Ciclo Salud mental, exclusión y cine en La Casa Encendida

Uff, igual de nerviosa que otros años cuando está a punto de dar comienzo el ciclo de cine que preparo con tanto cariño y muy agradecida a gente maravillosa que me ayuda a llevarlo a cabo (gracias José María -que gozada de compañero-, a todos los demás de RAIS que echais cada año una mano para que sea posible, a Blanca, Rosa, Carolina -pedazo de equipo solidario-, Tania siempre tan eficaz y amable…) vuelve a ser realidad. Con todos los nervios e imprevistos de última hora…, pero como siempre digo, el espectáculo debe continuar. Y siempre continúa…

Todos los lunes y jueves a las 19.00 hay una cita en LA CASA ENCENDIDA (Ronda de Valencia, 28012 Madrid). Gracias a tantas películas y documentales interesantes que tocan de una manera u otro los temas que cada año proponemos. Este año le ha tocado a un tema complejo, Salud mental, y tratado multitud de veces en el cine (sin más este año hemos tenido diversos estrenos que versaban sobre salud mental como La isla interior o Shutter Island). Como siempre pasaremos tardes de cine y coloquio (tampoco tengo palabras de agradecimiento suficiente a todos los ponentes, como siempre una experiencia genial, que seguro van a enseñarnos las entrañas de cada una de las películas…). Sin ellos, sin los ponentes, el ciclo se quedaría cojo, siempre ha sido una gozada descubrir otras miradas, escuchar otras reflexiones, aprender de aquello que ignorábamos.

Sin más preámbulos y con todo cariño os presento el programa:

«La Fundación RAIS, en colaboración con La Casa Encendida, presenta el ciclo Salud mental, exclusión y cine, en el cual se proyectarán nueve películas que reflejan distintos aspectos sobre la salud mental para acercarnos y conocer un campo que plantea una serie de cuestiones de relevancia útiles para la reflexión y la sensibilización. Nos acercaremos a diferentes aspectos de la Salud mental para conocerla y plantearnos preguntas, respuestas, descubrir otras miradas, tirar o atravesar barreras e intentar entender su complejidad.

La salud mental ha sido tema de diversas películas a lo largo de la historia del cine y nos ha dejado múltiples visiones. A través de este ciclo se pretende entender distintos conceptos, analizar cómo se refleja en la pantalla esta temática y tocar diversos aspectos como personas sin hogar y salud mental, las relaciones con la familia y el entorno, la actuación de los profesionales, indagar en el interior de las personas con problemas de salud mental, los diferentes tratamientos, los prejuicios, el papel de los medios de comunicación o cómo el siglo XXI y la forma de vida afecta a la fragilidad de la salud mental de los seres humanos.

El ciclo estará estructurado en dos partes. Intercalando cinco documentales y cuatro películas de ficción que reflejan desde diferentes perspectivas este tema complejo y apasionante.

Tras las proyecciones, profesionales de la Fundación RAIS, directores de los documentales, profesores universitarios, profesionales especializados en distintos campos de salud mental y críticos y especialistas cinematográficos compartirán sus puntos de vista con el público y crearán un espacio donde el cine sea una puerta abierta a la reflexión.

Jueves 1 de julio

Radiografía de una enfermedad mental

Uno por ciento, esquizofrenia, de Ione Hernández

España, 2006

72 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de Ione Hernández (directora del documental),  Sonia Panadero (Profesora del Departamento de Psicología Clínica de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Miembro del Patronato de la Fundación RAIS) y José Manuel Caballol (Director General de la Fundación RAIS).

A través de los testimonios de enfermos mentales, psiquiatras, psicólogos, expertos y familiares Uno por ciento, esquizofrenia indaga y profundiza en una enfermedad mental. Toca, a través de la palabra, diferentes aspectos de la esquizofrenia: tratamiento, apoyo psicológico, avances e investigaciones, relaciones del enfermo con la familia y viceversa, medicamentos, falta de recursos, estigma social…

Ione Hernández trata de acercar al espectador, en su primer largometraje documental, las distintas incógnitas que rodean a la esquizofrenia tratando de tirar muros para comprender y no estigmatizar a las personas que lo padecen.

Lunes 5 de julio

Salud mental y exclusión social

El solista de Joe Wright

EEUU, 2009

117 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de Mari Fe Bravo Ortiz (Jefa de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario La Paz. Presidenta de la AEN y Vicepresidenta de SMES Europa/SMES Madrid) y Beatriz Vera Poseck  (psicóloga y autora de Imágenes de la locura. La psicopatología en el cine).

El solista cuenta la relación de amistad que se establece entre el periodista de Los Angeles Times, Steve Lopez (Robert Downey Jr) y Nathaniel Ayer (Jamie Foxx), un sin hogar aquejado de problemas de salud mental que durante su juventud fue un virtuoso en el mundo de la música y es un admirador de Beethoven. En la película aparece la Lamp Community, un centro de acogida para personas sin hogar con problemas de salud mental en Los Ángeles y alguno de sus usuarios. A lo largo de una relación complicada la pareja protagonista va construyendo una amistad horizontal de total aceptación de sus situaciones. Joe Wright se ha ido especializando en adaptaciones literarias (Orgullo y prejuicio y Expiación).

Jueves 8 de julio

Más allá del tratamiento psiquiátrico

LT22 Radio La Colifata de Carlos Larrondo

Argentina-España, 2007

94 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de Carlos Larrondo (director del documental) e Ismael Anaya  (pedagogo y coordinador de voluntariado de ASAV —Asociación Salud y Alternativas de Vida—).

LT22 Radio La Colifata cuenta la historia de un proyecto que tiene ya más de una década: una emisora de radio en el Hospital Mental Borda de Buenos Aires. Los colifatos (internos y ex internos), el director del proyecto (el psicólogo Alfredo Olivera) y el equipo de coordinadores llevan al espectador de la mano para que escuchen otras voces y otros planteamientos sobre la salud mental. En este viaje a través de las ondas oímos testimonios, nos emocionamos con imágenes, escuchamos buena música y visitamos otros hospitales psiquiátricos europeos que también están creando sus emisoras de radio. Somos testigos de la implicación de Manu Chao en Radio La Colifata a través de un disco y un concierto. El realizador Carlos Larrondo conoció a los colifatos en 1996 mientras realizaba un cortometraje, el resultado de esa larga relación desde entonces es este documental.

Lunes 12 de julio

Fragilidad mental

Spider de David Cronenberg

Canadá, 2002

98 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de María Vázquez (psiquiatra del equipo de calle de salud mental y rehabilitación de enfermos mentales sin hogar de la Comunidad de Madrid) y Jordi Costa  (crítico de cine).

