Diccionario cinematográfico (111)

Montaña: que puede ser sagrada, que puede ser elemento esencial del paisaje, que puede ser protagonista de la historia, que puede ser símbolo…, miles de montañas pueblan el universo cinematográfico.

Desde el más contemporáneo cine de aventuras, cine de entretenimiento que cuenta las hazañas de increíbles montañeros que se juegan la vida en su día a día. ¿A quién no le viene a la cabeza Máximo riesgo (1993) o Límite vertical (2000)?

A veces, el cine nos narra momentos históricos e impresionantes que tienen a la montaña como protagonista. Un accidente aéreo hará que un grupo de jugadores de rugby pasen una prueba de supervivencia al límite en medio de los Andes. Viven fue el nombre del libro donde se contaban sus experiencias que se pasó al cine en 1993. El francés Jean-Jacques Annaud nos contó la aventura física y espiritual del alpinista (con rostro de Brad Pitt), Un relato de supervivencia a través de las montañas en Siete años en el TIbet (1997).

Hay montañas símbolo, montañas que sirven para la transformación espiritual y física de los personajes. Me vienen a la cabeza tres. El Kilimanjaro, la montaña-volcán más alta de África sirve como marco y símbolo para que un hombre-creador haga un repaso por su vida y amores en Las nieves del Kilimanjaro (1952). En la maravillosa El último refugio (1941), una montaña es el último lugar donde un gánster que quiere retirarse en cuentra refugio y descanso. Tendría su interesante versión en el género western, Juntos hasta la muerte (1949). A Raoul Walsh le gustaba esta historia, la montaña como final y refugio. Uno de los dramas de Frank Capra buscaba población ideal de eterna juventud entre altas montañas donde llegan un grupo de personas tras accidente aéreo. En el Himalaya hay una población ajena a los males del mundo. Horizontes perdidos (1937) donde el tiempo se para.

Siempre se esconde intensa escena de acción o de amor apasionado en lo alto de una montaña. Hasta el maestro del suspense realizó una de sus escenas de acción más recordadas en Con la muerte en los talones (1959). ¿Alguien ha olvidado a los protagonistas colgados del monte Rushmore? O quien no recuerda a Jennifer Jones y Gregory Peck matándose y amándose en montes lejanos en ese delirio romántico que es Duelo al sol (1946).

En el cine español, los montes recobran especial importancia como refugio, lugar de resistencia y recordatorio histórico de aquellos maquis que fueron guerrilla y combatieron desde las montañas la férrea dictadura franquista. Así contamos con ejemplos ilustres donde las montañas son paisaje obligado de obras como El espíritu de la colmena (1973) o Los días del pasado (1978). O también los montes son protagonistas de obras más recientes como Silencio roto (2001) o El laberinto del fauno (2006).

Hay géneros que no podríamos imaginar sin montaña alguna o sin escena entre montes y alturas. ¿Qué película del Oeste no ofrece paisaje montañoso? Persecuciones en altas montañas, huidas a través de los montes, escondites de indios al ataque, refugio de forajidos…, la lista es tan amplía que es prácticamente innombrable. Basta decir que la mayoría de las películas de Ford contaban con el impagable paisaje de Monument Valley o valle de las rocas. Lo último más innovador en un paisaje de vaqueros auténticos, de ganaderos en América profunda, fue la historia de amor en lo alto de la montaña Brokeback, aislados del mundo y de las presiones sociales, que viven Jack y Ennis (Brokeback Mountain, 2005, Ang Lee).

Siguiendo con este protagonismo mágico de las montañas, su protagonismo no tiene final, estudiamos los comienzos de la directora del régimen nazi, Leni Riefenstahl, en un género alemán que cultivo grandes éxitos, las películas de montaña, normalmente del director Arnold Fanck. Allí una joven y bella Leni era la actriz que vivía historias y aventuras entre montañas y nieves.

Y para terminar este viaje interminable hablemos de un género improbable en cuanto el empleo de montañas como paisaje…, el musical, que sin embargo tiene sus escenas ilustres en montañas mágicas. ¿Quién no recuerda en altas montañas las aventuras de la familia Trapp en Sonrisas y lágrimas (1965)? ¿O alguien puede escapar a la magia de Brigadoon (1954), ese pueblo que sólo despierta una vez al año?¿Quién no quiere vivir aislada y secuestrada durante unos días, entre montañas nevadas, junto a los hermanos Pontipee, en Siete novias para siete hermanos (1954)?

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, la química existe.

Ayer vi gran parte de Titanic (1997) de James Cameron. Y me dije qué buena pareja la de DiCaprio y Winslet y qué bonita está siendo su evolución. Ambos alcanzaron el estrellato, la cima, con esta cinta…, una cima que sigue en alza dejándonos los dos unas filmografías de interés.

Los dos, veinteañeros, con rostros lisos regalaban, en este film que mezclaba el género de catástrofes con el romántico, toda su frescura. Y parte del éxito de la cinta, dejando a un lado efectos especiales y espectacularidad, se debía a esa cualidad mágica que a veces surge entre dos intérpretes: la química.

Una química que nos hacía tragarnos como bobos esa historia de amor al límite entre dama de alta sociedad y viajero de tercera clase. Una química que nos hacía devorar esa historia de amor más allá de las clases sociales y del peligro inminente. Un amor que crece al límite y que perdura.

Tocando todos los tópicos de amor juvenil que llega al éxtasis en esa escena mil veces imitada de amantes dejándose llevar por la libertad en la proa del barco, aspirando aire puro. Ambos vuelan. Y todos volamos ante ese amor fuerte e inquebrantable que sólo interrumpe la muerte. Pasan poco tiempo juntos, pero tiempo intenso. Y ambos se desnudan y se quitan caretas.

La muerte nos le permite vida en común. Aunque siempre queda ese amor joven, desnudo y bello en la memoria del superviviente.

Después pasan casi diez años y los jóvenes de rostro liso ya son treintañeros. Y sus rostros adquieren más experiencia. Son actores con carreras consolidadas que siguen creciendo en el mundo de la interpretación. Cada uno va adquiriendo más matices. A la frescura se añade la experiencia. Y ambos vuelven a reunirse en película que gana por su química.

