… Tan cansada como Al Pacino

… Tan cansada como Al Pacino en Insomnio o Relaciones confidenciales.

Con pocas horas de sueño. Tan pocas que quizá cuando hoy, por fin, cierre los ojos…, vea correr un conejo blanco que me lleve al país de las maravillas o construya nubes de algodón y coches de cartón como en La ciencia del sueño. O quizá cruce al otro lado del arcoiris y me encuentre con el espantapájaros, el robot de hojalata y el león cobarde.

Con la cabeza tan embotada, que quizá, si escribo un poco más, haga un sinsentido a lo Mulholland Drive o a lo Cube. O a lo Dali en Recuerda.

Y, claro, así creo que no es plan.

… Tan cansada que es de esos días que te echarías a llorar sin razón alguna. Y quisieras, por ejemplo, que hoy te las recogiera o te mirara un Jack Sparrow que dentro de su surrealismo, te quitará cada una de tus lágrimas e hiciera cualquier chorrada para sacarte una sonrisa.

Tumbarte en la cama, sin pensar en nada.

Quizá oír un susurro… ¡¡¡qué duermas bien, mañana será otro día!!! Otro día con las pilas recargadas y la energía de nuevo en tu cuerpo.

Un beso a todos.

Voy a dormir.

Diccionario cinematográfico (89)

Bailes: bailes de dos. Dos cuerpos que se hacen uno. A veces no hace falta una escena de cama para expresar lo erótico. O a veces no hace falta un beso prolongado o unas palabras al oído para llegar a lo más alto del romanticismo. Basta una melodía o una canción, dos personas y un baile. Ya tienes escena. En Noches blancas del maravilloso Visconti cuenta en cada imagen con kilos de poesía cinematográfica pero si hay una escena que llama mi atención que es cuando llega a lo más alto la felicidad de Mario, cuando alberga la esperanza de que terminó su soledad y que Natalia puede ser la mujer de su vida, es la escena del baile en el restaurante oscuro. Primero un rock and roll que los dos se lanzan a bailar sin tener ni idea pero felices, libres, juntos, disfrutando…, después un baile lento, donde se miran y juntan sus caras… donde ambos piensan, de manera efímera, que quizá tengan un futuro, los dos. 

O nos vamos a la maravillosa Ley del silencio de Elia Kazan y quedamos atrapados en esa taberna donde se celebra una boda…, y donde Marlon Brando y Eva Marie Saint encuentran un momento de evasión, diversión y enamoramiento…, que les queda mucho drama por delante. Imposible olvidarme de ese baile del vagamundo Holden con la más bella de la localidad, una Kim Novak que avanza y avanza y ambos bailan juntos, sensuales ante la mirada de todos los habitantes. 

Siempre me parto de risa cuando Jack Lemon transformado en mujer baila un tango con millonario enamorado. ¡El juego que da una rosa en la boca! Y que me dicen de cómo se le acelera el pulso a una Streisand comunista, pero que bebe los vientos por el niño pijo y rubio con cara de Redford de la Universidad, cuando bailan en la fiesta de graduación final. 

Seguimos con Redford, cazador y el que mejor lava el pelo, cuando siempre aprovecha la menor oportunidad para sacar a bailar a una Blixen a la que la brillan los ojos con cara de Meryl Streep. Esos bailes en las bodas y nacimientos de El Padrino que preludian drama y tristes amores. O esa Amapola que suena de fondo que nos descubre a un de Niro que desea y que baila junto al amor de su infancia sabiendo que nunca será suya en esa historia que se llama Érase una vez en América. 

