Copia certificada de Abbas Kiarostami

Aviso al lector: si no las has visto no leas el post… ¿o sí? Quizá tu mirada no sea la mía (o todas las miradas que me sugirió junto a la mirada especial de mi hermano que me dejó en el sitio pero no del todo incoherente) así que lo mismo no estropeo nada.

Empecemos con una declaración de sinceridad. La obra de Abbas Kiarostami no la controlo en absoluto. Es decir son pocas las películas que he disfrutado del realizador iraní, tan sólo y en el momento de su estreno, A través de los olivos, y de su universo filmico tengo referencias por todo lo que se escribe de él en prensa generalista y prensa cinematográfica.

Muchas críticas hablan de Copia certificada y su relación con la película de Roberto Rossellini, Te querré siempre, que narraba la crisis y descomposición de un matrimonio extranjero que viajaba por Italia. El matrimonio tenía las caras de Ingrid Bergman y George Sanders. Se habla de Copia certificada como una buena copia del original de Rossellini. Sin embargo también hace mucho que no he vuelto a visitar ese matrimonio que entre otras cosas visitaba las ruinas de Pompeya. Con lo cual mi comentario tampoco sería sincero que fuera por ahí.

¿Qué me queda? Todas las sensaciones y miradas que me provocó la visión de Copia certificada. Todas las reflexiones que me produjo. Estábamos en sala abarrotada (ya se sabe se ha hablado tanto en prensa de ella, se le han otorgado tantos premios, el último la espiga de oro en Seminci…) y mi hermano y yo salimos con mil y un comentarios que hacernos.

Copia certificada es una película ¿sencilla? Si observamos los recursos empleados y la naturaleza de la historia quizá prodríamos decir que sí. Dos protagonistas absolutos: un hombre y una mujer que se encuentran en la Toscana y durante un día están juntos. Rodada con un minimalismo absoluto a base de planos secuencia y primeros planos magistrales (qué planos tiene la Binoche) por unos exteriores preciosos de dos aldeas de la Toscana y los paisajes de alrededores. Pero Copia certificada como la vida no es tan sencilla y sirviéndose de elementos sencillos nos encontramos ante una estructura y una película ¿compleja?

Copia certificada te atrapa no sólo con la belleza de sus imágenes ¿sencillas? y su continua sensación de realismo —acompañamos parece prácticamente en tiempo real a una pareja y somos testigos de sus diálogos y cada uno de sus gestos— sino por la manera especial de su narración aparentemente lógica. Así se lanzan varias miradas racionales a la película pero es tan importante lo que vemos como lo que oímos. El libro que escribe el protagonista nos habla sobre si hay una diferencia racional en la manera que contemplamos una copia o un original. En los diálogos escuchamos cómo los objetos, las acciones, las personas varían según la manera que tenga el otro de mirarlos o percibirlos. Así Kiarostami nos va introduciendo en un juego cinematográfico donde el espectador juega las cartas que desea porque la película tiene un significado u otro según la mirada que posemos sobre ella.

En un principio estamos viendo una película de narración lineal donde existe el encuentro entre una mujer francesa, dueña de una galería de antigüedades, con un hijo de unos doce años, que se cita con el escritor británico de un libro de arte llamado Copia certificada. Ambos realizan una pequeña excursión en coche y van discutiendo y dialogando sobre lo divino y lo humano. Unas veces coinciden otras, no. Lo que es evidente es la química que existe entre ambos. En un momento de su excursión se meten en una pequeña cafetería para tomar precisamente un café y la dueña del bar se dirige a ellos como si fueran un matrimonio. Y ahí está el giro especial que enriquece la estructura ¿compleja? de esta película. De pronto los dos protagonistas parece que entran en el ¿juego? que propone la confusión de la dueña del bar y empiezan a comportarse como si fueran un matrimonio con una larga trayectoria emocional que están en plena crisis y sus discusiones y acercamientos toman otro cariz. Si seguimos la historia con mirada racional ésa puede ser la interpretación los dos terminan metiéndose en exceso en el juego de comportarse como una pareja en crisis…pero ¿es realmente un juego?

De pronto Kiarostami con ese giro ¿sencillo? y esa estructura ¿compleja? nos deja el testimonio en unas horas de toda una historia en común de una pareja. El conocimiento, la atracción mutua, los juegos de seducción, el hastío, las discusiones, las crisis, los intentos de acercamiento, la nostalgia… Quince años de matrimonio resumidas en unas horas. Los personajes no cambian ni de vestuario ni de localizaciones ni de tiempo sin embargo vamos viviendo su transformación (en todos los aspectos incluso el físico) en las prodigiosas actuaciones de sus intérpretes (la contención perfecta del cantante de ópera William Shimell y en la riqueza de matices de Juliette Binoche). Y Kiarostami continuamente nos aporta elementos que nos deja claro que a veces los que vemos cambia según la mirada que tengamos o el punto de vista que se nos pueda ofrecer. Además los protagonistas unen sus horas y destinos con personajes secundarios que representan los distintas fases de una pareja (los jóvenes recién casados, la pareja ya madura y el matrimonio anciano…).

Pero más difícil todavía si estamos atentos a todos los diálogos que se van elaborando a lo largo del film las interpretaciones y miradas se multiplican y nada queda a la deriva. Desde la conversación de la que somos testigos al principio de Binoche con su hijo, hasta la conversación en el coche, pasando por el diálogo entre los protagonistas antes de la confusión que se plantea en la cafetería hasta la discusión climática en el restaurante a la conversación nostálgica y final en la pensión… las posibilidades que se nos presentan son infinitas y todas podemos encadenarlas lógicamente. Depende de la mirada.

Y esto le ocurrió a mi hermano. Estábamos discutiendo y más o menos nuestras miradas habían coincidido hasta que mi hermano planteó que él en un momento dado sintió (y me dio una explicación absolutamente lógica a través de los distintos diálogos que había escuchado a lo largo de la película) que quizá uno de los dos personajes (él pensaba que era él y ahora yo reflexiono que quizá era ella) no existe. Es un fantasma, un recuerdo, una memoria y que vive por las vivencias y recuerdos del otro. Uno de los dos es una proyección. Y como digo no carece de lógica sobre todo en la discusión que tienen los personajes en el restaurante —que se puede unir con otros diálogos que tienen al principio de la película— cuando él de pronto le echa en cara a ella que hace cinco años qué la pasó en un coche, que cómo pudo quedarse dormida al volante yendo además en el asiento de atrás el hijo de ambos y que a saber además a la velocidad que iba…

Al final Copia certificada queda como un ¿complejo? juego cinematográfico donde las fronteras quedan desdibujadas y que ofrece mil y una posibilidades según las miradas que tengan los espectadores mientras transcurre la película. A mí me sugirió mil y una miradas y os lo digo enserio, me fascinó.

