Su propio infierno (All fall down, 1962) de John Frankenheimer

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Normalmente se da como fecha oficial del nacimiento del Nuevo cine americano al año 1967 y como película que dio el pistoletazo de salida: Bonnie and Clyde de Arthur Penn. Esta película estaba además protagonizada por un actor que estaba construyendo inteligentemente su carrera cinematográfica, Warren Beatty, y cambiando las reglas del star system en un sistema de estudios que estaba a punto de morir. Ese mismo año queda además abolido un código Hays cada vez más caduco y nace un nuevo sistema de clasificación de películas por edades. Arthur Penn pertenece a una generación de directores conocida como la generación de la televisión y a esta misma generación pertenecía John Frankenheimer. Todo este preludio es para explicar que al igual que hay un periodo pre-code, existe un periodo pre-Nuevo cine americano que tuvo su desarrollo durante los años sesenta (y parte de los cincuenta) donde empezaba a verse que no tenía sentido seguir los ‘mandatos’ del código Hays, se tocaban nuevos temas y se buscaban nuevas formas para contar historias así como se iba generando una nueva cantera de estrellas que iban con los tiempos convulsos.

Una de esas películas pre-Nuevo cine americano podría ser Su propio infierno de John Frankenheimer que cuenta además con varios puntos de análisis interesantes. Primero señalar los primeros años de este director que realizó una serie de películas muy interesantes donde no sólo se reflejaba el ambiente de paranoia que se estaba viviendo sino que mostraba los nuevos tiempos, daba otra visión crítica de acontecimientos históricos y un nuevo enfoque a la realidad social del momento. Así entre sus primeras obras podemos encontrar no sólo sus buenas películas con Burt Lancaster (Los jóvenes salvajes, El hombre de Alcatraz, El tren o Siete días de mayo) sino otras producciones de interés (El mensajero del miedo y Plan diabólico), entre ellas la que se analiza en este post.

El dramaturgo y guionista William Inge adapta al cine una novela de un autor de ese periodo, James Leo Herlihy, cuya obra literaria más conocida fue Cowboy a medianoche (que se convertiría en película en 1969). Su propio infierno tiene un aire a los ambientes opresivos, sórdidos, angustiosos, sexuales de un Tennessee Williams pero con un halo final de luz. Toca temas y muestra ambientes sórdidos que no eran muy habituales en las películas de Hollywood… Por otra parte, Inge había firmado el año anterior el guión original de una película de Elia Kazan (que avanzaba con los tiempos en su manera de contar y en lo que contaba), Esplendor en la hierba que era a su vez el debut de una joven promesa cinematográfica, Warren Beatty.

Y Su propio infierno tiene como personaje principal a un joven rebelde Berry-Berry (con el rostro de Warren Beatty, creando su halo de actor de la generación del nuevo cine americano) que “odia la vida” y por eso se convierte en un personaje tóxico que no sólo se autodestruye sino que siembra la destrucción en aquellos que lo aman y a todos aquellos que le rodean. Lo único bello que trata de atesorar y cuidar a su manera es la relación con su hermano pequeño (pero también fracasa en esto). La primera vez que le vemos se define perfectamente al personaje. Entre sombras en una celda, increíblemente bello, pero también descuidado.

El drama queda articulado alrededor del hermano pequeño de Berry-Berry y su mirada… un adolescente sensible que adora a su hermano mayor. Para este papel el espectador se encuentra con aquel niño que admiraba al pistolero en Raíces profundas. Brandon de Wilde, convertido ya en adolescente y en un actor joven con mucho futuro por delante (tristemente lastrado por un accidente de coche), deja un retrato sensible de un adolescente. Y vuelve a cautivar no sólo con su mirada sino con su sonrisa tímida. Los dos hermanos tienen dos padres con los rostros de los veteranos Angela Lansbury y Karl Malden, dos personajes perfectamente construidos de personalidades complejas. Él, un hombre de ideas progresistas absolutamente desencantado y alcohólico (para él Berry-Berry es un rinoceronte como lo llama siempre cariñosamente… un rinoceronte que derriba y se lleva todo lo que tiene por delante); ella, una mujer dominante que ama enfermizamente a su hijo mayor por encima de todas las cosas, como si fuera un dios. El conflicto se desata por la aparición de un personaje que descoloca la vida de todos los miembros de esta singular familia. El conflicto tiene el rostro de Eva Marie-Saint. Es la hija de una amiga de la madre. Una mujer independiente, todavía joven, sensible, emocional, vulnerable… que sabe del dolor.

