Jack Lemmon

Carrera de fondo…

… era de esos rostros que te acompañaban toda una vida. Una cara con la que te encontrabas con agrado. Lemmon fue un actor de los grandes que empezó su carrera sin estridencias, como buen comediante, y terminó siendo un coloso. Estuviese donde estuviese lograba dar credibilidad a la historia que se estuviera contando.

Empezó poco a poco al lado de una comediante nata, ahora bastante olvidada, Judy Holliday. Eran los primeros años de la década de los cincuenta. Jack Lemmon era el hombre simpático, la buena persona, el divertido… John Ford le dio uno de sus primeros éxitos con Escala en Hawai. Y empieza su relación (una de las que más desconozco pero parte importante de su carrera) con el director Richard Quine, que junto a Billy Wilder, fue con uno de los que más trabajó.

… Billy Wilder le eleva a los cielos

En 1959 Wilder le eleva a categoría de estrella y le eleva por los siglos de los siglos a los cielos. Ya nunca más se separaron. Y protagonizaron juntos una filmografía intensa. En Con faldas y a lo loco le transforma en un músico perdedor que para la supervivencia tiene que vestirse de mujer junto a su compañero Tony Curtis… y ya no podemos quitarnos la risa de la boca. Su baile con un multimillonario bajito y una rosa en la boca es la cumbre de la comedia desternillante.

Después un año más tarde llegó la joya donde Lemmon representa el hombre común y gris encerrado en una oficina. El hombre perdedor y sin ideales que sin embargo se da una oportunidad a sí mismo. Recupera la dignidad. Y de paso trata de llevar a lo más alto el amor de verdad con la ascensorista Kubelik, otro triste y encantador personaje. Estoy hablando de El apartamento.

Ambos se pasan tres años más tarde al cuento parisino de la puta de las medias verdes y el policía honrado que la ama y enloquece. Un cuento sin moraleja… porque eso es otra historia. Y así nos metemos en las apariencias y enredos que propone Irma La Dulce.

De nuevo en 1966 se unen y junto al dúo nos encontramos a Walter Matthau y todo el cinismo y la mala baba para crear de nuevo una historia de un perdedor con una segunda oportunidad para recuperar la dignidad. Ahí está En bandeja de plata, comedia triste como la vida misma.

En los años setenta deleitan con una comedia romántica de humor negro maravillosa. Un americano ejecutivo y gris, pragmático y amargado, va a recoger el cadáver de su padre a Italia… y después del desconcierto aprende los placeres de la vida. Una delicia reencontrarse una y otra vez con Avanti.

Otra vez se unen a Matthau para llevar un clásico del humor cínico a la pantalla de cine, Primera plana, un remake sobre el cuarto poder y la política. Donde ni prensa, ni políticos, ni costumbres sociales, ni matrimonio, ni amistad, ni familia… vamos donde no queda títere con cabeza… Otro placer verles de nuevo reunidos.

Su despedida fue en 1981 con Aquí, un amigo, acompañados de nuevo de Matthau… otra comedia de perdedores que se unen y sobreviven.

Richard Quine… ese gran desconocido

Quine fue el primero que le convirtió en actor fetiche y trabajó con él a lo largo de su filmografía con títulos desconocidos y otros más fáciles de poder acceder a ellos. Quine tiene un humor peculiar (y también es creador de dos buenos melodramas). O entras o no entras. Y ahí estaba Lemmon dando sentido a unos personajes difíciles de clasificar. Tengo pendiente una revisión a la filmografía de Lemmon con Quine. Porque la mayoría las he visto tan sólo una vez y vagan en el olvido.

Todo empezó en 1955 con la comedia musical Mi hermana Elena, continuó con otra comedia bélica Operation Mad Ball y otra olvidada historia junto a Doris Day, La indómita y el millonario, culminó con las películas junto a la mujer perfecta para Quine, Kim Novak, en Me enamoré de una bruja y La misteriosa dama de negro. Y terminó con Como matar a la propia esposa.

El hombre común con rostro dramático

Pero según nos iba acompañando una y otra vez se convertía en el hombre común al que le asediaba la tragedia… y Lemmon ofrecía humanidad a raudales. Así lo empezó a demostrar en 1962 cuando protagonizó a un alcohólico en Día de vino y rosas.

Pero en los años setenta fue el protagonista de tres dramas (uno de ellos dentro de la saga de cine catastrofista) que funcionaron en taquilla y le mostraron como actor versatil. Salvad al tigre la pesadilla de un ejecutivo durante un día y medio que le dio el oscar, película olvidada y sustentada por su interpretación. El síndrome de China de medios de comunicación y desastres nucleares, Lemmon es el trabajador de la central consciente del peligro. Y por último el éxito de cine de catástrofes, Aeropuerto 77, donde es el héroe humano que trata de minimizar los daños y salvar al mayor número de pasajeros.

