Diccionario cinematográfico (185)

Duchas y bañeras: probablemente la primera ducha que se nos venga a la cabeza sea aquella en la que la desgraciada Janet Leigh no sabe lo que se le viene encima en Psicosis. La secuencia entera es una joya del montaje pero la imagen de la actriz con los ojos totalmente abiertos deslizándose por la pared de baldosas con la ducha del agua cayendo… jamás se me irá de la cabeza.

Y es que las duchas y las bañeras son verdaderamente muy cinematográficas. Dan mucho juego. Otra bañera que no se olvida es aquella en la que se encuentra una feliz Julia Roberts con cascos en Pretty Woman. Una prostituta va con su cliente, Richard Gere en plan ejecutivo, a un hotel de lujo. Y la convierte de dama de compañía por unos días. Y ella como loca a disfrutar de un baño de espuma…

Mi mente se pone en marcha y me voy adonde se sitúan los puentes de Madison ahí hay una ama de casa que responde al nombre de Francesca (Meryl Streep) y mientras se pega un baño las gotas de la ducha se deslizan por su piel y se da cuenta de la sensualidad y el romanticismo que está viviendo con el fotógrafo visitante (Clint Eastwood) que se encuentra en la planta de abajo… Desea ponerse hermosa. Muy hermosa.

… La ducha se convierte también en refugio de tristeza y frustración. Recuerdo un montón de escenas de hombres y mujeres llorando con impotencia bajo la ducha… Puedo recordar a Glen Close desconsolada en Reencuentro bajo el agua de la ducha. El único rincón en el que puede estar sola… en un fin de semana en que se van remover muchos recuerdos y va a surgir el encuentro con viejas amistades…

Pero las duchas y baños también son motivo de risas. Inolvidable las escenas en una bañera gigantesca en un hotel de lujo de Jean Arthur y Ray Milland en la maravillosa Una chica afortunada de Mitchell Leisen. O recuerdo la aventura de Trueba en Hollywood y su Two much… la escena del equívoco y la confusión es en una accidentada ducha.

Los amantes se aman en las bañeras y se lavan mutuamente. Ahí están dos amantes recorriendo cada parte de su cuerpo en la bañera en El paciente inglés. Descubriendo qué es el bósforo Almasy. También se bañan juntos y se ríen mucho en tiempos de sexo, drogas y rock and roll, Barbra y Kris, en Ha nacido una estrella. Su historia, no puede ser de otra manera, terminará en tragedia. O en la bañera se declaran amor eterno, y recuerdan toda su vida juntos, Albert Finney y Jessica Lang en mi amada Big Fish.

O los cuerpos solitarios se alivian en las duchas, que se lo digan a Kevin Spacey en American Beauty. Así le conocemos. O que se lo pregunten a Victoria Abril en una bañera llena de espuma con un buzo chiquitito en la genial Átame.

Pero también en la bañera pueden ocurrir las escenas más terroríficas: desde la muerte de una mujer ejecutiva que ha perdido la cabeza y está a punto de destruir la felicidad familiar de un Michael Douglas que ha sido malote un fin de semana y le está costando la vida. Glen Close da mucho miedo… perderá la vida en una ducha (por mala, por querer romper una familia, hombre, que eso no se hace)… aunque la dará tiempo para pegarnos muchos sustos. Y es que una atracción fatal es muy pero que muy maligna. Y qué mensajes conservadores pueden ocultarse en una ducha, digo en una película. Si al final la Close va a ser una víctima…

O perderemos la cabeza cuando veamos la escena más impactante en la primera versión de Diabólicas… Será en la bañera donde la película pegará un giro inesperado.

En la bañera también seremos testigos de cómo muchos personajes pierden la cabeza como la magnífica Natalie Wood en Esplendor en la hierba que asusta a su madre cuando se resquebraje su mente, por tener el corazón roto, mientras se pega un baño…

Escenas horribles en las duchas nos depara un género, el carcelario. Me viene a la cabeza la paliza y la violación que sufre en la ducha un increíble Edward Norton en American History X.

La bañera también es un lugar que buscan los suicidas. La última película que nos deja una escena sobrecogedora de suicidio junto a una bañera ha sido Shame… con esos dos hermanos desgraciados y rotos… Nunca olvidaré un suicidio que sabes que es en la bañera pero fuera de cámara… el agua lo delata. Ocurre en la maravillosa y que reivindicaré mil veces El gran cuchillo de Robert Aldrich.

Otras bañeras que busco y me traen buenos recuerdos son las del lejano oeste. Por ir acabando con un baño agradable. Porque suelen ser las escenas más cotidianas. De respiro de los personajes. Así veo a un hermoso y tímido Jeffrey Hunter en Centauros del desierto pegándose un buen baño ante la mirada de su novia eterna. O también a un Dean Martin recuperando la autoestima y superando sus problemas de alcohol después de un baño reconstituyente en mi adorada Río Bravo.

Y es que esta entrada del diccionario es absolutamente interminable. No paran de aparecer imágenes en mi cabeza de bañeras y duchas de película. Por cierto he descubierto por la Red un blog con unos ensayos muy buenos a partir de escenas cinematográficas que transcurren en las bañeras (Bañeras en el cine, su autor es José María Bardavío Gracia, y el blog es todo un descubrimiento)… para que veáis el jugo que se le puede sacar a un baño de cine.

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Viaje incompleto al universo de Wes Anderson

Viaje incompleto y en sentido inverso… porque he tardado en atreverme en abrir la puerta y sumergirme en un universo que no sabía si iba a conectar o no conmigo. Así que todo el verano mis ojos se quedaban fijos en el cártel de Moonrise Kingdom y no me decidía si pasar el umbral de la sala de cine o no. Y una calurosa tarde me metí y el universo peculiar de Anderson me atrapó.

Y un paso me llevó a otro. Llevaba tiempo también esperando que me entregaran dos dvd que había encargado del director. Este verano me ha tocado descubrir a Wes. Y después de regresar a los tiempos de campamentos de verano en Moonrise Kingdom, otra tarde me llegaron las ansiadas películas: Fantástico señor Fox y Viaje a Darjeeling con el cortometraje Hotel Chevalier.

Así he empezado este viaje incompleto por el mundo propio de Wes Anderson y lo que llevo de trayecto me ha animado a realizar más paradas y esperar nuevas aperturas.