Spider es una adaptación de una de las novelas de Patrick McGrath, escritor británico hijo de un director de un psiquiátrico, hecho que marcaría su carrera literaria haciendo hincapié en las enfermedades mentales de sus protagonistas. El director Cronenberg, que también ha escarbado en su cine sobre la salud mental, se sirve de un guión del autor para reflejar el mundo de un enfermo mental. Un hombre (Ralph Fiennes) que sale de un centro psiquiátrico nos lleva a un viaje angustioso al interior de su mente.

Jueves 15 de julio

Una cierta mirada a la salud mental

Una cierta verdad de Abel García Roure

España, 2008

136 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de Abel García Roure (director del documental) y Abelardo Rodríguez González (Coordinador Técnico de la Red Pública de Atención Social a personas con enfermedad mental grave y duradera. Subdirección General de Asistencia Técnica y Coordinación de Planes para personas con discapacidad. Consejería de Familia y Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid).

Abel García Roure, en su primer largometraje documental como realizador, construye una hermosa y dura película donde no crea ningún discurso sino que ofrece una cierta mirada a la salud mental que no deja indiferente. Con su cámara penetra en las venas y en la vida cotidiana de los enfermos mentales y los profesionales del Hospital de Salud Mental Parc Taulí. Una mirada sin discurso, desnuda y real.

Lunes 19 de julio

Salud mental y familia

Wilbur se quiere suicidar de Lone Scherfig

Dinamarca, 2002

104 min.

Proyección: 19.00 horas

Con la participación de Mar del Rey Gómez-Morata (psicóloga y experta en mediación familiar) y representante de FEAFES —Confederación Española de Agrupaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental—.

Wilbur busca una y mil maneras para suicidarse pero nunca lo consigue. Siempre está detrás de él para quererle y salvarle su hermano Harbour. El personal del centro de salud mental ya no sabe qué hacer con él, incluso los demás enfermos le rechazan por su negatividad y sarcasmo. Sin embargo, Wilbur siempre cuenta con el optimismo y el amor del hermano quien está entregado a él totalmente y que comparte todo lo que tiene (la casa, la vieja librería por herencia paterna…y su alegría por haberse enamorado de una tímida mujer). La directora danesa Lone Scherfig sigue deleitando con sus fábulas tragicómicas que hablan sobre la soledad, el aislamiento… y el amor.

Jueves 22 de julio

Una historia real: Andrés Rabadán

El perdón de Ventura Durall

España, 2009

63 min.

Con la participación de Ventura Durall (director del documental) y José María Servián (periodista y miembro  del departamento de Comunicación de la Fundación RAIS).

En el año 1994 Andrés Rabadán se entrega a la policía por haber matado a su padre con una ballesta. A partir de ese momento los medios de comunicación le bautizan como el asesino de la ballesta. En el juicio, tras diagnosticarle una esquizofrenia delirante paranoide, se le ingresa en un pabellón psiquiátrico penitenciario donde aún continúa. El director Ventura Durall entra en contacto con el entorno familiar de Rabadán, con el propio Andrés y con distintos profesionales y voluntarios para mostrar múltiples miradas y testimonios sobre la personalidad de Rabadán. Durall nos lleva del pasado a un presente muy diferente. El realizador también ha dirigido una película de ficción sobre el mismo tema Las 2 vidas de Andrés Rabadán.

Lunes 26 de julio

Siglo XXI: ¿una sociedad enferma mental?

La edad de la ignorancia de Denys Arcand

Canadá, 2008

108 min.

Con la participación de Luis Enrique Alonso (catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid) y Vicente Pérez Fernández (profesor del Departamento de Psicología Básica I de la UNED).

Un funcionario huye de una vida infeliz e insatisfecha creándose otra realidad donde es famoso y arrasa con las mujeres. Sin embargo, su mundo se va derrumbando cada vez más en un trabajo en el que tiene que escuchar a personas con graves problemas y que él sabe que pocas soluciones les puede ofrecer, con una jefe a la que no aguanta, una mujer a la que no quiere, unas hijas que le ignoran, una sociedad hostil siempre con prisas, una madre gravemente enferma… El realizador Denys Arcand vuelve a tocar conciencias (como ya lo hizo en El declive del imperio americano o en Las invasiones bárbaras) con una fábula tragicómica para mostrarnos una sociedad cada vez más enferma y frágil.

Jueves 29 de julio

Autobiografía de la locura

The devil and Daniel Johnston de Jeff Feuerzeig

EEUU, 2005

114 min.

Con la participación de Beatriz Mesías Pérez (Jefa del Departamento de Asistencia del Instituto de Adicciones-Madrid Salud. Ayuntamiento de Madrid) y Martina Charaf (Directora de Programas de Intervención Psicosocial en Madrid. Fundación RAIS).

Daniel Johnston es un cantautor norteamericano y también artista gráfico. Es maniaco depresivo y entre alguna de sus obsesiones está la presencia del diablo pero también el amor imposible con una chica de su juventud. Desde muy pequeño plasmó su personalidad en grabaciones de cintas caseras, imágenes de Super 8, cómic y composición de canciones. Este documental es un retrato de la locura, las adicciones, la creatividad y el amor. El realizador Jeff Feuerzeig, mezclando distintos formatos, logra un documental donde muestra una autobiografía de un artista que ha sido nombrado por Kurt Cobain o Tom Waits.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Momento inolvidable: declaración de amor en Cuando Harry encontró a Sally (1989)

Hago una colección que a veces he dejado vislumbrar en algunos post. Colecciono declaraciones de amor de películas. En la memoria. Y el asunto no es fácil. No siempre son efectivas. O creíbles. No siempre se quedan grabadas. No siempre te apetece verlas de nuevo. No siempre cuentan con los actores adecuados, con la banda sonora que acompañe. Algunas te hacen llorar, otras reír, y las de más allá gozar. A veces rozan lo cursi o lo ridículo o también lo hortera o si rizamos el rizo hasta tocan el mal gusto… Pero a veces ocurre el milagro…

A veces es suficiente una mirada, un gesto o un beso. Otras es una declaración en toda regla con diálogo diez. Para que una declaración de amor sea momento inolvidable, tiene que tener una serie de cualidades. Y una de ellas es que no te canses de visionarla una y otra vez. Y te emociones siempre de la misma manera.

