El ángel y el pistolero (Angel and the badman, 1947) de James Edward Grant

Érase una vez un vaquero duro que hacía películas, un duque del oeste, que se llamaba John Wayne. En los años 40 ya era un chico la mar de conocido y ya no estaba condenado a los westerns de bajo presupuesto pero todavía se sentía cómodo por esos mundos que fueron su escuela, además del duro de Pappy que le convirtió en estrella con su interpretación en La diligencia (1939).

Él poco a poco iba forjando su leyenda de hombre del oeste. A veces, era forajido, fuera de la ley y pistolero. Otras, ganadero. Otras se ponía la placa del sheriff…, siempre inconfundible con sus andares, su estatura enorme, su cara de chulo con fondo tierno, su escopeta, su sombrero, a caballo o a pie, daba el pego.

Poco a poco de actor inexperto, iba tomando conciencia de su estatus de leyenda y poder en la industria y decide hacer sus pinitos como productor. Para ello, toma película de bajo presupuesto, productora experta en cine del oeste y seriales como Republic Pictures, y coge de la mano a un buen guionista y le pone a cargo no sólo de la historia sino también de la dirección (James Edward Grant). Se rodea de buenos secundarios y surge una bella historia de amor en el Oeste lejano. Una historia de amor sencilla, linda, natural…, un Oeste amable e intimista. Una historia de amor que ha tenido ecos en películas posteriores (quizá la más recordada y hermosa sea Único testigo).

Una agradable sorpresa ha sido la que me he llevado viendo El ángel y el pistolero y encantada me he quedado con una química mágica entre el rudo y atractivo (sí, leen bien, Wayne atractivo) pistolero y la joven hermosa de ojos azules que es una granjera cuáquera y sólo entiende de buenos sentimientos, tolerancia y pacifismo (con el hermoso rostro de Gail Russell. Y es bello ser testigo del amor entre ambos y de la confusión que se produce dentro del cerebro del duro cowboy con corazón honesto.

La historia no puede ser más sencilla. Un forajido herido cae en manos de una familia de cuáqueros que le acogen y cuidan en su hogar. El forajido ante el trato recibido y sus conocimientos de la “extraña” filosofía de vida de sus salvadores va transformándose y dándose cuenta de que existe otra forma de vivir. No todo se soluciona con violencia. No sólo puede sentirse seguro con una pistola que empuñar. No siempre hay que huir. No todos los seres humanos son tan malos como parecen. No todo son malos sentimientos…También, influye en su cambio los ojos azules y la atracción que siente ante la joven hija de la familia que además le ofrece un amor absolutamente entregado y la posibilidad de otra manera de vivir y sentir.

Esta historia es la más hermosa de la película, las demás (la amenaza de los otros pistoleros y enemigos del protagonista) sólo apuntan la transformación del forajido en granjero pacifista. Y es tan sencilla y tan bonita la transformación que, magia del cine, te la quieres creer. Y te crees al rudo vaquero totalmente entregado a su cuáquera. Sus escenas y diálogos son de una ternura especial y una intimidad mágica.

También es especial la escena en que el pistolero trata de huir de su transformación y se va con un amigo al Saloon con sus prostitutas de cabellos dorados o morenos, viejas amigas de los forajidos; una de ellas, Lila, antigua compañera y cómplice de juego siente la transformación del fuera de la ley. Y ella se muestra triste porque sabe que ya no oirá su voz al oído. Para el vaquero, la visita al Saloon supone una despedida a la violencia y a la pelea, así que provoca la gran bronca como despedida y se lía a tortazos y destrozos del local en escena genial de viejo Oeste.

Por supuesto, no faltan aquellos secundarios carismáticos que también poblaban estas películas como Harry Carey o Bruce Cabot.

El ángel y el pistolero es otra del Oeste pero con un halo especial e íntimo. Genial también para tarde de verano melancólica que quiere terminar con una sonrisa.

                                                                                                                                                                        Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (106)

Melodrama: en la RAE existen varias acepciones de esta palabra. Que si obra teatral, cinematográfica o literaria en que se exageran los aspectos sentimentales y patéticos, que si opera u obra teatral cuyo texto se canta con acompañamiento de orquesta, que si drama que se representa acompañado de música instrumental en varios de sus pasajes, que si narración o suceso en que abundan las emociones lacrimosas… que si melo es canto con acompañamiento de música y drama, pues ya saben, drama.

Pero el buen melodrama cinematográfico es un arte de la emoción y de las pasiones humanas. Con un buen melodrama tienes varias horas de conquista de espíritu exaltado y sentimientos a flor de piel.

Emoción, música, amor, odio, celos, pasiones, asesinatos, obsesiones, cariño…, abanico de sensaciones.

