… De contrabandistas, iconoclastas y otras danzas. Dos documentales

Esta semana he tenido la suerte de visionar dos documentales que merecen la pena por distintos motivos.

Si eres una de esas personas que considera que tiene cine en las venas, puedes recrearte con el documental Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano tal y como lo ha hecho Hildy. Martin Scorsese en este macro documental (tres episodios) ofrece su mirada cinéfila y apasionada para contar de manera certera su particular historia del cine americano.

Y es emocionante realizar este viaje con Scorsese. Disfrutar de su original visión. Te cuenta la Historia del cine americano de varias maneras y todas interesantes. A partir de los géneros cinematográficos más relacionados con el cine americano: el western, el cine negro (primero de gánsters y después su evolución al film noir) y después el musical. O también un recorrido apasionante por los adelantos tecnológicos, aquellos que enriquecían y enriquecen el lenguaje cinematográfico, que plantean nuevas posibilidades de contar en imágenes. Y por último un camino mágico y muy interesante por aquellos directores que supusieron un paso más en el arte del cine. Directores que contaban con su mirada peculiar para contar aquello que no se podía o que se saltaron directamente las normas. Scorsese los llama los directores contrabandistas (y la importancia del cine de bajo presupuesto para moverse en márgenes de libertad) o los iconoclastas (aquellos que se saltaron las reglas como Stroheim, Welles, Preminger…). Scorsese, apasionado, se queda en los años setenta, ya que como explica en esa década él y sus colegas empezaron a hacer películas… y ya esa mirada corresponde a otros, que puedan observar desde fuera.

También fui a sala de cine para poder disfrutar en 3D el documental Pina. Un documental que fusiona danza y cine (un matrimonio normalmente bastante bien avenido). Es un documental realizado desde las entrañas. Desde el corazón. Desde el corazón de un buen amigo y de un grupo de bailarines que quiere expresar qué supuso la manera de entender la danza de la coreógrafa Pina Bausch en la vida de cada uno de ellos. Un documental que trata de mostrar el corazón de la danza, de la danza según Pina.

Danzad, danzad porque si no estamos perdidos.

Es un grito de pasión.

Y eso es lo que refleja un 3D que te mete en el centro del corazón de la danza de una coreógrafa por la que sus bailarines sienten un montón de cosas… porque les ha dado un lenguaje, una forma de expresión, unas emociones, unos recuerdos, unos sentimientos… Y ahí está el amigo Wim Wenders para dar forma a este canto de amor a la danza. Con rostros, voces, coreografías-homenaje, imágenes del pasado de la amiga ausente…

Puedes no haber visto nunca una coreografía de Pina. No conocerla. No importa. El documental te abre puertas a su forma de entender la danza. Un documental que late, que siente, que te hace latir y sentir…

Hasta ahora nunca había disfrutado tanto con el 3D. No soy muy amante de este avance tecnológico, lo reconozco. Sin embargo en este documental logré meterme en esa tercera dimensión que hizo bailar a mi mirada y a mi corazón.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Boleto al paraíso de Gerardo Chijona

Desde Cuba, Boleto al paraíso.

Eunice (Muriel Cejas) inicia un viaje. Exterior e interior. Y su rostro nos cuenta todo. Su rostro, narra.

Y en todo viaje iniciático hay transformaciones.

Y en todo viaje iniciático hay encuentros y desencuentros. Obstáculos y más obstáculos. Decisiones que cambian la vida.

Y como todo viaje iniciático puede reflejar una metáfora.

Eunice se encuentra con unos acompañantes de su misma edad. Otros jóvenes.

La protagonista trata de alcanzar el paraíso en 1993… pero no está marcado en los mapas. El paraíso no se encuentra en esa isla que se ahoga y se llama Cuba. No hay salida. Para ninguno.

Boleto al paraíso es película que exuda verdad…

Gerardo Chijona se empapa de una situación que quiere contar. Así con cuerda de equilibrista pasea por el melodrama, el realismo social, el love story, el viaje iniciático, la película de grupo de adolescentes, el nihilismo y la metáfora de una Cuba amordazada y sin salida (recordemos que sitúa la acción en un año clave para Cuba, justo cuando la URSS deja de existir definitivamente -1991- y Cuba se queda cada vez más solitaria en el mapa).

En un principio la película del veterano Chijona sigue esa corriente de jóvenes nihilistas que no encuentran salida a sus vidas, que no pueden salir de sus barrios, esos jóvenes que entonces inician un viaje desesperanzado a la caída. Así se nos quedaron en la retina aquel cine quinqui de finales de los setenta principios de los ochenta en esta península nuestra… con historias como la de Deprisa, deprisa de Carlos Saura o Colegas de Eloy de la Iglesia, historias que se prolongaron con Fernando León y Barrio.

Chijona parte de una situación real. Atrapa testimonios verdaderos. Y dentro de esa verdad necesita unos intérpretes que la representen. No quiere estrellas, quiere miradas. Y casi como un neorrealista, en casting laborioso, encuentra esos rostros jóvenes y espontáneos que tratan de encontrar ese boleto al paraíso. Actores que están empezando y se entregan…Y ese grupo de jóvenes… que no encuentra salida, funciona.

Para actores secundarios se apoya en pesos pesados de la cinematografía cubana que dejan su rostro testimonial (y los personajes menos dibujados…, lástima porque sí podían aportar mucho a la historia) para una obra cinematográfica que sale adelante a base de empeño y porque todos creen en el proyecto. Así nos encontramos con el rostro de Jorge Perugorría o Luis Alberto García.

