Diccionario cinematográfico (84)

Katie y Hubbell: Tal como éramos… voy a contarte una historia. ¿Sabes que los polos opuestos se atraen? Eso les ocurrió a Katie y Hubbell. Ella era morena, siempre se sentía al margen, siempre luchando por causas perdidas, en la universidad era del partido comunista, luchaba por la situación de los españoles republicanos, por la paz en el mundo, por que no hubiera una Segunda Guerra Mundial… Katie era judía, no era muy rica y tenía un montón de empleos… Ahhh, quería ser escritora. En la universidad siempre entre protestas, mítines, periódicos, frecuentaba mucho a un joven espigado con gafas que se llamaba Frankie. Siempre andaban juntos. 

Hubbell era el niño bonito. El de la sonrisa indestructible. El que en la vida se lo habían dado todo hecho. El más popular. El mejor deportista. El más rubio y el más guapo. El triunfador. Por el que suspiraban las nenas… Ahhh, quería ser escritor. 

Katie y Hubbell desde la Universidad se atraían y admiraban. Él veía a la chica impulsiva y seria. Siempre luchadora. Sin miedo ni pelos en la lengua. Pasional. Siempre encantada de cambiar el mundo. Ella veía en él, no sólo la faceta de príncipe azul con sonrisa encantadora. Veía dentro, más dentro, y admiraba su talento para la escritura. Algo para lo que ella no tenía tiempo. 

Y entre bailes de fin de carrera, zapatos abrochados con cariño, sueños que todavía no están rotos… Katie y Hubbell se van conociendo poco a poco. 

Y acaba la Universidad. 

Ya estamos en la Segunda Guerra Mundial. Y la vida no es fácil. Y ella sigue batallando. Y él lleva puesto el uniforme. Katie se lo encuentra en un café, de uniforme, borracho como una cuba, y con los ojos cerrados. Ella se acerca y le retira el flequillo de la cara. Los opuestos se atraen. Y ella que no debería creer en príncipes azules, sabe que le quiere. Y él que sabe que las niñas subversivas no le van porque quiere andar tranquilo –ya sabe que el mundo es complicado y que de poco sirve alzar la voz, está desencantado antes de tiempo, o quizá, dios mío, es demasiado realista– se siente atraído, como siempre, por la impulsiva Katie que anda sin miedo y siempre con motivos por los que luchar. Con ella la sonrisa sigue a salvo. 

Siempre chocan y discuten. Pero al final ambos vuelven. Porque son polos opuestos pero se atraen, sin remedio alguno. Ya se lo dice ella por teléfono, llorando a moco tendido, le necesita a su lado, porque fíjate que tontería, la chica tan luchadora y segura de sí misma y sus ideas, sólo tiene un mejor amigo. Y ese mejor amigo es él. Y no puede faltar. 

Y ambos deciden caminar juntos. Los polos opuestos se atraen y lo intentan. Y la niña subversiva se va a Los Ángeles, a la ciudad del dólar, a vivir con el hombre que ama. A asistir a fiestas, a jugar al tenis, a reuniones sociales, a intentar no sentirse fuera, a encajar en el mundo del Hubbell que ama. Y el niño bonito y bien no se queda con la chica popular de la Universidad, la que diría sí, no le daría problemas y le amaría sobre todas las cosas, juntos en un mundo que ambos entienden y en el que intentan sobrevivir, sin perder la sonrisa, pero sin intentar un cambio, porque ya no lo esperan. El niño bonito se queda con la chica impopular y que nunca calla y que siempre le llena la cabeza de discursos. La chica que se cabrea y se calma. La chica que cree en su talento innato y que se toma esta etapa como un simple salto a París, donde se convertirá en gran escritor e intelectual. ¿Acaso él quiere esto? 

La chica que le dará una hija. Hubbell, ahora, siempre toca con cariño el estómago de Katie. 