Hay una película sencilla de los años ochenta de Bob Reiner con guión de Nora Ephron que luego se pondría tras las cámaras, se trata de Cuando Harry encontró a Sally. En su momento fue un bombazo y hoy se la recuerda con cariño. Supuso el nacimiento de una nueva reina de la comedia romántica, Meg Ryan —que ya llevaba tiempo haciéndose un hueco en las pantallas y actualmente desaparecida en combate y sin un éxito serio desde 1998— y su pareja era Billy Cristal como uno de esos cómicos que de repente muestra su vena romántica (que repitió también y que no le salió del todo mal en Olvídate de París). La película es muy simple cuenta la historia de los distintos encuentros entre Harry y Sally a lo largo de los años y cómo Harry le dice a Sally que es imposible ser amigo de una chica que te resulta atractiva porque siempre va a estar el sexo rondando por ahí… Así en los sucesivos encuentros van conociéndose, van chocando, se convierten en mejores amigos y como no podía ser de otra manera se enamoran… pero ya son grandes amigos y eso está muy bien.

Así que la película esconde diálogos tiernos y divertidos y sorprende cómo una pareja que en un principio parece que tienen química cero, de pronto, quieres verlos juntos. Quizá lo acertado de esta historia es su sencillez. Chico encuentra chica, no se aguantan. Chico vuelve a encontrar a chica y siguen sin aguantarse. Chico encuentra por tercera vez a chica y poco a poco van convirtiéndose en mejores amigos. Son cómplices y colegas en la gran ciudad aunque siguen discutiendo sobre películas de amor, sobre todo por Casablanca y su final. Chico y chica se acuestan una noche y tienen una crisis y confusión de sentimientos. Distanciamiento y ruptura. Chico se da cuenta de que quiere a la chica y la chica corresponde igual. Chico y chica se unen para siempre y comen perdices. Son amigos y amantes. Sin quebraderos de cabeza. La película nos regala un diálogo final, una declaración de amor, sencilla y muy, muy tierna. Nunca te cansas de verla.

Ahí va. La escena empieza con un Harry que corre por las calles desiertas de Fin de Año para declararle su amor a Sally que se encuentra en una bulliciosa fiesta pero la verdad es que ella no la está disfrutando mucho. Por fin, Harry llega a la sala y:

“—Lo he pensado y lo cierto es que te quiero.

—¿Qué?

—Que te quiero.

—¿Y qué se supone que debo contestarte?

—Dime, yo también te quiero.

—¿Y qué te parece un Me voy?

—¿Es que lo que he dicho no significa nada para ti?

—Lo siento. Sé que es la noche de Año Nuevo. Sé que te sientes solo pero no puedes aparecer aquí, decirme que me amas y esperar que eso lo arregle todo.

—¡Tres, dos, uno

—No funciona de esta manera

Bueno, ¿cómo funciona?

—No sé, pero no de esta manera.

—¿Qué te parece esta manera? Adoro que sientas frío cuando hay 22 grados fuera.

Adoro cómo te lleva una hora y media prepararte un sándwich.

Adoro que se te frunza la frente cuando me miras como si estuviese loco.

Adoro después de pasar el día contigo que aún huela tu perfume en mí.

Adoro que seas la última persona con la que quiero hablar antes de ir a dormir.

Y no es porque esté solo y no es porque sea la noche de Año Nuevo.

Vine porque cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible.

—¿Ves?, eso es tan típico de ti. Dices cosas como ésa y haces que me resulte imposible odiarte. Y te odio, Harry. De veras, te odio. Te odio”.

Y los dos van acercándose hasta darse el beso que todos deseamos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Carrie (Carrie, 1952) de William Wyler

No hay manera. No logro encontrar película de Wyler que me decepcione. Llevaba tiempo detrás de una de sus películas más olvidadas y menos distribuidas, Carrie. De hecho en su tiempo fue una película que sufrió varios contratiempos a la hora de su estreno y fue uno de los fracasos del director en su carrera. Y no fue por su falta de calidad e interes sino porque los años cincuenta americanos y en plena caza de brujas no eran un buen momento para presentar la adaptación cinematográfica de la polémica novela de Theodore Dreiser (que un año antes había sido exitosamente adaptada otra de sus novelas dando como resultado todo un clásico, Un lugar en el sol de George Stevens). El autor además había poseido una clara ideología política que colocaba su corazón a la izquierda y que siempre en sus obras tocó el lado amargo y crítico del sueño americano.

Es curioso porque cuando Dreiser publicó Sister Carrie la novela fue un escándalo editorial, hasta tal punto, que la novela fue retirada de la venta y no volvió a publicarse hasta la década de los ochenta. Y parte de ese escándalo fue motivado por la naturalidad con la Dreiser describía el comportamiento sexual de sus protagonistas. Y la película corrió la misma suerte que la novela aunque se realizara cinco décadas más tarde. Yo no la he leído como tampoco la más famosa del autor, Una tragedia americana (de donde sale Un lugar en el sol). Otra asignatura pendiente que se me acumula.

Y Carrie no era película adecuada para años cincuenta que elevaban el sueño americano y las familias típicamente americanas y protagonistas de comedias o melodramas que finalmente defendían un modo de vida. Porque Carrie se ponía en la piel de una adúltera de finales del siglo XIX que lograba ascender, tener éxito y asentarse, sin castigo alguno (como siempre se exigía en los cánones de aquellos momentos). Pero ante todo Carrie no dejaba ser el reflejo de una amarga historia de amor donde un hombre elegante y con una posición social y económica consolidada abandona todo por un amor desesperado hacia Carrie, como último baluarte para alcanzar su felicidad sentimental, y finalmente se va deteriorando y termina devorado por ese amor que le conduce a ser un sin hogar.

Como siempre Carrie muestra el buen hacer de Wyler como director y su habilidad para contar en imágenes una historia y su cuidada dirección de actores. Si alguien se lleva la palma de oro o su subida al Olimpo de los actores en sin duda la interpretación de Laurence Olivier que en su personaje de elegante caballero que termina enfermo y sin hogar realiza un alarde de transformación. Olivier ya había trabajado con Wyler en su primera incursión en Hollywood (cuando además despreciaba el arte cinematográfico) en la mítica Cumbres borrascosas. Ahí Wyler le dio bastantes claves de interpretación cinematográfica y en Carrie las lleva a la práctica (cuando además ya tenía otro concepto del mundo del cine) creando un personaje complejo y creíble. Por otra parte, está la reina de la lágrima y del drama o sufrimiento extremo, una Jennifer Jones que no desentona en su recreación de la joven Carrie, adúltera a su pesar, y que debido a una serie de malentendidos entre ambos y por las circunstancias sociales que les rodean provoca la caída del amor de su vida. Y no desentona a pesar de que Carrie al principio de la historia tiene unos 18 años y la actriz en aquel momento tenía unos 31 años.

