Por un 2009 de cine

Queridos cinéfilos:

Por un 2009 de cine.

Porque seguiremos riendo y llorando ante la pantalla.

Porque descubriremos nuevos mundos y culturas.

Porque disfrutaremos de nuevos rostros y querremos a los de siempre.

Porque nos enamoraremos, enfadaremos, cantaremos, reiremos… en la sala de cine y en la vida misma.

Porque no perderemos la capacidad de conocer nuevas historias o la capacidad de emocionarnos.

Porque cuidaremos día a día nuestra pasión por el cine, un motivo para ver un nuevo día con alegría.

Porque nunca perderemos la capacidad de desear, de vivir momentos felices, de intentar quedarnos con lo mejor que la vida ofrece…

Porque en el 2009, el cine seguirá ahí, y un montón de nuevas historias nos esperan…

Empecemos un año de película…, de comedia a ser posible con gotas de romanticismo e idealismo.

Australia

Esperaba mucho más de Australia. Como he dicho en otras ocasiones el barroquismo de Baz Luhrmann me entusiasmó en Romeo y Julieta o en ese cuento maravilloso que es Moulin Rouge. Pero en Australia de nada vale. 

Luhrmann sigue con sus exageraciones y sus eclécticas puestas en escena. Con sus escenografías inventadas y sus mundos propios. Con sus homenajes continuos a otras historias u otras películas. Pero el género épico se le fue. No llega. 

Uno de los grandes errores de Australia es que no se sustenta en un buen guión. El contador de relatos donde la fantasía y la magia lo llena todo, contó con Shakespeare y no le falló en Romeo y Julieta. En Moulin Rouge mezcló la magia de la dama de las camelias, el amor bohemio y una serie de canciones que no podían dar otro resultado que esa extraña joya en bruto…, pero Australia no ha dado la emoción y el fruto redondo de grandes películas épicas a lo Scarlata O’Hara, las minas del rey salomón o incluso a lo Memorias de África. La mezcla de géneros no ha resultado. Y ni siquiera el maravilloso homenaje a El mago de Oz logra dar continuidad a una película entretenida pero olvidable. 

Ha mezclado tantos personajes, épicas y situaciones que el espectador no sabe a qué atender, ¿a la historia del ganado, a los amores de los protagonistas, a la generación robada, a la segunda guerra mundial, al choque de civilizaciones…? Por otra parte el tono no llega a encontrarlo, los personajes de Nicole y Hugh pasan por distintos estados: son vistos por los ojos del niño mestizo como personajes de cuento lejano, los vemos también como caricaturas de las películas épicas o de pronto se convierten en personajes románticos y dramáticos…, ¿cómo son?¿con quiénes nos quedamos? Tampoco atrae en exceso el malo malísimo y la trama familiar o el conflicto de las reses que además queda algo confusa. 

Y creo que es porque no logra encontrar el punto de vista. ¿Es una historia que cuenta el niño mestizo y que forma parte de la cultura oral de su pueblo?¿Es una caricatura?¿O es un romance épico de amor más fuerte que todos los obstáculos? 

Los personajes principales, la aristócrata Nicole Kidman (Dios mío, que necesidad tenía de destrozarse la cara siendo bella entre las bellas, qué se ha hecho) y el vaquero Hugh Jackman (sí, lo reconozco la película me entretuvo bastante gracias a su presencia. Esa ducha exagerada con cubo de agua y cuerpo supersónico te deja KO) podían haber tenido mucha más química y sus escenas de amor más inolvidables. Pero su historia y enamoramiento está contada a trompicones. Al igual que la amistad de Hugh con su hermano nativo, no llega a emocionar. O la relación del niño mestizo tanto con Nicole y Hugh como con su abuelo nativo, el rey Jorge… No las sientes. No están bien construidas. Stuart Beattie y Baz Luhrmann que firman la historia quizá no se la crean del todo y eso es lo que transmiten. O bien no la tenían muy clara y así ha quedado…, podía haber sido un buen ejercicio pero… 

Sin embargo, a su favor, he de decir que entretiene. Cuenta con buenas escenas (que me recordaban a ese Luhrmann con el que disfruto y al que defiendo) y a pesar de su larga duración no sueltas un bostezo. Sin embargo, es de ese cine de usar y tirar, lo ves, lo disfrutas mientras lo estás viendo y después tranquilamente lo olvidas, sin problema alguno. 