En la ciudad del dólar llega la caza de brujas. Ella no puede estarse quieta porque sabe cómo es. No puede languidecer sin luchar ante algo injusto. Forma parte del comité de la primera enmienda. Quiere protestar, gritar, luchar por los derechos, por sus derechos. No estarse quieta. No pertenece a ese sitio de palmeras y sol que nunca se esconde. Ella habla que te habla porque cree en la libertad de expresión. Cree en la lucha. Lo tiene claro sobre todo cuando un día, embarazada y conduciendo su gran coche, ve a una joven universitaria que como ella en el pasado trata de cambiar el mundo, y pocos la hacen caso, y Katie quiere volver a ser lo que era. 

Y, él Hubbell, quiere trabajar. Le gusta ser guionista. Le gusta su trabajo. Los entresijos de las películas. Las reuniones. Le importa su gente, la gente, las personas. Y no le gusta lo que está pasando. Algunos de sus amigos sufren. En este mundo de chivatos y brujas, todos sus sueños están ardiendo. Y él intuye en qué quedará todo. Entiende a su compañera pero cree que la lucha no merece la pena. Y la acompaña a Washintong, en su lucha por los diez, y Hubbell, el niño bien de sonrisa perenne pierde los estribos cuando oye a un fanático que quiere abalanzarse sobre Katie y la llama zorra comunista. 

Hubbell y Katie son polos opuestos. Y discuten. Porque él le dice que nunca habrá libertad de expresión. Y que para que sirve la cárcel y el despido que van a sufrir amigos cuando dentro de unos años se verá como si un productor fascista necesita a un escritor rojo para salvar una película, sin ninguna duda le contratará y quedarán sus mujeres. Y se reunirán. ¿Y para qué habrá servido tanta lucha y sufrimiento? Pero Katie no comprende. Siempre hay que luchar, por principios. 

Y no, no, no rompen porque Hubbell se haya ido una noche con la niña bien con la quizá, si Katie no hubiera pasado por ahí, habría terminado unido por los siglos de los siglos. No, no, no rompen por ello. Katie deja vía libre porque sabe que ella no está donde debe estar, donde ella se siente completa, siempre luchando y guerreando, porque no quiere dejar de luchar por lo que cree, aunque siempre pierda. Y Hubbell la quiere y admira, y sólo ella conoce lo que hay detrás de la sonrisa, pero él no quiere ser un escritor intelectual que se mete entre páginas de una novela en París. No quiere ser el príncipe que ella pretende que sea. Él ve la vida con un realismo que no le deja espacio para la batalla y confrontación continúa. Él quiere apasionarse con su trabajo y que cuando le dejen un hueco, pueda sonreír. 

Katie le dice; quiero, quiero que nos queramos. Y lo desean con todas sus fuerzas pero no pueden. Ella sabe que la compañera subversiva debe retirarse para que él se realice en lo que realmente quiere y sueña. Él sabe que debe salir de escena para que su compañera siga gritando a gusto, y se sienta libre, y no aprisionada que es lo que la espera si siguen juntos. Los chivatos y las brujas ayudan a la separación. El clima de miedo en el país también. Hubbell le dice a Katie que a aquel compañero enclenque de gafas, Frankie, le ha podido el miedo y la ha denunciado. Y ella ve como se convierte en una amenaza para la carrera del ser que ama. De mutuo acuerdo se separan…, hasta que nazca el bebé. 

Pasan los años. 

Katie y Hubbell se encuentran de nuevo. Cada uno con la vida que quieren. Cada uno con sus heridas. Pero que coño, se miran, y joder cómo se quieren. Pero cada uno sigue su camino. 

Tal como éramos. Te he contado la historia completa, sin cortes ni tijeras.

Recuerdos cinéfilos de Marcello Mastroianni

 «Recuerdo a Clark Gable muy  joven, en blanco y negro, de espaldas; luego se vuelve y sonríe… así. Un tunante irresistiblemente simpático. ¿Qué película era? Quizá Sucedió una noche

«Recuerdo que Fellini me llamaba Snaporaz.»

«Recuerdo la agilidad tan elegante de Fred Astaire.»

 «Recuerdo que fui por primera vez al cine en Turín. Vi Ben Hur, con Ramon Novarro. Tenía seis años.»

«Recuerdo las películas cómicas de Charlot.»

