Paréntesis cinéfilo hasta el 6 de septiembre

Queridos lectores amados y respetados.

Hildy hace un paréntesis cinéfilo para volver con más ganas y más cine en las venas el 6 de septiembre.

Me oculto tras la pantalla blanca.

Me voy dispuesta a indagar en el Olimpo de los actores, directores, guionistas, técnicos…

Con muchas ganas de seguir empándome cada día en imágenes y viajar por infinitos fotogramas.

Con muchas ganas de vivir miles de historias en sombras o indagar en las mentes de los creadores.

Con muchas ganas de viajar por la imaginación y la creación.

Con muchas ganas de regresar, volver a sentir el teclado bajo mis dedos y seguir contando mil y una sensaciones.

Ya sabeis que os quiero.

Me tomo este pequeño paréntesis cinéfilo y durante unos días desconectaré para zambullirme en otros mundos.

Hildy

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Origen de Christopher Nolan

Confieso que iba con expectativas demasiado altas y quizá ya me había creado mi propia película en mi cabeza. Sin embargo, aunque Origen no cumplió cien por cien mis ambiciones como espectadora, sí le reconozco virtudes aunque capté también aquellos elementos que no me llenaron. Reconozco también que Origen me pide a gritos dentro de un tiempo un segundo visionado pues hubo ciertas cuestiones en las que me gustaría fijarme más. Pero así en frío digo:

Que Origen me entretuvo y me llenó sobre todo en los aspectos más intimistas de su trama. Que visualmente, y ya me gustaría hablar con un arquitecto, me atrapó como había pensado que iba a atraparme. Que cuatro o incluso los infinitos niveles del sueño que presenta, a veces, me produjo un sentimiento de confusión que enredaba innecesariamente su trama…

Pero que la incluyo en esa serie de películas en las que ya intuyo un nuevo género cinematográfico del siglo XXI (aunque también ha sido tratado en el cine del siglo XX pero no con tanta continuidad) como ya adelanté en la crítica de Las vidas posibles de Mr Nobody…, un nuevo género de un tema muy antiguo filosófico e intelectual. Qué es real, qué es sueño, qué es el subconsciente, cuál es el poder de nuestra mente y qué poco la empleamos…, tema apasionante.

Origen me atrapó por su héroe romántico desencantado enamorado de un imposible que arrastra una historia que le rompe y que ya es un muerto en vida. Un héroe en el que se está especializando de manera genial un Leonardo DiCarprio que no decepciona. Un héroe con un sentimiento de culpa y con un poder mental que no le permite la huída sino avanzar y avanzar pero ir destrozándose por dentro en cada segundo y atrapando siempre a la mujer amada que le daña pero de la que nunca puede prescindir. Un héroe que se va hundiendo en cada fotograma y que realiza esfuerzos brutales por atrapar la realidad o volver a vivir pero fracasa una y otra vez en el intento. En la concepción del héroe ¿no ven en Origen una continuación de Shutter Island?

Es la historia del extractor de sueños —que ahora va a realizar la operación contraria: introducir una idea en el sueño de un joven empresario— con su esposa ausente pero siempre presente en el subconsciente la que me atrapa. Y es la historia de esa compleja relación entre padre e hijo, empresarios ambos, y esa idea que deben infiltrar DiCaprio y su equipo las que me seducen. La parafernalia alrededor de estos acontecimientos a veces me atrapaba y otras me alejaba…, llega un momento que los cuatro niveles de sueño me resultaban cargantes —con sus sucesivas tramas— y deseaba atrapar esas intimidades que me seducían.

Pero dentro de la parafernalia el mundo de ‘esa arquitectura de los sueños’, esa capacidad para crear espacios y mundos imposibles, pero únicos y artísticos, me dejaban noqueada. Lástima que con tanta trama y subtramas no se desarrolle algo más la conexión que se establece e incluso enamoramiento platónico entre la joven arquitecta y el protagonista. Lástima que con tanta trama y subtrama queden tantos personajes secundarios con un esbozo simple, demasiado simple. Lástima que con tanta trama y subtrama me de la sensación de producto inacabado…, cuando yo estaba deseando perderme en los laberintos del sueño.

