Rubias tras la pantalla blanca

La melena rubia platino de Jean Harlow con su sensualidad que se apagó joven se cruza con los ojos tristes y enormes de la rubia, diosa sexo sin quererlo, Marilyn Monroe.

En la Fontana de Trevi grita Anita Ekberg con su melena que cae como cascada, grita a Marcelo para que vaya con ella a disfrutar de la noche romana. Para disfrutar de un momento. Y como mujer exuberante se cruza con otra rubia triste que sólo hizo comedias, con cintura de avispa, y con el sambenito de la imitación absurda, siempre buscó su hueco…, ahí se desliza Jayne Mansfield.

Las rubias hielo que son volcanes y que desnudaba el maestro del suspense en la pantalla…, hubo un trío esencial (aunque fueron muchas las rubias que pisaron sus películas). La musa, Grace Kelly. La antimusa pero protagonista de obra maestra, Kim Novak. Y la rubia ideal que quiso crear el maestro, él solito, Tippi Hedren, a la que dejó exhausta. Las dos primeras tuvieron más vida antes y después del maestro…, la Hedren, no.

Las niñas rubias que provocan sueños sexuales y son protagonistas pasivas de relaciones enfermizas con hombres de mentes oscuras… Carrol Baker, la baby doll tiene la corona… se convirtió más tarde en Harlow. La sigue Sue Lyon que hizo de las suyas cual Lolita y se sumergió en la noche de la iguana.

Las rubias virginales también tuvieron su hueco en la pantalla blanca y el símbolo máximo de la rubia pacata fue primero Doris Day y después Sandra Dee. La Day demostraría que podía hacer algo más que confidencias a medianoche…, Dee, ay, la Dee si no hubiera sido por sus adolescentes de melodramas maestros.

En el cine negro la rubia por excelencia fue la mujer de la melena en mitad del rostro Veronica Lake…, y también la aparición peligrosa de la Cora-Lana Turner con turbante incorporado.

Las rubias también desmostraron que cuando querían ser graciosas eran lo más. Y también podían dar sus pasos de baile. Otro trío de oro con melena platino al viento, Carole Lombard se muere de la risa con Jean Arthur que le hace confidencias divertidas a Ginger Rogers mientras se marca un claqué.

Y ahí tenemos a la rubia entrañable. A la mujer con la que soñaban los muchachos en la guerra, la vecinita alcanzable con hermosas piernas. La actriz que nunca se lo creyó y que cedió su cetro con elegancia a la Monroe, la pin up por excelencia, Betty Grable.

La hermosa Lara con rostro de Julie Christie fue la rubia bella que renunciaba al estrellato. En Francia Dios creo a la mujer con cara de Brigitte Bardot y allí estaba también la belleza rubia que tenía pesadillas sexuales y enloquecía con Repulsión, cantaba tristes canciones de desamor con un paraguas o era belle de jour, Catherine Deneuve. De tierras frías llegaba Ingrid Thulin, una de las musas de Bergman, que con el silencio de su rostro contaba historias. O también de Suiza llegaría la cabellera rubia de la sensual Lisolotte Pulver que lograría su lugar como secretaria erótica y divertida contando uno, dos, tres o se transformaba en triste enamorada cuando es tiempo de amar, tiempo de morir.

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Cóctel de tres películas desde la emoción

Tres películas he visto últimamente desde el rincón de la emoción. Dos actualmente en cartelera y una de las que debería haber visto en su momento y ahora he encontrado el tiempo. Y la emoción no ha estallado totalmente en ninguna de las tres. Son tres películas bien elaboradas, bien hechas pero con ese punto de cine-emoción, de cine de sentimientos, que a mí me fascina y que cuando se consigue me deja en un estado óptimo.

En esa escala, de la emoción que estalla a la emoción fría, pongo a su disposición pequeños comentarios. Desde la que más me hizo sentir a la que menos. Y todas tienen sus ingredientes interesantes y las tres comparten aquellos elementos que no las convierten en redondas o en obras para la eternidad.

