Poema de amor de Mario Benedetti

Dos novelas de Mario Benedetti han sido llevadas al cine: La tregua (versión 1974, versión 2003) y Gracias por el fuego (1985) -esta novela me la he leido hace poco y me ha encantado, además ha salido en bolsillo, Punto de Lectura, 2009-. Ambas películas han sido dirigidas por el director argentino Sergio Renán (La tregua, 1974) y poco puedo decir pues no las he visto.

También, sus poemas fueron fuente de inspiración para la mítica El lado oscuro del corazón (1992) de Eliseo Subiela. Que no he vuelto a ver desde su estreno pero la verdad recuerdo que me dejé envolver por el cine y la poesía.

Y todo esto viene porque tengo ganas de regalaros un bello poema de amor de Benedetti que me emociona cada vez que lo leo.

Hagamos un trato

Compañera

usted sabe

que puede contar

conmigo

no hasta dos

o hasta diez

sino contar conmigo

si alguna vez

advierte

que la miro a los ojos

y una veta de amor

reconoce en los míos

no alerte sus fusiles

ni piense qué delirio

a pesar de la veta

o tal vez porque existe

usted puede contar

conmigo

si otras veces

me encuentra

huraño sin motivo

no piense qué flojera

igual puede contar

conmigo

pero hagamos un trato

yo quisiera contar

con usted

                  es tan lindo

saber que usted existe

uno se siente vivo

y cuando digo esto

quiero decir contar

aunque sea hasta dos

aunque sea hasta cinco

no ya para que acuda

presurosa en mi auxilio

sino para saber

a ciencia cierta

que usted sabe que puede

contar conmigo.

Más cine clásico, por favor…

Para multiplicar miradas y visiones.

Para saber qué es cine en estado puro.

Para entender cómo rodar.

Cómo iluminar.

Cómo fotografiar.

Cómo actuar.

Cómo contar una historia en imágenes.

Cómo emplear la música.

Cómo escribir un buen guión.

Más cine clásico, por favor…

Es la mejor escuela para aprender a mirar y disfrutar.

Cine mudo, cine en blanco y negro, cine años 10, 20, 30, 40, 50…

Cine de todas partes del mundo.

El cine es testimonio. Es imagen. Es historia. Es reflexión. Es debate. Es sociología…

Con una buena base, como en todo, se puede valorar mejor el cine del presente (tanto el bueno, que lo hay, como el malo, que también existe…, en épocas clásicas también existió cine mal hecho, que conste en acta digo en post).

Momentos inolvidables de Las uvas de la ira

John Ford, el director de películas del Oeste, nos dejó uno de los testimonios más realistas de los efectos de la Depresión del 29 en el mundo rural.

La adaptación de Las uvas de la ira a la pantalla es estremecedora. Con momentos impresionantes. No es de extrañar que a John Steinbeck le gustase la película.

Resulta curioso que unos estudios (Fox) y un productor Zannuck se implicaran en una historia con contenido social y tan contemporánea.

La novela fue escrita en 1936 y la película rodada en 1940. Ambos trabajos son fruto de un extenso trabajo de documentación y periodismo.

La película todavía impresiona e impacta (y además las situaciones y comportamientos que describe todavía, tristemente, son muy contemporáneas).

Son imágenes-bofetada.

La odisea de la familia Joad la vivimos todos. En ese camión hasta arriba que parece que en cualquier momento va a volcar.

Son increibles los rostros de cada uno de los personajes. De los niños.

Inolvidables los abuelos Joad, los niños Joad, el tío, el padre… y, cómo no, esa inmensa madre con rostro de Jane Darwell o ese hijo, Tom Joad (maestro Henry Fonda).  La relación entre ambos guarda momentos emocionantes en cada fotograma. Como la despedida, cuando Tom Joad se convierte en símbolo o héroe de los sin voz. Estará allí donde haya una injusticia, donde alguien pase hambre, donde se encuentre la sonrisa de un niño…

Y no olvido al predicador. Gran y complejo personaje. John Carradine está de quitarse el sombrero. Personaje tierno… extraño.

