Argo (Argo, 2012) de Ben Affleck

Argo es una película interesante porque en ella pueden ‘leerse’ varios niveles o podemos ir quitando distintas capas a la cebolla. Argo tanto en lo bueno como en lo malo no deja indiferente y genera debate. Es una película para analizar y profundizar en ella. Lo que no hay duda alguna es que cuando te sientas en la butaca, el relato cinematográfico de Ben Affleck te atrapa. El actor-director siempre sabe poner en marcha argumentos interesantes y en sus tres obras cinematográficas (Adiós pequeña, adiós, The town y la que nos ocupa) detrás de la cámara muestra un pulso narrativo y un ritmo que engancha al espectador.

Argo plantea la apasionante dicotomía entre lo verosímil y lo realista tanto en su argumento como en la forma de ‘contarnos’ esa historia. Nos narra un ‘hecho real’ que ocurrió en 1979 cuando la embajada de Estados Unidos en Teherán fue ocupada por un grupo de estudiantes iraníes (tras la revolución) y tomaron como rehenes a diplomáticos, funcionarios y ciudadanos norteamericanos para pedir el regreso del Sha de Nueva York (el Sha impuso un reinado de terror cuando dio un golpe de estado, apoyado por Estados Unidos, para terminar con la reciente democracia iraní. Esta democracia no era ‘adecuada’ para los intereses de Estados Unidos en Irán) para que fuera juzgado y condenado. De este hecho Affleck se centra en seis funcionarios que se escaparon en el momento del asalto y se ocultaron en casa del embajador canadiense y en cómo fue su rescate por parte de la CIA, el gobierno de Estados Unidos en cooperación con el canadiense. Este ‘rescate’ fue clasificado y salió a la luz en 1997 y permite a Ben Affleck desarrollar una trama sobre cine dentro del cine (o mejor dicho sobre la representación y el disfraz, ‘el construir una ilusión o una mentira’ para poder huir de una situación de peligro o de reclusión o de ocultación… vayámonos a argumentos tan míticos como Ser o no ser de Ernst Lubitchs o lleguemos a la sátira política La cortina de humo de Barry Levinson).

¿Y qué pinta el cine dentro del cine o la representación en un rescate de seis funcionarios ocultos en el hogar del embajador canadiense? Porque el plan más verosímil que desarrolla un experto en rescates de la CIA, Tony Méndez (con el rostro de Ben Affleck), es el de ‘simular’ que se va a llevar a cabo una película canadiense de ciencia ficción, Argo, y que todo un equipo (guionista, directora artística, director, productor…, cada uno de los seis funcionarios) va a Irán para buscar los exteriores adecuados para esta producción… y después toman el avión para regresar a su país… Y para que toda esta simulación sea creíble para las autoridades iraníes cuenta con la ayuda de dos ‘personajes’ de Hollywood, que conocen bien las entrañas de un mundo de ilusiones, engaños y apariencias: un maquillador (John Goodman) y un productor (Alan Arkin).

Y este nivel es lo más interesante y original de la película de Affleck. Lo que te mantiene en un estado de tensión continúo que no decae ni un segundo (y eso que son dos horas de película que pasan como un suspiro, por lo menos para servidora).

Así Ben Affleck se mueve en la sátira política, el thriller y la intriga… pero si tomamos otro nivel o capa de cebolla Argo muestra sus debilidades así salgas de la sala de cine y empieces a pensar un poco. Y por lo que ya apuntábamos al principo: la forma de contarnos esta historia también navega entre lo verosímil y lo realista. La mirada americana de Ben Affleck que si bien en un principio muestra una crítica a la política exterior estadounidense en Irán se queda en la superficie convirtiendo después en héroes a los americanos que intervinieron en este rescate y mostrando a unos iraníes malos muy malos… y quedando el gobierno estadounidense con esta operación conjunta con los canadienses como adalides del pacifismo (¿?)…

Lo que en un principio parece que va a ser una interesante denuncia política se transforma en una intriga política donde se construyen los estereotipos (el agente de la CIA es un héroe solitario y valiente, los rehenes inocentes y víctimas son rescatados de las garras de los tremendos iraníes malvados y extremistas) del género salpimentado con ingredientes valiosos de sátira. Así Ben Affleck ‘mira’ con un estilo cinematográfico que nos recuerda a las películas de cariz político de los años setenta de realizadores como Alan J. Pakula, Sydney Pollack, Sidney Lumet o Costa-Gavras pero ‘representa’ otra cosa. Así el prólogo para situar a los espectadores que desconocen lo que se va a narrar y el asalto a la embajada denota el tono de estas obras cinematográficas… de las que pronto se aleja y se ‘transforma’ en otra cosa. Ben Affleck no cuenta desde el escepticismo ni llega a mostrar una crítica demoledora de las altas instancias (y de la política tanto exterior como interior…), tampoco refleja un espíritu de denunca como puede verse en Missing, Los tres días del Cóndor, El último testigo o Todos los hombres del presidente. Ben Affleck ‘representa’ una historia verosímil digna de análisis que no realista. Tira más hacia la sátira (y a la crítica con matices de un mundo que conoce bien, el de Hollywood), emplea los códigos de los géneros… pero no muestra una historia realista y de denuncia política (quizá porque ésa no era su intención).