Ahora ya no es una mega producción. Ya no es cine de catástrofes, espectáculo y amor. Ahora se meten en la piel de dos personajes literarios que surgen del narrador Richard Yates y su novela Vía revolucionaria. Una historia íntima, sin efectos especiales, descarnada y desnuda. Sam Mendes se encarga de dirigir esta historia que une de nuevo a DiCaprio y Winslet. Ahora en esa historia, de amor amargo, sí existen años de convivencia y sueños rotos. Y asistimos a la radiografía de un fracaso, del fracaso de una vida en común de dos personas que se aman y se rompen. Que se gritan y devoran. Que se consumen en cada escena. Porque ninguno cumple las expectativas del otro. Porque ya no es un amor desnudo, sin máscaras, fresco y puro. Sino que es un amor con grietas, de echarse cosas en cara, de no aguantarse el uno al otro porque no se quieren ellos mismos.

Y de nuevo es la muerte la que termina con la relación. La muerte física de uno de ellos, y la muerte en vida del otro. Porque los dos se quieren, porque los dos se hacen daño. Porque los dos fracasan, porque los dos se destruyen…

DiCaprio y Winslet vuelven a hacerlo. Nos volvemos a creer su historia. Volvemos a sentir esa química que madura.

¿Habrá que esperar otros diez años para verlos juntos de nuevo? No estaría nada mal. Que en cada década nos regalaran una película. Su química es evidente. Sólo hay que verlos juntos. Y recordarlos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Ángeles sin cielo (The Saint of Fort Washington, 1993) de Tim Hunter

Durante tres años seguidos, a principios de los noventa, directores desconocidos y otros con más trayectoria realizaron películas en las que se reflejaba el otro lado del sueño americano: la situación de personas sin hogar que sueñan pero no llegan alcanzar sus proyectos de una vida más digna porque la sociedad que les rodea y las circunstancias personales no les deja. Sólo uno de los personajes logra superar traumas y rehacer su vida pero a la vez es la película más optimista y con más sesgos de fábula.

Me refiero a El rey pescador (1991) —fábula maravillosa y optimista—, Corazón roto (1992) —te rompe el corazón mil veces—, Mi Idaho privado (1991) –deseas que el protagonista encuentre esa hermosa carretera que le ponga en camino hacia una vida mejor— y esta que vamos a comentar.

Ángeles sin cielo es un relato sencillo y cuenta la historia de una amistad entre dos sin hogar que se mueven en una sociedad que les devora hasta los sueños. Un relato realista y seco pero de una hermosura y una sencillez que enternece.

Ángeles sin cielo cuenta la unión entre un sin hogar negro, veterano de la guerra de Vietnam, con salud física minada sobre todo por los dolores de una pierna recuerdo de una batalla; y un joven sensible y esquizofrénico que se queda de un día para otro sin hogar y que trata de convivir con su enfermedad y la soledad.

Danny Glover y Matt Dillon atrapan con sus interpretaciones y traspasan emociones que estallan. Se empapan de sus personajes y los trasforman en reales, carne, hueso y alma.

Matthew (Matt Dillon) es ese ángel indefenso que a veces oye voces, al que le cuesta relacionarse y que ha perdido habilidades sociales, que se enfrenta solo al mundo, y lo mira a través de una cámara fotográfica sin carrete. Dillon es tierno. Conmueve en su indefensión y sonríes en cada momento de superación.

Jerry (Danny Glover) es un sin hogar que sabe de supervivencia. Y sabe mucho. Optimista por naturaleza aunque a veces el dolor le hace perder los nervios o la mala vida, no digna, le cansa y le quitan las ganas de levantarse con ganas para afrontar un nuevo día. Sin embargo, nunca pierde la esperanza ni la capacidad de soñar.

Ambos se encuentran en un enorme albergue donde duermen todo tipo de personas y donde sobrevive aquel que se las sabe todas. Porque ahí no hay máscaras. Todo es crudo. Hasta la bondad más infinita pero también la brutalidad más injusta.

A Jerry le enternece Matthew. Le ve como un ángel al que proteger. Alguien que alivia su soledad. Alguien con quien poder soñar y construir el día a día para sobrevivir porque ya ninguno de los dos está solo. Porque se acompañan. Jerry le convierte en su hijo y le enseña la vida de la calle, no le trata como un esquizofrénico sino como una persona capaz de afrontar cada día un nuevo reto. Capaz de soñar los dos. Capaces de construir un futuro.

Y Matthew ilusionado se cree un sueño…, y supera retos. Y cuando la crisis asoma ahí está Jerry para calmarle y quitarle miedos. Ambos trabajan para conseguir alquilar un piso y no tener que volver a un albergue inhumano e inhóspito. Matthew no quiere volver a un lugar donde siente que le harán daño.

La historia de Jerry y Matthew enternece. Matthew con sus manos trata de aliviar el dolor de la rodilla de Jerry. Con ternura. Sin pedir nada a cambio. Jerry continuamente cree en las posibilidades del joven para salir adelante y saltar obstáculos. Cree en su capacidad de dar y crear. Y a esa cámara sin carrete le proporciona una. Para que Matthew cree y mire, porque como dice Jerry no tiene duda de que es un artista. Incluso Matthew, gracias a Jerry, gana la capacidad de soñar. Ahora no le acompañan voces que le asustan, sino imágenes de un futuro feliz junto al amigo. Matthew crea un futuro hermoso donde él participa activamente.

Pero la dura realidad cotidiana les golpea. Y un día son separados. Les paran por ola de frío y a la fuerza les quieren llevar al albergue. Jerry escapa pero a Matthew le meten en un camión que le traslada a un lugar que le da pánico. Y allí, sin embargo, es demasiado humano y echa una mano. Y esa mano que echa le cuesta la vida. Un navajazo frío que le deja solo y muerto…, demasiado tarde cuando llega un Jerry desesperado al lado del amigo que quiere proteger.

Y Jerry es tan humano que no quiere dejar solo al amigo que no tiene entierro, que es metido en caja de madera y enterrado en fosa común. Porque nadie le llora…, bueno ahora sí Jerry, que sabía que era un ángel y le deja encima de su solitaria tumba aquellas fotografías de un carrete revelado que guardaba su mirada. Y le promete que mientras él siga vivo, Matthew seguirá vivo porque siempre le tendrá presente en el recuerdo…, eso le dará fuerzas para vivir cada día.

