Blue Valentine (Blue Valentine, 2010) de Derek Cianfrance

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Existen radiografías emocionales y crónicas de amor y desamor… todo esto confluye en Blue Valentine donde dos actores se desnudan ante todo aquel que les mira y expulsan lo que esconden en el interior y lo derraman en cada fotograma. Ésta es la historia de Dean (Ryan Gosling… camino de convertirse en actor fetiche de Cianfrance) y Cindy (Michelle Williams).

Dean canta con su pequeña guitarra mientras Cindy baila cuando todavía están con la emoción de conocerse y enamorarse: “Siempre se hace daño a quien se quiere, a quien no se debería hacer daño. Siempre se coge la rosa más dulce y se aplasta hasta que se caen los pétalos. Siempre se rompen los corazones más amables con una palabra apresurada que ni siquiera puedes recordar. Y si rompí tu corazón ayer noche es porque te quiero más que a nada”. Y la canción es toda una premonición.

Derek Cianfrance, director y guionista (éste es su segundo largometraje de ficción para la pantalla grande, el primero lo rodó con 23 años, Brother Tied en 1998), cuenta con dos actores que interpretan desde la emoción y se sirve de un brillante trabajo de montaje para articular la crónica de un desamor. Así los pasos hacia delante y hacia detrás en el tiempo resultan más dolorosos y arrancan enormes dosis de melancolía. Porque siempre es más fácil contar cómo dos personas se enamoran y terminan que son felices y comen perdices a indagar en el después. Qué ocurre así que pasen seis años… o más.

En el caso de Dean y Cindy el amor se desintegra pero mucho está ya explicado desde sus primeros momentos. Así cuando su matrimonio ya hace aguas por todas partes y Dean en un intento desesperado lleva a Cindy a un hotel temático y ocupan la habitación del futuro (un futuro ya anunciado)… todo lo que nos lleva a su pasado nos remueve y entristece como a los propios personajes que tratan de aferrarse al deseo… Pero ya ni eso funciona. Todo conduce al desgarro emocional…

Y la película funciona si conectas con esas sensaciones, emociones y sentimientos que se desnudan y vomitan en cada fotograma… Blue Valentine recoge el testigo de una tradición de películas que contaron que pasó después de ser felices y comer perdices. O de esas películas íntimas que transcurren en un dormitorio con una cama por testigo y el deseo a veces conduce al amor, otras al distanciamiento, otras al dolor mortal, otros a un posible reencuentro y otros a una evocación del pasado. Del primer testigo, de las películas del después… hay un camino que va de Qué bello es vivir a Dos en la carretera aterriza en Robin y Marian (siempre Audrey) y desemboca en el desgarro desnudo de Una mujer bajo la influencia.  Del segundo testigo, en la intimidad de una habitación y el deseo como motor… paseamos por El último tango en París, nos encerramos con los protagonistas de Una relación privada, nos detenemos en Conversaciones con otras mujeres y nos escondemos tras la puerta del Love Hotel de Mapa de los sonidos de Tokio.

Dean y Cindy, Cindy y Dean. Dean solo aspira a tener su trabajo de pintor (u otra cosa que tenga que ver con lo manual) y a estar con su esposa, su hija y su perra alrededor suya en los días de su vida. Cuidándolas y amándolas. El notar a su mujer infeliz le destroza y rompe por dentro. Cindy quiere ir más allá de las cuatro paredes del hogar, tiene inquietudes profesionales, la gusta volar, aspira a soñar y no renunciar a sus sueños, se siente atrapada en la relación… Ninguno es bueno o malo. Ninguno es responsable del fracaso y los dos lo son a la vez. Los dos tienen partes claras y nobles y los dos tienen partes oscuras y son vulnerables… Es una crónica de desamor… como tantas crónicas se producen en cada momento en distintas partes del mundo…

… Siempre queda una canción. O una melodía. “Y si rompí tu corazón ayer noche es porque te quiero más que a nada”. Blue Valentine es un desgarro emocional…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Searching for Sugar Man (Searching for Sugar Man, 2012) de Malik Bendjelloul

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No hay duda: la música es un lenguaje universal. Un director sueco realiza un documental en coproducción con Gran Bretaña sobre la ‘leyenda’ de un cantautor mexicano Sixto Rodríguez que sacó dos discos en los años sesenta en Detroit y pasó sin pena ni gloria en el panorama musical norteamericano y, sin embargo, se convirtió en un ídolo de masas en Sudáfrica sobre todo para la población blanca anti-Apartheid que sentían que vivían en un sistema conservador, opresor e injusto.

Éste es el meollo de Searching Sugar Man que se convierte en la investigación apasionante de dos fans sudafricanos de Rodríguez que se dan cuenta de que nada saben sobre su ídolo, un mito rodeado de leyendas urbanas como que se suicidó encima de un escenario.

Malik Bendjelloul cuenta una historia apasionante de un hombre que parece que viene de otra Galaxia. Sixto Rodríguez, el obrero de la construcción de Detroit, que lleva una guitarra, compone canciones desgarradas y seduce con su voz de poeta.