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Regalo cinéfilo de Día de los Muertos…

No, no quiero ponerme macabra. Pero como sabéis el 1 de noviembre es el día de Todos los Santos y en México lindo el Día de los Muertos. Y esto me recuerda de qué manera nos tomamos cada uno la muerte o pensamos en ella. O cómo en distintas culturas la muerte tiene distintos rituales. Y claro me ha venido a la mente el reflejo de la muerte en la gran pantalla de cine. Así os digo que hay muertes de personajes que se me han quedado grabados en la mente…

Por decir una escena que me dejó en el sitio últimamente es de la para mí irregular a ratos y maravillosa en otros El secreto de sus ojos. Uno de los momentos maravillosos es cuando el funcionario desencantado, alcohólico y sabio (el mejor personaje con rostro de Guillermo Francella) se sacrifica por su gran amigo (con rostro de Ricardo Darín) y se prepara para morir a manos de unos asesinos…, la escena es delicada, sensible, donde Francella va preparando el escenario de la habitación donde sabe va a ser asesinado confundido por el amigo amado.

Así en la memoria me viene también otra escena similar. Lo que más me gustó de Donnie Brasco. Y es esa escena en la que el gran Al Pacino es consciente de que va a ser eliminado y con una minuciosidad y corrección absoluta va ordenando su cuarto y arreglándose para el futuro evento.

Esta vez encadeno con otra muerte, también un personaje de Al Pacino, Carlito Brigante… la película es cuando a punto de morir al personaje le pasa delante de sus ojos a punto de cerrarse parte de su vida como en una secuencia, maravillosa… porque el personaje está Atrapado por su pasado.

Ahora salto a esas muertes de perdedores que vemos en metros de celuloide sus últimos momentos. Personajes que corren y corren pero sabes que todo desencadena a un final, que su vida es la crónica de una muerte anunciada. Y viajo, no mentira corro, con Humphrey Bogart en El último refugio, con Richard Widmark en Noche en la ciudad, con James Cagney en Los violentos años veinte, con el bello Farley Granger en Los amantes de la noche

Entonces recuerdo las muertes en secuencias de celuloide inolvidables que reflejan las muertes de hombres relacionados con el mundo de los gánster o la mafia. Y me quedo con la muerte de Sonny, la muerte de Fredo y la muerte de la hija de Michael. Cada una de ellas corresponde a las distintas partes de la trilogía El padrino. O se me queda siempre en la retina la muerte de un niño pequeño, delincuente de la calle por necesidad, delante de su grupo de amigos —también niños y adolescentes— en la maravillosa Érase una vez en América y su última frase antes de morir: “Me resbalé…” genera la furia del amigo adolescente que pierde la cabeza y ataca con violencia a todo el que pilla por delante… Por último, siempre me quedo traumatizada cuando Terry Malone (Marlon Brando genial) escucha y después descubre la macabra muerte que provocan a su hermano mayor en La ley del silencio.

O me lanzo en tobogán de descenso hacia aquellos personajes que nunca tuvieron nada, ni siquiera una muerte tranquila, que su vida avanza como si fueran muertos en vida hasta que llega un final solitario o al lado de la única persona que les quiere o les compadece. Entonces mi mente se va con Jeff Bridges ese hombre con el Corazón roto que se pasa la vida huyendo y muere en un barco hacia su sueño, Alaska, al lado del hijo recuperado o ese sin hogar enfermo con rostro de Dustin Hoffman que pierde la vida en un asiento de un autocar junto al compañero, el cowboy gigoló, que ambos iban rumbo a cumplir un sueño en Miami… O me traslado a la noche que anuncia la muerte trágica de una niña que es La vendedora de rosas que sólo conoce las penurias de la calle o vuelo con dolor junto al Jaibo, un adolescente al que tiran a un vertedero porque tristemente a nadie le importa la muerte de Los olvidados. O me quedo en silencio al lado del joven sin hogar con problemas de salud mental que vive la violencia de la calle, solo e indefenso, sin la mano amiga. Y va a parar a la fosa común pero a su lado dejando fotografías de momentos felices va el amigo sin hogar que no pudo defenderle… en esa película olvidada pero tremenda que se llama Ángeles sin cielo. O si me voy muy lejos en el tiempo me quedo con Gypo Nolan, el gigante alcohólico y solitario delator de espíritu fordiano, que sólo quiere ser un poco feliz y tener una oportunidad de construir otra vida, que desciende solo a los infiernos y muere (El delator).

Después están las muertes esperadas. Aquellos personajes cinematográficos que mueren tras larga enfermedad y son tres ahora las que me vienen a la mente. Las invasiones bárbaras cuando el personaje principal decide tener una muerte digna y dar fin a su enfermedad y se despide de todos los seres queridos. Cuando el hermano optimista que no quiere molestar ni preocupar a nadie por su enfermedad decide retirarse del escenario en silencio y en soledad en Wilbur se quiere suicidar. Y cuando un hombre enfermo que no quiere aceptar su destino finalmente, en compañía, lo acepta en la película francesa La vida.

Luego están las muertes injustas bien en campo de batalla, en momentos inesperados por accidentes o asesinatos o porque se dan situaciones injustas o porque el personaje en cuestión decide quitarse la vida. Y el vacío que dejan a los seres queridos o a los espectadores golpeados. Me vienen a la mente la muerte del hermano pequeño de un ex neonazi porque le estalla la violencia racial en la cara, como terrible lección final del personaje que trata de redimirse, la violencia genera violencia en la tremenda American History X. O la muerte inesperada del héroe romántico como le ocurre siempre a Robert Redford sea en Memorias de África o en Íntimo y personal. O el suicidio del joven niño rico bien pero que no tiene la libertad para ser en su vida lo que realmente quiere y decide, con su sensibilidad extrema, quitarse de en medio en El club de los poetas muertos. O ese cine bélico que nos deja escenas espeluznantes de jóvenes soldados que encuentran la muerte en el campo de batalla de la manera más absurda ante unas guerras que no pidieron y me voy a los jóvenes de Sin novedad en el frente, Gallipolli o Tiempo de amar, tiempo de morir. O los héroes que creemos que nunca mueren pero sí mueren como todos así no esperamos los disparos que terminan con Elías en Platoon o los balazos que sabemos van a acribillar a dos héroes pillos, bandoleros románticos, con cara de Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino.

Sí, a todos ellos que han muerto frente a nosotros y vuelven a morir cada vez que sus imágenes se proyectan en la gran pantalla… a todos ellos, les dedico este post para el Día de los Muertos.

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La noche del cazador (The night of the hunter, 1955) de Charles Laughton

Hay películas inclasificables, extrañas y de difícil análisis. Y una de ellas es sin duda La noche del cazador, única película dirigida por el actor Charles Laughton. En el momento de su estreno fue un verdadero fracaso de crítica y público hasta tal punto que dicen que ése fue uno de los motivos por los que el actor no volvió ponerse tras una cámara. Sin embargo con el paso del tiempo la percepción para ciertos espectadores fue distinta y poco a poco se ha ido convirtiendo en película de culto.

¿Cómo definirla?¿Qué es lo que hipnotiza?¿Qué la hace especial para muchos? ¿Cómo valorar esta película o analizarla? A mí me fascina, me inquietan todos los mensajes ocultos a lo largo del metraje, su carácter onírico, de ensueño, de cuento infantil con gotas de crueldad, su irrealidad o falta de coherencia como ocurre en los sueños o en las mentes infantiles o en las de los fanáticos.