Lo mismo ocurrió en los ochenta con la impresionante película sobre la dictadura chilena y la implicación de EEUU en Missing donde Lemmon es un padre patriota que va a Chile para buscar a su hijo desaparecido, un periodista idealista y activista. Poco a poco lo que va descubriendo le hace identificarse más con su hijo ausente y dudar sobre sus creencias patrióticas. Poco después emocionó a todos en la película italiana (maravillosa) Macarroni junto a Marcelo Mastroianni. De nuevo en su papel de cascarrabias hombre de negocios amargado que llega a Italia y recupera el pasado y el sentido de la amistad y el placer.

Jack Lemmon no se alejó nunca de la pantalla y en 1992 nos siguió dejando interpretaciones maravillosas como en la amarga Glengarry Glen Ross donde está espectacularmente brillante.

Entre la risa y el drama Lemmon era uno de los grandes. Su rostro siempre está ahí, cercano. Su humanidad sigue transitando. Hizo como nadie del fracasado con una segunda oportunidad para adquirir toda la dignidad posible.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Los idus de marzo de George Clooney

Los idus de marzo es una película con una construcción clásica que sigue una cierta tendencia del cine americano de mostrar los entresijos de la clase política. Y se convierte en película efectiva no quizá esplendorosa pero sí certera con un reparto coral magnífico y una historia ya conocida pero potente. Para ello como ya muestra y advierte el título nos lo envuelve de tragedia shakesperiana. Así Clooney sigue su carrera como director. Los idus de marzo permite un análisis minucioso e interesante. Mi conclusión final es que la apruebo con nota a pesar de algún cabo suelto que no la convierte en perfecta.

Una cierta tendencia…

El cine estadounidense de vez en cuando avisa de los tejemanejes políticos con películas certeras. Así nos encontramos con Juan Nadie, El político, Tempestad sobre Washington, El candidato, Ciudadano Bob Roberts, Cortina de humo…, así que lo primero que se le achaca a Los idus de marzo es no ofrecer una mirada nueva sobre un tema que siempre es interesante mostrar sino continuar una cierta tendencia…, mostrar los tejemanejes de la clase política.

Sin embargo cumple con los ingredientes de esta cierta tendencia. Y muestra la parte trasera de las campañas políticas. Lo más interesante es que muestra como todo es un juego en un gran tablero estratégico donde hay unas reglas del juego que se cambian o se transgreden. Y gana el que juega y mueve mejor las piezas. Las personas no son personas, no tienen sentimientos, son piezas del tablero… y gana el mejor postor.

En la película hay un proceso de transformación de un personaje: Steve (Ryan Gosling). No estoy de acuerdo con que es un inocente idealista, lo que me parece es que es un tío listo y joven al que le gusta su trabajo y sabe en todo momento que está en un juego… pero aprende más reglas y cómo puede transgredirlas. Se va volviendo perro viejo… En un primer momento cree que el juego político es más limpio de lo que es y que el candidato puede realmente ganar y cumplir unas expectativas reales. Después se da cuenta de que el juego va más allá y que ninguna de las piezas del tablero se salva. El que gana es el que más traiciona y más máscaras puede mantener.

… tragedia shakesperiana

Unos hablan de tragedia shakesperiana y otros de derroteros melodramáticos. Los idus de marzo parte de una obra teatral que no conozco pero intuyo que tiene una construcción dramática clásica en tres actos… y no sólo en el título se intuyen los ecos shakesperianos.

El juego de poderes y relaciones entre los personajes nos acerca al drama shakesperiano a lo Julio Cesar (o todas las tramas políticas que componen parte de la obra dramática de Shakespeare… Enrique V, Ricardo III, El rey Lear, Hamlet, Macbeth…).

Sin embargo el personaje que dispara el conflicto y el punto de inflexión de la transformación de Steve es el personaje con más falla de guion, el peor desarrollado y el que hace que la película no sea totalmente redonda en su clasicismo y en seguir esa cierta tendencia… Y es el personaje que hace que la tragedia shakesperiana pase a melodrama o folletín. Ese personaje tenía que existir, no cabe duda, pero falla su presentación y posterior desarrollo. El personaje es el de la joven becaria Molly (por otra parte estupenda Evan Rachel Wood). Molly es una joven inteligente con muchas tablas, así nos la presentan, y muy libre en sus relaciones con los hombres, que sin ningún problema establece una relación con Steve. Casi es una especie de mujer fatal de cine negro a lo Lauren Bacall. Una tía dura. Por eso su transformación posterior (no cuento qué es lo que ocurre) en víctima frágil y débil… y el conflicto que hace que se destape la tapadera y se presenten más trapos sucios… no funciona del todo. En mi humilde opinión hubiera funcionado si hubieran apostado por presentarla como en lo que finalmente se convierte en una Ofelia inocente, en una ficha de ajedrez que todos vapulean y destrozan sin tener en cuenta sus sentimientos. Sin tener en cuenta que es una persona.