… Ben Affleck sigue prometiendo sorpresas como realizador y seguiré yendo a la sala oscura para disfrutar de sus creaciones cinematográficas. En Argo muestra su arte e ingenio a la hora de narrar y su sabiduría a la hora de enganchar al espectador en historias de ritmo trepidante. Ofrece siempre una ‘mirada’ especial que no deja indiferente y que puede provocar interesantes debates y reflexiones.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El velo pintado (The painted veil, 1934) de Richard Boleslawski

La esfinge Greta Garbo nos narra esta película con dos tocados. Con dos formas de llevar un pañuelo en su cabeza. Así vemos la transformación de Katrin. La sinopsis es sencilla: Katrin se casa precipitadamente con el doctor Walter Fane (ella quiere huir de un futuro gris) que la lleva a una China desconocida. Allí el doctor es un trabajador infatigable y Katrin se siente sola hasta que conoce a un agregado de la embajada y vive una historia de pasión.

Con el primer tocado. Vemos a una Katrin preparándose para ser infiel. Frente al espejo, con un pañuelo blanco elabora una especie de turbante. Y la magia del rostro de Greta hace que la veamos muy hermosa. Así con tal atuendo va junto al que será su amante a un festival chino (y depués a un templo) y se deja seducir por un mundo que le es ajeno pero también atractivo lleno de misterio, sensualidad, belleza y placer. Con ese turbante empecerá la historia de su infidelidad. Cuando llega de nuevo a su hogar la espera el esposo quien la mira y la dice que jamás la ha visto tan bella.

Con el segundo tocado. Podría ser esa misma tela pero ahora el tocado es distinto. Es sencillo. Similar al de las religiosas con las que colabora Katrin en un orfanato donde los niños padecen los estragos de una enfermedad, cólera. Ahí está Greta sin glamour pero igual de hermosa. Ahora ha sufrido una transformación. Ya no es la esposa solitaria y aburrida que sufre con un marido que no para de trabajar. Ahora se ha fundido con la filosofía de su esposo, con su capacidad de servicio, y se ha enamorado de verdad. También conoce la otra cara de China, un pueblo que sufre. Y sabe que ella puede ser útil, que puede aportar. Y también está especialmente bella.

Así El velo pintado de Richard Boleslawski adapta a base de elipsis y sutilidades una historia de transformación espiritual de una mujer. Ésta es una de las adaptaciones de la novela de W. Somerset Maugham que volvió a un panorama de actualidad cinematográfica con la buena versión de John Curran  en 2006 con Naomi Watts y Edward Norton como protagonistas. Existe otra de los años cincuenta (que no conozco) con Eleanor Parker, Bill Travers y George Sanders que se tituló The seventh sin. Así Boleslawski nos regala una manera elegante de cómo el doctor descubre la infidelidad de su esposa. Él le compra unas revistas que la pueden interesar y se las lleva a casa. La puerta de su dormitorio está cerrada y cuando va a dejar las revistas en una mesilla… ve que hay un sombrero de hombre que no es el suyo… Todo queda dicho. También Boleslawski sabe mostrar la transformación espiritual y hacer que acompañemos a la Garbo en su éxtasis particular. Nos lleva a la emoción de ese amor no sólo pasional sino también trascendente en un mundo diferente al occidental, en una China de cartón piedra. Esto no era ajeno a este realizador que murió  joven (a los 48 años) y que dejó una breve filmografía (aún muy desconocida para mí), entre ellas El jardín de Alá de 1936 (única película aparte de ésta que he podido ver del realizador) que es un auténtico delirio de amor fou y espiritualidad entre Marlene Dietrich y Charles Boyer.

La diva Greta Garbo está perfectamente secundada por sus dos protagonistas masculinos. El doctor cuenta con la imagen de un magnífico Hebert Marshall (cada vez me gusta más)… que hace suyo ese doctor que parece demasiado entregado a su trabajo e incluso un poco gris pero que según vamos conociendo su faceta de entrega a su profesión y a tratar de conseguir un mundo mejor (al mismo tiempo que lo va descubriendo su esposa Katrin) se va haciendo un hombre tremendamente atractivo (esta proeza la conseguía también Edward Norton y muestra que ambos son grandes actores). Los momentos íntimos de la pareja en dos cocinas distintas (la primera en Austria cuando el doctor se declara a Katrin y la segunda en China cuando el doctor vuelve a declarar su amor a Katrin y le plantea la opción de marcharse de su lado…) son de una belleza innegable y ambos muestran sus facetas interpretativas además de dar coherencia a la evolución de la pareja dentro de esta historia. Y también está correcto en su papel de galán, de tentación equivocada, George Brent que se convierte en el seductor funcionario que descubre un mundo de fascinación a la aburrida esposa. Pero que también se sabe mostrar mezquino (y por lo tanto humano) cuando se descubre el pastel y ve en peligro su prestigio y carrera.

El velo pintado es otra interesante obra cinematográfica que acerca al espectador el mito de Greta Garbo.

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Los rostros de Shelley Winters

Shelley Winters es una de esas mujeres que protagonizaron vidas intensas, longevas y llenas de experiencias. Y nunca se cortó además a la hora de contar cada uno de los aspectos de su existencia: su carrera como actriz, como celebridad, sus compañeros y compañeras de reparto, sus relaciones amorosas… No tuvo pelos en la lengua, por emplear un dicho popular. Shelley Winters es de esas actrices con una filmografía kilométrica. Shelley Winters además de filmografía kilométrica es una actriz de las grandes con interpretaciones memorables. Shelley Winters no dejó ni deja de dar sorpresas y como son tantos sus trabajos todavía le queda a servidora mucho que descubrir. Shelley Winters no puede caer en olvido y no hay que dejar de recordarla una y otra vez. Su abanico de rostros va de joven proletaria a mujer madura fracasada, pasando por madre coraje o madre errática y arrasando con papeles de mujer que se enamora del hombre equivocado o dama con una pronunciada sexualidad hasta llegar a mujeres maduras con dotes para el terror o venerables ancianas…

Primeros papeles

Empecemos por el principio. El papel que empezó a darla notoriedad fue en una buena película de George Cukor que recuerdo lo que me impactó la historia cuando la vi por primera vez: Doble vida (1947). Es de esas películas donde cine y teatro se funden… y habla sobre cómo un papel puede absorber hasta tal punto a un actor que confunda los límites de la realidad y se funda con el personaje interpretado hasta tal punto de cometer sus mismas acciones y sentir sus mismos sentimientos. La historia cuenta cómo una compañía está llevando a cabo Otelo y su actor principal (Ronald Colman) se mete hasta tal punto en su papel que esta situación tiene terribles consecuencias para su compañera de reparto (nuestra Shelley Winters).

