Cine y teatro (IV). ¿Quién teme a Virginia Woolf?, 1966 , de Mike Nichols

Una de las obras de teatro que me engancha, disfruto con su lectura una y otra vez, me seducen sus personajes y las relaciones que se establecen entre ellos así como su empleo del lenguaje y los múltiples recovecos y significados de la obra es ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee. La adaptación cinematográfica la llevó a cabo un debutante Mike Nichols en 1966 (director todavía en activo) y es una película que todavía me impacta. Brutal por la fuerza y dureza de la palabra y las intensas interpretaciones.

Así los cuatro protagonistas que interpretan el universo de Albee (la obra de teatro fue creada en 1961): Martha, George, Nick y Honey cuentan con los rostros de Elizabeth Taylor, Richard Burton, George Segal y Sandy Dennis que se entregan totalmente a sus personajes. La trama transcurre en una noche (como la obra original), una noche de humo y alcohol. Continuamente en la película en un buen blanco y negro hay una presencia continua y obsesiva de vasos de alcohol y humo de cigarrillos. Y prácticamente toda la trama transcurre en la casa de Martha y George, excepto una escena en que los personajes cinematográficos salen de la casa y se trasladan a un local de música.

Si contamos el argumento de manera simple nos encontramos con un matrimonio maduro que vive en una Universidad norteamericana donde él es profesor del departamento de Historia y ella es la hija del rector que alargan una fiesta de profesores universitarios de sábado por la noche con un par de invitados más, el nuevo profesor del departamento de Biología, joven y con muchas ambiciones y aspiraciones y su delicada esposa.

Así queda forjado un análisis de las relaciones personales, una radiografía al desnudo, de estos cuatro personajes que a través del enfrentamiento dialéctico que siempre mantiene la pareja madura van implicando cada vez más a la joven pareja y quedan al desnudo sentimientos descarnados, frustraciones, sueños e hipocresías sociales. Pero lo tremendo es que según van estableciéndose esos enfrentamientos dialécticos que llegan a ser extremos y crueles vamos descubriendo que son ‘juegos de palabras’ que va inventando el matrimonio maduro para mantener una compleja relación y comunicación que ambos luchas por mantener…, de tal manera, que llega un momento en que el espectador descubre que ya no sabe cuáles son los verdaderos sentimientos, cuál es la relación real que esconden y ni siquiera puede fiarse de si todo lo descarnado que ha escuchado a través de anécdotas de vida son totalmente ciertas, son ilusorias, son sueños o frustraciones comunes. Sin embargo, la joven pareja Nick y Honey que se han metido de lleno en los juegos dialécticos, ellos sí que se han metido de verdad, y su vida se va quedando al descubierto quitando capa de cebolla tras capa de cebolla y se verán inmersos en un proyecto doloroso que les hará enfrentarse a la verdadera naturaleza de su relación sin careta alguna.

¿Quién teme a Virginia Woolf? es película cruda, directa y dura que abofetea con las palabras y los enfrentamientos brutales (muchos años después Nichols crearía una película también con dos parejas, también dura y bien hecha, y también adaptación de una obra teatral, Closer, y la intensidad que se alcanza no llega ni a la suela de los zapatos a la obra de Albee y Nichols). El blanco y negro, unos primeros planos de unos rostros que expresan hasta extremos de llegar a grand guignol y una banda sonora maravillosa y triste de Alex North intensifican hasta extremos dolorosos al emoción contenida en la obra y la tragedia en la que se cierran los cuatro personajes. Así como un acertado guión adaptado de un guionista que sabe reflejar mundos crudos, Ernest Lehman.

Los juegos dialécticos, directos y brutales, que abofetean una y otra vez a cada uno de los personajes (el joven matrimonio se mete de lleno y poco a poco va descubriendo, con mucha intensidad, en qué consiste una noche con George y Martha) deja, sin embargo, confesiones amargas y revestidas de ternura. Quizá en la obra de teatro mi momento favorito es la confesión de Martha ante su nueva conquista, Nick, del amor que profesa a un George que destruye cada día, se destruyen ambos cada día, y el miedo a perderlo, a pesar de daño que se infringen. En la película, parte de ese monólogo lo representa, intensa, en la cocina una Liz que se mete de cabeza en el papel. Y es que los cuatro actores están increíbles en sus interpretaciones, incluso el papel más mínimo pero no por ello menos complejo, de una Sandy Dennis que conmueve desde la primera vez que aparece.