¿Para qué sirve un oso? de Tom Fernández

Si algo ha dejado claro ¿Para qué sirve un oso? y lo digo con lamento es que las comedias de buenas intenciones protagonizadas por buena gente no están de moda. El espíritu de Frank Capra está de capa caída. El idealismo está en paro.

Tom Fernández regala comedia idealista y parece que pocos han querido empaparse de esta historia sencilla de buenos sentimientos (a algunos incluso les molesta) entre dos hermanos que viven su particular viaje interior en un paraíso natural, la bella Asturias.

Tampoco ha calado, que algunos han tildado de superficial, el mensaje ecologista de la película. Pero siento decir que disiento. Porque sí es un mensaje sencillo, muy sencillo y muy superficial… pero es que en materia ecológica estamos muy pero que muy poco concienciados (y somos muy superficiales) y nos puede parecer absurdo y simple que nos recuerden que hay que reciclar (casi como en un curso básico de Barrio Sésamo) pero es que desgraciadamente la gran mayoría no reciclamos correctamente. Y puede parecer muy simple el discurso que tienen esos hermanos, biólogo uno (y desesperanzado por el irremediable curso del cambio climático) o del zoólogo (que aún cree, y tiene fe, que se pueden salvar los paraísos aunque científicamente no esté muy adelantado), pero desgraciadamente el hombre sigue generando desastres ecológicos, sigue abusando de los recursos naturales y sigue destrozando el planeta sin una conciencia de que debemos cuidar lo que tenemos si queremos seguir viviendo en un planeta llamado Tierra…, así que no viene mal una bajada de humos y que nos presenten una película bonita de mensaje sencillo.

¿Para qué sirve un oso? se sustenta por una pareja de cómicos, los hermanos asturianos, que ofrecen su recital interpretativo y nos hacer reír (o a mí me provocaron la risa): Javier Cámara y Gonzalo de Castro. Dos hermanos separados que vuelven a encontrarse y a unirse a pesar de sus distintos enfoques de la vida. A su alrededor pululan una serie de personajes secundarios con encanto (pero éste es el único pero que no hizo que mi emoción se disparara del todo) pero no del todo bien construidos o mejor dicho no del todo bien aprovechados para el curso de una historia bonita. Así como el maestro Frank Capra era capaz de construir un personaje secundario con todos sus matices aunque sólo apareciera en pantalla unos segundos, la película de Tom Fernández nos deja una galería de personajes secundarios a medio construir (aunque todos con su momento tierno). Y contaba con buenos actores para ello, algunos veteranos y otros muy frescos (la institutriz de los hermanos, Geraldine Chaplin; la veterinaría de la localidad, Emma Suárez; la pareja de jóvenes que se enamora, el americano idealista y la lugareña pizpireta —Jesse Johnson y Oona Chaplin— o la niña que sufre la ausencia del padre, Sira García…

Sin embargo ¿Para qué sirve un oso? funciona y emociona para pasar una buena tarde de cine. Con momentos divertidos, otros emotivos y muchos hermosos. Deseas trasladarte a Asturias y disfrutar de una noche a la intemperie y a ser posible con un proyector de viejas películas mudas como la de los hermanos Wilson (precioso homenaje al cine mudo cómico y a la emoción que provocaba…) o estar en el jardín de una casa de piedra rodeada de montañas.

Oliver Twist de Roman Polanski

Una de mis pendientes. Polanski construye cinematográficamente la obra de Dickens, ciento un mil veces adaptada en cine y televisión, y recrea una película clásica tan perfectamente llevada a cabo que a mí, aunque me emocionó en varios momentos, me dejó un poso de frialdad y melancolía.

Recreación exquisita, reparto de niños impecable, banda sonora acorde con la historia, reflejo veraz de la miseria en Londres y de las desventuras de Oliver de forma lacerante, relato con aires oscuros y tristes, exclusión y desvalimiento de una infancia cruel, tono de un cuento triste y tenebroso, secundarios bien construido… Todos los elementos bien ejecutados en un ejercicio cinematográfico de visos perfectos. Una adaptación literaria del mundo de Dickens perfecta. Pero, ay la emoción del conjunto.