Así seguiría interviniendo en películas notables hasta llegar a la década de los 50 con dos filmes importantes. Un clásico del western y un melodrama inolvidable. Y Shelley Winters presentando dos rostros que la acompañarían otras veces en su filmografía. La mujer de mala vida con buen corazón pero luchadora. La joven proletaria que intenta ser feliz y la vida la golpea una y otra vez arrastrando una existencia dura de sufrimiento. El western sería Winchester 73 de Anthony Mann y el melodrama Un lugar en el sol donde Shelley Winters derrocha realismo, humanidad y un desamparo que duele.

Otra interpretación carismática como joven trabajadora que trata de redimir con su amor (otro de sus rostros) a un delincuente es el que lleva a cabo en la notable y triste Yo amé a un asesino. El delincuente de los suburbios, siempre perdedor, tenía el rostro de John Garfield en su última interpretación antes de su muerte.

Madres y mujeres fracasadas

Y otro papel en el que está magnífica y que muestra otro rostro es el de mujer que en su momento fue exitosa y bella y que va arrastrando su decadencia, alcoholismo y perdición por cada sitio que pasa… Sin embargo muestra una dignidad que trata de mantener intacta y un saber decir verdades como puños. Así se muestra dolorosa y creíble en esa maravilla de Aldrich, The big knife (1955). Ese mismo año coprotagoniza otra joya cinematográfica, toda una rareza, y de nuevo como mujer víctima, engañada. Otra vez Winters se enamora del hombre equivocado y tiene una de las muertes más poéticas que se recuerdan. Estoy hablando de La noche del cazador.

… Aquí empieza su carrera con madres sufridoras, humanas, trágicas, llenas de defectos y virtudes… Así está presente en El diario de Ana Frank (no como madre de la protagonista sino como madre de la otra familia que comparte escondite con los Frank) de George Stevens. Entremedias antes de finalizar la década de los cincuenta actuó en una notable película de cine negro que es un retrato duro de un grupo de perdedores… entre ellos el de una Shelley Winters enamorada de un hombre complejo al que tiene mantener, me refiero a Apuestas contra el mañana de Robert Wise (de la que pronto hablaré).

También la encontramos en la interesante Los jóvenes salvajes de John Frankenheimer donde interpreta a una madre sola, pobre y trabajadora que lucha por probar la inocencia de su hijo en un asesinato. Winters de nuevo cautiva como una mujer que ha perdido toda esperanza, que ha llevado una vida dura, y que trata de pedir ayuda al fiscal del caso (Burt Lancaster) porque da la casualidad que fue un antiguo amor de ese barrio del que ella no logró volar…

Pero quizá la madre fracasada, patética y por eso llena de humanidad y fragilidad más recordada es la que interpretó en la Lolita de Stanley Kubrick. De nuevo vuelve a enamorarse del hombre equivocado.

Últimos años…

Nunca dejó de trabajar. A finales de los sesenta sigue paseando su rostro en tristes mujeres que fueron hermosas y ahora decadentes y vulgares como en Harper, investigador privado o mujeres maduras que viven al máximo su sexualidad en Alfie.

En los años setenta Shelley Winters sigue activa en aquellos papeles que permiten su regreso como mujer de cierta edad. Así lo que la permite regresar a la pantalla como has been son películas de terror donde da rienda suelta a su histronismo o géneros con éxito como el de catástrofes. Y también, como ya hizo en su juventud, está presente en producciones cinematográficas independientes y también innovadoras. Podemos recordarla en Mama sangrienta de Roger Corman, como cabeza de familia de delincuentes. O pasar miedo con su demencia en ¿Qué le pasa a Helen? o llorar a moco tendido con su paradero en La aventura del Poseidon. Su carrera continuó y uno de sus últimos papeles fue en Retrato de una dama de Jane Campion.

… Sorpresas por descubrir

Lo bueno de filmografías tan amplias es que siempre hay muchas sorpresas por descubrir. Y son muchas películas de Shelley Winters que esperan en el viejo baúl de películas pendientes. Me llaman la atención y espero ir consiguiéndolas: Llama a un desconocido de Jean Negulesco, drama con accidente aéreo. La torre de los ambiciosos de Robert Wise, sobre una empresa donde muere repentinamente el presidente y se desencadena una lucha de poderes. Soy una cámara, una primera versión de la historia de Cabaret y las andanzas del escritor Christopher Isherwood en la Alemania nazi. He muerto miles de veces, un remake de la maravillosa El último refugio que protagoniza Jack Palance junto a Winters. Confidencias de mujer de George Cukor donde varias mujeres expones su sexualidad. También me llama la atención El balcón que adapta una obra de Jean Genet y transcurre en un prostíbulo. También me gustaría verla en un drama que trata el tema del racismo de principios de los sesenta Un retazo azul donde Winters es una madre de una chica blanca ciega que se enamora de un hombre negro vidente (Sidney Poitier). Se encuentra en el reparto de una película de Polanski que aún no he tenido el gusto de visionar, El quimérico inquilino. Y así un largo etcétera…

… Me queda tanto, tanto por descubrir de Shelley Winters que siento un gran regocijo porque sé que en muchas de estas películas va a volver a sorprenderme. ¿Aún dudáis de que es una actriz para reivindicar y recordar?

