día belleza, metáforas y simbolismos… ¿la imagen puede trasladar a un mundo poético? Puede. Cine experimental, cine de vanguardia, cine mudo, años veinte, surrealistas u otros poetas creyeron en la poesía en imágenes. Cuestión de símbolos. Cuestión de ritmo. Cuestión de montaje. 

Pero el cine a menudo ha empleado la poesía de otra manera. Poetas protagonistas, anónimos o no, o directores que se han servido de un poema para articular una película. O a veces hay películas que puedes exclamar: es pura poesía. O, de pronto, una adaptación teatral se hace verso y cine. ¡¡Ah se me olvidaba!! También hay cantantes que son poetas o canciones que son poemas. ¿Hay poesía en el cine? Creo que sí. 

A Whitman le salen mariposas de la barba o Mi capitán, mi capitán, carpe diem o aprovecha tu momento así se puede disfrutar de un club de poetas muertos. Y Cocteau, les guste o no, experimento con poesía y cine, e igual te dejaba un orfeo o la sangre de un poeta. Y, aquel con nariz enorme, feo, noble y bravo…, pero ante todo poeta del amor…, de amor no correspondido, sólo tiene la oportunidad de cantar a la mujer amada a través de los labios hermosos de su compañero, pobre Cyrano. 

Y Kazan también quiere ser poeta y nos recuerda que “aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse. Porque la belleza siempre perdura en el recuerdo”. Y narra la historia de un amor imposible con la depresión de los treinta de fondo y dos jóvenes que se quedan anclados en el pasado de un amor imposible. 

Y, nos vamos a lo contemporáneo, y a veces, rescatas obras cinematográficas, que te sorprenden como la historia de un joven poeta y una joven pintora que se aman y se separan por la heroían. Dos yonkis en Australia arrastrados por la poesía y la heroína. Mezcla brutal pero sensible con un desaparecido Heath Ledger que llora lágrimas de poesía cuando descubre la fragilidad de su historia. Ya se lo pintó la amada en forma de verso. Ahí está esa pequeña obra cinematográfica poema que se llamó Candy.  

¿Y por qué no irnos a tierras lejanas? Quizá nos encontremos con el cineasta poeta del desencanto. Kaurasmaki en color o blanco y negro nos regala bellos poemas cinematográficos en La vida de Bohemia o en Luces al atardecer. Escuchen las letras elegidas para sus bandas sonoras o empapesen de sus protagonistas, a veces, poetas meláncolicos, sencillos y silenciosos. 

O en latinoamerica un Subiela se empapa de Benedetti, Girondo o Gemán y construye una historia de amor en el lado oscuro del corazón. O, de pronto, descubrimos a un Pablo Neruda que explica, de manera sencilla, como mejor se entienden las cosas, a un cartero que aspira a ser también poeta del amor, cómo se construye una metáfora. Y en el meditarráneo, un cómico se vuelve poeta y explica el horror de una guerra a través de un poema de amor, el tigre y la nieve, malograda historia pero con su punto de poesía. 

Y, el teatro en verso, depara sorpresas y grandes clásicos, dan grandes películas en verso. Adaptaciones de Shakespeare, respetando la poesia del bardo. Ricardo, Enrique, Romeo o Julieta, Hamlet u otras obras menos conocidas llenan las salas de poesía. Nuestros clásicos también, en verso, dejan obras notables como un perro del hortelano o una dama boba. 

También, quedan los cineastas poetas, y entonces surge un Renoir, un Vigo,  un Ray, un Ford, un Passolini, un Dreyer…, y el cine se hizo poema.

El color púrpura en cinco momentos

Corre el año 1985 y el niño bonito y comercial de la industria, el mago del espectáculo, se decanta por el melodrama. Adapta una novela de la ganadora del Premio Pulitzer de 1983, Alice Walker, escritora afroamericana. Steven Spielberg deja a un lado –o mejor dicho deja tan sólo entrever, de algunos sólo deja un trazo– los planteamientos ideológicos y feministas de la autora (sobre el papel de la mujer, la sexualidad, la violencia, la lucha afroamericana, el papel de la familia dominada por el patriarcado…) y crea una película de sentimientos, directa al corazón. Las lecturas y reflexiones vienen después.