Searching Sugar Man no sólo cuenta una buena historia sino que engacha con cómo está contada. El espectador que nada sabe de Rodríguez (como era mi caso) termina totalmente hechizado no sólo por su música folk sino por la personalidad de un hombre tranquilo y coherente con lo que cantaba… Obrero y de clase trabajadora en Detroit, ídolo de masas en Sudáfrica. Y cuando descubre este fenómeno, él sigue siendo igual de tranquilo y coherente sin abandonar su Detroit… y su trabajo manual que siempre fue importante para él. No pierde en ningún momento la cabeza, ni se le sube la fama, ni trata de rastrear quién es el responsable de que él no sepa que era un super ventas en Sudáfrica. Le da la importancia justa. Decide no cambiar de vida… Es su elección.

Sixto Rodríguez es un hombre que cree en el trabajo diario, en que todo el mundo debe tener las mismas oportunidades y acceso a la cultura y también preocupado por su comunidad, por el mundo que le rodea. Un hombre sencillo que vive en un sitio duro. Que tiene que sobrevivir en cada momento para llegar a final de mes, como la mayoría de sus vecinos.

El documental engancha desde el primer momento y si además te encandila la música y voz de Rodríguez entonces el disfrute es máximo. Porque te hace descubrir que hay personas distintas, extrañas, peculiares y distintas de vidas excepcionales. Dosifica de manera interesante la información. Primero crea la leyenda, nos pone en antecedentes, nos habla de su fracaso en EEUU y de cómo se convierte en un fenómeno en Sudáfrica. Después nos revela la investigación de dos fans apasionados que quieren saber quién está detrás de su ídolo y si realmente murió. Después la revelación del misterio y el descubrimiento de un hombre de carne y hueso y de fondo siempre sus canciones. Entre medias entrevistas a gente que le conoció y le conoce. Imágenes de archivo desde fotografías a imágenes en vídeo e incluso recreaciones de animación… Y todo rodeado de una emoción intensa que transmite fotograma a fotograma al espectador.

El misterio, el rostro entre la bruma, se convierte en algo palpable… pero también en mítico, de leyenda. El poeta que toca su guitarra de espaldas al público en un bar hasta arriba de humo… Un poeta por las calles heladas de Detroit que descubre un día que tiene fans al otro lado del océano… Y que su música sí que transformó y sirvió para algo…, sí que influyó en un montón de personas… Un ídolo que se convierte en hombre sencillo y cercano con guitarra en mano.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Una promesa a Mel

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Prometo seguir viéndote siempre.

Te visitaré en Rancho Notorius…

Me gusta cuando eres pistolero caballero.

Soy una chica de saloon acabada.

Y tú me tiendes una mano.

Y no sólo eso, además me amas.

Te vas a un pueblo para comprarme un perfume.

Arriesgas tu vida.

Te sale un rival.

Pero tú siempre, un caballero.

Darías tu vida por mí… Y yo.

 

Nos vamos al siglo XVIII

A una de espadachines, teatro y aventura.

Y tú con una peluca blanca.

Malvado.

Pérfido.

Corruptor.

Elegante y hermoso.

Genial con tu espada.

Casi un bailarín.

Seductor.

… Eres el primer Valmont cinematográfico.

Me río cuando te hacen competir con un Scaramouche simpático

… pero sin tu elegancia.

… sin tu atractivo.

 

Viajamos al circo.

Estoy sola y quiero tirarme desde una torre.

Unos muñecos me lo impiden.

Y yo me lo creo.

Me creo que viven.

Y no quiero ver que detrás de esos muñecos que me hacen vivir y reír…

Se encuentra un hombre atormentando.

Siempre enfadado.

Que siempre me grita.

Y parece que me desprecia.

Tiene una pena muy honda.

No sólo cojea de una pierna.

Su alma es la que se tambalea…

Y sin embargo se enamora de mí.

Una joven que no sabe nada de la vida…

Y empieza a equivocarse una y otra vez…

 

Me voy a Rusia.

A tiempos de Guerra y Paz.

Y me transformo en Natasha.

Tú eres el príncipe Andrei.

Primero me enamoro.

Y después sufro.

Tú eres un príncipe trágico.

Sin embargo siempre recordaré ese día ocioso…

en que me encontraba en un baile.

No me apetecía mucho.

Pero de pronto sin esperarlo mucho… ahí apareces.

Como un príncipe…

Y me sacas a bailar.

Y yo sueño dando vueltas a tu alrededor…

No me doy cuenta, y tú tampoco, que ese mundo ya se acaba…

 

Por eso Mel,

yo te prometo seguir viéndote siempre.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Vidas rebeldes (The Misfits, 1961) de John Huston

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Fue el rodaje más documentado fotográficamente que nunca hubo. Nueve fotógrafos de la agencia Magnum con sus objetivos estuvieron atrapando instantes. Sin embargo fue un rodaje-pesadilla para casi todos los que intervinieron. El set estaba inundado, dicen, de tristeza. Y lo que se vomitó fue un poético western hipercrepuscular…

Arthur Miller había escrito un guion inspirándose en una experiencia personal. Cuando fue a divorciarse a Nevada de su primera esposa conoció a unos vaqueros que se dedicaban a cazar mustangs (caballos salvajes). Le contaron una etapa de gloria y cómo ahora se dedicaban a la caza de estos caballos para venderlos como comida de perros y gatos…Cuando empezó a escribir estaba enamorado de Marilyn Monroe. Ahora en pleno rodaje en Reno, modificaba una y otra vez el guion. Y su matrimonio con la estrella se iba a pique. Incluso allí se encontrará con la que en un futuro será su próxima mujer, la fotógrafa Inge Morath.

