Felices fiestas… con George Bailey

Felices fiestas, queridos visitantes y amigos de miradas compartidas.

… Llega el 2012, cargado seguro de buen cine para poder seguir escribiendo…

Para poder seguir emocionándonos.

Para poder seguir riéndonos.

Para poder seguir soñando…

… Aquí con George Bailey, desde Bedford Falls, os deseo unas fiestas agradables. En compañía de los que están y también de los ausentes (siempre presentes).

… Aquí con George Bailey, os deseo un 2012 en compañía de gente querida y amada, por los que merece la pena estar y vivir cada día. En compañía de pasiones: buenas películas, buenos libros, buena música, buen teatro, buenos títeres, buenas reuniones, buenas comidas…

 Como dicen por ahí, que os vaya bonito… en un 2012 cargado de posibilidades…

Besos a todos

Hildy Johnson

PD: queridos todos os aviso de que hago un pequeño paréntesis. Me voy unos días a otro lugar que viene en los mapas… Lisboa del alma mía. Estas fiestas las vivimos lejos del Madrid querido… para mitigar quizá la tristeza de una ausencia. Creo que le gustaría vernos haciendo cosas bonitas…

… Hasta el 2012. En unos cinco días regreso con fuerza… cargada de películas.

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

The artist de Michel Hazanavicius

Me viene a la cabeza un término más asociado a la moda y complementos: vintage. The artist la definiría como una obra vintage. Que cuenta con ingredientes que ‘recrean’ un estilo cinematográfico de otros tiempos (cine silente) con un toque o retoque personal del director Michel Hazanavicius con unas gotitas de creatividad. Y lo curioso es que este estilo vintage lo emplea para narrarnos un momento actual y crucial en el mundo del cine (y por qué no aplicado a otros asuntos de la vida). Hazanavicius pone en marcha una película muda, con intertitulos, blanco y negro y acompañamiento musical para contarnos cómo afectan los cambios al ser humano. Pero también cómo ese mismo ser humano se adapta a esos cambios aunque puede haber una resistencia a ellos… y esos cambios pueden ser las rápidas transformaciones tecnológicas que afectan a determinadas artes como el cine. En un momento fue la incursión del sonoro… ahora está cambiando todo (la era digital del cine y la fotografía)… hacia un camino todavía de transición pero que, sin duda, seguirá ‘contando’ historias a través de las imágenes.

Michel Hazanavicius ya se había servido del ‘juego cinematográfico’ con estilo vintage en dos comedias anteriores con el agente OSS117 y ‘recreando’ en clave de comedia el cine de espionaje. Ahora con The artist sigue ‘jugando’ pero además ofrece una carta abierta de amor al cine. Y este francés vuelve los ojos a un Hollywood ‘imaginario’. Su propio Hollywood silente. Un Hollywood de transición del cine silente al hablado (1927-1932) para contarnos, a la manera de los ‘populares’ melodramas mudos americanos con gotas de comedia sofisticada, la historia de éxito y caída de un famoso actor de cine mudo que se resiste al cambio (cine sonoro). La historia tiene una estructura mil veces repetida: un actor en la cumbre de su carrera conoce a una extra y le ofrece su primera oportunidad. Llega el sonoro y el actor famoso va decayendo y fracasando y la joven extra se convierte de promesa a estrella. Sin embargo ambos viven una historia de atracción que se inicia cuando actúan por primera vez juntos, él como estrella, ella como extra, y se realizan varias tomas falsas de un baile que escenifica ‘la atracción eterna’, el enamoramiento que sentirán ambos. A pesar de su trayectoria inversa seguirán sin embargo unidos. Es otra versión más de Ha nacido una estrella (más cercana a la versión de 1937, de Wellman, protagonizada por la Gaynor y March) pero con final más optimista.

The artist es la recreación de un imaginario que realiza guiños diversos a referentes cinematográficos. Así George Valentin (un carismático Jean Dujardin) puede recordar en sus tiempos de gloria a Douglas Fairbanks, en su decadencia a John Gilbert, y en el fervor que despierta en las masas y a las féminas (en su momento de éxito) al fenómeno Valentino. La actriz en ascenso (Bérénice Bejo) en su ‘modernidad’ recuerda a la flapper por excelencia Clara Bow o a esa chica que representaba esa ‘modernidad’ de los 20 (pero que nada quiso saber del glamour ‘dirigido’ de Hollywood) Louise Brooks. Pero su historia tiene ecos (“Quiero estar sola”) de una Greta Garbo que ve cómo a su galán cinematográfico John Gilbert la industria le da la espalda en el sonoro. Y la diva tiende su mano y su influencia en La reina Cristina de Suecia.

Y como el asunto va de recreaciones de imaginarios también sentimos la influencia de otra ‘recreación’ de la época el maravilloso musical Cantando bajo la lluvia. Así George Valentin también nos puede recordar al Don Lockwood de Gene Kelly. O nos encontramos con una paterneire femenina muy al estilo de una Lina Lamont a lo Jean Hagen. Todo se mezcla con una imagen ‘ideal’ del Hollywood que en el mismo 1928 refleja King Vidor en la olvidada (pero interesante) Espejismos donde Marion Davis es Peggy Pepper, una joven que llega al estrellato (la protagonista de The artist se llama Peppy Miller). Y si seguimos con las recreaciones de imaginarios descubrimos cómo el espíritu destructor que invade a Valentin y su nostalgia hacia un pasado silente puede ser el reverso masculino y ‘dulcificado’ de una decadente Norma Desmond. Hasta el perro (increíble actor también) que acompaña a Valentin en su desgracia tiene referentes cinematográficos. Quizá los más reconocibles: Asta el perro del personaje de William Powell en la serie de El hombre delgado o si nos vamos al terreno dramático, mascota que acompaña al personaje también en su derrota, quizá nos encontremos con el neorrealista Flike (que acompaña a un Umberto en continuo derrumbe y fragilidad).