El color púrpura es de esas películas que tienen muchas lecturas e interpretaciones. Lo que es innegable es que Spielberg se muestra maestro en el manejo del melodrama. Inolvidables melodías y canciones, sentimientos extremos, personajes sufridores, buenos, malos, familia desestructurada, intensas relaciones…, y mucha lágrima, a veces, incluso una sonrisa.

Desde los años ochenta –cuando se estrenó– no la había vuelto a ver pero no se me habían olvidado dos escenas. El otro día la volvieron a echar por la televisión y volví a quedarme atrapada en la vida melodramática de Celie (un debut inolvidable de Whoopi Goldberg que nunca ha vuelto a brillar con tal intensidad), junto a ella vivimos los años veinte y treinta del siglo pasado. El color púrpura la pienso en puro melodrama y siempre caigo en sus redes.

Las secuencias: Las dos escenas de las que me acordaba volvieron a entusiasmarme. Una es cuando Shug (interpretada por la cantante Margaret Avery), una cantante de cabaret, le dedica una hermosa canción a Celie, Sister, agradeciéndole sus cuidados y que es una confesión de esta mujer de un amor y una entrega hacia el personaje de Celie. Una relación que les sirve a ambas para enfrentarse a sus vidas llenas de dolor. El libro, no lo he leído, pero muestra más claramente la relación sexual que salva a ambas. En la película, Spielberg la apunta brevemente en otra hermosa escena entre ambas, en la que Shug consigue que Celie sonría sin ponerse la mano, sin taparse su sonrisa, y ambas se besan con una dulzura que arrastra.

La otra escena que se me quedó grabada tiene que ver con el personaje de Sofía (donde Oprah Winfrey deja su papel de showgirl televisiva y se transforma en actriz con buen personaje), una mujer fuerte, muy fuerte, con carácter que se niega a perder su dignidad de mujer, que se niega a que la peguen en su familia, fuera de ella, blancos o negros, que se niega a que la menosprecien tanto por ser mujer como por ser negra. Que se niega a doblegarse. Y por esa negación y por la situación histórica de opresión racial, Sofía, cuando muestra su fuerte carácter ante unos blancos (por supuesto, estúpidos) es doblegada a golpes. Su vuelta no puede ser más triste, de la mujer vital queda una sombra con pelo blanco. Brutal.

Otra escena que me encantó y que también por supuesto es puro melodrama (no tienen más que recordar otro post que realicé sobre el melodrama Imitación a la vida de Douglas Sirk donde el Gospell también es momento álgido) es la reconciliación entre Shug, la cantante de cabaret de vida disipada, con su padre un pastor de iglesia. Y la reconciliación es a través de la música Gospell, no podía ser de otra manera. Y se te saltan las lágrimas cuando Shug con todos los visitantes de una casa de mala vida van hasta la iglesia acompañando con sus voces al coro Gospell de la Iglesia. Inmensa.

Tampoco, son difíciles de olvidar dos escenas: una la separación brutal entre Celie y su hermana Nettie por parte de un brutal Albert (esposo a la fuerza de Celie con cara de un Danny Glover que da todos los matices necesarios al difícil papel de un odioso maltratador). Nettie grita desesperada “¿por qué?” y el corazón automáticamente se encoge. Y a gritos promete a Celie que no dejará de escribirla, sólo lo hará si se muere.

La otra escena es a una Celie golpeada y maltratada dos veces por marido brutal –al final, pero ya es tarde, hay en el personaje un cambio, algo que se parece al arrepentimiento– y cómo acomete la función de afeitarle. En la primera, es una mujer asustada, anulada y sumisa. En el segundo afeitado, Celie ha vivido su cambio, ya no tiene miedo sino que quiere rebelarse ante la brutal violencia doméstica que ha vivido durante años.