Sin embargo aunque hay distintas versiones. Y la que más prima es que el personaje de Roslyn fue un infierno y una traición para Norma Jean… Como espectadora lo que veo es una declaración de amor desgarrada a una historia truncada e infeliz. Y como tal Arthur Miller regala a Roslyn el final que él no pudo regalar a Marilyn Monroe. En una vieja furgoneta, abrazada al ídolo de su infancia, siguiendo las estrellas hacia un posible hogar. Y Marilyn regala a todos una interpretación que surge de las entrañas… con una sensibilidad extrema. Y se muestra bellísima, como un ser fuera de ese mundo que refleja la película, Reno. Y así la ven, etérea, tres vaqueros, tres perdedores, tres inadaptados… como ella: Gay (Clark Gable), un hombre maduro y desengañado que a veces revive sus tiempos de gloria y de vez en cuando moja sus penas en alcohol; Perce (Montgomery Clift), un joven cowboy perdido y abandonado con una historia familiar a sus espaldas y que va destrozándose el cuerpo y la cabeza en distintos rodeos; y por último, Guido (Eli Wallach), un hombre amargado que va arrastrando su pena y así arrastra a los que le rodean…

Son tres muertos en vida que de pronto ven en Roslyn, otra inadaptada, una chispa de vida. O una razón para seguir viviendo. Con su belleza carnal y su sensibilidad trae aires nuevos a un mundo rudo. Pero ella también arrastra pasado y penas. La conocemos en una pensión, frente a un espejo, y siendo aconsejada por su dueña Isabelle (maravillosa Thelma Ritter) sobre cómo debe enfrentarse a su divorcio. Isabelle es una mujer que trata de no dejarse llevar o arrastrarse por el desencanto. Roslyn se pasa la vida huyendo porque con su sensibilidad extrema todo la hiere pero a la vez trata de vivir intensamente (sólo quiere que la amen) y seguir con la mirada limpia. Ha sido bailarina de night club y Reno se convierte en un paréntesis en su vida y en la posibilidad de un hogar…

Éste es el material de partida para una película de perdedores sin rumbo pero libres, como los caballos salvajes que pretenden cazar. Y no podía haber otro director para reflejar esa sensación de pérdida y soledades que John Huston. En un melancólico blanco y negro (con la mano del director de fotografía Robert Metty) y con una banda sonora de Alex North que acentúa la sensación de tristeza y soledad, Vidas rebeldes se convierte en el retrato de una dama rota y tres caballeros andantes y perdedores.

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Es como si Miller tratara de gritarle a Marilyn Monroe que ella enamora hasta los tuétanos pero que existe esa imposibilidad de ayudarla y protegerla de sus males interiores… porque los hombres que la rodean también están rotos y arrastran sus penas (y por lo tanto tienen toda la capacidad del mundo para hacer daño)… Roslyn es Norma Jean convertida en una Marilyn que se va desgajando…

Y hay una escena que la define completamente. A Roslyn y lo que significaba o representaba Marilyn. En su primer encuentro con dos de los vaqueros (Gay y Guido) termina vestida de negro en una casa apartada (también con Isabelle) absolutamente borracha y bailando. De pronto sale de la casa y mira a Gay. Y éste le dice que no ha visto jamás una mujer tan triste. Y ella sonríe y dice que nunca nadie le ha dicho nada así, que todo el mundo la ve muy divertida. Sale a la luz de la noche. Y danza en soledad, borracha, termina abrazada a un árbol…

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La película es un desgarro continúo aunque al final haya un camino de estrellas para Roslyn y Gay. Rompe la amargura de Guido y ese dolor que le impide vivir y le permite ser cruel (aunque no quiera). Rompe la soledad de un muchacho perdido que prefiere romperse la cabeza a enfrentarse a sus problemas porque tiene también un exceso de sensibilidad. Rompe la tristeza de un hombre que se sabe viejo, que se arrepiente de los errores del pasado, que recuerda sus tiempos de gloria y que vuelve a amar como un hombre sabio que también de vez en cuando se equivoca…

Pero Roslyn se niega a la violencia gratuita. A la muerte de la sensibilidad. A ese morir en vida. Aunque de algún modo haya que morir. Y ante la caza sin un atisbo de compasión de los mustangs (que cobran vida y transmiten sentimientos y emociones) se rebela. Y de pronto en el desierto a pleno pulmón, grita. Y es un grito a todos aquellos que la han destruido o que la quieren destruir… ¡Asesinos!

… El rodaje fue otra película triste. Un director a punto de arruinar su próxima obra cinematográfica por su amor al juego, el tabaco y el alcohol. En el límite siempre. Egoísta también. Un matrimonio absolutamente roto que se derrumba en cada escena. Entre los dos un muro que ya no puede romperse. Una mujer que se autodestruye. Un hombre caballero pero enfermo que actuará en su última película intensamente. Un hombre joven con la cara totalmente destrozada que trata de arrastrar sus penas con drogas y alcohol… y de actuar… Un set lleno también de inadaptados. Pero todos dejaron su particular elegía cinematográfica.

Vidas rebeldes es un western crepuscular de cowboys perdidos y una bailarina de un night club en un mundo que no es el suyo o en el que no logran adaptarse. Todo cambia. Al final para dos de ellos quedará una posibilidad de mañana y quizá algo parecido a volver al hogar…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Un Goya para Candela

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Érase una vez una actriz vestida de blanco que se llamaba Candela Peña.