Así Carrie muestra una cuidada ambientación, una buena banda sonora, una detallada realización con momentos buenísimos de Wyler tras la cámara (como ese travelling en las alturas que muestra un albergue de personas sin hogar donde sus inquilinos duermen como en una especie de celdas y que nos lleva a la celda donde ya se encuentra un deteriorado y enfermo Olivier). También un cuidado guión de Ruth y Augustus Goetz que ya habían trabajado con Wyler en La  heredera aunque la primera opción del director había sido su gran amiga Lilliam Hellman.

En Carrie no faltan escenas en escaleras (especialidad de Wyler) ni en espacios cerrados (sea en el restaurante de lujo donde trabaja Olivier o en la casa de Carrie con su primer amante) o esa fábrica de calzado donde trabaja Carrie cuando llega por primera vez a la ciudad. Ni tampoco maravillosa escena al bordo de un tren, sublimación del enamoramiento de los personajes protagonistas.

Y es que Carrie te arrastra primero por un melodrama que parece que va a ser la historia de degradación de una joven chica de campo que va a conquistar la ciudad y se encuentra en su camino a hombres que quieren mantenerla a una trágica historia de amor que degrada y deteriora a un hombre que deja su posición social y económica por conseguir vivir su amor. Así vemos a un elegante caballero que deja su estatus y al que le es imposible adaptarse a su nueva situación económica y social. Mientras el elegante caballero cae por un tobogan sin final, abandonado por todos, Carrie con su juventud a cuestas decide sobrevivir y ascender hasta convertirse en famosa estrella de comedia ligera.

La escena final es escalofriante en la que vemos a un caballero sin hogar, desesperado, enfermo y con hambre que acude a pedir limosna porque no puede más a su amor, famosa actriz. Y en la que intuimos el triste final que espera al caballero derrotado (que en la novela es más explícito pero que no fue posible llevar en toda su crudeza en pantalla por la posibilidad de que no pasara el visto bueno de la censura).

Carrie es una película que merece la pena recuperarla. Y disfrutarla. Merece la pena ver la transformación e interpretación de Laurence Olivier genial.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Discurso de El Gran Dictador

Siempre me ha gustado este discurso. El Gran Dictador es una crítica contemporánea a los totalitarismos. Nunca me ha dejado indiferente. Charles Chaplin dice unas palabras que todavía hoy siguen vigentes:

«Lo siento.

Pero yo no quiero ser emperador. Ése no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.

Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.

Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oirme, les digo: no deseperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

Soldados.

No os entreguéis a esos hombres que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.

Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.

Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que no aman y los inhumanos.

Soldados.

No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. El el capítulo 17 de San Lucas se lee: «El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres…» Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón.

Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

Soldados.

En nombre de la democracia, debemos unirnos todos».

Hay una frase del discurso que tiene tal vigencia que quiero volver a repetirla en solitario, fuera de su contexto completo, «más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura».  Y es cierto. A veces palabras como humanidad, bondad o dulzura son palabras como pasadas de moda. Casi diría que se les ha despojado de su significado, y se piensa en ellas como algo trasnochado, cursi, superficial. Como si diera miedo abogar por la dulzura o por la bondad. Sin embargo con estos dos conceptos, plenos en su significado, creo que el mundo sería mucho mejor, y por supuesto con unas gotas de inteligencia y conocimiento. Un punto de vista humano, donde efectivamente, no seamos máquinas sin sentimientos, sino hombres y mujeres con alma y con un corazón que a veces duele pero que hay que mantenerlo en continuo funcionamiento.

A veces ése es el secreto del cine. Que hace pensar y reflexionar. Discurrir y ver el mundo con otros ojos y quizá anima a indagar y a plantearnos que el orden de las cosas puede cambiar. A veces, una frase, una imagen, una interpretación puede ser la puerta que te abra los ojos, que permita una cierta mirada nueva. Quizá otro mundo sea posible.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (134)

Vampiro: Dice la RAE que un vampiro es un “espectro o cadáver que, según cree el vulgo de ciertos países, va por las noches a chupar poco a poco la sangre de los vivos hasta matarlos”.

¿Qué tiene el mundo de los vampiros que después de siglos y siglos y mucha literatura derramada sigue teniendo un atractivo y una atracción por parte de mucha gente?

Un vampiro es un no muerto, un ser casi eterno que vaga por el mundo sembrando nuestros miedos más profundos. Nos succiona nuestra savia, la sangre. Y juega con el atractivo del mundo nocturno que también lo relaciona con el sexo. Alrededor del mundo vampírico hay toda una mitología de rituales, vestuarios, ambientes…

Y desde casi el nacimiento del cine, los vampiros han estado presentes en el celuloide logrando esa inmortalidad real y ocupando las pesadillas de un montón de espectadores.

Es sorprendente cómo todavía la temática vampírica da para crear fenómenos realmente curiosos. Los últimos tienen que ver con una ‘humanización’ de los vampiros que primero han ocupado páginas y páginas de libros y ahora invanden las salas. Unos vampiros que van al instituto y se enamoran como cualquier adolescente u otros que viven en una población del sur de los EEUU y comparten el mundo con los humanos gracias a que ahora pueden consumir sangre sintética. Así nos encontramos con la saga Crepúsculo (todo un arte en el mundo del marketing y desgraciadamente poco cine…) o la serie televisiva TrueBlood que lleva a la pantalla pequeña las fantasías de Charlaine Harris y su serie de libros sobre Sookie Stackhouse que se debate en un mundo donde las criaturas sobrenaturales quieren su protagonismo (no sólo vampiros sino también licántropos u otros cambiantes, brujas, hadas, duendes…).

Nunca ha habido una década sin sus vampiros o vampiras que cobran vida en el celuloide y nuestros miedos más profundos y una mitología especial sigue poblando miles de interesantes historias. Tengo pendiente la película sueca Déjame entrar que es otra obra que indaga de otra manera en el universo de los vampiros.

Algunos actores es nombrarlos y sólo nos viene a la cabeza un Conde Drácula temible. Estos actores forman parte de la memoria colectiva donde el vampiro es un ser elegante vestido de negro con capa incluida que tras su sonrisa deja asomar sus dientes. Son mitología cinematográfica pura. Por un lado, Bela Lugosi y su carrera allá en los años treinta como el vampiro de los estudios Universal. Por otro, ya en los sesenta y en los estudios británicos de la Hammer surge el vampiro con cara de Christopher Lee.