No, no, imposible olvidar ese camión que va por una larga carretera. Esa familia que lucha por que no les quiten el orgullo, ni la dignidad. Que lucha para que no los aplasten. Que lucha por no desmoronarse o perder la esperanza.

Tom Joad está en todas partes.

Gracias Ford.

Quemado por el sol (Utomlyonnye solntsem, 1994) de Nikita Mikhalkov

Deslumbrada quedé con esta película el año de su estreno. No olvido esa pareja bailando al son de un triste tango ruso en un paraje cubierto de nieve. No olvido a esa niña sentada en un banco tarareando la canción.

Imposible el olvido de esa dacha vetusta pero hermosa donde no parece que haya pasado el tiempo donde un día de verano cada uno de los miembros de la familia disfruta del ocio.Imposible que se me vaya de la cabeza ese hombre enorme y fuerte, aguerrido, con un humor encantador y sonrisa amplia, un héroe del pueblo, el comandante Kotov. Que cree en una Rusia igual para todos.

Inolvidable esa relación preciosa entre padre e hija. Entre el gran Kotov y una pequeña y encantadora Nadia. Más espabilada que nadie. El paseo en barca, sus divertidos juegos, sus miradas y sonrisas… Sus diálogos.

Emocionante la relación entre esposa y marido. Maroussia y Kotov… el baile, las miradas, lo que callan, lo que dicen. Lo que se aman.

El tío, los padres, las abuelas, la vieja sirvienta siempre doncella, las comidas, los baños, la hora del té, las charlas familiares, la música de piano, el partido de fútbol, paisajes bucólicos…, las diversiones de un sencillo y cálido día de verano en Rusia.

En ese día, visita inesperada, un antiguo amigo de la familia, de Maroussia, una visita del pasado. El atractivo Mitia, pianista y artista como los miembros de la familia de ella. Un día desapareció y nunca más se supo. A Maroussia se la rompió el corazón y la costó recomponerlo… apareció Kotov. El amigo atractivo, divertido, todos le conocen y él trae de nuevo la música al piano. La provocación… y revuelve el mundo de sentimientos de la bella Maroussia. Se nota en cada uno de sus gestos y reacciones.

Mitia cuenta una historia a la niña Nadia, que escucha con interés, un cuento triste. Muy triste. De dos enamorados que se separan por un ogro. La niña quiere saber si el cuento tiene final feliz…, y Mitia le dice que la enamorada se casó con el ogro… Les da a los personajes extraños nombres. Mitia y sus historias… Mitia y sus recuerdos. Mitia y el pasado que ya no vuelve. Mitia y su dolor por ser expulsado de ese pasado.

Mitia rompe la calma, el amigo del pasado viene a misión concreta y aquella historia bucólica, divertida y tierna, se convierte en último momento en historia de terror. Del terror político. En historia tremenda y violenta. El Terror de Stalin. Su presencia se apodera de todo, y a los héroes del pasado también les callan.

Quemado por el sol increíblemente hermosa, increíblemente dura, increíblemente impactante. No sólo es hermosa por sus imágenes, o su buen guión con ese giro maravilloso y duro, o unos personajes perfectamente construidos sino que te arrastra en cada fotograma a sensaciones y emociones. Abre el corazón y luego de un golpe, lo desgarra. El director y también actor (no hay otro Kotov posible) Nikita Mikhalkov regala película maestra. La hija de Kotov, Nadia, es también en realidad la hija del director…, quizá por eso se consiguen momentos tan hermosos de la relación entre un padre y su hija pequeña. Maroussia tiene el rostro fresco, hermoso y sensible de Ingeborga Dapkunaite en intepretación llena de matices y gestos. Y Mitia es un estupendo Oleg Menschikov que se transforma en cada fotograma, personaje complejo, un hombre roto por dentro y por fuera capaz de transformarse en el terror absoluto o en encantadora persona del pasado. Artista sensible pero con mucho odio y tristeza dentro, es un maremoto que estalla. Tampoco hay que dejar atrás la cantidad de personajes secundarios que aparecen en la película, cada uno con escena determinante (impresionante, el hombre que durante todo el día anda perdido en su camión).

