Grizzly man (Grizzly man, 2005) de Werner Herzog

El documental de Herzog me dejó mal cuerpo. Porque yo no vi a un hombre que amaba la Naturaleza. Porque no vi a ningún tipo de héroe contemporáneo. Porque no vi el sueño de todo ecologista, una comunicación total con la Naturaleza. Porque no vi a un hombre que amaba a los animales, entre ellos, a los osos. Porque no vi a un hombre valiente que lucha contra el sistema establecido…

Me dejó mal cuerpo porque vi el retrato de un enfermo mental. Un gris y triste retrato de un hombre con un trastorno mental que se obsesiona con el mundo de los osos porque huye de una civilización que le hace infeliz, porque huye de sí mismo. Me dejó mal cuerpo porque la mayoría (no todos) de los entrevistados me parecieron tan desequilibrados como el protagonista.

Grizzly man cuenta la historia de Timothy Treadwell, un hombre obsesionado con los osos y que convivió con ellos durante varios años (durante meses se aislaba del mundo). Y que quiso convertirse en un guerrero amable que se acercaba a las bestias y que las protegía de su posible extinción. Pero Timothy también estaba obsesionado con su persona así se convierte en explorador-observador y en su convivencia con los osos se grababa horas y horas donde además de mostrar la vida de los osos se desnudaba él mismo. Y este hombre que cantaba a los cuatro vientos su amor por las bestias, murió de la manera más terrible. Murió devorado por los seres a los que amaba… También se comieron y descuartizaron a la mujer que en ese momento le acompañaba en su aventura.

Así Herzog ofrece un retrato demoledor y brutal haciendo hincapié en el salvajismo y en la dureza del mundo natural… y mostrando así también el salvajismo y la dureza del ser humano. Por eso Herzog se deleita en exceso en la manera tremenda en la que falleció su protagonista. Así continuamente nos recuerda su muerte, cómo encontraron sus cuerpos, qué trozos encontraron esparcidos por el bosque, la existencia de una cinta de audio donde se recogen los gritos de Timothy y su novia durante el ataque…, un deleite que se vuelve macabro y desagradable.

Y ese mundo macabro que muestra Herzog nada tiene que ver con esa realidad que quería mostrar Treadwell, que obsesionado repite continuamente lo que ama a los animales y el mundo en el que se desenvuelven. Ama a los osos, ama a la abeja, ama a los zorros… El guerrero amable quiere demostrar al mundo que los osos y los zorros le aceptan, que se entienden. Es como si gritara: vosotros no me aceptáis, no me importa; ellos sí me entienden tal y como soy. Me entienden, aguantan mis monólogos sinsentido frente a la cámara, mis delirios, mis aires de grandeza, mis depresiones, mi tremenda hazaña, mis obsesiones, me mantienen alejado de mis dependencias, respetan mi pelo rubio de príncipe de Beukelaer, mis pañuelos y ropa de camuflaje…

Por esta paradoja se vuelve más duro el visionado. El mundo cándido de un hombre con poca salud mental y el pesimismo del realizador que también se desnuda y se convierte en narrador presente de su personaje objeto del documental.

No obstante a pesar de ser testigos de unos padres que no entendieron nunca qué le pasó a su hijo, a pesar del triste retrato de una mujer que quizá trato de comprenderle y terminó en las fauces de uso, a pesar de encontrarnos con dos de sus amigas con desequilibrios evidentes, a pesar de cruzarnos con un piloto solitario que no juzga o un forense que se deleita contando la muerte de los desafortunados o con unos ecologistas poco racionales… A pesar de cruzarnos con un amigo que reconoce que su amigo estaba pirado o con otras personas de distintas profesiones que confiesan que Treadwell poco hizo por los osos o que se estaba buscando lo que le ocurrió…Herzog a veces nos deja respirar.