Y de esa verdad se sirve para plantearnos el clímax de la película que pasa de melodrama con grupo de jóvenes a película nihilista y existencialista que parte el alma. El giro, la decisión del joven protagonista (Hector Medina Valdés), supone un bucle en la historia y en la película. La decisión rasga en dos la historia.

Sólo hay un momento en que sentimos que quizá han encontrado ese boleto al paraíso… y es cuando Eunice y compañía danzan libres en un concierto de rock. Si hay algo liberador es la música… En la isla (y en otras partes, no olvidemos… mientras no dance la industria y el marketing) la canción protesta ha pasado relevo a lo que ahora es música clandestina. Y en esa música hay grito y protesta.

Película que presenta una Cuba triste, una Cuba que se cae a pedazos, una Cuba donde las jóvenes generaciones no vislumbran un futuro. O donde el futuro es todavía una incógnita. Así Eunice, al final de su viaje, nos mira, interroga e incómoda. Del ojo una lágrima. Es un plano fijo que reta al espectador a reflexionar… algo que ya hizo Truffaut con ese Antoine Doinel que nos mira, retador, y al fondo el mar. Eunice también nos mira, encerrada entre cuatro muros…

Sólo por ponerle un pero… no eran necesarios los incisos temporales. Los carteles de tres meses después, unos años después (que siempre recuerdan a película basada en hechos reales…). Las imágenes en sí y la historia ya nos da el tiempo… no hace falta señalarlo.

Boleto al paraíso continúa su viaje por diversos países, festivales y certámenes. Ahora representará a Cuba en los Goya… y sigue su camino. Ahí está una Cuba triste con mirada de un director que siempre se decantó por la comedia. Ya se dice que un espíritu cómico siempre puede contar la historia más triste…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El teniente seductor (The smiling Lieutenant, 1931) de Ernst Lubitsch

¿Serían ustedes, queridos míos, capaces de creerme si les digo que en el seno de esta película de Lubitsch de 1931 ya estaba el argumento de Grease de 1978? Grease es casi un remake…

No, no tengo fiebre.

Esta comedia musical llena de detalles e interpretaciones… Esta comedieta de la Paramount ideada para olvidar los tiempos de crisis… Esta divertida delicia me recuerda a la ‘sorpresa’ que todo el mundo ama en esa típica comedia musical americana de instituto con Olivia Newton John y John Travolta. La sorpresa era: la transformación de la mojigata Sandy en la rockera (fiel eso sí) sueltecilla de cascos vestida de negro, y muy sexual, y volviendo loco a un Danny (paletillo él) enamorado ya de la mojigata… Nuestros bisabuelos, incluso, eran más ladinos y sinceros… porque nuestro teniente ni siquiera está enamorado de la mojigata antes de su transformación…

En Grease una de las artífices de la transformación de la mojigata es la chica mala del instituto. Aquí en El teniente seductor, que también hay transformación de mojigata a mujer sexualmente libre para deleite del ‘hombre casado’ (toma castaña), también nos encontramos a la chica ‘ligera de cascos’ que no sólo se pone de lado de la mojigata sino que la ayuda a llevarse al teniente ‘sonriente’ en cuestión al catre.

El teniente seductor es opereta popular, elegante y alegre, casi de vodevil, que juega en sus canciones y chispeantes diálogos al doble sentido y al equívoco… donde ya Lubitsch estrena su toque especial. Lubitsch ya lleva mucho cine a cuestas y en este vodevil ofrece puro cine y divertimento. Y a los americanos deprimidos les hace soñar con una Europa (Viena) de carnaval. Donde Stroheim veía decadencia pura y dura, Lubitsch juega a un romanticismo alegre y nostálgico lleno de dobles sentidos, a una comedia ligera y elegante que irá revistiéndose en el futuro de pura crítica, de doble fondo, donde irá mostrando esa Europa de entreguerras que se derrumba en batalla terrible. En Grease, en los desencantados años setenta, se nos refleja pura parodia de película de instituto, tiempos de brillantinas e inocencias que ya no tienen cábida. Y la fórmula funcionó.

En ambas el hombre juega a que tiene que ir de flor en flor y que no puede evitar ser un seductor infiel y la mujer o es ligera de cascos o mojigata… hasta que llegan a la fórmula ideal: ambos casos en un único molde… En Grease se canta a una fidelidad y una felicidad ficticia… los protagonistas terminan por los cielos ante tamaño imposible. En El teniente seductor, dicho teniente está fascinado por su chica ligera de cascos y ni se fija (sólo por un ‘problema de estado’ y porque es obligado a casarse con la mojigata) en la mujer princesa y recatada. Tan sólo caerá en sus redes tras la transformación donde además olvidará rápidamente su amor por la chica ligera de cascos. ¿Más real y acorde con la verdad? La chica ligera de cascos, también es moderna para la época, y prefiere la complicidad con la mojigata, con la otra mujer, y seguir su vida solitaria como líder de su grupo musical… a luchar por su teniente seductor. Se lo regala a la princesa… y de paso la ayuda con la transformación.

Dejando ya la comparación con Grease… sólo señalar a las heroínas-protagonistas de la transformación de los años treinta: unas jovencísimas y magníficas (preparadas para llevar a cabo unas filmografías deslumbrantes) Claudette Colbert (la chica ‘ligera de cascos’ y violinista líder de un grupo de mujeres-orquesta) y Miriam Hopkins (princesa de pequeño e inexistente país europeo, mojigata acomplejada que terminará convertida en vampiresa enamorada para llevar al teniente a su cama nupcial con una sonrisa). Ojo a los principios de una Colbert que me sorprende cada día más…, fue la chica sexy de los años treinta, que antes del código Hays se bañó desnuda en el mar o mostró sus encantos en una piscina de leche de cabra… Y ojo también a una olvidadísima Miriam Hopkins que fue actriz fundamental en los treinta…y ya casi olvidada en los cuarenta.