No es una película fácil y cuenta con un montón de miradas y lecturas posibles. Además está rodada con un lenguaje cinematográfico que a ratos inquieta, en otras perturba y oprime, en otros momentos ofrece pura poesía aunque sea empapada de muerte, en otras te traslada a un mundo que no es posible que sea real, otras te sumerge en un mundo de cuento tenebroso donde dos niños a lo Hansel y Gretel emprenden la huida de un mundo adulto que los oprime y asusta donde en su camino se cruzan con diversos obstáculos que no les deja despertar de la pesadilla…

Tan sólo por ciertas imágenes merece la pena ver una vez La noche del cazador: una mujer muerta en el fondo de un lago con un pelo rubio y ondulante. Apariencia espectral, quieta, recta, con un etéreo camisón blanco y sentada en un viejo coche. Unos niños en un granero donde sólo se ven sus piernas y un paisaje iluminado por la luna. De pronto el niño despierta y mira. Oye una melodía que reconoce y al fondo un hombre montado en un caballo…su miedo acecha. Unos niños encerrados en su habitación contándose una historia de reyes y muertes y una pared blanca donde se proyectan sombras… de pronto aparece la sombra gigante de lo que será su amenaza y pesadilla… el hombre con sombrero que será el predicador que cambiará sus vidas. La opresión y represión en la habitación matrimonial que en un juego de sombras y posiciones de los actores parece una iglesia donde sin embargo se va a cometer un terrible asesinato. Una barca con dos niños adormilados que marcha por un río lleno de corrientes, ruidos y pequeños animales y plantas en su superficie y en las orillas. La abuela anciana que protege a los niños sentada en una mecedora con un rifle siempre apuntado se une al cántico que realiza fuera el asesino… Y así una lista interminable.

También nos puede atraer por la interpretación grotesca y genial (sí, sí puedo unir los dos adjetivos) de un actor que nos regala personaje inolvidable, el predicador Harry Powell con el rostro de un Robert Mitchum que se sale. Así resulta difícil no identificar al hombre vestido de negro con sombrero de ala y unas manos gigantescas donde se tatua en los nudillos dos palabras: HATE y LOVE. Porque así ve él la vida una lucha constante entre el ODIO y el AMOR. Su interpretación llega al esperpento, porque es el monstruo real pero también el ogro infantil, el lobo feroz que acecha en el bosque… Un hombre despiado, fanático y psicópata que regala escenas de quitarse el sombrero. Tanto en sus explicaciones de filosofía de vida como en las que evidencia un odio enfermizo hacia el cuerpo femenino (fruto de pecado pero atrayente…) como el perseguidor incansable de los dos niños capaz de convertirse en el ogro temible y exagerado, en el hombre del saco, en el lobo que se comporta de manera extrema…

O también por disfrutar del trabajo de una antigua musa del cine mudo, la heroína de Griffith, Lilian Gish, que ejerce su arquetipo alargado en el tiempo de la mujer pura, angelical e inmaculada poseedora de todas las virtudes femeninas de una mentalidad profundamente rígida, creyente y religiosa… aquí convertida en una especia de abuelita protectora que cuenta sus cuentos con una única fuente: La Biblia. O de nuevo sufrir con la encarnación de mujer trabajadora pero a la vez sensual que vive en un ambiente opresivo y que es vilipendiada y maltratada por los hombres, esa madre con cara de Shelley Winters (de nuevo estupenda actriz) que presionada a volver a casarse por el entorno que la rodea cae en las garras del ogro y se transforma en mujer fanática con tal de que ese hombre con el que se ha casado logre amarla.

La noche del cazador es película extraña pero llena de lecturas de interesantes y nos deja una visión crítica del ser humano pero todo envuelto en un extraño mundo onírico, con aires expresionistas, y con un fuerte contenido simbólico-religioso pero como fuente de un mundo asfixiante y terrorífico. Así pues la película transcurre en la dura etapa de la Depresión donde la miseria y la supervivencia hacía que seres humanos tomaran determinadas decisiones para poder sobrevivir ellos y sus familias. Así comienza con un padre de familia que realiza un atraco donde asesina a dos personas para conseguir diez mil dólares con las que mantener a su mujer y dos hijos pequeños. Sin embargo todo sale mal, es detenido y condenado a muerte pero antes le ha dado tiempo a que su hijo le prometa que no dirá dónde está escondido el botín y a que cuide a su hermana pequeña. A la niña también le hace prometer que no dirá dónde ha ocultado el dinero. Los niños con su madre ahora viuda viven en una pequeña localidad muy conservadora que empuja a la mujer a que encuentre un hombre que la cuide así como a los niños. Hasta allí llega el predicador, un hombre-asesino de mente enferma y represiva que ha estado con el padre en la cárcel y sabe que el dinero se encuentra en el entorno familiar y hará todo lo posible por conseguirlo…

La película es la adaptación al cine de una novela de Davis Grubb publicada en castellano por Anagrama y con el mismo título. Grubb no fue un escritor prolífico pero dejó algunas novelas y varios relatos en los que demostraba cómo crear ambientes y cómo conseguir suspense. La adaptación al cine fue llevada a cabo por el escritor (y también fue uno de los primeros críticos de cine norteamericanos) James Agee y supo trasladar el universo de Grubb con pinceladas de su mirada narrativa (y varios retoques, muchos dicen algunos, del propio Laughton también con una visión particular de la vida). Agee tenía los ingredientes que conformaban su universo literario: niños, la mirada infantil, la ausencia del padre, los miedos infantiles, los males de los adultos y también la recreación de la historia en la etapa de la Depresión (que él vivió junto a algunos que más lo padecieron y que reflejó en Elogiemos ahora a hombres famosos). Tanto Agee como Laughton se educaron bajo familias e instituciones muy religiosas, represivas y eso influyó en sus personalidades.

Así este relato (elegido y llevado por la mirada personal de Laughton que se puso esta única vez detrás de la cámara) con gotas de cuento de niños, dosis de inquietud y suspense, aderezado de un mundo onírico donde se mezclan los terrores y monstruos infantiles con los miedos y crueldades reales de la edad adulta deja una obra cinematográfica de difícil clasificación. Durante toda la película no faltan los pasajes biblicos y un aire de fanatismo religioso que da miedo, del que no se libra ni siquiera la dulce abuelita con cara de Gish que protege pero también adoctrina a los niños en una moral religiosa que ella viste de bondad y cara angelical… pero nos queda la duda de qué será de estos niños cuando dejen de serlo o cuando contrarien a la abuela transformada en hada. La película no deja de sobrecoger y nunca, nunca… tras su aparente final feliz respiras tranquilo… porque fuera los monstruos siguen acechando.

Mención especial a la fotografía de Stanley Cortez y a una banda sonora plagada de cánticos infantiles (algunas con letras crueles), nanas y cantos religiosos que erizan el cabello.

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Tres películas que no te dejarán indiferente en cartelera…

Pues sí señor no llevo mala racha en la sala de cine. Primero fue con una película que me daba una pereza tremenda pero me dije, venga, Hildy, entra. Y me alegré de haber entrado. Se trata de La red social de David Fincher. No me atraía nada el tema y menos facebook (debo ser una de las pocas personas que aún no me he enganchado a ninguna red, creo que ya estamos tan suficientemente localizados que otra vía más…, uff, qué pereza). Pero, oh sorpresa, Fincher tras una narración cinematográfica a lo clásico y una buena estructura de guión, ambos aspectos a lo Ciudadano Kane, logra atraparme con una historia de adolescentes inadaptados, éxito y nuevas tecnologías. Ahora el cuarto poder que ostentaban las páginas de periódicos, radios y televisores se ha trasladado a las redes sociales y nuevas tecnologías. Y también hay sus peculiares magnates y protagonistas.