Porque nos muestra el lado tierno de Treadwell. Es cierto. Que este hombre enfermo finalmente inspira ternura y es cierto que en las más de cien horas de grabaciones, Treadwell atrapó imágenes de gran belleza de esa naturaleza salvaje. Y emociona verle cómo se relacionó con varios zorros, que te dan ganas de llevártelos a casa. Y emociona verle tan cerca de los osos (pero ¡tiemblas por la imprudencia!), cómo los toca, cómo habla con ellos o cómo se mete en el río y se baña junto a ellos, cómo los mira. Emociona cuando muestra el paisaje, los osos luchando, los osos cazando, los osos jugando…, y todo a unos pocos metros de distancia. Y emociona sentir cómo él ahí entre osos se sentía quizá un hombre libre, un guerrero amable.

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Diccionario cinematográfico (147)

Karaoke: pon un karaoke en tu vida y sé rey o reina de la noche por instante…, aunque sea un auténtico desastre o un ejemplo de virtuosismo y sorpresa. El cine está plagado de escenas inolvidables con karaoke de por medio.

¿Dónde se conocen los protagonistas de la tremenda Ladybird, Ladybird? En un karaoke donde trabaja la dura y sufrida protagonista porque tiene voz prodigiosa. Loach ya había empleado el gusto de sus personajes de barrio obrero por el karaoke en la tierna Riff-Raff. Un sitio donde es posible el olvido y la evasión de una realidad conflictiva.

Si seguimos con el cine británico aterrizamos en la comedia con aires sociales y Café irlandés de Stephen Frears. Donde sus protagonistas acuden para reírse y evadirse al karaoke.

Otro momento mágico con karaoke de fondo es la película australiana Guerreros de antaño donde nos encontramos con antros gigantes donde se consumen litros y litros de cerveza mientras se escucha cantar en un escenario a la persona que le toque y donde estallan momentos de violencia etílica. Los protagonistas de esta historia dura pero llena de momentos para no olvidar son maoríes.

En Japón hay karaokes personalizados. En una pequeña sala un grupo de amigos puede disfrutar de su propio karaoke y no dejar de cantar. Así ocurre con Bill Murray en compañía de Scarlett Johansson y demás amigos en Lost in traslation.

Cameron Díaz, reina de karaokes, protagoniza dos escenas en locales especializados en dos comedias distintas. En una demuestra sus pocas dotes como cantante pero mucho encanto personal. Es la novia pija a la que Julia Roberts trata de poner en un compromiso haciéndola cantar para que haga el ridículo delante de su futuro marido. Pero la Cameron se convierte en mala cantante tierna y conquista al personal en La boda de mi mejor amigo. Después la Cameron de pija secuestrada por un infeliz Ewan McGregor se convierte en la mujer de sus sueños en un espectacular dúo de karaoke en la irregular pero con encanto Una historia diferente.

Si quieres ver a Maria Bello, Paul Giamatti o Gwyneth Paltrow como expertos cantantes de karaoke no tienes más que disfrutar de película curiosa y con muchas dosis de encanto en A dúo sobre un grupo de personas que sobreviven en los concursos de karaoke que se celebran a lo largo y ancho de EEUU.

Ahora nos vamos a Francia para emocionarnos con el dúo de karaoke que nos regalan un enfermo terminal y una voluntaria con canción de Edith Piaf en una película pequeña pero muy grande en emociones, La vida.

¿Quién no se ha puesto frente a un micrófono en un karaoke para vivir momento inolvidable o divertido?

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A la caza de escenas de amor

Y sigue mi labor de cazadora de escenas de amor que aumentan mi colección de momentos románticos. Y así Bogart como un guionista cínico y autodestructivo reconoce su pasión que le mata un poco más hacia la mujer que ama, una Gloria Grahame que vive en sus carnes el poder destructivo del amor: “Nací cuando ella me besó, morí cuando me abandonó y viví el tiempo que me amó”. Y así se narra una historia de amor triste, triste, triste en En un lugar solitario.