Por otra parte los demás personajes cumplen su cometido a la perfección. El propio Clooney como candidato demócrata, los asesores de campaña (brillantes Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman) y por supuesto Steve o también la representante de la prensa escrita (la eficiente Marisa Tomei). Sin embargo hay dos personajes que podían haber tenido algo más de importancia y jugo en el avance de la historia, Ben (Max Minghella), otro asesor de la campaña, por debajo de Steve, la propia esposa del candidato demócrata o el personaje de Marisa Tomei.

… elenco de actores y puesta en escena

Sin duda es un disfrute Los idus de marzo por las interpretaciones volcadas. El duelo, con música intensa de Alexandre Desplat, entre los personajes es una danza que deja buen sabor de boca. No hay que perderse cada uno de los matices de Clooney pero sobre todo del trío Ryan Gosling, Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti. En las bambalinas es donde está el meollo de la cuestión. Además Clooney dentro de su clasicismo consigue una puesta en escena potente. Y las conversaciones entre los personajes y su enfoque o manera de rodar es acertada e intensa. Todas estas conversaciones van mostrando al espectador cómo se van moviendo las piezas… quién va ganando, o quién va perdiendo. Como ejemplo esa confesión del personaje de Gosling a Hoffman de una reunión que no tenía que haberse llevado a cabo justamente cuando el candidato está dando un mitin, detras del escenario donde hay una enorme bandera americana…

Clooney no deja títere con cabeza, ni a republicanos ni a demócratas, ni a políticos, ni a asesores, ni a la prensa… La política es un gran tablero estratégico donde lo que menos importa son los ciudadanos. Es sólo un juego frío y calculador que hay que ganar… para detentar el poder. Y no importa quién se quede en el camino o a quien haya que tirar del carro para llegar a lo más alto.

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Roma (Roma, 1972) de Federico Fellini

Fellini fulmina un argumento posible y se dispone a mostrar su Roma o mejor dicho sus visiones romanas. Así también dinamita el tiempo. Pasa de la Roma de Mussolini, la guerra y la posguerra a la Roma contemporánea, la de 1972.

Fellini se afana en mostrarnos estampas. Y nos deja secuencias con una fuerza visual y una belleza prodigiosa. También Fellini nos deja una radiografía de rostros inolvidables, de personajes pintorescos. Y por supuesto un catálogo de sus obsesiones.

A Fellini no le importa cruzar la barrera del delirio. De lo barroco. De lo extravagante. Es su Roma. Y lo demás qué importa. Intervenimos en una clase de niños en la época de Mussolini. Visitamos una casa de huéspedes con personajes fascinantes. Asistimos a una comida al aire libre en una trattoria romana. Y por supuesto nos metemos en una sala de cine para disfrutar con una escandalosa familia de una película de romanos, y nos quedamos con la boca abierta, como el padre de la familia. Esos cines populares donde la gente sentía y el cine era el entretenimiento estrella. Somos testigos de un aparatoso desfile de moda eclesiástica. Nos sumergimos en las obras del metro romano y en el descubrimiento de unos frescos. Nos inmiscuimos en un atasco de entrada a Roma. Somos testigos de los hippies y nuevos aires que van dando un espíritu nuevo a la ciudad. Nos quedamos con los rostros de un espectáculo de variedades de los años treinta. Y nos quedamos perplejos ante la actividad de jolgorio en un burdel.

Es la Roma de Fellini. Sin tabúes ni argumentos. Son sus estampas, su juego.

Al final, la Mamma Roma, la propia Ana Magnani, en una Roma nocturna nos da las buenas noches.

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Las malas hierbas de Alain Resnais

… con casi 90 años y realiza una película libre y fresca. Fuera de todo parámetro normal.

… con casi 90 años y el color que predomina es el rojo.

… con casi 90 años y nos habla de lo absurdo. De los amores locos.

… con casi 90 años y nos habla de altos vuelos.

… con casi 90 años y canta a su amor exacerbado al cine.

… con casi 90 años y se decide, no es habitual en él, a adaptar una novela.