Quizá ése es otro defecto que no hizo perderme por esos laberintos. Porque creo que había un interés en exceso de construir un guión tan racional y milimétrico que Nolan no deja que nos perdamos en el subconsciente y que busquemos continuamente explicaciones a ese mundo de sueños que nos plantea, que intentemos construir las claves que nos va dejando a lo largo de la película —esa importancia a los pequeños objetos que nos hablan de en qué nivel nos podemos encontrar o si es real o sueño lo que estamos visionando— y trata de explicarnos tanto que a veces sentimos las incoherencias…, y molestan… Pero ¿y si se hubiera metido realmente en el subconsciente de los sueños, en lo irracional…? Seguro que no hubiesemos buscado coherencia alguna.

Así para mí Origen supuso una visión de luces y sombras. Tan pronto me conectaba como me desconectaba. Tan pronto me sentía atrapada como de repente desconectaba entre persecuciones, tiros y distintos niveles. Sí, sin embargo, digo que me merece un segundo visionado. Y ya os lo he confesado me quedo con su héroe roto y con complejo de culpa pero héroe romántico.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Sesión doble. Una visita y unas palabras para La Venus rubia y Patricia Neal

Y las teclas me dicen que hoy escriba sobre un clásico de dos alemanes que unieron sus talentos y crearon un personaje y un tipo de película. Corrían los años treinta y Josef von Sternberg con sus historias exóticas, decadentes y barrocas rodeaba a su musa, Marlene Dietrich, de todo el misterio y ambigüedad sexual necesarios para historias de amor fou.

Eran tiempos en los que el código Hays todavía no se encontraba plenamente en activo y así Sternberg y Dietrich crearon historias de amores locos, folletinescos y melodramáticos. Así nos dejaron, por ejemplo, La venus rubia. Sternberg para narrarnos el perfil de una mujer peculiar lleva la elipsis cinematográfica al exceso, de tal manera, que el espectador puede recrear y crear muchas partes de la vida de esta mujer. Nos deja los momentos cruciales de la protagonista.

El argumento es sencillo pero lleno de momentos cinematográficos mágicos, de ambientes decadentes, de actuaciones estelares y la radiografía de una mujer. La Dietrich es una actriz de un teatro de variedades alemán que conocerá a su futuro esposo (Herbert Marshall) en un lago mientras se baña desnuda junto a sus compañeras. Sólo esa escena para narrarnos un encuentro que significa boda y vida en común. Elipsis de varios años. La actriz ya no vive en su Alemania natal sino que ha seguido a su esposo a EEUU, viven felices pero humildes, ella retirada del mundo del espectáculo se dedica al cuidado de la casa y a la crianza del hijo de ambos. Los volvemos a ver en un momento dramático de sus vidas. El marido, científico o investigador, se encuentra muy enfermo y sólo puede curarse si realiza un viaje caro por Europa para realizar el tratamiento adecuado. La Dietrich vuelve a los teatros para salvar al esposo.

En el teatro conoce a un actractivo millonario y playboy con rostro de un jovencísimo y sensual Cary Grant, alejado del rol que le haría famoso. Dietrich vuelve con éxito a los escenarios y consigue a través de Grant el dinero necesario para que su esposo viaje y se cure. Pero también surgirá una historia de amor con Grant, un idilio, aunque ella nunca descuidará su labor de madre amantísima. Ni olvidará que es esposa. Ella y Grant saben que es un affaire.

Sin embargo, un lío de telegramas y la vuelta anticipada del marido recuperado descubrirá el pastel. La Dietrich ya ha dejado a Grant y éste se va a Europa para olvidar pero…, el esposo dolorido y dañado se pasa el resto de la película ofendido y haciendo la vida imposible a la Dietrich que huye por el mundo con el niño pues se niega a renunciar a él. Y cada vez va a garitos de más mala muerte y a lugares más decadentes. Hasta que se da cuenta que es una sin hogar y no quiere esa vida para su niño. Finalmente renuncia a la maternidad y sigue su decadencia en solitario. De nuevo una larga elipsis. Y nos encontramos a la Dietrich triunfando en París donde vuelve a encontrarse con el frívolo de Grant que, sin embargo, es una especie de hado madrino, porque la convence para que regrese a EEUU y vuelva a recuperar al hijo…, y de paso al marido…

La Dietrich tiene números musicales de varietes de quitarse el sombrero y de sensualidad a flor de pie. Son míticas sus actuaciones dentro de un gorila o aquella en la que aparece con un frac blanco y sus letras ambiguas y llenas de dobles sentidos. Así como la caída que alcanza la Dietrich que la hace desembocar en un albergue de mujeres sin hogar sola, alcoholizada y sin recursos.