Una de las películas imperecederas, igualmente odiada y amada (por mí amada por la cantidad de matices que encierra), es Lo que el viento se llevó. Rhett se va a la batalla pero antes se despide de su Scarlett y le suelta una declaración de amor en toda regla: “Yo no te pido que me perdones, yo mismo no me comprendo ni me perdonarás nunca…, y si una bala me alcanza, Dios no lo quiera, me reiré de mi propia estupidez. Sólo sé y comprendo una cosa, y es que te quiero Scarlett, pese a ti y a mí y a este mundo que se desmorona a nuestro alrededor, te quiero. Porque somos iguales, dos malas personas, egoístas y astutos, pero sabemos enfrentarnos con las cosas y llamarlas por sus nombres”. No contento añade: “Scarlett mírame. Te quiero como no he querido nunca a ninguna otra mujer y te he esperado como jamás hubiera sido capaz de esperar a otra”. Y sin cambiar de idea, alistarse, se despide: “He aquí un soldado del Sur que te quiere, que quiere sentir tus abrazos, que desea llevarse el recuerdo de tus besos al campo de batalla. Nada importa que tú no me quieras. Eres una mujer que envía un soldado a la muerte con un bello recuerdo. Scarlett, bésame, bésame una vez”. Imaginen esta escena con la cara irónica pero hombre enamorado al fin y al cabo de un Clark Gable que siempre supo ser un duro.

Cuando llegan las Navidades siempre hay algún canal que programa ¡Qué bello es vivir! y esto ha desvirtuado una buena película que sobre todo cuenta una preciosa historia de amor de un hombre que, de repente, se cansa de la vida y sus dificultades. Él es George, ella es Mary. Y George joven y enamorado le dice a un Mary ilusionada: “¿Qué quieres, Mary? ¿Quieres la luna? Dime sólo una palabra y la engancharé con una cuerda y te la bajaré. Entonces podrás tragártela y se disolverá y sus rayos brotarán de tus dedos, de tus pies y de las puntas de tus cabellos”.

Viajemos a una de las populares comedias románticas que poblaron los últimos años de la década de los ochenta y principios de los noventa. Nos encontramos con Hechizo de luna con una pareja imposible que sin embargo funciona perfectamente, una viuda con mala suerte en el amor y cara de Cher y un joven que se quedó sin mano y en su desgracia renunció al amor con rostro de Nicolas Cage. Ambos se han enamorado apasionadamente poco antes de la boda de la pragmática Loretta con el hermano mayor de su reciente amor inesperado, Ronny. Loretta no se siente bien siendo infiel y en una noche fría duda en subir a casa de Ronny. Y él trata de convencerla: “No me importa arder en el infierno, ni que tú ardas en el infierno, el pasado y el futuro son… estupideces para mí, veo que no son nada, veo que no están aquí, lo único que está aquí eres tú y yo… El amor no es como nos lo contaron, yo tampoco lo sabia, pero el amor no hace que todo sea hermoso, lo echa todo a perder, te parte el corazón, lía todas las cosas. No, no estamos aquí para hacer que todo sea perfecto. Los copos de nieve son perfectos, las estrellas son perfectas… nosotros no, ¡nosotros no! Estamos aquí para echarnos a perder y para partirnos el corazón y para amar a la gente que se equivoca. ¡Sí, los libros de historia son mentira! Y ahora ¿quiere subir conmigo y meterte en mi cama?”.

Después hay escenas que sólo basta fijarse en las miradas o acciones de los protagonistas para saber que esconden dosis enormes de enamoramientos inmortales. Robert Redford como el romántico cazador en África lavándole el pelo a la condesa con cara de Meryl Streep en Memorias de África. De nuevo Robert, un estudiante brillante y pijo atando el zapato de la estudiante rebelde con cara de Barbra Streisand en Tal como éramos. Los paseos en silla de ruedas de un veterano de guerra de Vietnam con una voluntaria casada en El regreso. Las miradas de dolor entre Robert de Niro y de nuevo la Streep en El cazador, ambos enamorados por las circunstancias para consolarse del daño. De nuevo la Streep junto a un Eastwood fotógrafo que con una serie de miradas, matices y palabras nos hacen creer en el enamoramiento en Los puentes de Madison. La relación entre Frances Farmer con cara de Jessica Lange y su amigo de la infancia que siempre aparece en momentos difíciles y sabe cómo mirarla, Sam Shepard en Frances, historia de una actriz a la que le persiguió la mala fortuna…

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Diccionario cinematográfico (146)

Desierto: un desierto mítico. Así sobrevuelo sus dunas en el avión de El paciente inglés o me sumerjo en los ojos azules castigados por un sol impacable de un Lawrence de Arabia que me arrastra por la arena caliente. O me siento como esa mujer que arrastra amores fatales en El jardín de Alá o que decide seguir a aquel que ama haga viento de arena o brille el sol sin descanso en Marruecos.