Y esa triste balada rusa, que anticipa el drama y el amor entre el héroe ruso que pronto caerá en desgracia y su amada en esa joya que se llama Quemado por el sol. Los dos bailan al aire libre, sobre un paisaje nevado ante la atenta mirada de su hija pequeña que tararea la canción. Grandes bailes que emocionan como una Scarlet vestida de negro pero con ganas tremendas de divertirse y moverse…, cómo la conoce Rhett Butler que no duda, para escándalo de todos, en sacarla a bailar. O esa Audrey Hepburn, Nastacha en Guerra y Paz, que espera que un bello Mel Ferrer la saque a bailar. Y vaya si baila. Y que me dicen de una Sabrina sofisticada que llega de París para bailar con Bogart o Holden, siempre elegante. 

Cógeme y bailemos. Da igual que sea bajo la luz de la luna… o bajo el resplandeciente sol. Nos quedan muchas pero que muchas escenas.

Momentos inolvidables de Luna de Avellaneda (2004) de Juan José Campanella

Juan José Campanella ama la vida y ama al cine. Cree en las personas y en la comunidad. Cree que pasito a pasito se puede construir algo grande. Es idealista, romántico pero también realista. Prefiere quedarse con todo lo bueno que tiene el ser humano. Profundamente enamorado de los personajes y las historias que plantea. Campanella es el eterno optimista y a pesar de los golpes que da la vida siempre quedan los momentos tiernos al lado de los amigos o de las personas que amas.

Juan José Campanella, entre otras obras suyas, ha realizado una trilogía para verla una y otra vez con su actor fetiche, un siempre fantástico Ricardo Darín: El mismo amor, la misma lluvia; El hijo de la novia y la que hoy nos regala sus momentos inolvidables (que son muchos).Este director argentino sabe de emociones y las maneja como nadie. Sus historias enganchan y siempre sales de su visionado con mucha fuerza y una amplia sonrisa. Los ideales, tal vez, sigan ahí. Sus personajes caen en crisis pero…, siempre hay un escalón para no caer en la desesperanza. Y sobre todo, compañeros, la risa y el humor, dos ingredientes contra el pesimismo y los mundos grises. Ves una película de Campanella y piensas que tal vez nada esté perdido.

Las secuencias: son muchísimas. Muchísimas. Imágenes y diálogos. Con Luna de Avellaneda haré una cascada de imágenes inolvidables.

Cristina (la profesora de baile del centro social, deportivo y cultural) en una barca con Amadeo, a punto siempre de ser vencido pero con el suficiente sentido del humor y con los amigos necesarios para no caer por el precipicio… Cristina le cuenta, entre lágrimas, un cuento que le conmueve. Tanto como Amadeo. No podía ser otro que uno de los cuentos más hermosos pero más tristes de Andersen: La pequeña vendedora de cerillas.

La asamblea final entre todos los socios del club para determinar el futuro del centro. Dos posturas: la de Alejandro, pragmática, racional y dentro del sistema capitalista más brutal y la de Román, idealista —pero con realismo— y creyendo en la importancia de un centro social, deportivo y cultural que sea sitio de encuentro para los vecinos —niños, adolescentes, mayores y ancianos—.

Román regalándole la luna al socio y fundador más emblemático en una triste sala de hospital, un José Luis López Vázquez, tierno.

Los momentos de amistad entre Román y Amadeo. Trufados de risas, encuentros, discusiones, gamberradas y confesiones. Los momentos de amistad entre Román y Graciela, siempre cómplices. Los momentos entre Román y su esposa Verónica…, te quiero, no te quiero; tiemblo, no tiemblo; hemos fracasado, no hemos fracasado; te admiro, no te admiro…, ¿seguimos juntos?¿Merece la pena?

Y muchos más…

La escafandra y la mariposa (Le scaphandre et le papillon, 2007) de Julian Schnabel

Imaginación, memoria y escritura. Son los ingredientes con los que Jean Dominique Bauby contó para poder salir de su escafandra y viajar y volar como mariposa. 