Un relato sencillo, directo, tierno y poético, que recuerda a esa obra de los años setenta, El espantapájaros (1973) donde los espectadores vivíamos una historia similar en compañía de otros dos sin hogar, un maduro Gene Hackman y un joven Al Pacino.

Cuando termina Ángeles sin cielo, te quedas en silencio porque sabes que en pleno siglo xxi,  en este momento, miles de historias similares están ocurriendo una y otra vez. Hombres y mujeres que no alcanzan un sueño y que su día a día es la supervivencia pura y dura.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Marcados por un personaje

Marcados por un personaje. Después caída en picado al olvido. Fueron devorados por el personaje. Algunos trabajaron mucho más pero nunca brillaron igual que el personaje o la historia que les hizo famosos. Otros incluso tuvieron carrera cinematográfica extensa y con algún que otro éxito pero si preguntas por alguno de sus trabajos surge aquel que les encumbró —que a menudo algunos rechazan de plano—.

Si hablamos de Bela Lugosi, nos viene a la cabeza Drácula. Si nombramos a Boris Karloff se transforma enseguida en Frankenstein. Si preguntamos por algún trabajo de Vivien Leigh, probablemente, sólo la veamos transformada en Scartett O’ Hara. Por otra parte, si nombro a la actriz Judith Anderson se nos quede cara de póker pero sí digo, sí hombre, la ama de llaves de Rebeca entonces, sólo, quizás el asunto cambie.

Ahora le toca el turno a Anthony Perkins e irremediablemente todos sonreiremos y diremos sí claro, el de Psicosis, Norman Bates. Lo de Liza Minnelli no tiene duda alguna, todos la veremos bailando y cantando con una silla, con un traje negro, un sombrero, unas largas piernas, y una sola película, Cabaret. Ella fue Sally.

Christopher Reeve se lo tomó con filosofía. Él sabía que para los siglos de los siglos todos le identificarían con Supermán. Para ella fue un sufrimiento y aún ahora muchas personas si oyen su nombre sólo saben nombrar a uno de sus personajes (a pesar de que hizo muchos y muy bien), el que la hizo famosa mundialmente, y del que ella siempre quiso renegar. Si digo Romy Schneider inevitablemente muchos tan sólo la colgarán el cartel de Sissi, emperatriz.

Suena una melodía y una frase: amar significa no tener que decir nunca lo siento e irremediablemente recordamos a la morena de pelo liso y largo que se va muriendo fotograma a fotograma y tiene rostro de Ali MacCraw. A otra actriz, ni siquiera muchos han visto su película, sólo se la recuerda por una imagen de mujer con pecho fuera, collar de perlas, mirada insinuante y sentada en sillón, en película plenamente erótica de años setenta, su personaje era Emmanuelle y ella se llamaba Sylvia Kristel. Igual le pasó a otra mujer de la que sólo recordaremos un papel, erótico y triste, en un apartamento de París, es trata de Maria Schneider y su último tango.

Otras heroínas fueron devoradas por su papel. De momento, nadie nos ha convencido de que Carrie Ann-Moss no vaya a ser recordada como la chica dura con gafas oscuras de la trilogía Matrix y tampoco tenemos constancia de que Linda Florentino no se la identifique únicamente en un futuro como una de las primeras mujeres fatales que se sale con la suya en una última seducción.

Película de terror y serie obligatoria disfrazó para siempre a Robert Englund, al que pocos recuerdan su verdadera cara, en el terrorífico Freddy. Ha sido siempre el rey de las pesadillas en Elm Street. Parecía que sólo podía existir un agente 007 con cara de Sean Connery, sin embargo, prefirió ser recordado por otros muchos personajes —aunque también quedó bastante marcado por su elegante agente british—, sin embargo, uno de sus sustitutos se metió de tal manera en la piel de Bond, James, Bond que no se le recuerda otro personaje mejor. Él era Roger Moore.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Jean Seberg

Niña de cara angelical. Cara triste. Dura vida. Su mente le jugó mala pasada. Era frágil. Muñeca rota. Empezó carrera como joven promesa de carrera fulgurante. El temible director Otto Preminger, la convirtió en musa a base de gritos. Y desde el principio, el maestro vio que con el pelo corto hacía estragos.

No tenía apenas 20 años y ya fue protagonista de dos papeles de gran dificultad que irían modelando su personalidad futura. Su triste personalidad futura. No fueron películas de éxito pero al otro lado del charco un crítico con inquietudes radicales (discutidas por unos, adoradas por otros) en el campo cinematográfico que quería convertirse en director (Jean-Luc Godard), se fijó en ella.

Primero se transformó en Juana de Arco, y ya los primeros planos mostraban su rostro atrayente capaz de reír y llorar, de disfrutar y sufrir… Después se convirtió en joven heroína de la novela de Sagan, Buenos días, tristeza. De adolescente rebelde que se deja llevar por el placer, el deseo y que con cara delicada destroza a la amante de su padre.

Sin comerlo ni beberlo se convirtió en la musa de la modernidad europea, la americanita con cara bella y frágil enamoró y enamora…, con su paso brillante por la película fundadora de la Nueva Ola se convirtió por los siglos de los siglos en leyenda. Con su camiseta blanca y sus pantalones pitillo, vendiendo periódicos entró en el Olimpo y ya nadie la bajó de él. Con su papel de rubia de pelo corto distante y frágil, objeto del deseo de francés marginal con cara de Belmondo, conquistó millones de corazones. Rubia frágil, rubia traidora, mujer fatal de inocencia arrebatadora. Esa rubia que traiciona al hombre que quizá ama y éste la dedica sus últimas palabras y muecas: “eres una asquerosa”. Y ella, angelical y confundida, pregunta, qué quiere decir asquerosa. Brutal. Estaba ya al final de la escapada.

Regresó en pocas ocasiones a EEUU, trabajó en películas europeas que no volvieron a encumbrarla. Repartió su vida entre adicciones, sufrimientos y amores. Por ahí hubo controversias con FBI, Panteras Negras y demás. Y ella cada vez más rota y perdida. Tan rota y perdida que vomitaba nervios que no la dejaban en paz. Una vez perdió al niño que llevaba en sus entrañas y dicen que nunca se pudo recuperar. Hablan que compró ataud de cristal para tapar bocas y rumores.