Los vaqueros también cruzan pasajes desérticos donde descubren pueblos fantasmales y traidores bajo el Cielo amarillo. O amantes que se despiden en trágico final tras un Duelo al sol o que se queman por paisaje desolado y amor loco en Juntos hasta la muerte.

El desierto esconde tristes historias que en esta torre de Babel que es el mundo puede hacer que una mujer vestida de rojo corra desesperada a través de un paisaje árido que separa la frontera entre México y EEUU o donde unos niños marroquíes no pueden soñar con una infancia. O también en paisaje desolado un gánster cansado emprende su última huida en El último refugio.

Los paisajes desolados también prometen sorpresa y aventura. Y si nos descuidamos también provocan la risa. El desierto está poblado de personajes surrealistas o realistas. ¿Se imaginan un autobús que cruza un desierto engalanado de glamour con drag queen en el techo con capa plateada al viento? No hay más que pasarse por Priscilla reina del desierto. O Buñuel nos ofrece personaje extraño, un Simón del desierto que entre visiones hace penitencia. O cabalgamos con los Centauros del desierto que buscan a la sobrina secuestrada por los indios. O seguimos a esos tres hermanos por ese desierto misterioso en Beau Geste. O nos sumergimos en una historia de amistad y triste guerra en Gallipoli en territorio sin árboles, sin vida… O nos metemos en la búsqueda de la madre y el hijo que realiza un padre y marido a través de París,Texas que desemboca en la inmensidad de un desierto que parece no tiene fin.

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18 comidas de Jorge Coira

Una tierra con encanto: Galicia.

A ser posible las calles de Santiago de Compostela.

Un ritual imprescindible: desayuno, comida y cena.

Una mesa y unas sillas.

Alimentos… y cerca una cocina.

A veces una sobremesa eterna.

Todo se adereza con personajes que sienten alrededor de un plato de gambas o unas carnes a la brasa o un buen café.

Esos personajes son una galeria de actores que se la juegan con la improvisación. Sólo saben la situación y quiénes son… después la libertad absoluta y surge la magia…

Se mezcla bien con sentimientos que todos padecemos y se representa la comedia de la vida. Con amores y desamores. Con discusiones y reencuentros. Con risas y lágrimas. Con soledades. Con ansiedades y dramas. Con secretos y fiestas. Con reuniones familiares o de amigos. Con sueños rotos y amores imposibles. Con esperas eternas… o con almuerzos sin palabras…

18 comidas es un festín de sensaciones.

Y comes con el músico callejero y bohemio con penas de amor. Con el inmigrante que viaja al fin del mundo y que se encuentra solo. Con la esposa aburrida de la vida cotidiana y solitaria, con ansiedades, que sueña con un amor del pasado que quizá le hubiera permitido una vida distinta. Con dos hermanos que se quieren y se odian a la vez… ambos esconden secretos el uno al otro. Con el señor maduro que tiene miedo a querer. Con el amante que prepara la comida a la amada que nunca llega. Con los amigos que viven en una juerga perpetua. Con la cocinera agotada que sueña con ser cantante de orquesta. O con los ancianos que ya no necesitan palabras…

Alrededor de una mesa se cuecen mil y una historias.

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El primer western de Burt Lancaster

Ya en más de una ocasión he confesado mi amor sin barreras (me gusta ponerme enfática y dramática) hacia Burt Lancaster que estás en los cielos y siempre presente en metros y metros de fotogramas para que yo, humilde espectadora, los admire.