Otra cosa en la que se centra Hazanavicius es en la recreación de las grandes salas de cine donde el público siente y se emociona ante lo que ve en la pantalla (ríe, llora, disfruta), cómo eran templos de generar ‘hambre de cine’ y también como zonas de ‘escape’ de una situación económica precaria (el crack del 29). Algo que puede entender muy bien el espectador de hoy. Y como en aquella época uno de los géneros que más servían a la ‘evasión’ eran los musicales con coreografías de Berkeley o las películas protagonizadas por Fred Astaire y Ginger Rogers (culminaciones ya del cine sonoro).

Por otra parte Michel Hazanavicius aprovecha los efectos sonoros (no sólo la banda sonora), que le permiten jugar, para contar su historia silente. El ejemplo más evidente es la pesadilla que protagoniza George Valentin al sentir la amenaza del cine sonoro en su silencioso mundo. Porque el director recrea y juega y es virtuoso en ello.

Pero el director francés consigue finalmente una película sencilla (pero profunda) y que sobre todo logra emocionar al espectador que finalmente, sale de esta tragicomedia, con una sonrisa. Otra sorpresa agradable es el encuentro con actores (esta vez americanos) que esbozan buenos personajes secundarios. El fiel chófer de Valentin recupera el rostro de un altísimo secundario de oro, James Cromwell; la esposa frustrada de Valentin con el rostro de una olvidada Penélope Ann Miller (que protagoniza una secuencia con ecos wellenianos a lo Ciudadano Kane, y es la evolución de un matrimonio que se descompone mediante los distintos desayunos), o el productor que pega la patada a su estrella muda porque no se adapta a los nuevos cambios con el rostro de John Goodman. Hazanavicius recupera a un también olvidado y mítico Malcolm McDowell en un buen cameo. El director ha logrado calar con su estilo vintage su personal ‘recreación’ de un cine silente lejano… Siéntese en la sala, deje que las luces se apaguen, y dispóngase a emocionarse.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Little Voice (Little Voice, 1998) de Mark Herman

Little Voice es una película extraña pero a ratos emocionante. Un cuento oscuro pero con unos brotes de luz. No es película redonda pero a veces roza el momento sublime gracias sobre todo a unos intérpretes que encarnan unos personajes maravillosos. Little Voice oscila entre la comedia y la tragedia más absoluta. Y en esa mezcla crea una ambientación y un ritmo llamativo. A veces decae pero de pronto un destello la vuelve a hacer brillar. Tiene dos momentos musicales excepcionales, que detallaré más adelante.

Little Voice podría ser el cuento de una princesa destronada encerrada en su habitación en un castillo que se cae a pedazos. Vive del recuerdo de un padre que la quiso, y que le dejó una fotografía y sus discos de vinilo. Little Voice habla en susurros y convive con una madre grosera y castradora que la humilla cada segundo. Little Voice ha creado su propio mundo y se encierra en una timidez patológica que la hace no querer relacionarse con el mundo. Sólo escucha sus discos… y a veces cuando su padre se le aparece y la sonríe, se transforma, se comunica con él, cantándole las canciones favoritas de grandes divas como Judy Garland, Marlene Dietrich, Marilyn Monroe o Billie Holliday. En su pequeño mundo entran dos nuevos personajes: un príncipe tímido que ama las palomas y un pseudo padre, el nuevo novio de su madre, que es un representante de artistas y ve en Little Voice la posibilidad de que nazca una estrella. Y entre ellos vive nuevos obstáculos donde la princesa finalmente descubre que puede salir del castillo que se cae a pedazos porque hay posibilidad de que la quieran otras personas y romper el lazo con una madre que la destroza. Descubre que no sólo puede comunicarse con el padre ausente sino que hay otras personas, como el tímido príncipe, que desean conocerla.

Pero también es la historia de unos perdedores en un barrio deprimido y obrero de un lugar de Gran Bretaña. Donde cada uno se comunica como puede. Y la ‘malvada’ madre y el ‘aprovechado’ agente se convierten en dos personajes patéticos que ven en Little Voice la posibilidad de una nueva vida plagada de éxito, amor y recursos económicos. Los dos están tan desesperados que no se fijan en Little Voice como persona incomunicada sino como posibilidad de futuro. Y su sueño se cae en pedazos de la manera más cruel. Y a esa ‘malvada’ madre y el ‘aprovechado’ agente los sentimos, tan patéticos y fracasados, que nos provocan compasión y tristeza. Y entonces vemos una casa patética, unos locales patéticos, un ambiente triste y deprimido donde la gente sólo trata de ser feliz. Y es ese poder imitador de Little Voice, esa voz, la que hace que muchos personajes ‘sueñen’. Entre ellos la propia protagonista. También entramos en contacto con un tímido muchacho que sólo es feliz entre sus palomas y que encuentra su ‘alma gemela’ en Little Voice y que no se rinde en su empeño de lograr comunicarse con ella, en velar ‘por lo que realmente quiere’.