Y ¿quién es el teniente seductor? El no va más de lo chic, de lo europeo… en aquellos años de Depresión. El teniente seductor es el francés Maurice Chevalier que durante los años treinta fue una de las presencias más famosas del cine americano, protagonista de comedias musicales y operetas… donde siempre sale repeinado, seductor y juguetón.

Lubitsch ejerce de maestro-director europeo exiliado que trajo su arte al cine americano, su ‘toque’ elegante de contar con imágenes. De sugerir tras las puertas un montón de historias. De cuidar a los personajes secundarios y darles a todos una historia (como hacía también Capra)… de narrar cinematográficamente con una mirada especial.

Lo dicho empieza el espectáculo.

Disfruten de El teniente seductor, comedia musical con encanto.

Y perdonen mi empanada mental.

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Sé adonde voy (I know where I’m going, 1945) de Michael Powell y Emeric Pressburger

A veces se dan uniones profesionales únicas, así ocurrió en el cine británico, en tiempo de guerra dos hombres unieron sus destinos laborales y surgió un mundo al otro lado de la pantalla. Un mundo de lugares escarpados, un mundo extraño, casi onírico, o a veces difícilmente explicable a través de la razón…, un mundo donde las fronteras del tiempo y el espacio son otras, donde la gente funciona de otra manera ya sea a través del drama, la aventura, la comedia o el musical. Un mundo maravilloso de efectos especiales increíbles, de una fotografía y ambientación sorprendente. Un mundo mágico ya se plasme en blanco y negro o se haga un uso atrayente del color. El mundo especial creado por Michael Powell y Emeric Pressburger que no sólo eran productores sino también directores, guionistas…

Adentrarse en sus películas es toda una sorpresa. Y siempre, por lo menos para la que esto escribe, una agradable sorpresa. Sus mundos creados son un descubrimiento. Su sello, a parte de la forma de plasmarlo, es un argumento con un toque distinto y original. Su cine es distinto. Sus historias son distintas. O conectas o no conectas.

Hasta ahora mi viaje con Powell y Pressburger me ha hecho inmiscuirme en esa maravilla, entre mística y sensual, que es Narciso negro. El arte de la danza y los entresijos de un mundo complejo me dejan siempre en el sitio en Las zapatillas rojas. Un viaje entre el amor, la muerte y la vida es posible en A vida o muerte. Un musical absolutamente delirante es posible en Los cuentos de Hoffmann… Sin embargo, por suerte, aún me queda mucho por descubrir de ambos y le ha tocado el turno a Sé adonde voy, comedia romántica siempre con el toque original de Powell y Pressburger tanto en el planteamiento como en su aspecto formal.

Ya desde los créditos nos enganchan. Sé adonde voy es de sus obras cinematográficas en tiempos de guerra… y así dan al espectador una ‘pausa mágica’ a una guerra terrible. De esta manera viajamos junto a la protagonista, Joan Webster, a las Highlands escocesas. Los directores nos han puesto en antecedentes…, nuestra protagonista desde que era una bebé tiene claro adónde va. Es una heroína pragmática, realista e independiente que culmina su camino a los 25 años cuando va a casarse con un gran magnate que vive en una lejana y, suponemos que paradisiaca (no la visitaremos nunca), isla escocesa.

Y ahí que acompañamos a nuestra heroína en su viaje para encontrarse con el hombre elegido. Cuando llega a un territorio, Port Erraig, que le permitirá coger el barco que le deposite en la isla de su destino, Kirolan, sufrirá un contratiempo ajeno a sus ganas de finalizar el camino trazado. La inclemencia del tiempo, las fuerzas de la naturaleza no posibilitan la llegada a la isla. A partir de este momento nuestra protagonista se encuentra con un mundo nuevo que nada tiene que ver con su realismo y pragmatismo… y  se encuentra atrapada en una tierra llena de bellas leyendas, llamativas costumbres, rodeada de naturaleza salvaje, y gentes que encuentran otros motivos para vivir, no sólo el dinero. Nuestra protagonista disfruta con las celebraciones, las leyendas, las costumbres, el extraño gaélico… y con la salvaje naturaleza. Y sobre todo conoce al dueño de la isla Kirolan; su futuro esposo sólo la ha alquilado durante el periodo de guerra. El dueño se llama Torquil MacNeil… viene de la guerra, tiene un breve permiso y quiere disfrutar de la belleza de su isla. MacNeil, un hombre joven y vital, le cuenta a la protagonista que está sujeto a una maldición terrible, él y las distintas generaciones de su familia, no puede acceder a un castillo abandonado…

Así Joan, como los espectadores, se va abandonando a un mundo extraño pero atractivo. Un mundo al que no puede dominar… alejado de lo pragmático y realista… La fría –aunque divertida- Joan ve cómo sus planes se van cayendo uno a uno, el orden de su vida se desmorona, los vientos y las fuertes lluvias impiden su destino y le muestran otra realidad posible… al lado de MacNeil. Su magnate cada vez es más lejano… y eso asusta a Joan que quiere a toda costa huir de lo que está conociendo e ir a los brazos de la seguridad del camino trazado. Aunque arriesgue su vida y la de otros personajes…

Powell y Pressburger logran así plasmar en un hermosísimo blanco y negro el encanto de una naturaleza salvaje y nos empapan de un increíble paisaje de las Highlands. Así el revuelo del paisaje y del clima es similar al que vive la protagonista en su espíritu. Nos dejan vislumbrar la niebla, las montañas, los vientos, el mar embravecido… Y también nos empapan de momentos íntimos: los protagonistas observando desde una escalera una celebración y baile, Joan en su cuarto… o instantes costumbristas (el baile, el viaje en el autobús, la comunicación con la isla con la radio…), todo envuelto con una música popular escocesa donde la melodía de las gaitas se convierte en algo mágico. La protagonista tampoco es ajena a una galería de personajes entrañables… y peculiares.