Eso sí reconozco que me fascinó, me emocionó y me hundió en la más triste melancolía sus minutos finales. La visita de Oliver a la prisión al otro gran personaje de la película, Fagin (caracterizado e increíble Ben Kingsley) pone los pelos de punta.

Chico y Rita de Fernando Trueba y Javier Mariscal

Disfruto mucho con el cine de animación. Y soy capaz de emocionarme muchísimo. Me gustan las distintas técnicas de animación (aunque no soy ninguna experta pero me gusta enterarme) que se emplean para contar una historia y los distintos trazos de los dibujantes. Me emociona Pesadilla antes de Navidad, Ratatouille, Bienvenidos a Belleville, Wall-i, Persépolis… Y esperaba esa misma sensación con Chico y Rita. Y sólo lo consiguió en pequeños momentos a pesar de que tenía todos los ingredientes para que me hundiese en un estallido de sentimientos y emociones. De nuevo, el conjunto no me llevo al éxtasis. Aunque como las anteriores películas me hizo pasar una linda tarde, y eso es para valorarlo mucho.

Chico y Rita tenía La Habana, la bella música y las hermosas canciones, la historia de amor imposible con múltiples referencias y amor al cine clásico y su romanticismo, aires de cine musical clásico a lo New York, New York, ecos de historias de amor míticas a lo Casablanca, influencias incluso de cine negro (esa muerte de ese músico cubano con sus influencias con los bajos fondos)… todo envuelto en un aire de nostalgia (que tan bien queda en las historias de amor), y un trazo original. Tenía esos personajes que triunfan y caen, a los que les duele el exilio aunque sea voluntario, a los que les duele la exclusión en un mundo que en esos momentos desprecia otras culturas o color de piel… Pero Chico y Rita no me hizo temblar tal y como hubiera esperado. Vibrar o echar unas lágrimas al escuchar un bolero o una canción de amor inacabada… ¿Sería mi estado de ánimo?¿Qué le falta a Chico y Rita para el éxtasis de emoción?¿Qué le falta para que el espectador estalle…

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La terra trema (La terra trema, 1948) de Luchino Visconti

Visconti, un aristócrata con una ideología social cercana y simpatizante al Partido Comunista Italiano, empezó su trayectoria cinematográfica bajo los postulados del neorrealismo, un cine de posguerra que trataba de reflejar a una Italia que intentaba resurgir de sus cenizas y que quería ponerse al lado de un pueblo que vería cómo era retratado en la gran pantalla blanca. El neorrealismo además era una corriente cinematográfica europea que permitía nuevos caminos del modelo cinematográfico imperante y pionero en las nuevas olas europeas que preludiaban un cine nuevo, un arte que avanzaba. Con el neorrealismo empieza también una querencia por querer ver en el director a un autor, a un creador.

El aristócrata, virtuoso en la puesta en escena, ya se había acercado de manera original a la clase obrera italiana con su peculiar adaptación de la novela El cartero siempre llama dos veces en la película Ossesione. Ahora toma como referente una novela italiana cercana al naturalismo I Malavoglia de Giovanni Verga para llevar a cabo su segunda obra cinematográfica, La terra trema, el episodio del mar. El proyecto era una trilogía. Primero iba a reflejar la historia de los pescadores, después de los mineros y por último de los campesinos. Era un proyecto financiado en parte por el Partido Comunista Italiano pero dificultades, entre ellas las económicas, impidieron que el proyecto pudiera ser concluido. No obstante Visconti logra que una obra que podría haberse convertido en simple cine propagandístico sobrepase su fin y se convierta en una obra que a mí personalmente me ha deslumbrado. Una obra artística que permite una serie de lecturas interesantes.