No puedo dejar sin mencionar la banda sonora. La música de Quemado por el sol transmite mil y un sentimientos desde ese tango ruso hasta la melodía que acompaña a Maroussia, el canto de la abuela o el piano tocado por Mitia…

Pequeño poema cinematográfico con toques inconscientes

Abro los ojos

Secuencia

Guiño

Pantalla de cine gigante

Un hombre y una mujer se besan

Se encienden las luces

Se corre el telón

Descanso

Me tumbo en mi butaca

Lloro

Se encienden las luces

Se abre el telón

Pantalla gigante

Río

Un hombre y una mujer siguen besándose

Miro mi butaca de al lado

Vacía

Vuelvo a la pantalla

Y él me mira, sólo a mí

Y me dice palabras bonitas

Y me susurra al oído

Yo me lo creo

Me lo creo

Salgo de la sala de cine oscura

La vida continúa

En la esquina, un hombre y una mujer se besan

Nadie me dice nada

Me voy a mi casa

Sola

Rebeldes (The outsiders, 1983) de Francis Ford Coppola

A finales de los años sesenta, una joven escritora S. E. Hinton publicó una novela sobre amistad, jóvenes, pandillas… entre sus páginas había tragedia y drama pero expresaba los sentimientos, miedos y dudas de adolescentes cuyas situaciones económicas y familiares les hacían estar más en el margen e imbuidos en un ambiente de violencia del que les parecía casi imposible salir. Esa primera novela fue Rebeldes (1967). Ocho años más tarde lanzó La ley de la calle y sus protagonistas seguían siendo adolescentes en ambientes conflictivos. La amistad, las pandillas y la salida a la violencia seguían siendo las señas de identidad. Son dos novelas juveniles que siguen embaucando a nuevas generaciones.

En los años ochenta, Francis Ford Coppola era un director de prestigio con éxito, oscars pero también protagonista de sonoros fracasos cinematográficos que prácticamente le llevan a la ruina (Corazonada). Y en un mismo año se lanza a la adaptación de estas dos novelas de culto entre un público joven. Nace primero Rebeldes y poco después La ley de la calle (que ya he comentado alguna vez). Y las dos son puro cine, de jóvenes rebeldes y nostalgias con unas gotas de tragedia, poesía y belleza.

Coppola reunió a un grupo de jóvenes actores —muchos de ellos hoy prácticamente olvidados pero que en su momento fueron un auténtico boom que se fue deshinchando. Los llamaron los Brat Pack (atajo de mocosos), nómina que fue creciendo en otras películas del momento de corte similar— con carisma que se convirtieron en los sensibles y tristes personajes de las novelas de Hinton.

La historia es muy simple, y otras veces vista en pantalla. Un barrio. Dos pandillas. Los grasientos y los dandis. Unos con muchos problemas económicos y sociales, otros niños de papá o pijos. Un hecho hace que por un lado crezca la violencia, que por otro se vea la inutilidad de esa violencia y por último haya tragedia y víctimas. Los protagonistas de la función son Los grasientos, y en particular, tres de ellos. Amigos y colegas. Ponyboy, Johnny y Dallas. Y la película, breve y poética, irá desgranando el destino de cada uno de ellos. Triste, triste, triste.

Ponyboy es un muchacho huérfano que vive con sus dos hermanos mayores y que tiene una sensibilidad a flor de piel. Le gusta leer y escribir. Le gusta pensar y entender. Trata de sobrevivir en un mundo violento. Se debate entre golpear, superar el rechazo que siente cada día o emprender oportunidades que de alguna manera sabe que se le escapan.

Johnny es un chico de barrio marginal que ya está cansado del enfrentamiento y de la violencia. Que vive cada día con el miedo en el rostro. Que tiene ganas de salir del barrio y conseguir una vida mejor donde no existan las diferencias, las pandillas, los golpes, un sitio donde vivir en paz y no sufrir además las peleas diarias de sus padres…

Y, por último, el mayor de los tres, Dallas, y el que se siente más golpeado. Es el chico duro de la función. Le han puteado. Y ahora tiene una filosofía clara: no ayudes a los demás, ayúdate a ti mismo. Ha estado en un reformatorio, y sabe que ha vuelto peor que como entró. Tiene el corazón herido, con rabia, y va contra toda la sociedad. Lo único que le calma son sus amigos.