Así es un espectáculo que remueve y nos mete de lleno en el mundo de las relaciones personales y sociales. Porque no olvidemos que el lenguaje brutal, a veces basto y soez, la crueldad deliberada es infringida por cuatro personas que pertenecen al mundo académico e intelectual, al mundo universitario y de las buenas maneras. Cuatro personas que llevan el conocimiento y tratan de transmitirlo…, así se muestra también la hipocresía social hasta grados extremos y como se transmite por los siglos de los siglos. ¿Quién teme a Virginia Woolf? es un canto triste, triste, triste sobre frustraciones, sueños, infelicidad, ansiedad de comunicación, dolor y lucha contra el desamor…

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Vivien Leigh

Vivien Leigh destinada a convertirse en estrella rutilante después de encarnar uno de los personajes más míticos de la pantalla, Escarlata O’Hara, siguió otros derroteros y su luz se fue apagando poco a poco.

Lo que el viento se llevó cimentó su leyenda pero Vivien no era Escarlata y mañana no fue otro día. Es una de esas estrellas trágicas que arrastraron una frágil salud mental y física que marcó su vida y sus papeles.

Hermosa como ninguna, su decadencia física y el dolor que acarreaba lo arrastró a la pantalla de cine. Y ahora queda como testimonio su triste destino. La hermosa, fuerte y vivaz Escarlata se convirtió en otra sombra sureña una Blanche Dubois extremadamente frágil y débil que conmueve y que arrastrada por el deseo trata de callar a fantasmas y miedos.

Se empeñó en ser actriz de prestigio, actriz de escenarios teatrales y ser comparable al que fue su pareja durante años, sir Laurence Olivier. Nunca estuvo del todo satisfecha con sus logros teatrales, ni algunas ocasiones los críticos tampoco, sin embargo, el público adoraba verlos juntos porque pensaban que lo suyo era un romance de película. Y fue de película pero con ribetes de melodrama triste.

En lo más algido de su amor, a finales de los años treinta, los dos amantes probaron suerte en Hollywood. Olivier triunfó como amante atormentado en Cumbres borrascosas o Rebeca pero Leigh se alzó como estrella prometedora y leyenda en la superproducción de todos los tiempos, Lo que el viento se llevó.

Ella ya tenía una carrera prometedora en Gran Bretaña con producciones populares como Un yanqui en Oxford que la emparejó con otro actor bonito Robert Taylor y ya había sido pareja cinematográfica de Olivier en Inglaterra en llamas.

¿Y después de Lo que el viento se llevó? Vuelve a los brazos de Robert Taylor y al blanco y negro en melodrama romántico bélico, El puente de Waterloo y apuesta por el teatro junto al amado Olivier. Así en pantalla de cine se prodiga poco. Sigue paseando su amor por Laurence (ahora ya son matrimonio) en películas que se recuerdan tan sólo porque ellos fueron los protagonistas 21 días juntos o Lady Hamilton. O se pone en la piel de Cleopatra en una adaptación cinematográfica de una obra de George Bernard Shaw, César y Cleopatra, junto a Claude Rains. O aparece bellísima y trágica como una Anne Karenine a lo Duvivier.

En 1951 otra llamada de Hollywood. Y Vivien ya no es Escarlata sino una mujer con salud frágil, cuya belleza poco a poco se va ajando, y los tiempos más felices junto Olivier son cada vez más lejanos…, a pesar de que se separarían nunca dejarían de preocuparse el uno por el otro pero juntos no pudieron continuar y ambos reconstruyeron sus vidas personales al lado de otras personas.