… con casi 90 años y se dedica a la risa (o por lo menos yo no paré).

… con casi 90 años y ya no hace caso de la lógica… ¿para qué?

… con casi 90 años y nos habla de que tan sólo un incidente es capaz de voltear varias la vida.

… con casi 90 años y nos deja perlas, “leer nunca ha matado a nadie, al contrario, ayuda a vivir”. Ver cine nunca ha matado a nadie, al contrario, ayuda a vivir.

Las malas hierbas nos hace perder el sentido y meternos en surrealismos sin pedir explicaciones.

Las malas hierbas cuenta además con uno de los carteles de cine más bonitos de la temporada (y yo todavía a esos detalles les doy mucho valor).

Las malas hierbas nos hace disfrutar con unos personajes excéntricos y locos… por favor envolvedme en papel de regalo a Mathieu Amalric.

Las malas hierbas… me llevan a sala de cine a disfrutar de un clásico… y casualidad de las casualidades… hace poco vi por primera vez Los puentes de Toko-ri.

Y a George se le baja la bragueta.

Y a Marguerite lleva un abrigo que llevaría El principito.

Y a George se le queda cara de extrañamiento continuo.

Y a Marguerite le cantan canciones metida en la cabina de un avión.

Y los dos vuelan… sin lógica alguna.

Y George tiene una mujer preciosa y encantadora.

Y Marguerite una cabellera roja y unos pies especiales.

… Y cuando le roban a Marguerite la cartera… la vida da vueltas, y vueltas y vueltas.

Conclusión: Mamá cuando sea gato ¿podré comer croquetas?

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Diccionario cinematográfico (175)

Boda (1ª parte): ceremonia en la cual dos personas se unen. Fiesta después del acto de unión. La boda es un acto social que puede ser público o privado, íntimo. La boda por tanto es un momento cinematográfico. Que puede causar alegria o pena.

Está la boda simbólica y secreta que sella un amor. Maria y Tony en el fondo de una tienda con maniquíes por invitados se casan para siempre. Así ocurre en West Side Story.

Está la boda como ceremonia social que presenta la trama y a todos los personajes de una historia. Y ahí tenemos la preparación y boda en el maravilloso principio de El cazador. Como maravilloso principio es la celebración de la boda de Connie en El padrino.

Alrededor de la boda gira El hombre tranquilo. O cuatro ceremonias tenemos ni más ni menos para contar una historia de amor, de encuentro y desencuentro y vuelta al encuentro, en Cuatro bodas y un funeral.

Y hay bodas que nunca llegan a celebrarse como la de la pobre Jane Eyre con su querido Rochester. Porque es cuando van a juntar sus destinos cuando se descubre el terrible secreto del caballero que intenta ser feliz. Y ese secreto impide la boda.

O como la de Elaine… Que justo cuando va a casarse viene Benjamin, El Graduado, y delante de todos huyen de la iglesia. Y se suben a un autobús donde les espera un futuro incierto… Ella, por supuesto, vestida de blanco.

… Hay ceremonias donde se casa el mejor amigo… y novias que se dan a la fuga. Hay bodas en las que se casa la persona a la que más amamos… con otro o con otra. La boda de mi mejor amigo, Novia a la fuga, Love actually…

Hay bodas unidas a la melancolía. Como esa novia vestida de blanco con la depresión como amiga… y que en medio de una celebración nota cómo hay un planeta que se acerca irremediablemente a la tierra… Melancolía.

Y otras que traen el drama. Como la de Después de la boda…, después de la celebración vienen los secretos de familia.

Hay bodas que nunca debieron celebrarse y que convierten a las novias en mujeres que viven para la venganza. Así pasa en La novia vestía de negro. Un novio cae abatido por las balas… y una novia desesperada ve a los culpables. Como también decide vengarse La Novia en Kill Bill, una asesina a sueldo que no puede celebrar su día… porque los de su banda tratan de matarla. Y eso es lo que creen, que la han matado. Pero La Novia despierta del coma… con ganas de venganza.

Hay bodas de melodrama como la que ve Stella Dallas, una madre sacrificada. Y lo ve desde una ventana. Bajo la lluvia. Empapándose. Y detrás de esa ventana quien se está casando es la hija a la que ha renunciado… para que pueda ser feliz. Y casarse con un chico de buena familia…

Sí, la boda es cinematográfica.

To be continued…

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Foto de familia

Te regalo una fotografía.

De familia.

… Y ya han pasado cuarenta años.

Sonny Corleone.

Vito Corleone.

Michael Corleone.

Fredo Corleone.

… Y ya han pasado cuarenta años.