Se casaba y descasaba. Nunca era feliz. Algunos de sus amantes nunca la olvidaron e incluso fue más musa y diva. Carlos Fuentes la dedicó Diana o la cazadora solitaria. Ricardo Franco dejó el mundo con una obra póstuma, lágrimas negras, que dicen dedicó a la mujer triste que coqueteó por tierras españolas (hay una rareza de terror español dirigido por Juan Antonio Bardem, donde ella aparece como madre de Pepa Flores). También, comentan que se enamoró de Clint Eastwood. Al final, su triste imagen es la que vaga por las pantallas y las hojas de los libros.

Fue la esquizofrénica que hace viajar a todos los que la conocen al centro de la locura, una Lilith rota en mil pedazos que, sin embargo, reparte su esplendor destructor. También, demostró como nadie que en el lejano oeste, en una ciudad sin nombre una mujer puede amar, tranquilamente, bellamente a dos hombres que la cantan al oído…, a pesar de la madura tristeza de su rostro.

Pero a ella, no le hacía falta cine catástrofe, para caer desbordada una y otra vez hacia el abismo. Cuenta la leyenda que intentó suicidarse una y otra vez. Y finalmente apareció desnuda envuelta en manta en un viejo coche, abandonada por todos. Su última película fue muda. Sólo su rostro roto en mil gestos…Les hautes solitudes, 80 minutos extraños y olvidados. Sólo su rostro para mostrar que era mujer rota, sin poder remediarlo.

Ahora, quizá, Jean Seberg corra libre y reconstruida, con el pelo corto, rubio, y sonrisa mágica. Con mente dura y corazón fuerte…, sin ser musa u objeto del deseo de nadie. Sin ser un rostro de mimo que se rompe ante el objetivo. Sin albergar nervio alguno. Tranquila y quizá feliz. Sin lágrimas negras que la caigan por el rostro.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Gordos

Gordos es un empacho de esperpentos, personajes-títeres, tragedias, comedias, dramas, contradicciones, sentimientos, lágrimas y risas… Gordos es un empacho visual. Gordos es una enorme metáfora: qué provoca la gordura (física y emocional), qué nos hace estar bien o mal, por qué tragamos y tragamos, qué nos hace felices o desgraciados, cómo son mis relaciones con los otros, qué papel juega el físico en mi manera de ser…

¿Me ha gustado la segunda película de Daniel Sánchez Arévalo? Me debato en una y mil contradicciones. Quizá la palabra más adecuada es que me sorprendió. Y mi mayor crítica es que es tan enorme la farsa, lo grotesco y el esperpento tanto en la comedia como en el drama que, a veces, me dejó insensible. Son tantos los temas interesantes que toca la película y tantos los frentes que plantea que al final te quedas con la guinda en la boca, sin poder hacer la digestión. Sólo quizá la puedes digerir después, en reunión o tertulia.

La estructura y la factura visual me enganchó. Por una parte, para dejarnos claro que nos metemos dentro de una farsa-espectáculo nos va situando en las diferentes fases de la historia un anuncio presentado por uno de los protagonistas (Antonio de la Torre) de unas pastillas adelgazantes. Por otra parte, el nexo de unión de todas las historias, el nexo de unión de todos los personajes es la asistencia a una terapia de grupo donde varias personas gordas y obesas tratan de entender por qué han engordado.

Desde el principio, la sentí como una farsa esperpéntica y así hay que entender la interpretación de cada uno de los personajes. Y desde el principio me metí en la dinámica de Gordos. En algunas historias hay más risas que lágrimas, en otras más lágrimas que risas, en algunas casi alcanzas la ternura, en otras los personajes títeres llegan lejos tan lejos que casi no tiene sentido…

Vuelvo a repetirme, ¿me ha gustado Gordos? Me atrevería a decir que sí aunque me hubiera gustado menos saturación de historias y personajes. Más desarrollo de algunas tramas y temas. Más definición de desgarro o farsa irónica…, me muevo en la contradicción más absoluta al igual que sus personajes.

Repaso las historias: la que más tira a lo esperpéntico, incluso en la interpretación de los personajes (Antonio de la Torre y Pilar Castro), es la del homosexual que se infla y desinfla en las distintas fases de su vida. Un ser humano complejo donde los haya, un insoportable antipático que se puede cruzar en tu camino, que al final encuentra su media naranja en otro ser humano tan solitario como él, tan complejo como él, tan esperpéntico como él, y no es más que la mujer de su socio…, y ambos se complementan en lo emocional y físico.

A continuación, en un mundo de títeres, que gira a lo fantástico, está la historia de la joven pareja ultra religiosa que quiere llegar virgen al matrimonio (Raúl Arévalo y Leticia Herrero). Pero claro el placer de la carne los llama a ambos y el sexo les confunde. Su historia transcurre con milagro incorporado cuando un reprimido y divertido Raúl Arévalo sólo se da cuenta en el más allá de que el sexo con la persona amada es algo hermoso.

La historia prescindible pero bien interpretada es la de esa ejecutiva (María Morales) que engorda para que la abandonen porque no quiere una vida resuelta con el mismo hombre para siempre y no encuentra otro modo para que su pareja la rechace y la deje libre para experimentar y vivir otras historias.

Después está la familia obesa, por excelencia, padre, madre, hija atormentada que también puede llegar a crueldad extrema… e hijo delgado e hijo de puta (Fernando Albizu,Teté Delgado, Marta Martín, Adam Jeziersky) que luego nos enteramos de que su comportamiento tiene que ver con que se siente distinto a cualquiera de los miembros de su familia. Una historia que quizá no explota todas sus posibilidades. Que se queda en el camino.

Y, por último, la más dramática y quizá la más desarrollada. La historia del terapeuta y su pareja (Roberto Enríquez y Verónica Sánchez), que se queda embarazada, y se siente atrapada en una gordura que no desea. Y descubre con terror que él tampoco desea esa gordura. Y él se aterroriza de la contradicción de ser terapeuta, un buen terapeuta de personas gordas, y darse cuenta del rechazo transitorio que siente hacia su esposa que se hincha por el embarazo…

Gordos es un paseo emocional por personajes e historias esperpénticas que nos hacen vomitar por sus sentimientos, miedos y contradicciones. Pero su digestión puede ser complicada por la cantidad de frentes que tenemos que probar o en los que fijar nuestra atención.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Seis actrices que brillaron en los 80 y desaparecieron después…

En los años 80 hubo seis actrices que debutaron con fuerza e interpretaron papeles que las encumbraron a lo más alto en películas taquilleras o de prestigio. De la noche a la mañana se convirtieron en iconos…, después han seguido trabajando pero no han logrado volver al esplendor de antaño. Algunas han conseguido papeles importantes en series de televisión y en pantalla grande aparecen de vez en cuando como actrices secundarias de prestigio o con algún papel principal que nos recuerda que siguen activas y en movimiento.