Asistía a la 27 Gala de los Premios Goya porque estaba nominada a mejor actriz de reparto por Una pistola en cada mano.

Candela Peña subió al escenario… pues ella fue la candidata ganadora.

Y entonces ante todos, sin pistolas en cada mano, pero sí con palabras certeras y directas dijo ante todos:

«Quiero decir que hace tres años que no trabajaba.

Que en estos tres años he visto morir a mi padre en un hospital público donde no había mantas para taparlo. Donde no había agua para darle de beber, se la teníamos que llevar nosotros.

En estos tres años que hace que no trabajo, ha salido de mis entrañas un niño que no sé que educación pública le espera.

Y en estos tres años sin trabajar he visto también cómo la gente se mata por no tener casa.

Así que la alegría de esta noche a mí no me la amarga nadie, en el idioma que sea, y desde aquí os pido trabajo, tengo un niño que alimentar. Gracias, buenas noches”.

PD: Enhorabuena a Blancanieves de Pablo Berger. Era mi favorita. Me enterneció y fascinó este director que confesó ante todos que era un “cuentista” y recordó con emoción los cuentos que le contaban sus padres por la noche. A mí también me fascinan los cuentos.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Atrapar la vida con la cámara…

Atrapar la vida con la cámara… un instante de realidad y convertirlo en cine. Ahora mismo pueden disfrutarse tres propuestas cinematográficas que atrapan la vida y la muestran al espectador (estas tres obras han podido verse y algunas todavía pueden verse en la programación de febrero de la Cineteca de El Matadero en Madrid. También se encuentran en el circuito de las salas de exhibición excepto una de ellas que sí se encuentra en DVD). Tres propuestas muy distintas pero las tres llenas de posibilidades, reflexiones y miradas.

Mapa de Elias León Siminiani

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Hay dos mapas en la propuesta de Elias León Siminiani. El del propio viaje que emprende a la India y el que luego marca en distintos lugares de la geografía española. Éste es un mapa físico que puede seguirse con un dedo… Pero después está el otro mapa. Y es el sentimental. El viaje del cineasta por los recovecos de su existencia que se mece en distintos paisajes y con distintos estados de ánimo para contar una crónica de amor no correspondido. Un viaje de sentimientos, en otro tempo. Así como Marilyn Monroe creaba sus dos mapas en uno en Bus Stop donde con su carmín pintaba en un mapa de carreteras la historia de su vida, Siminiani se sirve de su cámara para reflejarnos estos dos mapas en uno. Así queda para el espectador el diario fílmico e íntimo del realizador que empieza un día de 2008 y termina en 2011.

Lo interesante de la propuesta es que Siminiani presenta una obra cinematográfica perfectamente construida y ensamblada en la que muestra al espectador el material de su propia vida pero con los recursos cinematográficos de la narración fílmica. Es decir, y para entendernos mejor, emplea recursos de ficción en su forma de contar (lenguaje cinematográfico) para atrapar su propia realidad. Para atrapar lo que le está pasando y lo que quiere contar. De esta manera todo lo que vemos, según nos cuenta el director es absolutamente cierto (el material, no lo olvidemos, es su propia vida), pero el envoltorio o la manera de presentarlo se beneficia de la magia del cine. De hecho de las mejores experiencias que se puede tener es ver Mapa y después asistir a un coloquio con el propio director porque es una obra cinematográfica para diseccionar y analizar.

En un momento dado en Mapa el director viaja a India y allí nos relata otro viaje de dos personas en el pasado a este mismo país. Ahí nos encontramos con la clave de la mirada de Siminiani y su propuesta. Nos explica que fueron a la India Passolini y Moravia (con su compañera Elsa Morante). Después ambos escribieron sobre sus experiencias de viaje: Passolini desde lo emocional, se empapó de todo lo que sentía y Moravia desde el observador que se distancia y describe (analiza). Ahí se encuentra la metáfora de Mapa. Siminiani construye y elabora su propio mapa emocional de una manera reflexiva y controlada, manejando perfectamente lo que cuenta y cómo lo cuenta pero sin embargo el material con el que trabaja son sus propias vivencias y emociones. Os aseguro que el resultado es de lo más sugerente.

Correspondencia Jonas Mekas- José Luis Guerín

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La correspondencia filmica entre Jonas Mekas y José Luis Guerín forma parte de un proyecto colectivo realmente hermoso (que puede disfrutarse en DVD) donde varios cineastas se intercambian cartas visuales. El proyecto empezó en 2006 con el intercambio entre Victor Erice y Abbas Kiarostami (la única correspondencia que no está presente en el pack de DVD). El resultado fue tan satisfactorio y rico que se amplió a otras correspondencias visuales (Albert Serra/Lisandro Alonso, Isaki Lacuesta/Naomi Kawase, Jaime Rosales/Wang Bing, Fernando Eimbcke/So Yong Kim). La puesta en marcha de esta idea, que es puro amor al cine, y la difusión de estos trabajos cinematográficos ha sido gracias a la implicación de instituciones como el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona junto a La Casa Encendida así como posteriormente otros organismos culturales.