Y es esa mezcla de cuento y realidad lo que hace de Little Voice película extraña y de momentos sublimes. Y es la entrega de sus intérpretes la que hace que nos quedemos enganchados. Así la madre tosca y grosera que sólo quiere que la amen, que no quiere hacerse mayor, ni tener problemas económicos, que sueña, que desprecia la vida que la rodea (entre ellos a su difunto esposo) pero una energía poderosa y muchas ganas de vivir tiene el rostro de una increíble Brenda Blethyn (con reminiscencias a Secretos y mentiras) que se convierte en una especie de matrona a lo Shelley Winters. Y logra que un personaje odioso nos mueva a la ternura y la compasión. O un fracasado agente de artistas infumables que se codea con locales igual de decadentes que él con la cara de un impresionante Michael Caine, genial como hortera que vislumbra la posibilidad última de éxito… y que vuelve  caer en la desesperación. Y al igual que la madre nos inspira tremenda compasión. O la propia Little Voice, que susurra, que mira tímidamente, que se mueve de manera apocada, que trata de gritar sus miedos y no puede… pero que se convierte en mujer mágica llena de matices cuando canta con el rostro de la artista Jane Horrocks. Alrededor de ellos pululan el tímido muchacho, con el rostro expresivo de Ewan McGregor que logrará mediante la sencillez que Little Voice salga de su caparazón y vuele. Una amiga de la madre enorme, secundaria y siempre callada (pero con toda una historia), el compañero de trabajo de Ewan… y el dueño de un local decadente que se convierte en un maestro de ceremonias decadente pero imbuido del espectáculo debe continuar pase lo que pase (un genial Jim Broadbent).

La película está inspirada en una obra teatral de Jim Cartwright que fue todo un éxito, The rise and fall of Little Voice y dirigida por el irregular Mark Herman (que tocó mi fibra sensible con Tocando el viento y me dejó bastante fría con El niño con el pijama a rayas). Herman logra, como digo, un ambiente extraño entre realismo y magia. Entre realismo y fantasía. Y nos deja en el sitio con la exitosa actuación de Little Voice (que canta a su padre) en un local maquillado (que oculta la decadencia) donde pasa de Monroe a Dietrich hasta alcanzar a la Garland bajo el entusiasmo de la platea. Nada que ver también con su electrizante y patética primera actuación a oscuras, temerosa, en ese mismo local sin tapar su decadencia y sin luces para no asustar a Little Voice donde surgen tristes imitaciones de la Holliday o una Monroe cantando su triste Happy Birthday. O nos quedamos anodados con la interpretación derrotada y tremenda de un Michael Caine que ve cómo ha perdido el tren de su última oportunidad ante un público perplejo… y canta su desilusión y frustración a gritos.

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La verdadera historia de la señora Danvers

A Jordi y a todos los compañeros -algunos ya amigos queridos- (de estos tres maravillosos años) del curso de crítica de cine. Los viernes son un paraíso. Un paréntesis hacia una utopía de gente unida por una pasión: el cine. Y es un deleite disfrutar con las ideas propuestas (y los conocimientos) de un profesor apasionado que nos empuja a escribir, a descubrir, a ver, a analizar, a mirar… Aquí Hildy Johnson se transmuta en un David Thompson en busca de más Sospechosos. E imagina la historia de la señora Danvers…

De las cenizas de Manderley pude rescatar el diario de la señora Danvers. Me lo llevé antes de que nadie lo encontrara. Ahí entre esas páginas se esconde la historia que nunca nadie supo ni sabrá. Por mí que oculta quede. Con haberla vivido me es suficiente. Con haberla leído me siento un privilegiado. Que la gente se quede con esa imagen de los sufridores Maxim de Winter y su segunda y apocada esposa… que vivieron felices y comieron perdices.

En este diario hay dos protagonistas y luego meros secundarios. La señora Danvers y Rebeca por un lado. Y por el otro yo mismo, el primo favorito como me llamaban ambas, Jack Favell; el estirado y antiguo Maxim de Winter (que nunca se enteró de nada, tan cerrado era) y la pobre tonta segunda esposa que creyó revivir un cuento de cenicienta y se vio inmersa para siempre en una pesadilla. Nadie con De Winter podía ser feliz.

La señora Danvers, como una Jane Eyre cualquiera, era una mujer pobre, fea, inteligente y gris. Sin ninguna posibilidad de ser feliz. Pero en su camino no se cruzaría un señor Rochester que le abriría los ojos a otro mundo posible sino una Rebeca alocada, llena de belleza y juventud, que vivía con intensidad los locos años de entreguerras.

El destino de Rebeca, de una familia bien, era como el de muchas muchachas de la época conseguir un buen matrimonio. Y convertirse en dueña y señora de una casa. Pero sus ambiciones eran otras. Ella quería además ser bohemia. Viajar, experimentar, ser totalmente independiente, aprender, escribir, conocer hombres y mujeres, ir continuamente de fiesta… así que pensó que no estaría nada mal una buena boda que le permitiera ‘vivir como le diera la real gana’. Ahí estaba la gran paradoja.