Kelly McGillis

Encandiló como madre amish de un niño (Lukas Haas) que es testigo de un asesinato.  Película hermosa de un Peter Weir que crea una romántica historia de amor y misterio. McGillis brilló en su interpretación además de estar bellísima y mostrar toda su química con Harrison Ford (en papel de policía protector y después protegido por la comunidad amish) con escena inolvidable de baile con canción hermosa  (What a wonderful world this would be) bajo una luz tenue de un candil en un granero. Kelly McGillis encandiló a público y crítica en Único testigo (1985).

Después se convirtió en novia del chico que se convirtió en ídolo de todos los muchachos y que amaban todas las adolescentes de los 80. El fenómeno fue una mala película de idolatría al ejército repleto de niños chulos con gafas de sol que hacen virguerías con los aviones y conducen motos guays. El taquillazo se llamó Top Gun y la dirigió Tony Scott en 1986. La pareja de una guapa y sexy McGillis de profesora dura fue el alumno rebelde con cara de Tom Cruise.

La requirió Alan Rudolph para una de sus románticas y melancólicas historias de amor más allá de la muerte en Hecho en el cielo, nos llevó por el camino del misterio en La casa de Carroll Street de Peter Yates, y por último, se quedó en la sombra de una Jodie Foster que se llevó el oscar en Acusados de Jonathan Kaplan…, y la hermosa McGillis se esfumó y diluyó en películas desconocidas.

Geena Davis

De cara extraña y labios carnosos, alta muy alta y desgarbada, Geena Davis fue una agradable presencia en los 80. Los buscadores interesados pueden ver ya sus pinitos como actriz en papel muy secundario en la divertida Tootsie en 1982. Después estuvo presente en la película de Gronenberg que más gente se ha acercado a ver y más taquillera, La mosca, remake de película de terror clásico. Tim Burton que se iba construyendo como cuentacuentos cinematográfico contó con ella en esa locura que se llama Bitelchús.

El campanazo y su conversión en actriz enamorable es en 1988 cuando se convierte en la extravagante adiestradora de perros con niño alérgico y enfermo, sola y con problemas económicos pero con una alegría y una vitalidad envidiables. Ella nunca pierde la esperanza aunque la vida sea dura en El turista accidental de Lawrence Kasdan. Echa un cable y se enamora de un atormentado William Hurt roto en pedazos (por la muerte brutal de su pequeño) incapaz de expresar sentimientos y le hace reaccionar…, le provoca la sonrisa.

Después a principios de los 90 se convierte en Louise, una joven y maltratada ama de casa que se larga de fin de semana con una amiga. Un fin de semana revolucionario y radical. Y se convierte en icono junto a Thelma de un montón de mujeres. La película fue Thelma and Louise (1991) de Ridley Scott. Vuelve el espíritu Frank Capra en la interesante Héroe por accidente de Stephen Frears pero el público no acude a verla y se lleva enorme batacazo en la divertida La isla de las cabezas cortadas (1995), de aventuras y piratas que los espectadores abandonan. A partir de ahí Geena Davis cae en olvido.

Daryl Hannah

Todavía muy activa en pantalla y televisión, ahora es secundaria de prestigio. Con filmografía irregular esconde algunas joyas y más de un fracaso. Pero nadie la olvida como la actractiva replicante malabarista, el amor de Rutger Hauer. Ella fue una de las replicantes a eliminar en Blade Runner en 1982. Los espectadores se fijan en esa rubia espigada de rostro hermoso y tierno. Su especialidad en los 80 fui ir de mujer rara.

Sin embargo, la rubia va eligiendo y saliendo en papeles anodinos aunque alcanza cierto éxito con otro personaje extraño en comedia que funciona en taquilla. Hannah es una sirena en 123…splash  (1984) que desconcierta a un cómico cada vez más en alza por aquellos tiempos que todavía no le había dado por ser dramático, Tom Hanks. Tampoco funcionó mal como una rubia increíble pero sospechosa de pirómana y ladrona en una comedia de intriga que tampoco funcionó mal, Peligrosamente juntos (1986). En 1987 además de estar presenta en un mediocre producto con aires de Cyrano de Bergerac a la americana, la rubia espigada aparece en Wall Street, película amarga de yuppies sin y con escrúpulos. Termina los 80 como peluquera peculiar en localidad pequeña estadounidense con amigas del alma como Julia Roberts, nueva promesa, o una Dolly Parton en su salsa con la exitosa Magnolias de acero y Woody Allen le ofrece papel en película dramática coral maravillosa Delitos y faltas.

A principios de los noventa arrastra fracaso tras fracaso en películas que no funcionan en taquilla. Fernando Trueba la dirige en la agradable Two Much (1994), su aventura americana. Desde ese momento Hannah va transformandose en secundaria de prestigio en películas a tener en cuenta y también protagoniza mucho batacazo además también encuentra trabajo en la televisión. Trabaja con directores como Tom DiCillio (Una rubia auténtica), Robert Altman (Conflicto de intereses), John Sayles (La casa de los babys y Silver city)…

Quentin Tarantino la vuelve a poner de moda —aunque la mayor gloria es para Uma Thurman— como mala malísima espectacular con parche en el ojo en las dos partes de Kill Bill pero todo fue un espejismo. Ahora sigue apareciendo de vez en cuando en pantalla grande y no para en la televisión.

Sean Young

Es otra de las chicas Blade Runner. Es la replicante que enamora al protagonista. La replicante que no sabe que lo es y su descubrimiento la hunde en tristeza porque cada vez son máquinas más perfectas que tienen miedo a la muerte, que aman y padecen… Morena de cara fina, cara de muñeca de inmensos ojos, surgió con fuerza en esta década pero de pronto empezaron a aparecer noticias de actriz problemática y obsesiva con sus compañeros de reparto, especialmente los masculinos, y poco a poco fue cayendo en el olvido hasta diluirse totalmente y no volver a brillar como en sus inicios.