No puedo olvidar un homenaje al mundo vampírico de Lugosi, con permiso de su director Tod Browning, y es esa obra maravillosa de Tim Burton que recuerda a un Lugosi decrépito y vampiro de por vida al que admira el peor director del mundo, Ed Wood. Como anécdota contar que durante el rodaje de la primer Drácula de Lugosi, se rodaba otro en versión castellana (todavía no se había descubierto el mundo doblaje o subtítulo) donde dicen aquellos que han podido verla que el actor Carlos Villarias no lo hace nada mal y que incluso está mejor que el legendario Lugosi.

Algunas encarnaciones de vampiros se han convertido en inolvidables así como los intérpretes que se transformaban en ellos. Así siempre se ha especulado con el misterioso actor que dio vida al Nosferatu de Murnau, toda una joya del cine silente. Qué fue de Max Schreck. Cuánta leyenda hay en su vida. William Dafoe le dio vida en la desconocida para mí La sombra del vampiro. Nosferatu también fue llevada a la pantalla por el alemán Herzog en una de sus ‘intesas’ colaboraciones que el actor Klaus Kinski.

Muchas veces se ha querido investir al vampiro de un espíritu romántico. En realidad son almas errantes que sufren su inmortalidad y se enamoran apasionadamente sin poder culminar ese amor. Ese amor ideal no impide que tengan a otras víctimas femeninas a las que terminan succionando su sangre. En esta idea, del vampiro romántico y el vampiro que sufre, podríamos nombrar dos producciones cinematográficas. La adaptación que realizó Coppola de la famosísima novela de Bram Stoker que rezuma romanticismo exacerbado en cada uno de sus fotogramas o también la adaptación de la obra de Ann Rice, Entrevista con el vampiro de Neil Jordan. Uno de los actores del Drácula de Coppola, Keanu Reeves también hace años que tiene que aguantar teorías sobre si es un vampiro o no, por lo bien que se conserva.

O también el vampiro simboliza un tipo de vida. Un hombre o mujer que absorbe, que vampiriza, que mata, que se consume, que representa todos los miedos de la vida moderna. Así tenemos curiosas películas vampíricas donde el mundo nocturno y oscuro se apodera de vampiros y víctimas. De este tipo de películas podríamos hablar del poder vampirizador de ciertas personas, de la fuerza vampírica de una cámara, y de la vida de los años ochenta espolvoreadas con todo tipo de drogas en un Madrid muy movido en Arrebato de Zulueta. O también entrar en el mundo nocturno de los ochenta de la mano de unos vampiros muy cools con cara de Catherine Denueve o de David Bowie en El ansia. O por último ese extraño producto, bastante desagradable, de un ejecutivo que pierde la cabeza y se transforma en vampiro temible con la cara de un Nicolas Cage perdido en Besos de vampiro.

Por supuesto, el mundo vampírico ha pasado por distintos géneros. Y la ciencia ficción nos ha dejado temibles ejemplos como las de Blade (que no tengo el gusto de conocer ni me apetece) o ese clásico (que ha sufrido remake, como no, Soy leyenda) El último hombre vivo. O también hay vampiros en el mundo de la comedia: podemos recordar ese clásico de Polanski, El baile de los vampiros.

Está claro que todos tenemos en mente un vampiro o vampira en nuestras vidas y las nuevas generaciones continuan interesándose por las criaturas de la noche…, si es que siempre hay que buscar lo irracional del miedo que crea criaturas mágicas que encienden nuestra imaginación y llenan páginas y páginas y metros y metros de celuloide.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La última estación de Michael Hoffman

“Todo cuanto sé, lo sé porque amo”. Con esta frase de León Tolstoi empieza La última estación. Y ya no puedo apartar la visión de la pantalla.

No sé si influyó que estoy apasionadamente encantada con la lectura de su última novela, Resurrección, donde el príncipe Nejliudov, un noble rico y ocioso, al encontrarse con un antiguo amor de juventud con quien no se portó bien, empieza a dejar de lado su actual y vacía vida y crearse otra moral, empieza a preguntarse sobre distintos valores morales que había mantenido y va tomando decisiones que cambian su vida. Tenía muchísimas ganas de verla y disfrutarla y no me decepcionó en absoluto. La última estación es película-emoción y así estuve con muchísima emoción según iban pasando por la enorme pantalla cada uno de sus fotogramas. Al borde de la risa y de la lágrima. Puro deleite. Salí absolutamente entusiasmada y eso que no tenía muy buenas referencias sobre ella. A mí, sin embargo, me llegó muy, muy hondo.

El realizador Michael Hoffman (con películas tan distintas e irregulares como Escándalo en el plató, Restauración o Un día inolvidable) de pronto ofrece una obra cinematográfica cuidada y clásica en su forma pero con un hermoso guión, unos actores maravillosos, una buenísima ambientación que cuida el detalle y logra que estalles (o por lo menos conmigo lo consiguió) de emoción.

Hoffman realiza una adaptación de una novela del mismo título de la película de Jay Parini que recrea los últimos días de vida del anciano escritor ruso. Los personajes claves en esta historia son el propio Tolstoi, su esposa Sofía, su fiel discípulo que es líder del movimiento tolstoiano, Vladimir Chertkov, y un joven secretario del escritor, Valentín Bulgakov.

La última estación te la crees. La sientes. Te conviertes en un observador como el joven secretario Valentín que observa y se transforma. Una mirada limpia que descubre y que como dice al final sólo ve un mundo lleno de personas imperfectas, que pueden ofrecer lo mejor y lo peor, que pueden equivocarse una y otra vez, pero capaces de amar y ser amadas. Se empapa de la filosofía del escritor al que tanto admira, lo comprende. Es totalmente humano.

Valentín tiene el rostro de un magnífico James McAvoy que recrea este personaje ofreciendo una interpretación que te hace palpar todos sus sentimientos, pensamientos y transformaciones. Su escena de su primer encuentro con Tolstoi, su emoción y reacción, es grande, muy grande, porque sientes.

Otro personaje maravilloso es el de la compleja esposa de Tolstoi, Sofía. Una Helen Mirren excepcional logra convertir al espectador en un torbellino de sentimientos contradictorios. Su difícil relación con Tolstoi, sus distintos planteamientos sobre la vida, sus enfrentamientos y reconciliaciones te llevan de la mano a un tobogán de sensaciones. Sus replicas, sus reacciones humanas tan humanas son un festival de emociones que te arrastran. La condesa Sofia no se contiene ni se controla, ni falta que la hace.