Wes Anderson realiza un canto continuo al que se siente y es diferente. Sus protagonistas son perdedores que se sienten solos y son percibidos como raros pero con ganas de estrechar vínculos, de querer a otros seres humanos más extraños que ellos mismos. A convivir a pesar del dolor que les provoca el relacionarse con el otro. Sus familias son disfuncionales pero que siempre tratan de reconstruirse, reinventarse y amarse. Wes Anderson canta a la naturaleza que tiene cada uno, a ser fieles a uno mismo… si se tiene una naturaleza salvaje como toda la familia del señor Fox, no ocultarla…

Su universo guarda melancolía, nostalgia, un poso de tristeza pero también de ingenuidad, inocencia, un deseo de ser amado. Su universo es amante del detalle y absolutamente artesanal (en un mundo de nuevas tecnologías, 3D, animación por ordenador… Anderson opta por una cinta de animación absolutamente artesanal realizando decorados a mano y marionetas de las de toda la vida. Fantástico señor Fox es toda una joya de la imaginación y el detalle). La fantasía y la imaginación van de la mano. Su universo es visual, cuidado extremo en la arquitectura elegida, en los espacios, en los colores… Las casas, los trenes, los supermercados, los campamentos, las habitaciones de hotel, los complementos de los protagonistas, las maletas, los prismáticos, los libros, los paisajes, el vestuario… Todo al servicio de un mundo propio, su mundo. Y a ser posible siempre con una buena banda sonora. Por eso sus personajes siempre portan una radio vieja, un tocadiscos o un moderno ipod… Y siempre hay un momento para un baile o una canción. El movimiento de los cuerpos, los silencios… Los recuerdos que hacen daño. La posibilidad de un futuro distinto.

Anderson viaja en cada película con una troupe. Y eso se ve sobre todo en que siempre viajamos con Bill Murray, Angelica Huston, Jason Schwartzman, Owen Wilson… pero a la vez ofrece papeles inesperados a actores que sorprenden (me arrodillo ante el policía triste y aburrido de Bruce Willis en Moonrise Kingdom… Y es que Willis es uno de mis amores inconfesables… huy, ya lo he dicho) con sus interpretaciones. Entre paréntesis hablaba de Bruce Willis pero la galería es alargada. En la misma Moonrise Kingdom nos encontramos con un maravilloso Edward Norton, como un boy scouts eterno. O la maravillosa y atrayente voz de George Clooney como el fantástico señor Fox. La triste y atractiva Natalie Portman como esa novia independiente y dependiente a la vez en un cortometraje genial en la habitación de un hotel. O un Adrian Brody icónico con gafas oscuras y maletas peculiares (como las que llevan sus hermanos… es la herencia paterna) en ese viaje a Darjeeling…

Wes Anderson atrapa la inocencia perdida, el primer amor, los viajes espirituales, las familias disfuncionales, las aventuras con su punto de surrealismo, el grupo unido jamás será vencido (aunque sean raros, raros, raros)… Y nos muestra su amor incondicional no sólo a todo tipo de música (es ecléctico y maravilloso en sus bandas sonoras) sino un cariño inusitado a la literatura, a los mundos fantásticos y mágicos… por eso el Señor Fox es una creación particular del universo literario de Roald Dahl o la niña de Moonrise Kingdom no puede escaparse sin su maleta repleta de libros sobre mundos mágicos…

Anderson baila con su cámara y como si los espectadores observáramos la vida con prismáticos nos muestra sus mundos primorosamente creados para que no se nos escape detalle. Su puesta en escena y su forma de mostrar ya es un sello de su universo. Así conocemos de manera detallada las habitaciones y la vida en la casa familiar de la protagonista en Moonrise Kingdom. Paseamos por el mundo subterráneo o por la maravillosa casa árbol de la familia Fox. Nos paramos en todos los detalles de una habitación de hotel. O nos adentramos en ese tren fantástico de pasillo largo y estrecho con compartimentos estrellas como el vagón-comedor…

Mi próxima parada no sé cuál será… creo que seguiré este viaje en sentido inverso para después, como sus personajes, poder avanzar a un futuro distinto… lo que sí es cierto es que una vez que has entrado en el universo Anderson quieres continuar el trayecto… y correr en cámara lenta para alcanzar un lugar retirado y hablar en silencio. Quizá caiga alguna lágrima… o una sonrisa tranquila.

La ventana ya está abierta…

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Warren Beatty

De joven gigoló en pantalla grande animando la triste soledad de la señora Stone pero con dosis de crueldad a ser señor mayor casado (cuando siempre fue el soltero de oro) con pasado de mito del séptimo arte. Y entre medias el hermoso Warren Beatty simbolizó el cambio del Hollywood del sistema de estudios al nuevo cine americano…

El hermano pequeño de Shirley MacLaine (¿hay dos hermanos que causen mayor sorpresa que sean de la misma sangre?) empezó a despuntar en los años sesenta. Beatty era hermoso y ése fue el rol que desempeñó en sus primeros papeles y lo hizo muy bien. Por otra parte chico espabilado empezó a darse cuenta de que ya no sería una estrella rutilante tipo su hermana, que comenzó su exitosa y camaleónica carrera en los cincuenta. Se dio cuenta de que el sistema de estudios tenía los días contados… y se convirtió en actor espabilado que debía tomar las riendas para seguir con su carrera hacia delante.

El año 1961 fue el año de su debut. Primero como joven gigoló en otra  claustrofóbica, triste y trágica historia con aires de Tennessee Williams (era la adaptación de una de sus poquísimas novelas), La primavera de la señora Stone. Y después fui una de las enamoradas de Bud Stamper, el niño bien con corazón de oro al que el entorno que le rodea y su familia no le dejan tomar las riendas de su vida. Tiene que romper el corazón y la salud mental, sin quererlo, de Dennie Loomis (Natalie Wood) y ‘dejar’ a su desestructura familia después de que caiga en el abismo en el crack del 29 para poder reconstruirse… aunque ya con varias heridas. Hablo de la para mí mítica Esplendor en la hierba de Elia Kazan.