Los directores también, como acostumbran, nos dejan en esta agradable película momentos insólitos de gran belleza: esa cabina telefónica al borde de una cascada o uno de los momentos culminantes del viaje de la protagonista… cuando decide arriesgar la vida (por el miedo a los cambios que se están produciendo en su interior) y en una pequeña lancha en compañía de un joven y de Torquil tratan de enfrentarse a la tempestad para llegar a la isla… indescriptible.

Sé adonde voy… es un viaje a lo extraño recomendable. Powell y Pressburger son una garantía perfecta para asegurarnos un camino repleto de sorpresas y, sobre todo, de una belleza diferente.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Cara de ángel (Angel face, 1952) de Otto Preminger

A veces una película de encargo se puede convertir en una película de culto. Una obra cinematográfica realizada sin pretensión alguna…, más bien para culminar una venganza, se transforma en una obra con fuerza y a tener en cuenta.

Jamás olvidaré la primera vez que vi Cara de ángel hace bastantes años en un pase televisivo nocturno y mi rostro tras la última escena… Me impactó y se convirtió en película inolvidable. Ahora he vuelto a verla y el efecto, aun sabiendo su final, ha sido el mismo.

Parece ser que Cara de ángel fue fruto de una venganza del productor Howard Hughes con la estrella británica (que ya estaba construyéndose su porvenir en Hollywood) Jean Simmons. Guerra titánica que acabó en tribunales. Una de esas tantas guerras que emprendieron actores y actrices contra los contratos-esclavizadores de las grandes productoras (y por tanto productores al acecho de estrellas-objeto para emplear a su antojo). Así Hughes sólo podía contar con Simmons durante dieciocho días (después de otra de sus fuertes disputas) y él quería que rodara una película y que además ‘sufriera’ en el rodaje con uno de los directores que tenía más fama de temible, Otto Preminger. El problema es que Preminger trabajaba para otra productora… pero Hughes movió sus hilos e influencias. Y Preminger aceptó otro trabajo para realizar su labor como director. Así se vio con una historia que al no gustarle nada transformó junto a otros guionistas en Cara de ángel… y en unos pocos días surgió una obra-impacto.

Jean Simmons es la cara angelical del título, la niña rica Diane Tremayne, que vive en una mansión en la montaña junto a su adorado padre, un desencantado novelista y buen hombre… y una millonaria madrasta. Ella, Diane, es una extraña en un nuevo país (está desubicada y lo que es también peligroso… aburrida)… y arrastra unas complicadas relaciones familiares. Está a punto de cumplir 20 años y tras su bonito rostro oculta un alma atormentada, manipuladora y una compleja salud mental. Su tiempo lo ocupa en tratar de atar a su padre con sonrisas, juegos y dulzuras y en planear distintos juegos macabros contra el obstáculo que se inventa: su madrastra, que además la dejaría siendo una niña rica que controla un imperio económico.

En esta tela de araña de relaciones familiares entra un nuevo personaje… Frank, el chico duro de la función de espíritu manipulable. Un conductor de ambulancias (veterano de guerra con ambiciones de futuro y una guapa e inteligente novia que cala a Diane desde su primer encuentro y se sabe derrotada) que acude a la llamada de la mansión cuando la madrastra casi muere ahogada en su propia habitación por un ‘escape’ de gas. Frank sólo podía tener el rostro de Robert Mitchum.

Preminger logra plasmar un primer encuentro premonitorio. Cuando Frank va a abandonar ese hogar acude a la música de un piano. Se queda parado y ve de espaldas a una joven que toca. Se acerca. Sigue un impulso… Es el canto de la sirena (ya sabemos lo que pasaba cuando las sirenas atraían a través de su canto a los marineros…). La niña angelical es la mujer fatal. Y lo malo es que el protagonista masculino, el duro de la función es consciente desde el principio. Pero sin razón lógica cae atraído bajo el influjo de la sirena. Y sin explicación posible caerá bajo sus redes. Su encuentro es un choque fuerte. Ella llora desconsolada, histérica, y él la pega un bofetón para que se calme…, y la dulce niña rica… devuelve el tortazo, mucho más fuerte. Ya nos han representado quién será más destructor…

A partir de ahí se iniciará una relación peligrosa donde la niña rica atará, bien atado, al duro conductor de ambulancias y seguirá su cabecita tramando truculentas historias que desgraciadamente se harán reales. Y ahí es cuando nuestra aprendiz de mujer fatal es consciente de su poder mortal pero tampoco se ve capaz de controlar su oscura personalidad. La niña rica se mueve sólo a través de pasiones enfermizas. Se sabe posesiva extrema… y sabe que siempre andará sufriendo si no tiene bajo su tela de araña a aquel que más ama (su amantísimo padre, su hombre duro y amante).

Y Frank, aquel que parece seguro, el duro con las mujeres, el que va de que no se ata al amor… se ve irremediablemente atrapado y aunque varias veces sabe que la chica con cara angelical será su perdición (y no sospecha hasta que punto) no puede evitar ir tras su melodía. Ahí no funciona la razón… Y aunque trata de volver a su antigua e inteligente novia… ya es demasiado tarde. Y aunque se sabe atrapado también se da cuenta, con una especie de fatalismo mudo, de que nunca podrá escapar del influjo de Diane.