Después fue un documental Exit though the gift shop que parece ser está dirigido por el artista callejero Bansky y parece que va a ser una reflexión sobre el arte en la calle… pero de pronto todo se centra en la figura de un tío surrealista, hiperactivo y desternillante que se llama Therry Guetta. Todo aderezado con mucho humor y mala baba. Y la verdad es que es un documental genial para hacerte a la salida un montón de preguntas sobre qué es arte o cómo funciona el ‘mercado’ del arte. Qué es provocación y qué es creatividad. ¿El arte en la calle, la provocación, la protesta y la subversión terminan su forma de expresión y su fuerza cuando son absorbidos por el mercado y el marketing y vendidas sus obras y artistas a precios desorbitantes? Te ríes y además reflexionas muy seriamente. Una mezcla explosiva.

Y, por último, estoy absolutamente entusiasmada con la brutal pero maravillosa Pan negro de Agustí Villaronga. Me atrapó totalmente este relato de posguerra desgarrador a través de los ojos de un niño que se da cuenta de que no tiene que creer en fantasmas, en el hombre de la cueva, en monstruos que habitan los bosques que le rodean, en los relatos orales de terror de la abuela… sino que vive rodeado de ellos en el pueblo donde vive en un ambiente opresivo que rompe y desgarra a todos. Un retrato impresionante de una familia que ya eran vencidos antes de la guerra, derrotados por una miseria injusta, y lo siguen siendo después de ella con mucho peso y dolor… Porque en Pan negro lo escalofriante es como dice un maestro con el alma rasgada los vencedores sólo tienen mérito porque han sabido ganar. Y el niño según va recibiendo golpes en sus descubrimientos y miradas… va decidiendo que para salir de la asfixia y de ese ambiente —que devora a todos— de secretos, silencios y mentiras quizá deba saber ganar… Villaronga con su universo visual te atrapa desde su primera, brutal y violenta, escena.

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Ocho divas francesas en 8 mujeres de François Ozon

8 mujeres es un cóctel explosivo de película policiaca, melodrama de los años cincuenta y cine musical que es puro artificio con alma. Película odiada y amada (por mí es más amada, sin duda) es protagonizada por un grupo de divas francesas que se bastan por sí solas sin necesidad de hombre alguno (al final el único hombre es el único obstáculo para su desmelene, su asesinato será el principio de la farsa) que se ven encerradas en una mansión y en una jornada atareada gritan, cantan, confiesan sus secretos más profundos y van quitándose máscaras en esa mansión sofisticada y elegante que las contiene a todas juntas.

Ocho divas de cine francés que cada una de ellas cuenta una parte de la historia del cine galo. De todas las generaciones. Ozon las junta, las relaciona, las viste, las peina, las maquilla, las convierte en bellas musas a las que regala cada x minutos una canción que ejecutan con la máxima de las elegancias (me quedo con la canción e interpretación de Isabelle Huppert y con la última canción interpretada por la mítica Danielle Darrieux). Ozon se permite también un homenaje a una diva entre las divas, a la austriaca hermosa que adoptó el cine francés, la gran señora trágica con rostro de Romy Schneider. Ella es la dama de la fotografía que se encuentra en el bolsillo del delantal de la doncella sexi con cara de Enmanuelle Béart. Así confiesa que Romy era la señora que ella sirvió y que ella admiraba.

Por eso me ha parecido buena idea jugar con ocho mujeres para crear y recordar ocho rostros en la oscuridad que son mujeres-divas imprescindibles del cine francés. Todas además en activo.

Vayamos por orden. La abuela de esta inclasificable película inmersa en varios géneros a la vez posee el rostro de Danielle Darrieux. Esta mujer empezó su carrera en los años treinta cuando protagonizó el increíble relato de Irene Nemirovsky llevado al cine, El baile. Siempre será recordada en el particular olimpo de rostros en la oscuridad por ser musa y diva de las películas del realizador Max Ophüls.

La esposa burguesa que se casa con hombre rico pero se encuentra insatisfecha a pesar de estar rodeada de buena vida cuenta con el rostro frío y virtuoso de la mítica Catherine Deneuve. Icono del cine francés que todavía sigue y sigue ofreciendo papeles en películas destacables de la historia del cine. No sólo ha trabajado con los mejores directores del cine francés sino que también su figura se proyectó internacionalmente trabajando junto a Polanski, Buñuel, Manoel Oliveira, Lars Von Trier, Robert Aldrich, Marco Ferreri… El musical no le es ajeno ya que sus primeros éxitos tuvieron relación con el género y su reinterpretación por parte del director Jacques Demy que la hizo protagonista del drama musical Los paraguas de Cherburgo y de la comedia musical Las señoritas de Rochefort. Ambas películas de los años sesenta. Deneuve es un rostro que ha paseado por el celuloide de películas de Truffaut, André Techiné, Leo Carax, Raoul Ruiz, Agnés Vardá o Jean Pierre Melvilla.

Por orden de edad nos cruzamos con la niñera negra y mujer de confianza de las damas de la mansión que también oculta secretos inesperados. Porque al final todas las mujeres aman en exceso y son complejas y por ello especiales. Ella, la que parece tiene la cabeza más en su sitio y más sentido común, tiene el rostro de Firmine Richard, quizá el menos conocido, pero que guarda un hueco en mi memoria por ser la protagonista de una bonita comedia francesa, Mamá hay un hombre blanco en tu cama.

La siguiente es la elegante, libre, rebelde, escandalosa y hermosa hermana del protagonista asesinado con rostro de Fanny Ardant otra actriz musa del cine francés que también logró su proyección internacional gracias a convertirse en la última musa del cine de Truffaut en los años ochenta. Ha trabajado junto a Alain Resnais o Patrice Leconte. También ha trabajado en cine americano, italiano y español. Pero la tengo especial cariño por dos películas, la deliciosa comedia francesa (imposible de encontrar) Todas están locas y esa película italiana de Scola que se llama La familia que es, particularmente, para mí emotiva y maravillosa.

Seguimos con la siguiente generación y nos encontramos con el enigmático rostro de Isabelle Huppert sublime en 8 mujeres como la hermana de la Deneuve: solterona, pobre, hipocondriaca e histérica, la Huppert borda el papel porque detrás de esta neurótica insufrible la Huppert le imprime un alma triste y sensible. Otro rostro imprescindible de cine francés que ha sido musa del desaparecido recientemente Claude Chabrol. Conquistó las pantallas en los años setenta y ha trabajado con Tavernier, Preminger, Cimino, Techiné, Godard, Losey, Ferreri… y una lista interminable. Jamás, sin embargo, me he sentido tan inquieta e incómoda ante un personaje femenino como el que realizó para el director Haneke en la durísima La pianista.