A pesar de no haberme llenado del todo, espero próximo estreno de Baz Luhrmann…, seguiré esperando algo de emoción y barroquismo.

Silkwood (Silkwood, 1983) de Mike Nichols

Agradable sorpresa me llevé ayer al ver Silkwood, una película del niño terrible de los sesenta, Nichols, que empezó su carrera con joyas impactantes como ¿Quién teme a Virginia Woolf?, El graduado o Trampa 22. El director siguió con esta película la estela de inestimables producciones de los años setenta que apostaban por un cine realista, protesta y crítico con la realidad estadounidense.

Esta vez se enfrenta a un hecho real de una trabajadora en una planta nuclear cuya muerte en un supuesto accidente de coche en 1974 nunca quedó aclarada y que curiosamente fue antes de que concediera una entrevista a un periodista del New York Times donde iba a denunciar a su empresa de saltarse importantes normas de seguridad para los trabajadores y concernientes a la salud de los empleados.

Me encantó la forma en que estaba narrada, montada, la fotografía, el guión, la banda sonora y la labor de sus intérpretes. Una superlativa Meryl Streep, una magnífica Cher y un sorprendente Kurt Russell (que en esta película deja su rol de héroe de acción o de comedia y sorprende como un trabajador y hombre sensible).

Silkwood se mete de lleno en la vida cotidiana de los protagonistas y en la progresiva toma de conciencia de Karen así como sus continuos estados emocionales y los de las personas más cercanas a ella. Narra sus relaciones con sus compañeros de trabajo, con su amante, con su amiga lesbiana (Cher), su vida como madre separada (cuyos hijos están con su ex marido)…

Es una película realista y no cae en sentimentalismo o escenas grandilocuentes donde la heroína se luce en cada escena o donde hay malos malísimos. Es una película de emoción intensa pero reposada, tranquila, como la vida misma. Llena de bellas imágenes y escenas memorables que trata un tema aún hoy vigente como es la seguridad de los trabajadores en las empresas de trabajo.

Silkwood toma partido por la trabajadora Karen y se decanta e interpreta que su muerte no fue accidental sino posiblemente provocada porque no convenía que Karen siguiera hablando apoyada por el sindicato de trabajadores (relativamente, claro está, porque el tema que va descubriendo es espinoso y va sufriendo el rechazo de sus compañeros por miedo al paro y las represalias). Pero todo de manera pausada y real, sin estridencias. Y Meryl está fantástica como una Karen con subidas y bajadas emocionales como un tobogán, que ama, se decepciona, lucha, se hunde, se levanta, llora, ríe, se asusta, se siente sola, a veces fuerte otras débil pero nunca deja de luchar.

La última y trágica secuencia es todo un alarde de narración cinematográfica (para mí). Me entusiasmó cómo cuenta los últimos momentos de Karen con la voz de Joan Baez de fondo. Impresionante.

Nichols, los intérpretes, las guionistas Nora Ephron y Alice Arlen, el director de fotografía (Miroslav Ondricek, habitual de las películas de Forman como Hair, Amadeus o Valmont) así como el compositor Georges Delerue (que compuso tantas y tantas bandas sonoras de películas de Truffaut) dejan una obra que merece la pena pero…triste, triste, triste…

Entre Apocalypto y Con faldas y a lo loco

La jornada de ayer además de dormir, comer con seres queridos, acabe mi día navideño con una sesión doble de cine. Mi hermano pequeño, que mucho le gusta el cine a él también, me llevaba recomendando desde hace tiempo la última de Gibson, y yo que no es santo de mi devoción (Dios mío, como se me pega este lenguaje digno de estas fechas) pues la iba dando largas, sobre todo porque no me gustó absolutamente nada La pasión de Cristo y me parece exagerada en exceso Braveheart (y eso que yo con los barroquismos de determinados directores y géneros disfruto de lo lindo).