Así Preminger, con una película de encargo nos regala producción cinematográfica cuidada y sugerente con escenas que no caerán nunca en olvido… sobre todo ese final-impacto… Ayuda sin duda la banda sonora de Dimitri Tiomki, la química entre los intérpretes principales y el buen hacer de los secundarios (y las historias que se revelan entre el matrimonio Tremayne o entre la novia de Frank y su compañero de ambulancia…) con actores como Mona Freeman o el olvidado Herbert Marshall poseedor de una filmografía muy interesante.

Cara de ángel, una vez vista, es difícil de olvidar. Como el canto de la sirena…

Jean Simmons fue una brillante mujer fatal… a la fuerza. No sé si sufriría mucho durante la dirección del Preminger temible…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Secretos cinéfilos… Mandy Patinkin

A veces hay actores que se te quedan por su interpretación en una película para siempre en la retina… Y no vuelves a olvidarlos. Los ves y por A (te enamoras, cinéfilamente hablando) o por B (te atrae el personaje) vuelven alguna que otra vez a tu mente.

Pero a algunos no vuelves a verlos más… o no los reconoces o relacionas con aquel que te enamoró o te atrajo.

Así me ocurrió y ocurre con Mandy Patinkin.

La primera vez que lo vi… y me enamoré cinéfilamente, fue en Yentl.

Él es el colega judío vital…y cegadoramente hermoso, que se convierte en el mejor amigo de Yentl, esa mujer que se ha transformado en chico para poder estudiar en una escuela talmúdica (que está vedada al sexo femenino) de principios del siglo XX…La película es contada desde el punto de vista de una Yentl locamente enamorada pero que no puede expresar a su mejor amigo sus deseos hacia él… Así Mandy Patinkin es visto siempre desde una perspectiva idealizada que se transmite más allá de la pantalla. Cuando le vi en su momento, yo era adolescente, y me pareció bellísimo. Ahora he vuelto a verlo y me pasa lo mismo. Y te identificas con Yentl cuando pierde casi la cabeza al verle hermosamente desnudo para bañarse en un lago. (Inciso: puede ser un buen post hablar de hermosos desnudos masculinos y femeninos en distintas obras cinematográficas…, bueno, sigo contándoos…).

Ni siquiera sabía que este intérprete se llamaba Mandy Patinkin. Yo le tenía en mente como Avigdor, el de Yentl. Sólo como personaje.

Hace poco vi una película de Milos Forman que me apetecía muchísimo: Ragtime. Y ahí estaba el actor de Yentl en otro personaje totalmente distinto… pero el efecto era el mismo…

Así que me metí en la Red de las redes… y sorpresa mayúscula. Estas dos películas eran de las primeras de Mandy Patinkin a principios de los años ochenta… Pero mi rostro no daba crédito cuando lei que Patinkin fue el popular Iñigo Montoya… de La princesa prometida. Nunca identifiqué a Montoya con el bello Avigdor…

Pero Patinkin me tenía más sorpresas reservadas… en Yentl sólo da fe de sus cuerdas vocales Barbra Streisand. Sólo ella es la cantante…Y no aprovechó que Patinkin además de bello tenía voz y había conseguido su primer gran éxito en la representación musical de Broadway, Evita con el personaje del Che. Me emociona ver un vídeo donde Mandy Patinkin se emociona cantando, con extrema sensibilidad, Over the rainbow.

Y para los seguidores de series televisivas también fue el protagonista durante varias temporadas de Mentes criminales…, y de nuevo, ante un fotograma de la serie no identifico al Avigdor idealizado que me dejó sin palabras…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Four lions de Christopher Morris

Sorprendente película británica que critica una situación del siglo XXI con inteligencia y un humor que termina con un espectador de sonrisa congelada.

Desternillante con fondo muy serio.

Y a partir de la brecha de la carcajada, reflexión profunda.

Sí, existe el humor inteligente.

Un humor negro que termina dando bofetadas a diestro y siniestro a Oriente y Occidente.

Cinco personajes tiernos y terribles que protagonizan una vuelta al slapstick más absurdo.

Que desarrollan sus acciones en un mundo caóticamente real, trágico, violento, que se mueve por estereotipos y verdades únicas que hacen saltar por los aires a los individuos.

Cinco personajes que ponen en evidencia lo absurdo y lo terrible (de nuevo esta palabra) de los fundamentalismos de uno y otro lado.

Cinco personajes que tienen el corazón en la cabeza y la cabeza en el corazón… Y que les rodean otros personajes con la misma cara confusa…

La historia de Four lions parte de una premisa: cuatro aspirantes a terroristas islámicos en Londres cuya aspiración máxima es saltar por los aires y llevarse lo que haga falta para defender el islam…

 Los cuatro luego serán cinco y de nuevo cuatro…

Los momentos de slapstick puro y salvaje llevan al espectador a una carcajada que se congela cuando eres consciente de lo que provoca la risa…

Y entonces quizá al final salte una lágrima…

De pena por esos cinco, digo cuatro, digo tres, digo dos… personajes absurdos y entrañables… terribles que se mueven en un mundo confuso… y terrible.

La carcajada se rasga y resbala una lágrima.

Es lo que tiene el absurdo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Raíces profundas (Shane, 1953) de George Stevens

Una tarde tranquila y reposada volví a encontrarme con Shane, ese pistolero que regresa de nuevo inevitablemente a su pasado… a matar y disparar, para devolver la paz a un grupo de buenas personas trabajadoras. Gran paradoja. Es él el que se mancha las manos y también el que abandona algo parecido a la felicidad. Así, de nuevo se convierte, en un ser solitario.