Así Frankenheimer no sólo cuenta con un plantel de actores adecuados y con una historia potente sino que sabe cómo contarla desde la mirada del joven adolescente. Muestra crudeza y decadencia para reflejar la caída y degradación de Berry-Berry (y su destructiva relación con las mujeres que se cruzan en su camino). Emplea delicadeza para mostrar el mundo interior del adolescente. Y se muestra íntimo para enseñar la relación que se establece entre el adolescente y el personaje de Eva Marie-Saint y entre ésta y Berry-Berry (dejando una escena hermosa y una manera peculiar de contar un enamoramiento: un paseo por un parque, donde todas las personas son ajenas al amor de la pareja que pasea pues están escuchando un concierto al aire libre y como culmina cuando llegan a un lago…). Lo que nos cuenta finalmente es la historia de un despertar, de cómo un adolescente descubre que su hermano no es la persona que él pensaba y su conciencia de que en realidad es un ser humano que hace daño pero que sufre continuamente por ello. Y él, después de la tragedia, prefiere aferrarse a la vida…

Su propio infierno se convierte así en una obra para descubrir que refleja un preludio de un nuevo cine que llegaba a Hollywood… lo que pasó después es otra historia.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

El cine negro de Robert Wise: Nacido para matar (Born to kill, 1947) / Apuestas contra el mañana (Odds against tomorrow, 1959)

Robert Wise tiene una filmografía plagada de sorpresas. De nuevo un artesano con una obra llena de recovecos y sorpresa. Wise es recordado sobre todo por su firma en films míticos del cine musical. Nadie olvida su rubrica en West side story o Sonrisas y lágrimas. Sin embargo si se rasca en su legado hay pequeñas perlas y otros trabajos cinematográficos que directamente han caído al olvido. Y en esa senda del olvido pulula su contribución al cine negro. Tan sólo una muestra de dos de sus películas adscritas al género. Dos obras peculiares y valiosas a tener en cuenta en el mundo del noir. En la primera por su presentación muy especial de un hombre y una mujer fatales. Y la segunda por un retrato descarnado de tres perdedores.

Nacido para matar (Born to kill, 1947)

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Decididamente una de las actrices más injustamente olvidadas y que merece un buen rescate es sin ninguna duda Claire Trevor. Aunque todavía me queda filmografía que descubrir todavía no la he visto en un papel que no muestre su versatilidad y su madera de buena actriz. El hallazgo interesante de Nacido para matar (a parte de mostrar a un Robert Wise que sabe emplear el lenguaje cinematográfico y que sabe filmar más que correctamente una historia de este género) es cómo se enfoca un amor fou con cierta tradición en el cine negro. La unión de dos almas que se sienten atraídas sexualmente ante la explosión de la violencia. Esta vez la violencia la ejerce él (Lawrence Tierney, un hombre duro con cara de gánster  —sin mover un músculo a no ser que sea un amago de sonrisa— que ejerció su rol hasta llegar a Reservoir Dogs) y ella es la mujer fría y calculadora que pierde los estribos ante un hombre impulsivo que mata ante el primer arrebato.