Después de esta confesión poético patética, me digno a teclear que persigo la filmografía de este hombre y veo todo aquello que tuviera en los créditos su nombre. Uno de los géneros donde el querido Lancaster haría de las suyas poniendo fuerza y presencia sería el western. Y el primero que vino a su vera lo rodaría en el año 1951, El valle de la venganza. Una del Oeste del montón normalita, con guión (me niego a escribirlo sin acento) previsible, pero que se ve con gusto…, con mucho gusto. Porque ahí está el héroe Owen con rostro de Lancaster y acompañado de buenos secundarios. Western mil veces más entretenido que un puñado de malas películas del siglo XXI y mucho mejor interpretado y hecho. Del montón pero con Lancaster, que ya dejaba ver sus buenas maneras para posteriores películas del Oeste que le convertirían en rostro mítico del género.

Mi adorado Owen, un hombre honrado, un hombre duro pero cariñoso, buen amigo, agradecido, un poco atormentado y hombre enamorado (pero qué bien se enamora)… No se pueden tener mejores cualidades. Hijo adoptivo de un buen hombre, un ganadero que se sabe anciano. Hermano adoptivo del hijo de sangre, Lee. Un cabeza loca que fastidia la vida a todo aquel que le rodea. Al padre, al amigo leal que ha vivido siempre para protegerle, a la esposa honrada, a la amante de corazón de oro, a los trabajadores fieles…, vamos toda una pieza. Y todos se pasan la vida protegiéndole y él erre que erre. Nació para ser una mala pieza…

El valle de la venganza es una película de reparto brillante que merece ser recordado. Ahí está la heroína veterana en el viejo oeste, lo mismo trabajaba con Hawks que con Ford, era la chica dura y amada. Ahí está el bello rostro de Joanne Dru. La acompaña la chica que hace su rol de amante buena, Sally Forrest (que como curiosidad sería la actriz fetiche de Ida Lupino en su quehacer como directora). Para los malos malísimos, el hijo desagradecido cuenta con el desagradable rostro de Robert Walker que ese mismo año triunfaría con su rol más famoso en Extraños en un tren. Y el otro malo malísimo de la función tendría la cara de John Ireland, secundario imprescindible desde los años cuarenta, y también en esos momentos esposos de la actriz principal, Joanne Dru.

El primer western de Burt Lancaster te permite correr por praderas en Technicolor para vivir un drama familiar lleno de traiciones y pasiones…

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Los girasoles (I Girasoli, 1970) de Vittorio de Sica

Otro director al que tengo gran cariño y del que disfruto cada vez que me sitúo frente una pantalla y proyectan una película suya. Me gusta porque me hace pensar pero me emociona también profundamente. Me gustan las películas que forman parte de su periodo neorrealista y también las que se alejan de sus postulados. Me fascina El ladrón de bicicletas, El limpiabotas o Umberto D pero también disfruto cada vez que veo Estación Termini, Dos mujeres o El jardín de Finzi-Contini.

Ahora me he dejado llevar por una historia de amor con final triste. Una película como Los girasoles funciona por varios motivos. Una historia bien contada y con una estructura que engancha. Una banda sonora inolvidable que acompaña las imágenes y te arrastra a todo un mundo de sensaciones, tenía que ser de Henry Mancini. La fotografía tranquila y siempre hermosa y detallista de Giuseppe Rotuno. Y dos actores que se convirtieron en una pareja cinematográfica con mucha historia. Empezaron su idilio cinematográfico en 1954 con La ladrona, su padre y el taxista y terminaron en 1994 con Pret a Porter. Ella era Sophia Loren, él era Marcello Mastronianni (cómo quiero a este hombre, cómo me emociona).

En Los Girasoles, él se llama Antonio y ella Giovanna. Son tiempos de guerra. Segunda Guerra Mundial en Italia. Donde la vida se vive en presente porque no se saba si mañana uno estará vivo. En esas circunstancias se conocen Antonio y Giovanna y viven su amor rápidamente, con emoción, alegría, ilusión, esperanza… a pesar de ser tiempo de guerra. Se casan porque así él consigue más días de permiso antes de que le envíen al frente, son tan felices que hacen travesuras para que nadie los separe, Antonio se finge loco… pero nada sirve. Antonio finalmente es enviado como ‘voluntario’ al frente ruso. Y Giovanna se queda esperando… Pero Antonio no vuelve. Es dado por desaparecido. Sin embargo Giovanna que le ama y recuerda profundamente no se rinde ante la búsqueda y si se tiene que ir a Rusia a buscarle se va. Porque ella es toda una napolitana que nada se la pone por delante. Y allí se va con la fotografía de su Antonio.