Aparece como personaje secundario en películas de prestigio y éxito de los 80 como Wall Street. Y como protagonista alcanza éxito de taquilla junto al actor del momento Kevin Costner en la película de intriga No hay salida. Está encantadora en también linda y olvidada comedia romántica, Un toque de infidelidad.

Arrastraba ya fama de complicada y antipatica además de una denuncia de su compañero James Wood por no dejarle a él y a su esposa tranquilos desde que trabajaron juntos en Impulso sensual (1990). Así poco a poco en los noventa va participando en películas de peor calidad y se refugia en la televisión en la que tampoco logra grandes éxitos. Cada vez va perdiendo más oportunidades de buenos papeles frente a otras actrices. Además tristemente ha aparecido últimamente en los medios porque ha tenido que ingresar en una clínica para tratar su problema de alcoholismo.

Debra Winger

Su popularidad no tenía límites en los 80. Alcanzó cotas altísimas de éxito en su papel de chica deseada por Richard Gere en la machista Oficial y caballero en 1982. Al año siguiente hizo llorar a moco tendido a miles de espectadores en la comedia dramática La fuerza del cariño. Winger protagonizaba películas de éxito donde enamoraba a personajes y público en películas que funcionaban en taquilla como Peligrosamente juntos. Perfecta como actriz dramática trabaja junto a realizadores como Gavras (El sendero de la traición) o Bertolucci (El cielo protector).

A principios de los 90 sigue especializándose en aquellos papeles dramáticos en los que apunta directamente a la emoción y las lágrimas de los espectadores. Dama trágica de rostro agradable se rompe en pedazos ante la cámara en Tierras de penumbra (1993) y se convierte en comediante romántica en Olvídate de París (1995).

Cuentan que la actriz fue perdiendo interés en su carrera y que prefería cuidarse en su vida privada. La pérdida de interés fue debido a que no la ofrecían papeles adecuados o de calidad. De vez en cuando sigue en pantalla o televisión pero parece que no encuentra el papel que la muestre como la actriz seria que siempre quiso ser.

Isabella Rossellini

Hija de una pareja explosiva (Ingrid Bergman y Roberto Rossellini) llevaba el cine en sus venas además de un parecido físico a su madre increíble. Empezó su carrera con papeles fuertes que la fueron encumbrando alto pero pronto cayó en olvido. Trabaja también en la televisión. En los 80 además su cara era famosa por ser el rostro publicitario de conocidas marcas de maquillajes y productos de belleza. Actualmente triunfa en la Red como especialista en la conducta amorosa de pequeños seres de la naturaleza como insectos o moluscos con la serie de cortometrajes Green porno.

Su debú en las pantallas de Hollywood (ya había trabajado como actriz en producciones italianas) fue en una entretenida e interesante película que mezclaba con acierto la mejor tradición del musical y la danza con un drama político en tiempos de guerra fría: Noches de sol (1985). Era una dulce rusa enamorada de un bailarín de claqué norteamericano. Sin embargo, el prestigio y el escándalo por partes iguales le llegaron al año siguiente al protagonizar la película de un controvertido David Lynch que sorprendió a medio mundo con su salvaje Terciopelo azul. Encontró el éxito, el agobio y a su extraña pareja durante años, el propio director.

Fue la más dulce en la comedia Un toque de infidelidad y empezó la década con papel secundario en otra de Lynch, Corazón salvaje. Continuó apareciendo como hermosa secundaria en películas que eran fracaso o breve éxito como La muerte os sienta tan bien o Sin miedo a la vida. Alguna de sus apariciones es en película de culto como El funeral. Aparece en televisión o en extraños productos cinematográficos como La canción más triste del mundo. Sin embargo, es difícil que pase desapercibida pero nunca ha brillado tanto como en los 80.

Rossellini durante su juventud estuvo casada con otro monstruo del cine el gran Martin Scorsese aunque nunca la dirigió sí que ambos cuidaron, recuperaron y conservaron la ilustre filmografía de Ingrid Bergman. Además, Isabella tampoco ha descuidado la obra de su padre y también conserva y restaura las obras del director neorrealista.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Diccionario cinematográfico (110)

Suicidio (2º parte): ella es la reina de Nueva York. El pueblo hipócrita hace campañas y despedidas de la mujer invadida por radio. Sólo ella sabe, y su doctor, que todo es mentira. Sólo quería viajar y conocer la gran manzana. El periodista que explota sus últimas horas, se enamora de ella y viceversa. A ella le nace la conciencia. Se siente tan mal a pesar de haber entrado en el juego sucio de periódico y lectores morbosos que la exhiben como mono de feria. Así que la divertida y bella Hazel decide simular suicidio y deja nota de despedida a toda una ciudad. Les dice que se tirará al río. (La reina de Nueva York, 1937, de William A. Wellman).

A Juan Nadie le convierten en ídolo de los que no tienen voz. De los que soportan día a día la gran depresión. Él es un sin hogar que por un trozo de pan decide convertirse en símbolo. Pero de pronto se cree, de verdad, su papel. Cree en los Juan Nadie y que algo se puede hacer para superar las soledades y depresiones. De pronto se da cuenta de las dañinas manipulaciones políticas y del cuarto poder.  También se enamora locamente de la mujer que le ha creado…, y ella que es su inventora empieza también a creer en él y en el movimiento de los Juan Nadie. Al símbolo le destruyen tan rápido como lo han creado, cuando empieza a ser peligroso, cuando ya no sirve para manipulaciones…, cuando empieza a decir verdades. Entonces él vuelve a la esencia de Juan Nadie, y se convierte en ese desempleado que escribió una primera carta diciendo que si antes de Navidad ningún político movía un dedo para ayudar y apoyar en tiempos difíciles a los Juan Nadie se tiraría desde la terraza del Ayuntamiento. Y, ahora, solo y apaleado, suber a la terraza del Ayuntamiento, para tirarse al vacío…, pero no todo está ni perdido ni destruido. (Juan Nadie, 1941,  de Frank Capra).