Seguiría por la senda de joven atormentado llegando a su culminación en 1964 entre la locura y la cordura con Jean Serbeg en la extraña Lilith. O también adquiriría el rol de joven romántico rompecorazones caradura de comedia… pero Beatty veía que su estrella no despegaba del todo a pesar de ser considerado el guapo oficial y un ligón empedernido protagonista del papel couché. Los tiempos en Hollywood estaban cambiando. Los estudios ya no tenían la misma fuerza. El público quería otro tipo de películas, estaba ávido de temas nuevos. Querían también rostros nuevos con los que identificarse. La censura ya tenía cada vez menos sentido (el famoso código Hays). La caza de brujas había finalizado…

Y Beatty espabiló y se empeñó en sacar un proyecto adelante como productor y actor protagonista. Una obra cinematográfica con un director prometedor cada vez más en alza, Arthur Penn. Una película que hablaba de los tiempos que corrían, inestables, aunque reflejara el pasado. Una película de aires rebeldes, de dos indignados sociales, dos ladrones de la Depresión que a la vez se amaban. Dos fuera de la ley. Un cine que no ocultaba ni lo sensual ni lo violento. Y así nacía el nuevo cine americano: con la filmación y el éxito arrollador de Bonnie and Clyde (1967). Warren Beatty logró una jugada maestra. No sólo se convirtió en un actor de moda (junto a su coprotagonista Faye Dunaway) sino que adquiere poder en Hollywood.

Robert Altman, otro de los directores de ese nuevo cine, realizó con Beatty de protagonista una pasada de película, la reivindicable Los vividores (1971) donde la mítica del western adquiere otro sentido. Donde se refleja una vida dura, muy dura, lejos de ese tamiz de romanticismo del género. Una historia de supervivientes y perdedores. Beatty es un perdedor que en una lejana y fría aldea trata de montar un prostíbulo. Su socia será una hermosa prostituta con la que protagonizará una extraña relación. Ella era Julie Christie…, dicen que entre las muchas mujeres que pasaron por su vida, Julie logró marcarle y enamorarle. Pero Christie siempre huyó del glamour…

Warren Beatty seguía protagonizando películas que hacían que no olvidáramos su rostro. Así de la mano de Pakula se metió de lleno en El último testigo, un thriller que te deja sin respiración. Y con los directores del nuevo cine continuaba siendo uno de los actores a tener en cuenta, así el realizador Hal Ashby (cómo me gusta) crea una melancólica historia sobre un don juan peluquero (y Beatty también pone su firma en el guión junto a Robert Towne). La que le vuelve loco es de nuevo una triste y hermosa Julie Christie. Estoy hablando de la olvidada y también reivindicable Shampoo (1975).

Y con Christie sería capaz de dar el salto a la dirección (guardándose el papel goloso de la función). Para su primera incursión apunta a una comedia celestial (un remake de El difunto protesta) y comercial que sabía podía arrasar (y así lo hace)… La jugada le salió bien pero no le dio el prestigio como director. El cielo puede esperar es una comedia fantástica que recuerdan nostálgicos de los dos bellos. La película que le hizo alcanzar los altares como director, actor, guionista… y mil cosas más fue la macroproducción Rojos (1981) que aquí la que esto escribe venera. La historia del periodista norteamericano y comunista John Reed. Beatty demostró que la caza de brujas había terminado cuando en la gala de los oscars de fondo sonaba La Internacional… pero también dejó al descubierto las contradicciones de ser progresista en Hollywood…

En 1987 llegó uno de sus mayores batacazos en una extraña película de aventuras junto a Dustin Hoffman e Isabelle Adjani. Recuerdo cuando fui al cine a verla, la desilusión que me provocó. ¡Me había aburrido mucho! Se llamaba Ishtar. Así que Warren volvió a ponerse tras las cámaras. Y se volvió a hablar de él por el tema elegido y como no por su rollo con su paterneire. Beatty empezó a ver lo que el cómic aportaría al cine… y llevó a la pantalla a Dick Tracy (1990) con una peculiar estética. Ella era Madonna en otro de sus intentos de convertirse en actriz.

Un año después conocería en Bugsy, una película que trataba de regresar al cine de gánteres de los años 30, a la mujer que le llevaría definitivamente al altar, la actriz Annette Bening. Y con ella protagonizaría otro innecesario remake de Tú y yo, Un asunto de amor.

Ya no le vemos en la pantalla blanca ni tampoco en actos públicos. En 1998 dirigió y actuó en una interesante sátira política (estoy detrás de ella), Bulworth. Y en 2010 volvió al papel couché por la escandalosa biografía que escribió Peter Biskind (el autor de Moteros tranquilos, toros salvajes donde Warren Beatty era uno de los protagonista del libro), Star. How Warren Beatty seduced America.

… Warren Beatty sigue paseando su rostro bello en aquellas películas en las que era un seductor atormentado o un caradura con gracia o ambas cosas… Y sigue enamorando…

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Juego de pijamas (The pajama games, 1957) de George Abbott, Stanley Donen

Con un número musical ya coloco esta película en una estantería especial. Pero Juego de pijamas es mucho más, es un festival de sorpresas continuas. El número musical es Steam Heat que lleva la firma de su coreógrafo, Bob Fosse (Bob Fosse que te amo sobre todas las teclas musicales y movimientos de cuerpo)… pero es que, además, todos los números musicales y canciones merecen la pena. Es un musical con mayúsculas… pero profundamente olvidado. Ahí sigue en el cajón del olvido continuo…

No sólo está Bob Fosse como  coreógrafo sino un rey del musical (y de muchos otros géneros), Stanley Donen, que junto a George Abbott (más conocido como autor y director teatral) rodó otro musical que desconozco, Malditos yanquis. De hecho los libretos de estos dos musicales son obra de George Abbott y  las dos obras las llevó a los escenarios de Broadway. Posteriormente escribió los guiones para el cine y co-dirigió con el experto Stanley Donen.

En Steam Heat, además de una buena coreografía de Fosse (dos hombres y una mujer vestidos con frac negro y sombrero), nos encontramos con una buenísima bailarina que ha sido todo un descubrimiento para servidora: Carol Haney, que tiene además un papel delicioso y que casi quita la función a la pareja protagonista.

En Juego de pijamas prácticamente todo el reparto es el que se subió al escenario de Broadway excepto la protagonista (el reclamo cinéfilo era necesario) que es Doris Day (cada vez me da más sorpresas…, su filmografía es algo más que las películas protagonizadas con Rock Hudson y fue algo más que la ‘nueva novia virgen de América’).