Después nos encontramos con otro hombre complejo, el mismo Tolstoi con el rostro de un actor ya clásico, Christopher Plummer. Un Tolstoi atrapado por el mismo movimiento que ha creado, “son más tolstoianos que yo”, y por la relación con su familia: su mujer, sus hijos, su título, sus propiedades… Un hombre bueno, un gran escritor, pero consciente de sus contradicciones. Terriblemente humano.

La película que te hace oscilar entre la risa y la lágrima contempla un montón de temas interesantes como la creación de un mito a través de los medios de comunicación que empiezan a nacer y a ser muy influyentes y a través de los discípulos y seguidores de Tolstoi. Así vemos lo fácil que es desvirtuar una idea o una filosofía y como al final son los propios hombres quienes convierten algo sencillo o hermoso en un movimiento complejo, elitista y a menudo en una realización equivocada de la idea original. La contradicción de este movimiento gira en torno al discípulo fiel, Vladimir Chertkov, con rostro de Paul Giametti. También nos hace ver distintos tipos de amor, el que surge entre dos jóvenes (Valentín y Masha) o ese amor largo y contradictorio de dos personas que llevan mucho tiempo juntas (León y Sofía).

Todos se vigilan unos a otros para defender sus intereses, ideas y filosofías. Quieren plasmar todo lo que ven a su alrededor. Dejarlo escrito para que no se les escape ni información ni poderes. Para que quede para siempre. Así todos y cada uno de los personajes escriben, continuamente, sus diarios algunos públicos, otros para informar y otros privados, los que duelen. Así el joven secretario se ve con un cuaderno que tiene que rellenar para Chertkov, con otro para Sofía…, y el suyo propio en el que sólo hace falta su rostro para sentir como el personaje se transforma, descubre y vive.

Y los últimos momentos de Tolstoi en esa abandonada y retirada estación de tren te hacen partícipe de un abanico de pensamientos y posicionamientos frente a la vida. Yo hice verdaderos esfuerzos por no desbocarme como la condesa.

Pero además Hoffman regala en los títulos de crédito imágenes reales rodadas en esos últimos días de Tolstoi en que vemos la sombra viviente del escritor que nos lleva por un camino largo… También quiero mencionar la banda sonora de Sergey Yevtushenko, todavía suena en mi cabeza.

Para mí La última estación fue un viaje emocionante.

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Niños y adolescentes actores, aventuras y desventuras (I)

Ésta es una larga historia de niños y niñas actores que alcanzan el éxito demasiado pronto. Algunos se quedan en el camino. Otros logran su paso a la madurez siendo estrellas y otros se quedaron tristemente estrellados. Los de más allá se retiraron y empezaron otras vidas ajenas al mundo del cine. El cine sigue creando estrellas infantiles y algunos se convirtieron y se convierten en verdaderos iconos.

Si miramos la nómina de actores actuales, nos sorprendería que muchos empezaron ya en su más tierna infancia. Sólo voy a dar cinco nombres: Drew Barrymore (¿alguien ha olvidado a la niña de ET?), Josh Broslin (uno de los que conforman la pandilla de niños de los ochenta, Los Goonies), Christian Bale (el ahora muy serio Bale fue niño recordado en El imperio del sol) y las dos musas Natalie Portman y Scarlett Johanson ya eran adolescentes actrices (¿recuerdan Beatiful girls, de la primera, y la adolescente de El hombre que susurraba a los caballos?).

Ellos siguen construyendo sus carreras pero otros cayeron en olvido o fueron salvados por la televisión. Un ejemplo claro de esta segunda opción es sin duda Anne Paquin, la inolvidable niña de El piano que ha ido dando pasos en papeles secundarios y ha vuelto a alcanzar la fama con la serie de televisión TrueBlood. También se va defendiendo aquella niña que nos enamoró como Jueves en las películas de la familia Addams o en Casper. Estoy hablando de la niña con cara siniestra ahora joven misteriosa que se llama Christina Ricci. Aunque últimamente está un poco en olvido. Al igual que otro actor que empezó niño y sigue hasta ahora una carrera interesante (aunque lleva dos años que nada sabemos) es Elijah Wood que fue El buen hijo o el protagonista de Flipper y luego remontó con la trilogía de El señor de los anillos y otras películas independientes.

El olvido y las sombras es lo que hay en prometedores niños actores que actualmente nada se sabe de ellos. Como son los casos del niño-símbolo de Solo en casa que vivió momentos de éxito vertiginoso y ahora sólo es una sombra triste y olvidada: Macaulay Culkin. Otro caso triste es el de Brad Renfro el niño de El Cliente que murió hace dos años por sobredosis. Otros dos grandes olvidados que hace tiempo que nada sabemos de ellos son los buenos actores infantiles Lukas Haas (¿alguien le olvida en Único testigo?) que se ha ido decantando por cine independiente de difícil visión o Edward Furlong, el niño de Terminator o el adolescente de American History X cuyos últimos trabajos directamente no se estrenan.Otro caso trágico es el de River Phoenix, niño y adolescente de éxito que tenía una carrera ya encaminada pero que murió demasiado joven (23 años). Pocos le olvidan en Cuenta conmigo.

En el cine clásico

Nos remontamos lejos, lejos y seguimos la estela de niños que luego fueron adultos con carreras de éxito u otros que cayeron en olvido o se retiraron. En concreto hubo cuatro que fueron iconos: Shirley Temple, Diana Durbin, Judy Gardland y Mickey Rooney. La primera fue todo un fenómeno incluso se vendían muñecas como ella, sus películas ya son olvidadas y a veces reeditadas en dvd que muestran lo que fue otra época. Sin embargo, se retiró a tiempo y se convirtió en mujer de negocios y del mundo de la política. Aún vive. Deanna Durbin la niña cantante y también fenómeno mediático (actualmente muy pero que muy olvidada) también se retiró a tiempo y llevó y lleva una vida totalmente ajena a las pantallas cinematográfica. Esto no ocurrió con Judy Gardland y Mickey Rooney, famosos niños prodigio, que tuvieron largas carreras. La Gardland tuvo vida compleja por miedos que arrastraba desde niña pero fue estrella hasta el final, Rooney siguió con su vida, cayó en absoluto olvido en su madurez, pero de vez en cuando hace sus reapariciones.

Hubo otras dos niñas actrices que empezaron muy, muy pequeñas en pantalla pero que después tuvieron unas carreras repletas de éxitos en su madurez. La niña de los ojos violeta, que sigue en pie, siempre ha vivido con una cámara iluminándola el rostro, Liz Taylor ya era la niña que iba tras Lassie o un caballo ganador, que tuvo carrera imparable. Muchos espectadores han ido envejeciendo con ella a lo largo de décadas. Y también debutó siendo niña en varios clásicos inolvidables Natalie Wood que pasó con éxito a la adolescencia (¿quién no la recuerda en Rebelde sin causa?) y la madurez aunque también murió demasiado pronto.