Nos deja Patricia Neal, un recuerdo

Patricia es uno de los rostros olvidados. Se fue ayer al Olimpo de los actores y seguro que poca gente se ha enterado. A la Neal se la recuerda a veces más por su vida privada y sus problemas de salud que por su carrera cinematográfica. Fue uno de los amores de Gary Cooper. Triste amor. También estuvo años casada con el escritor de literatura infantil Roald Dahl.

Pero a Neal yo la guardo gran cariño por tres de sus interpretaciones —a la vez las menos olvidadas— y créanme merece la pena visitarla en tardes veraniegas. Por una parte, Neal fue la coprotagonista de uno de los melodramas más curiosos de finales de los cuarenta de King Vidor. Una película de múltiples lecturas: El manantial. Saltan chispas químicas con un maduro Cooper, que es un arquitecto que ama su profesión, un hombre individualista, que conoce a la Neal, una mujer compleja y complicada pero que conecta con la pasión del hombre que ama.

Sin embargo, mi papel favorito es el que lleva a cabo en un drama interesantísimo de Elia Kazan en los años cincuenta (también es cierto que es una de sus películas menos revisitadas), Un rostro en la multitud. La Neal es una mujer enamorada de un sin hogar, un hombre vagamundos que alcanza un éxito sin límites en el mundo de los medios de comunicación que cae seducido por el poder y la corrupción. Ella le sigue pero se siente culpable (porque fue ella quien le dio la oportunidad de la fama y el éxito) y atrapada en una compleja relación. Es una película impresionante, bueno, por lo menos para mí.

Y, por último, es la mujer millonaria que paga los servicios de gigoló de un George Peppard que cae rendido a los pies de su vecina Holly en la maravillosa Desayuno con diamantes.

Por cierto, también sé que estuvo estupenda, pero creo que nunca la he visto, en un drama de Ritt junto a Paul Newman, Hud, y también fue protagonista de una película de José Luis Borau, Hay que matar a B.

Así Neal tiene asegurada su inmortalidad. No hay olvido. Cinéfilos en la sala oscura y en pantalla enorme seguirán viéndola viva.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

 

Las alegres aventuras de Robin Hood de Howard Pyle

Aviso: antes de empezar este post os anuncio que estaré tres días sin escribir porque me tomo un breve descanso veraniego. El lunes volveré de nuevo. Besos a todos.

Hace poco he tenido la inmensa suerte de leer una obra maravillosa, Las alegres aventuras de Robin Hood y la verdad me he divertido tanto… Me ha encantado poder ser lectora de las andanzas de Hood y sus amigos, ocultos en los bosques de Sherwood.

También encontrarme con personajes históricos como Enrique II, Leonor de Aquitania, Juan Sin Tierra y Ricardo Corazón de León…, todos de la misma estirpe familiar y grandes protagonistas cinematográficos. Como Robin.

Las alegres aventuras de Robin Hood es un libro absolutamente vitalista sobre un grupo de forajidos que viven al margen de la ley, y con razón, y con un fuerte sentido de la justicia y la amistad.

Y es un deleite pasar cada una de sus páginas.

Howard Pyle recopilador incansable de cultura popular, de leyendas y mitos, rescata a Hood de las canciones tradicionales inglesas y escocesas que son otra forma de ‘informar’ sobre otra historia y otros acontecimientos. Así empleando un lenguaje de transmisión oral nos acerca a las aventuras de Robin Hood y sus amigos y nos engancha irremediablemente a sus personajes.

Curiosamente el personaje de Marian es el más ‘inventado’ cinematográficamente pues en esta imprescindible novela, sólo aparece dos veces…, en las primeras páginas cuando nos cuentan los motivos de por qué acabó en el bosque: “Robin silbaba alegremente, pensando en la bella Marian y en sus ardientes ojos, pues en ocasiones como ésta los pensamientos de un joven se dirigen gozosamente hacia la muchacha amada”. Pero nada más volvemos a saber sobre la bella joven. Tan sólo otra mención en otra de sus aventuras en la que se disfraza de mendigo y tiene hambre y piensa: “Para acompañar todo esto, una barra larga de pan blanco recién cocido; habrá de estar aún caliente del horno, con la corteza dorada y brillante, del mismo color que los cabellos de mi dama Marian, y tan crujiente como el hielo fino que se forma en los surcos por la mañana a principios del invierno”.