Ahora vamos con la sensualidad con cara de actriz parisina, Emmanuelle Béart. Como la doncella compleja que se relaciona siempre con sus jefes y señoras de manera muy especial para conseguir su particular ascenso. Tiene miradas y palabras maliciosas para todas y todos. La Béart es una sex symbol con gotas de intelectualidad. Quizá por eso su carrera es difícil de clasificar. Sin embargo a partir de los años 80 su aparición fue un brillo fresco en las pantallas que sigue aún hoy alumbrando. En los noventa se consagró con las películas de Claude Sauset: Un corazón de invierno y Nelly y el señor Arnaud. Un pequeño salto al cine de EEUU que finalmente no la interesó la llevó a Misión imposible de Brian de Palma. Continúa con carrera imparable y versátil. También ha sido protagonista de los medios por sus continuas implicaciones en luchas sociales.

Las hijas del matrimonio burgués. La bastarda reconocida por el esposo burgués enamorado de su rubia esposa. Él pronto descubrirá que su mujer nunca le amó. La niña pija que parece que no ha roto un plato en su vida pero que pronto se descubrirá que tiene varias capas que descubrir tiene rostro de Virginie Ledoyen. Rostro presente desde los años noventa que ha trabajado también en España y EEUU (La playa). Chabrol, Ivory, Rappeneau, Assayas, Guediguian han querido tener presente su bella cara con ángel. Sigue aumentando su nómina de títulos pero no ha llegado a estallar. Es promesa eterna.

Y por último la hermana pequeña que lee libros policiacos y quiere dejar de ser considerada una niña. Para ello pone en marcha su mente creativa para poner al descubierto a todas las personas a las que ama. Y ella tiene el rostro camaleónico de Ludivine Sagnier. La niña rubia del siglo XXI que es lolita, niña inocente o inquietante presente en Gotas de agua sobre piedras calientes o Swimming Pool, el trío de películas donde es musa de Ozon. Pero que sigue trabajando en carrera que quizá la convierta en nueva diva de esta generación del siglo XXI.

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New York, New York (New York, New York, 1977) de Martin Scorsese

Ya lo he escrito otras veces: amo el trabajo cinematográfico de Martin Scorsese y eso me hace que incluso en sus trabajos más criticados, yo siempre vea algo que me permite seguir adorándolo y tenerle en un pedestal que nada logra romper.

New York, New York es un musical emocionante que además refleja los conocimientos cinéfilos de un hombre que además de dirigir ama el cine sobre todas las cosas y posee una capacidad de análisis y visión de la historia del cine muy interesante.

New York, New York es una delicia para todos los sentidos. Además de crear una canción mítica (que como ya sabe todo el mundo fue posteriormente inmortalizada con un éxito estratosférico por Frank Sinatra), la película es un canto de amor apasionado al género musical y a su mejor periodo durante los años cincuenta y esas producciones inolvidables de la MGM en el departamento de Arthur Freed.

Lo interesante de la propuesta de Scorsese, que él mismo ha confesado una y otra vez, es plantear y construir un musical clásico absolutamente cinematográfico con todos los elementos que le convierten en un género único pero con una mentalidad y una forma de ver la vida realista y acorde con el tiempo en que el director filmaba (años setenta del convulso siglo XX). Así New York, New York es un musical de estudio con decorados luminosos, de cuidada estética tanto de ambiente como de caracterización de cada uno de los personajes donde todo es artificio pero donde se desarrolla la crónica realista de una historia de amor entre dos seres muy diferentes que se aman pero que debido a diferencias creativas y artísticas fracasarán en su relación sentimental.

Los protagonistas de este romance en clave musical son: el actor fetiche de Scorsese en aquellos años, Robert de Niro, y una espectacular figura del musical ya tardío, Liza Minnelli (hija de Vincente Minnelli y Judy Garland). Y ocurre que Minnelli está absolutamente mágica, y Scorsese la mima y la adora con la cámara, y ocurre el milagro: a veces la Minnelli parece estar protagonizando un musical de los que elevaron a su madre al Olimpo de las actrices con ángel. La Minnelli emociona y desgarra como la Garland con su voz potente y su interpretación de mujer fuerte y a la vez de una sensibilidad extrema. Esos enormes ojos marrones de pestañas impresionantes que nos miran… Y la cámara adora a la Minnelli porque la filma un hombre, en esos momentos, enamorado de su estrella. Tal y como le pasó a Minnelli con la Garland. Así madre e hija se muestran con un brillo especial en sus rostros.

Robert de Niro ofrece el papel de artista atormentado y maldito, hombre complicado pero con carisma y encanto especial que se transforma con su música, el jazz y el saxo (otra de las pasiones de Scorsese) y que ama a la Minnelli pero también su libertad de artista y claro esto trae múltiples complicaciones que construyen el drama sentimental.

Scorsese tira la casa por la ventana y revive todo el equipo humano necesario para poner en pie un mastodóntico musical como en los viejos tiempos, como si reviviera al equipo de especialistas de Arthur Freed, dejando momentos musicales inolvidables. Construye decorados impresionantes, emplea cientos de extras, cuida la estética, el vestuario, la peluquería, crea coreografías, canciones y melodías para regalarnos un canto de amor además a New York, New York (ciudad siempre escuchada pero siempre recreada artificialmente, sin embargo, se convierte en uno de los homenajes más hermosos al espíritu de esta ciudad en periodo de posguerra).

En este mundo de artificios regala incluso número final musical largo (independiente de la trama general), trabajado y maravilloso simulando esas piezas magistrales independientes de la trama que nos dejaron los grandes. Números inolvidables para recordar como el que interpreta Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia sobre un artista que quiere triunfar en Broadway pero se cruza en su camino una mujer fatal o Fred Astaire en la maravillosa Melodías de Broadway 1955 donde asistimos a un número que recoge todos los ingredientes del cine negro… En este caso Scorsese pone a Liza en un número musical atrayente donde de nuevo el director canta su amor al cine y a su poder de creación de sueños con la historia de una acomodadora de una gran sala que al ayudar a un desconocido a encontrar su guante en la sala oscura cambia su vida radicalmente…

Y así  con una ciudad recreada, con canciones y coreografías espectaculares y un mundo de artificio que hace soñar a los espectadores, Scorsese coloca con un realismo que sorprende la historia de amor entre la cantante Francine Evans y el saxofonista Jimmy Doyle que pueblan esta historia de momentos íntimos y personales, que disecciona una relación sentimental que se rompe a pedazos de un hombre y mujer que no dejan, a pesar de su fracaso, de amarse.

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Momento inolvidable Gringo viejo (1989) de Luis Puenzo

Hay películas que con una sola escena pasan a mi colección particular de momentos inolvidables. Una sola escena que me emociona intensamente. A finales de los años ochenta, el director y guionista argentino Luis Puenzo (poco prolífico) realizó una adaptación de la novela de Carlos Fuentes titulada Gringo viejo. En ella especulaba sobre cuál había podido ser el posible fin del periodista Ambrose Bierce, un norteamericano que cuando ya tenía más de setenta años y con muy pocas ganas de morir de anciano en una cama, se fue a México lindo a vivir la revolución… y desapareció para siempre.

En la película hay tres personajes centrales en la trama. El viejo gringo con cara de Gregory Peck. La solterona norteamericana que quiere dejar atrás su vida gris con el rostro de Jane Fonda y el joven general mexicano que no puede romper con el pasado que le daña por dentro con la sensualidad de Jimmy Smits. Los tres unirán sus destinos, miedos e intimidades para formar un interesante e intenso triángulo.