Obsesión, Vidas borrascosas, La carta, La loba, Amarga victoria, Sólo el cielo lo sabe, Imitación a la vida, Ángeles sin brillo, Escrito sobre el viento, Lejos del cielo, El fin del romance, Días sin vida…, son sólo alguno de los títulos maravillosos que ofrece el melodrama en la historia del cine.

Y el melodrama tiene sus estrellas de lujo, mujeres y hombres que desvelan las pasiones que anidan en el alma. El ser humano capaz de lo mejor y lo peor. Varios rostros de mujer nos lo recuerda: Lana Turner, Joan Crawford, Bette Davis, Dorothy Malone, Jane Wyman, Lauren Bacall, Liz Taylor…, y ellos también: Rock Hudson, Robert Mitchum, Van Johnson, Robert Stack, Frank Sinatra, John Gavin…

Pasen y vean. Amen hasta la extenuación con bandas sonoras de fondo que harán que no contengas la lágrima:

La última vez que te vi en París, que te comías la vida a bocados aunque siempre insatisfecha y bella. Yo fracasado escritor envuelto en los placeres superficiales de la vida terrenal para olvidar. Pero a pesar de los pesares, de nuestro matrimonio libre, de nuestros amantes, y de encuentros y desencuentros, te amo sobre todas las cosas aunque litros de alcohol corran por mis venas. Y tú tan frágil, me dejas. Y tu desaparición me despierta y me convierte en escritor que es lo que amo.

Y en la Indochina colonial, soy dueña y señora del caucho, me hubiera gustado nacer hombre, soy mujer fría pero amo y mi alma se agrieta. Amo al soldado francés atormentado, amo a mi hija adoptiva de ojos rasgados. Y os convertís en leyenda y en enamorados. Y me dejáis abandonada pero yo os venero y quiero volver a abrazaros. Y os recuerdo, y os pierdo, pero no así en mi cabeza y corazón. Mi nieto, mi hijo, me lo recuerda cada día.

Soy como un torrente de amor que se derrama. Soy prostituta e inculta pero te amo desinteresadamente aunque no entienda lo que me digas, aunque me trates mal, aunque te enamores de la dama fina…, yo siempre te deseo y amo. Y me pongo delante de quien sea porque no quiero que te toquen un pelo porque mi corazón ama…

Amarga victoria porque soy joven, rica, caprichosa, orgullosa, me gusta la juerga, la vida, los placeres y los hombres…, lo demás me importa un huevo. Un día amanezco con enfermedad incurable y amo a mi doctor y descubro que todo en esta vida es frágil y que valoro al hombre que tengo a mi lado y que me da pena abandonar esta vida corta en la que tenía tantas cosas que hacer, tanto que amar, tanto que entender…

Los celos y la obsesión por mi hombre me pueden. Soy enferma de amor. Amo tan terriblemente que me cargo a todo aquel que trate de retirarme un sólo centímetro del ser que amo. Tengo gafas oscuras y un corazón de hielo, sólo me derrito junto a mi escritor. Sólo el cielo puede juzgarme por lo que soy capaz de hacer por mantenerle junto a mí.

En la colina del adiós me despido de mi amante, de mi hombre, de mi amor apasionado, de mi periodista maravilloso que en una playa me quitó el miedo a amar. Yo soy euroasiática, él americano. Y juntos saltamos obstáculos y prejuicios estúpidos menos tal vez la muerte. En la colina lloro y le recuerdo. Quizá me levante de nuevo y ame… Yo soy doctora de cuerpos, pero siento que corazones rotos son de difícil curación. Él fue el doctor que reconstruyó el mío. Ahora ya no está…, y en la colina sigo arrodillada.

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Arráncame la vida…

Arráncame la vida recupera las claves del melodrama.

Buena adaptación de la novela de Ángeles Mastretta.

Dos actores que se empapan con sus personajes.

Una historia fuerte.

Pasiones descubiertas.

De fondo la historia y tejemanejes de un país.

Una buena letra de bolero.

Buena recreación.

Buenas tramas.

Los personajes evolucionan a lo largo de la cinta.

Pasiones, odios y amores desatados.

Catalina y Andrés.

Hijos secretos.

Catalina y amante músico e idealista (no puede salir bien esta historia)

Daniel Giménez Cacho, qué grande el tío, hace de un cabrón machista personaje atrayente.

Ana Claudia Talancón, una Catalina que se transforma y avanza. Un acierto. De niña objeto a mujer pensante. ¡¡Y cómo le gusta al machista de Andrés la rebeldía de la esposa!!

Corrupción política.

Quién engaña a quién.

Venenos de por medio.

Cabezas pensantes.

Silencio y acción.

No hay sitio para los amantes.

Las burradas de Andrés fuera de cámara.

Arráncame la vida.