Pero estoy adelantando acontecimientos. La triste señora Danvers, siempre con el pelo recogido, siempre de negro. Siempre apareciendo en momentos inesperados… llegó a casa de la familia de Rebeca con una carta de recomendación donde se exponía que podía ser una apta dama de compañía y doncella principal de la joven de la casa.

Y entonces a la señora Danvers se le abrió el mundo nada más escuchar la risa de Rebeca. Y como la señora Danvers nunca había sido amada ni nunca había amado… Rebeca se convirtió en un soplo de aire fresco.

A Rebeca le encantó la oscuridad de la señora Danvers. De pronto descubrió su rico mundo interior y sintió que dentro de su cuerpo había una mujer desbocada y libre que quería liberarse de sus cadenas tortuosas. Así que decidió abrir su corazón a la doncella íntima. Y contarle todos sus anhelos.

Pronto la señora Danvers y Rebeca se hicieron inseparables. Recuerdo todavía cada vez que iba de visita al hogar de mi prima cómo escuchaba las risas y los susurros tras la puerta. Yo llamaba a sus aposentos… y ambas decían: ¡que entre el primo favorito! Y entonces pasábamos tardes inolvidables de charlas interminables, con unas copitas de más, lecturas picantes o representaciones teatrales privadas… No sé por qué pero la señora Danvers y Rebeca me admitieron en su mundo.

Rebeca era joven y alocada. Le encantaba la noche. Y las correrías. Y las reuniones con música, alcohol y humo. Le gustaban los hombres, entre ellos yo, su primo… pasamos momentos increíblemente eróticos y también vivimos largas conversaciones y discusiones. Bueno, como iba contando le encantaban los hombres… y la señora Danvers. Que era su confesionario particular. Sabía que con ella sería amada con fidelidad y devoción para siempre. Que con ella podía burlarse de todo. Que sólo ella conocía todos sus recovecos.

Y para la señora Danvers no existía nadie más que Rebeca… y de vez en cuando el primo favorito.  La estirada señora Danvers, la dama de negro, en la intimidad de una habitación y con la persona a la que amaba sobre todas las cosas… lograba escupir su intenso mundo interior y que surgiera la mujer atrapada entre la apariencia rígida y siempre recta. Tras la puerta la señora Danvers se relajaba y el rictus de su cara era diferente.

… Y entonces llegó el señor De Winter con toda su educación, su casa de Manderley, su rancio abolengo, sus costumbres trasnochadas y su aburrimiento continuo. De alguna manera se sintió embaucado por la belleza de Rebeca. Y creyó afianzar un matrimonio respetable. Se la llevó. Y Rebeca, para que mentir, se dejó llevar y seducir por las ‘posesiones’ del esposo. Desde el principio supo que su marido era un aburrido y un tirano de la vida loca. Pero también supo que ella siempre había sido y sería indomable. Y que manejaría a De Winter a su antojo, incluso se reiría bastante de él. Así que se llevó tan sólo a la señora Danvers. Y las dos se fueron a Manderley con el estirado de De Winter.

Nada más casarse Rebeca confesó a un anonadado De Winter su manera de ser y que no iba a renunciar a nada. Ella seguiría con su independencia de devorar las horas… y le prometía sin embargo comportarse como la esposa ejemplar que todo el mundo esperaba de cara a la sociedad. Algo que le importaba tremendamente al simple De Winter… que herido en su amor propio accedió. Rebeca le dijo que todo saldría perfectamente porque siempre estaría de guardiana la señora Danvers. Y De Winter se acostumbró a su presencia como mujer de negro que todo lo dispone y todo lo tapa.

Danvers se convirtió en la reina y señora de Manderley. Controlaba la vida pública de sus señores. Cuidaba la vida privada de ambos. No se le escapaba detalle. Sabía absolutamente todo. Acompañaba las tristes tardes solitarias de un De Winter cada vez más humillado y antipático. Y esperaba a que llegase por las noches una Rebeca etérea después de haber sido amada en otros lechos… y con un montón de historias y conversaciones que contar.

La señora Danvers se transformó en mujer imprescindible. Y su vida ya contaba con distintas tonalidades. Tenía todas las llaves de Manderley. Conocía todos sus secretos, pasiones y odios… Y a mí al primo favorito me seguían acogiendo ambas en noches oscuras donde nos contábamos historias de terror y reíamos borrachos bajo la luz de la luna… mientras oíamos un llanto ahogado a lo lejos. Más tarde supimos que era la rabia de De Winter. Al sentirnos sin ataduras.

Sin embargo Rebeca nos escondió un secreto a todos. No quiso que nadie supiera que una enfermedad terrible la devoraba. Y antes que estar enferma y postrada en la cama, antes de dejar que el estirado de De Winter ejerciera de amantísimo esposo al pie del lecho, prefirió seguir siendo intensa y hacerle pasar un mal trago. Porque Rebeca nunca terminó de llevar bien al aburrido y seco de De Winter al cual se le agrió para siempre el carácter. Así que con sumo cuidado planificó su muerte, su suicidio. Y se rió de lo lindo de De Winter, al que dejó para siempre además de amargado con un sentimiento de culpabilidad. Ya se saben la historia. Tampoco quiso que su amor, la señora Danvers sufriera su deterioro físico y mental. Ocultó todo su plan.