Por motivos personales siento un gran cariño y respeto por Raíces profundas pero además me parece una obra cinematográfica bien realizada, sutil, elegante, poética y con más de una lectura. Una obra sencilla pero con una profundidad que atrapa. George Stevens deja su buen hacer en obra redonda y detallada llena de matices.

La poesía viene del punto de vista. De la mirada dominante. Vemos todo bajo la mirada de un niño. Por eso todo son pinceladas, emociones, sentimientos… lo que capta la atención de un muchacho observador que está descubriendo lo que es la vida. La película muestra intuiciones que van construyendo una historia. El mundo se va revelando a través de la mirada del niño con cara de Brando de Wilde.

De esta manera el halo que rodea a los personajes principales y el tono de la historia tiene que ver con la forma en la que ese niño protagonista ‘ve y capta’ el mundo que le rodea. Todos imaginamos la apariencia que tendría un pistolero solitario que llega a la casa de la familia Starretts, un sin hogar sin rumbo. Sin embargo, el niño lo ‘siente’ como alguien muy especial y así no los transmite. Así Shane se convierte en el personaje por el que será más recordado el actor Alan Ladd que nos deja un vaquero alejado de la dureza y la rudeza de otros fuera de ley. Más bien parece un hombre elegante y refinado que oculta un pasado… alguien casi inmaculado y sin mancha… como lo ve el niño… al que poco a poco le va dando rasgos humanos: el forajido se despeina, lucha, suda, tiene heridas, se enfrenta a su padre… y así poco a poco le va admirando y después queriendo…

El otro pistolero de esta historia adquiere la fuerza de una sombra amenazante. Todo de negro. Con una sonrisa torva. El silencio es su fuerte. Mientras Shane es un ‘ser’ luminoso y puro, el pistolero con el rostro de mi amado Jack Palance es la oscuridad, la amenaza, lo que hay que temer… Shane es el hombre que ha llegado para echar una mano a una comunidad de campesinos que tratan de establecerse, de formar una comunidad unida, trabajadora, colaboradora y respetuosa con la ley. El pistolero de negro está para destruir esa esperanza de establecimiento en una tierra. Está al lado de los ganaderos que piensan que por haber llegado antes y luchado por establecerse también tienen todo el derecho y el poder. No están dispuestos a compartir la tierra. Y ese derecho y poder lo ejercen a través del miedo y la violencia.

Esa poesía también se encuentra en la forma de vida de los campesinos que viven en familia y tratan de colaborar unos vecinos con otros para así hacer fuerza. Los momentos que viven en ‘comunidad’ son tratados con gran emoción y detalle. Como  momentos excepcionales, así los vive el niño protagonista. La reunión de los granjeros en la casa paterna para decidir qué hacer, la fiesta del cuatro de julio (aniversario también de boda de los padres del niño), el entierro de uno de los campesinos asesinados…

También los otros, los ganaderos, son la amenaza. Rostros desagradables. Cuando llegan a caballo nunca son portadores de buenas noticias. El bar, que está al lado de la tienda de víveres, también es un territorio peligroso. Allí pasan el tiempo los ganaderos, siempre rudos y oscuros. Ahí vive una humillación un Shane acicalado de campesino, que no quiere dejar al descubierto su pasado, pero también se convierte en el espacio donde demuestra que puede enfrentarse a esos ganaderos con el lenguaje que conocen. Así emplea el puño y la fuerza, esa violencia que rechazan los campesinos y durante un largo tiempo le dejan solo ante el peligro con un montón de ganaderos matones. Finalmente sólo Starretts, que ya es amigo, ofrece su colaboración a Shane.

Pero el patriarca Starretts tiene claro que ése no es el camino. El patriarca es el líder de los campesinos. Cree en la reunión, en el consenso, en la fuerza de la comunidad, en quedarse ahí porque tienen el mismo derecho que los ganaderos… Lucha porque todos permanezcan unidos ante el enemigo y derrotarlos a través del diálogo y de hacerles entrar en razón… Vemos claramente las dos posturas (la de los campesinos y la de los ganaderos) cuando el ganadero líder, Ryker, le expone los motivos por los que él cree que se merece tener el poder y las tierras. Pero he aquí la paradoja terrible y tremenda, la buena fe de Starretts no es suficiente. Es un hombre valiente y fuerte… pero hay un momento de la película que sabemos que su valentía y pacifismo le va a llevar a una muerte anunciada… (como la del compañero campesino del Sur). En ese instante interviene Shane que impide en una pelea cuerpo a cuerpo con su amigo que éste vaya al encuentro de la muerte. En ese instante sabe que vuelve a ser un pistolero asesino y que con la sangre que derrame logrará que llegue la paz a esa familia que ahora es la suya (aunque tenga que marcharse). El patriarca tiene el rostro de un actor (que últimamente me está dando maravillosas sorpresas), Van Heflin.

Y también a partir de intuiciones y emociones de un niño vamos descubriendo los lazos que se van formando entre los protagonistas principales. Siendo la más sútil y hermosa la que se establece entre el fuera de ley y la esposa del patriarca. La esposa, una mujer vital, que ama al esposo, al hijo… y que se siente una mujer ante el forajido que la trata cual dama de la Edad Media. Así se recrea uno de esos amores platónicos que tanto juego dan. Ella es Jean Arthur en un papel tierno que borda. Y es curioso ver a una de las cómicas por excelencia de las screwball comedy convertida en una mujer fuerte del Oeste. Y ésta fue su última película. Una hermosa despedida. A partir de esta película Arthur se retiró del mundo del cine.