«Recuerdo a Greta Garbo mirándome los zapatos y diciendo: Italian shoes

«Recuerdo el silencio que se hizo en el restaurante Chez Maxim’s cuando apareció Gary Cooper vestido con un esmoquin blanco.»

«Recuerdo a Marilyn Monroe.»

                                                                                                   Extractos de Sí, ya me acuerdo. Memorias (De viva voz. Ediciones B, 1997)

Ayer, hoy y mañana (Ieri, oggi e domani, 1963) de Vittorio de Sica

A veces te apetece pasar un buen momento. Un rato grato. Ver buenas historias e interpretaciones. Y eso me pasó ayer al volver a ver Ayer, hoy y mañana de Vittorio de Sica (¡qué maestro!). No es de sus grandísimas película pero si algo grato y fresco de ver. Sigue la estela de cine italiano de ofrecer en una misma película varios episodios, a veces, dirigidos por el mismo director. Otras veces, cada episodio dirigido por distintos autores. Aquí, en esta película en concreto los tres episodios que la componen son dirigidos por De Sica e interpretados por la pareja de oro del cine italiano: Sophia Loren y Marcelo Mastroianni (grande entre los grandes). Donde está el cambio es en los guionistas. La primera y tercera historia son de argumentos originales (algo muy común en el cine italiano sobre todo a partir del neorrealismo) y una adaptación de una obra de Alberto Moravia. La primero historia es obra de Eduardo de Filippo y el guión es de él mismo junto a Isabella Quarantotti. La segunda historia es una adaptación de Alberto Moravia y la ejecución del guión se debe a Cesare Zavattini, Bella Billa y Lorenza Zanuso, y por último, la tercera historia y el guión son de Cesar Zavattini.

Por meterla en alguna corriente diríamos que puede formar parte de la famosa comedia a la italiana. Movimiento famosísimo en los años sesenta y que evoluciona del neorrealismo. Una comedia realista y costumbrista…, a la italiana, nunca mejor dicho.Las historias reciben el nombre de tres mujeres, las tres mujeres protagonistas, y cada una transcurre en una ciudad italiana. Adelina se sitúa en Nápoles. Anna ocurre en Milán y Mara en un ático de Roma.

Las tres historias poseen encanto y sobre todo unas interpretaciones frescas y encantadoras (es el adjetivo adecuado, os lo aseguro) de Sophia Loren y Marcelo Mastroianni que logran en cada uno de los episodios dar vida a tres personajes absolutamente diferentes unos de otros.

Cada historia tiene sus encantos. Aciertos. La más costumbrista y, quizá, neorrealista —pero ese neorrealismo que se fue decantando por la comedia— es la primera, Adelina. El argumento transcurre en una humilde calle de Nápoles y no cuenta las vicisitudes de Adelina y Carmine, un matrimonio napolitano. Él, en el paro; ella, dedicada a la venta del tabaco clandestino. Debido a la actividad irregular de Adelina tiene una multa que si no es pagada tendrá que acudir a prisión. Un abogado pone en conocimiento del joven matrimonio que si ella está embarazada y en periodo de lactancia no pueden enviarla a la cárcel. Adelina lo tiene claro a hijo por año y así evita la cárcel. Carmine ayuda en lo que puede pero cada vez está más y más agotado…, ella cada vez más hermosa…También, la película pone en evidencia la solidaridad en el barrio ante los problemas de la pareja. Un lindo cuento con final feliz. Sophia Loren es una napolitana de armas tomar, popular, como los primeros papeles que la llevaron a la fama. Y Marcelo un buen tipo, humilde y pícaro, con mucho encanto.

La más seria y con humor más cínico le corresponde a Anna. La historia nos traslada a Milán y todo ocurre en un corto lapso de tiempo. En un viaje en rolls royce que emprenden una millonaria cansada de la vida junto a su ocupado marido y su amante, un hombre de clase media que se llama Renzo. Ella no cesa de decir que le ama, que le ha cambiado la manera de pensar, que le gustaría huir a su lado del vacío y monotonía de su vida. Él no lo ve muy claro. Todo cambia radical e irónicamente a raiz de un pequeño accidente. La Loren es una mujer frívola, elegante y sofisticada y Marcelo realiza una composición de galán desencantado tipo Dolce vita.