Los tres tienen los rostros de dos jóvenes que se quedaron en promesas y un tercero que sigue una carrera (que de vez en cuando da una que otra sorpresa): C. Thomas Howell (totalmente en el olvido), Ralph Macchio (después de Karate Kid…nadie supo) y Matt Dillon (que tiene su trilogía de oro con esta película, La ley de la calle y Drugstore cowboy).

El reparto contaba con otros jóvenes promesas que eran los otros grasientos. Los hermanos de Ponyboy con cara de Patrick Swayze y Rob Lowe y los otros colegas que no eran otros que Emilio Estévez y Tom Cruise. El papel de joven dama entre los dos grupos y nexo de unión fue una jovencísima Diane Lane (que también tuvo su papel en La ley de la calle).

Con una bonita canción de Stevie Wonder como banda sonora, un bello poema sobre el amanecer, la presencia de una novela épica como Lo que el viento se llevó, Coppola pasea a sus protagonistas por una triste historia de pandillas y violencia donde sólo quedan víctimas y el entendimiento de Ponyboy, el narrador de la historia, de que hay algo más allá del barrio, las pandillas, las peleas, la miseria y los golpes.

Coppola trata a sus personajes con gran cariño y trata de que los tres amigos cometan un acto heroico que cambiará el rumbo de sus vidas. El entorno, la violencia y la mala suerte no dejará descanso a tres chicos que todo el mundo ve como conflictivos pero que todos los espectadores vemos como jóvenes, tan sólo niños con reveses.

Y justo cuando Johnny recupera las ganas de vivir y tal vez se ve capaz de hacer otras cosas. Se siente joven y con mucho por delante cierra los ojos… Y el más duro de los duros, Dallas, se siente más roto todavía y como niño perdido pierde la cabeza y hace tonterías. Él no se da cuenta de que la vida merece más la pena de lo que parece y tampoco le dejan. Sólo es un niño pero unas cuantas balas le dejan en una calle, tirado y bien muerto. Sólo queda un Ponyboy que deja la juventud a un lado… y coge su pluma. Sus amigos no caerán en olvido.

Diccionario cinematográfico (95)

Jóvenes rebeldes: el chico de la moto mira los peces de colores encerrados en una pecera. Él los quiere libres. A la vuelta de la esquina, con su moto y trofeo, un joven salvaje vestido de cuero y con gorra, sonríe de una manera inolvidable a la camarera de la barra de un viejo bar. Por ahí, corren los niños ricos con sus coches, carreras suicidas, porque se aburren, porque son rebeldes sin causa. El joven de la cazadora roja quiere encontrar algo de sentido a una vida que se le presenta mediocre. Y juega con la niña rebelde y más bonita del instituto en una piscina vacía. Juegan a que se enamoran, se quieren y protegen. Mientras el amigo al que todos marginan, menos ellos, duerme plácido, quizá por fin le haya tocado un momento de felicidad.

El lágrima en su mundo absurdo y feo es feliz… hasta que fija su mirada en la niña rubia y popular del instituto. ¿Será capaz de que ella se acerque a sus amigos, padres y demás pandilla de marginales y deje su mundo de princesita? El lágrima, siempre peina su tupe, lleva su cazadora de cuero negra, y un tatuaje que da nombre a su mote. Los Sharks y los jets son las pandillas dueñas de un barrio que luchan por unos metros calles y esquinas, por un local o por otro, por alcanzar sus sueños… dentro de un barrio donde es complicado encontrar salidas. Ellos son rebeldes, tienen encuentros con los policías… pero los más rebeldes serán dos jóvenes, uno de cada pandilla, que se enamoran locamente, perdidamente, hasta el final, Tony y María. No les importan códigos y fronteras.