Pues bueno, me dije, veamos Apocalypto y he de decir que me mantuvo en tensión durante toda la película. La persecución funciona. Ni un respiro. Es una buena película de aventuras sobre cómo un hombre trata de escapar de un grupo de bestias (que ojalá nunca me los encontrara) para salvar a su mujer embarazada y a su hijo que los ha dejado en una especie de hoyo profundo para salvarles del saqueo. Así la vi yo, como película de aventuras, no hagamos análisis sobre el mundo maya representado que no sé yo, no sé yo…

Y después consideré que me apetecía un clásico de los que nunca fallan y mira por donde que volví de nuevo con Botines, Charlie mondadientes, Osgood… Josephine, Dafne, Sugar…, es decir, volví a sumergirme en risas y risas en Con faldas y a lo loco. La decepción es imposible. Yo sigo llorando de la risa con ese tango nocturno, con esos besos eternos para quitar la impotencia de un millonario con gafas o moqueando por la ternura de una Sugar que se siente boba porque todos los hombres la rompen un poco el corazón.

Hablando de barroquismos, hoy me voy a ver Australia. Tengo barroquismo asegurado. Pero fijense ustedes creo que me va a gustar…

Hildy os desea una Navidad de cine

Queridos todos: ¡¡¡Felices fiestas!!!

Pasarlo bien este 24 por la noche y disfrutarlo como un momento de felicidad o una oportunidad para estar junto a alguien querido.

Espero que todos esteis bien y ante la siempre horrible oferta televisiva (al menos para mí) siempre queda disfrutar de una buena película. Incluso aquellos que por circunstancias no puedan pasar estas Navidades junto a los suyos o prefiera pasarla en soledad…, siempre puede estar acompañado de personajes cinematográficos o disfrutar de una buena historia en imágenes. Lo importante es pasar un buen momento.

Os dejo junto a los personajes de ¡Qué bello es vivir!, esa fábula maravillosa y bien contada que nombro muchas veces. Que habla de lo importantes que somos cada uno de nosotros (aunque no nos demos cuenta) para todos los que nos rodean en el día a día. Incluso para aquellos que no nos dan muchas alegrías. Lo que importan los pequeños actos cotidianos. Lo que importa establecer relaciones cordiales con la gente que forma parte de nuestra vida.

Algo similar es lo que podemos sentir en Atrapado en el tiempo (sí, el famoso día de la marmota). De nosotros depende que los momentos de nuestras vidas sean especiales o mágicos.

No cerrar los ojos…, otro tipo de realidad, con crítica y también sonrisa es la que nos dejan los personajes de Plácido. Un poco de comedia negra para estas fechas.

O ya os recordé el otro día esa historia de soledades que se unen en unas Navidades cruciales… El Apartamento, esa joya que nos dejó Wilder.

En estas fechas, se generan buenos cuentos. ¿Os acordais del final de Smoke y su cuento de Navidad?

O fechas de tranquilidad y nostalgia. De celebraciones, a veces, algo extrañas…, pero siempre con un detalle a la espera. ¿Qué me dicen de esa joya de Huston, Los muertos?

Y os dejo con una comedia maravillosa, tierna, y que termina en Navidades… El bazar de las sorpresas… No la dejen escapar.

Y lo dicho, a cada uno de vosotros… Felices Fiestas cinéfilas.

Adiós al director de la infancia, Robert Mulligan

Tuvo un talento especial para presentar la infancia y la adolescencia así como la pérdida de la inocencia. Mulligan siempre cuidó al niño que llevaba dentro. Quizá simplemente era un nostálgico. Sus niños son niños. Sus adolescentes, adolescentes. Y eso no es fácil.

Mulligan se fue. Pero Atticus Finch y sus dos hijos siempre estarán ahí. Quizá es un director demasiado marcado por el triunfo de su segunda película, una delicia, Matar a un ruiseñor (1962) que fue una perfecta adaptación de la novela de Harpe Lee. Difícil olvidar el mundo infantil y su reflejo, desde los créditos hasta las últimas escenas. Una obra inolvidable, inmortal.