La correspondencia que nos ocupa atrapa los procesos creativos de dos realizadores diferentes en sus miradas pero que sin embargo establecen un diálogo fílmico lleno de posibilidades y riquezas. Así se elabora una correspondencia de nueve cartas visuales: cinco de José Luis Guerín (que abre y cierra el proceso) y cuatro de John Mekas. La reflexión y la construcción consciente de la imagen frente a la vitalidad y la impulsividad del presente. Guerín y Mekas. Un diálogo fílmico lleno de imágenes y reflexiones para atrapar al vuelo enunciados sobre la necesidad de filmar. Sobre la capacidad del cine para atrapar la vida. Sobre la capacidad del cine para descifrar el presente o lo que nos rodea, las relaciones del hombre con sus circunstancias, las relaciones del hombre con la naturaleza. Sobre la capacidad del cine para la nostalgia, la memoria y la posibilidad del sueño…

Estas correspondencias en su itinerario permiten además un análisis interesantísimo sobre la forma de mirar de los distintos cineastas y siempre se agradece un coloquio posterior para enriquecerse con la propuesta. Así ocurrió con esta correspondencia que pudo verse en la Cineteca con la valiosa presencia del director de Caimán. Cuadernos de cine, Carlos F. Heredero. Entre los espectadores que se quedaron después de la proyección y Carlos F. Heredero surgió otro diálogo que trataba de desentrañar lo recientemente mirado y vivido.

Marina Abramovic. La artista está presente de Matthew Akers y Jeff Dupre

Marina Abramovic

El cine documental para atrapar el arte y sus distintas manifestaciones. Matthew Akers realiza un retrato visual sobre una mujer que trabaja con su propio cuerpo. Su cuerpo es el formato de su arte. Marina Abramovic se convirtió en una pionera en los años setenta de la performance.

El documentalista se centra en la trayectoria pública y privada de la artista montenegrina para plasmar el impacto de su obra retrospectiva en el MOMA de Nueva York en el año 2010. El valor máximo de esta propuesta es que Marina (y puede que de manera inconsciente) es presentada con todas sus luces y sombras. Con todas sus contradicciones en el transcurso de su propia obra artística. A mí me pudieron las sombras, no conecté absolutamente nada con Marina. Pero en una conversación posterior con una amiga (especializada en arte contemporáneo) pude apreciar la importancia de Abramovic (o de por ejemplo otro artista singular que también tiene un documental que actualmente se está exhibiendo, Ai Weiwei): y es cómo ellos tratan de expresarse ante el mundo en el que viven de una manera diferente y cómo buscan otras maneras creativas de analizar y entender el presente en el que existen. Y esas maneras son estímulos para llegar a unos espectadores que conectan o no con su forma de comunicar.

Me resultó interesante comprobar (no conocía absolutamente nada de Marina Abramovic) que yo no lograba conectar con su universo creativo pero sin embargo el documental muestra cómo muchas personas conectan con la artista de una manera total y absoluta, llegando casi a la adoración mística. Y he de reconocer que la performance del MOMA tiene una fuerza visual increíble en el documental. Durante tres meses la artista se sentó en una silla y durante el horario del museo permanecía estática. Frente a ella se sentaban personas que asistían a la retrospectiva. Y tan sólo se miraban. Dos rostros que se miran y distintas emociones son mostradas en una cámara que no puede engañar (pero sí seleccionar… me llamó la atención que casi todos los que se ponían frente a ella se mostraran casi en estado de éxtasis y que sin embargo apenas haya muestras de gente indiferente o que se ría o que se sienta ridícula…).

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Las zapatillas rojas (The red shoes, 1948) de Michael Powell y Emeric Pressburger

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Nada más empezar sabemos que nos encontramos ante una obra especial, muy especial. Verla una primera vez se te queda en la retina. Disfrutarla una segunda vez es ya una experiencia inolvidable por lo menos para la que esto teclea. Powell y Pressburger unen sus talentos para una obra cinematográfica redonda desde el primer fotograma hasta el último. Ambos imprimían una sensibilidad especial a las historias que narraban. Como ya hicieran en Narciso negro emplean de manera virtuosa el technicolor, en manos del director de fotografía Jack Cardiff. De esta manera  una paleta especial de colores queda al servicio de unas historias extrañas pero envolventes. Las zapatillas rojas está muy libremente inspirado en el cuento de Hans Christian Andersen (pero se queda con la esencia y el simbolismo de las zapatillas rojas). Los directores nos zambullen de lleno en una compañía de ballet clásico, entre bambalinas.

Desde la primera secuencia ya sabemos que nos encontramos ante una historia que es narrada cinematográficamente. Y esa primera secuencia ya atrapa. Presenta al trío protagonista. Una puerta cerrada. Y unas escaleras. Dos hombres que no pueden contener la avalancha que se avecina. Y una voz que ordena que se abran. Jóvenes que corren por las escaleras y un cartel que explica que nos encontramos en las entrañas de un teatro donde se va representar un ballet. Son jóvenes estudiantes (futuros músicos, futuros bailarines) que van al gallinero del teatro para disfrutar de la representación. Y también hablan y discuten. Desde arriba lo observan todo. Los palcos, las butacas del patio, la orquesta y el escenario… Ahí se sienta el futuro y brillante compositor Julian Craster (Marius Goring) que sufrirá su primer desengaño en el mundo de la música. En un principio los alumnos felices miran con admiración el palco donde se encuentra su maestro de música y el distante y ambicioso Boris Lermontov (Anton Walbrook), director de la compañía de ballet. Y en otro palco se encuentra una rica mecenas con su sobrina que sueña con ser una bailarina de prestigio, Vicky Page (la pelirrojísima Norma Shearer),  que se encuentra ensimismada y emocionada con lo que está viendo en el escenario. Mientras, la mecenas trata de atraer a su terreno al palco de tan ilustres señores, quiere hacer una presentación oficial de su sobrina.