Vuelve al cine americano con otro papel de mujer sureña que la mostrará grande: es Blanche Dubois, la triste heroína que pierde la cabeza y trata de aferrarse a la vida y a la realidad a través del deseo en una adaptación cinematográfica de la obra de Williams, Un tranvía llamado deseo. Y Vivien vuelve a ser grande.

Pero cada vez vive más alejada de escenarios y películas por su frágil salud mental que la hace retirarse de escenarios y cámaras. Y deja dos tristes muestras de dos mujeres frágiles y solitarias en otra adaptación de Williams, La primavera romana de la señora Stone o tristes escenas junto a Marvin en El barco de los locos.

Murió de una enfermedad de dama antigua, tuberculosis. Y murió joven. Dejando escenarios y pantallas. Pero es inevitable acordarse de sus ojos verdes, vivos y expresivos…

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El cine, ¿puede hacernos mejores?

Siempre en busca de nuevos caminos en el mundo del cine encuentro un libro que quiero adquirir ya del filósofo norteamericano Stanley Cavell que se titula El cine, ¿puede hacernos mejores?

Título sugerente.

Mi respuesta es: SÍ.

El cine es espejo.

El cine es sensibilidad.

El cine es reflejo.

El cine es reflexión.

El cine es alma.

El cine es sentimiento.

El cine es espíritu.

El cine es conocimiento.

El cine es historia.

El cine muestra diversos puntos de vista, puertas y caminos.

El cine muestra relaciones humanas, virtudes, defectos, alegrías y penas. El cine provoca dolor, alegria, fantasía, sueño, ilusión, tristeza…

SÍ, antes de leer a Cavell, creo que el cine nos hace mejores.

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La casa de bambú (House of Bamboo, 1955) de Samuel Fuller

¿Qué elementos hacen especial La casa de bambú?

Película de Samuel Fuller con su dosis de violencia, personaje malvado inolvidable…e historia de amor con mucha miga. La casa de bambú es un policiaco con dosis de cine negro pero a todo color en un lugar lejano, Japón. Son muchos los elementos que hacen de esta película, que en un principio puede parecer de entretenimiento, una experiencia interesante.

Fue rodada integramente en Tokio y era la primera vez que después de la II Guerra Mundial un equipo de filmación norteamericano del lejano Hollywood se acercaba a Japón. Como estrella principal femenina la actriz Shirley Yamaguchi (uno de sus muchos nombres artísticos), actriz y cantante nipona, y con una vida intensa que Ian Buruma relató en un libro, La amante china.

¿De dónde viene sus dosis de cine negro? Pues que se trata de un remake de una película de dicho género de 1948, La calle sin nombre (el guionista en ambas películas es el mismo Harry Kleiner, en la de Fuller, él, el director, se encarga de los diálogos).

La mezcla entre lo exótico, la dureza de los personajes que delinquen, el amor interracial y los escenarios elegidos convierten La casa de bambú en un visionado inolvidable. ¡¡¡Y además me confirma algo que no sabía, Fuller también puede ser sensible… y filmar romanticismo a raudales!!!

La historia empieza cuando la policía japonesa y el ejército norteamericano está en jaque ante dos asesinatos realizados con un mismo revólver (un militar norteamericano y un miembro de la banda que ha delinquido, también americano). Todo apunta a una banda de criminales capitaneados por Sandy, un sanguinario ex militar norteamericano que realiza sus fechorías con su banda de secuaces en Tokio.

Hasta ahí llega un ex recluso llamado Eddie Spanier, que iba a realizar negocios con uno de los asesinados, Webber (el miembro de la banda). Un tipo duro que sólo tiene como contacto el nombre de la viuda secreta de Webber, Mariko, una mujer aterrorizada y que nada sabe de los ‘negocios y asuntos’ de su marido con el que llevaba casada dos meses. Sin embargo, Spanier hace todo lo posible por ponerse en contacto con la banda de Sandy y lo consigue convirtiéndose además pronto en el favorito del líder. Poco a poco iremos descubriendo que Spanier no es la persona que creemos…