Esa vez no se confesó a la señora Danvers. Y eso a la mujer vestida de negro, le rompió el corazón. Porque hubiera preferido irse con ella… y no vivir ese tiempo que la dejó sola… de nuevo sumida en una vida gris. Ni yo le servía de consuelo. Me trataba como si fuera el ama de llaves que siempre fue. Con distancia y recelo. Nunca volví a traspasar la puerta. Se convirtió de nuevo en mujer atrapada.

De Winter nunca supo que convivió en el seno de Manderley con dos mujeres libres mientras él lloraba de rabia en sus aposentos. Tras la muerte de Rebeca y una depresión decidió irse de viaje… y se trajo a una pobre tonta, que le miraba con arrobo y le parecía todo el colmo del romanticismo. La señora Danvers no daba crédito a que alguien pudiera ser tan estúpido y tan falto de personalidad, pero la segunda esposa de De Winter iba ganando puntos a cada instante. Cómo se lo pasaba la señora Danvers jugando con ella. Ahí seguía pensando que estaba Rebeca y que ambas se reirían de otra persona de mente limitada.

Hasta que las circunstancias…, la aparición del barco, la acusación de De Winter como el asesino de su primera esposa, la confesión del doctor de su enfermedad fatal y por tanto del suicidio, el recuerdo injusto que iba quedar de Rebeca en una sociedad pacata, y la tristeza al saber que como pareja ideal iba a quedar un cada vez más estirado De Winter y la pobre insulsa de su segunda esposa…, y sobre todo el miedo a la total pérdida de su libertad, que había logrado conquistar junto a Rebeca, hizo que tomara la determinación de quemar Manderley con ella dentro y con todos sus recuerdos.

Quedaron estas páginas. Esta historia secreta y verdadera que os cuento.

Y yo me convierto en guardián de mujeres libres a las que amé en noches de borrachera y risas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El Sueco

 

Te regalo un fotograma.

Un retrato de el Sueco.

Que iba pegando puñetazos al destino.

Hasta que éste acabó con él.

Se quedó en su cama mugrienta,

cansado,

mientras esperaba a los asesinos.

No tuvieron mucho trabajo.

Unos disparos sin resistencia alguna.

Sin que el Sueco huyera.

Porque era un muerto en vida.

Un hombre enamorado

con el corazón roto.

Traicionado.

No fue un mal hombre.

Mas le persiguió el fracaso.

Se equivocó al querer y al amar.

Se equivocó de amigos.

Se equivocó de amada.

En la vida

fue a por todas como en el ring.

Y se quedó KO.

Ya nunca pudo componerse.

Quiso retirarse a un pueblecillo perdido.

Y hasta ahí le siguió la mala suerte.

De nada sirvió su silencio.

Llegaron los asesinos…

Y el Sueco hacia ya tiempo que estaba muerto…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (170)

Camas: hay camas de ensueño, como la del sueño erótico de America Beauty, sólo hace falta un suelo, lluvia de pétalos y la dama soñada.

Hay camas infatiles como la de los abuelos maternos y paternos del niño Charlie antes de entrar a su fábrica de chocolate. Unos abuelos que hacen ya vida en sus camas como si fueran su segundo hogar.

Hay camas asesinas, como esa inolvidable escena de El Padrino donde aparece la cabeza ensangrentada de un caballo…

Hay camas de miseria, sin sueños, como las que visita Charlot en El chico cuando va a un centro de personas sin hogar. O las del barracón donde tiene que vivir la familia Joad en Las uvas de la ira. A veces no existe ni la cama. Como esos abuelos que mueren en medio de la carretera.

Hay camas de comedia como esa cama mínima en camarote diminuto que se va llenando y llenando y llenando en Una noche en la Ópera. Sólo podían estar los hermanos Marx por el medio.

Hay camas donde duermen los hombres y las mujeres con los cuales soñamos. Abrimos los ojos y ahí siguen. O nos esperan o estarán. O se encuentran ausentes o no volverán. Como la cama en la que duermen por primera vez Paul y Holly en Desayuno con diamantes. O la cama donde, bajo el hechizo de luna, como personas imperfectas, se aman apasionadamente Loretta y Ronnie.

Hay camas solitarias que aguardan la muerte del que duerme, del que está enfermo o del que se despide voluntariamente de la vida. Me viene a la cabeza ese hermano bueno y enfermo que desaparece porque ama en una solitaria cama de hospital en Wilbur se quiere suicidar.

Hay camas para hacer el amor apasionadamente y con algún que otro muelle molesto o grito extasiado. Que se lo pregunten a los buenos de Frankie y Johnny.

Hay en camas que se hacen hasta cuartetos…, si quieres ser el quinto, acuéstate junto a Bob, Carol, Ted y Alice. Seguro que hay más risas que otra cosa.

Hay camas para hacer conspiraciones de palacio. Entre marquesas, condes o duques. Así ocurre en Las amistades peligrosas.

Hay hasta camas que vuelan como en La bruja novata. Y que pueden llevarnos a mundos inimaginables…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Unas pinceladas de Albert Finney

Albert Finney.

Del que me queda mucho por descubrir, por recordar y por ver.

Actor camaleónico.

Unas cuantas pinceladas.

Es de los jóvenes terribles que poblaron el cine británico.

Que dieron aire a las pantallas.

Fuerza.

Picardía.

Viva la vida.

Héroes proletarios.

Con escenarios en sus lomos.

Con la botella siempre a mano.

Con saltos a Hollywood.

De presencia inolvidable.

Que hasta hace poco sigue regalando intensidad en la pantalla.