Ninguno queda con vida.

A Sonny le mataron a balazos.

Vito murió de viejo… mientras jugaba con su nieto.

Michael murió de viejo en soledad absoluta. Sentado en una silla.

Fredo… en una barca. De un disparo. Sabía lo que iba a pasar.

Antes se despidió de su sobrino.

Pero cuando tomaron esta fotografía.

No sabían que iba a ser de ellos.

Sonny no sabía que su temperamento y amor loco por su familia le llevarían a caer en una trampa. (Y como te he amado y te sigo amando estos cuarenta años… a pesar de que te fuiste el primero).

Vito no sabía que los tiempos estaban cambiando y que querían otras familias quitarle el poder y el trono. No sabía que pronto el invencible iba a sufrir un atentado que minaría su posición y su salud.

Michael, el más rebelde, el que más se quería alejarse de la influencia de la familia, no se sabía tan vinculado a su padre y hermanos. No sabía que el deseo de venganza y poder iba a regir su vida.

Fredo que creía que siempre iba a ser protegido por los suyos, no esperaba que un error no iba a ser perdonado por el hermano poderoso. Él, el mayor, pero el más débil… no sabía que su sentencia de muerte la firmaría aquel quien le quería.

Los cuatro miran el objetivo.

Nos miran.

…Y ya han pasado cuarenta años…

Y siguen muy presentes.

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Judith Anderson

Gran dama de los escenarios visitó en contadas ocasiones la pantalla blanca pero en ambos mundos mostró su versatilidad. Con un rostro peculiar y extraño representó personajes femeninos complejos. No solía pasar desapercibida. Aunque la mayoría de sus papeles fueron secundarios, con los directores adecuados brilló con luz propia. En el cine le llegó la popularidad en su papel más recordado, la señora Danvers, en Rebeca, 1940. Su personaje eclipsa el universo de Manderley. Hitchcock, en su primera aventura americana, hizo que sus apariciones fueran similares a las de un fantasma y Anderson ofreció su lado más siniestro. La actriz construyó un personaje eterno.

Cuatro años más tarde volvió con un personaje secundario en película mítica. Esta vez en Laura de Otto Preminger. Ahí se muestra magnífica en papel de tía de la protagonista y a la vez amante del prometido de su sobrina (genial Vicent Price). Anderson resulta magnífica y compleja en su papel ambiguo de mujer que oculta información, que guarda las apariencias, que esconde un doble rostro…, y capaz de todo por ser mujer enamorada. Así Judith Anderson y Vicent Price forman una de las parejas de ficción más singulares.

Continúa realizando trabajos con directores como René Clair (Diez negritos), Jean Renoir (Diario de una camarera) o el guionista Ben Hecht (El espectro de la rosa)… hasta que vuelve a estar siniestra en la magnífica El extraño amor de Martha Ivers, 1946. Judith Anderson se transmuta en mujer amargada, poderosa, rica y castrante que será el detonante del conflicto que nublará la vida de los tres protagonistas en su más tierna infancia (luego de adultos tendrán los rostros de Barbara Stanwyck, Van Heflin y Kirk Douglas). Y un año más tarde será madre coraje y fuerte que oculta terrible pasado en olvidado y onírico  western de aires shakesperianos, Pursued.

Anderson continua paseando su rostro en películas de culto como La casa roja, 1947, o a reivindicar como Las Furias, 1950, o en grandes superproducciones como Los diez mandamientos de DeMille en 1956. Sorprende a todos en 1958 con su papel en La gata en el tejado de zinc donde se mimetiza en personaje sureño de Tennessee Williams. Alcanza una personalidad dramática extrema como mujer apocada, doblegada y desgraciada, esposa de un marido déspota.

A partir de las siguientes décadas sus papeles cinematográficos se irán espaciando cada vez más… y podemos perseguir su pista hasta 1984 que aparece en una de las películas de la saga de Stark Trek. No abandonó los escenarios teatrales y también se pudo contar con su presencia en la pequeña pantalla.

Judith Anderson sin embargo alcanza un puesto destacado en esos rostros representados en la sala oscura. Su señora Danvers siempre estará en el recuerdo… y se convierte en puerta abierta para descubrir a una actriz en otros registros mostrando su versatilidad en la construcción de personajes dramáticos.