Bauby era un hombre de éxito, editor jefe de la revista francesa Elle, que sufrió una embolia en 1985 con consecuencias irremediables: queda aquejado de una extraña secuela, el síndrome de cautividad. Este síndrome le produjo la inmovilidad total y absoluta de todo su cuerpo excepto del parpadeo de uno de sus ojos. Bauby se aferra a la vida gracias a la escritura a través de un código que le diseña una profesional del hospital donde se encuentra. De esta manera escribe todo un éxito literario: La escafandra y la mariposa. 

El artista, pintor y director Julian Schnabel toma el reto de adaptar esta especie de memorias, reflexiones y literatura desde el interior de Bauby y crea una hermosa película a partir de un buen guión de Ronald Harwood. 

Y no lo cuenta a manera de biopic facilón sobre espíritu de superación y lágrimas para el espectador. Crea poesía cinematográfica. Schnabel, su guionista y director de fotografía (Janusz Kaminski) cuentan esta historia desde el punto de vista de Bauby, desde su ojo que parpadea (sobre todo la primera parte) y desde su cabeza pensante. E irremediablemente la película te atrapa desde el primer instante. Bauby invita a sus recuerdos, a sus fantasías y a sus sentimientos, que por suerte no se encuentran cautivos y le aferran de alguna manera a la vida. 

El editor reflexiona y, con la ayuda de su familia (ex mujer e hijos y su padre), sus amigos, el personal médico y la mujer que le ayuda a redactar el libro, logra crear una obra literaria que le permite volar de su cuerpo que lo mantiene cautivo. No olvidar, que a pesar de las circunstancias, el Bauby cinematográfico siempre conserva el sentido del humor, algo que también le aferra a la vida y le sirve para ver su situación desde otras perspectivas. 

Schnabel proporciona imágenes hermosísimas, oníricas, y otras más realistas. Unos personajes que cautivan y los actores ofrecen unas interpretaciones que emocionan. Desde su protagonista, el actor francés Mathieu Amalric, hasta un veterano y tremendamente emotivo (sus escenas dejan un nudo en la garganta) Max Von Sydow que hace de padre de Bauby. Max realiza una interpretación dolorosa e increíblemente tierna en los pocos minutos que aparece. 

La mayoría de los personajes que apuestan por que Bauby lleve a cabo su obra son mujeres. Mujeres interpretadas por actrices francesas como Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze o Anne Consigny. Todas ellas le aportan un lazo y un motivo para seguir adelante (su ex mujer, las profesionales del hospital, la mujer que le ayuda a redactar el libro, su amante ausente…). Son mujeres oníricas, de ensueño. Mujeres desde su síndrome de cautividad. Tiernas, dulces y luchadoras que echan ese lazo o cuerda para que Bauby sea mariposa.

Mi nombre es Harvey Milk

Aquí estoy. Tratando de ver todas las películas que han sido nominadas a los oscar. Y voy a ver la última de mi adorado y defendido Gus Van Sant, Mi nombre es Harvey Milk. Y salgo contenta porque Gus me va. Me gusta su manera de narrar en imágenes. Sus películas me llegan (vayan por el camino independiente, vayan por el terreno comercial o una las dos tendencias como en esta película, Gus me va). 

¿Qué hace el bueno de Gus? Toma un personaje histórico, no muy conocido, y realiza un biopic con todos los ingredientes de un biopic pero además emplea su manera de narrar cinematográficamente. Y entonces crea una buena película que además habla sobre la lucha de la consecución de derechos civiles por parte del colectivo homosexual (y aquí en plena actualidad con todo el tema de familias y nuevas familias y matrimonios homosexuales y la defensa de la familia tradicional…, Milk es de los años setenta pero en pleno siglo xxi su activismo todavía habría sido activo). 

El bueno de Gus no sólo emplea esa forma de hacer cine que parece que todavía carga él mismo y sus técnicos con una cámara 8mm. No sólo realiza un montaje con ritmo y genial para contar la historia de su protagonista o mezcla de manera coherente imágenes de archivo e imágenes de ficción sino que se rodea de un reparto de quitarse el sombrero. Y es que todos están geniales (bueno, todos menos un descolocado Diego Luna que para decir la verdad a lo mejor no está tan mal porque su personaje también está descolocado y siempre al margen). 