Sin duda la vitalidad, la alegría, la aventura, el placer y el encanto de Hood y sus seguidores la atrapa el gran Curtiz en su Robin de los bosques aunque curiosamente en el libro de Pyle es Enrique II y Leonor los reyes que están presentes durante la mayoría de sus andanzas, sólo en el último capítulo y en el epílogo salen Ricardo Corazón de León (que es quien hace que salga de los bosques, deje de ser forajido y le acompañe a Las Cruzadas) y Juan sin tierra que apenas tiene protagonismo. Por supuesto el papel de Marian y su función está bastante más desarrollado y tiene más protagonismo en la trama.

También Lester se inspira en el epílogo, maravilloso, de la novela de Pyle para crear Robin y Marian. Lo único que cambia es un punto fundamental en el argumento que convierte el tono triste del epílogo de la novela en una historia de amor cinematográfico. En ese convento donde cae un Robin maduro, cansado ya de las batallas en las Cruzadas, no se encuentra con una prima que acaba con su vida, sino con una desencantada y enamorada Marian convertida en abadesa que no quiere ver cómo un Robin vitalista se apaga.

Así que os digo que las tres últimas versiones cinematográficas se alejan totalmente de la leyenda vitalista y alegre de Pyle y convierten a Hood en un hombre serio que en nada se parece a la recreación literaria. Y los Hood serios de Costner o Crowe no me atrapan como lo hacen Connery, Flynn o incluso el zorro de Disney.

Por último os regalo de nuevo esa declaración de amor de una Hepburn-Marian maravillosa a un Robin Hood al que se le escapa la vida:

“Te amo, te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que nuestros alimentos. Te amo más que al amor, o que a la alegría, o a la vida entera. Te amo más que a Dios”.   

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Las vidas posibles de Mr. Nobody de Jaco Van Dormael

El director belga cuenta que se ha pasado años para termina el guión y llevar a cabo Las vidas posibles de Mr. Nobody. La película pide la colaboración extrema del espectador pues es una especie de puzzle gigante y cada observador reconstruye el juego que plantea Dormael. Es de esas historias que o te metes desde el principio o te quedas en el camino. Lo que sí es cierto es que el director y guionista plantea varios asuntos de interés que últimamente en el mundo del cine está provocando mucha obra cinematográfica.

Las vidas posibles de Mr. Nobody realiza varios planteamientos: ¿qué es el tiempo y cómo afecta el tiempo en nuestras vidas? ¿Cuál es el fruto en nuestra existencia de nuestras elecciones o decisiones? ¿Qué es real, qué es ficción, existen realidades paralelas?¿En la vida muchas cosas de las que ocurren es fruto de la casualidad y el destino? ¿Qué es producto de la realidad o de nuestros sueños o de una mente confusa?

De pronto, vienen a mi cabeza varias películas con estos mismos planteamientos. Las más recientes, por ejemplo, son otras dos obras cinematográficas como El curioso caso de Benjamin Button o Más extraño que la ficción. De temática y sobre todo estética similar también podemos incluir Olvídate de mí o La ciencia del sueño. Si nos vamos a un cine más clásico, nuestro Neville planteó La vida en un hilo, que ha inspirado otras películas similares como Family Man, Una mujer bajo la lluvia o Dos vidas en un instante. Y si nos vamos al Hollywood clásico, Frank Capra fantaseó con la posibilidad de mostrar a George Bailey qué hubiera sido de sus seres cercanos si no hubiese existido en la maravillosa Qué bello es vivir. También el mundo de las casualidades es tocado por Amelie.

Yo como espectadora me metí de lleno en las diversas historias de Mr. Nobody y en el espectáculo visual que plantea la película. Hay muchas interpretaciones para explicar el puzzle y manejar el tiempo de las películas o los distintos planteamientos que afronta Dormael pero disfruté bastante construyendo y empápandome de todas esas ‘posibles vidas’ de Mr. Nobody. Y me encantó comprobar que tomes las decisiones que tomes siempre va a haber hermosas consecuencias y tristes acontecimientos, cosas buenas y cosas malas, frustraciones y momentos de felicidad.