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Los hombres de Deborah Kerr

… Reconozco que siento especial predilección por Deborah Kerr, una actriz de filmografía abundante y con muy buenos títulos. Y en esta sección de dúos compruebo que Kerr tuvo varias parejas cinematográficas con las que protagonizó historias de distintos matices. Normalmente el amor estaba de por medio. Algunas eran historias felices y otras trágicas. Kerr iba de unos brazos a otros protagonizando escenas que se quedan en la retina. Kerr no sólo aportaba a sus personajes matices, carisma y elegancia sino que facilitaba una química especial con sus compañeros de reparto que hacía ganar puntos a sus enamoramientos cinematográficos. Así primero fue la mujer de los aventureros, después la mujer desencantada pero capaz de enamorarse y apasionarse. Alcanzó el estatus de heroína de un cine romántico al borde del melodrama o también se mimetizaba en la mujer exquisita y divertida… Kerr y sus muchos rostros.

Curiosamente Kerr tuvo una química muy especial con tres de los actores ‘más duros’ y eróticos del panorama cinematográfico de los años cincuenta. Absolutamente inolvidable y natural junto a Robert Mitchum, Burt Lancaster y Yul Brynner.

Pero también llegó a la cumbre del cine romántico junto a Cary Grant, el hombre elegante y rey de la comedia (y el suspense). O estuvo magnífica como mujer del aventurero Stewart Granger. Y entre la tragedia, el terror y la comedia trabajó varias veces junto al eficaz y carismático David Niven.

Con Robert Mitchum. Y aunque pasen los años…

Con Mitchum, el duro y desencantado por experiencia protagonizó tres películas… y cuando ya eran mayores ambos volvieron a reunirlos en un telefilm. Y desde que se encontraron en pantalla su química fue evidente. Las películas que protagonizaron juntos quizá no son las mejores de sus filmografías pero sin embargo sí que ambos desprenden una naturalidad especial que hace que sintamos no sólo que están enamorados sino que se quieren de verdad o que son cómplices en cuanto están juntos…

Primero los juntó John Huston en Sólo Dios lo sabe, 1957. Ella, una monja. Él, un soldado. Y ambos solos en una isla del Pacífico en plena Segunda Guerra Mundial y con los japoneses pululando… Una historia de amor imposible… Después en Página en blanco, 1960, una fallida pero elegante comedia, siguen dando rienda suelta a su química en una historia a cuatro bandas. Donde una aristócrata venida a menos (de nuevo Deborah) casada con otro aristócrata venido a menos Cary Grant sienten cómo su vida se ‘vuelve’ a revolucionar con la presencia de un americano multimillonario (sólo Mitchum podía hacerla ser infiel) que seduce a Kerr y una dama alocada con cara de Simmons que también quiere conquistar a Grant. Hasta que llegamos a una especie de narración crepuscular de una familia errante donde la Kerr busca asentarse y Mitchum seguir con su caminar. Se trata de Tres vidas errantes, 1960. En 1985 volverían a protagonizar una historia de amor de dos personas en la recta final de sus vidas pero esta vez para televisión… y la química continuaba intacta, Reunion at Fairborough.

Con Burt Lancaster. El dulce encanto del adulterio…

La heroína romántica Deborah Kerr, la dama elegante, protagonizó el escándalo en los años cincuenta junto a Burt Lancaster. Ella se convirtió en Karen, esposa de un alto cargo militar, un capitán. Karen es la esposa adúltera que se va a los brazos de un hermoso Burt Lancaster, un sargento. Su tórrida escena en la playa con beso apasionado es un hito. Pero inocente comparado con el triste y desencantado amor que protagonizan en 1969 en Los temerarios del aire. De nuevo, Kerr es esposa adúltera y desencantada que trata de aferrarse a otra oportunidad de amar. Entre medias compartieron pantalla pero no amor de ficción en un maravilloso melodrama coral, Mesas separadas, 1958.

Con Yul Brynner. Colisión de culturas…

La elegante dama colisiona con la fuerza bruta. Así ocurrió las dos veces que unieron sus destinos en ficción. Kerr protagonizó un maravilloso musical con uno de los papeles más recordados del divino calvo (que también lo llevó a los escenarios), Yul Brynner. Se trata de El rey y yo, 1956. Un amor tan sólo sugerido pero que deja miradas y erotismos. Y mucha química.

Después unieron de nuevo sus químicas para ser protagonistas de una tragedia. Ahí está la olvidada Rojo atardecer, 1959, donde un oficial soviético se siente atraído por una mujer británica en una Hungría revuelta en 1956.