Una radiografía de una mujer mexicana de principios del siglo XX.

¿Quieres saber lo que es el machismo?

Veneno.

Riqueza.

Poder.

Y de paso una adivina sabia que cambia el curso de la historia dos veces.

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Momentos inolvidables de Íntimo y personal (Up close&personal, 1996) de John Avnet

Que John Avnet es director irregular, se nota. Que John Avnet tiene el acierto de entretener y emocionar cuando encuentra una historia adecuada, también es cierto. Que le tengo cierto cariño por realizar una de las historias más tiernas de los noventa (Tomates verdes fritos), lo confieso.

Íntimo y personal es de esas películas inconfesables que siempre que programan una y otra vez en los distintos canales de televisión me deja ahí en el sillón hasta sus créditos finales.

Y me pregunto por qué. Historia típica y tópica con estereotipos varios, clásica y sin originalidad alguna. Va pasando de género en género, de la comedia, al thriller, al romanticismo y al melodrama más melodramático. Da igual, mi pandero no se levanta del sillón.

Pues dejemos paso a la irracionalidad absoluta. Me entretiene, me hace soñar, me hace reír y llorar…, y sé que todo es ficción. Y sé que se tocan cada uno de los tópicos de película con periodistas de por medio. Y se que roza la cursilería. Y es una historia más de pigmalión al estilo de Ha nacido una estrella. Da igual, me creo una y otra vez la historia entre inexperta pero joven ambiciosa con sueños de llegar a ser gran periodista (Michelle Pfeiffer) y periodista maduro, experto, honesto y siempre en busca de la verdad y la noticia (Robert Redford).

Ya lo dicen ellos en esta historia, finalmente, diré que romántica. Son un tándem que funciona como equipo de trabajo y como pareja de amor. Y eso se transmite a lo largo de toda la película. Avnet dirige una historia al estilo más clásico, con personajes llamativos y tópicos, buena galería de secundarios, dosis de emoción, mucho amor y tragedia…, y a algunos nos pilla desprevenidos y nos mete en el bolsillo.

Ya se sabe que historias de periodistas intrépidos suelen funcionar, basta con un guión de estructura sencilla con ingredientes necesarios y emoción a raudales. Así como la construcción de unos personajes-tópicos-esteriotipados bien realizados.

Y ahí vivo momentos inolvidables junto a un Robert Redford en uno de sus papeles mil veces repetido pero que tan bien lleva a cabo. El héroe romántico trágico con dosis medidas de perdedor maravilloso. El periodista, atractivo y hermoso con una carrera profesional a cuestas, amante de la noticia, de buscar la verdad, y siempre honesto, que odia tener que someterse a la industria que todo lo convierte en espectáculo y en un sistema encorsetado por patrocinadores…, un buen profesional que lucha por seguir siéndolo y que busca informar sin que se le pise la libertad de expresión y que sigue luchando por hacer bien su trabajo, informar al ciudadano. Hombre desengañado pero todavía capaz de enamorarse locamente de su joven pupila y de mostrarle todos los secretos de la profesión. Unas botas, una complicada noticia en el canal de Panamá, un trabajo de fuentes bien hecho serán parte de su glorioso final, muerte trágica y romántica en el ejercicio de su profesión…, cuando vuelve a emocionarse informando y ya casado con la mujer de su vida…, encuentra la muerte de frente.

También me enternece una Michelle Pfeiffer sin preparación alguna sólo con la emoción de querer llegar lejos en el mundo del periodismo. Mujer fuerte que va superando obstáculos y aprendiendo, que va conociendo los entresijos de la industria de la información, los buenos compañeros, las competencias y envidias, y que se enamora también locamente del maestro. Reportera intrépida que sube de mujer del tiempo ridícula, a reportera dicharachera, a presentadora de informativos, a mujer enamorada…, y que además se le presenta oportunidad de reportaje único en su carrera profesional. ¡¡¡Se encuentra justo dentro de una cárcel del estado realizando un reportaje cuando estalla un motín!!! No se puede pedir más emoción y nerviosismo…, allí se comporta como una verdadera informadora con peligro de su vida personal siempre acompañada de su fiel cámara que corre el mismo riesgo, con menos gloria profesional.

El colmo de los colmos es un fin digno, ya he dicho, de Ha nacido una estrella, donde la periodista ya en la cima de su éxito reconoce todo lo que es por el marido muerto. ¡¡¡Joder, el paroxismo es total!!! Ambos protagonistas están acompañados por una galería de secundarios con función especial así recuperamos rostros interesantes como Stockard Channing, Joe Mantenga, Kate Nelligan, Glenn Plummer o James Rebhorn.

Fuera las ironías, Íntimo y personal es recomendable en tarde de calor reconcentrado para pasar un buen rato, que como repito una y otra vez, no es poco.