Milk es un Sean Penn arrebatador y carismático. Ni más ni menos. Genial como activista homosexual y como político pero también excelente como ser humano, como hombre en su intimidad. Y uno de los aspectos que más me fascinó de Mi nombre es Harvey Milk fue sin duda la historia de amor con Scott. Desde el primer encuentro en el metro hasta la última conversación telefónica que mantienen juntos. Y aquí viene uno de los descubrimientos para servidora en esta película, el otro, Scott es interpretado por un bellísimo (me dejó sin palabras) James Franco que borda su papel. 

Otro buen personaje, sin duda, es el joven adolescente que se une a la campaña y lucha de Milk. Un personaje con fuerza muy bien llevado por un jovencísimo Emile Hirsch (protagonista de la última película que dirigió Penn, Hacia rutas salvajes). También me encantó la relación que se establece entre Milk y otro compañero (y pieza vital del biopic) en política, un concejal que piensa totalmente de manera diferente, Dan White (un siempre acertado e inquietante Josh Broslin… ¡¡¡cómo me gustó y enamoró en No es país para viejos!!!). 

Mi nombre es Harvey Milk apunta al corazón del espectador, como es habitual en los biopic, es decir, presenta de manera atractiva al hombre que va a ser biografiado. Presenta su causa. Los acontecimientos que marcan su vida y plasma su lucha (con las dosis convenientes de emoción, mensaje y lágrimas en su tramo final —que probablemente es lo que más me chirrió y lo que menos me agradó—)…, pero todo bajo la siempre especial mirada y lente de Gus Van Sant que hace de un género no muy dado a obras maestras, una película interesante.

El día de la langosta de Nathanael West (Backlist, 2008)

El autor murió al día siguiente de su amigo Francis Scott Fitzgerald… en un accidente de coche, tenía 37 años. Durante su corta y azarosa vida conoció en sus últimos años las dos caras de Hollywood. La de las estrellas, grandes directores y estudios y la de los sueños rotos, de aquellos que no llegan, que viven al lado del éxito y no pueden ni rozarlo. 

Y son los sueños rotos los que moldea el escritor para vomitar una novela triste y desesperanzadora donde las haya con personajes con el corazón destrozado que nunca tocarán la gloria de un Gary Cooper sino que siempre serán una sombra de desgracias. 

El día de la langosta fue escrita en aquellos años treinta. Momentos de gloria y de películas inolvidables. Momentos de crisis. Es una novela de entreguerras con toda la melancolía posible derramada en cada una de sus páginas. 

Y capta a esa ciudad y esa zona que se llama Hollywood (Los Angeles) pero la otra cara, no la del glamour sino la del actor de variedades que muere poco a poco en el olvido, siempre actuando, aún estando enfermo o su hija, una joven con ambiciones de ser algo más que una extra, que juega y se rompe y se cae, cruel y locuela, frágil e indefensa con hombres-presa a su alrededor a los que ella trata de dominar, que siempre termina flotando. 

O la historia de un escenógrafo que se va abriendo camino  en Hollywood, ya desencantado pero que va como si la dolce vita se le escapara a cada minuto. Y conoce a un guionista de éxito, y se enamora o mejor dicho desea a la hija del actor de variedades, y conoce a todo un grupo variopinto de personas. Y deambula por escenarios de cine y grandes melodramas o por escenarios reales que le hacen analizar, así de pasada, el mundo en el que vive. De vez en cuando se muestra cuerdo y sensible. Un día va a una casa de citas de lujo con película pornográfica incluida –donde van a parar muchas extras que de momento no alcanzan sueños o pequeño papel con frase de estrella— y otra va a un garaje con un cowboy venido a menos, un mexicano que organiza peleas de gallos o un enano que refunfuña cabreado con la vida. 