Me gustó conocer Mr. Nobody y todos sus acontecimientos aunque de anciano centenario daba un poco de miedo. ¿Qué es ficción, qué es realidad, cuántas vidas ha vivido Mr. Nobody? —sí, sí está esa explicación del big bang y big crunch y la posibilidad de un eterno retorno y de que el tiempo vaya adelante y hacia atrás…, sí, sí también está la explicación de cómo los ángeles olvidaron marcar a Nemo y así siempre recuerda todas sus vidas y puede así realizar otras elecciones…, sí, sí está esa teoría de que todo parte de la mente de un niño ante una decisión vital—. Mr. Nobody ofrece varias reflexiones interesantes, imágenes y banda sonora bellas, personajes interesantes, distintas reflexiones sobre el amor…, y varios homenajes cinéfilos. Hubo uno en concreto que llamó mi atención y fue la relación que se establece entre la madre y el hijo adolescente raro que inventa distintos modos de suicidio y la madre ni se inmuta…, exactamente como ocurre en esa película maravillosa que es Harold and Maude.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La mujer X (Madame X, 1966) de David Lowell Rich

Los años sesenta en Hollywood son una década muy interesante porque, por una parte, trata de sobrevivir un cine que se sustentaba en el sistema de estudios y que estaba acostumbrado (pese a sus defectos) a crear grandes clásicos. Un cine de género que Hollywood dominaba a la perfección donde todo un equipo de profesionales se ponía al servicio de una película y donde todavía las grandes estrellas de antaño tenían su peso. Y por otro, algo se estaba removiendo en un Hollywood donde precisamente ese sistema de estudios estaba desapareciendo, estaba surgiendo otra generación de actores y profesionales, el código Hays tenía sus días contados y había ganas de renovar el lenguaje cinematográfico, salirse de los géneros y los temas tratados, emplear nuevas miradas y enfoques. En esta lucha de titanes surge el nuevo cine americano y muere el Hollywood clásico que ofrece sus últimos cantos de sirena. Algunas grandes estrellas en activo se reciclan, otras sobreviven en el medio televisivo que alarga la vida de las viejas glorias y otras desaparecen dejando sus últimos papeles en lo que denominaremos fórmulas de antaño.

Pero hay otros dos aspectos importantísimos. El público también cambia y busca otro tipo de cine. Las nuevas generaciones buscan reconocerse. Sandra Dee pasa de moda en unos pocos años así como sus galanes a lo Bobby Darin. Las películas del viejo Hollywood envejecen antes de su estreno…, pero eso no quiere decir que alguna de esas obras estén perfectamente narradas y contadas. Es más ahora que no son contemporáneas ganan.Y uno de los géneros que envejece pero que sigue dando frutos es mi amadísimo melodrama. El melodrama de sentimientos desaforados, familias con rencillas, traiciones, amores, odios, lágrimas sin contención, ambientes aristocráticos y rancios, hijos rebeldes, suegras perversas, maridos infieles sufre una transformación curiosa. La gente ya no va a los cines a sufrir con los melodramas. Los grandes directores como Stahl, Minnelli, Douglas Sirk y otros bien se han retirado, dan sus cantos de cisne o han ido desapareciendo…, y lo que ocurre es que esta fórmula se alarga y multiplica…, y se deteriora en la televisión (donde además acoge, sobre todo, a grandes damas del melodrama). Y entre los años setenta y ochenta proliferan grandes familias con tintes melodramáticos: Dinastía, Dallas, Los Colby, Falcon Crest

La mujer X que hoy nos ocupa puede decirse que es uno de los últimos melodramas clásicos con todos los ingredientes de una película de Sirk pero con su notabilísima ausencia. La Universal y el productor Ross Hunter conocen perfectamente cómo funciona este género. Y reunen todo lo necesario. Lo único que no consiguió fue el regreso de Sirk. Un melodrama sin Sirk pero que logra arrastrarte por sus recovecos con un poco menos de arte pero sí dosis de pañuelo y emociones añejas. Y, de veras, la fórmula funciona muy bien. Lo primero que hicieron fue encontrar el material de partida en un famoso melodrama de décadas anteriores.