Las zapatillas rojas es el ballet que monta la compañía de Lermontov con dos incorporaciones nuevas (por distintos caminos y avatares): Vicky Page que tiene la oportunidad de convertirse en primera bailarina y Julian Craster que se va convirtiendo en un prestigioso compositor de obra propia. A ambos jóvenes les ha dado su mano y confianza Boris Lermontov. Y ese ballet además es representado durante un cuarto de hora de la película y es un prodigio no sólo de danza clásica sino de cine 100 por 100. Powell y Pressburger plasman este ballet en lenguaje cinematográfico, traspasan el escenario teatral y trasladan al espectador a un mundo onírico y alegre que termina siendo una pesadilla (como es el propio cuento de Andersen).

Si en el cuento de hadas las zapatillas rojas representaban un castigo divino ante la vanidad y la coquetería de Karen, su protagonista, en una sociedad religiosa y oscura (también podemos pensar que Karen trata de dar un poco de color y libertad a una vida oscura… y fracasa en la empresa); en la película de estos peculiares directores británicos las zapatillas rojas suponen la perfección y entrega total a la creación artística (a la música y a la danza) llevándose por delante todas las facetas de la vida (como, por ejemplo, el amor). Ésa es la filosofía del director de la compañía: la entrega completa a la obra artística sin obstáculo alguno. Y por eso se siente traicionado cuando ambos jóvenes se enamoran e inician un romance. Para él la entrega a la obra de arte ya no será la misma. Él quería las zapatillas rojas para su Vicky Page… cuando ésta se enamora, las zapatillas pierden a su única dueña. Aunque en realidad lo que simbolizan esas zapatillas es mucho más duro: la dama que quedará exhausta, dará su último suspiro. Pero las zapatillas encontrarán otra persona que las lleve. Habrá otra bailarina que se sacrificará tal y como quiere Lermontov, una entrega total.

Boris Lermontov dirige una gran familia artística donde se encuentra el compositor, el coreógrafo, el director artístico, los bailarines, los empresarios del teatro… Tiene mano dura y todo lo controla pero a la vez es el único que sabe mantener la calma entre bambalinas antes del estreno de una obra. Es el que confía plenamente en cada una de las personas que con su trabajo sacarán adelante la siguiente temporada. Es el que soluciona conflictos y problemas. Está presente en la selección de bailarines, en los ensayos, en cada una de las partes del proceso creativo… Sin embargo para él sólo hay una premisa: el espectáculo debe continuar a toda costa y para él el acto creativo es una religión, algo sagrado. Y por eso a sus primeras bailarinas (y a todos los que forman parte de ‘su’ familia) les pide que vivan únicamente para la danza y la música para que den todo en el escenario… No concibe combinar el arte con otra alternativa de vida.

Y como no lo concibe no deja que Vicky y Julian puedan alternar su amor con el arte. Los pone en un dilema. Y ésa será la gran tragedia de Vicky: quedarse con las zapatillas rojas y triunfar en los escenarios de todo el mundo o seguir a su enamorado Julian y vivir quizá en el anonimato sin alcanzar la excelencia en el arte que tanto disfruta…

Powell y Pressburger reflejan todo esto en secuencias de gran belleza con la ayuda de una dirección de fotografía que crea unos ambientes inolvidables. Así deslumbra esa pelirroja vestida de fiesta con una capa que sube corriendo unas escaleras de piedra con un hermoso fondo marino (y una banda sonora casi onírica con una voz lírica que parece que sale del cielo) para ir terminar en un aposento donde la anuncian que no va a una cita amorosa sino a convertirse en la primera bailarina de una obra todavía no escrita… O esos dos jóvenes enamorados que van al anochecer en una carroza con un cochero dormido… y van al lado del mar. Mientras, el joven le dice a su amada que desea ser mayor para contar a un joven entrevistador que el momento más feliz de su vida sabe que fue en algún lugar del Mediterráneo al lado de Vicky Page. También filman uno de los suicidios más hermosos y tristes del cine. No hay escena que no sea digna de ser mirada.

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Y durante toda la película quedan presentes esas zapatillas rojas… que pueden tener un montón de significados. La entrega total al arte, el sacrificio del amor, la persecución de la gloria y la fama, la consecución de la libertad creadora… pero también unas zapatillas que si se portan o se llevan supone un camino de dolor, sacrificio y muerte. Unas zapatillas rojas que pueden finalmente llenar ellas solas un escenario…

 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Las sesiones (The sessions, 2012) de Ben Lewin

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Las sesiones ha supuesto una sorpresa. Una película-medicina, pequeña y redonda, con una buena historia y unos buenos intérpretes. Parte y se inspira en un personaje real, el periodista y poeta Mark O’Brien. Un hombre que sufrió en la infancia una poliomelitis que le redujo para siempre a una camilla y a la necesidad de pasar muchas horas del día en un pulmón de acero. Bajo esta premisa el espectador puede pensar que se trata de otra historia protagonizada por un discapacitado sobre superación. Y lo que nos presenta Las sesiones es una película luminosa y optimista donde trata con delicadeza y mucha naturalidad un tema: el sexo y la discapacidad. Precisamente Ben Lewin (director y guionista) se inspiró en un artículo que escribió O’Brien sobre esta cuestión.