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Angela Lansbury, mujer fatal

Sí, nuestra querida Jessica Beatrice Fletcher (Se ha escrito un crimen), la bruja novata que queríamos, lleva a sus espaldas una carrera como actriz de cine, televisión y teatro (en los escenarios de Broadway) imparable.

Sí, sí nuestra Angela, la de los ojos saltones, hizo de mujer simpática, de novia del galán, de tierna dama…, pero fue memorable como mujer fatal en la pantalla cinematográfica. Y hoy he podido comprobarlo.

Una película menor como Motín (1952) de Edward Dmytryk sólo merece la pena por verla de hija de puta incomparable. Mujer de carácter que sabe que en época de piratas, en época de un EEUU que está naciendo, una mujer sólo podrá hacer lo que le dé la real gana si tiene mucho, mucho, mucho oro…, y claro, ella utiliza a los hombres y le aburre soberanamente que sean héroes, leales, que hagan la guerra…, ella con su oro y con quien se lo consiga. Y si tiene que mentir, miente, y si tiene que matar, mata, y si tiene que ser colega de unos hombres impresentablemente piratas, con garfios y mal olor, será la mejor colega… Pero claro la película es de hombres de honor, de dos amigos leales, y se la cargan sin miramientos de un tiro por la espalda. ¡¡¡Lástima!!!

Sus otros personajes de mujer fatal inolvidable: ama de llaves perversa en Luz que agoniza, la madre posesiva de El mensajero del miedo y la mala más tierna en El barbero diabólico de la calle Fleet

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Diccionario cinematográfico (105)

Gringo viejo: yo estaré siempre ahí para recordarles. Al joven general que quería transformar el mundo y al anciano escritor que quería despedirse de la vida a su manera.

Yo visitaré sus tumbas.

A Tomasito, al general Arroyo, aquel guerrero hermoso que me hizo mirarme a un espejo y verme hermosa. Aquel que me hizo bailar en pista de baile y sentirme mujer deseada. Aquel que me hizo sentir deseo y saber lo que eran dos cuerpos juntos. El que me contó que de pequeño quería tener el poder de parar el tiempo y luego ponerlo en marcha cuando él quisiera. Arroyo, inseguro y complejo, siempre menospreciado hasta que se dio cuenta de que podía luchar contra los que siempre le aplastaron, los Miranda. Aquel que luchaba por que la tierra fuera de los suyos porque aunque no sabía leer, creía en unos papeles con letras en los que creía que decía que la tierra era de los suyos. Que era injusto tanto sufrimiento y sumisión. Aquel al que no pude rescatar de su duro pasado, de sus contradicciones y ahí vivió el peligro de quedarse atrapado en el tiempo, en el tiempo en el que perdió cruelmente a los seres queridos. Aquel, siempre galante y con orgullo, bello, capaz de digerir sus errores y ser capaz, duramente, de darse cuenta del error. Estaba estancando el cambio, la revolución, por sus espíritus interiores que no le dejaban momento de paz. Como le dice un compañero, si nos quedamos estancados, la Revolución se para. Yo le vi caer, con orgullo, al grito de Viva México. Ahí no pudo detener el tiempo…

A Ambrose Bierce, el viejo y anciano escritor, el gringo viejo en busca de revolucionarios que quería despedirse del mundo no por ser anciano y decadente sino de otra manera. Se adentró en plena revolución. El gringo viejo fue el primer hombre, que a sus setenta y tantos, me hizo suspirar con las palabras y las historias más hermosas. Yo no sabía quién era, sólo le había visto una vez de espaldas. Y averigüe que no quería que nadie supiese su identidad. Sólo que abandonaba el mundo cómo él quería. Le metieron tres tiros a la espalda porque entendió que si no lo intentaba, Arroyo quedaría encerrado con sus fantasmas y olvidaría el motivo de lucha, el momento posible de cambio. Bierce era un hombre desencantado pero con brillo en los ojos e ironía en sus palabras. Había escrito, y mucho, su pluma había emborronado las páginas de un magnate, Hearts, y el siempre fue consciente de la dificultad de la verdad y la facilidad de manipulación del grande. Así que se fue retirando. Y él quería irse pero no quitarse la vida como los hijos amados, no morir postrado por la enfermedad. Él me tapó con una manta y me dio mi primer beso. Yo, ante su cuerpo muerto, me convertí en esa hija que alguna vez quiso abrazar, y yo en el padre ausente que sólo me dejó una tumba vacía.

Y como decían, el joven general y el anciano escritor hacían buena pareja. Pero él no era un hijo y el otro no era un padre. Y su relación, como todo lo que les rodeó, fue difícil pero llena de momentos íntimos, de verdades, de risas, de camaraderías, de reproches y de gritos. De vida y muerte.