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Looper (Looper, 2012) de Rian Johnson

Bucles temporales. Historias que giran y giran. Looper entraba dentro de mi colección especial de cine y juego del tiempo. Y me encontré con una historia de ritmo trepidante que alteraba mi adrenalina y me hizo salir del cine con un subidón de energía. En esta historia los loopers, unos mercenarios que matan a personas del futuro y se deshacen de sus cuerpos, se drogan a través de los ojos. Y es lo que hace Rian Johnson (es la primera película que conozco de su trayectoria como realizador) con el espectador, le inyecta una historia de ritmo trepidante e infinitos bucles donde la lógica pierde todo sentido. Ahí está un hombre duro (uno de mis favoritos), Bruce Willis, para recordárnoslo: “Dejémonos de viajes en el tiempo. No vamos a ponernos a hacernos pajas mentales sobre lo que fue o lo que será”… en una escena clave: el encuentro en un restaurante cara a cara de Joe (Joseph Gordon-Levitt) con su propio yo (con treinta años más y el rostro de Bruce Willis) en su presente.

Si te metes en el juego, te metes de lleno en este bucle temporal que introduce al héroe solitario y perdedor (pero con espíritu romántico) que es un asesino de cine negro, que busca la redención, que se codea con un mundo futurista oscuro de destinos inciertos. La mezcla de géneros provoca una historia potente y además desconcierta y atrapa al espectador… Porque no sólo hay cine negro y ciencia ficción. También puro western con la leyenda del forajido que llega a la granja donde se aloja una mujer fuerte y su hijo. Y ahí se crea un vínculo especial entre los tres. Así como el enfrentamiento con el forajido vengador en los campos de maíz. Y por si fuera poco, de pronto, nos ofrece claves del cine de terror y los fenómenos extraños como la telequinesia. O ese cine de miedo que habla de un elegido maléfico que traerá la destrucción masiva con el rostro de un niño… Más allá todo envuelto de un romanticismo redentor que todo lo puede o todo lo destruye. Y más acá ese género de hombres duros y de acción en el que Bruce Willis es uno de sus iconos y aquí continua con su trono. Y para terminar el bucle de géneros, el metafísico-filosófico en el que un personaje se enfrenta continuamente con su yo…

Y en un análisis cuidado de su argumento, en esas pajas mentales que te construyes como espectador, puedes encontrar ciertas incoherencias o asuntos que necesitan un segundo visionado… pero como dice Willis dejémonos de pajas mentales y disfrutemos de una historia de bucles temporales que sorprende. Y salgamos con un subidón de la sala de cine.

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… ¿Hubiese funcionado?

William Holden.

El chico dorado.

Audrey Hepburn

La chica con cuello de gacela.

 

… En Sabrina surgió esa química que ya no se rompe.

Diez años después se reunieron en París.

Escribieron juntos un guion.

Y lo celebraron con fuegos artificiales.

 

Es una historia de silencios.

Que puede rastrearse, apenas, en los fotogramas.

Y en algunas fotografías.

En alguna línea de texto.

No entra dentro del mito que se ha construido sobre ninguno de los dos…

Es una historia enterrada.

 

Pero los fotogramas gritan.

Una mano que acaricia una espalda.

El estudio de un rostro.

Una sonrisa.

Un beso.

 

¿Hubiese funcionado?…

Lo que está claro es que París se habría convertido en el escenario ideal.

Un bonito apartamento. Una calle bulliciosa.

Allí Audrey estaría tumbada en un sofá.

Y William en el suelo, apoyando su cabeza en el cuerpo de ella.

Y los dos riéndose.

… pero esto sólo es un guion que no fue escrito.

 

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Saul Bass y sus directores de cabecera… y varios regalos

Hablar de Saul Bass se hace necesario por muchos motivos. Yo de momento nombro tres.

1.- Es una reivindicación al cartel del cine y a los títulos de crédito como arte. Como una forma de expresión. Como un lenguaje a tener en cuenta que puede además captar la esencia de la obra cinematográfica que ilustra. El cartel de cine y los títulos de crédito se cuidan, ahora mismo, en muy pocas ocasiones… Qué gusto cuando una película te entra por el cartel, qué sorpresa cuando ya te sientes atrapado por los títulos de crédito… ya tienes ante tus ojos la clave o la pista de lo que va a ocurrir a continuación… Sólo falta que se cumplan las expectativas ante las obras de arte que ya has visto… Aunque si hay cuidado en estas dos piezas claves, ya quiere decir algo (aunque no siempre ocurre)…

2.- Porque ahora mismo hay la oportunidad de visitar una exposición hecha con gusto en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que permite a todo visitante que se acerque disfrutar de la preciosa colección privada de carteles de Saul Bass que posee Gerardo Vera (director de cine y de teatro además de escenógrafo y figurinista). Un recorrido que merece la pena y además, en paralelo, se programa durante unos meses películas que cuentan con sus títulos de crédito.

3.- Acercarse a la obra de Saul Bass es otra posibilidad de acercarse al mundo del cine. Otra mirada. Un recorrido por la carrera de varios directores. Un recordatorio de películas que conforman una historia del cine especial muy especial. El diseñador formó dúos profesionales de lo más interesantes con varios directores de cine.