A Alex no le conocemos. Tan sólo sabemos que se ha suicidado en la casita del bosque de unos de sus mejores amigos. Asistimos a su entierro que sirve para que se reunan aquellos amigos universitarios que le quisieron y le recuerdan en un fin de semana que sirve para destapar sueños rotos y para mostrar que la vida sigue. No dejó una nota para explicar por qué se fue. Pero todos en el fondo entienden y saben. (Reencuentro, 1983, de Lawrence Kasdan)

Él es miembro del club de los poetas muertos. Alumno brillante, ama el teatro, y se siente cobarde ante la autoridad del padre que quiere otro futuro para él, le modela a su antojo y él se deja. Él es sensible, comprende al padre, no quiere hacer daño pero tiene claro que no quiere renunciar a sus sueños. Se rebela y cumple con sus sueños de actor. Su senbilidad sufre daño por el rechazo del padre que brutalmente corta sus aspiraciones. No encuentra salida. Comete la única rebeldía sin solución. Una rebeldía radical. Siente que no puede cumplir un sueño y que no puede rebelarse ante la autoridad paterna…, se pega un tiro. (El club de los poetas muertos, 1989, de Peter Weir).

Dos mujeres y un destino. Una, ama de casa joven y frustrada siempre anulada por un gilipollas que dice ser su esposo. Otra mujer que ha sufrido lo suyo y se niega la posibilidad de creer y ser feliz, termina ahogándose en la amargura porque no quiere que nadie vuelva a coartar su libertad. No quiere volver a creer y que después la duela hasta no aguantarlo más. Ambas descubren la libertad, ninguna quiere sumión alguna a un sistema que las ha hecho para siempre infelices. No creen en las manos tendidas y ambas prefieren eligir una muerte que las haga volar, juntas y libres. (Thelma y Louise, 1991, de Ridley Scott).

Los niños amargos. Los niños a los que la vida castiga duramente. Son niños y no comprenden o comprenden demasiado. No encuentran salida a una infacia robada. No saben a quién acudir. Son niños y su sufrimiento es tal que no ven más salida que el suicidio. Uno llega a la culminación, el otro en último momento no se consuma. A uno le puede el horror de la guerra que no comprende y que le envuelve con una telaraña difícil de romper. El otro está atrapado en casa familiar donde siente tan sólo rechazo y odio. Uno es rubio, el otro pelirrojo. Y ambos no encuentran otra salida que acabar con sus vidas. (Alemania, año cero, 1948, de Roberto Rossellini/ Siembra de dolor, 1927, de Julien Duvivier).

Algunos toda su vida es un suicidio continuo. Una autodestrucción consciente. Hasta que en un momento dado el corazón se para. Y el sufrimiento termina. No se dan oportunidad alguna. Uno se mata a base de alcohol, beber hasta morir, ni se deja redimir por el amor. La otra nunca descansa, consume drogas, alcohol y nunca duerme. Cuando sube a un escenario parece que todo se reconstruye…, pero después viene la vida. Ella se excede para aguantar el dolor. Un día de excesos, su corazón se para…, sólo así puede descansar. (Leaving las Vegas, 1995, de Mike Figgis/La Rosa, 1979, de Mark Rydell).

Algunas historias nos cuentan suicidios del pasado. Historias-leyenda del lejano Oeste donde duros hombres cansados se dejan la vida conscientemente y permiten que otros les maten… porque ya no pueden más. (El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Frost, 2007, de Andrew Dominik).

A otros les lleva la calumnia. Las presiones que sienten encima por la comunidad que les rodea que les fastidian la vida. Ella es maestra. Una niña lanza un bulo. Contra ella y contra su otra compañera, también maestra. Eso será su destrucción. Aparentemente fuerte, esta maestra se derrumba ante la presión y sobre todo cuando siente que toda su vida ha ocultado su inclinación sexual por miedo al rechazo. La calumnia pone en evidencia que no iba desencaminada. No soporta la presión y el rechazo. Decide dejar de luchar. (La calumnia, 1962, William Wyler).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

La vida íntima de Julia Norris (To each his own, 1946) de Mitchell Leisen

Me encantan cuando aparecen novedades en dvd de grandes clásicos que hasta ahora eran difíciles de conseguir como La vida íntima de Julia Norris. Son varios los elementos que convierten a esta película en un perfecto artefacto de relojería cinematográfica. Es puro melodrama con emoción contenida que estalla.

Hay una ecuación mágica que hace que funcione positivamente: el director Mitchell Leisen, el guionista Charles Brackett, la actriz Olivia de Havilland y el compositor Victor Young. Esta ecuación ya había dado resultado cinco años atrás en otro espléndido drama siempre en el recuerdo, Si no amaneciera.

Esta vez todo empezó cuando el guionista Brackett creó una historia y quería llevarla a la pantalla. Ahí empezó la rueda del engranaje que empezó a girar y a mover con cuidado las demás piezas. Y no fue proceso de rosas sobre todo porque Leisen tomó decisiones en la manera de expresar esa historia en pantalla que chocó en ciertas ocasiones con Brackett pero finalmente surgió el equilibrio y una historia excelente. Cuando a Olivia le llegó el guión —en un momento de su carrera profesional en la que ya se encontraba libre del contrato leonino con la Warner y disponía de más libertad de elección— no tuvo ninguna duda de quién debía llevarlo a la pantalla, Leisen. El papel de Jody Norris supuso un paso de gigante en su carrera que le permitió a acceder al primer oscar de su carrera como actriz principal.

La trayectoria de Leisen es brillante tanto en la comedia más alocada como en el drama más apasionado. Y este trabajo no fue la excepción. Leisen es bueno en películas que provocan risa como Una chica afortunada o Medianoche y emociona con elegancia en dramas como las películas que antes he nombrado. En La vida íntima de Julia Norris dirige con suma elegancia y dando pasos maestros en una obra sensible pero no tópica que hurga con inteligencia en los sentimientos íntimos no sólo de sus protagonistas sino también de los espectadores.

El argumento es melodrama puro de madre coraje que por circunstancias no puede tener al hijo amado a su lado. En este caso, ella es madre soltera que para impedir habladurías en la pequeña localidad donde vive realiza una jugada que no la sale como esperaba perdiendo al pequeño que queda en manos de una pareja amiga que acaba de perder a su bebé. Estas historias pueden caer no sólo en desgarro sino en argumento ridículo y lleno de tópicos. Sin embargo, ahí están las ruedas del engranaje perfecto para que esta historia funcione y emocione según va transcurriendo el metraje. Su personaje principal no es plano y va evolucionando de manera mágica y humana a lo largo de la película dando la oportunidad a Olivia de Havilland de demostrar la cantidad de matices  y registros que es capaz de transmitir.