Nuestro Sandy es un elegante sanguinario con dosis de locura con el rostro de Robert Ryan que lo borda. Y Eddie es un correcto y contenidísimo Robert Stack. Así Fuller nos regala tres momentos claves que protagonizan ambos —pero donde Ryan se lleva el pastel—. Sorprendente la primera aparición de Sandy y su banda cuando menos lo esperamos…, tras la ruptura de una mampara japonesa con el cuerpo de un abofeteado Eddie, allí sentados, tranquilos y elegantes están Sandy y su pandilla. El primer atraco en el que participa Eddie: en la banda tienen una norma si alguno de ellos cae herido, otro se encargará de rematarlo para que no puedan confesar nada a la policía. Eddie cae herido. Y Sandy, sorprendiéndose él mismo, impide su muerte. Y, por último, la persecución final en un espectacular sitio de recreo japonés con distintas atracciones. Sandy se refugia en una especie de rueda gigante que gira lentamente y desde ahí manda sus disparos a diestro y siniestro.

Pero antes Sandy nos ha dejado varias escenas para el recuerdo como ésa en la irrumpe en una habitación donde un compañero al que cree culpable se está bañando en un tina y sin dejarle reaccionar dispara repetidamente. Luego, habla con él, cuando ya es un cadáver, dulcemente.

Otra sorpresa es la delicadeza y el desarrollo de la historia de amor interracial entre Mariko y Eddie con escenas sorprendentes como el primer desayuno juntos, el masaje de Mariko a un Eddie convaleciente donde él la interroga sobre qué le gusta a una mujer japonesa de un hombre…, y el costumbrismo reflejado, claro está desde la mirada de Samuel Fuller, de la cultura y las gentes de Tokio en los cincuenta.

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Diccionario cinematográfico (130)

Libro: y es que hoy es un día especial. Y los libros también han sido protagonistas de múltiples maneras en la pantalla de cine.

Un libro es un tesoro. Y esta afirmación no es una exageración.

Lo que puede provocar la lectura es un huracán de conocimientos, pensamientos, viajes, formas de vida, sueños, imaginaciones…

Nunca pueden desaparecer porque entonces nacen las novelas parlantes. Esas personas que memorizan los libros para que no puedan ser destruidos y olvidados en Farenheint 451.

Los libreros de toda la vida y los clientes fieles son el mundo que habita la emocionante y sutil novela 84 Charing Cross Road que fue llevada al cine en 1987 con Anne Brancroft y Anthony Hopkins como protagonistas.

Los libros hacen que niños que lo pasan mal vivan algún momento que merece la pena como en Los 400 golpes o Léolo.

Las librerias son escenarios entrañables en una comedia romántica como Notting Hill o ¿Tienes un e-mail? o en comedias amargas y tiernas como Wilbur se quiere suicidar o Hannah y sus hermanas. Alguien olvida las bibliotecas y sus bibliotecarias o bibliotecarios…, ejemplos a montones en Desayuno en Tifanny o Historias de Filadelfia. La biblioteca también es escenario de película de suspense o misterio, ¿recuerdan a Cher y a Dennis Quaids en Sospechoso? O de película romántica donde un autor da una conferencia en una libreria o en una biblioteca. Me vienen dos películas a la cabeza: la historia de Celine y Jesse continúa nueve años después y empieza de nuevo en una pequeña rueda de prensa en una prestigiosa libreria parisina. O ¿cómo olvidar la presentación de Ambrose Bierce en una conferencia escandalosa en una prestigiosa biblioteca en Gringo Viejo?

Los libros guardan cartas secretas o elementos claves para una investigación. O incluso abren puertas y pasadizos secretos. ¿Cuantas librerias de casas encantadas han girado para esconder otra parte secreta del hogar dulce hogar?

Las habitaciones con libros a veces se convierten en templos, santuarios y palacios para ciertos personajes, ¿alguien olvida a esa portera sabia encerrada entre miles de lecturas en El erizo (adaptación de la novela La elegancia del erizo)?