En un barrio londinense, años 80, un joven paquistaní y un joven hooligan marginal y violento… recuperan su vieja amistad. Se unen para montar un negocio, una lavandería, y se aman contra todo pronóstico, tirando muros y prejuicios. Muy alejada de historia, surgen otros rebeldes de un colegio de elite, de niños de padres con posibles que sueñan grandes carreras y futuros para sus hijos. Son niños con la vida ya hecha para ser abogados, jueces, médicos, empresarios… pero dejan que entre un poco de poesía en sus vidas con el nuevo profesor de literatura. Uno de ellos, uno de los jóvenes, lleva al extremo la máxima de Carpe Diem. Es rebelde sensible con ganas de mucho arte en su vida. De pronto se caen sus sueños y es consciente de que es condenado para siempre a una vida gris que jamás le dará la felicidad. Y toma resolución drástica. Nunca conseguirá la vida que quiere.

Yo creo en ti (Call Northside 777, 1948) de Henry Hathaway

Yo creo en ti es de esas películas que no tienen la popularidad de otras pero que cuando se rescatan del viejo baúl te atrapan con fuerza porque tiene varios asuntos a su favor. Sé que hablo siempre demasiado del olvido pero eso es lo que ocurre con su realizador Henry Hathaway (El beso de la muerte o Niágara) que, sin embargo, realiza aquí una labor cuidada de dirección que permite además convertir la película en un buenísimo retrato sociológico.

Es de esas películas que están basadas en un hecho real… y te atrapa de principio a fin con aires de realidad cercanas al documental. El argumento ya es fascinante: en un importante periódico el redactor jefe se fija en un anuncio en el que se recompensa con una alta cantidad de dinero a quien investigue y descubra a los asesinos de un agente de policía asesinado hace once años. Lo curioso es que ya hay dos personas encerradas en la cárcel por dicho crimen. El redactor jefe manda a su reportero a que busque qué y quién hay destrás del anuncio.

El reportero es escéptico. Se toma la historia como un encargo de su jefe, sin darle mayor importancia. Ni implicarse lo más mínimo. Los culpables ya están cumpliendo cadena perpetua. Pero ¿quién ha puesto el anuncio? El periodista descubre a una mujer mayor que se dedica a limpiar escaleras. Es la madre de uno de los presos que lleva trabajando toda la vida pero desde que apresaron a su hijo hace once años, mucho más. Ella va ahorrando moneda a moneda para poder recibir ayuda porque cree en la inocencia del hijo y en que fue injustamente encarcelado.

El periodista va evolucionando a lo largo de la película: primero, totalmente escéptico. Escribe sin corazón, de encargo. Pone las tintas en esa mujer que lleva años limpiando escaleras para sacar de la cárcel a su hijo. Pero no cree en la inocencia del hijo. Después, cuando su redactor jefe pide que siga ahondando en la historia continúa de manera escéptica y explota el interés humano de la noticia. Sin embargo, poco a poco, según va escuchando a distintas personas y va conociendo más al recluso… y sobre todo va investigando más (apoyado por su jefe), se va interesando por la historia y finalmente se implica totalmente en demostrar a toda costa la inocencia del presidiario. Aunque este largo camino no lo tiene nada fácil, sortea mil y un obtáculos sobre todo cuando descubre error judicial y alguna que otra mala actuación del cuerpo policial.

El rostro del periodista escéptico y crítico, que cree que un hombre que ha matado a un policía debe estar en la cárcel y cumplir cadena perpetua, pero que finalmente se implica en el caso cuando ve cosas contradictorias y luchará hasta al final para averiguar la verdad o por lo menos ya que eso lo tiene muy difícil, demostrar la inocencia de una persona que lleva once años encerrado injustamente, es de James Stewart. Que, cómo no, da la talla de profesional serio en busca de la verdad y en proceso continuo de transformación. Su jefe es el siempre eficaz Lee J. Cobb (quizá su personaje no está en exceso desarrollado) y el preso, otro olvidado, Richard Conte (habitual en el cine negro y en el de espionaje).