Físico en bruto.

Sonrisa imprescindible.

Ojos vivos.

Personajes con fuerza.

Que no escapan.

Arthur Seaton, el joven proletario, que pasa sus sábados noches, domingos mañanas entre lechos, historias y alcohol… después de una dura semana laboral…

Tom Jones, libertino bastardo con mucha pasión por la vida.

Mark, aquel que siempre olvida su pasaporte. Que pasa entre coches y hoteles del amor a la pasión. Que se topa con la frustración y el desencanto. Todo junto a su Joanna. Que a pesar de los pesares siguen juntos porque ahí están siempre en esencia, enamorados y desencantados. Son dos en la carretera.

Mr. Scrooge, no puede faltar una prueba de fuego. Un musical donde se lleva al personaje estrella, un Scrooge amargado que es visitado por el pasado, el presente y el futuro… y descubre la vida.

Hercules Poirot, detective refinado de Agatha Christie. Detective mítico. De la mano nos lleva a la resolución del asesinato en el Orient Express.

Geoffrey Firmin, el cónsul británio en México que se autodestruye entre el alcohol y los recuerdos. Un Huston que cuenta tristes historias de vida y desencanto. Bajo volcanes en erupción.

Leo, un duro mafioso de los de antes, unos Coen que devuelven la fuerza del cine de gánsters con mucha violencia y poesía de fondo. Con un Leo que avanza entre ópera y metralletas. Con oposiciones que parece que nunca puedan conciliarse, pero ya se sabe es Muerte entre las flores.

Andrew Crocker-Harris, un deprimido jubilado. Maestro que se siente no reconocido. Un hombre triste que reflexiona. Todo a su alrededor se desmorona. Su vida profesional y sentimental…

Edward Bloom, un hombre con facilidad de palabra que reviste su vida gris y la de las personas que ama con aire de relato o cuento. Convierte la vida a través de la narración de historias en algo mágico y maravilloso.

Charles, un padre roto que antes que el diablo sepa que has muerto descubre el horror a manos de sus hijos, también destrozados, desesperados, sin rumbo…

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Jane Eyre de Cary Fukunaga

Primero parto de varias confesiones.

Hace muchísimo que no he vuelto a leer Jane Eyre de Charlotte Brönte. No como Cumbres Borrascosas de Emily que he leído más de una vez. Como contaba hace poco en un post me faltaba leer las obras de la tercera hermana en discordia, Anne. Y ya estoy en ello, en estos momentos con La dama de Wildfell Hall.

Hace relativamente poco me dejaron la miniserie de la BBC en 2006, Jane Eyre, con Ruth Wilson y Toby Stephens. Wilson como la institutriz poco agraciada, pobre pero muy inteligente y Stephens como un señor Rochester que oculta un pasado pero absolutamente encantador, divertido, sexual… y sólo unas sombras de tormento.

Totalmente imbuída en el espíritu de las Brönte me dejan también una novela que espera a ser leída cuya premisa es contar la historia de uno de los personajes secundarios más misteriosos y atrayentes de Jane Eyre. La novela se llama Ancho mar de los sargazos de Jean Rhys.

Lo que quiero expresar después de tan amplias confesiones es que estoy totalmente imbuida en el alma Eyre… y fui con ojos desesperados y con muchísimas ganas a ver Jane Eyre de Cary Fukunaga. Y no salí decepcionada. Sólo con mínimos peros…, y sin embargo de nuevo subyugada. Además fui con otra persona que nunca había visto ni leido Jane Eyre y con otra que su novela favorita “de todos los tiempos” es Jane Eyre (mil veces leída y analizada a lo largo de su vida). Y ambas salieron felices. Luego Fukunaga ha logrado revivir de nuevo a Jane Eyre en una nueva versión cinematográfica.

Fukunaga se muestra como director sensible, y nos cuenta una Jane Eyre llena de sensaciones y percepciones. Todo envuelto con una luz especial. Con páramos llenos de niebla. Con grandes mansiones iluminadas a la luz de las velas o con luz natural. Desde la perspectiva de una institruz espiritual y delicada que sin miedo y con una fuerza interior desgarradora trata de encontrar la felicidad entre el misterio, las miserias humanas y los distintos temperamentos. Una Jane Eyre a la que seguimos muchas veces de espaldas y sentimos sin embargo su rico mundo interior y sus anhelos.

Fukunaga nos presenta una historia entre nieblas y terrores que se convierte en una historia de amor que atrapa a sus protagonistas entre lo sensual y lo espiritual. Sensualidad es lo que siente Jane cuando entra en un mundo desconocido hasta ahora por ella…, cuando llega a la mansión de Thornfield, y se encuentra frente a frente con la única persona que la trata de igual a igual y la valora como ser humano: el atormentado señor Rochester.

Jane Eyre, que siempre ha vivido una vida triste, ha contado siempre con una vida interior rica y una fortaleza a prueba de desgracias. Ha logrado crecer sin guardar odios ni rencores. Pero anhelando querer y ser querida… no ser una máquina, aunque no dejarse pisar. Jane Eyre cuida lo único que puede, su personalidad, su inteligencia, sus conocimientos, su mundo interior… Y eso es algo que valora enseguida el señor Rochester… aunque arrastre tormento. Aunque arrastre un pasado que le rompe. Que le hace infeliz. Con Eyre encuentra una salida al final del túnel. Aunque parezca finalmente que sólo es una ilusión. Ambos están a punto de ser felices, de convertirse en un extraño matrimonio…, cuando el pasado irrumpe y rompe toda perspectiva de felicidad común. Una catarsis que supone una metamorfosis para ambos personajes porque sólo rompiéndose quizá logren volver a ser uno.