Raíces profundas está llena de pequeños detalles que la hacen especial. Ese perro que quiere tirarse a la tumba del dueño muerto. Esas miradas a través de una ventana con lluvia de fondo. Esa tienda de víveres con todo lo indispensable. Ese pistolero que apenas habla y sólo gasta las palabras suficientes. Y sobre todo cuenta con una de las despedidas más inolvidables… Un Brando de Wilde que grita el nombre de Shane… pidiéndole que regrese (porque él encuentra muchos motivos) y un forajido que se aleja en caballo sin volverse ni una sola vez… hacia un destino incierto y llevándose su pasado a cuestas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Películas que no quiero perderme…

No sé lo mismo soy una exagerada… porque llevo unos días sintiendo que tengo una lista enorme de películas para ir a ver a las salas de cine. Y que hay varias pendientes todavía de estreno que sé seguro que no me quiero perder.

El abanico de propuestas es amplio y diverso. Y eso me alegra bastante.

Empieza el espectáculo…

Hay varias propuestas que me llaman a gritos… ayer sacié una de ellas, Mientras duermes de Balagueró…, y lo que propone lo hace bien. Así logras agobiarte e inquietarte en esa comunidad de vecinos donde el conserje infeliz hace de las suyas para borrar la sonrisa de los inquilinos…

Entro en vértigo pero sé que tengo que ver esta semana, por el miedo a que la eliminen pronto de cartelera, Four Lions, una propuesta de humor negro y provocativo. Sé que puedo salir espantada o muerta de la risa… pero me gusta el desafío.

También me llama el documental de Pina. Es una propuesta en 3D donde se unen dos mundos que me gusta ver unidos, el cine y la danza…

Ya he oido voces tremendamente negativas (y voces en las que confío mucho) pero me llamaba la propuesta apocalíptica y fría a la vez de Contagio. Aunque quizá me eche atrás y dé prioridad a otros asuntos cinéfilos.

Por supuesto hay dos películas que me seducen y me piden a gritos que acuda ya a alguna sala. Una es Another year de Mike Leigh. Ya deseo envolverme de la atmósfera de ese matrimonio protector y sus desesperanzados amigos y familiares… Y la otra es One day de la directora Lone Scherfig… que su propuesta de historia de amor y desamor creo que me atrae bastante. A Scherfig la he disfrutado muchísimo en Italiano para principiantes y Wilbur se quiere suicidar.

Y siguiendo con directoras, a pesar también de haber escuchado voces de horror e incluso de cabreo colectivo, no quiero perderme Somewhere de Sofia Coppola. Quizá caiga en el hastío de ese actor hollywoodiense que no sabe adónde ir… y quizá ni le importe.

También quiero acudir a La voz dormida. A Zambrano le tengo cariño… y me provocó ternura en Solas y Habana blues. Creo que la novela de Chacón es muy cinematográfica. Según la leía, veía una película, así que Zambrano sin duda también la vio.

A la Emma Bovary mexicana y desgarrada a lo Ripstein en Las razones del corazón (qué pedazo cartel) con un blanco y negro que seduce… no me gustaría perdérmela. Viajo a Cuba y creo que puede ser una propuesta interesante Boleto al paraíso. Y otro viaje por Argentina propone Las acacias… con el poder curativo y esperanzador de un bebé. Esta opción casi se ha convertido en género cinematográfico, recuerdo otra argentina El cielito o la sudafricana Tsotsi.

La película iraní Nader y Simin, una separación es la que el boca a boca está diciendo que merece la pena no dejarla pasar.

Y también, como siempre, seguiré yendo a pesar de mi relación amor-odio a la Melancolía de Lars von Trier porque su apocalipsis a través de dos hermanas seguro que nos regala imágenes de gran belleza visual.

Luego tengo mis cinco esperas favoritas:

Polanski y Un dios salvaje. Ayer vi el trailer… y ¡quiero verla ya! Yo fui una de las que no acudió al estreno teatral con lo cual poco sé todavía de la historia. Pero lo que sé… Y ¡Dios!, qué reparto.

Cronengerg y Un método peligroso. El director vuelve a hundirnos en los recovecos oscuros de la mente humana en compañía de Jung y Freud… y algunos de sus pacientes.

Gus Van Sant y Restless. O jóvenes adolescentes frente la enfermedad y la muerte… ¿sabíais que el actor principal es el hijo de Dennis Hopper? ¿Conocerá Van Sant, Harold y Maude?

Los hermanos Dardenne y El niño de la bicicleta. Parece ser que los Dardenne dejan un resquicio a la esperanza y la luminosidad… ¿será cierto? O que cuentan una especie de cuento con tintes sociales donde su sufrido personaje encuentra una especie de hada protectora…, ¿no es sorprendente en el mundo desesperanzado de los Dardenne?

Aki Kaurismäki y Le Havre. Otra película con su mundo peculiar y colorido de excluidos regado de momentos de silencio y encanto. Pero esta vez sin fecha de estreno…

Y voy a parar porque me está entrando hasta vértigo… pero un plácido vértigo…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Doce monos (Twelve monkeys, 1995) de Terry Gilliam

Les propongo una sesión doble llena de posibilidades y lecturas: Doce monos de Gilliam y el mítico mediometraje La Jetée (1962) de Chris Marker. Les aseguro un viaje a través del tiempo entre angustioso y locamente romántico rozando las reglas del género de la ciencia ficción con el catastrofista de contagios que amenazan la integridad mundial (a la espera de la película de Soderbergh, Contagio) y espolvoreado con la ruptura de los límites del tiempo donde ya no sabemos cuando es presente, pasado o futuro.