Otro caso fue el de una pandilla entera de niños y luego adolescentes que alcanzaron el éxito como grupo primero en el teatro y después en el cine. En películas de índole social sobre niños problemáticos. Y cada uno de los miembros tuvieron distintas suertes en su vida de adultos…, pero ninguno se convirtió en estrella. Ellos son los Dead End Kids, inolvidables en Calle sin salida, Ángeles con caras sucias y Me convirtieron en un criminal.

Por último, recordar otro fenómeno de ‘típica adolescente americana’ que fue oro para la taquilla y ahora totalmente pasada de moda pero con títulos interesantes en su carrera. Fue nombrada, cómo no, en esa recreación hortera y maravillosa de los cincuenta que supone Grease en los ochenta. Ella fue Sandra Dee. Pero esta señorita se encuentra en los repartos de dos películas muy recordadas, el maravilloso melodrama de Sirk, Imitación a la vida, y la comedia de Minnelli, Mamá nos complica la vida.

Todavía queda recordar a muchos otros rostros infantiles y adolescentes que vagan en nuestros recuerdos. Pronto lo haremos.

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La angustia de vivir (The Country Girl, 1954) de George Seaton

“Leal, entregada, inquebrantable…” así describe dos veces el duro director de teatro Bernie Dodd (William Holden) a la sufrida esposa Georgie (Grace Kelly) de un actor y cantante de éxito ahora alcohólico Frank Elgin (Bing Crosby). La angustia de vivir es un melodrama de los años cincuenta que adapta una de las obras del dramaturgo Clifford Odets y que con la regular dirección de George Seaton queda como el retrato de una esposa ideal en esa década. Una mujer absolutamente entregada al esposo, a pesar de los pesares, y de los sufrimientos. Que siempre está ahí apoyándole y cuidándole y que aunque esté agotada y desfallecida finalmente se recupera y vuelve junto al esposo, entregada y enamorada.

La angustia de vivir cuenta con todos los ingredientes para un buen melodrama pero no funciona. No es creíble y se queda en el camino. Plantea varios asuntos interesantes pero se queda en la superficie y no logra emocionar ni que te creas a los personajes. El triángulo que se establece entre los tres protagonistas carece de fuerza y credibilidad y es imposible creerte ese final de una Grace Kelly que corre tras Crosby dejando la posibilidad de ser amada por un Holden (como siempre brillante).

Así como en 1945, Días sin huella sí supone un buen retrato del alcoholismo, y posteriormente pasaría lo mismo en los sesenta con Días de vino y rosas, La angustia de vivir se queda en la superficie aunque no deja de tener algunos aciertos en su retrato de un hombre alcohólico, Frank Elgin. Es de valorar la personificación que logra plasmar un actor que no era habitual en papeles dramáticos como Bill Crosby y sí que es cierto que en ciertas escenas logra imprimir todo el patetismo de un hombre que no logra salir de la pesadilla del alcohol. Pero se queda en el principio del camino porque Elgin deja ‘milagrosamente’ el alcohol (aunque advierte a su esposa que puede recaer de nuevo) así como su fuerte sentido de la culpabilidad (por el descuido que tuvo que supuso la muerte del hijo y el principio de sus males). Después de llevar años y años arrastrando su problema junto a su esposa Georgie, su recuperación es radical. Y ése quizá es el mayor defecto de la película, los giros radicales y continuos que hacen que no puedas creerte la trama.

Porque también es radical el cambio de relación que se establece entre las dos personas que quieren ayudar a Elgin: el director de teatro que apuesta por él como actor principal de su obra y el de su ya cansada y abnegada esposa. De una relación de odio absoluto y misoginia por parte del director que culpa —ayudado por las mentiras que vierte Elgin para justificar su alcoholismo— a la esposa, a la que ve como dominante y mala influencia, del problema que arrastra al esposo a de pronto un amor entregado y absoluto del director hacia la mujer amargada. Así mismo la mujer amargada y cansada del esposo, que ya no se arregla ni se quiere y que muestra su desencanto absoluto, escena tras escena (con una Grace Kelly despojada de glamour que le valió un oscar), recupera toda su fuerza, belleza y encanto por el hecho de volverse a sentir deseada como mujer por el hermoso William Holden… aunque siempre recordándole que ella es una mujer casada y por ello leal, entregada e inquebrantable…, claro, como debe ser una esposa. Que aguante carros y carretas y que le siga mostrando amor y devoción al hombre del que se enamoró aunque le fastidie la vida, que para eso se unieron en santo matrimonio.

Aunque no deja de ser entretenido ver a Grace Kelly sin maquillar y después con un vestido glamuroso, un moño bien hecho y un collar de perlas, a un Bill Crosby derrotado y a un hombre duro y de éxito pero que esconde un alma romántica y que pierde en el amor con el rostro de un siempre eficaz William Holden…, La angustia de vivir no destila esa angustia ni desarrolla todos los temas interesantes que contenía la trama. Además de la absoluta falta de química entre Crosby y Kelly. No conozco la obra original pero sí otros trabajos cinematográficos con muchísima fuerza bajo la pluma de Odets (no hay más que recordar El gran cuchillo o Chantaje en Broadway) para valorar que hubo muchas cosas que no se desarrollaron de manera eficaz.

También merece la pena el retrato que realiza de los recovecos de una producción teatral musical. Las peleas entre director y productor, los ensayos, el estreno, la espera de las críticas, la gira, el miedo al fracaso, el éxito…, y el espectáculo debe continuar…

No obstante la película es recordada porque supuso el espaldarazo definitivo para la rubia del momento, Grace Kelly, que se llevó el oscar y que iba ya de camino a convertirse en la maravillosa musa del maestro del suspense (me quedo con La ventana indiscreta). Su abnegada esposa dejó fuera de juego a Judy Garland (Ha nacido una estrella), Dorothy Dandridge (Carmen Jones), Audrey Hepburn (Sabrina) y a Jane Wyman (Obsesión).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Lo importante es amar (L’important c’est d’aimer, 1975) de Andrzej Zulawski

Uff, película desaforada, extrema, barroca, bordeando el melodrama surrealista donde sus personajes sufren sin que la mayoría de las veces entendamos muy bien el porqué. Todos al borde del abismo y el sufrimiento en los ambientes más sórdidos con escenas de un realismo sucio y exagerado rozando el ridículo todo envuelto en los hermosos y desoladores ojos de Romy Schneider y con una banda sonora trágica y hermosa de Georges Delerue. Por eso quizá es una película que se sale de lo habitual y me sorprende que en su estreno fuera todo un éxito de público y crítica. Lo importante es amar es tan delirante, afectada y exagerada, con tanto acierto y desacierto, que se convierte en espectáculo especial y complejo.