Yo les recuerdo siempre a ambos. Ellos hicieron que me mirara de frente, al espejo. Me alejaron de la soledad y me hicieron consciente de que corría sangre en mis venas.

Yo visitaré sus tumbas.

Yo les recuerdo.

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Jean Renoir en tres películas

Nana (1926)

Al director francés le pudo y le cambió la vida ver la obra de Erich von Stroheim. Esposas frívolas o Avaricia siempre fueron cine a tener en cuenta por el realizador.

Ese loco amor, esos personajes despiadados, la crueldad del alma humana, la decadencia de las clases aristocráticas, el cambio de siglo-el cambio de mentalidad…, así que Renoir ni corto ni perezoso tomó una obra de Zola, Nana, sobre la subida y caída de una prostituta parisina, cortesana, por decirlo más finamente, y la llevó a pantalla.

Realizó una producción mastodóntica e incluso, con dolor, vendió cuadros de su famoso padre Auguste Renoir para poder llevarla a cabo. La cortesana Nana destroza vidas y humilla aristócratas. No triunfa en los escenarios, nadie la cree como personaje honesto, y ella harta se retira del escenario para actuar en la vida y ser la mejor puta de París, cruel con los hombres que sin duda la convertirían sin pestañear en víctima. Para despreciar ya está ella.

Nana tiene el rostro de la pareja del director, ex modelo de su padre, la actriz Catherine Hessling, que subiendo unas escaleras para volar sobre el escenario como ángel tentador ya muestra su carnalidad y deseo, instrumentos con los que domina a sus timoratos amantes capaces de arruinar sus vidas con tal de contar con su favor y amor. Ojos claros, pelo sugerente, formas contundentes y su carácter de mujer nunca dominada son las armas de Nana para batalla sin freno, y también sin amor, pero sí de ascenso.

Un ascenso que deviene en caída y enfermedad. Y, finalmente, en soledad, cuando todos sus protectores van cayendo uno a uno como enamorados sin la entrega de la amada, quizá, una carcajada… pero al final ni ella misma puede con ese mundo de apariencias y muerte…, y cae. Y todos los que la atendían por ser la mejor cortesana, la influyente entre nobleza, la dejan ahí en el lecho. Ya no interesa.

La gran ilusión (1937)

El director francés no sólo dirige, como actor, a su adorado Stroheim (que no le dio precisamente un rodaje fácil) sino que crea una hermosa e interesante historia sobre los hombres y la inutilidad de la guerra. Ya es cineasta grande. Sobre los hombres y las fronteras que creamos. Sobre los hombres y las fronteras no sólo de tierras y pertenencias sino también de mentalidades y clases sociales.

Y crea una parábola hermosa de un grupo de hombres en la Primera Guerra Mundial. Unos presos, otros guardianes. Unos franceses, otros alemanes, los de más allá ingleses y por ahí rusos. Unos banqueros judíos, otros maestros intelectuales, otros hombres sencillos de acción, otros actores, el de más allá aristócrata…

Y habla de siempre soñar con la libertad. Con la ilusión del regreso al país de origen. Por eso los protagonistas tratan una y otra vez de huír, por conservar la libertad. Por eso se vuelven camaradas unos y otros. En la guerra los alemenes y franceses son enemigos…, tan sólo por una guerra eterna, pero en el fondo se encuentran y ven similitudes los unos con los otros. Las mismas nostalgias, penas y alegrías. El mismo hambre. El mismos hastío de guerra. Comparten recuerdos del pasado, gente del pueblo o aristócratas en París.

En la gran ilusión, un periodo termina. Un geranio pierde su flor. Y dos hombres tratan de pasar fronteras. Corren y corren para alcanzar una meta. Y les gustaría que la guerra terminara. Uno de ellos, preso francés, se ha enamorado de un mujer alemana que ha perdido a esposo y hermanos en la guerra. Pero ella que estaba tan sola se siente tan feliz al volver a escuchar pasos de hombre en su hogar… Quizá si la contienda termina, él regrese a por ella.

Stroheim es impresionante como militar alemán aristócrata que se va rompiendo a pedazos por las heridas de guerra y que de aviador intrépido pasa a guardián de fortaleza. Militar alemán que otorga camaradería al enemigo, sobre todo al aristócrata francés. Se entienden y los dos son conscientes que es el final de sus privilegios de clase. Y el francés lo entiende perfectamente, que son un anacronismo, y el alemán siente nostalgia y miedo.

Y Jean Gabin, me quito el sombrero. Actor de rostro curtido e interesante. Oficial llano, sencillo, hombre de acción que no soporta la soledad, honesto y buen compañero, no muy culto pero tampoco le importa. Amante de la libertad y camarada alcanza la libertad junto al compañero judío. Ambos se entienden y cuentan con la complicidad del aristócrata que no duda en sacrificarse para que ellos alcancen la meta.