Paseé entre los carteles, disfruté con la proyección en pantalla gigante de algunos de sus títulos de crédito, descubrí nuevas películas y recordé otras que ya no olvido… La exposición me siguió a casa, deseé ver colgado en alguna de mis paredes alguno de los carteles que había visto (me enamoré de muchos pero quizá me hubiese quedado con el de Ariane) y en esa enorme enciclopedia visual y fuente de conocimientos que es Internet pude mirar más títulos de crédito y más carteles…

Otto Preminger

… Fue el que abrió la veda de la creatividad de Saul Bass para el mundo del cine. La firma de Preminger está irremediablemente unida a Bass. Juntos formaron un tándem inseparable de imágenes icónicas que muchos cinéfilos reconocen. Imposible no relacionarles. Con Preminger, Saul Bass creo títulos de crédito y carteles increíbles. Desde la rosa roja de Carmen Jones en 1954 se convirtieron en inseparables. El brazo distorsionado de El hombre del brazo de oro, la marioneta rota de Anatomía de un asesinato, el ojo con lágrima de Buenos días tristeza, las piernas con la espada quebrada de Santa Juana, los brazos armados de Éxodo, la cúpula del capitolio en Tempestad sobre Washington, la muñeca de papel de El rapto de Bunny Lake, el teléfono descolgado de El factor humano… Y el paseo por una filmografía poderosa.

Alfred Hitchcock

Pero tampoco podemos olvidar sus contribuciones con el maestro del suspense. Ese ojo que todo lo mira en Vértigo y esos círculos concéntricos. La estridencia del rojo en el cartel. Las rectas que se cruzan formando un gran edificio y las flechas que forman las letras en ese tesoro que se llama Con la muerte en los talones. O sus títulos de crédito en Psicosis que ya sondean el miedo o su posible  contribución visual a través del storyboard de la mítica escena de la ducha… ¿Alguien olvidaría mencionar estas películas si le preguntáramos por la filmografía de Hitchcock?

Billy Wilder

Con Billy Wilder dejó su firma en los carteles de Ariane (Love in the afternoon), Uno dos tres… Así vemos una mano que baja una persiana o tres globos… y ya nos vienen imágenes a la cabeza. O unos títulos de crédito para La tentación vive arriba con formas geométricas cuadradas y rectangulares que se abren y se cierran como ventanas o solapas que dejan ver los nombres e intuyes que ahí hay comedia…

Robert Aldrich

… Intuimos la fuerza ya en los créditos de dos títulos potentes de la filmografía de Aldrich… la maravillosa El gran cuchillo con el rostro de Jack Palance que ya refleja la introspección y la angustia del personaje principal y no he visto Attack pero sí sus títulos de crédito, de nuevo con el rostro de Palance… y la impotencia que supone un casco rodando por una ladera… y esos créditos ya me dicen que va a ser una película con un tema duro e impactante.

John Frankenheimer

Uno de los directores con filmografía que reivindicar y descubrir, John Frankenheimer también trabajó con Saul Bass en los títulos de crédito de tres de sus películas. Una de ellas es de las más extrañas de su filmografía, una historia angustiosa y psicodélica con un Rock Hudson como protagonista. Me refiero a Plan diabólico y sus créditos ya muestran lo siniestro de la historia. Las otras dos películas en las que trabajó no las he visto todavía pero como siempre con la obra de Saul Bass me llevo una idea de lo que voy a ver. En Gran Prix preparación, velocidad y competición de Fórmula 1. Y el cartel de Gran Prix es inconfundible, puro diseño… Nada he podido ver, ni la película ni el trabajo de Saul Bass en Un joven extraño.

Stanley Kubrick

También se unió a Kubrick dando personalidad a carteles y títulos de crédito de Atraco perfecto donde los disparos de bala no dan en la diana pero sí destruyen a un hombre con sombrero y corbata… los créditos nos dan ya el tono noir de la película. Y en Espartaco también nos muestran simbolismo y clasicismo. Cada personaje está descrito con un tipo de manos de escultura… hasta que se encuentran dos espadas. O el siniestro y angustioso cartel de El resplandor de un rostro atrapado en una letra…

Martin Scorsese

… Sus últimos trabajos fueron los títulos de crédito con uno de los directores que más admiraba su trayectoria: Martin Scorsese. Así Bass vuelca su mundo entre lo elegante y lo oculto en La edad de la inocencia, se muestra brutal en Uno de los nuestros, da cuenta del terror y la importancia del agua en El cabo del miedo y muestra un poderoso mundo visual entre explosión de violencia y juego en Casino.

… los regalos

El recorrido por la exposición me hizo dos recordatorios preciosos y me descubrió una laguna que quisiera subsanar (con otro de los carteles que más me llamó la atención y que también colgaría en una pared de mi hogar). Ahí van los regalos finales que me apetece compartir.

1.- Recordé que no hay créditos finales más hermosos que los de West Side Story en los que Saul Bass realiza para mí uno de sus mejores trabajos. Cuando ya ha terminado este musical dramático y shakesperiano… el diseñador crea unos créditos finales para deleite del espectador. Imagina la forma de expresión de los Shark y los Jets… y no puede ser otra que en las paredes y muros del barrio, el graffiti. Así los títulos finales, los nombres de todos, están en los muros y en las puertas desvencijadas… y de fondo cada una de las melodías que han sonado a lo largo de la película… Una joya.