Visconti traslada su equipo, su cámara y su mirada a una localidad pesquera Acci Trezza en Sicilia y convierte la historia de una familia pesquera (interpretada por habitantes de la localidad), la familia Valastro, en una tragedia de ecos clásicos y universales. Así la historia de opresores y oprimidos adquiere una belleza que duele. La premisa de partida es sencilla pero adquiere elementos épicos. Ntoni, el joven líder de la familia, harto del yugo que sufre generación tras generación su familia bajo el ‘imperio’ cada vez más feroz de los comerciantes que se aprovechan de su trabajo y lo pagan mal perpetuando su pobreza y la de su pueblo, decide rebelarse. Pero los compañeros aunque le escuchan no se atreven a apoyarlo (aunque se protagoniza una pequeña revolución en el mercado que acaba con varios de ellos en la cárcel), así Ntoni decide volverse autónomo, ser dueño de su barca y su pesca e hipoteca la casa familiar (con apoyo de todos los integrantes). Sin embargo aunque empiezan con buen pie y con una buena pesca de boquerones…un día de tempestad pierden la barca y todos sus instrumentos hundiéndose la familia Valastro en la miseria y en la ruina agobiados por las deudas bancarias.

Ntoni y familia se convierten de familia emprendedora y envidiada a apestados. El pueblo no les perdona el haber roto con la tradición de siglos y además haber fallado y los patronos quieren que vuelvan a arrastrarse a sus pies. Así Visconti y su cámara narra con desgarro y dolor la desestructuración de la familia de Ntoni y su caída en la miseria más absoluta así como la caída del héroe y su resurgimiento doloroso pero con la lección aprendida. Sus ideas no son malas, su pensamiento de injusticia es verdadero pero solos en el camino no pueden contra el sistema… el despertar tiene que ser colectivo.

Visconti logra un ‘milagro cinematográfico’ pues muestra la cotidianidad de un pueblo pesquero, refleja el trabajo del pescador, los momentos cotidianos, desarrolla y apunta historias secundarias con una puesta en escena sobrecogedora. Consigue realismo pero empapado de un lirismo especial y arranca unas interpretaciones naturales con unos diálogos hermosísimos de los pescadores. Envuelve al espectador con unos rostros que atrapan así nos dejamos arrastrar por el abuelo, la madre, las hermanas Julia y Mara, cada uno de los hermanos desde los más mayores hasta los niños…, cada uno de los habitantes del pueblo (desde los que tienen el rol de ‘poderosos’, los comerciantes, hasta los vecinos –los otros pescadores, el sargento de policía, las abuelas, los niños, los jóvenes, el albañil…– o la estrambótica aristócrata que permite la compra de unos barcos hacia el final de la historia).

Varias escenas se quedan en la retina como la salida de los barcos al atardecer y su llegada al amanecer o esa maravillosa espera de las cuatro mujeres de la familia vestidas de negro asomadas a las rocas para ver si el salvaje mar les deja vislumbrar la barca de los pescadores. No tiene desperdicio la escena alegre y emotiva de los habitantes salando los boquerones en un ambiente esperanzador y festivo. Las conversaciones entre los hermanos mayores o entre Mara y su enamorado, el albañil…, son infinitas las escenas que construyen un relato desgarrador que culmina con una escena dolorosísima que es la de Ntoni con sus hermanos regresando a pedir de nuevo trabajo a sus patronos. Ante la crueldad de los comerciantes y patronos, Ntoni con dolor no cede a su dignidad y la mirada lo dice todo.

Tan sólo pondría un pero y es sin duda al uso de la voz en off que no aporta a la narración sino que señala repetitivamente lo que ya nos están poniendo en imágenes. Sin duda tiene que ver con el espíritu inicial del proyecto y con la idea de transmitir determinado discurso ideológico sin que el espectador interprete otras miradas mientras está viendo La terra trema.

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Diccionario cinematográfico (156)

Ojos verdes: Aquellos ojos verdes de mirada serena dejaron en mi alma eterna sed de amar…, así suena en In the mood for love. O podemos irnos a Las cosas del querer y escuchar: Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón.

Nos vamos al mundo fantástico de Bécquer, a una mujer-tentación con ojos verdes que arrastra al amor maldito. Así el autor antes de dar paso a su leyenda cuenta que “de seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano”. ¿Cuántos ojos así hemos visto sentados en la butaca frente a una pantalla blanca?