La historia más tierna ocurre en un ático de Roma. La Loren es la sensual y atractiva prostituta de lujo, Mara. Marcelo, magnífico como comediante en su ridículo y tierno papel de niño de papá con cargo político absolutamente enloquecido por la belleza y personalidad de Mara. Ambos están divertidísimos en comedia de buenos sentimientos. Mara enamora locamente a un joven seminarista, un buen y hermoso chico que duda de su vocación ante la belleza terrenal de la vecina. Los abuelos del seminarista, deseperados, al ver como su nieto pierde la cabeza e incluso quiere abandonar la carrera del sacerdocio, piden ayuda a Mara. Y ella, tierna y de buen corazón, quita, con dulzura, las ilusiones del joven y le anima a que siga su carrera hacia el sacerdocio. Incluso realiza un voto de castidad durante una semana si el muchacho toma el bus al seminario…, con las consecuencias que esto tiene en un desesperado y enamorado Marcelo. En este episodio se encuenta un famoso e inocente streap tease de Sophia, siempre bella.

En su momento esta película alcanzó mucha popularidad y obtuvo el oscar a mejor película extranjera. Lo dicho, todavía se disfruta. Sobre todo gracias a Sophia y Marcelo. Dos grandes.

Las que tengo que ver y las que vendrán

Ahora tengo en pantalla y aún no he ido a visitarlas, varias películas. Siempre encontraré tiempo para ir a una sala oscura con pantalla blanca y que de pronto me cuente historias.

Red de Mentiras de Ridley Scott.

Yo a él le sigo dando una y otra oportunidad. A Leonardo DiCaprio y Rusell Crowe, también.

Appaloosa de Ed Harris

Para ver si el cine del oeste ha muerto o sigue resucitando de vez en cuando. Sólo por Viggo y Ed, quizá merezca la pena…, ah, por ahí está también Irons.

Gomorra de Mateo Garrone

Napoles y la Camorra…, algo muy diferente al cine de Padrinos y mafias que estamos acostumbrados a ver.

Happy: un cuento sobre la felicidad de Mike Leigh

Parece ser que Leigh se pone optimista o presenta a un personaje optimista. Sé que no quiero perdermelo.

 Y ahora las que pronto vendrán y como ya he repetido no pienso perderme:

Blindness de Fernando Meirelles

Acabo de cerrar las páginas de Ensayo sobre la ceguera y me he quedado…, no sé explicarlo.

Meirelles me gusta.

Y pienso que la mujer del doctor no podía tener otro rostro que el de Julianne Moore.

Australia de Baz Luhrmann

El cine también está para emocionarse, enamorarse, soñar y aventurarse y eso creo que es lo que va a traer la nueva película del barroco Luhrmann (sí, sí barroco hasta la médula pero a mí me gusta).

Revolutionary Road de Sam Mendes

Hace poco también terminé de leerme la novela de Richar Yates y me quede sin respiración. Es de las últimas novelas que más he disfrutado. Y vuelvo a repetirlo como ya dije en reciente post, los Wheeler son Leonardo DiCaprio y Kate Winslet y la verdad es que son ellos.

El trailer ya promete…

Petición cinematográfica

A quien deba leerlo.

A veces, ya sólo es posible ver ciertas obras cinematográficas si a alguien se le ocurre sacarlas en DVD.

Sin embargo, todavía queda mucho camino por andar.

A veces, se ven rarezas clásicas que, de pronto, a alguien se le ocurre editarlas.

Y otras se quedan en el olvido.

Mi petición es un deseo.

¡¡¡Por favor que alguien saque en DVD La comedia de la vida (20th Century, 1934) de Howard Hawks!!!

Y las razones son varias: porque junto a Sucedió una noche son los precedentes de ese género maravilloso y glorioso que es la screwball comedy.

Porque es de uno de los grandes entre los grandes, Hawks.