Mulligan fue uno de esos directores que empezaron en los sesenta y que antes se curtieron en la televisión. Su debut fue en una correcta comedia con Rock Hudson y Gina Lollobrigida, Cuando llegue septiembre (1961) donde los dos protagonistas son más vitales, divertidos y adolescentes que la pandilla de jóvenes a los que se enfrentan (capitaneados por una Sandra Dee, aburrida diosa de la virtud en la ficción y, sin embargo, protagonista de una triste vida nada que ver con sus papeles).

Robert protagonizó una carrera como director irregular pero con buenas obras cinematográficas. Ninguna ha obtenido la popularidad de Matar a un ruiseñor y tampoco en su distribución o pases televisivos. Su obra permanece un poco fuera de circulación. Ahora, puede ser un buen momento para redescubrir a Mulligan.

Su otro éxito memorable fue con una película sobre la nostalgia, la adolescencia, la pérdida de la inocencia y el primer amor: la melancólica Verano del 42 (1971) donde un adolescente se enamora perdidamente de una joven viuda. Una historia nostálgica y una buena banda sonora le llevaron de nuevo a la cumbre.

Sin embargo antes había realizado algunas obras a tener en cuenta (que yo todavía no he podido ver): sus dos películas con Natalie Wood, sobre todo la primera, Amores con un extraño (1963) junto a Steve Mcqueen o La rebelde (1965) o un western distinto (de nuevo volvía a trabajar con Peck) e interesante, La noche de los gigantes (1969). Al año siguiente de Verano del 42, se decantó por una extraña y terrorífica película El otro con dos niños gemelos muy diferentes.

Su última película fue otro canto a la infancia y a la adolescencia y el paso brusco a la madurez en otra nostálgica, bella y tranquila película, Un verano en Louisiana (1991).

Mulligan se ha ido. Como siempre, nos queda su cine. Su infancia, su nostalgia…, y una oportunidad de conocer su obra. No sólo dio vida al bueno de Atticus (y milgracias por ello). Otros personajes esperan que les conozcamos también.  Y eso siempre es una suerte.

Una frase de Bud a Fran (El Apartamento)

«Si estoy encantado… me refiero a la compañía. ¿Sabe lo que hice la Navidad pasada? Comí temprano en el restaurante automático, luego me fui al zoológico, luego vine a casa y tuve que limpiarlo todo… el señor Elchelberger dio una pequeña fiesta aquí. Este año he progresado mucho.»

Fran y Bud pasan juntos la Navidad en el apartamento, cuando ella acaba de recuperarse de su intento de suicidio por un desengaño. Esas Navidades son muy especiales para ambos. Es el momento en que los dos se dan cuenta de muchas cosas. Quizá nunca se enamoren…, pero conectan, son amigos, y no tienen que estar solos. Cenan, hablan, juegan…, sin soledad como compañera de viaje.

Ciudadano Bob Roberts (Bob Roberts, 1993) de Tim Robbins

En su momento empecé una serie con seis post en los que hablaba de los actores detrás de la cámara (repasé las carreras como directores de Warren Beatty, Kennetn Branagh, Kevin Kostner, Paul Newman, Robert Redford y Laurence Olivier). Sin embargo, esta serie se puede ampliar mucho más: Clint Eastwood, Ida Lupino, Ana Mariscal, Sean Penn, Robert de Niro, Charles Laughton (y esa única maravilla que dirigió, cuento tenebroso, La noche del cazador)…, y por ejemplo, Tim Robbins. Él ha dirigido tres películas y un documental que nunca he visto. Me quedaba por ver su ópera prima que es esta película que hoy nos ocupa.