El ex miembro de los Monty Python, Gilliam, poseedor de una filmografía con muchísima personalidad (en la cual te puedes sumergir o puedes salir espantado… yo suelo sumergirme en sus mundos…) no tiene reparo en reconocer en los créditos de Doce monos que la idea original de su fantástica historia es La Jetée de Marker (recuerden que el visionado de este mediotraje no deja de ser algo con un toque mágico y distinto, pues Marker nos cuenta una historia inolvidable a través de una voz en off, banda sonora y una sucesión de fotografías fijas). La Jetée parte de tres supuestos maravillosos, una imagen obsesiva infantil y siempre recurrente donde un hombre siempre le viene a su cerebro cuando en un muelle, siendo niño, presenció la muerte de otro hombre y se quedó con el rostro de una mujer. Un mundo futuro donde ese niño hecho hombre vive en una sociedad subterránea tras una terrible guerra nuclear, sin libertad, y donde como salida a su muerte en vida, se convierte en ‘voluntario’ para un experimento a través del sueño que le hace viajar al pasado para encontrar una solución al presente. Y en ese pasado contacta con la mujer que le obsesiona desde que era niño… prefiriendo finalmente vivir en el mundo de los sueños y recuerdos que en la realidad donde sólo es un muerto en vida…, se atreve a soñar con huir…

Por supuesto todo este material es reciclado por Terry Gilliam creando un mundo de ciencia ficción absolutamente hipnótico. Cambia la guerra nuclear por el contagio, por la plaga…, y plantea cómo su protagonista James Cole lo que persigue es una pista que tiene que ver con un ejército clandestino, los doce monos. Y en esa persecución en ‘su’ pasado, Cole denota para los que le conocen serios problemas de salud mental. Y nuestro protagonista es encerrado en una institución mental donde uno de sus médicos es una atractiva doctora, psiquiatra, muy parecida a la mujer que recuerda desde su infancia y que siempre acude a su recurrente sueño. Así Gilliam crea un mundo onírico entre la locura y la alucinación donde el espectador no sabe si lo que está viendo es producto de la locura o de la ciencia ficción. Y mientras dilucidamos cuánta cuota de realidad tiene lo que estamos observando (mientras averiguamos si realmente estamos viviendo saltos en el tiempo o si nos encontramos dentro de la mente de un hombre con serios problemas mentales), somos testigos de cómo se va construyendo una esperanzadora y hermosa historia de amor con ecos evidentes de Vértigo, del orondo maestro del suspense, con homenaje incluido en el mundo Gilliam. Así en la propia película hay una secuencia en una sala de cine a la que acuden los protagonistas donde se está proyectando una maratón de cine de Alfred Hitchcock.

La película te envuelve desde el principio en un mundo onírico especial, que si realmente te seduce, ya no sales de él. Un mundo apocalíptico bajo tierra… y un mundo a punto de la catástrofe en ese lejano 1996… año de la propagación del virus, y donde Cole realiza sus investigaciones en sus viajes a través del tiempo. Yo todavía me recuerdo en la hoy cerradísima sala Bogart (por cierto un cine maravilloso que antes había sido teatro y que recordaba a la sala 1 del cine Doré, hoy Filmoteca Española), sola, con casi nadie en la sala, y yo totalmente abstraída en esta historia de amor, sueños, locuras y futuro… y cómo me envolvía la excelente e hipnótica banda sonora con el añadido de piezas musicales ya existentes como una especie de tango premonitorio de Astor Piazzolla (que su melodía te persigue a lo largo de los años… o por lo menos a mí me ha pasado) o ese maravilloso momento donde Cole se emociona al escuchar a Louis Amstrong y su versión de What a wonderful world

También puedo decir que es la película donde Bruce Willis más me ha conmovido, donde su triste antihéroe se me quedó en las entrañas. Ese James Cole que se mueve entre lo onírico, la locura, el desencanto, y el amor sin esperanzas hacia una imagen de mujer soñada que materializa en el rostro de su psiquiatra… Así le acompañan una hermosa Madeleine Stowe totalmente convincente como científica de la mente humana, escéptica frente a su paciente, pero que poco a poco va viendo evidencias que derrumban su ‘ciencia’ y le hacen entrar en otra lectura y enamorarse perdidamente del antihéroe… También nos encontramos con un Brad Pitt, fuera de sus roles de galán de los noventa, que se esconde tras los tics nerviosos de un mesianico enfermo mental que no sólo tiene una relación importante con Cole sino también con la pista que persigue, los Doce monos. Pitt, un joven apocalíptico y totalmente loco con una relación amor-odio con su padre, un científico de prestigio. En un papel secundario nos encontramos con Christopher Plummer (mítico actor clásico que sigue al pie del cañón… hace poco estaba espectacular tanto en La última estación como en Beginners), como científico prestigioso o a un irreconocible y amenazante David Morse…

Doce monos, dentro de este mundo onírico y de ciencia ficción, tiene imágenes de una fuerza visual que se quedan en la retina… como le ocurre a Cole con su sueño de la infancia. Un mundo apocalíptico donde hay sitio para el romanticismo más exacerbado donde una mujer bella, con el cabello rubio, y totalmente desolada por la pérdida de la esperanza y el amor, es capaz de sonreír dulcemente a un niño que la observa…

Lo que siento es que la única copia que se puede conseguir en DVD (además de no contar con subtítulos en castellanos) no hace justicia a una obra para mí absolutamente reivindicable. Espero una futura edición hecha con cariño… Y lo dicho, no se pierdan si tienen oportunidad la sesión doble que les propongo porque La Jetée también puede ser una sorpresa para quien nunca la ha visto… o la posibilidad de recuperar un agradable recuerdo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.