Porque ahí Carole Lombard (¡maldito accidente que nos la dejó disfrutar tan poco!) empezó a brillar como comediante para dejarnos joyas como Al servicio de las damas o Ser o no ser.

Porque nos encontramos a un John Barrymore como protagonista en papel genial cuando todavía el alcohol no le minó para el cine.

Porque es una película de risa sobre artistas y sobre te quiero y no te quiero o de ni contigo ni sin ti.

Porque gran parte transcurre en un tren…, y ya sabemos lo bien que funciona la fórmula.

Porque sus guionistas son Ben Hecht y Charles MacArthur y son grandes. Ya sabéis que ellos me dieron la vida y a ellos debo mi inmortalidad.

Porque…

Natalie Wood

Natalie Wood pasó de niña a adulta en el mundo del celuloide. Todo el mundo la vio crecer. Bella, de sonrisa mágica, y ojos enormes su historia terminó en drama. El hombre de su vida fue un Robert Wagner con el que se casó dos veces, se amaban y se odiaban.  Se odiaban y se amaban. 

Wood murió de la manera que más miedo la daba, ahogada, a los 43 años de edad. Se encontraba en su barco The Splendor junto a Wagner y el amigo de ambos, Walken, y por accidente acabó en el agua donde encontró la muerte. 

Natalie tuvo una carrera irregular, a veces no eligió bien sus papeles y fue desaprovechada…, pero, sobre todo tres papeles le han dado la inmortalidad y un hueco en el Olimpo de los actores. A la Wood no se la olvida. 

De niña protagonizó varias películas que la convirtieron en popular. Como siempre en estos casos de niños prodigios detrás había una madre que empujaba y con ambición respecto la carrera de su hija. De su periodo infantil podemos rescatar dos: De ilusión también se vive (1947), un clásico navideño, y su presencia en una historia de amor original e inolvidable, El fantasma y la señora Muir, del mismo año. 

Ya adolescente consigue uno de los papeles inolvidables y forma parte del elenco de un western mítico de John Ford. Nicholas Ray para hacer su película sobre jóvenes ricos que son rebeldes sin causa se rodea de un elenco de actores inolvidables: James Dean, Sal Mineo y la propia Natalie Wood, por ahí, también está un jovencísimo Dennis Hopper. Una película premonitoria pues los tres jóvenes protagonistas murieron trágicamente. Cuentan las leyendas cinematográficas, y existen fotografías que lo corroboran, que surgió una fuerte relación entre los tres jóvenes y entre los tres jóvenes y su director. No hace falta decir que estoy hablando de Rebelde sin causa. Corría el año 1955 y Wood borda su papel de adolescente perdida y sin cariño que encuentra el amor en Dean. Sus escenas con el pintalabios, o cuando agita el pañuelo para que empiece una dramática carrera automovilística o su escena de amor en piscina abandonada forman parte de la memoria cinéfila de muchos espectadores. 

Al año siguiente aparece como la joven blanca secuestrada de niña por una tribu india que la cría entre los suyos y que olvida su pasado. Su búsqueda es el tema principal de Centauros del desierto de John Ford. 

Pero sin duda su año, el año que sube a los altares, el año que alcanza la gloria es 1961 por dos papeles que van irremediablemente unidos a la figura de Natalie Wood. Uno de los primeros musicales innovadores y modernos, West Side Story, como la joven puertorriqueña María. Romeo y Julieta en Nueva York.  Su retrato de María es dulce y trágico. Wood se llevó una desilusión porque a pesar de la popularidad de la película, ella quería que las canciones hubieran aparecido con su voz original, pero finalmente decidieron doblarla. 

Y uno de los más tristes retratos de la Depresión en la figura de dos jóvenes que nunca pueden culminar su historia de amor y que tiene trágicas consecuencias para ambos, Esplendor en la Hierba de Elia Kazan, donde Natalie Wood es la sensible Dennie Loomis. Él era Warren Beatty y sin duda fueron una de las parejas más hermosas y trágicas de los años sesenta. 