Por supuesto, Olivia es secundada por otros personajes que van dando sentido al pasado, al presente y al futuro de la señorita Norris. La vida íntima de Julia Norris es la radiografía de una mujer y como historia clásica está dividida claramente en tres partes perfectas. El presente de la señorita Norris, la presentación exacta del personaje. Un largo flash back que nos traslada a su pasado y nos explicá por qué es esta mujer como es y cuál es su conflicto. Y, por último, el desenlace y futuro de la señorita Norris. Con un clímax tan sencillo como emocionante.

Dispónganse a sentarse en su butaca del salón y disfrutar de un clásico de mecanismo perfecto. No falta el empleo inteligente de la música del prolífico compositor Victor Young (por cierto, de vida apasionante sobre todo en sus comienzos). Un guión perfecto, cuidado y lleno de matices. Y unos actores secundarios que cumplen perfectamente con su papel: el galán John Lund (en su doble papel de padre —ideal amoroso efímero de la señorita Norris— e hijo adulto), Mary Anderson como compleja madre adoptiva (conocemos y comprendemos perfectamente cómo se comporta a lo largo de la narración), Roland Culver en su papel de lord solitario y desencantado que busca otra oportunidad en la vida junto a la señorita Norris y digamos que actúa como hada madrina dentro de esta historia o Bill Goodwin como pretendiente, amigo fiel y perfecto de la señorita Norris que le rechaza como pareja en varias ocasiones no como amigo.

Tan sólo le pondría un pero que hace chirriar la película y es la elección del actor infantil que da vida al hijo de la señorita Norris cuando tiene unos cuatro años. A mí en ciertas escenas me resta emoción…, ¡¡¡y juro que me encantan los niños!!!

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons. 

Al otro lado, Patrick Swayze

Adiós a Patrick Swayze. Se fue al otro lado. Con 57 años nos dejó el bailarín que se convirtió en galán y hortera de los años 80 y 90. Todos los que fuimos adolescentes y jóvenes por aquella época seguro que tenemos algún recuerdo cinéfilo con Swayze y por eso me despido de él. Aunque siempre fue dando tumbos en su carrera en películas de mal en peor protagonizó algunos grandes éxitos. Y, sí, confieso, el duro hortera me enternecía y enternece en pantalla y en televisión (es el rey de las emisiones penosas cinematográficas, algunas de sus películas son de las más repetidas en sobremesas). No me pregunten el porqué pero le tenía cierto cariño y eso que la mayoría de sus películas engrosan las filas de no recomendadas o no vistas. También será recordado por su protagonismo y aparición en algunas series televisivas. No sólo bailó o encarnó a galanes muy duros sino que de vez en cuando hizo pinitos en el mundo de la canción.

Empezó a despuntar como joven actor de generación en los ochenta donde Coppola reunió a futuras estrellas del panorama cinematográfico en su poética Rebeldes en 1983 cuando empezó a adaptar dos de las novelas más conocidas de S.E. Hinton (la otra sería La ley de la calle). Ahí Swayze ejercía de hermano mayor responsable de sus hermanos más jóvenes y rey de pandilla. Después de patinar y patinar en producciones sin importancia, se convirtió en estrella televisiva protagonizando la popular serie Norte y Sur.

En 1987 se convirtió en el hombre de moda y se convirtió en icono sexual en uno de los mayores éxitos de la época. Swayze empleó sus conocimientos de baile, mostró sus cachas y fue el hortera duro de buen corazón más querido en Dirty Dancing. Ese hortera que trabaja en un horrible lugar de vacaciones familiares como bailarín y gigoló y que enamora a una pija, inteligente y adolescente jovencita que tiene que aprender a bailar en un tiempo récord se convirtió en el hombre objeto del deseo y muchas suspiraban por bailar en sus brazos. ¡¡¡Ah, se me olvidaba, también dentro de la banda sonora de esta película hay una canción con su voz que engrosó listas de éxitos!!! Y, con rubor y colorete, confieso que esta película mil veces emitida suele ser una de las sobremesas que si la pillo, no me la pierdo.

Así nuestro Swayze sigue paseando por producciones casi de serie B hasta que llega el bombazo en 1990 (en una película que ha envejecido fatal con unos efectos especiales que sacan los colores a cualquiera). Taquillazo a la vista con película romántica fantasmal donde Swayze es el enamorado de una Demi Moore bellísima hasta más allá de la muerte, al otro lado. Estoy hablando de Ghost. Ambos protagonizan escena erótica más repetida y también parodiada entre barro de arcilla. Volvemos a suspirar ante este muerto enamorado que trata de comunicarse con su mujer y salvarla de todos los males de la tierra antes de irse lejos con Unchained melody a todo volumen.

A Swayze le va la acción y pocas veces la abandona. Así que al año siguiente aborda uno de sus personajes más carismáticos teñido de rubio platino y con sus musculos y cuerpo al 100 %, esta vez como surfista atracador con filosofía de vida particular, en la entretenida y curiosa Le llamaban Bodhi. Continua con sus esfuerzos de convertirse en actor serio y patina en drama que podría haber merecido la pena como doctor comprometido en La ciudad de la alegría (adaptación de novela de Dominique Lapierre). Y también se muestra bello ¡¡¡y por fin menos hortera!!!

Sin embargo, vuelve a las andadas de hombre duro en comedia repetida mil veces en televisón en la anodina pero a la vez entretenida El enemigo público número 1… mi padre sobre ladrón de poca monta que se va encariñando de dos hijos suyos que han huido de un internado donde les tratan muy mal. En 1995 se traviste para protagonizar un claro remake que no llega al esplendor de Priscilla reina del desierto por su guión pésimo, sin embargo, él no está nada mal en su encarnación del personaje que en aquélla hizo Terence Stamp. Se trata de A Wong Foo, gracias por todo, Julie Newmar.

Y así pasan los años sin conseguir ninguna campanada de éxito similar a Dirty Dancing o Ghost entre películas de acción, películas de baile y películas románticas que le hacen no caer en el más absoluto olvido. Lo último que se sabía de él es que estaba obteniendo ciertas buenas críticas por su interpretación de policía en serie de TV, The beast.

Así, yo me despido, enternecida, de Swayze, que ya está en el otro lado quizá vestido de negro, con toda su musculatura, su rictus de chulo pero con buen corazón y bailando sin cesar.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.