Ben Lewin articula su historia a través de dos tipos de sesiones: las que tiene el protagonista con una terapeuta sexual (una Helen Hunt natural como la vida misma) y con su consejero espiritual, un cura (encantador William H. Macy). Su voz siempre está presente, no desaparece en ningún momento (incluso cuando parece que no tiene por qué estar). La premisa de la que parte esta historia es la necesidad que siente el protagonista en un momento de su vida de poder mantener relaciones sexuales. Tiene 38 años y acaba de enamorarse profundamente de una cuidadora… Cuando confiesa sus sentimientos, la cuidadora desaparece de su vida. Eso y el encargo de escribir un reportaje de entrevistas con otros discapacitados sobre sus relaciones sexuales, le lleva a querer sentir y experimentar su sexualidad. Y va más allá, quiere amar y ser amado.

Para llevar a cabo este fin, su círculo de relaciones se pone en marcha. Y las dos personas antes nombradas, un cura y una terapeuta sexual le acompañarán en esta aventura vital.

Mark O’Brien era católico así que se topa en su camino con un cura que lo que hace es ponerse en su lugar como hombre, cercano, y acompañarle en su viaje hacia el conocimiento de su cuerpo y sexualidad. Se cruza en su camino un cura con sentido común y no retrógado que se pone en la piel del otro. No pone trabas y más obstáculos de los que tiene el protagonista sino sencillez y naturalidad. Le escucha. Cómo toda la red de relaciones que tiene a su alrededor (principalmente sus distintos cuidadores).

Así se van matizando las distintas relaciones que establece Mark (un inmenso John Hawkes). Y la central, la que establece con su terapeuta sexual y sus sesiones. Y aquí es donde estaba la parte compleja de esta historia resuelta de una manera excepcional gracias a sus protagonistas y a la opción de la sencillez. Mark O’Brien no es una víctima sino un hombre que trata de poner solución a un problema. Y para ello busca a una profesional que le guía y le enseña a ponerle solución. Punto. Así las escenas de las sesiones son desprovistas de cualquier tipo de morbosidad o sensacionalismo y se integran totalmente en la historia que nos quiere contar. Explícitamente se muestran las lecciones pero con la naturalidad y la sensibilidad por bandera. Acompañamos a O’Brien en su aprendizaje, en sus dudas, en sus miedos y en la consecución de su objetivo.

Todas las relaciones tienen puntos de inflexión y sutilidad. Las que mantiene con cada una de sus cuidadoras, con el cuidador, con su consejero espiritual y con la terapeuta… La personalidad de O’Brien (que emplea el humor como instrumento para superar obstáculos) hace que lo complejo de su situación parezca fácil (cuando no lo es en absoluto).

Es hermosísima la relación que establece con su terapeuta porque finalmente ella que siempre ha tenido claro el distanciamiento con sus clientes (deja claro que tiene su propia vida privada, que apenas sale matizada —y es para la que esto escribe la debilidad de la película porque es un tema muy interesante pero poco desarrollado—, y explica claramente la diferencia entre sus sesiones como terapeuta y las de las profesionales del sexo, las prostitutas) pero con O’Brien siente la necesidad de someterse más que nunca a las reglas de su profesión (no más de seis sesiones) porque su implicación termina siendo absolutamente emocional (cruza el límite entre sentirse profesional y terapeuta a sentirse a gusto con el hombre al que enseña y deseada…) y eso la hace sufrir y finalmente distanciarse. Porque ambos tienen claras las reglas del ‘juego’.

Así Las sesiones se convierte en una película sorpresa que regala una serie de buenos momentos sobre un hombre que  trata de solucionar un tema universal: la soledad y la necesidad de amar y sentirse amado. Y un momento que se nos regala es un gato atigrado encima de un pulmón de acero…

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Diccionario cinematográfico (194)

bonnie and clyde

Complementos y otros asuntos: ¿veríamos con los mismos ojos a Bonnie y Clyde sin su boina y sombrero?

¿Irma la Dulce sería ella misma sin sus medias y su lazo verde?

¿La Novia de Kill Bill sería reconocible sin su chándal amarillo con raya negra?

¿Stanley Kowalski sería igual sin su camiseta blanca?

¿A Holly Golightly la recordaríamos sin su moño, su vestido largo negro, su cigarrillo con larga boquilla y sus gafas de sol?

¿Waldo Lydecker sería un snob culto y malvado sin su bigotillo y bastón?

¿Reconoceríamos a Ginger y Fred sin sus vestidos de vuelo y gasa y su sombrero de copa?

¿Y Gilda seguiría seduciendo sin sus largos guantes negros y su cuidada melena pelirroja (en blanco y negro…)?

¿Rick nos resultaría hombre enamorado sin su pajarita?

¿Sería tan terrorífica la pandilla de La Naranja Mecánica sin sus bombines, sus bastones y sus vestimentas blancas, y sin sus largas y exageradas pestañas?

¿Los personajes de Veronica Lake hubieran traspasado la pantalla sin esa melena larga que tapaba su ojo…?

¿La Milady de Winter con cara de Lana Turner hubiera sido igual de perversa sin su lunar?

¿Recordaríamos a la pandilla de Reservoir dogs sin sus trajes negros, camisas blancas y corbatas negras?