Y aquí comenzó el declive. Nunca volvió a brillar con la misma intensidad que este año. Quizá se deba a una mala elección de papeles. Cierto es que muchas de las películas que protagonizó después de esta fecha no han tenido una buena distribución. 

Sólo mencionaremos algunas.  Primero, una que aún no he visto pero que es mítica por emparejarse con otra estrella del momento, Steve Mcqueen y crear una pareja con química en comedia dramática, Amores con un extraño (1963). Los fotogramas indican que es una película que merece la pena rescatar. 

En los dos años siguientes decidió decantar su carrera en el camino de la comedia disparatada con Richard Quine y Blake Edwards. Así se convierte en comediante en La pícara soltera (1964) y en La carrera del siglo (1965). 

En dos películas es la protagonista junto al galán del momento el rubio Robert Redford y ambos son los personajes de dos dramas que tienen elementos que merecen la pena pero que no llegaron a cuajar: La rebelde (1965) y Propiedad condenada (1966). 

Su último éxito de taquilla se rodó en 1969, una película que fue la sensación del momento por tratar de manera divertida el intercambio de pareja que reflejaba la revolución sexual de toda una generación, Bob, Carol, Ted y Alice. 

Natalie Wood pronto se convierte en una has been y va protagonizando películas de ciencia ficción que han caído en el olvido, Meteoro en los setenta junto a Sean Connery y la película que estaba rodando cuando murió, Proyecto Brainstorm (1983) que rodaba junto a Christopher Walken. 

Los cinéfilos siempre recordaremos esa sonrisa especial que la hizo irrepetible… porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo.

Diccionario cinematográfico (83)

Sugar: rubia despampanante con ojos tristes, que guarda una petaca de whisky en la liga para ahogar sus penas. De andares sensuales, canta con voz celestial tristes canciones de amor y toca el ukalele. A veces parece la chica más alegre de la fiesta, pero su corazón siempre se lo rompen músicos de jazz que no dudan en dejarla tirada y llevarse sus pocos ahorros. Ella es ingenua e insegura pero siempre tiene fe en volver a enamorarse, en encontrar a alguien que la quiera. Entrega su corazón a toda persona que le aporte cariño. Sugar encuentra dos buenas amigas, Daphne y Josephine, las nuevas componentes de su grupo musical y las cuenta sus penas de amor. Las cuenta que ahora se niega totalmente a que otro hombre la haga daño o la engañe y que va en busca de millonario que la haga vivir una vida cómoda y feliz, sin penalidades. De pronto, aparece un joven y tímido millonario con gafas de concha, y ella cae a sus pies, porque es tan galante y educado. Es tímido y se siente incapaz de que alguien le ame. Ella hará todo lo posible por curarle su dolencia. Y le reparte besos y besos con cariño y sensualidad. El millonario con gafas de concha no es otro que Josephine. Sus nuevas amigas son dos músicos de jazz disfrazados de mujeres a quienes les persiguen los mafiosos. Sugar se sabe de nuevo engañada y enamorada de otro músico que sin duda la romperá el corazón, pero no duda en seguirle…, de nuevo está enamorada. Quizá por un tiempo deje de darle a la petaca. Nunca se sabe.

Dublineses. Los muertos (The dead, 1987) de John Huston

Ochenta años, enfermo y en silla de ruedas. Huston, sin duda, sabía que se acercaba el final del camino. El director aventurero, desenfrenado y desencantado, de vuelta de todo, tuvo la oportunidad de dejar testamento cinematográfico.

Pausado, tranquilo, rodó una fiel adaptación de uno de los cuentos, el último, de Dublineses de James Joyce, Los muertos. Una emoción contenida y una reflexión sobre como acabaremos siendo, irremediablemente, sombras, irremediablemente presentes entre un mundo de vivos, ¿muertos?

Una triste reflexión sobre qué es mejor si morir, cuando no te lo esperas, joven, y con toda la energía y vivir a través del recuerdo. De una imagen que nunca envejece. O si tristemente ir apagándose hasta ser una sombra de lo que se fue. Y apagarse, envejecido. Solo.