2.- Me paro ante un cartel que llama mi atención. Y es porque forma parte de una película que descubrí hace unos dos años y que merece la pena revindicarla y mirarla: Donde la ciudad termina (1957) de Martin Ritt, un drama de la clase trabajadora en los puertos donde están estupendos Sydney Poitier y John Cassavettes. Y el cartel de Bass cubierto de rojo ya nos sitúa en el ambiente y el drama…

3.- El cartel que también colgaría en una pared de mi hogar es de una película que no he visto ni conozco: El viejo y el niño (1967) de Claude Berri… a mí el cartel de Saul Bass ya me provoca unas ganas enormes de verla y descubrirla…

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Cuestión de sangre (Little Odessa, 1994) de James Gray

Ya he leído sobre su próximo trabajo Nightingale donde vuelve a trabajar con su actor fetiche Joaquin Phoenix junto a Marion Cotillard y Jeremy Renner… sigue los caminos de la tragedia y esta vez se va a los años 20. Me apetece escaparme por esta historia. De James Gray había visto La noche es nuestra y Two Lovers, en las dos me gusta el director que ‘mira’ (y cómo mira) y su uso de la narración cinematográfica pero sus tragedias no me hacían estallar de emoción. En las dos me podían finalmente más los peros… aunque reconozco que en algún momento me metía en la historia y sentía estar viendo buen cine. Así que es un director que sí me sigue atrayendo para acercarme a la sala oscura porque intuyo que tiene mucho que mirar y creo que su trayectoria está siendo interesante. Más cuando me he topado con Cuestión de sangre. James Gray tan sólo tenía 24 años y entregó un poderoso e íntimo drama familiar con gotas de cine de mafias de por medio. Y me ha gustado tanto lo que me he encontrado que quiero volver a mirar las dos anteriores películas y lograr ver la que me queda pendiente de su breve filmografía: La otra cara del crimen.

Gray logra meternos en un universo familiar intenso y desgarrado donde entra amor, odio y desgracia. Pero es muy conciso en su forma de contar la historia. Y esa concisión provoca fuerza. Gray deja muchas pistas para construir la historia. Hay mucho debajo de cada fotograma y ahí está el espectador para construir e intuir. Con los códigos del cine negro y la tragedia nos deja una historia que va directa a dejarte KO. Y toma el leitmotiv de sus siguientes películas: la familia como universo que atrapa, del que es muy difícil alejarse. La familia que marca. Y que tanto amor como odio construye y destruye a la vez. El oveja negra de la familia, la fábula del hijo pródigo… Busca en las raíces familiares propias (sus abuelos eran rusos y judíos) y muestra un tejido social concreto, el de la inmigración rusa en EEUU. Y en esta familia que arrastra secretos y tragedias, historias duras que desgarran, hay un hijo que se fue. El hijo mayor que se ha convertido en un matón profesional. La historia (y el conflicto) empieza porque ese hijo regresa al barrio de sus orígenes, del que fue expulsado, para realizar un trabajo. Y pronto se enteran aquellos que no desean su vuelta… y su hermano pequeño, un adolescente perdido que se aferra al amor que siente por su hermano mayor.

Inevitable. Las historias de hermanos a mí me pueden. Y si encima están interpretados por dos actores que construyen magníficamente sus personajes entonces… me atrapan y no me sueltan. Así James Gray contó en Cuestión de sangre con un Tim Roth enorme en su papel de frío asesino al que le vuelven destellos de humanidad (que se apagan continuamente) cuando regresa a su barrio natal y se encuentra con un hermano pequeño que le adora, una madre moribunda y una chica que le recuerda… En Cuestión de sangre hay mucho trabajo visual, pocas palabras. Gray nos sabe contar la historia con la cámara. Con contundencia. Y te desgarra cada vez que ves la mirada de ese adolescente que trata de no caer, que trata de sobrevivir, y que ama de manera incondicional (aunque le duela) a su hermano (que es un asesino), a su madre (que se muere), a su padre (que es un hombre resentido, que ha luchado por no quebrarse y sacar adelante a los suyos pero que sólo sabe perjudicar a los que ama)… Ahí está uno de los mejores actores adolescentes de los años noventa, Edward Furlog (¿dónde te has metido? ¿Qué te ha pasado?), que sabe expresar con su manera de andar, de fumar, de mirar, de hablar…

En Little Odessa Gray nos mete en el hogar familiar donde transcurren secretos, desgarros y tragedias tras las puertas. En las calles frías del extrarradio donde fácilmente puede desaparecer un cuerpo. En un acuario vacío, espacio de intimidad entre hermanos. En los locales donde hay negociaciones mafiosas o también celebraciones familiares… o habitaciones donde hay un hueco para un poco de ternura. Por lo menos dos veces los protagonistas se escapan del color gris y de lo oscuro de la vida en la sala de un cine de barrio. Pero la violencia siempre está presente, al acecho. En Little Odessa también salta la violencia de manera dura y seca. Tras unas sábanas blancas. Un disparo a bocajarro. Deshacerse de un cuerpo con frialdad absoluta. En Little Odessa los lazos familiares saltan por los aires y las relaciones son complejísimas. Y un padre (Maximilian Schell) que pega y hace daño es humillado violentamente por el hijo asesino que no soporta que maltrate a los que quiere (en esos destellos de humanidad que a veces le quedan)… Y de pronto sentimos lo que hay, el amor y el dolor que se esconde, en una imagen en que el hermano mayor y el hermano pequeño rodean a la madre (Vanessa Redgrave) que se muere en la cama, sin palabras. En Little Odessa hay una enorme telaraña que cada vez complica más las cosas y envuelve a sus personajes en una violencia sin salida que arrasa con aquellos que son inocentes y con quienes no lo son (condenando a una soledad absoluta a aquellos que sobreviven).