La mujer X cuenta con toda una estrella del melodrama que como otras actrices del pasado logra en su madurez triunfar en este género (siguiendo la estela de Joan Crawford, Barbara Stanwyck, Susan Hayward o Jane Wyman): Lana Turner. Por otra parte, éste sería su último broche después de ser la mujer más sufrida y desgarrada en Vidas borrascosas, Imitación a la vida y Retrato en negro. Y en La mujer X ofrece todo un recital de sufrimiento exasperado y hasta el extremo donde Lana envejece y se deteriora en cada fotograma. En la primera mitad vemos a la Turner que triunfó en este tipo de películas: glamurosa, en ambientes aristocráticos que le permiten lucir diversos peinados y vestidos maravillosos. En la segunda parte asistimos a su decadencia y nos encontramos a una Turner alcohólica y envejecida. Acabada. Que ofrece uno de esos finales que sus fervientes seguidores exigían para tener los ojos hinchados de lágrimas y kleenex por el suelo.

La historia que ofrece tiene niño de por medio. Mujer de clase media baja que se enamora y se casa con millonario que aspira a político y que entra a formar parte de las clases altas y envaradas, todo apariencias. La esposa y madre amamantísima tiene que soportar la soledad absoluta por los cada vez más largos viajes del señor esposo. La esposa y madre amamantísima cae en la tentación y cae rendida —porque no puede soportar su soledad— en los brazos de un playboy. Un acontecimiento cambiará su vida y la hará descubrir además que su suegra siempre ha actuado con una careta y la odia. La suegra malvada es un punto fundamental. La esposa y madre amamantísima se sacrifica por amor, por el amado esposo y el hijo. Y vaga por el mundo castigándose para siempre y convirtiéndose en alcohólica y mujer pecadora. No se da ni siquiera una segunda oportunidad al lado de un concertista enamorado. Cada vez los hombres que la acompañan son de peor carácter moral hasta que otro acontecimiento la hace terminar en un juicio…, que oh maravilloso mundo de las casualidades y melodramas…, su ahora joven hijo se convierte en su eficiente abogado defensor. Y, no puedo mentir, las andanzas de la Turner enganchan como a ella la absenta.

Para que este tipo de melodrama funcione necesita buena música de fondo y Ross no duda en que la partitura la haga el experimentado Frank Skinner. La fotografía para Russell Metty que ya conoce bien el género de la mano de Sirk. El elemento que hace que no estallemos de gozo es que Ross encarga la dirección a un desconocido que no haría ninguna película notable, David Lowell Rich, que se limita a dirigir correctamente no a contar con la magia y las profundidades y la importancia de los espacios y el color que lograban Sirk o Minnelli.

La Turner te atrapa porque la secundan, como pasaba en sus melodramas de éxito, de unos repartos donde todos los actores cumplían su cometido con creces. La mujer X no es una excepción. Los hombres por los que se sacrifica Turner son el posteriormente televisivo John Forsythe y un joven actor del nuevo cine americano que logró la inmortalidad con 2001 Una odisea del espacio, Keir Dullea. El amante que la arrastra a un fatal destino es el clásico playboy, Ricardo Montalban y el segundo hombre que la rompe en pedazos es el estafador con cara de secundario magnífico, Burgess Meredith. La segunda oportunidad se la da el actor holandés John Van Dreelen. Pero quien está espectacular en papel de malvada y fría suegra, que además no recibe castigo alguno, es una estrella del cine clásico de los años treinta, mujer como Lana de vida escandalosa y gran estrella en su momento que había caído en olvido: Constance Bennett (célebre hermana de la menos olvidada Joan). Magistral, hermosa y elegante como señora de alta alcurnia que hace imposible la vida de la protagonista. Fue su último papel.