En la película hay una escena que me hace suspirar cada vez que la veo. Ésa es su finalidad. Es un maravilloso monólogo que regala Ambrose Bierce a Harriet, la solterona en un momento límite. Porque es una película llena de momentos límites que permite vivir a los personajes sus historias intensamente. Ya saben los que pasean por este blog que además de coleccionar momentos inolvidables me encanta atrapar momentos románticos bien realizados. Éste es uno de esos momentos. Gregory Peck hablando y Fonda escuchando y pasando por su rostro todas las sensaciones posibles ante un interlocutor de oro y un contador de historias maravilloso.

Os regalo ese momento. Pero por favor no pierdan la oportunidad de verlo y sentirlo.

Gringo viejo: … pero alguna vez las mujeres respiraban, se las henchían los pechos. ¡Qué hermosas eran! Pensé que siempre estarían ahí suspirando por mi bigote. Admirando mi mirada. Aguardando que les hiciera una seña. Pero se fueron todas. No esperaron. Supongo que no inspiré suficiente amor en ninguna de ellas.

Harriet: ¿Qué era?

Gringo viejo: ¿Qué?¿Qué era qué?

Harriet: ¿Qué hacía para que suspiraran? Jamás suspiré por un hombre.

Gringo viejo: Pues cuando era poco más que un niño, soñaba que haría cosas para cambiar el mundo. Una noche, cuando tenía 16 años le prometí a una muchacha que haría algo importante. Algo realmente importante que haría imposible que no me amara y que después regresaría a buscarla. “¿Qué es lo que harás?” Escribiría el poema más hermoso que se haya escrito jamás. Un poema que haría a la gente llorar de felicidad, amar con desesperación. Que les haría comprender su existencia en la tierra. “Oh, no, no puede escribir un poema así. Nadie puede”. Y le contesté “Espera”. “¿Cuánto tiempo?”, me respondió…, y dado que era niño y cada hora parecía tener posibilidades ilimitadas, le decía que faltaba poco.

Escribí durante cincuenta años. Escribí todos los días de mi vida… sin excepción. Escribí y escribí. Escribí en largas noches de insomnio, en el extranjero, en salas de redacciones llenas de enemigos. Escribí mientras mi juventud quedaba atrás. Y mientras el amor me traicionaba. Hace muchos años, olvidé su rostro. El color de sus ojos, las líneas de sus labios. Pero hoy, con mi espalda contra esa pared… la vi a usted. Y supe que usted era ella y que el único lugar donde podría haber escrito ese poema habría sido en sus brazos. Dios mío, no sabe cuánto ansío besarla…

Y entonces el Gringo viejo se acerca a Harriet y la besa. Y ella suspira.

Gringo viejo: Eso fue lo que hice. Acaba de suspirar…

Y ambos sonríen.

¿Ya habéis suspirado vosotros?

Gringo viejo, novela y película, realiza también una reflexión sobre la vejez en la figura de Ambrose Bierce que desapareció sin dejar rastro en la revolución mexicana. Una de las últimas pistas fue una de sus cartas (con fecha de 1 de octubre de 1913) en la cuál decía, con su estilo entre sabio, amargo y cínico:

“Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que ésa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!”.

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Diccionario cinematográfico (143)

Periodistas (2ª parte): los periodistas que descubren una conspiración y se hunden en ella o la denuncian. Ahí está Warren Beatty hundido hasta el fondo en su investigación de conspiración política que le engulle en thriller olvidado de Pakula,  El último testigo. Y es que a Pakula le parecían los periodistas personajes muy cinematográficos para sus tramas así también cuenta con Redford y Hoffman para dar vida a los dos periodistas que desnudaron para todos los públicos el caso Watergate en Todos los hombres del presidente.  También Pakula dejó en la irregular El informe pelícano que fuera un periodista quién ayudase a la joven abogada que escribe informes sobre conspiraciones en las altas esferas.

Nos vamos a películas más recientes y de nuevo las conspiraciones y el trabajo de los periodistas se unen en la efectiva La sombra del poder con un Russell Crowe como periodista de los de toda la vida.

Los periodistas denuncian como le ocurre a Jane Fonda y a Michael Douglas que van a hacer un rutinario reportaje sobre una central nuclear y descubren irregularidades que ponen no sólo en peligro a los trabajadores de la planta sino a todo una comunidad de ciudadanos en El síndrome de China. O también desenmascaran el rostro de un hombre o mujer con una entrevista como, por ejemplo, se muestra eficazmente en El desafío. Frost contra Nixon.  El periodista o la periodista también puede denunciar y desenmascarar una situación injusta como ocurre en Buenas noches, buena suerte donde el periodista televisivo Edward R. Murrow lucha contra la caza de brujas y el senador McCarthy. También denuncia situaciones injustas en otros países y se ven sobrepasados por las circunstancias y los descubrimientos que realizan como le ocurre a Jennife Connelly cuando además se enamora de su fuente, un mercenario con cara de Leonardo DiCaprio en Diamante de sangre.

El periodista también tiene miedo y ve pisada su libertad y cuando logra cruzar el umbral del miedo puede terminar todo en desgracia pero rescatar su libertad de pensamiento como en Sostiene Pereira. O también puede emplear sus fuentes y conexiones para no realizar buenas ‘labores morales’ como la interesante El americano impasible. Aquí los periodistas tienen los rostros increíbles de Marcelo Mastronianni y Michael Caine.

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Cuatro éxitos de los años ochenta con moralina…

Para aquella generación que nació en los años setenta hay varias películas que supusieron un hito en los ochenta. Éxitos de sala grande, bocatas y coca-colas. Películas de buena factura contemporáneas a la época con bandas sonoras que aún forman parte de la memoria cinéfila.

Los ochenta, como toda década, estuvieron trufados de éxitos que nadie dejaba de ver. Así hoy recuerdo —porque las he vuelto a ver hace poco, es que con esto de que soy inmortal hago un ejercicio de nacer de nuevo en cada década y luego en otras volver a recordar— cuatro películas americanas que fueron hitos en su momento porque llenaron las salas comerciales.

Hoy se dejan ver bien porque eran productos cuidados y bien rodados con los intérpretes de moda del momento. Sin embargo si rascas un poco vienen con mensaje y moralina porque reflejan el momento que se vivía en un EEUU conservador bajo el dominio de un presidente que fue actor de cine Ronald Reagan (1981-1989) que era la voz cantante de la libre empresa y de Dios todopoderoso.

Las cuatro películas que han servido para remover mi nostalgia han sido: Flashdance y Atracción fatal ambas de Adrian Lyne de 1983 y 1987 respectivamente. American gigoló que dirigió el guionista Paul Schrader en 1980. Y por último Footloose que dirigió el artesano Herbert Ross en 1983.

Lo primero es descubrir cómo las películas han creado referentes y escenas inolvidables así como intérpretes unidos a esa década. Algunos hoy en activo, otros olvidados. Flashdance supuso el nacimiento (pero pronto caída en olvido) de una estrella con rostro de Jennifer Beals. La Beals se convirtió en icono y todas las niñas del instituto en clase de gimnasia bailaban al son de su música (aunque curioso la Beals sólo puso el rostro, no sabía bailar). De su paternaire Michael Nouri nada se volvió a saber (parece ser que lo acogió la televisión). En Atracción fatal eran protagonistas dos estrellas en la cima del éxito en aquellos momentos: Michael Douglas y Glenn Close, ambos siguen en activo. Y una secundaria que vivió sus añitos de gloria Anne Archer y de vez en cuando la recordamos cuando aparece como secundaria. American Gigoló supuso el despegue definitivo de un nuevo sex symbol masculino, Richard Gere. También aparece un secundario imprescindible desde los años setenta Hector Elizondo y una modelo actriz olvidada Lauren Hutton. Por último la película de Ross ofrece una galería de jóvenes rostros del momento donde nos encontramos con Kevin Bacon, Lori Singer (que prefirió seguir su carrera como concertista de violín), Sarah Jessica Parker cuando no era icono de la moda y el desaparecido Chris Penn junto a los veteranos John Lithgow y Diane Wiest.