El día de la langosta te rompe el corazón, te lo desgarra, con un personaje monótono, gris, buena persona, que se encuentra en su camino (él tan sólo abandona su mecánica vida de contable en un hotel en otra ciudad por razones de salud) a todos los personajes antes descritos. Y si antes había sido insensible a los sentimientos, ahora el contable se los mete en vena y no sabe manejarlos. Y no son sentimientos todos ellos bondadosos son sentimientos que le resquebrajan. Te rompe el corazón porque es un personaje que trata de abrirse, de dejar de ser gris, pero cuando sale, le destrozan sin ninguna compasión. Como en las peleas de gallos. ¡¡¡Pasen y pisoteen!!! Pasen y pisoteen, ¿quién saldrá a flote? El enano cabrón, el cowboy estúpido, el escenógrafo filósofo o el contable gris… 

Sumergirse en El día de la langosta es sumergirse en otros años 30, en otro Hollywood que no es el dorado. Y es un viaje triste pero merece la pena.

La comedia de la vida (Die Dreigroschenoper, 1931) de Georg Wilhelm Pabst

Sorpresas te da la vida. Sorpresas te da el cine. Voy a hablar en calidad de espectadora. Aviso sin ser experta del cine de Pabst (aunque hace tiempo me encantó una de sus películas con Louise Brooks), ni del teatro de Bertolt Brecht, ni de la época que cinematográficamente fue riquísima durante la Alemania de la República de Weimar, y tampoco del marxismo…, ha sido todo un descubrimiento La comedia de la vida que es una adaptación de la famosa Ópera de cuatro cuartos de Brecht.

Una sorpresa de las buenas. La comedia de la vida es una película de escenografía, ambientes, rostros y canciones increíble. De imágenes que se te graban en la retina.La boda en un almacén abandonado, la novia cantando una canción picante ante una banda de maleantes, el bar donde se conocen los novios, las calles en penumbra, el músico ambulante que hace de narrador, la casa de putas, el local donde el padre de la novia organiza y explota a los más pobres entre los pobres, los vagabundos y mendigos de la ciudad (los divide por categorías)…, no hay respiro.

La película además muestra un mundo en el que los probres van a seguir explotados y en la oscuridad y el nacimiento del capital es a manos de un policía corrupto, un explotador de seres humanos y una banda de mafiosos y ladronzuelos… ¡¡¡Guau!!!

Además, la película cuenta con la interpretación de la mítica cantante y actriz Lotte Lenya en el papel de la prostituta Jenny que fue famosísima por la manera que tenía de cantar y que fue musa del compositor Kurt Weill (autor de las canciones de la obra y la película).

Por otra parte, me vino a la cabeza con todas las escenas de los sin hogar, los delincuentes y las prostitutas (los rostros y los ambientes) otra película maravillosa del mismo año que me encanta: M, el vampiro de Düsseldorf de Lang.

Lo del marxismo va porque Brecht según fueron pasando los años y con la adaptación cinematográfica fue metiéndose más en la ideología comunista. Y a lo largo de los años fue modificando la obra original. Y no se mostró de acuerdo con Pabst en ciertos puntos. Se terminó desligando. Sin embargo, el montaje y adaptación de la película, que quedó en manos del director cinematográfico da una coherencia a la obra muy acertada y una crítica radical genial al capitalismo. Fue una de las películas prohibidas en la Alemania nazi. No se pudo proyectar con normalidad hasta los años cincuenta.

Y va de curiosidades cinéfilas

Y hoy va de curiosidades cinéfilas.

Si un día paseais despacio por el centro de Madrid, buscad la calle Carrera de San Jerónimo a la altura del número 32, junto a la famosa Casa Mira (por sus turrones). Ahí vereis una placa que pone: “En conmemoración de los cien años de la primera sesión de cine pública celebrada en este mismo lugar el 14 de mayo de 1896. Asociación Cien años de cine. Ayuntamiento de Madrid. 14 de mayo de 1996”.