Juego de pijamas preludia otro camino en el musical. De pronto el musical descubre otros escenarios menos glamurosos, menos fantásticos, más cotidianos, más realistas… Con historias más apegadas al presente (y ahora es buen musical para revisitar…). Ya desde la primera escena engancha: el musical transcurre en una fábrica de pijamas donde sus trabajadores se unen y luchan por una mínima subida salarial. Los personajes son los hombres y mujeres obreros y obreras, que desempeñan distintas funciones en la fábrica: las costureras, los mozos de almacén, el supervisor, el jefe de sala, las secretarias, el empresario… Todos crean el microcosmos de Juego de pijamas. Las relaciones entre empleados, entre los empleados y el empresario opresor, los trabajadores unidos para reivindicar sus derechos, los días de fiesta en la fábrica, los días de trabajo, las reuniones de los trabajadores, los momentos de descanso, las protestas, la posibilidad de despido, la posibilidad de huelga… y todo entre canción y canción, entre baile y baile…

Juego de pijamas es un musical fresco, divertido y vital. Vivo muy vivo. En la lucha por la subida salarial surge una historia de amor entre el supervisor nuevo que acaba de entrar en la fábrica y una de las trabajadoras más reivindicativas. Ellos son Doris Day y John Raitt (varonil actor y cantante conocido sobre todo en los escenarios de Broadway).

Las coreografías y las canciones transcurren en la propia fábrica, en la sala de confección de pijamas, en los despachos, en la casa de la protagonista (una humilde casa al lado de la vía ferroviaria, su padre es un obrero del tren), en un día de picnic, o en el lugar donde los trabajadores van a pasar su tiempo de ocio, El escondite de Hernando (donde transcurre otro brillante número musical)… y son un espectáculo visual. Juego de pijamas es un musical muy bueno que no debe permanecer más en el cajón del olvido…, es absolutamente reivindicable.

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La conspiración (The conspirator, 2010) de Robert Redford

¿Será posible que funcione mucho mejor un Abraham Lincoln ultraviolento, presidente de día, cazador de vampiros de noche? ¿Es factible que un drama histórico que presenta una versión de los hechos posteriores al asesinato de Lincoln menos estudiada o conocida que el propio asesinato pasara sin pena ni gloria? Sí, esto es posible en la fábrica de los sueños. El Lincoln cazavampiros despertará más interés o por lo menos una mayor y mejor promoción y apuesta que una película, de corte clásico, pero de inteligente propuesta.

Y esta película que pasó sin pena ni gloria por los cines fue obra del actor y director Robert Redford. Repasando algunas de las palabras que se vertieron sobre ella en el momento de su estreno, me sorprende que se le echa en cara a Redford que no innova en el lenguaje cinematográfico sino que opta por contar bien narrativamente y visualmente su historia (cómo si esto último fuera fácil). Es decir, se le echa en cara su clasicismo narrativo (cuando un montón de éxitos cinematográficos no innovan en el lenguaje cinematográfico sino que lo emplean bien). Me sorprende esa pega para justificar su fracaso. Porque sí, no innova en el lenguaje cinematográfico pero cuenta, en su estilo clásico, estupendamente una historia. Y que queréis que os diga disfruté mucho viéndola y tras su visionado. Redford plantea temas muy interesantes y nos narra una historia del pasado para hablarnos del presente. El director convierte a su público en espectadores de la historia y deja muchas vías para la reflexión. Como en Leones por corderos, Redford expone sus tesis en películas. Nos plantea disertaciones visuales…

Un personaje de la película lanza en un momento dado la tesis: “Abandonar la constitución no es la respuesta”. Explica que en un momento en que un país está en una situación de fragilidad y de cambio, que en un momento que un país está asustado (y se fomenta ese miedo de mil y una maneras… la teoría de la doctrina del shock), lo que hay que tratar es de no perder el norte. De no saltarse a la torera la constitución y los derechos humanos. Otro personaje lanza otra frase lapidaria: “En la guerra, la ley calla”. Ya con sólo estas dos frases de diálogo podemos iniciar un debate apasionante y además enfrentarnos a la situación política y social presente…

Pero es que Redford además de realizar su disertación visual nos cuenta una historia apasionante e interesante. Y nos la cuenta muy bien. Otras palabras leídas dejaban la sensación de que Redford presentaba una historia bien cerrada pero fría, sin emoción. Yo debí traspasar esa frialdad porque sí que me emocioné…

Pero ¿qué cuenta La Conspiración? El irregular juicio militar por conspiración de los sospechosos (confederados, del Sur) que pretendían sembrar el caos y desestabilizar —a punto de llegar a su fin la cruenta guerra civil— tras asesinar al presidente y cometer a la vez otros dos asesinatos que fueron fallidos (al vicepresidente y al secretario de Estado). El juicio reunió a ocho sospechosos y uno de ellos era una mujer. En esa mujer, Mary Surratt, se centra Robert Redford. En esa mujer y en la defensa que lleva a cabo su joven abogado, un héroe de la Unión (del Norte).

Así vemos el proceso de transformación de la mirada del joven y ambicioso abogado que de pronto ve que el juicio no está siendo justo (sino que la sentencia ya se sabe de antemano), que el juicio no es más que un espectáculo rápido para mantener a raya a los ciudadanos y contentarles con una ‘justicia’ efectiva, rápida, vengativa y cruel. Todos los esfuerzos del joven abogado para que su defendida tenga un juicio justo son bloqueados. De ser un héroe de guerra (que siente que este caso le ha caído como una ‘losa’ porque él también está indignado con el asesinato del presidente) pasa a ser un enemigo de las autoridades, a alguien a quien quieren callar y quitar de en medio… por querer defender los derechos humanos de su defendida y luchar por que se celebre un juicio constitucional.