Como ven puro y duro melodrama…, y además película ideal para mil y un debates.

Otra pequeña reflexión cinéfila

Me llama la atención que cuando surge una película con algún tema social (drogodependencias, alcoholismo, sin hogar, inmigración, infancias robadas…) o sobre alguna guerra (sobre todo la Segunda Guerra Mundial o sobre conflictos bélicos en Irán, Afganistán, África…); un comentario que cada vez oigo más es que ‘ya, más de lo mismo’. ‘Otra peli de la segunda guerra mundial’, ‘es la misma historia de jóvenes conflictivos’…, y etcétera, etcétera.

¿Y yo me pregunto? Es que Ken Loach no puede hacer películas, bajo su punto de vista (que puede ser el nuestro o no) sobre conflictos sociales de actualidad. ¿Por qué se etiqueta películas como Totsi o Carandirú con la única frase de ‘otra Ciudad de Dios’?¿Cómo se puede decir que ya está ‘otra de inmigración’?

Creo que son temas que siguen siendo candentes tanto los del presente como los que tocan estos temas en el pasado. Son causas y acontecimientos humanos que creo necesario nos los cuenten desde distintas perspectivas y puntos de vista para estar ahí, despiertos, y ahondar en las causas.

No, no creo que la frase sea ‘otra película sobre…’ sino criticar su calidad como obra cinematográfica y luego reflexionar sobre lo que nos está contando, cómo nos lo está contando y por qué nos lo está contando. Creo que es interesante analizar si el punto de vista es simplista o complejo y ver qué puertas nos abre sobre un determinado problema, si profundiza en la situación histórica o si ahonda o se queda en la superficie del conflicto social.

El cine tiene muchas funciones entretiene, es creativo, es original, es espectáculo pero también es un modo de expresión. Y es un modo de libertad. En la variedad está el secreto. Y creo que es bueno reflejar historias que están cada día delante de nuestros ojos. Nosotros como espectadores tenemos la capacidad de elección y de ver ciertos temas –una y otra vez– por distintos ojos. Ojos y miradas que nos harán recordar, pensar, revisitar ciertos asuntos, reflexionar, debatir, descubrir otros pensamientos, otras interpretaciones…

Aquellas que no vi

Hoy inauguro sección. En esta categoría hablaré de aquellas películas que en su momento, por un motivo u otro, no vi. Durante este mes de marzo he podido visionar en dvd varias películas que me quede con ganas de ver en cartelera. No las pude disfrutar en pantalla grande pero, ahora, me alegro de haberlas recuperado.

A continuación ofrezco una lluvia de esas películas y pequeños comentarios. Es lo que tiene el cine, como la literatura, siempre estás a tiempo de ver, de recuperar una obra, de sorprenderte y volverte a sorprender.

Casi todas las obras que me dejé en el tintero, tenía motivos para querer verlas. Y, muchas de ellas, han sido descubrimientos que me han hecho sentir un crisol de ideas, reflexiones y sentimientos.

En esta categoría hablaré del cine del siglo XXI, películas que me he perdido a partir del año 2000 y que poco a poco voy viendo.

Lilya forever (2002) de Lukas Moodysson

Lilya y a Volodya se imaginan el cielo, su única vía de escape, más allá del pegamento. Esta película no es película sino grito. Grito ante las infancias robadas. Grito ante la soledad de unos niños vulnerables que no tienen defensa alguna contra una sociedad que les engulle. En un momento, de la película Volodya le dice a Lilya que no se rinda que si lo hace ellos habrán ganado. A Lilya y a Volodya les parece una mierda la vida que les ha tocado. No la pidieron. No pueden sufrir más de lo que sufren…, y Lilya siempre lleva consigo un cuadro con ángeles y reza ante él porque piensa que algo tiene que existir que sea bello.

Lukas Moodysson es un narrador cinematográfico que, en esta película, grita (en sus dos obras anteriores era duro pero dejaba resquicios para la comedia y felicidad de sus adolescentes –véase Fucking amal o Juntos–). Aunque al final deja un resquicio para la luz o una puerta abierta…, aunque sea imaginaria.