Y en el cine con aires de romanticismo o también de amor maldito aparecen mujeres que arrastran su mirada de ojos verdes. También en películas de misterio y terror donde hay maldiciones y tentaciones. Son difíciles de encontrar pero cuando te cruzas con ellos no puedes retirarte. ¿Por qué si hablamos de ojos verdes pensamos en damas? También hay caballeros… pero en el cine pertenecen a las estrellas.

Gene Tierney y Vivien Leigh tuvieron los ojos verdes… que cruzaban la pantalla. En unos vimos reflejados el amor fou capaz de matar sin inmutarse sólo porque el hombre al que ama la tenga únicamente a ella. La adore.  Porque sólo el cielo podía juzgarla. O también fueron aquellos ojos los que enamoraron a un detective que ama a una muerta a la que ve retratada en un cuadro, se llamaba Laura. A la otra la vimos con su mirada ante un incendio feroz que devora Atlanta…, todo se lo lleva el viento o perdiendo la cordura en un tranvía llamado deseo.

Ava Gadner y Deborah Kerr tuvieron los ojos verdes… que cruzaban la pantalla. En unos vimos a la condesa descalza que devoraba la vida a tragos en la noche de la iguana. En los otros la dama tranquila y elegante que podía caer en el suspense y perder la cordura porque sus ojos verdes veían fantasmas o absolutamente desbocada, con sus ojos bien abiertos, rodando por el mar en beso apasionado.

Podemos continuar la búsqueda de esos ojos verdes…, siempre únicos o quizá tan sólo misteriosos.

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Farley Granger, la despedida de un extraño

La desaparición de Liz Taylor ha hecho que pocos recuerden o pocos se hayan despedido de Farley Granger que murió el pasado 27 de marzo a los 85 años. A Granger pocos le recuerdan…, y siempre sobre su trabajo como actor se han vertido los siguientes calificativos: soso, aburrido o mediocre…, reconociéndole que era tan sólo un bonito rostro que tuvo su momento de gloria durante los años cuarenta y cincuenta. Quizá su valoración como actor también se deba al propio Granger el cual nunca se lanzó piropos y él mismo se desprestigiaba en distintas declaraciones. Yo no opino como él. Farley Granger tenía una personalidad que le hizo no encajar en el mundo de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta. Además durante esos años ya se sabe que la ciudad del celuloide se dejó llevar por una ‘doble moral’ de cara al público y Granger nunca entró en el juego. El bello de Farley nunca ocultó su bisexualidad, amaba a hombres y mujeres por igual y no hizo nada por esconderlo ni permitió que la maquinaria publicitaria se inventara historias, amores y rumores que no sentía. Por otra parte tampoco le ofrecieron muchos papeles en los que pudiera mostrarse versátil… pero sí pudo entrar en el Olimpo por cuatro películas que hacen que nunca se le olvide. Y en ninguna de las cuatro valoro que Granger sea soso, aburrido o mediocre.

Desde la primera vez que vi el rostro de Granger me enamoré de él. Siempre me llamó la atención. Farley protagonizó dos películas del maestro del suspense y en el momento y edad mi mirada no fue consciente de los matices de sus personajes en La soga o en Extraños en un tren. Sólo observé a un hombre bello, delicado, arrepentido y débil que pedía a gritos una pizca de compresión y cariño. Según iba creciendo me iba dando cuenta de otras complejidades ocultas tras estos personajes aparte claro está de una homosexualidad latente (pero sin ser nombrada) de ambos personajes.

Después me quedé absolutamente noqueada con Los amantes de la noche de Nicholas Ray. Ahí era el joven Bowie abocado a un destino trágico, a la mala suerte, un joven delincuente al que se le tuerce la vida sin quererlo y que no puede tener una tranquila y bonita relación con la chica que ama, Keechie. Así el poeta Ray ofrece una historia de amor fou y dramático desenlace donde Granger se muestra sensible y perdedor junto a su compañera Cathy O’Donnell. Ambos volverían a encontrarse en otra historia de cine melancólico y negro de la mano de Anthony Mann, Side Street (que todavía no he podido ver).