El conocimiento y la lectura abren los ojos y despierta las ganas de lucha por un mundo mejor. En un mundo complejo es puede acarrear trágicas consecuencias como en la sensible Balzac y la joven costurera china

Un libro puede ser mágico o te puede trasladar con la imaginación a mundos fantásticos que se lo pregunten a los niños que protagonizan La historia interminable o La princesa prometida.

Un libro puede ser clave para solucionar un misterio en la misteriosa biblioteca de El nombre de la rosa (la adaptación de la aclamada novela de Umberto Eco). A través de los libros se pueden formar club de lectura sobre autores favoritos y que a través de la lectura de pasajes a los protagonistas les cambie un poco la vida como en Conociendo a Jane Austen.

Lo dicho, los libros son fascinantes

Feliz día del libro.

Quizá un fragmento de un libro, una novela, un poema, un cuento cambie tu vida.

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Alma en suplicio (Mildred Pierce, 1945) de Michael Curtiz

Michael Curtiz, artesano por antonomasia, el director de los mil géneros. El húngaro con mala leche tiene en su filmografía títulos interesantes y algunos tan míticos como Casablanca o Robin de los bosques.

Este artesano realizaba tan bien su trabajo que creaba clásicos como quería. Y ahí están películas que no hay que deja escapar como Ángeles con caras sucias, La vida privada de Elizabeth y Essex, El trompetista, las de aventuras de Errol Flynn, incluso dirigió al mítico Elvis Presley en una de sus mejores películas, King Creole… y Alma en suplicio o Mildred Pierce (el nombre de la protagonista).

Aquí el estudio Warner pone en pie otra adaptación de la obra de James M. Cain que siempre funciona bien (El cartero siempre llama dos veces o Perdición) y le da la batuta a Curtiz que pone en pie una película con aires de cine negro mezclado con lluvia de melodrama creando así una obra muy especial.

Y es que Alma en suplicio es de esas películas apasionantes que ofrece diversas lecturas. Todas interesantes. Mildred Pierce es una película con el espíritu de 1945. Una América de luces y sombras, de final de guerra, de tiempos duros, de etapa ideal para cine negro y para plantear otros temas subyacentes.

Y como es una historia negra y melodramática tuvieron que vérselas con el código de censura…y como su protagonista es una mujer, sirvió para sacar de las cenizas a una estrella que en aquellos momentos necesitaba un éxito para dejar de ser veneno para las taquillas. La película resultó el renacimiento de Joan Crawford que se convirtió en ilustre e imprescindible estrella con cuarenta años…, momento delicado para muchas actrices de la época (y desgraciadamente ahora también).

La Crawford sabía que ese papel tenía que ser suyo y luchó con uñas y dientes hasta que se convirtió en Mildred. Y ¿qué cuenta Alma en suplicio?

Contemos varias historias:

Primera historia

Primera escena. Un hombre abatido por los disparos en una casa en la playa. Una mujer sale de la casa en coche. Mildred llora y trata de suicidarse pero un policía lo impide. En un bar se encuentra con un socio con el que hay una relación tirante. Mildred lo lleva a la casa de la playa… y lo deja solo. Junto al cadáver. En esto llega la policía y lo detiene.

Siguiente escena. Todos los sospechosos acaban en comisaría. Nos enteramos de que el muerto es el esposo de Mildred. Conocemos primero a su hija Veda, cuando van a buscar a su madre para llevarla a comisaría, después a su mejor amiga y posteriormente a su ex al que acusan del asesinato. Entonces Mildred se desespera y empieza a contar su vida al comisario para mostrar la inocencia del ex. Flash Back. Se nos va desvelando cómo se llegó a esa noche de la casa de la playa y el asesinato. Midred va dejando huellas y pistas en su relato que todo lo explican.

Final. Resolución del caso. Mildred se va con su ex del brazo.