En La Conspiración además hay un reparto muy interesante que llevan magníficamente a cabo sus roles. Destacan los dos protagonistas, Mary Surrat con el rostro de una estupenda Robin Wright que confiere al personaje de fuerza, fragilidad y ambigüedad. La mujer vestida de negro con su rosario en la mano. Y por otro lado el joven abogado Frederick Aiken interpretado por el actor escocés James McAvoy. McAvoy se muestra sutil como ese héroe de guerra que quiere ser un ambicioso abogado y casarse con una bella joven a ese hombre que se va comprometiendo cada vez más con su defendida, que va viendo que no es más que una marioneta y que le va venciendo la desilusión pero no las ganas de luchar hasta el último instante… A los dos protagonistas les sigue toda una galería de secundarios necesarios: Tom Wilkinson, Kevin Kline, Danny Huston, Evan Rachel Wood… Y dentro de esa ‘dirección clásica’, Redford juega con las luces y las sombras que tienen un significado dentro de la historia (y cómo ilumina a cada uno de los personajes en los distintos momentos de la narración) y rueda con corrección, ritmo y tensión el juicio. Impresionante y muy bien rodada la escena de los ahorcamientos…

Sigo sin entender cómo pasó sin pena ni gloria (en algunos países no llegó ni a estrenarse en pantalla grande) este último trabajo como director de Robert Redford. Parece ser que llama más la atención un Lincoln cazavampiros que un análisis histórico del asesinato de este presidente… 

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Vals con Bashir (Waltz with Bashir, 2008) de Ari Folman

Vals con Bashir salta por los géneros y atrapa desde el primer instante con esa carrera de perros salvajes a través de una calle. Vals con Bashir es una película de animación con ingredientes de denuncia, de antibelicismo, de documental, de ficción y cruda realidad. Vals con Bashir aporta varias reflexiones y un punto de vista, el del documentalista israelí Ari Folman ante un acontecimiento: la masacre en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila durante la guerra del Líbano en 1982. Esta masacre fue una respuesta vengativa y violenta de la Falange Libanesa tras el asesinato de su líder Bashir Gemayel, las Fuerzas de Defensa de Israel fueron testigos de la matanza y no actuaron para impedirla sino que se mostraron pasivos y permitieron durante dos días una violencia feroz contra la población civil de los campos.

Vals con Bashir habla sobre la recuperación de la memoria, reflexiona sobre las responsabilidades, los recuerdos borrados, el sentimiento de culpa, la pasividad, la violencia, la crueldad, la masacre, el horror… El protagonista es el propio documentalista Ari que ha borrado de su memoria su actuación durante la guerra del Líbano cuando fue un soldado israelí de apenas 19 años. Así el propio Ari a partir de un sueño relatado por un compañero (el sueño de unos perros salvajes corriendo, 26 perros en concreto) y su posible interpretación desencadena en el protagonista un deseo de recuperar la memoria que ha borrado de su cerebro.

Así se va entrevistando con antiguos compañeros que estuvieron en la guerra con él y con expertos en el campo de la psicología que le puedan dar pistas e instrumentos para reconstruir lo que verdaderamente ocurrió. Él parte también de una única imagen. Tres jóvenes en el mar, completamente desnudos con sus armas… van saliendo a la orilla con sus metralletas. Después se visten. Y van a un espacio urbano… cuando giran una calle un montón de mujeres y niños les pasan con caras de dolor y gritos.

Durante las entrevistas con sus compañeros éstos también han creado mecanismos de olvido. Pero cada uno tiene sus propias imágenes oníricas en la cabeza. Y escuchando a los expertos, Ari Folman va reconstruyendo todo lo que ocurrió y cuál fue su implicación en los hechos históricos… con sus propias imágenes soñadas y la de sus compañeros.

Llevaba mucho tiempo detrás de esta obra cinematográfica de animación y la espera ha merecido la pena. No sólo me ha hecho conocer los hechos referidos sino que también me ha enganchado la forma en que me ha contado esta historia el israelí Ari Folman (nunca hay que olvidar que es desde su punto de vista, su interpretación y reflexiones).

Así Vals en Bashir tiene escenas muy potentes, con una banda sonora increíble, y recuerda a aquellas películas de los años setenta que recreaban la guerra de Vietnam (Apocalipsis Now o El Cazador). Y a su vez también plantea una reflexión reveladora y dolorosa que es comparar la matanza y el descubrimiento de esa matanza a lo que ocurrió en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial (y también hablar de ese silencio y olvido… un montón de testigos mudos y pasivos-activos que nada hicieron —o nada pudieron hacer, el matiz es estremecedor— por evitar la barbarie). Es decir Aron en esa comparación con Vietnam (en lo visual) y con la barbarie de la Segunda Guerra Mundial en los campos de exterminio aporta su visión de ese casi niño con metralleta que fue en la guerra del Líbano y su lucha continua a lo largo de los años respecto su verdadera responsabilidad en los actos cometidos (un tema espinoso y complejo). Y también denuncia cómo los responsables políticos pensantes y los altos mandos militares, aquellos que sí podían tomar decisiones tuvieron dos vías de actuación: permitieron el asedio y luego frenaron la masacre cuando ya era demasiado tarde. Y lo horrible es, que como casi siempre, sabían lo que estaba ocurriendo.

Vals en Bashir contiene imágenes imposibles de olvidar, entre ellas, la que da título a la película. Un soldado con una metralleta, en pleno fuego, sale a una calle empapelada con carteles de Bashir, y realiza una danza macabra disparando su metralleta a diestro y siniestro…

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Los fantasmas en el cine

… el cine tiene algo de fantasmagórico. Podemos ver plasmadas imágenes en movimiento de personas que ya no existen. Actores que representan personajes que no son y sin embargo les dan vida…El cine hace que no se deje de creer en fantasmas y en espíritus que regresan a la vida. El cine, resucita. Me viene a la cabeza un delicioso cuento de Vicente Blasco Ibáñez, La vieja del cinema, que de vez en cuando vuelvo a leer porque me fascina. Trata sobre una anciana vendedora ambulante que ha perdido a su nieto en la Primera Guerra Mundial. Un día acude a una sala de cine y reacciona de manera irracional… La mujer se ha emocionado porque en una escena de una película ha creído ver a su nieto resucitado…

Y todo este extraño pensamiento me viene a la cabeza porque ayer disfruté con una película actual pero con una factura clásica, un cuento de fantasmas de los de toda la vida. Con una casa encantada espectacular, unos juguetes infantiles para morirse de miedo, niños en peligro, ruidos extraños, puertas que se cierran y se abren, mecedoras que se mueven, perros que ladran… y un protagonista melancólico y triste que es más sensible a lo sobrenatural. La película en sí no es ninguna obra maestra pero no es lo que persigue. Sólo es una buena historia de fantasmas con una puesta en escena inteligente y elegante. Me refiero a La mujer de negro de James Watkins con el nostálgico sello de la Hammer.