Para mí, por orden de valoración y de gusto personal, dejaría en primer lugar Abajo el telón (1999) que literalmente me entusiasma no sólo por la historia que cuenta, por cómo está rodada y montada, sino también por un montón de interpretaciones memorables. Luego, pondría su ópera prima Ciudadano Bob Roberts llena de aciertos. Y, quizá, en último lugar una película buena —y la más conocida—, la escalofriante Pena de muerte (1995) pero que no me llena tanto como las anteriores.

Ciudadano Bob Roberts entra dentro de ese tipo de películas que hablan sobre el ascenso de poder de un político y sobre las debilidades del sistema democrático así como la facilidad de manipulación de la opinión pública (¿recuerdan El candidato, El político —y su fallido remake Todos los hombres del rey—, Un rostro en la multitud, Bulworth…?).

Tim Robbins emplea la técnica del falso documental y nos presenta a un político de derechas, populista y con carisma que emplea el espectáculo (es cantante de folk) en sus campañas para obtener votos. Él es Bob Roberts que manipula y seduce sin freno. Una película profética que pronto tomó visos de realidad, Robbins intuía y en muchos aspectos no se equivocó.

Muestra un entramado de poder en el que aunque no se quiera muchos están atrapados y otros navegan por esa red como Pedro por su casa tirando siempre hacia su terreno. Y él asciende y asciende a toda costa. Canción tras canción, trampa tras trampa. Con todos los hilos bien atados y un montón de colaboradores a sus pies. Habla sobre las dificultades de ejercer la libertad de prensa aunque hay muchos que tratan de ejercerla (memorables la entrevista con la presentadora afroamericana, la reacción de la productora de un programa de televisión en full time y la labor de investigación y el trágico personaje del periodista con rostro de Giancarlo Esposito…, también se deja ver el cambio que se produce en el periodista que está realizando el documental sobre el candidato). Por otra parte, refleja los complicados entramados y conexiones oscuras entre ejército, CIA, otros candidatos, el congreso, la iglesia, organizaciones sociales… También llama la atención las reacciones de los posibles votantes seducidos por los discursos y canciones demagógicas del conservador rebelde o las de aquellos que están en contra. Toda una campaña, sí señor.

Ciudadano Bob Roberts está lleno de cameos de grandes actores, compañeros de Robbins, no falta su esposa Susan Sarandon pero también podemos ver en pequeños roles a Helen Hunt, James Spader, Peter Gallagher, Alan Rickman…Tim Robbins en todas las películas que dirige muestra su punto de vista y su forma de pensar. Con la cual se puede estar de acuerdo o no pero lo que es indudable es que filma lo que piensa y además lo hace bien. Él es también el autor de los guiones de sus tres películas. Es decir, Robbins emplea absolutamente la libertad de expresión. Y a mí me gusta. ¿A qué espera para presentarnos su cuarta película de ficción?

Capturing the Friedmans (2003) de Andrew Jarecki

Éste es un documental que definiría en una palabra: impactante. Impactante e incómodo. Vaya, ya han salido dos palabras. Jarecki, además, no toma partido, expone. Es el público el que saca conclusiones y eso se agradece pero lo hace más complicado. Y ya va la tercera palabra. 

Un montaje excepcional y una batería de imágenes absolutamente privadas con una serie de entrevistas a gente implicada en el caso. Los Friedmans aportan los vídeos caseros de toda una vida. La diferencia es que esta familia no sólo grababa en 8 mm los momentos felices o en cintas de vídeos (como es habitual) sino que también filman momentos desgarradores y su propia destrucción como familia. Y ver esas imágenes tan personales (aunque las hayan cedido) no deja de crearte una sensación incómoda (y sí la vi entera de pe a pa). 

El documental expone el caso de la familia Friedmans, una familia de clase media alta norteamericana que se descompone y destruye cuando en 1987 el padre y el hijo menor son detenidos por la policía acusados de pederastia. Todo empezó por una investigación policial en la que se detecta que el padre recibe por correo material de pornografía infantil desde Holanda. De ahí pasa a ser acusado por actos de abuso sexual a sus alumnos de informática durante años junto a su hijo pequeño. 