Tsotsi (2005) de Gavin Hood

Tsotsi es hermético, cara de matón, frío, con tres compañeros de barriada marginal de Johannesburgo cada día quita para subsistir. Y si matan, no tiembla. ¿Quién es Tsotsi?

En un relato sencillo, contenido, brutal y poético –nada falta nada sobra– a Tsotsi se le va cayendo su careta protectora de niño de la calle sin sentimiento alguno. El adolescente duro tiene un pasado demasiado duro, le duele tanto que prefiere ir por la vida sin sentimiento alguno. Pero cuando realiza uno de sus robos violentos, sin compasión hacia el otro (nadie tuvo compasión por él), se encuentra a un bebé entre sus brazos. Y Tsotsi se rompe, y Tsotsi cae, cae su careta. Y su futuro es negro, lo sabe haga lo que haga, pero esta vez vuelve a sentir…, quizá hay alguien que pueda sonreírle o que le espere.

Breaking and entering (2006) de Anthony Minghella

Érase una vez un director que nos dejó a todos y se llamaba Anthony y le gustaba contar historias con cámara en mano y buenos actores en sus repartos. Amaba el cine y crear escenas bellas…, en su penúltima obra se volvió intimista y lo logró a través de cuatro rostros: Jude Law, Robin Wright Penn,Juliette Binoche y el joven y desconocido Rafy Gravon.

Minghella envuelve de luz distinta un Londres interracial y una historia de amores que se pierden, que no se encuentran, de solitarios que buscan ser amados, de personas que se equivocan pero se quieren, de otras culturas, de choques emocionales, de relaciones de pareja, de relaciones de madres e hijos, de guerras que destrozan o cambian vidas, de no estar en tu propio país, de la nostalgia de tiempos pasados, de pequeñas traiciones, de dolores y pasiones…, de seres humanos que quieren que otros les miren, cercanos, y que entiendan sus dudas, sus problemas, sus…

Paris, Je T’Aime (2006), varios

Una película llena de cortos que tiene como principal protagonista París. Un París mágico que sale retratado de mil maneras por directores de todo tipo y nacionalidad. Y, en esos cortos, cabe de todo: humor, fantasía, amor, realismo mágico y no mágico, sentimientos, infidelidades, amores extraños, amantes dolidos, padres e hijos, desconocidos o demasiado conocidos, risas, lágrimas… Y el experimento funciona (unos más que otros) pero ninguna estropea el sabor que te queda de un Paris donde ocurren pequeñas historias, algunas bellas, muy bellas.

Los directores van desde un Alfonso Cuaron, pasando por los Coen, parando en Coixet, prosiguiendo en Payne o Gus Vant Sant, rodeando a un Wes Craven y navegando en próxima parada con Oliver Schmitz, cruzando a Walter Salles…, y muchos más. Y, los intérpretes son un festival de rostros: Natalie Portman, William Dafoe, Juliette Binoche, Fanny Ardant, Bob Hoskins, Nick Nolte, Sergio Castellito, Steve Buscemi, Gerard Depardieu…

Las historias van desde un Oscar Wilde que impide una ruptura de pareja a través de la risa, a una turista que se da cuenta de los momentos felices en su viaje a París, el joven que se enamora de una bella vampiresa, el turista americano que se enfrenta en el metro al amor mediterráneo, matrimonios que llevan años y tratan de reavivar la chispa del amor, los encuentros que pueden llegar a significar algo más, al dolor de una madre que pierde al hijo o al sosiego de madre inmigrante que no puede cuidar a su propio hijo porque tiene que ir a cuidar a otro para sobrevivir ambos. La historia de una joven actriz y su novio ciego, el sentimiento de volverse a enamorar de una mujer a la que se le va la vida, los mimos que se encuentran en la cárcel y con dulzura se aman o la bella historia de un inmigrante de dura vida, que cae herido de muerte en una plaza, y le atiende una enfermera de la que ya se fijó…