Como mientras la veía, la disfrutaba, recordé lo que me gustan las historias con fantasmas. Y por tanto lo que me gustan las películas protagonizadas por fantasmas. Y la cantidad de argumentos maravillosos y el juego que dan estas apariciones. Así echo una vista al cine reciente y los veo por todas partes. Los fantasmas no tienen nacionalidad. Los fantasmas pueblan buenas y malas películas. En el 2010 el realizador tailandés Apichatpong Weerasethakul nos trajo Uncle Boonmee recuerda sus vidas pasadas donde los vivos conviven con los fantasmas de una manera cotidiana. Como algo natural y normal.

El cine español también últimamente ha jugado a los fantasmas. Entre lo cómico y lo trágico. Por estas tierras somos así o nos vamos al drama o nos vamos a lo cómico. Somos país de extremos. Así hace poco en Promoción fantasma, su director Javier Ruiz Caldera realizaba un homenaje a las películas de instituto y terror de los ochenta con acento fantasmal. O quedó clara la conversión de Belén Rueda en la reina del grito con El orfanato, la película de fantasmas que permitió a Juan Antonio Bayona entrar en el mundo de las superproducciones. Sin embargo fue Amenábar quien en 2001 regaló un buen relato cinematográfico de fantasmas con aires de Henry James. Los Otros he de reconocer que me atrapó totalmente. Desde ese grito que pega Nicole Kidman al principio del relato que ya te envuelve… y no te suelta. Por nuestras tierras las historias de fantasmas existen y por eso en nuestro cine están muy presentes…

Pero sin duda quien volvió de nuevo a hacernos creer en fantasmas fue M. Night Shyamalan. Estábamos a punto de cruzar el siglo XXI y nos regaló una historia que nos hizo ver que todavía nos asustaban las mismas cosas que a nuestros antepasados (que a nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos), los fantasmas. El sexto sentido… y ese niño aterrorizado que confiesa a su psicólogo que en ocasiones ve muertos… fue una vuelta de tuerca al mundo de los fantasmas. Nos creíamos libres de su influencia pero Shyamalan nos demostró que esto no era cierto…

Si nos seguimos moviendo en el terreno del miedo. De los fantasmas como algo relacionado con los sobrenatural. Con el más allá. Que provocan el pánico. Siempre regresamos a La otra vuelta de tuerca de Henry James que tiene una de las adaptaciones cinematográficas más fascinantes (son varias las versiones) en Suspense (1961) de Jack Clayton. La novela ha sido fuente de inspiración cinematográfica innumerables veces. O regresamos a otro de los grandes hitos del terror con casa encantada y fantasmas. Nos vamos de la mano de Stanley Kubrick a su terrorífica adaptación de la novela de Stephen King, El resplandor.

Los fantasmas también están unidos al amor más allá de la muerte. Así tenemos románticas historias cinematográficas donde los fantasmas campan a sus anchas. Nos podemos ir a uno de los mayores éxitos de principios de los noventa y una de las películas que peor ha envejecido de los últimos tiempos (y por ello de las más parodiadas), Ghost: más allá del amor… donde Patrick Swayze ayudaba a modelar arcilla a Demi Moore… y luego se transformaba en un fantasma que trataba de vengar su propia muerte y seguir velando por su pobre esposa que se quedaba sin su santa protección. Menos mal que el cine clásico nos deja varias obras maestras: la maravillosa El fantasma y la señora Muir… el fantasma como un ser sobrenatural cotidiano que es capaz de enamorarse locamente de la señora Muir y ella también le corresponde. La mágica Jennie, una especie de niña-mujer que en sus fugaces apariciones va enamorando poco a poco a un abatido pintor que va viendo cómo su ‘amada’ se transforma a una velocidad de vértigo. O sin duda la más gótica y romántica de todas las historias de loco amor más allá de la muerte… con fantasmas incluidos, las distintas versiones de Cumbres borrascosas.

Pero también los fantasmas pasearon por el humor. Así de los años ochenta nos vienen también los míticos Cazafantasmas, que volvieron a revivir en la entrañable Rebobine, por favor. Pero ya había antecedentes: quién no recuerda la mítica emisión en televisión española de la película de Abbott y Costello, ¡Agárrame ese fantasma! (1941), en el programa de Chicho Ibáñez Serrador, Mis terrores favoritos, un 28 de diciembre. Por ahí también pululan fantasmas alborotadores como Bitelchus. O algún espíritu burlón femenino capaz de hacer la vida imposible a la nueva y viva enamorada de su marido novelista…

Los fantamas generan también ternura como ese niño que se pasa todo un secuestro disfrazado del fantasma Casper en la maravillosa Un mundo perfecto de Clint Eastwood. También el cine nos quiere hacer creer en fantasmas que no existen como en las maravillosas Vértigo, Rebeca o Las diabólicas. Los fantasmas como ya he dicho antes no tienen nacionalidad, sin embargo, hay culturas que conviven con más naturalidad con ellos. Y ahí está el cine oriental, el chino, el japonés o el coreano para demostrarlo… tienen metros y metros de fotogramas con fantasmas.

No hay duda los fantasmas siempre están presentes en el cine. Incluso el propio cine… los actores y actrices vivos o muertos que son ‘reflejos’ de infinitos personajes en la pantalla blanca tienen una cualidad de espíritus que seguirán siempre vivos a través del movimiento. Que seguirán siempre vivos en la retina de los espectadores…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El gran desfile (The big parade, 1925) de King Vidor

Lo puedo gritar con boca enorme: El gran desfile ha sido una sorpresa maravillosa. Y me lo esperaba porque a King Vidor cada vez le aprecio más. Vidor realiza una obra cinematográfica en la que ya presenta un tema que es un subgénero muy valioso en el cine bélico y que ha dado grandes obras maestras: las películas antibelicistas. Películas donde la guerra se observa con ojos críticos como sistema destructor de seres humanos y como instrumento de violencia y terror. Donde se muestra con toda crudeza el sinsentido de la guerra. El gran desfile desarrolla con maestría muchos de los antecedentes de este género.

King Vidor presenta su visión de la primera guerra mundial, una guerra extremadamente salvaje y cruel donde los hombres se mataron en los campos de batalla con terribles ‘avances tecnológicos’, un preludio horrible de las cruentas guerras del siglo XX y XXI. Para ello Vidor estructura la película de manera inteligente y expresa con imágenes el horror. Ahora esta estructura puede parecernos previsible, pero aún sigue siendo muy efectiva, pero en aquellos albores del cine silente era una fórmula que se estaba construyendo, pionera.