Primero recordaremos los dos éxitos de Adrian Lyne que también dejó en los ochenta otra campanada erótico festivo con estrellas sex symbols (Kim Basinger y Mickey Rourke): Nueve semanas y media. Y es que a Lyne eso de la infidelidad o de las relaciones que se salen del sistema familiar tradicional no lo lleva nada bien y es el leit motiv de su carrera cinematográfica (siendo la mejor su última película hasta la fecha, Infiel). Siempre reviste sus películas con una atmósfera erótica que es el secreto de su éxito pero rascas y surge su moralina. Las infidelidades nunca salen bien y generan dramas y destruyen parejas y familias. Toma ya.

Así en Flashdance nos presenta a una especie de cenicienta soldadora de día, bailarina de striptease de noche con la cara angelical pero el cuerpo de infarto de Jennifer Beals. Pero esta jovencinta que trata de abrirse camino y sueña con ingresar en una prestigiosa escuela de danza es muy pero que muy buena chica y sigue por el camino recto para conseguir su sueño a pesar que día a día lucha contra las tentaciones que la conducen a la mala vida. Ella además vela porque sus amigas también se aparten del mal camino. Además puntualmente acude a la iglesia y confiesa entre lágrimas sus pecados y dudas al amable confesor. Y así la Beals no sólo consigue ingresar en la escuela en su recto camino sino que además logra al amor de su vida, un hombre bueno que además es el jefe de la empresa donde trabaja como soldadora.

Por su parte en Atracción fatal un sólido y entretenido film de terror con psicópata de turno y con escenas tórridas y calientes, Lyne nos dice en alto: ‘cuidado marido puedes pagar caro una infidelidad’. Así nos presenta a Michael Douglas, un joven marido con todo lo que un hombre puede desear: un buen trabajo, un agradable grupo de amigos, una hermosa mujer, una casa de ensueño y una niña encantadora como hija. Pero todo esto puede perderse y derrumbarse cuando nuestro Michael tiene en un fin de semana un momento de debilidad: se lía con una atractiva compañera de trabajo con el rostro de Glenn Close. Pero resulta que la Close no está muy bien de la cabeza y se convierte en acosadora de Michael y en una fuerza del mal capaz de hacer pagar caro a nuestro protagonista su infidelidad, de destrozar su modelo de familia feliz que él cuida con mimo. Pero la familia unida jamás será vencida y entonces, a pesar de que su mujer sufre mucho porque el marido infiel, ambos se unirán para hacer desaparecer la pieza que destroza sus cimientos, es decir, a la pobre psicópata que está como las maracas de Machín. Y es curioso porque Lyne apuesta por el modelo de familia tradicional, ése es el buen modelo, y la mujer ejecutiva atractiva que ha elegido no formar una familia la presenta como un ser con inestabilidad emocional, un ser herido y solitario y con graves problemas de salud mental.

Nos vamos al nacimiento de un mito erótico, Richard Gere, y su reencarnación de un gigoló que mima a sus clientas millonarias. Un hombre frío que va tras sus objetivos: vivir bien en casa de lujo, tener un físico de infarto, cuidar su estética y rodearse de personas que le sirven para conseguir su ascenso social. Gere se mueve como pez en el agua en un mundo en que prima lo material, la consecución del placer y las apariencias sociales. Hasta que tiene un problema y su mundo se derrumba porque todo es superficial. El atormentado y conflictivo guionista y director Paul Schrader ofrece en American Gigoló una película interesante pero envuelta en su peculiar y atormentado mundo. El guionista marcado por su férrea educación en religión cristiana vomita en sus películas personajes autodestructivos, difíciles relaciones familiares y de pareja, un mundo sexual sórdido y unos bajos fondos que tratan de emerger… De las cuatro películas que aparecen en este post me parece la propuesta más sincera y más inteligente aunque Schrader no deja de reflejar su compleja moral en el personaje de Gere. El gigoló de pronto, cuando cae en una trampa y es acusado de un asesinato violento con tintes sexuales, se da cuenta de ese mundo superficial en el que vive donde sus relaciones no sirven de nada, todo el mundo le deja solo y arrinconado. Donde es consciente de que ya no es un hombre joven y que pronto vendrá la soledad y la caída en el tobogan…, que de pronto ve que pierde todo lo que ha construido y donde una buena apariencia y sus trucos sociales no sirven de nada. Finalmente será redimido por amor en una escena preciosa, la que cierra la película. Cuando todo lo tiene perdido sólo responde una mujer casada con un prestigioso político que ve más allá de lo superficial en el gigoló y que lo ama a pesar de que haya perdido todo. Lo redime porque él también responde a ese amor. Es la única que le echa una mano y él respira feliz…

Por último un musical generacional fue lo que supuso Footloose donde jóvenes estrellas hicieron las delicias de los fans. Sobre todo el joven rebelde de ciudad Kevin Bacon que va a una localidad rural donde los jóvenes no pueden escuchar música ni bailar. En esta comunidad están bajo el dominio del pastor de la iglesia que cree en la mala influencia de los nuevos grupos musicales y sus ritmos. Pero no sabe que está incubando una juventud rebelde malsana y reprimida donde la primera perjudicada es su hija. Esta extraña ley no es más que el dolor de un padre ante la violenta muerte de un hijo mayor cuando regresaba de un concierto. Así los jóvenes viven en un ambiente de prohibición y sermones de iglesia que luego combinan con un ‘equivocado y peligroso’ sentido de la libertad. Así hace falta que llegue el bueno de Kevin y convenza a todos sobre las virtudes de la música y la danza que sólo genera buenos sentimientos y buen rollo. Bacon lucha por conseguir el permiso para organizar un baile festivo y además enamora a la guapa hija del predicador que es algo ligera de cascos y también se siente continuamente frustrada. Kevin consigue convertirse en líder y enseña a la guapa chica el respeto a la pareja, al compromiso, vamos que la convierte en una novia ideal de la muerte. Y el baile final sólo tiene buen rollo que nos hace a todos bailar a lo loco. Vamos, que por bailar bailan hasta el predicador y su comprensiva mujer.

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Diccionario cinematográfico (142)

Tríos: ¿Dónde caben dos, caben tres? La historia del cine ha reflejado tríos inolvidables de tres personas que se aman. A veces los tres, por mutuo acuerdo, lo saben. Otras veces estas relaciones se saben pero finalmente no pueden sostenerse y uno sale malparado o dos o quizá los tres. Son siempre relaciones complejas. Unas veces tienen final feliz, otra se ofrece una solución en la cual uno de los tres se termina sacrificando (o los tres) y otras es una tragedia. Alguna vez uno de los personajes no se entera de que está en un trío y lo va descubriendo poco a poco… Otras no lo descubre nunca, para el dúo sobra el tercero… y entonces, uff, cine negro en estado puro. Algunos tríos son muy pero que muy inocentes. No carnales (uno ama en silencio).