El sureño (1945)

En la gran depresión, los más afectados fueron familias y familias de granjeros que se quedaron sin tierras ni trabajo que hacer. Y emigraban en busca de trabajo, en busca de tierra prometida que les diera de comer.

John Ford contó su historia adaptando de manera magnífica Las uvas de la ira. Es el viaje a los cielos y al infierno de los Joad. Una familia que ante la miseria y la dureza del viaje se va descomponiendo por la muerte o por la marcha. Pero siempre Ma Joad deja claro que cada uno de ellos tienen una dignidad que nadie destroza y que sea juntos o por separado seguirán luchando. Y Renoir en una de sus obras norteamericanas crea una poética película sobre una familia que trata de arar su propia tierra enfrentándose cada día a las calamidades del tiempo, a las enfermedades, a la mala alimentación, a la pobreza, a la poca solidaridad del vecino —cuando hay poco y la vida es dura, es muy difícil arrimar un hombro o compartir, ya tiene bastante uno con lo que tiene como para tender otra mano a alguien que está igual o peor—…, todo parecen sombras pero no es así.

Porque en cada estacion vienen las transformaciones y el vecino poco solidario puede darse cuenta de que no tiene sentido esa actitud. Y el río se lleva la cosecha pero el fuego del hogar funciona y la familia está dispuesta a seguir. Y el niño enferma por la mala alimentación pero saben que la solución está en que tome leche y verdura. Pues a conseguir la vaca y a arar un pequeño huerto. Y a acicalar la casa. Y a trabajar duro. Nadie les aplasta.

Y Jean Renoir con realismo y belleza retrata la vida de una familia sureña de la depresión que trata de arar su propia tierra. Y se pelean, y se juntan, y enferman, y se ríen, y se aman, y se casan o también se emborrachan, y tienen miedo o se crecen cada día. Como esa abuela gruñona, fuerte de carácter y dura, pero tras la que se esconde ternura y una fortaleza que no puede derribar ninguna desgracia de las que siempre les acecha.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (The assassination of Jesse James by the coward Robert Ford, 2007) de Andrew Dominik

Sinceramente me he llevado una sorpresa con la película del australiano Andrew Dominik. Ya sabemos que el Oeste ha sido fruto de mitos y leyendas de bandidos fuera de la ley pero también existen documentos de que la vida ahí no era como nos la han mostrado en la mitología del cine-western. Era una vida solitaria, dura, violenta y lenta. Y los forajidos tenían personalidades mucho más complejas que su posterior leyenda. Y, ya en los setenta empezó un cine del Oeste desmitificador pero a la vez melancólico, hermoso y duro (quizá valga de ejemplo esa belleza que tiene por título Los vividores de Robert Altman o más cercano el Sin perdón de Eastwood). 

Esta vez nos desgranan el asesinato del bandido Jesse James, que junto con su hermano Frank, lideraban una banda famosa en atracos de trenes y bancos durante mediados del siglo XIX. Jesse James fue asesinado, por la espalda, por dos miembros de su banda, el joven Bob y su hermano Charley Ford. Y ambos no alcanzaron la gloria por asesinar a un bandido y matón sino que fueron señalados como destructores cobardes de una leyenda. Complejo, ¿verdad? El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford es una película larga, melancólica y para mí hermosa. Sus casi tres horas pasaron para mí como un suspiro. No se me hizo en absoluto pesada. Su disección minuciosa y su estudio psicológico de cada uno de los personajes me resultó envolvente. 

Toda la película recoge retazos y situaciones para ir construyendo como un puzle un asesinato o ¿suicidio? anunciado. Jesse James tiene el rostro de un carismático Brad Pitt; la composición de un joven complejo y con miedo, Robert Ford, con una admiración patológica por el forajido, cuenta con la buena interpretación de Casey Affleck; un duro, reflexivo y atractivo Frank James nos trae de nuevo al dramaturgo Sam Shepard en una de sus espaciadas interpretaciones cinematográficas y un triste personaje, Charley Ford, cuenta con el rostro de un actor a tener en cuenta, Sam Rockwell. 

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford nos narra no sólo los caracteres de los forajidos, de hombres de frontera, sino que hace un análisis de vidas solitarias, violentas y duras de unos hombres que apenas llegaban a los cuarenta con el cuerpo y la mente castigados por la lucha por la supervivencia, la violencia de balas y cuchillos y con mentes confusas. De asesinos y ladrones que formaban bandas que, finalmente, se traicionaban unos a otros para seguir viviendo. Hombres que, a veces, se dividían en una doble vida, la familiar, y la de forajidos que robaban y mataban al que se cruzaba por el camino. Una vida que pronto les traía la vejez y el cansancio. 