Así en un principio nos encontramos a un niño bien (un magnífico John Gilbert) de familia acomodada norteamericana que por presiones (de su novia, de sus amigos, de su propia familia) y ante la visión de un desfile que envía hombres al ejército como si fuera lo mejor del mundo para convertirse en héroes, decide enrolarse voluntariamente para luchar en Europa durante la primera guerra mundial. Una vez en el ejército hace migas con dos soldados trabajadores. La guerra no entiende de clases sociales. Y antes de entrar en combate esperan durante un largo periodo en una granja francesa donde los hombres construyen camaradería, gastan bromas, se aburren e incluso se enamoran. Como le ocurre al niño bien que flirtea con una campesina francesa que le corresponde (las escenas del enamoramiento son una delicia… no tiene desperdicio la escena del chicle como elemento de seducción…). Toda esta primera parte transcurre como un periodo festivo, cómico y costumbrista que preludia pronto la desgracia…

Y ésta llega cuando los soldados son realmente llamados para entrar en combate. Y en ese momento el flirteo se convierte en amor. Porque el niño bien recibe una carta de la novia estadounidense y siente remordimiento. Se lo confiesa a la campesina y ésta muestra su tristeza porque realmente le ama. Y sale corriendo. Justo en ese momento en que la historia de amor se transforma en algo serio y trágico son llamados a filas. Y pensamos que John Gilbert junto a sus camaradas va a marcharse a la guerra sin poder despedirse de la amada francesa. Así se desarrolla una escena emocionante y que te tiene en tensión. Los soldados van subiéndose en camiones y marchan hacia el combate y los dos amantes se buscan desesperados entre el gentío hasta que se encuentran en una escena de alto contenido emocional que aún hoy te hace sentir… y toda una lección magistral de empleo de la narración cinematográfica.

A partir de este momento sí que transcurre el verdadero ‘gran desfile’ de los soldados hacia una muerte violenta y sinsentido. Y los tres camaradas se pierden en una inmensa masa. Y las escenas bélicas son demoledoras y sin concesiones. John Gilbert, en un momento, se siente impotente y todo un muñeco en una trinchera esperando una muerte segura y se rebela. Pero de nada le sirve. Siente lo absurdo que es esperar órdenes inútiles mientras un amigo está siendo salvajemente disparado… Los soldados van muriendo o quedando heridos de gravedad. Así en la inmensidad de la batalla van sucumbiendo los tres camaradas. Pero Vidor apunta también al enemigo… que también cae, también tiene miedo y también muere. Así surge una escena impresionante cuando el protagonista cae en un agujero donde está un joven soldado enemigo… y éste ve cómo es un joven solo y asustado… y le termina encendiendo un cigarrillo y le acompaña en su ‘lecho’ de muerte… Hasta que el propio protagonista acaba gravemente herido.

Despierta en un hospital. En una sala de dimensiones enormes donde vemos las secuelas psíquicas y físicas que sufren los soldados. El niño bien, el protagonista, ha sufrido una transformación. Ya no es el chico despreocupado que conocimos al principio de la cinta. El regreso al hogar es duro. Las secuelas físicas son evidentes. El desencanto en su rostro también. Lo que encuentra no es lo que espera (incluso su novia norteamericana ha trasladado su amor al hermano empresario). No llega como un héroe. En esta tercera parte es emocionante el encuentro con la madre, Vidor logra plasmar todo el amor que se profesan… Sólo hay algo que le puede devolver la ilusión por vivir. Y ahí quizá se vea un poco la mano de un productor interesado en el éxito de la película (que lo fue sin duda), lo que llamamos un final a lo Hollywood (esos finales que siguen existiendo y son una firma para bien o para mal) pero que no resiente el resultado porque lo rueda manteniendo una emoción exacerbada (como en los melodramas desbordados). Quizá fue Irving Thalberg el que vio mayores probabilidades de público en salas de cine repletas… con nuestro héroe herido regresando a Francia en busca de la amada campesina…

King Vidor ya se muestra como ese director grande y pionero que construyó junto a otros el lenguaje cinematográfico y que alcanzó cotas maestras en el cine silente (no hay más que recordar esa joya que se llama … Y el mundo marcha). También se nota cómo en el año 1925 todavía no existía el Código Hays no sólo por lo que muestra la película, sino por la violencia de la batalla y su visión claramente antibelicista. O también por una de las escenas más divertidas donde la campesina francesa disfruta y se ríe mientras ve cómo se duchan totalmente desnudos los dos camaradas de su amado… Y también cómo instauró ingredientes vitales para las futuras películas antibélicas.

En El gran desfile destaca también un buen reparto donde recordamos al después vapuleado, durante el periodo de transición del silente al hablado, John Gilbert como protagonista con una interpretación fresca y con un personaje que evoluciona a lo largo de la película. Y a la actriz francesa (que murió joven y sin tiempo de prosperar en el cine hablado) Renée Adorée como la campesina francesa. Los dos camaradas de John Gilbert fueron Tom O’Brien y Karl Dane, ambos trabajaron en diversas películas silentes.

El gran desfile no es sólo para disfrutar su visionado sino para aprender del buen empleo de la narración cinematográfica cuando era todavía un lenguaje pionero y en plena ebullición…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Pollo con ciruelas (Poulet aux prunes, 2011) de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud

Me gusta que me cuenten historias. Me gustan los cuentos. Me gusta escuchar. Me gusta el arte del contador o contadora de historias. Me gusta mirar la pantalla blanca en la sala oscura y que una narración pase por mis ojos. Desconectar. Olvidar que me encuentro en la sala. Viajar con la imaginación. Que salten por los aires las cuatro paredes y en la magia de la oscuridad alcanzar mundos inimaginables. El otro día en la sala de cine volé a Teherán en los años cincuenta. Para vivir una historia de desamor y muerte. Un cuento persa. Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud se convirtieron en cuentacuentos y si ya me envolvieron con Persépolis, me engatusaron con Pollo con ciruelas, un cuento de corazones rotos. Y sus dos acercamientos al cine beben de los cómics de la iraní Marjane Satrapi. Antes recrea su mundo con el trazo y ahora lo traslada a la pantalla. Y en el cine de animación deja ingredientes de cine de ficción y en el cine de ficción pasea por el cine de animación…