Una reflexión sobre el sentido de la vida, sobre la muerte y el amor, sobre los ausentes, sobre las emociones que nos puede despertar una simple canción o palabra. Sobre los sentimientos.Como el relato, la película recrea una cena navideña en casa de las ancianas tías Julia y Kate y su sobrina Mary Jane en el Dublín de principios del siglo XX. Con todo detalle se nos cuenta cómo transcurre esa fiesta, los momentos, los diálogos…, y luego la vuelta al hotel de dos de los invitados, el otro sobrino, Gabriel y su esposa Gretta.

Una película serena, como el relato, donde no ocurren grandes sucesos o acciones. Lo importante son los sentimientos que remueve. El subfondo. Como una canción La joven de Aughrim revuelve los recuerdos de Gretta y cómo luego en el hotel confiesa a su marido la historia de un amor adolescente, del joven Michael Furey, que con diecisiete años, desafió a la muerte por amor a Gretta…, y murió. Esto también remueve al propio Gabriel que reflexiona sobre la muerte y el amor, sobre el significado de su vida y de la de sus seres queridos, que reflexiona sobre su historia vivida junto a Gretta. Todo contenido pero intenso.

La película discurre elegante y recrea una cena de principios de siglo XX en Dublín. La llegada de los invitados, los bailes, los poemas recitados, la canción cantada por una anciana tía Julia que recorre todos los recovecos y rincones de la casa, que recuerda a los ausentes; el banquete, el discurso, las conversaciones, las risas,  los momentos divertidos, la bebida, los momentos tensos, todo envuelto en las exquisitas buenas formas, que nunca se pierden aunque en muchos momentos se está a punto, sobre todo cuando aparecen en escena temas polémicos que nunca llegan a estallar. Recordando momentos pasados y menos futuros. El tiempo congelado en la casa de Julia y Kate, guardianas de las formas, del pasado musical de Dublín, de la exquisita educación y de la cortesía irlandesa, guardianas perfectas de los ausentes.

Uno de los invitados, un tenor engreído, protagoniza la canción final que paraliza y conmueve a la bella Gretta (interpretada por Angelica Huston) que confiesa a su marido su primer amor. La letra le recuerda un acontecimiento del pasado que la dejó marcada para siempre.

Oh, la lluvia cae sobre mi pesado pelo

Y el rocío moja la piel de mi cara,

Mi hijo yace aterido de frío… 

John Huston, el aventurero, el que siempre había realizado retratos de perdedores o intrigas con nervio o aventuras llenas de vida…, se despide con un hermoso y sentido relato cinematográfico. Que debe verse con calma mucha calma, y con la emoción siempre a punto de surgir…

El cine negro en 100 películas de Antonio Santamarina (Cine y comunicación. Alianza Editorial)

Maravilloso e interesante libro sobre cine negro, realizado con cuidado, profesionalidad y cariño por su autor. Se nota en los agradecimientos, en el prólogo y en cada uno de los textos. 

No sólo son cien películas es la historia de un género, que como bien explica Santamarina es difícil de definir y delimitar. Dos cosas me llenan de satisfacción, la cantidad de obras que me quedan por ver y la satisfacción que me da leer sobre las que ya he visto (algunas de ellas me fascinan). 

Una selección también muy bien pensada para poder ver la evolución del género (desde el cine mudo hasta 1997. Y sobre todo un montón de datos e información para seguir indagando y descubriendo. 

El libro muestra la variedad de registros, la riqueza de los personajes y tramas en el cine negro. También, nos deja intuir los grandes directores de este género así como los actores y actrices que poblaron las secuencias. 

Si el libro se lee cronológicamente se termina teniendo una visión perfecta de la evolución del cine negro. Pero después puede leerse, como guía, tan sólo fijándote en el texto de la película que te interesa en un momento dado. 