A Jesse James, le baja del pedestal su propio admirador, un joven y ambicioso (ambicioso de convertirse en leyenda) Robert Ford, que descubre que es un ser humano complejo como todos. El asesinato melancólico y poético descubre a un James, que quizá no estaba tan desprevenido de su suerte, un James quizá cansado y asustado de su propio carácter a veces incontrolable. Limpia un cuadro, un cuadro con un cristal en el que ve reflejado lo que ocurre a su espalda. Robert y Charley viven arrastrando su pasado, los asesinos de un Jesse James desprevenido… y se ganan la vida poniendo en escena un momento único en sus vidas que lejos de redimirles, les destroza por dentro.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Pearl White. La dama en apuros, reina del serial

Sí, hoy es de esos domingos en los que me apetecía disfrutar con algo ligero. Y la sorpresa ha sido agradable. En el año 1947, el director George Marshall dirigió un biopic (pero biopic, biopic, vamos que la biografía de la retratada nada se parece a su vida real) agradable que trae a la pantalla cinematográfica el recuerdo de toda una olvidada estrella del cine silente y del fenómeno que protagonizó: la actriz Pearl White, reina de seriales. Triunfó con el primero y más popular —que no el único—, Los peligros de Paulina. Y éste es también el título de la película de Marshall. 

El serial se compuso de 18 episodios donde su protagonista era una dama en apuros siempre en peligro y que dejaba a los espectadores siempre al borde de la emoción… pues su protagonista siempre estaba a punto de morir al límite del peligro… hasta el siguiente episodio. 

Paulina y la actriz que lo representaba (Pearl) era una mujer moderna en el lejano 1914. En el serial, la protagonista no quería casarse joven y decidía decirle al hombre amado que quería correr aventuras por el mundo…, y vaya si las corre. Además es una mujer de gran fortuna, su abogado que quiere quedarse con su dinero la seguirá en su afán aventurero pero para siempre intentar poner su vida en peligro…, y o bien por el ingenio de Paulina o por la presencia del atribulado novio, Paulina pasará uno y otro obstáculo. Pearl White, la actriz pionera de seriales, toda una estrella en el mundo silente era tan dura como los hombres del lejano cine mudo que pretendían hacer cine de acción y entretener a toda costa a su público con un más difícil todavía. Así Pearl White no necesitaba doble, ella solita realizaba las escenas de riesgos. Algo que finalmente la pasó factura, sus diversos accidentes la dejaron dolores varios por todo el cuerpo y achaques por doquier. Tal es así que, quizá, para aliviar el dolor, White se volvió adicta al alcohol y algunas drogas…, dejó muy pronto la tierra para subir al panteón de los actores. Tan sólo tenía 49 años. 

La película de Marshall, agradable e inocente a más no poder, no ofrece la historia real de Pearl White pero sí un bonito acercamiento al pionero mundo del cine silente. Así disfrutamos con el papel simpático de una más que correcta Betty Hutton que ofrece toda la vitalidad posible a White. Nada más se acerca a su vida real. La película de 1947 nos narra la historia de una joven humilde que sueña con subirse a un escenario, le llega una oportunidad y comienza a trabajar en una compañía poniendo toda la ilusión posible. Con todos los compañeros tiene una relación estupenda excepto con el hombre que ama, el director de la compañía, que además aprovecha todo momento para humillarla y recordarla que es una pésima actriz de teatro —aunque él tampoco puede evitar sentirse atraído por la gracia y vitalidad de la joven aspirante—. Un día, harta, abandona la compañía y en su búsqueda de trabajo y supervivencia entra en el mundo del cine mudo convirtiéndose en famosa estrella de un serial. En la cima, se encuentra con sus antiguos compañeros y con el amor de su vida que no corren buenos momentos en los escenarios… 

Los peligros de Pauline (1947) es una tragicomedia romántica que hace pasar un buen rato y que nos lleva a los platós y a los métodos todavía primitivos pero llenos de vitalidad, imaginación y descubrimientos que se empleaban al principio del cine silente. También, muestra la discordía que hubo en un principio entre los actores de cine y de teatro (éstos en un momento dado —muy al principio del cine silente— lo vivieron como amenaza…, era una nueva atracción más barata que atraía a toda clase de público. No consideraban al cine en ningún momento arte sino que desprestigiaba la profesión de actor)

 

Además es una oportunidad de recuperar a una estrella del pasado, Pearl White, de vida también apasionante y desgarrada —nada parecido a lo que se refleja en la película— y para empezar a indagar en los orígenes del cine, arte para contar historias maravillosas e inolvidables.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

 

Atrapado por su pasado (Carlito’s way, 1993) de Brian de Palma

Al ver el otro día, por primera vez, Serpico, me entraron ganas de volver a ver otra de las interpretaciones que más me emocionan de Al Pacino. Y ahí volví a verle con su pelo negro, su barba, sus gafas oscuras y esa gabardina de cuero negro como Carlito Brigante. Personaje maravilloso que empatiza sin remedio con el espectador expectante al otro lado de la pantalla. El último morriqueño.