Así Los Girasoles es una película a la que le recorre por sus venas la nostalgia. Los amores perdidos. Como una guerra trunca una historia feliz y la transforma en otras historias, que no dejan tampoco de ser bellas. Como dos seres no pueden vivir su posible amor feliz por circunstancias históricas, porque sí señores la Historia con mayúscula afecta a las pequeñas historias de los seres humanos que pueblan el mundo.

Así tras unos minutos de alegría donde los personajes sólo viven el presente, carpe diem, después viene la búsqueda y el reflejo de una guerra dura que destroza y cambia vidas. Y Antonio y Giovanna te dicen todo con sus miradas, sus risas, sus lloros desgarrados y sus despedidas continúas porque las circunstancias nunca les dejaron estar juntos.

En Los Girasoles cobra mucha importancia los trenes, las estaciones y las despedidas o llegadas. El tren siempre está presente. El tren de la vida. La delicadeza con que se filman los interiores de las casas donde viven los protagonistas. La iluminación de algunas escenas donde están presentes aquellos personajes que se aman, como esa última conversación a la luz de una vela. La dureza de la guerra para un grupo de soldados italianos que caminan congelados y agotados sobre la nieve tras el velo de una bandera roja como la sangre de muchos que quedaron sepultados bajo campos de girasoles. A veces sólo les recuerda una cruz de madera con un nombre en una tierra anónima y lejana a su hogar. En Los Girasoles también vemos el miedo a la muerte y el agradecimiento y cariño ante la solidaridad que muestra un desconocido al que más allá de una guerra que separa le importa la supervivencia de un ser vivo que está solo. Y por eso puedes sentirte seguro y vivir una vida que sabes que no es la tuya… aunque a veces sientas que estás muerto.

Y en Los Girasoles te crees los rostros de Sophia y Marcello que te llevan de la mano por un tobogán de sentimientos…

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Macarroni (Maccheroni, 1985) de Ettore Scola

El jueves iba tranquila por la calle y me paré en un quiosco que exhibía y vendía bastantes películas. Y me puse a mirar porque a veces en los quioscos se encuentran ofertas asombrosas y películas curiosas. Mi sorpresa fue mayúscula cuando en una colección que sacó un periódico de tirada nacional se encontraba una película (desgraciadamente no en muy buenas condiciones) que llevaba años buscando desesperada una edición de dvd… incluso pedí a un compañero de trabajo que se fue a Roma que la buscara y buscara… y se trata ni más ni menos que de Macarroni o Macaroni o Maccheroni como ustedes gusten de mi querido Ettore Scola.

Me abalancé al dvd pero de pronto… no tenía dinero… ni un céntimo. No había cajero cercano y sí mucha prisa. Así que triste lo dejé en su caja y suplicando que no hubiera otro buscador similar a mí. Me marché. Ayer sin embargo tenía que volver a pasar por el mismo quiosco y esta vez sí que llevaba mi monedero bien lleno y me costó encontrarlo (lo habían cambiado de sitio) pero ahí estaba mi dvd querido con película-medicina, con fábula emocionante. Porque eso es Macarroni. Emoción pura y dura. No es película magistral, ni obra de arte, a veces ni aparece en los manuales de cine italiano y no digamos en los de historia general de cine. Pero es de esas películas que guardas en tu corazón. Yo la vi cuando era más joven por televisión en una emisión nocturna y me quedé absolutamente enganchada a una película que devoré con emoción…, años después seguía buscándola…