Así, quizá, La mujer X se convierte en uno de los últimos melodramas clásicos…, pónganse cómodos en el sillón, con un paquete de pañuelos de papel, oscurezcan su sala y preparense para un banquete de emociones y sentimientos exagerados que les hagan llegar al paroxismo de la emoción. Cierto, sin el toque Sirk.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Sonata de Otoño (Höstsonaten, 1978) de Ingmar Bergman

La obra cinematográfica de Ingmar Bergman es alargada. El director sueco dejó una filmografía amplia que permite un análisis profundo de todos aquellos temas que formaban parte del universo bergmaniano. Hasta hace poco tan sólo tenía conocimiento de sus obras mejor distribuidas o más recordadas como El séptimo sello, El manantial de la doncella, Persona o Fresas salvajes. Sin embargo, me quedan todavía muchas películas para descubrir y para completar su universo. Últimamente trato de ir poco a poco ampliando mi visionado y eludiendo lagunas. Durante dos años he ido ampliando su universo con la visión de la inquietante La vergüenza o la maravillosa Saraband. Y ahora le ha tocado el turno a Sonata de Otoño.

Con Sonata de Otoño, Bergman vuelve al universo familiar y a las difíciles relaciones entre padres e hijos. Ofrece un drama que disecciona los sentimientos y las emociones. Con una simplicidad sobrecogedora y a la vez tremendamente hermosa nos acerca el mundo interior de dos mujeres, una madre y una hija que nos hacen protagonistas de un tobogan de emociones que nos golpea. Detrás de la calma de sus rostros, del ambiente —en una aislada y hermosa abadía— nos sorprende con una erupción de sentimientos donde se balancea el odio y el amor, los reproches y los buenos sentimientos.

Como es habitual en el universo de este tipo de películas del director sueco, el espectador es testigo incómodo de las relaciones privadas entre los personajes y se deja golpear por bofetadas sentimentales. Por un viaje emocional que nos deja indagar en mundos interiores y complejos.

Desde una belleza en la composición de las imágenes y con un reverencial respeto hacia el rostro de sus intérpretes, el director sueco deja una radiografía de las complejas relaciones humanas y engancha al espectador a unos diálogos tremendos que nos tienen al borde del abismo. Después de la catarsis, regresa la calma.

En Sonata de Otoño se desnudan sentimentalmente dos mujeres que nos dejan ver sus mundos interiores y su compleja relación de amor-odio. Sus virtudes y miserias envueltas por su amor reverencial hacia la música clásica y su manera de vivirla que es un reflejo de la manera a la que se enfrentan a la vida diaria. La madre posee el rostro de Ingrid Bergman que es una famosa concertista de piano que se siente completa en la creación artística, en la interpretación de sus piezas, pero que siempre se ha sentido perdida en el campo emocional viviendo siempre entre caretas y apariencias que ocultan su fragilidad y sus miedos así como su incapacidad de amar.

Por otra parte está su acomplejada y compleja hija con el rostro de una de las actrices fetiches del creador sueco, Liv Ullmann. Mujer melancólica de sensibilidad extrema que siempre ha tratado de quitar caretas, de amar a su madre y que con múltiples heridas trata, sin embargo, de encontrar la calma en su entrega a los demás y en la espiritualidad de su sufrimiento (llegando a su culminación con una comunicación privada y sensible con su hijo pequeño muerto y ausente).

Después de años sin verse y tras una invitación formal de la hija, las dos mujeres vuelven a encontrarse. Y por fin logran hablar sin caretas pero con mucho dolor por parte de ambas con dos testigos de excepción. El marido de la hija, un pastor, que observa el volcán que se desata entre ambas, madre e hija. Y la hermana, que se consume en una enfermedad degenerativa, pero que sin embargo realizará esfuerzos por establecer comunicación con la madre siempre ausente y la hermana siempre pendiente.

Así Sonata de Otoño es un concierto delicado que te mantiene al borde de la emoción pero que te golpea con sentimientos de dolor y te muestra la complejidad de las relaciones humanas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Con ganas de enfrentarme a Origen

No me pregunteis el porqué. Pero me ha llamado poderosamente la atención Origen de Nolan. Estoy esperando impaciente el estreno. Desde que oí hablar de ella y desde que he visto y leído cosas sobre ella creo que no va a dejarme indiferente.

Me ha atrapado porque por lo que puedo intuir en el trailer tiene una poderosa imagen visual.

La historia, lo que sé, me engancha.

Y sí soy una de las que piensan que Leonardo DiCaprio no sólo elige bien sus proyectos sino que sabe bien qué puede interpretar.

Así que es de esas películas que me tienen en vilo por algún motivo y espero visitar en gran sala de cine y sumergirme en la oscuridad en esta historia de sueños.

Os contaré pronto las impresiones.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.