Segunda historia

Mildred es una mujer luchadora y emprendedora, una madre capaz de todo por sus dos hijas. La mayor le sale absolutamente rebelde y materialista, sólo la mueve el dinero y la posición social y desprecia a su madre porque se tiene que ganar la vida tras su divorcio como camarera y por no darle la calidad de vida y el estatus social que ella desea. Mildred sin embargo consigue convertirse en una gran empresaria, en una mujer emprendedora, que monta un gran negocio, un restaurante que funciona increíblemente bien. Ella se basta y se sobra. También tiene una amiga con carácter y cínica que la ayuda en su empeño. Su única desgracia es encontrarse por el camino con inútiles (primero su ex —aunque es el menos malo—, luego el socio que es caradura y por último el vago de su segundo marido que lo único que tiene es un apellido) a los que atrae como imanes. Inútiles que además la traicionan a todas horas…, y una hija que la quita el sueño, una y otra vez. Pero ella siempre, siempre avanza y logra perdonar.

Tercera historia

Oh, oh, acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial. Y durante este tiempo ante la ausencia del hombre en casa… muchas mujeres han salido del ámbito privado y se han puesto a trabajar y además lo han hecho muy bien. Pero la guerra termina, los hombres regresan, faltan puestos de trabajo…, van a llegar los cincuenta y la familia perfecta de nuevo es el marido que trabaja y la mujer al ámbito privado que está ahí muy bien y muy guapa. Hay que hacer regresar a la mujer al ámbito privado, a la buena madre de familia. La independencia alcanzada de momento no conviene.

Entonces Mildred es una abnegada ama de casa, que ya la avisa su ex que está malcriando a las niñas sobre todo a la mayor (es pepito grillo durante la proyección). Entonces se separan cuando él está en paro y además es un poquillo infiel (pero su esposa es lo primero). Él siempre estará ahí recordando a la esposa sus deberes (y muy cabreado cuando la niña pequeña enferma y se les muere y claro no encuentra a la esposa en casa para que se ocupe del tema). Y Mildred triunfa como mujer empresaria pero su vida privada es un desastre con los hombres que conoce y con la relación que se establece con su hija mayor. Su mejor amiga es una frívola solterona que se lo pasa de miedo. Pero menos mal que el ex siempre está ahí finalmente se la lleva del brazo aunque esté arruinada.

Cuarta historia

Ésta es la historia de una compleja relación entre madre e hija que se autodestruyen la una a la otra. Como reviviendo el mito de Medea. La relación entre ambas es enfermiza desde un primer momento. Además, Veda, la hija tiene cara de ángel y todos los ingredientes de una femme fatale que reparte desgracia allá por donde pasa y con todo aquel con el que se relaciona. Inolvidable la escena de la escalera (ay, las escaleras en el cine) donde Veda humilla a la madre hasta extremos impensables y la abofetea.

¿Alguien duda de que Alma en suplicio no es un clásico que merece la pena revisitar? Y muchos más análisis quedan en el tintero. Además de una Joan Crawford esplendorosa con unos ojos enormes, nos encontramos a la dulce Ann Blyth en uno de sus primeros papeles (luego sería una actriz que dejaría el recuerdo de mujer encantadora) donde clava su personaje de femme fatale con cara de ángel. Y, ojo, banda sonora de Max Steiner y una fotografía genial, benditas sombras y espejos, de Ernest Haller.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Un adelanto de Monkey Business. La vida y leyenda de los hermanos Marx de Simon Louvish (T&B)

No puedo evitarlo.

Estoy absolutamente encantada con este libro que me está dando múltiples sorpresas sobre la vida y milagros de los hermanos Marx… y familia.

Su pasado en el mundo del vodevil, absolutamente apasionante.

Padre, madre, tío, hermanos de Chico a Gummo…, interesantísimo.

Un libro hiper documentado y que muestra que la vida y leyenda de los hermanos Marx es apasionante encima del escenario, delante de la pantalla, entre bambalinas y detrás de las cámaras.

Quizá el hermano que más me está llamando la atención por su vida y milagros sea Harpo. Una personalidad extraña dentro y fuera de los escenarios.

O el personaje de la madre. Imprescindible, el padre.

Sus primeros pasos en Hollywood son un terremoto como toda su vida.

El libro muestra personalidades extremas de otros compañeros de aventuras o contemporáneos a los hermanos como W. C. Field o de los guionistas e intelectuales que tuvieron algo que ver con ellos.