Hay tríos inocentes como el que se forma en Sabrina. Wilder hace un cuento de hadas donde la hija del chofer enamora a dos hermanos millonarios muy diferentes, el juerguista con cara de William Holden y el hombre gris con rostro de Bogart. Y ambos dos compiten por la linda Hepburn. Y es que el cine nos ha dejado muchas historias de hermanos que se enamoran de la misma mujer. Me vienen a la cabeza Duelo al sol melodrama del Oeste donde Perla Chávez, la mestiza, bebe los vientos por el pistolero de turno con cara de Peck y el hermano que quiere ser hombre de negocios con cara de Cotten. Y ambos aman a Perla aunque de maneras muy diferentes. Sólo puede acabar en tragedia. Como tragedia es también la historia de Leyendas de pasión donde una dama ni más ni menos es la enamorada de tres hermanos, ¡¡¡tres!!! El inocente, el realista y el idealista. Y la pobre no da pie con bola. Luego están dos hermanos juguetones y perversos en la Francia del 68 que admiten en sus juegos sexuales a un estudiante americano que pasaba por ahí en Soñadores. También podemos recordar la tierna y dura a la vez Wilbur se quiere suicidar donde hay un hermano que se quiere quitar continuamente y su hermano mayor que ama la vida. En la existencia de ambos entra en juego una tímida mujer que les trastocará el corazón. Y los tres se aman. Pero llega una tragedia que no pueden cambiar y el trío se convertirá en dúo.

Otros tríos no son nada pero que nada inocentes como el que se forma en tiempos de la depresión en la maravillosa Días del Cielo de Terrence Malick. Donde está la joven descarriada que tiene hambre, su chico, un joven rebelde que no quiere ser siempre pobre y el desprevenido granjero millonario y enfermo que se enamora de verdad de la joven y entra en un triángulo que no esperaba. La violencia estalla sin remedio.

Y volvemos a Francia donde hay dos mejores amigos, Jules y Jim que se enamoran de la misma mujer, Catherine. Y Truffaut hace que los tres se lo pasen muy bien pero tras la comedia lo tiñe todo de tragedia irremediable. También empieza como comedia y termina como drama la relación entre la española madura que inicia en el sexo a dos adolescentes mexicanos que aprenden a amar en Y tú mamá también. Aquí todos nos enganchamos a Maribel Verdú, Gael García Bernal y Diego Luna.

Seguimos con los amigos enamorados de la misma mujer y nos adentramos en La decisión de Sophie donde el joven escritor y soñador queda cautivado por una mujer rota por el dolor que ama a su vez a un intelectual con problemas de salud mental. Los tres se quieren pero el trío no es posible y sólo hay una salida drástica. Mientras viven momentos de amistad memorables. O con aires de melodrama volamos a Escrito sobre el viento donde dos amigos de distintas clases sociales se enamoran de la sofisticada Lauren Bacall. El millonario es un hombre acomplejado, su amigo humilde pero con ambiciones y las ideas claras. La Bacall pasará de unos brazos a otros. Robert Stack tratará de ser feliz y Hudson siempre tendrá los pies en la tierra y mucha paciencia. Otro melodrama a tener en cuenta con trío consentido es El manantial donde las piezas fundamentales de las relaciones complejas son un arquitecto incomprendido, una elegante y extraña mujer y un amigo que se convierte en magnate de prensa. Ahí están Gary Cooper, Patricia Neal y Raymond Massey. Seguimos el complejo mundo del melodrama con novela de Fitzgerald llevada al cine y un triángulo triste entre el gran Gatsby, la etérea e inconsciente Daisy y su esposo Tom. Era la vuelta a los años veinte con Redford, Mia Farrow y Bruce Dern.

El cine negro con sus mujeres fatales nos deja siempre tríos memorables donde uno no suele darse cuenta (y será el elemento a eliminar) o sí se dará cuenta y entrará de lleno en el juego. Un juego siempre peligroso. Así tenemos ejemplos memorables de mujeres que quieren deshacerse de sus esposos o amantes y hacen entrar a un tercero en acción capaz de todo o cegado de amor. Así el drama y el destino oscuro y lleno de sombras está presente en obras maestras como Forajidos, El cartero siempre llama dos veces, Perdición, Perversidad… Dentro del cine negro también nos encontramos con tríos complejos y asfixiantes como el que se produce en la maravillosa El extraño amor de Martha Ivers.

A veces encontramos toques de comedia en tríos consensuados como los que ocurren en Vicky Cristina Barcelona donde Allen une al trío perfecto con caras de Penélope Cruz, Scarlett Johanson y Javier Bardem. A la española y entre fogones hay trío en Dieta Mediterránea con Olivia Molina, Paco León y Alfonso Bassave. Pero mucho antes y con gran maestría Lubitchs ya nos regala un trío de risa en Una mujer para dos con Miriam Hopkins que logra una convivencia feliz con Gary Cooper y Fredic March.

Y volvemos a tierras del Oeste para hablar de tríos silenciosos que no culminan porque uno de los implicados no lo quiere (o dos) pero están ahí evidentes. Que se lo pregunten al Wayne de Centauros del desierto enamorado de su cuñada o a ese pistolero que responde al nombre de Shane enamorado de la mujer de la familia de granjeros que le acoge durante una temporada en Raices profundas. O también en otro tipo de Oeste, esa tierra que deja de ser de ganaderos para empezar a implantarse pozos de petróleo, esa Texas que entierra pasiones y sentimientos como Gigante, esa película río donde dos enemigos el ganadero de toda la vida y el nuevo rico de petróleo suspiran por los mismos ojos azules. Ahí los protagonistas son Rock Hudson, el rebelde James Dean que nunca podrá consumar su amor y  Liz Taylor siempre fiel al marido ganadero.

Es curioso porque Dean en las únicas películas que dejó siempre protagonizó tríos. En Al este del Edén con su hermano odiado y amado a la vez. Él se enamora de la novia del hermano la insegura con rostro de Julie Harris. Y ella entra en el juego. O en Rebelde sin causa donde Dean es un joven inadaptado que se enamora de la popular del instituto pero lo que no se espera es que de él se enamore también el chico más impopular con cara dulce, Sal Mineo. Los tres formarán un trío muy peculiar.

Como también será peculiar el trío entre esas dos maestras calumniadas por una niña maleducada y el doctor del pueblo en Esos tres… que luego sería un trío muy distinto años después en La Calumnia ambas dirigidas por William Wyler con censura y sin censura… pero de tríos van las dos.

Y para terminar esta ristra de tríos interminable nos quedamos con Lo que el viento se llevó y esa Scarlata O’Hara que no sabe si acostarse con el caradura de Rhett o con el etéreo Ashley. Y los dos la desean alguna vez. Aunque Rhett es el más consciente del trío. O con el trío de Casablanca entre la hermosa Ilsa que se debate entre Rick, el duro del bar y su amor de París, y Victor, el marido que es héroe de la resistencia. Los tres saben lo que hay y lo solucionan de la manera mejor posible, provocando los menos daños posibles…, siempre hay un perdedor.

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