No sabemos el pasado de los personajes protagonistas ni intuimos el futuro. Vivimos con ellos su presente desgarrado y su caída continúa al fondo del abismo. A todos ellos les rodean personajes extremos (como ese Klaus Kinski totalmente disparado y extremo) y situaciones extremas. Lo sórdido lo inunda todo cuando sólo quiere contar una historia de amor, un triángulo de dos hombres y una mujer que se destruyen y sufren en cada fotograma. Ante la caída por un tobogán sin fondo, lo importante es amar. Pero a qué precio.

Lo importante es amar no me parece una película fácil. Cuando empecé a verla, empecé a detestarla pero decidí seguir delante de la pantalla y de pronto me vi imbuida en el delirio del director polaco Zulawski y ante tanta sordidez encontrar cierta belleza en la desmesura. Ha sido una extraña experiencia. A veces quería reírme de lo exagerado de las escenas, de esos diálogos barrocos, de esas interpretaciones histriónicas y desgarradas y de pronto sentía pena y angustia ante la tristeza y el dolor de una mujer llamada Nadine, ante el sufrimiento siempre cubierto con una sonrisa de un Jacques Dutronc que no entendemos muy bien —aunque en un momento se intuya su impotencia— su desgracia y huída y asistimos perplejos ante ese fotógrafo (un Fabio Testi cercano a la masculinidad que exudaba ya en El jardín de los Finzi Contini) que se ve atrapado por la mirada de una mujer hasta tal punto de perder totalmente las riendas de su vida ya de por si bastante deprimente.

El fotógrafo que trabaja para una especie de anciano mafioso que organiza sesiones fotográficas de orgías, sadomasoquismo y todo lo más oscuro que se pueda imaginar…, el marido que continuamente coleccione antiguas fotografías de artistas de cine, la actriz hundida y deprimida que trabaja en ínfimas películas de terror y del porno para sobrevivir…, el choque y encuentro entre estos tres personajes y aquellos seres desesperados que les acompañan construyen una historia y una atmósfera de dolor y desgarro sin importar extremos y ridículos.

Una atmósfera agobiante y desgarradora donde hay sangre, peleas, muertes, sexo, suicidio… y cadáveres. Pero donde también cabe el rodaje de una película de bajo presupuesto, los ensayos de una obra de teatro, la representación de un Ricardo III abocado al fracaso, una sesión fotográfica de un rostro y cuerpo de mujer, un estudio de revelado que es también un hogar…, y finalmente una historia de amor, dolor y desgarro que ni los mismo personajes entienden.

¿Me ha gustado? Me he sentido finalmente hundida en el delirio de sus imágenes…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Air doll de Hirokazu Koreedea

Parto de una confesión, no he visto ni una sola película del director japonés Koreedea, con lo cual no tengo referencia visual ni de otro tipo sobre su cine. Sólo críticas y noticias que he ido leyendo de otros trabajos suyos anteriores a Air doll.

Segundo, Air doll me deslumbró, sorprendió y me atrajo. Me pareció bellísima visualmente y además me gustó cómo trata la soledad del ser humano en las grandes urbes y cómo trata temas como la falta de comunicación, la insatisfacción, el vacío existencial y todo a través de una fábula fantástica que pivota entre un cuento, una poesía visual y una fuerte tragedia. No es la primera vez que una muñeca hinchable es protagonista absoluta de la soledad humana, me viene alguna que otra película a la cabeza…

Me entusiasmó la interpretación increíble de su protagonista, esa muñeca hinchable que cobra vida de la manera más sencilla, bella y natural (ese precioso plano de una mano de plástico al que la caen unas gotas de lluvia y de pronto vemos una mano de carne y hueso) y que mira el mundo con ojos de descubrimiento y que trata de entender qué significa poseer un corazón. Du-na Bae se mueve, mira y reacciona como alguien a quién le transmiten vida, como una muñeca con corazón, que descubre, sueña, se ilusiona, se decepciona y sufre…, porque duele tener un corazón.

También es un canto de amor de Koreedea al cine como mundo de ficción. Algo que atrae también a la muñeca (porque ella misma es ficción) y que la hace tener un primer empleo en un videoclub de alquiler dónde no sólo disfrutamos de todo un arcoíris de carátulas sino de continuas referencias a películas.

Así Koraeeda hace que veamos casi como cotidiano (como mucho de los personajes) la aparición de esta muñeca con corazón que trata de encontrar un sentido a su vida y que hablando con distintos personajes, a los que muestra su desconocimiento y su tristeza por estar vacía —pero muchos le dicen que eso no es tan extraño y ella lo toma al pie de la letra—, irrumpe en las calles de Tokio.

Estos personajes secundarios van formando una especie de poema y metáfora sobre la soledad y lo que duele tener un corazón (algunas de estas historias secundarias y personajes están más conseguidas que otras). Y la muñeca hinchable va en busca de identidad y trata de ocultar lo que la hace ficción y no humana (¡benditas costuras!) y por primera vez esta muñeca hinchable que le duele su condición de sustituta de placer sexual adquiere conciencia de que quizá esté enamorada del dependiente y compañero de trabajo de su video club.

Pero Koraeeda no se queda en simple cuento de hadas o de muñeca que encuentra su felicidad y su corazón en la gran solitaria urbe sino que ofrece un triste y cruel giro que nos quita la venda de los ojos y nos mete de lleno en las dificultades de tener un corazón vivo. Y nos regala finalmente una historia desgarradora de una muñeca a la que la niegan una y otra vez la posibilidad de soplarle un aliento de vida. Porque la vida es dura y es bella a la vez…

La fui a ver con un amigo y ambos mencionamos ese amor al cine y nos vino a la mente por una escena en concreto, cuando la muñeca va al taller de su creador, un recuerdo. La muñeca no es lejana a esos replicantes que buscan sueños, memoria e identidad…, que buscan un corazón, una vida y enamorarse…, que tratan de huir de la muerte aunque también es el destino de todo ser humano. Por último, un símil que me fascinó es la obsesión del director por mostrar el reciclaje de la basura, aquello que puede ser de nuevo empleado y aquello que ya no sirve, definitivamente, para nada.

Air doll fue una bonita y extraña experiencia y también una sorpresa que me dejó una sensación de fábula triste en una gran ciudad de soledades errantes del siglo XXI.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.