Con mi dvd en el bolso ayer llegué muy tarde a casa pero no me apetecía acostarme, ni leer, ni dormirme, ni ver chorradas en televisión… sólo quería volver a experimentar Macarroni. Y ¡oh sorpresa! la magia volvió a suceder… otra vez enganchada en la pantalla empapándome de una película a golpe de emoción y sentimiento. No, no, no es obra maestra pero te desborda. Y mucha culpa de este desbordamiento que provoca la sonrisa y la lágrima, que hace que te creas película medicina que sólo protagonizan buenas personas (los malotes apenas aparecen dos minutos)… la tienen sus intérpretes, sus actores protagonistas que son tan tiernos, tan humanos (no son empalagosos, no se asusten a pesar de mi tono)…Marcelo Mastroianni y Jack Lemmon. Marcelo es Antonio, un buen hombre vitalista, de fantasía desbordante, sensible… que hace todo lo posible por mantener felices a los que tiene a su lado…, un hombre sencillo. Jack es Robert un empresario serio que se ha olvidado de la alegría de vivir.

Y de su encuentro saltan chispas. Parte de una premisa preciosa. El hombre de negocios americano aterriza por cuestiones laborales en Nápoles. A la mañana siguiente recibe una visita de un desconocido, de un hombre al que no recuerda, éste le dice que es el hermano de su antigua novia napolitana, María. Le dice a Robert que si no recuerda que durante la segunda guerra mundial estuvo destinado en Nápoles y conoció a su hermana y a él…Lleva una fotografía. Pero los recuerdos de Robert son muy lejanos… Este primer encuentro no puede ser más desastre. Robert está malhumorado, no recuerda, su memoria no retiene… y Antonio se va defraudado ante un hombre que lo primero que le dice es que por qué le visita, si necesita algo…, algún favor, dinero. Y Antonio le contesta que él no viene a pedirle nada sólo iba a verle…

Sin embargo Robert trata de recordar y poco a poco durante su visita a Nápoles se le va dulcificando el rostro al volver la vista atrás… aunque no recuerda mucho, sólo a una muchacha bella. Y como Antonio se ha dejado la fotografía que le mostró y su tarjeta de visita… decide ir a buscarlo para devolvérsela y disculparse del mal humor del primer encuentro. Su sorpresa es mayúscula cuando se da cuenta de que todo el vecindario y la familia de Antonio conoce y admira al amigo, a Bob el americano, y lo tratan como si fuera uno más, con toda confianza… y él no puede entenderlo, no recuerda tan profunda amistad. Pronto descubrirá el secreto de la mano de un Antonio que agradece en lo más hondo de su corazón esta segunda visita.

A partir de ese momento se vuelven inseparables y Robert vuelve a reír o a sentir. A ser un volcán de sensaciones y emociones, a mirarse con otros ojos…, y a disfrutar de un amigo especial. Pero esta pelícla mágica-medicina es fábula y cuento por eso nos abandona con un final maravilloso y tierno que deja volar nuestra imaginación… nos podemos quedar con la realidad o creer en el milagro… Yo prefiero creer en el milagro que quieren que les diga y es que sólo en las películas creo en milagros… Además es un homenaje a Antonio, él siempre apuesta por la fantasía y la magia.

Y toda esta intensidad y plasmación mágica de la amistad debe muchísimo a los rostros, matices, miradas y transformaciones de dos hombres que fueron buenos actores porque logran transmitir y emocionar en cada fotograma. Y la química se produce (esa química especial que hace que dos actores sean grandes en cada instante que aparecen juntos) de tal manera que la lágrima o la risa se encuentra al acecho cada vez que Antonio y Robert deambulan por las calles napolitanas y protagonizan sus aventuras de seres humanos vulnerables…

Ettore Scola los sigue con respeto y un cariño tremendo por las calles, los restaurantes, los hogares, las cafeterías y teatros…, su mirada es toda sensibilidad porque ama a esos personajes y sus historias. Ama las calles napolitanas, los detalles, los estrambóticos personajes secundarios que conforman un Nápoles que se sabe duro pero también lleno de humanidad y vida…

Y el espectador no puede menos que dejarse llevar y sentir una enorme emoción que agazapada puede estallar de gusto…

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Películas que incitan a la lectura…

¿No les ha pasado alguna vez que están viendo una película y un personaje habla de un libro… y de pronto piensan, cielos, no me lo he leído y qué ganas tengo?

¿No les ha ocurrido?