En el interior de la familia, en la que ya había problemas (como en todas las familias), el acontecimiento descompone aún más el núcleo familiar. La madre es apartada definitivamente de la fuerte unión que existe entre los tres hijos varones y el padre. La madre, duda, y el padre y los tres hijos luchan por demostrar su inocencia. Pero si algo es positivo en la exposición de esta historia cruda y verdadera es que no se toma partido por ninguno de los miembros. Y si hay algo tremendamente humano, es que nos presenta lo peor y lo mejor de cada uno de ellos. Eso da miedo. Porque nadie diría en las idílicas imágenes de familia feliz de 8 mm la compleja y disfuncional personalidad del padre. Porque vemos también la difícil personalidad de la madre y sobre todo vemos como influye en la personalidad de cada uno de los hijos (el mayor y el menor. El mediano no quiso participar en el documental lo que afirma como a cada uno le afectan los acontecimientos de distinta manera). También, da miedo porque son tan humanos que por supuesto no vemos los monstruos en los que se convirtieron padre e hijo en los medios de comunicación de la época. 

Y da miedo, porque yo personalmente, uno de los actos que más rechazo me causa y repugnancia es la pederastia. Y las personas que lo practican sin duda hay algo que no les funciona bien en la cabeza. Cuando salen casos en medios de comunicación mi rechazo es pleno hacia las personas que han cometido abusos sexuales con menores. También soy consciente de que son temas tan sumamente delicados que hay que estar totalmente seguro y atar todos los cabos antes de dar un veredicto de culpabilidad.  

Sin embargo, mis sentimientos hacia el padre de los Friedman han sido ambiguos. Por una parte su reconocimiento de pederasta y algunos comportamientos me causaban un rechazo profundo pero por otra parte, había momentos en los que me parecía un pobre hombre con un tremendo problema y que se ve abocado a un juicio que se dispara y le convierten en un monstruo. Por otra parte, él declara que consume productos de pornografía infantil (revistas y fotografías), que ha abusado sexualmente de dos jóvenes durante vacaciones familiares (por esto que confiesa no se le acusaba) y que efectivamente se excita (comportamiento del que no está orgulloso) con menores…, pero tanto él como su hijo se declararon inocentes sobre todos los abusos sexuales de los que se les culparon con los alumnos de las clases de informática.   

Es una clara situación en la que los Friedmans ven atacada su intimidad como familia y se convierten en un centro de atención para un país que los juzga de mil cosas antes de tiempo. Se convierten en una imagen del horror y de degradación y no son tratados como personas. Desde el primer momento se les condena y la opinión pública no oye, escucha ni ve las posibles contradicciones en algunas de las acusaciones o la debilidad de algunas pruebas. Entre los vecinos se forma una especie de histeria colectiva llena de juicios y declaraciones contradictorias. Llama la atención la declaración de un alumno que opina que jamás, jamás vivió ni un asomo de abuso sexual y cómo nunca vio nada y otro (con la cara oculta) que cuenta aberraciones en esas mismas clases. Una investigación policial con grandes fallas y una actuación judicial sin asomo de la presunción de inocencia que se vuelve absolutamente cruda para el menor de los Friedmans que es llevado a la cárcel con 18 años, y que en ningún momento contó con una presunción de inocencia, y que no vio la luz hasta el año 2001. 

¿Qué ocurrió realmente?¿Cuál es la verdad? No, el documental no lo revela pero sí expone todos los elementos que hicieron que fuera más difícil entrever esa verdad o realidad. ¿Existieron realmente esos tremendos abusos sexuales con los alumnos de las clases de informática? Y también el peligro de un juicio popular antes de un juicio legal. Está claro que es documental que hace pensar y reflexionar mucho. Y nunca viene mal. 

Jarecki tardó tres años en completarlo y cuenta que en un principio la idea original del documental era contar la historia de los payasos de cumpleaños de Nueva York…, entonces se cruzó en su camino uno de los payasos más populares, David Friedman (el hermano mayor), que tenía una historia que contar…, y así nació Capturing the Friedmans. 

Escalofriante documental (y va la cuarta palabra) donde se desnuda y disecciona totalmente una familia.