Dentro del cine negro podemos incluir varios tipos de tramas: las películas de gangsters, las películas de género carcelario, las películas de investigaciones policiales, las películas con detectives —algunos de ellos literarios y famosos ya en la novela negra—, las películas de delincuentes o sobre parejas de delincuentes que huyen de la justicia, las películas de tipos normales que de pronto se ven envueltos en intrigas criminales… 

Todo un mundo poblado de ciertas claves y personajes. El destino presente en muchas de estas obras, la fina línea entre estar a un lado de la ley o a otro, la corrupción y el engaño, las luces y las sombras, los detectives de vuelta de todo, los policías honestos, los corruptos, el gangster brutal y cruel, el hombre que cae en la delincuencia por las circunstancias que le rodean, las mujeres fatales que arrastran al asesinato o las que arrastran a las rejas al ser amado, el mundo soñado por los que huyen (siempre cercano a México), la presencia de la ciudad, de los bares, de las calles oscuras, el mundo pugilístico, el de las apuestas, el alcohol, las drogas… 

El cine negro en 100 películas también habla de las rarezas, de las especiales, de las que son fruto de la época en las que fueron rodadas, de las obras maestras, de las imperfectas pero que sin embargo aportaron algo al género… 

Y sobre todo es un paseo por un mundo cinematográfico fascinante. 

El paseo 

Una reunión con Edward G. Robinson, James Cagney y Paul Muni me dejó con un pomelo en la cara, con veinte disparos en el costado mientras comían un sándwich y mirando por última vez el cartel de “El mundo es nuestro”. 

Después, paseé con el desencanto de Humprey Bogart que buscaba un último refugio en lo alto de la montaña. Sin salida. Por el camino le pararon Silvia Sydney y Henry Fonda para decirle que sólo se vive una vez. Que ellos lo saben bien. Sin embargo, seguían ilusionados por alcanzar México y dejar atrás el destino. 

El detective con cara de Dana Andrews no deja de mirar el cuadro de una mujer asesinada —me temo que se está enamorando— y yo me pregunto cómo le diré al oído a John Garfield que Lana Turner no va a poder hacerle feliz. Sam Spader a lo Bogart me parece el más duro entre los duros cuando entrega a la mujer fatal, a la mujer de su vida, a la policía. Otros las matan, que se lo digan a Dan Duryea. 

Se me parte el alma con el destino del Sueco o del agente de seguros que cae en la perdición. O con un Robert Mitchum que tiene la desgracia de cruzarse con una mujer con cara de ángel. 

Pero no se crean a veces entiendo a esas mujeres que sobreviven con miradas a lo Gloria Grahame, Angie Dickinson o Ida Lupino. Esas que son condenadas desde el momento en que aparecen. Sólo una palabra suya bastará para descalabrar planes, cambiar destinos, encontrar castigo…, o salirse con la suya. ¡¡¡Ay, la supervivencia!!! 

A veces me cojo el coche y me doy un paseo y escucho los sueños de Carlito Brigante o de un Noodles perdido en un mundo moderno que ya no comprende. 

A veces le pido al Padrino que me deje a su gato para acariciarlo y temo el día que me invita a boda o bautizo porque después vienen los funerales. 

El paseo no acaba…

Y Antonio Santamarina ofrece múltiples posibilidades. Ya saben sólo tienen que leerlo y también descubrir y poder ver las películas que aún no conoce.

Las reglas de oro para una comedia de éxito

Decía Preston Sturges:

«Una chica bonita es mejor que una fea.

Una pierna, mejor que un brazo.

Un dormitorio, mejor que una sala de estar.

Una llegada, mejor que una partida.

Un nacimiento, mejor que una muerte.

Una persecución, mejor que una charla.

Un perro, mejor que un paisaje.

Un gatito, mejor que un perro.

Un bebé, mejor que un gatito.

Un beso, mejor que un bebé.

Y una buena caída, mejor que ninguna otra cosa.»

Que lo de las caídas se lo pregunten a Henry Fonda, en las Tres noches de Eva o Edward Arnold y Ray Milland en Una chica afortunada.

Que lo de las chicas más que guapas, interesantes y alocadas se lo digan a Claudette Colbert, Veronika Lake, Jean Arthur o Barbara Stanwyck…

Persecuciones todas las que queráis y más. Sólo hay que ver sus películas.

Y, un beso, ay, un beso, siempre de colofón final para historias de amantes alocados y divertidos. Y al final, su carcajada.