La última vez que me ha pasado fue viendo el otro día El rayo verde de Eric Rohmer y me entero en uno de los diálogos de la película (y que da todo el sentido a la experiencia del personaje femenino protagonista) de que Julio Verne dentro de sus novelas que entran en el ciclo Viajes Extraordinarios… escribió una de romanticismo tierno que se llamaba precisamente El rayo verde.

Así también recuerdo como el niño protagonista de Los 400 golpes se entusiasmaba y creaba un altar a Balzac y su obra. Y si sigo con Truffaut recuerdo ese diálogo final con los hombres-libros y cómo los seres humanos se aprenden novelas enteras para que no se pierdan jamás, aunque se quemen o destruyan en Fahrenheit 451. Y vuelo y me encuentro con esa joven costurera china a la que la lectura la cambia la vida, el bueno de Balzac de nuevo, en Balzac y la joven costurera china.

Entonces ahora me vienen a la cabeza dos películas que están todavía en cartelera y no he visto: Mis tardes con Margueritte donde sus protagonistas leen y leen (y se unen por los libros y lecturas) o me entero de que la última película disfrazada de jóvenes de instituto tiene referencias con la novela La letra escarlata, me refiero a Rumores y mentiras.

Y entonces salto a peliculilla anodina para pasar la tarde pero que tiene el mérito de que te enciende el gusanillo de leerse toda la obra de Jane Austen (que miren ustedes que lo que me he leído de ella hasta ahora bien que me ha gustado). La premisa del film no era mala, seis personas muy diferentes crean un club de lectura de las novelas de Austen. La película se llamaba Conociendo a Jane Austen.

¿Recuerdan la última película que les ha incitado a la lectura pero porque un personaje habla de una novela o de un escritor en concreto?

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Diccionario cinematográfico (145)

Grito: dícese de una voz muy esforzada y levantada como el grito que lanza día sí y día no nuestro querido Tarzán, pero el de John Weissmuller. Otra acepción señala que es una expresión proferida con esta voz, parecida a la que exclama Marlon Brando como Stanley a su amada, arrodillado y al pie de la escalera… ¡¡¡Steeellaaaa!!! en Un tranvía llamado deseo. O la misma Vivien Leigh como Scarlet en Lo que el viento se llevó cuando en un atardecer increíble grita a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre…También se define grito como una manifestación vehemente de un sentimiento colectivo. Así hay muchos gritos silentes en El acorazado Potemkin o en La huelga o La madre. O gritos que alzan o silencian al héroe en Juan Nadie. O gritos de turbas agitadas en Furia, La noche del cazador o La jauría humana. O gritos de muchedumbres que piden un cambio o justicia en Rojos, Germinal o Novecento.

El grito surge del amor apasionado tras una despedida o en una bienvenida o en una separación cruel que quizá conlleva la muerte del otro. Muchos han gritado nombres por amor… María y Tony en West Side Story o Derek a su hermano pequeño cuando aprende en sus carnes que la violencia genera violencia…, y no puede evitar que dañen a lo que más quiere en American History X. Muchos gritan ante la pérdida del ser amado como ese Al Pacino cuando matan ante sus ojos a su hija querida en El padrino III.

Muchas son las reinas del grito en el cine de terror. Damiselas ante el peligro que gritan desgañitándose y a veces ese grito sirve como salvación y otras veces preludia su muerte y gritos de dolor. O los reyes del terror que también dejan buenos gritos que se quedan casi sin aire en los pulmones. Cómo olvidar a Janet Leigh en la ducha o a la que hace de su hermana, Vera Miles, cuando descubre la verdad de Norman Bates en Psicosis.

Hay gritos de aviso ante el fragor de la batalla y otros que son de odio y otros cantan a la libertad o a otras palabras bellas. Hay gritos que son saludos políticos que te hielan la sangre. Hay personajes que gritan porque mandan, porque son poderosos, y pueden humillar con el grito… Hay personajes que gritan de desesperación o porque están perdiendo la cabeza. Otros gritan esperanzados para anunciar una buena noticia… y otros gritan horrorizados porque vislumbran algo peligroso…

El grito es cinéfilo.

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