¿Sabéis que sin duda estaba predestinada a mi pasión cinematográfica? El cumpleaños de Hildy es el 14 de mayo y no os digo el año (que al ser inmortal me da vergüenza que sepáis mi edad real).

También, si vivís en Madrid o por casualidad os encontrais por sus calles os recomiendo encarecidamente la visita a una exposición increíble en el Teatro Fernán Gómez (lo que era el Centro Cultural de la Villa en la Plaza Colón) sobre el escenógrafo checo Josef Svoboda, uno de los impulsores del proyecto Linterna Mágica de Praga. Un escenógrafo que jugaba con los espacios, las luces, las sombras y las proyecciones cinematográficas creando unas ambientaciones increíbles para obras de teatro u Óperas.

El montaje de la exposición es absolutamente impecable, hermoso… y como amante del teatro y el cine para mí Svoboda ha sido todo un descubrimiento (murió en el año 2002). Me encanta porque realmente pone sobre la mesa un tema interesante y para estudiar intensamente y es esa relación maravillosa entre teatro y cine o cine y teatro. Se puede visitar hasta el mes de febrero. ¡¡¡Merece la pena!!!

La dedicatoria de Groucho Marx

La editorial Edhasa realizó una serie de libros preciosos (colección diamante) para celebrar su 60 aniversario y entre ellos estaba Memorias de un amante sarnoso de Groucho Marx que adquirí hace unos poquitos días. La dedicatoria ya es un tesoro del humor siempre cínico y peculiar de Groucho:

«Este libro fue escrito durante las prolongadas horas que pasé aguardando a que mi esposa acabara de vestirse para salir. En este sentido, si nunca se hubiera puesto nada encima, jamás se habría escrito este libro.»

¿A que ya apetece leerlo? 

Diccionario cinematográfico (88)

Abuelos: guardo recuerdos entrañables de mis abuelos. Guardo sus olores, sus manos, la forma de sus caras, sus palabras…

Sus historias.

Sus vivencias.

No es ninguna tontería, ni tópico alguno, cuando se dice que los abuelos tienen un tesoro: sus experiencias.

El cine también ha creado abuelos inolvidables.

Umberto D, solitario con su pequeño perro.

Dos abuelos en un estanque dorado.

Una abuela con muchas historias que contar… y con ganas de dar su receta de tomates verdes fritos.

En Novecento, la primera parte es rica en matices gracias a dos abuelos muy distintos. Lo que no se puede negar es que ambos tienen una relación especial con sus nietos.

El padrino con cara de Marlon Brando también es abuelo y su final es tranquilo, nada que ver con su vida de mafia…, vuelve a ser niño con su nieto. Y su vida termina, jugando.

Nos desarman esos abuelos tiernos a los que los momentos duros les afectan más…,  ¿recuerdan los rostros y la muerte de los abuelos de la familia Joad en esa maravilla de Ford, Las uvas de la ira?

O que me dicen esos abuelos maravillosos, con o sin memoria, de El hijo de la novia. Los recuerdos, siempre los recuerdos.

Tampoco, puedo dejar de nombrar al abuelo ilustre que aparece en La familia, del que conocemos toda su vida. O esas tres tías abuelas solteronas que nos hacen reír y llorar.

Y para abuelos inolvidables, para comérselos, se puede acudir a esa mujer que canta, que ya es pasado, esa tía abuela de Los muertos.

O esos cuatro abuelos postrados en la cama, con sus camisones y gorrillos, a lo Tim Burton, que los quieres para tu habitación, que desean que su Charlie consiga su papel dorado para entrar en la fábrica de chocolate.

¿O qué me dicen de esa danza bajo la nieve y la noche que realizan abuelos austeros después del festín de Babette?