También desvela el mundo de la fantástica y personal Margaret Dumont o de una de las actrices que les acompañó en sus primeras películas con final muy pero que muy trágico, Thelma Todd.

Cuenta también las fuentes de su humor o como se fueron formando sus personajes siempre recordados. Chico y Harpo absolutamente autodidactas siempre llevaron encima el piano y el arpa. Otro relato apasionante es el nacimiento y evolución de Groucho. Sin dejar nunca de lado a Gummo o Zeppo.

Y estos hermanos eran absolutamente anárquicos en vida y obra. Y no es un decir. Es fundamental para enteder cómo llegaron a lo más alto. Como caían y se volvían a levantar.

Ya llevo un poco más de la mitad del libro y espero más de sus incursiones en la radio, de sus apariciones en prensa…, lo último la admiración de Dalí sobre todo por Harpo…, y el argumento surrealista que escribió para ellos. Pero los Marx, indomables, iban más allá del surrealismo. Eran inclasificables.

¿Quién no recuerda alguno de su diálogos incontrolables o a ese Harpo mudo con conductas más allá de la razón…?

Esto sólo es un adelanto.

Me lo estoy pasando muy bien.

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Momento inolvidable: última escena de All that jazz (1979)

Nota: Si no has visto Empieza el espectáculo (All that jazz) de Bob Fosse no leas este momento inolvidable.

Bye, bye my life… Good bye.

Joe Gideon se muere.

Una operación a corazón abierto.

Y la emoción que siento ante la despedida que se monta nunca se apaga.

Lloro de alegría y pena.

Un éxito.

Focos, luces, voces, bailarinas, cantantes, músicos… un escenario brutal… y público. Un público entregado.

Mientras se despide a voz en grito con coreografía espectacular…de los que le amaron y de aquellos que no le quisieron  tanto.

Bye, bye life

Y te entra alegría por todos los buenos momentos que pueden vivirse.

A pesar de los errores cometidos.

A pesar de los defectos, que todos tenemos varios.

A pesar del daño que te puedan hacer y el que puedas tú causar.

Y pena porque todo acaba.

Joe Gideon (un Roy Scheider espectacular… alias un Bob Fosse genial) no para de crear y por crear, crea hasta su propia muerte con un número musical a lo grande, con todas las libertades.

Y se despide de todos, bye, bye… y por una cinta blanca va hacia la muerte que no podía ser más que una mujer bella, de sonrisa amplia (Jessica Lange). Y él se acerca sonriendo.

El espectáculo de su vida ha terminado.

Corte a una bolsa que encierra un cadáver, el cadáver de Joe Gideon… y de fondo una canción, lejana, de las de siempre que recuerda que el espectáculo debe continuar…

Brutal

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Pandora y el holandés errante (Pandora and the Flying Dutchman, 1950) de Albert Lewin

Érase una vez una mujer y un hombre que aparecieron muertos, flotando en el mar, atrapados en las redes de unos pescadores de la costa española. Estos pescadores los llevan hasta la orilla, hasta la localidad de Esperanza (dícese Tossa de Mar que nunca pensó que iba a recibir mayor reclamo turístico que esta producción cinematográfica con una estrella del calibre de Ava Gadner que disfrutó la vida y la noche española, que entró en el juego de flirtear con el torero Mario Cabré —pero él no se enteró de que sólo era un juego y se lo tomó algo más enserio— y que vivió uno de sus momentos tormentosos con Frank Sinatra que enterado en Hollywood de las correrías de su amada no dudó en hacerle una visita-tormenta). Allí recibe la noticia de su muerte un estudioso de culturas antiguas que se relacionó con ambos cadáveres en vida…, y él se convierte en el narrador de una historia de amor más allá de la muerte, de la vida, del realismo y surrealismo…