Fukunaga rompe la narración cronológica para contarnos su propia versión de Jane Eyre con la ayuda de un guión de Moira Buffini. Nos quieren meter desde el principio en el interior de una mujer sensible. Nos muestran una mujer que huye desesperada… y que tiene una historia que contarnos… Así que la película arranca con su huída de Thornfield y su encuentro con los tres hermanos, profundamente religiosos (dos institutrices como ella y un joven con afán de convertirse en misionero) que se convertirán en su nueva familia. Todo lo que vemos es a través de sensaciones y recuerdos de la protagonista. Retazos. Un puzle que tenemos que ir construyendo. Para averiguar qué hace una institutriz corriendo desesperada y enferma por los páramos, casi cayendo en la locura.

Mia Wasikowska y Michael Fassbender se convierten en unos sensuales y espirituales Jane Eyre y señor Rochester. Judi Dench es la señorita Fairfax, ama de llaves, guardiana bondadosa de los secretos de la casa. Y Jamie Bell, es el personaje que más sale perdiendo, no por la interpretación del actor sino por los recortes sufridos de su personalidad… no entendemos sus reacciones porque se sacrifican partes del original que no permiten darle un perfil entendible. Él es John Rivers, ese hombre profundamente religioso que acoge a una Jane Eyre que ha huido. Y esa es la mayor dificultad de la película de Fukunaga, el sacrificio de varios personajes o minimizar sus apariciones de tal manera que complican la comprensión de las reacciones, relaciones y de la historia. Aunque como también es una película de sensaciones y emociones que emanan de la protagonista principal…, puede que ella misma sea la que sacrifique esos personajes, esas percepciones, y la que no quiera dejarnos bien masticado todo lo que ocurre…

Fukunaga sabe contar en imágenes. Ofrece una Jane Eyre con sensibilidad propia…, enfatizada por una hermosa banda sonora de Dario Marienelli. Y pendientes de ver otro trabajo cinematográfico de este realizador que ya sorprendió en el panorama cinematográfico con Sin nombre (película que no he podido ver).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Deborah y El Cantar de los Cantares

Te regalo un fotograma.

Que es un recuerdo de infancia.

Cuando la chica de los sueños de un muchacho sin futuro,

pero con muchas ganas de encontrar un camino que le saque de la miseria, empieza una declaración de amor en toda regla.

Con el cantar de los cantares.

Con voz coqueta.

… dibujando ya lo que será su trágica y triste historia de amor.

Porque Deborah ama a Noodles

pero también le menosprecia…

porque no forma parte del imaginario ‘ideal’ que ella se construye para huir de ese barrio que los atrapa.

“Mi amado es fresco y rubio.

Su piel es como el oro más fino.

Sus mejillas son como un bálsamo de especias.

… aunque no se haya bañado desde el último diciembre”.

Y el muchacho se siente el más feliz de los hombres y el más avergonzado.

“Sus ojos son como palomas.

Su cuerpo es brillante como el marfil.

Sus piernas son como columnas de alabastro.

… en pantalones tan sucios que se sostienen ellos solos.

Es del todo adorable

… pero siempre será un rufián de medio pelo…

y nunca será mi amado.

Qué pena”.

Y los dos se funden en el único beso tranquilo de toda su existencia…

Un beso adolescente.

Ambos, para siempre, irán arrastrando una historia que nunca será posible…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tim Burton y Johnny Depp, dos hombres vestidos de negro con corazón rojo

A veces entre director y actor no sólo surge química sino también una amistad larga y duradera. Así pasa con Tim Burton y Johnny Depp, un día sus mundos y sensibilidades conectaron y ambos tienen una maravillosa y valiosa filmografía en común. Burton traslada su mundo oscuro con destellos de sensibilidad extrema. Ese mundo de marginados y rechazados dulces que tratan de encontrar su hueco en el mundo. Y Depp se convierte en esos personajes camaleónicos que le permiten componer unas personalidades tenebrosas con dosis de ternura o personajes tiernos con dosis tenebrosas.

Una unión que sigue dando frutos. El próximo proyecto que llegará por estos lares es la adaptación a pantalla gigante de una serie de televisión americana de los años sesenta, Dark Shadow. Donde veremos la peculiar historia de una familia de vampiros en los años setenta… pinta como siempre dentro de la sensibilidad de ambos. Pero si tuviera que quedarme con uno de sus trabajos cinematográficos sería sin duda con Ed Wood, un maravilloso canto al mundo del cine, que pudimos disfrutar en 1994.

El viaje que nos proponen ambos es un viaje a un mundo extraordinario, peculiar y propio. Empieza el espectáculo.