La verdad es que Little Odessa logró sorprenderme y algo que todavía no había sentido con Gray, emocionarme. Dentro de su concisión, dureza, aspereza… fluye un submundo de sentimientos enterrados que conmueven.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (190)

Bucles temporales: me encanta cuando el tiempo juega en la pantalla cinematográfica. ¿Qué es un instante? ¿Qué es pasado, presente o futuro? Es hoy, es ayer, esto pasó, no pasó, mañana ya llegó… Estuve aquí hace cien años. Esto está ocurriendo o ya ha ocurrido. Me encanta la sensación de bucle. El tiempo, nuestra vida, no es una línea recta. Estoy, no estoy. Es posible vivir en un solo día. ¿Puedo duplicarme en varios espacios temporales? ¿Si estoy soñando mis sueños cuantifican igual el tiempo que mi presente? ¿Puedo volver atrás? ¿Puedo enmendar algo ya hecho? ¿Puedo cambiar el futuro?… Esos ojos ya los he vivido, ya los he mirado. Es un tema absolutamente apasionante y suficiente para arrastrarme a una sala de cine. Cuéntame una historia donde los límites del tiempo no son en línea recta, donde los bucles temporales me transforman lo narrado en infinito…

… Y todo porque estoy deseando pisar la sala oscura para inmiscuirme en Looper, viajes al pasado y al presente… y uno enfrentarse a sí mismo en tiempos distintos. Ya me ha atrapado…

Entonces se activa la máquina del tiempo que tengo en la cabeza y viajo por los túneles que no me abandonan. Hace tiempo que vencí a los hombres grises así que puedo pegarme estos viajes interminables y después volver tranquila al teclado y vivir en línea recta.

En uno de esos viajes conocí a Benjamin Button… le conocí de anciano y le perdí cuando se convirtió en bebé. Yo era una niña y después una abuela. Nos conocimos a la inversa y aun así nos quisimos.

Recuerdo otro viaje especial ahí estaba con Phil, el hombre del tiempo. Él vivía siempre en el mismo día, el día de la marmota, y él me demostró las posibilidades infinitas que se pueden dar en 24 horas. Ningún día es igual… por mucho que te empeñes…

Un recorrido triste fue el que realicé con el capitán Colter Stevens, me habló del código fuente. Yo no entendí nada. Sólo descubrí a un hombre que continuamente vivía prácticamente la misma hora. Y que querían convertirlo en héroe aunque él no quisiera. El capitán Colter descubría que lo único que quería era enamorarse de la chica que estaba sentada al lado suyo en el tren.

Los bucles temporales juegan con nosotros y nos muestran que sí que el enamoramiento o el amor por alguien puede no tener fin. Basta con mirar una fotografía para activar nuestra mente, para que ese recuerdo trate de cobrar vida. Basta con un encuentro fortuito para saber que esa persona siempre la has conocido. Basta con verla una vez para entender irremediablemente que quieres estar a su lado. El bucle temporal envuelve a los amantes por los siglos de los siglos. Les ocurrió a varias parejas que conocí durante mis viajes interminables. Aquellos que buscaban el ejército de los 12 monos, los dos que volvían a mirarse en el muelle, o ese político que se encontraba de manera casual con una bailarina y sabía que irremediablemente tenía que encontrarla de nuevo… porque un destino oculto les estaba siendo arrebatado…

En mis viajes he conocido a todos los científicos que han construidos máquinas en el tiempo y he montando en absolutamente todas. Con quien mejor me lo he pasado ha sido con Marty McFly, tan de los ochenta él, hemos regresado al futuro, al pasado y nos hemos quedado en el presente bailando un rock and roll. Bueno reconozco que la máquina más rudimentaria fue un golpe en la cabeza que me hizo volar con un yanqui a la corte del rey Arturo.

A veces el viaje en el tiempo no tiene explicación alguna. Y lo sé por mi amiga Peggy Sue, de pronto, un día te encuentras como deprimida o harta de la vida que llevas… y regresas de nuevo a tus días de instituto pero con toda la experiencia ya adquirida. Más extraño es lo que le pasó a un conocido, se llamaba Jack Campbell y era un ejecutivo frío bastante cabrón… de pronto un día abre los ojos y está viviendo una vida que no es la suya sino la que hubiera sido posible si no hubiese dejado plantada a la novia de la facultad…

Otras veces viajo a través de los sueños porque ahí el tiempo transcurre de manera totalmente distinta. Y es posible que no despiertes y entonces tengas que aprender cómo es ese tiempo infinito del inconsciente. Eso me lo contó Peter Ibbetson que sigue viviendo en un sueño que creó junto a su amada Mary. Ambos no pudieron ser felices en el tiempo lineal… pero se montaron en un sueño eterno y ahí continuan… Para entender esto es bueno charlar también (aunque no sé deciros en que dimensión temporal de vuestros sueños lo encontraréis) con Dom Cobb, domina el mundo de los sueños pero no el de sus sentimientos y emociones, está atrapado en un bucle temporal pero si te lo encuentras puedes hablar con él hasta que el sueño te lo permita y descubrir algunos secretos del tiempo en el inconsciente… Él cree que sabe cuál es el Origen pero está más perdido que nosotros. Esto no deja de convertirle en persona interesante para una charla de medianoche (si es que sueñas que es medianoche). Otra persona interesante de conocer es a Mr Nobody… curiosamente es el único ser mortal en un mundo de inmortales (claro ahora estoy en el futuro) y él tiene el privilegio de contarte una y otra vez todas sus vidas posibles…

Ahora regreso al teclado. Al tiempo lineal. Pero juraría que este momento frente al ordenador ya lo he vivido…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Lo imposible (The impossible, 2012) de Juan Antonio Bayona