Con Stewart Granger. De aventura en aventura…

… pero Deborah Kerr también fue damisela de los sueños de espectadores que disfrutaban con las aventuras protagonizadas por el galán Stewart Granger a principios de los cincuenta. Populares películas de aventuras nunca olvidadas donde la dama delicada Kerr enamora al héroe. Así se convierten en pareja inolvidable en Las minas del rey Salomón, 1950… donde viven una exótica aventura en el continente africano. Y también están presentes en película de capa y espada, El prisionero de Zenda, 1952. Ahí vuelven a enamorarse y a hacer soñar…También ambos estuvieron juntos en película histórica con una Jean Simmons (señora esposa de Granger) en el papel principal, La reina virgen, 1953… a ella le corresponde ser reina de la función y vivir trágicos amores con Granger.

Con David Niven. Del amor trágico al terror…

Y con otro actor británico protagonizó dos amores trágicos, alguna que otra escena cómica… y una de terror de culto (que no he visto) donde aparece por primera vez la malograda Sharon Tate. David Niven el actor carismático del bigote eterno. Niven se movía entre la comedia y la tragedia. Entre el romanticismo trágico y la elegancia. Con la Kerr fue hombre trágico pero extremadamente emocionante en Mesas separadas, donde son dos corazones solitarios que a pesar de sus trágicas existencias logran encontrarse. Película coral y reivindicable. Del mismo año 1958 es Buenos días, tristezas donde un play boy, con ganas de asentarse, y su joven hija (Jean Seberg) crearán una tela de araña y un triste destino a una historia de amor condenada donde la principal víctima será la mujer amada (y aparentemente más fuerte), Deborah Kerr. Años después, a finales de los sesenta, comparten escena delirante y divertida en la paródica Casino Royale y se convierten en extraño matrimonio de película de terror de culto, Ojo del diablo.

Con Cary Grant. Siempre quedará el Empare State Building…

Trabajaron tres veces juntos pero alcanzaron la gloria del cine romántico con sólo una de ellas. Se unieron en una película que nunca he visto con título premonitorio La mujer soñada en 1953. Se convirtieron en leyenda en el remake de Tú y yo borrando a Charles Boyer e Irene Dunne del recuerdo (magníficos también en la película de los años treinta). Leo McCarey director de ambas logra el recuerdo eterno con su remake. Así se enamoran en un viaje en barco pero ambos están comprometidos… sin embargo quedan en el State Empire Building en un plazo de seis meses… si es que siguen sintiendo lo mismo. Así quedaron Kerr y Grant para el recuerdo como pareja romántica eterna… Y siguieron mostrando su química juntos en la elegante pero a la vez fallida Página en blanco donde son el matrimonio aristócrata que vuelve a sentir sensaciones y revoluciones cuando su unión peligra por las posibles infidelidades de ambos.

Después de estas palabras… no saben la cantidad de películas que me apetece volver a ver.

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La invención de Hugo (Hugo Cabret, 2011) de Martin Scorsese

A mi padre… no me acostumbro a tu ausencia

… dice mi hermana amada que La invención de Hugo es como un testamento de Scorsese… para decirnos a todos que ama el cine. Que al cine lo necesita como el aire que respira. Quiere dejar una herencia. Unas palabras. Un amor inusitado al arte que ha practicado. Y para ello adapta un libro infantil ilustrado de Brian Selznick y lo convierte en imágenes. Y en su propio discurso.

Y Scorsese muestra y juega. Crea e imagina. Y emplea como un ilusionista, como el primigenio Méliès, una técnica cinematográfica a la que exprime todo su jugo, el 3D. Todo es cine, puro cine. Y al servicio de contarnos una historia… o una confesión. Su propio amor al séptimo arte.

Nos regala un cuento donde el cine es protagonista total y absoluto. No falta el homenaje, la sala de cine, el proyector, las imágenes en la pantalla blanca, el rodaje, el estudio, el entusiasmo creador, los actores, las actrices, el director, los espectadores-cinéfilos, el triunfo, el fracaso, el olvido, el renacimiento…, el arte de mirar, el cine como centro de vida, el cine como arte al que cuidar, analizar, estudiar, rescatar. El cine sobre el que escribir.

Y todo este enorme testamento nos lo regala como si fuera un sencillo cuento sobre dos niños que se encuentran y buscan aventura. Sobre el padre ausente. Sobre el abuelo gruñón que esconde un pasado hermoso, que le duele, porque cree que hay olvido. Y no es cierto. Sobre una tienda de juguetes… Sobre cartas, dibujos, mecanismos que arreglar…

… Nos regala unos escenarios de lo más cinematográficos. París. Los relojes. Sus mecanismos. Las calles nevadas. La estación de tren. El tren… y los propios habitantes de la estación.