El estilo de la película es seco y directo. Buen blanco y negro. Tiene algunas fallas de guión pero todo queda perdonado cuando se ve esa narración vital y realista que nos hace ver cómo era en los años cuarenta el trabajo de un periodista, los métodos de investigación, los medios de las redacciones…, y descubres que detrás del hilo que tira el periodista (y que no puede llegar a tirar más) hay un montón de asuntos de la policía, de la justicia, de altos cargos…

Vemos al principo el Chicago de los 30, de la ley seca, y nos empapamos del Chicago de los 40. De los barrios marginales, de los muchachos con mala suerte. De los métodos de fotografía. Del funcionamiento de los medios de prensa escrita. De las fallas y aciertos de la democracia. De métodos de investigación modernos como la famosa máquina de la verdad o polígrafo…

Vamos una joya de documentación histórica, una buena narración que atrapa y entretiene y varios intérpretes que hacen de Yo creo en ti una película que merece la pena ver por lo menos una vez en la vida.

Noticias sobre libros y cine

Hoy no he tenido mucho tiempo para mi querido blog.

Sólo os adelanto algunas cuestiones de esta sección a la que adoro.

Estoy volviendo a leer, con entusiasmo, Ana Karenina, y quiero encontrarme de nuevo con la Ana de Greta Garbo y Clarence Brown. Os contaré pronto.

Por otra parte, prácticamente he finalizado un libro que me ha parecido curioso e interesante sobre las relaciones de la Industria cinematográfica de Hollywood con el Pentágono y viceversa. Sobre cómo a veces se han alterado guiones o diferentes aspectos de una producción para lograr el permiso del Pentágono para que éste prestara o facilitara ciertas localizaciones u otros objetos necesarios para llevar a cabo una película bélica (uniformes, aviones, armas…, y que los presupuestos de las producciones no se dispararan). Sobre cómo Pentágono ve en el cine un instrumento para fomentar una imagen determinada del ejército o para conseguir que sea instrumento de propaganda y reclutamiento. Hablamos de otro camino para estudiar la censura, esta vez la que establece el ejército sobre ciertas producciones (también hay que decir que hay productores, directores y guionistas que entran en el juego -para sacar adelante su película- y otros tantos profesionales que no pero que ven difícil llevar a cabo sus proyectos o ven un aumento considerable de los presupuestos). El libro se llama Operación Hollywood. La censura del Pentágono de David Robb (Editorial Océano, 2006).

Y mañana recibiré en mis manos un libro que me apetece muchísimo: Dalí y el cine, su relación va mucho más allá a la contribución que casi todo el mundo Recuerda. Un sueño que viaja por el inconsciente que el maestro del suspense puso a disposición del pintor surrealista con una Ingrid Bergman como musa. Pronto os escribiré sobre él. No tengáis duda alguna.

Besos llenos de letras.

Curiosidades sobre fotografía y cine

Si me sigue alguien por el ciberespacio, sabrá que me interesa la fotografía.

Ahí van dos curiosos apuntes sobre fotografía y cine.

En Madrid, Fundación Telefónica ha realizado una enorme exposición sobre Weegee. ¡¡¡Maravillosa!!! Así recuerdo una película que se llamaba El ojo público (1992) que estaba inspirada en este fotógrafo.

El fotógrafo que se metió en la otra cara de New York. En la de los más desfavorecidos. En la de los barrios deprimidos. En la de los delitos y asesinatos. Pero también fotógrafo de contrastes que paseó su cámara por la ópera u otros espectáculos muy diferentes como el circo o una sala de cine. Su cámara captó rostros anónimos pero también a una Marilyn Monroe en un elefante.

También, hace bien poco, por otros asuntos, estuve leyendo información sobre Las uvas de la ira de John Ford. Película que merece la pena verla una vez en la vida y si se puede más. Película sobre una crisis económica feroz, la de la Depresión. Y la odisea de la familia Joad. Pues bien nuestro Ford y otros trabajadores de la película se empaparon de información y documentación. Ya tenían una buena base que era la novela de Steinbeck pero quisieron indagar más allá. No sólo realizaron labor periodística y visitaron y hablaron con muchas personas afectadas. Sino que quisieron conseguir en la película un ambiente y aire similar a las fotografías de grandes autores que plasmaron en imágenes la tremenda situación económica y social. ¡¡¡Y vaya si lo consiguieron!!!