Brian de Palma nos regala una película clásica de un perdedor, apasionadamente romántica, apasionadamente triste, apasionadamente trepidante… Plagada de buenos diálogos, de personajes secundarios de diez, de narración cinematográfica cien por cien, de montaje trepidante, de banda sonora brillante de finales de los años setenta, con buenas dosis de suspense y tensión, con ternura y violencia… Una buena historia.

Historia de sueños rotos. Historia de un hombre de las calles que ha luchado día a día por la supervivencia, que se ha metido en todo tipo de negocios sucios, que ha matado para sobrevivir o para mantenerse en el barrio con la ley del más fuerte…, Brigante entra en la cárcel, condenado a treinta años, y su abogado le logra sacar a los cinco. Pero en ese periodo Carlito cambia el chip. No puede, no quiere seguir corriendo. Quiere ir tras un sueño. Ir a una isla paradisiaca y dedicarse a un negocio honesto, alquilando coches a los turistas. Quiere salir de toda la mierda pero antes debe reunir una cantidad elevada de dinero y no meterse en ningún lío. Ya no quiere estar en la calle, ya no quiere estar siempre atento y corriendo y más rápido que el otro para no acabar con un tiro en la cabeza.

Mientras las calles han cambiado, los jóvenes delincuentes y sus códigos también así como el tipo de negocio sucio. Mientras muchos de los suyos están muertos o encerrados de por vida, él es una leyenda… pero el tiempo ha pasado. Y a Carlito Brigante no le dejan que termine la carrera, no le dejan descanso, él sigue veloz, corriendo, corriendo…, pero sabe que su motor se está agotando. No obstante, él sigue con su código del pasado, con su inteligencia aguda, con su honestidad en los negocios sucios, considerando un valor la amistad y tratando de recuperar el amor con una bailarina a la que ama y a la que no quiere volver a romper el corazón. Y está a un vuelo de conseguir su sueño pero demasiadas circunstancias no le dejan atraparlo.

El abogado amigo, el joven judío que empezó a defender a mafiosos, Carlito uno de los primeros, que con el paso del tiempo se ha vuelto un pez gordo y ha traspasado el límite, hasta convertirse en un mafioso más y cocainómano-paranoico, que no duda en traicionar amistades, códigos, leyes… El amigo del barrio, el siempre fiel, el que se aferra al pasado y a los viejos tiempos pero que también tiene que sobrevivir hoy y se da cuenta que un Brigante reformado no le va a dar más vida ni más supervivencia. Compañeros del pasado en sillas de rueda obligados a convertirse en chivatos para no estar encerrados. Las nuevas generaciones de delincuentes, jóvenes sin escrúpulos con muchas ganas de convertirse en leyenda y ser respetados saltándose todo lo que haya que saltarse. La policía deseando volver a encerrar al mafioso del pasado que jamás podrá estar limpio o reformarse… Carlito Brigante encuentra demasiados frentes y poco tiempo para cumplir el sueño deseado al lado de Gail, la mujer que ama, la mujer que pronto le dará un niño…

Pero Carlito sigue pensando, sigue actuando, sigue sobreviviendo, aparentemente sin perder la calma, y con un objetivo claro: llegar al paraíso. Y corre y corre y corre porque no le dejan andar. Y dispara porque no le dejan no disparar. Y mata porque sino le matán a él y a los suyos.

Corre, corre a una estación de tren donde su mujer le espera. Un tren que les llevará a ambos, ya desencantados, a la consecución de un sueño. Y Carlito corre, corre, piensa y piensa… todo por un sueño. Pero demasiados cabos sueltos, él solo no puede amarrarlos todos. Y cuando sonríe, porque ve que es posible tomar un tren y parar…, y descansar, unos disparos inesperados le esperan… para que pare de una vez. Pero él, Brigante, sigue reflexionando. Y ve a su Gail. Y se siente cansado pero se queda con una imagen en la retina: el paraíso, la isla de sus sueños, y a la mujer que ama bailando.

Brian de Palma brilla no sólo junto a un Al Pacino inolvidable sino con una cantera de actores que están a la altura de historia trágica y romántica de un perdedor solitario: Sean Penn, Penelope Ann Miller, Luis Guzmán, Viggo Mortensen, John Leguizamo…

Atrapado por su pasado siempre me atrapa. Y siempre espero, suspirando, que Carlito Brigante alcance su sueño. Que no cierre el bar, que no se sienta cansado.

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