Lo imposible se balancea entre película de catástrofe (años setenta y ochenta) y drama familiar con gotas de intimismo, épica y emotividad perfectamente repartidas. No hay sitio para la creatividad o la sorpresa en lo narrado. Ocurre como en Titanic el espectador conoce perfectamente lo que va a ocurrir en cada momento, así que lo importante es cómo lo cuenta de manera que impacte en lo visual (además de una buena factura técnica) y contar con dos estrellas, Naomi Watts y Ewan McGregor, (y con algún rostro nuevo como el adolescente Tom Holland y espolvorear con cameos como el de Marta Etura o Geraldine Chaplin). En Lo imposible todo está medido para que el espectador no se salga de la senda trazada… Así sentirás el tsunami y el miedo ante la rebelión de la naturaleza, notarás la angustia y el terror… y te dejarás arrastrar por lo imposible: el encuentro de cinco miembros de una misma familia en medio del caos tras el tsunami. Música que acompaña cada sentimiento que debes sentir, escenas clímax adecuadas para que salte la lágrima o la angustia. Y te puedes dejar llevar… Creo que Lo imposible no engaña. Sabes a lo que entras. No pretende hacer un análisis de la catástrofe natural, de cómo repercutió en el país donde ocurrió, de cómo afectó a sus gentes, de cómo se actuó tras la tragedia, de qué fue realmente lo que pasó, de cómo la población pudo ir recuperándose… Es cine de género. De catástrofe y melodrama familiar… con una de las frases más temidas en una película (‘basada en hechos reales’).

Juan Antonio Bayona es un director que es además espectador de cine (y sin duda lo ama) y que ha adquirido el lenguaje cinematográfico ‘viendo’ a los narradores de la imagen (y como maestro principal de cabecera, Spielberg —con lo mejor y lo peor de él—), es decir, sabe ‘mirar’ con la cámara… pero a mi parecer no innova, no se desmelena, no busca todavía una voz propia que le haga salirse de aquellos ‘esquemas’ que sabe que van a funcionar a la hora de contar una historia (tampoco se salía de esos esquemas en El orfanato, que me gustó menos que Lo imposible). Presenta una familia bella, idílica y perfecta que va a empatizar desde el principio con el público. Muestra situaciones con las que todos nos vamos a sentir identificados (el dolor, el miedo, el sentimiento de unión, el pánico ante quedarse solo…). Tan sólo hay un momento en que podría haberse salido de la ‘norma’ pero no llega hasta al final y apunta algo interesante y es el del brutal instinto de supervivencia que posee el ser humano (que puede provocar acciones hermosas y otras que no lo son tanto…). Así en un momento en que madre e hijo mayor (Tom Holland) intentan sobrevivir y llegar a un árbol para subirse en él por si viniera otra enorme ola… oyen cómo un niño pequeño grita socorro. El hijo mayor es implacable, le dice a la madre que lo más importante es llegar al árbol y ponerse a salvo que no pueden rescatar a nadie… Y hubiera sido muy interesante que hubiera desarrollado ese conflicto que se soluciona por la vía fácil de una madre coraje que le dice que podrían ser sus hermanos… y entonces van a salvar al niño.

Las relaciones entre los miembros de la familia, y entre la familia con otros supervivientes nunca se sale de lo políticamente correcto (y de lo estereotipado) y del terreno de lo emotivo. A veces son tantos los momentos emocionantes que el espectador no tiene tiempo de asimilarlos y corre peligro de quedarse inmune y frío ante lo que realmente sin duda fue ‘lo imposible’: esa especie de destino que hace que unos encuentren a todos sus seres queridos y otros no encuentren a nadie…

Lo imposible es una obra cinematográfica que respeta totalmente los códigos (no se sale un ápice) de los géneros que ‘representa’. Catástrofe natural (con imágenes que realmente angustian y donde Naomi Watts muestra toda una gama de sensaciones y sentimientos) y drama familiar íntimo (en este aspecto cojea algo más por la simplificación de alguno de los personajes como el padre, un casi siempre correcto Ewan McGregor). Pero logra, sobre todo al principo, la inmersión y el terror ante una catástrofe natural inesperada, el tsunami. La angustia de la supervivencia, de la soledad y de la búsqueda de los seres queridos ausentes, el alivio ante el encuentro, el miedo ante la muerte… Lo imposible no engaña.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tessa era mi hogar

Vuelve a tu hogar… y vive.

Ya no tengo hogar. Tessa era mi hogar.

 

El jardinero fiel vive encerrado en sí mismo.

Es diplomático de ojos cerrados, tristes, y oídos sordos.

El mundo quizá le desilusionó hace tiempo.

Y sólo cree en sus plantas.

Y en realizar su trabajo de manera mecánica.

Sin mirar.

 

De pronto un día aparece Tessa.

Y le reta.

Y le obliga a mirar.

 

Los dos son distintos.

Ella mira.

Él se encierra.

Pero dicen que polos opuestos se unen.

Ambos se aman y respetan.

Y sobre todo se protegen.

 

… Tessa y el jardinero fiel construyen paraísos íntimos.

Recuerdos.

Caricias y risas en la cama.

 

Ella apasionada, mira y se indigna.

Y trata de cambiar lo que ve injusto y feo.

Ella se implica todavía en el mundo… aunque parezca imposible cambiarlo.

Y la silencian.

De forma brutal.

En el lago Loki.

 

Pero ha dejado huellas al jardinero fiel…

Que la ama.

Y decide mirar con sus ojos.

Mirar y descubrir.

Con dolor.

… Sigue el rastro de los recuerdos.

… Abre bien los ojos.

Y consigue lo que ella quería.

Dejar al descubierto una situación injusta y cruel…

 

… Pero el jardinero fiel ya no tiene hogar.

Tessa era mi hogar.

Y se va al lago Loki… para conversar para siempre con ella.

Para volver a casa.

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.