Todo lleno de elementos cinematográficos. El bibliotecario misterioso. El amor no sólo al cine. También a los libros. El encanto del ilusionismo. La llave secreta. El maravilloso autómata… que esconde un secreto. El vigilante malvado de corazón de oro. El perro fiero pero tierno. La florista sensible, los abuelos enamorados…

Todo encaja. Todo funciona. Y Scorsese nos envuelve con una mirada mágica, llena de ilusión y de pasión por contar…

Porque de eso trata el cine. De contar. Como los libros. De contarnos mil y una historias… Del arte de narrar. Y de cómo ese poder da sentido a nuestras vidas.

Porque como imagina Hugo todos formamos parte de una enorme maquinaria. Todos somos piezas con un sentido. Y todos tenemos una función.

Narrar, contar… cinematográficamente es una de esas funciones. Y disfrutar, escuchar y mirar lo narrado es otra.

Y Scorsese, con mirada inocente, nos grita su función. Trasmitirnos la magia del cine. Su amor por él.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Intocable (Intouchables, 2011) de Olivier Nakache, Eric Toledano

Phillip y Driss son dos intocables por distintos motivos. Phillip es un multimillonario tetrapléjico que se encierra en su torre de marfil con todos sus dolores, recuerdos y su dependencia total. Driss es un inmigrante senegalés que acaba de salir de la cárcel y vive en un barrio de la periferia. No tiene muchas oportunidades laborales y su familia ya se encuentra al límite. Dos seres opuestos que se unen. Eso es lo que ofrece Intocable. Ni más ni menos.

Intocable está inspirada en un hecho real. Phillip es el millonario Philippe Pozzo di Borgo y Driss, su cuidador argelino, Abdel Selloun. Pozzo di Borgo escribió dos textos (publicados por Anagrama en único libro que se titula igual que la película) que explicaban sus recuerdos, sensaciones, sentimientos y memorias y daba forma a esa relación especial que estableció con Abdel. Los directores y guionistas (desconozco sus anteriores trabajos pero se decantan normalmente por la comedia) Olivier Nakache y Eric Toledano conocieron su historia a través de un documental… y la transforman en una historia de encuentro y amistad. Sacuden los aspectos más duros y se quedan con la esperanza de lo que se puede llegar a construir en una relación entre dos hombres que se acercan.

Así Intocable se mece en el ámbito de la tragicomedia, más comedia que tragedia, y en el terreno de las amistades opuestas que juntas logran una unidad especial. Ni más ni menos.

Y si Intocable funciona es gracias a la interpretación y a la química que se establece entre los dos actores protagonistas (François Cluzet y Omar Sy). Que convierten las situaciones que viven juntos en creíbles. Las humanizan y las llenan de verdad. Te crees esa relación. La vives con ellos. La sientes. Sientes cómo empatizan y cómo se convierten en amigos.Y cómo ambos disfrutan de su mutua compañía.

Intocable no es una gran película. Ni una obra maestra. Ni hace avanzar la historia del cine. Su esquema lo hemos visto mil veces repetido… Pero su pareja protagonista es creíble y provoca la sonrisa y la risa. Y en momentos emociona. Me quedo con las miradas y la contención de Phillip, me quedo con la risa contagiosa y la vitalidad de Driss. Me gustaría conocer algo más de algunos personajes secundarios que forman parte del servicio del millonario que se convierten en entrañables (me sobran algunas tramas secundarias como la de la hija de Phillip que si desapareciera de los fotogramas no pasaría absolutamente nada).

Intocable, a través del humor, deja pinceladas de temas intensos. Y entendemos por qué Phillip se siente a gusto con Driss y viceversa. Ninguno de los dos tiene nada que perder. Ninguno de los dos siente compasión o piedad el uno por el otro. Ni uno está por encima ni el otro por debajo. Se tratan como iguales, como intocables. Se tratan desde la horizontalidad. Desde lo positivo. Desde lo que pueden dar. Driss encuentra un trabajo y un acceso a un mundo que le enriquece, Phillip tiene frente a frente a alguien que le trata con naturalidad a pesar de su discapacidad y que se interesa por él como persona. Y ambos mundos logran fundirse.

Y la vitalidad que logra transmitir la película me llena bastante más que las encorsetadas Paseando a Miss Daisy o El discurso del Rey (películas que forman parte de una frase promocional que acompaña el cartel de Intocable). Conectas más con la pareja protagonista y su relación que, por ejemplo, en El solista (interesante pero fallido trabajo de Joe Wright) o en El secreto de Joe Gould (de nuevo interesante pero fallido trabajo de Stanley Tucci) y no alcanza, sin embargo, la belleza y la sensibilidad dramática de esa joya, también basada en hechos reales (y donde también su protagonista plasmó sus sensaciones en un libro), La escafandra y la mariposa.

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