En otro papel que no puedo olvidarle donde el bello Granger es además perverso (y depravado) y te lo crees es en una producción italiana de Luchino Visconti, la maravillosa (para la que esto escribe) Senso. Visconti crea la historia de Livia, una aristócrata italiana que se enamora perdidamente de un oficial del ejército austriaco con rostro de Granger. Que la embauca, la enamora, la abandona, se burla de ella…, pero él no espera las trágicas consecuencias ni cómo reaccionará la Livia despechada que ha sido capaz de dejar todo y de traicionar a muchos por amor.

El debú de Granger fue como un joven adolescente ruso en la interesante, no por su calidad artística sino por su valor histórico, (ya hablé ayer de ella) La estrella del norte, película no bien recibida por la cadena de periódicos de Hearst que ya era acérrimo anticomunista y no concebía que se presentara a los rusos como pueblo amable y sufridor con una banda sonora con La internacional de fondo… aunque los rusos fueran aliados en la Segunda Guerra Mundial en la lucha contra el nazismo.

Su carrera cinematográfica no fue mucho más larga ni prolífica en el mundo del cine. Él mismo veía que no protagonizaba grandes películas así pasea correcto por Vida de mi vida o por las películas con varias historias como Cuatro páginas de la vida y Tres amores o por curiosidades como El fabuloso Andersen o La muchacha del trapecio rojo.

Fue un hombre que amó y fue amado. Sus distintas relaciones con hombres y mujeres fueron bastantes, siempre fue fiel a sus amigos y conservó la amistad con aquellos con los que vivió una historia de amor. Quizá su historia más conocida fue con una actriz que a mí me parece magnífica y siempre a reivindicar Shelley Winters.

El que fue una estrella extraña que nunca se creyó actor se marchó hace unos días pero ahí sigue en la gran pantalla con ese rostro bello que oculta una personalidad compleja y unas interpretaciones que estaré encantada de volver a ver…

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La calle (Street Scene, 1931) de King Vidor/ De ratones y hombres (Of mice and men, 1939) de Lewis Milestone

Si uno estas dos películas en un mismo post es para dejar constancia de que en el Hollywood de los años 30 existió un cine conectado con la realidad que se estaba viviendo. Lejos del escapismo, el espectáculo y el glamour (que también convivía y que también dejaba grandes joyas). Un cine social y de denuncia que recreaba una situación determinada. Un cine que antes de la censura y poco después de que ésta se instalara de lleno (el código Hays) hablaba al desnudo y presentaba un abanico de ideologías.

Un cine que planteaba problemas sociales y situaciones que podía reconocer el espectador que entraba en la sala. El crack del 29 tuvo su reflejo cinematográfico de muy distintas maneras así como sus consecuencias. Podemos saber de la crisis en una screwball comedy como la maravillosa Al servicio de las damas, en un musical como Vampiresas 1933 o en los dos dramas sociales que nos ocupan (que ambas son además adaptaciones de una obra de teatro y de una novela).

Ambas películas son dirigidas por dos directores de prestigio en el momento en que fueron creadas pero que a la vez actualmente han caído en olvido. Por una parte King Vidor, cineasta sensible capaz de crear obras del calibre de Y el mundo marcha, que rodó un musical sólo con actores negros Aleluya en 1929, que hizo llorar a todo el mundo con El campeón, que reflejó un duro drama rural en El pan nuestro de cada día o que dirigió uno de los melodramas más desatados, Stella Dallas. Sin embargo si alguien recuerda a Vidor es por un buen western melodramático como Duelo al sol a todo color que muestra su buen hacer y que ha contado con una mejor distribución que sus obras anteriores. También llama la atención su particular y compleja adaptación de la novela de Ayn Rand, El manantial, que es una autora que reflejaba su pensamiento de un liberalismo radical. King Vidor es un creador a tener en cuenta y que espera una recuperación de su figura. De momento yo quiero tratar de conseguir su autobiografía Un árbol es un árbol que aseguran es una pequeña joya.