¿Ha olvidado alguien los pantalones pitillo negros, las plataformas de tacón rojo y el cardado rubio de una Sandy transformada en Grease?

¿Alguien miró igual a la Dietrich cuando se ponía sombrero de copa fuera en El ángel azul o en Marruecos?

¿Quién puede olvidar las gabardinas y sus correspondientes sombreros (sin faltar nunca el cigarrillo) entre brumas de detectives con cara de Bogart o Mitchum?

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Hitchcock (Hitchcock, 2012) de Sacha Gervasi

… Entre el inmenso maquillaje, uno siente que de un momento a otro la máscara del maestro del suspense va a estallar en mil pedazos y entonces surgirá un Anthony Hopkins liberado. El suspense también se vive por pensar que su prominente barriga se va a pinchar como un globo y va a salir disparado por los aires… Y piensas que es una pena que un maquillaje molesto que además no hace que se parezca nada al original pueda desconcentrarte de la película… Obviando este asunto y también su aspecto de telefilm lujoso, Hitchcock puede convertirse en un divertimento cinéfilo donde entran ingredientes de realidad y ficción sobre el proceso creativo de Psicosis.

Durante sus 98 minutos (¡por fin una película con una duración normal!) casi seguro que es imposible aburrirse. Además es un bonito reconocimiento a Alma Reville (Helen Mirren), la esposa de Hitchcock que aunque siempre estuvo en la sombra cada vez hay más voces que la consideran una pieza fundamental en la carrera del maestro. Es decir que trabajaban muy a dúo. Obviamente Hitchcock juega con los parámetros de todo biopic con lo que esta relación sale más luminosa que oscura y compleja (tal y como debió ser).

La película juega a ver una parte oscura que se simplifica en: ¡qué difícil es vivir tras un genio! Pero sin duda es esta premisa la que hace que se produzcan buenos momentos de complicidad y buenos diálogos entre Hopkins y Mirren. Y también es esta premisa la que lleva a concluir que su relación funciona porque ambos crean juntos y cuando trabajan los dos unidos surgen las buenas obras cinematográficas. El conflicto surge cuando parece que esta relación va a resquebrajarse porque Alma ya está cansada de los desmanes, obsesiones y dificultades que supone vivir con su señor esposo y le deja solo ante el peligro: ante Psicosis, una película distinta en su carrera que es un reto para el director y una oportunidad para recuperar la pasión de hacer cine de los viejos tiempos cuando apenas contaban con recursos económicos. Ahora Psicosis es una apuesta independiente, pues ningún estudio la avala económicamente y es el matrimonio Hitchcock quien costea la producción cinematográfica… Hitchcock se da cuenta de que no cuenta con el mismo apoyo de siempre de su mujer y además sospecha que tiene un affaire con el escritor y guionista Whitfield Cook con el que está trabajando codo con codo en un proyecto ajeno a su marido. Cuando parece que todo se va a ir al garete el matrimonio Hitchcock vuelve a unirse y vuelven a crear juntos realizando otra obra cinematográfica inolvidable.

Me emociona toda película en la que salga una sala de cine y allí se viva un momento importante de la trama (así ocurre en la maravillosa … Y el mundo marcha, en Los viajes de Sullivan, en La última película, en Cinema paradiso o recientemente en The Master), y así ocurre con un maestro del suspense nervioso fuera de la sala de cine donde se proyecta por primera vez Psicosis y que actúa como un voyeur, semiabriendo la puerta de la sala y fijándose en la reacción de los espectadores (observando sus rostros) ante la secuencia de la ducha.

La película también da una explicación a su obsesión por las intérpretes rubias, como que el director buscaba un ideal inalcanzable que no existía. Así él trataba de modelar ese ideal pero siempre se escapaba de sus manos… y su obsesión complicaba en exceso el trabajo con sus actrices. Algunas lo vivían como un halago (sobre todo al principio del proceso) y otras como una tortura cuando la obsesión del maestro del suspense interfería en su vida privada. Con la persecución de este ideal dañaba no sólo a algunas actrices sino a él mismo y a su esposa Alma. Así el conflicto queda servido en su relación con las dos actrices protagonistas de Psicosis, Vera Miles (Jessica Biel) y Janet Leigh (Scarlett Johansson). De aquí se puede sacar un tema de debate cinéfilo interesante.

Y por último Hitchcock muestra el aspecto más interesante (aunque le faltan importantes detalles… cinéfilos) de esta película entretenida y es la pasión en el proceso creativo de una obra cinematográfica (que a la vez es un trabajo colectivo). Primero la búsqueda de inspiración, el encuentro con un libro en el que nadie cree (basado en las vivencias del asesino Ed Gein, que será quien acompañe al genio durante la creación de toda la película), las negociaciones con los productores y con los censores, las ruedas de prensa, las tensiones de rodaje, el propio rodaje en los estudios, los obstáculos para que la obra salga adelante, el olfato que tenía el maestro del suspense no sólo para rodar sino para promocionar y publicitar sus obras cinematográficas, su conciencia de que él mismo es espectáculo, el juramento que hace que hagan todo el equipo técnico y artístico de la película de que no desvelará nada del proyecto, los miedos y agobios, la postproducción, la importancia del montaje, de la banda sonora… Y en definitiva el mostrar a Psicosis cómo un punto y aparte en la carrera de Alfred Hitchcock, una obra atrevida, innovadora y rompedora con su propia obra cinematográfica.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.