Ésta es la historia de Nasser Ali, un virtuoso del violín, que un día decide meterse en la cama y esperar a la muerte. Pasan ocho días hasta que ésta llega. Durante estos ocho días de espera entendemos la decisión de Nasser, viajamos a su pasado, a su presente e incluso al futuro. Nasser Ali es un muerto en vida y en el lecho va repasando su vida con gotas de delirio y agotamiento. Así se construye la historia de un amor imposible y sus consecuencias así como la trayectoria de los personajes ‘amados’ que pululan por la vida de Nasser Ali. Su hermano comunista Abdel. Su esposa que le ama pero que nunca fue correspondida… y que sólo le conquista unos instantes por el estómago con su receta maravillosa de pollo con ciruelas. Su maestro de violín que en su juventud le dijo que no bastaba sólo la técnica para ser un buen músico. Su madre amantísima que en un último suspiro le pidió que dejara de rezar por ella. Sus dos hijos, una niña y un niño, que le hacen cuestionarse continuamente como padre. Y el amor de su vida, Irán, el amor imposible de juventud.

Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud emplean todas las técnicas del cuentacuentos para tenernos atados a la pantalla. Recrean un mundo mágico y especial donde aparece el ángel de la muerte o una madre se transforma en una nube de humo o los protagonistas llegan a una tienda llena de objetos imposibles… Y hay una voz en off que nos va acompañando a lo largo del metraje…, como si nos encontraramos en la cama con alguien contándonos al oído un cuento o en el calor de una hoguera o chimenea. En Pollo con ciruelas hay historias dentro de historias. Y sobre todo queda en el aire un secreto especial: cómo entender a un espíritu creativo. La complejidad de la creación artística y de los propios creadores.

Los directores han querido además de poner toda la fantasía posible en una triste historia de desamor y muerte elegir un reparto muy atractivo para dar vida a cada uno de los personajes. Así Nasser Ali, el músico que espera la muerte, tiene el rostro de Mathieu Amalric (cómo me gusta… le descubrí tarde en La escafandra y la mariposa y ya no le abandono). Y deleita con sus ojos saltones, con su pose de hombre triste y romántico y su halo de creador complejo y contradictorio. Maria de Madeiros se transforma en la triste esposa del violinista que siempre le amó y nunca fue correspondida. Isabella Rossellini (con un parecido brutal a su madre Ingrid Bergman) nos deja un bonito papel de madre con personalidad. La actriz iraní Golshifteh Farahani se convierte en el amor ideal del protagonista, Irán. Eric Caravaca es el hermano pequeño del imprevisible Nasser. Ambos protagonizan una bonita y difícil relación de hermanos. Y Chiara Mastroianni es la hija de Nasser cuando ‘viajamos’ al futuro y nos la encontramos como una mujer desengañada de la vida y tremendamente parecida a su padre.

Y en ese canto a la fantasía en Pollo con ciruelas también hacen referencias al cine como formar de expresión para contar, crear e imaginar. Así no falta imagen en la sala de cine donde dos personajes enamorados se dan la mano mientras ‘sufren’ con el fantasma de la ópera silente. O el hermano pequeño preocupado por su hermano mayor que ya no se levanta de la cama casi le convence de salir y ‘vivir’ cuando le dice que en una sala de cine ponen una película de Sofia Loren… no va finalmente a la sala de cine pero ‘sueña’ con Sofia.

Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud crean Pollo con ciruelas, un cuento para ver y escuchar en una tarde de verano…

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Charles Laughton y Elsa Lanchester, un matrimonio más allá de los convencionalismos

Charles Laughton y Elsa Lanchester se conocieron en los escenarios a finales de los años veinte y no se separaron hasta la muerte de Laguhton en 1962. A través de las películas que protagonizaron juntos advertimos su complicidad y cómo fueron una ‘extraña pareja’. Laughton no pudo terminar sus memorias… así tan sólo quedó el testimonio de Lanchester tras la muerte del eterno esposo. Ambos dos protagonizaron un matrimonio más allá de los convencionalismos… Desde el principio Elsa supo que su señor amado era homosexual y llegaron ambos al acuerdo de permanecer juntos para siempre y así no alterar a la bienpensante sociedad británica y después al Hollywood conservador. Su relación, como todas las relaciones tuvo luces y sombras… no fue nada fácil pero capearon las tormentas del escándalo. Ante todo a los dos les unía un amor exacerbado hacia su profesión de actores. Y juntos lo demostraron varias veces. De sus andanzas en los escenarios nada nos queda (más lo que nos cuentan) pero sí del celuloide que compartieron.

Su primer éxito juntos fue la británica La vida privada de Enrique VIII del director y productor Alexander Korda a principios de los años treinta. La película supuso tal triunfo que sobrepasó las fronteras y los ecos llegaron a Hollywood. Él obviamente se convirtió en Enrique VIII y ella fue una de sus esposas, Ana de Cléves (de las que ‘corrió’ mejor suerte). Continuaron ambos fieles a Alexander Korda y al cine histórico así ambos protagonizaron Rembrandt. Laughton fue el ilustre pintor y ella la mujer que le amó cuando se encontraba más hundido…

Vuelan al otro lado del charco y deleitan en un capítulo maravilloso de una película del realizador francés Julien Duvivier. Se trata de Seis destinos, 1942, película mágica que narra la historia de diferentes personajes que poseen un mismo frac. El fragmento de Laughton y Lanchester es un pequeño relato emocionante e intimista sobre un pobre músico y su esposa. Junto al protagonizado por Edward G. Robinson son las dos historias que más me llegan. Al año siguiente también salen en otra película de episodios esta vez de varios directores y con el escenario único de una casa por la que pasan distintos inquilinos. No la he visto nunca y se llama Siempre y un día.

Después ambos se embarcan en un entretenido thriller donde él es el malo malísimo y ella una secundaria excéntrica, una pintora bohemia. El divertimento se llama El reloj asesino (1948) de John Farrow. 

Y se despiden de todos nosotros con otra película de intriga maravillosa, divertida y entretenida… Testigo de cargo (1957) de Billy Wilder. Y los dos vomitan complicidad como el abogado enfermo y la enfermera quisquillosa… pero que finalmente ambos se admiran y se quieren… a su manera.

Charles Laughton y Elsa Lanchester, un hombre y una mujer complejos, con luces y sombras, que supieron sin embargo unirse y romper convencionalismos sociales… Y de paso dejarnos su huella en metros y metros de fotogramas.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.