Por otra Lewis Milestone más caído en olvido que su compañero cuenta también con una trayectoria cinematográfica de interés. Por una parte creo un contundente testimonio pacifista dejando al descubierto el horror de la guerra en una película plagada de momentos intensos y con una lírica especial, Sin novedad en el frente. También es el creador de la primera versión The front page (que ya sabeis cómo me toca a mi de cerca). Me atrae su adaptación de novela de Somerset Maugham, Lluvia. Dirigió la ahora documento histórico La estrella del norte, mucho antes de los tiempos de la guerra fría (que demonizarían al pueblo ruso en las películas estadounidenses), que era película bélica propagandística e ideológica donde se presentaba una historia de sufrimiento de los rusos bajo el dominio nazi con La Internacional a tope en una historia sobre los aliados de EEUU para terminar con el dominio nazi. Milestone también dirigiría una joya del cine negro, la oscura El extraño amor de Martha Ivers… Y quizá su película que ha logrado mayor distribución es un rodaje de los años sesenta, rodaje infierno, como es Rebelión a bordo (que no carece de interés) con la cara de un Marlon Brando que iba sumando un fracaso tras otro en este periodo de su carrera cinematográfica.

La calle ha supuesto toda una agradable sorpresa para mí que la disfruté desde el minuto uno hasta el final. King Vidor emplea el lenguaje cinematográfico para llevar a la pantalla una obra de teatro de Elmer Rice. Una obra coral que transcurre en el portal de una casa de un barrio humilde de New York donde los vecinos de los distintos pisos son protagonistas despuntado el drama de una de las familias que rompe con la cotidianeidad del día. Los vecinos son jóvenes, mayores, niños, de distintas procedencias y con ideologías políticas muy diferentes que sin embargo conviven a diario y comparten penurias, rumores, algunos momentos agradables, sueños, frustraciones… La calle no se mueve del portal pero King Vidor aporta unas soluciones cinematográficas maravillosas, la cámara baila (pero ojo baila muy bien) y ofrece unos puntos de vista inesperados, y el espectador nunca siente el estatismo. Además de contar con una buena historia y de su tratamiento (muchas frases empleadas hoy no han perdido vigencia) cuenta con una buena galeria de actores de las que sobresale Sylvia Sidney, actriz con una carrera interesantísima y protagonista cumbre del cine realista norteamericano en la década de los 30, una genial cotilla con el rostro avinagrado de Beulah Bondi y un increíble David Landau que genera el climax dramático y tiene una escena maravillosa de hombre rudo y duro a un hombre roto consciente de su locura e irracionalidad.

De ratones y hombres, esta primera versión de Milestone, recibió en España el nombre de La fuerza bruta y adapta la maravillosa novela de Steinbeck De ratones y hombres. Yo además de adorar esta novela, me encanta la versión cinematográfica de Gary Senise. Sin embargo he descubierto aciertos en la obra de Milestone que se me quedarán grabadas en la cabeza. Primero el maravilloso arranque y títulos de crédito. Segundo el que nos recuerda la existencia de la actriz Betty Field. Tercero encontrarnos con otros roles muy diferentes a los que desarrollarían en sus respectivas carreras: los protagonistas de esta historia de sueños frustrados en tiempos de crisis, Lennie (Lon Chaney Jr), la fuerza bruta con poco cerebro y memoria, y George (Burgess Meredith), el cerebro desencantado que se aferra a la amistad y al cumplimiento de un sueño. Cuarto un descubrimiento: el actor Roman Bohnen como el abuelo Candy que te rompe el corazón en cada escena que sale. Y quinto una escena brutal con Candy como protagonista: cuando le obligan a desprenderse de su viejo perro.

La calle y De ratones y hombres dejan indagar así en esa otra cara del Hollywood de los años treinta. Un cine realista, cercano a los tiempos que corrían y que trataba de mostrar y abrir los ojos.

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