Ellos, los amantes muertos, son parece ser: Pandora, una cantante venida a menos norteamericana que está en esos momentos viviendo en Esperanza junto a otro grupo de extranjeros. Viven la belle epoque a la española… corre el año 1930, periodo de entreguerras y todavía lejana la guerra civil, queda tan sólo un año para la proclamación de la Segunda República Española. Pandora va de fiesta en fiesta mostrando su hastío y su incapacidad de amar, es una mujer fatal sin quererlo, sólo busca el hombre al que pueda amar locamente, amor fou. Mientras va dejando en el camino un reguero de hombres con corazones rotos capaces de matarse por lograr una mirada de la diosa del amor…, de una Pandora con su caja abierta que rompe en pedazos a toreros, pilotos de carreras, intelectuales… Y él es un holandes que ha arribado la costa en su barco solitario. Sólo le sabemos exquisito, educado, elegante y… atormentado.

Porque Pandora y el holandés errante es un producto extraño pero rico en muchísimos aspectos, no sólo extracinematográficos, sino la propia obra en sí, interesante y misteriosa, película demasiado exquisita incluso en el momento del estreno y hoy pulula casi en el universo de película de culto. Pandora fue obra de un hombre con una carrera cinematográfica enterrada y desconocida, Albert Lewin, que desde luego a pesar de ejercer como ejecutivo de la Metro, su cine estuvo muy alejado de circuitos comerciales. Sus películas se pueden considerar ejercicios intelectuales y cultos donde Lewin vomitaba sus conocimientos y reflexiones. Sus obras mejor distribuidas y por tanto más conocidas son El retrato de Dorian Gray y Pandora y el holandés errante.

Pandora tiene múltiples referencias a la cultura griega, a los dioses, centrándose en Pandora, primera mujer-eva creada por orden de Zeus, la de la caja de los horrores y la une con una leyenda del siglo xvii como la del holandés errante, ese hombre condenado, como Sísifo, al castigo divino de la eternidad a bordo de un barco fantasma. Pandora también tiene aire de leyenda antigua, de cuento romántico, de historia novelada sobre amor fou con ingredientes surrealistas, Pandora es una historia mediterránea con una España de fondo con sus noches de tablao flamenco, de voces desgarradas, de gitanas agoreras que leen destinos tristes, de toreros bravos, machos ibéricos al margen de la ley y bravos muy bravos, de fiestas a la orilla del mar, con músicos de un jazz que llega… Y de toda esta mezcla nace un melodrama romántico que pivota (y es su logro) entre el amor más extremo y las pasiones desatadas, el ambiente más camp sin llegar a rozar, siempre al extremo, el ridículo desaforado.

Así todo está envuelto en una especie de ambiente onírico y extraño, lejano, con una rica fotografía y unas imágenes fuertes, de colores contrastados, y noches de luna llena, donde subyace la belleza de una Ava Gadner hermosa que cimentaba así su leyenda de mujer deseada pero nunca alcanzada (de una belleza clásica comparada a una hermosa escultura o pintura estática) que disfruta de la vida al máximo y arrastra el fatalismo, y un James Mason como hombre atormentado y romántico que busca un amor verdadero, una mujer capaz de morir por amor para acabar con su viaje interminable y alcanzar la paz y la muerte.

Además el propio rodaje de la película es ya leyenda donde un Mario Cabré con inglés macarrónico (que por qué no aporta cierto realismo no así sus pocas dotes para la interpretación) se convirtió en anfitrión de la estrella. Así Lewin pudo rodar una corrida de toros que gozaba de la admiración de una Ava Gadner que siempre gustó de noches flamencas y tardes de toros. Llama la atención esta exaltación del mundo taurino y todos los tópicos que los rodean en un sitio donde ahora es actualidad su lucha antitaurina —pero que es una lucha ya lejana—. Y Lewin junto a Jack Cardiff logran secuencias de inusitada belleza surrealista sobre todo esa fiesta playera donde los invitados se mezclan en la arena junto a figuras antiguas de un pasado clásico, donde los músicos tocan sus instrumentos tumbados en la arena o donde una chica exaltada de amor termina haciendo el pino.

Así Pandora y el holandés errante contiene una belleza extraña de un amor fou donde una bella Ava Gadner desnuda y envuelta en una vela surge del mar para servir de rendición a un holandés triste…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.