Eduardo Manostijeras (1990)

Se produce el encuentro en cuento maravilloso. Un creador con rostro de Vincent Price ‘crea’ a un ser inacabado. Y queda así inacabado porque el creador es ser inmortal… y no puede terminar su obra. La criatura es Eduardo Manostijeras, un ser sensible pero con diversas imperfecciones, la más llamativa: unas manos que en vez de dedos tienen tijeras. Un ser tímido, sensible y apocado que es ‘rescatado’ de su soledad por una dulce vendedora de cosméticos que se lo lleva del castillo a su localidad. Una típica localidad americana de los años 50. Eduardo no encuentra su sitio y es rechazado por distinto… pero pronto aprovechará lo que le hace marginal para hacerse un hueco en la sociedad. Eduardo crea con sus manos parques, peinados… y además se enamora de la muchacha más popular de la zona. Cuento gótico que se ha convertido en una película de culto, en todo un clásico. Inolvidable el look de Depp…Supuso un importante paso en su carrera… en su búsqueda por dejar de ser un niño bonito y ser considerado un actor profesional. Convirtió a Burton en director de culto.

Ed Wood (1994)

Una joya en blanco y negro donde Burton y Depp homenajean al cine como motor de un mundo creativo y propio. Habla del cine como pasión. Y su fuerza para contar historias. Para hacer soñar. Para imaginar. Así Burton se va a un cineasta marginal. A aquel que se le conoce como el peor director del mundo, Ed Wood. Un cineasta que trabaja en producciones cinematográficas de bajo presupuesto pero que tiene que utilizar su imaginación y dedicar esfuerzos para conseguir sus objetivos. Johnny es un Wood inocente, excéntrico y ante todo apasionado. Lo convierte en un personaje fascinante así como toda la galería de secundarios estrafalarios que le acompañan. Wood convierte al cine en el motor de su vida, en su estilo de vida, la creación de sus películas se encuentra en el centro de toda su vida, y de su alma. Al igual que para Orson Welles, el cual le transmite (en un encuentro casual) fuerza y paciencia para deambular por un mundo duro. Pero sin duda lo más hermoso es la recreación maravillosa que realiza de una peculiar amistad entre Wood y un ídolo suyo, Bela Lugosi. Lugosi (un Martin Landau gigante) es ahora un hombre enfermo, dependiente y absolutamente marginado de la gran industria pero su relación con Wood le devuelve la ilusión y le mantiene la dignidad. Una gozada maravillosa. Seguro que sirvió como fuente de inspiración para recrear relación tan hermosa la propia relación que mantuvo Burton con su ídolo, Vincent Price.

Sleepy Hollow (1999)

Un cuento de terror, la leyenda del jinete sin cabeza, fue su siguiente colaboración juntos. Un relato negro y sórdido con historia de amor tierna. Poesía, terror y ternura. Tres ingredientes unidos en Sleepy Hollow. La película se inspira en un relato de Washington Irving…, donde Ichabod Crane, aquí como peculiar policía con curiosos métodos de investigación, trata de aclarar una serie de asesinatos en una pequeña localidad y de averiguar quién es ese jinete sin cabeza. De paso se cruza por su camino una gótica y lánguida dama con los rasgos de la extraña Christina Ricci.

Charlie y la fábrica de chocolate (2005)

Reconozco que tengo mejor recuerdo de la versión que se realizó del cuento de Dahl en el año 1971 con Gene Wilder de Wonka. O quizá aquella lejana pieza cinematográfica me pilló con una sensibilidad infantil que disfrutó a tope de este mundo fantástico. Lo mejor de esta versión, además de las imaginativas escenografías que crean el mundo de Burton, es el niño protagonista y todo el prólogo hasta que entra con su abuelo en la famosa fábrica. La interpretación de Depp oscila entre la excentricidad y el ridículo absoluto que a veces llega a cansar. Pero sin duda lo que menos soporté fueron los Oompa-Loompa con la cara mil veces repetida de Deep Roy.

Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet (2007)

Después del para mí pequeño bache que supuso Charlie y la fábrica de chocolate (aun disfrutándola en determinados momentos) vuelven con todo su esplendor en su película más oscura y trágica. Los dos se unen para llevar a las pantallas un siniestro y famoso musical. Donde el barbero diabólico se convierte en una víctima sujeta a un destino negro y violento. La venganza y el odio se convierten en su perdición… y más cuando la única persona en la que puede confiar guarda un terrible secreto que le destroza totalmente. Tras el dulce rostro de la ‘peculiar’ Mrs. Lovett (una magnífica Helena Bonham Carter) hay una máscara terrible y una trágica historia de amor. Aquí Depp vuelve a recuperar brío en un papel complejo: es como si Eduardo Manostijeras hubiese perdido toda su inocencia y ternura…

Alicia en el país de las maravillas (2010)

Poco puedo decir de esta versión de Alicia pues no llegué a verla en su día. Sólo que estaba ilusionada porque me parecía que el mundo de Carroll era ideal para Burton y Depp… pero fue de esas obras cinematográficas que esperas y de pronto dejas de tener ilusión según vas viendo imágenes o leyendo diferentes artículos. Sé que es asignatura pendiente pero creo que Depp como Sombrero Loco vuelve o regresa a los registros que no me gustaron en su Wonka de Charlie y la fábrica de chocolate.

Y una propina: La novia cadáver (2005)

Burton amante del mundo de la animación fue uno de los artífices de La novia cadáver un cuento tierno de amor y muerte donde su personaje principal, el encantador Victor está claramente inspirado en Depp.

… Lo que más me gusta sin duda de este dúo es que todavía les queda mucho que ofrecernos a estos espectadores (entre los que me incluso, apasionada) que esperan ávidos sus mundos con dosis de poesía vestida de negro.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.