Y este amor fou termina siendo como en casi todas estas historias (como El cartero siempre llama dos veces, El demonio de las armas, Bonnie and Clyde…), un amor con destino fatal. Así Claire Trevor compone a la perfección el alma de una mujer compleja y oscura, fría y calculadora, que cae en las garras de un hombre fatal que la conduce irremediablemente a la destrucción… Nacido para matar refleja a la perfección la dicotomía del personaje de Trevor que se encuentra entre dos hombres: uno que saca lo peor de ella y la empuja a la corrupción de su espíritu y otro que le daría seguridad y paz en el alma. Curiosamente muestra la lucha de clases de manera especial: son los ricos (los que siempre han tenido dinero) los personajes más inocentes (y planos y peor dibujados) y los que luchan día a día por su supervivencia, los que vienen de los bajos fondos, son los que muestran luces y sombras, los más complejos, los más ricos en matices y los  más atractivos.

Claire Trevor se acompaña por una galería de secundarios que crean un universo de sombras, desgarro, decadencia y oscuridad. A parte del asesino por el que se siente atraída desde el primer momento que lo ve en la sala de juegos (Lawrence Tierney) tejiendo una compleja relación, su mundo entre la luz y la sombra se encuentra habitado por Elisha Cook (un buen secundario y actor de carácter) que actúa como el mejor amigo del protagonista que vive para protegerle hasta las últimas consecuencias; un detective que sabe de corrupción y otros trapos sucios con el rostro de Walter Slezak o una dama patética y alcohólica que quiere vengar a su mejor amiga con la cara de Esther Howard (estupenda en su papel).

A Robert Wise se le ve capaz para filmar puro cine negro en varias escenas de esta película. Pero sobre todo en cómo plantea el primer asesinato que comete el protagonista en una cocina donde mata a un hombre y a una mujer y en el posterior descubrimiento de los cuerpos que realiza el personaje de Claire Trevor. También en cómo resuelve los encuentros y la tensión sexual entre Trevor y Tierney. Y la secuencia más impresionante es el intento de asesinato de la anciana alcohólica por parte del mejor amigo del protagonista en un lugar absolutamente aislado y el giro que pega la escena así como el encuentro sórdido en el hotel entre la anciana a la que casi acaban de asesinar y una fría y calculadora Claire Trevor.

Apuestas contra el mañana (Odds against tomorrow, 1959)

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Una perla y una sorpresa (que descubrí gracias a la recomendación de JC Alonso del blog El inquietante bypass) es sin duda Odds against tomorrow. No sólo sorprende Robert Wise como director que domina el lenguaje cinematográfico y propone una puesta en escena que llama la atención desde el primer fotograma sino por el retrato crudo que ofrece de tres perdedores con los rostros de Robert Ryan (que ya trabajó con él en otra película de cine negro y boxeo que estoy deseando ver, The set up en 1949), Harry Belafonte y Ed Begley.

Desde que muestra al principio unas calles desoladas y solitarias hasta el patetismo del plano final, toda la película respira fracaso. Harry Belafonte (la gran sorpresa del film), el personaje más amable de los tres perdedores, y el más consciente de que se dirigen al suicidio durante toda la película habla de su caída al abismo sin poder evitarlo. Lo único que tiene claro es que quiere proteger de su mala suerte a su hija pequeña y su ex esposa. Los tres personajes principales no tienen nada que perder y se embarcan en un atraco que de salir bien podría cambiar sus vidas. Robert Ryan lleva a cabo el papel más complejo pues siendo un tipo violento, duro, racista… logra que el espectador le contemple con compasión pues es un desgraciado infeliz que muestra su desvalimiento en algún gesto hacia la mujer que le ama (magnífica Shelley Winters). Y el secundario Ed Begley muestra su valía en otro personaje duro como el policía retirado y cerebro del plan que trata de lograr de nuevo la tranquilidad económica buscando a dos compinches tan desesperados como él para que se tiren  a la piscina.

Odds against tomorrow es una película sobria, oscura y angustiosa porque desde el principio te envuelve en un ambiente desolador y sabes que los tres protagonistas se van a hundir en el abismo. No dejan de tener señales a lo largo del metraje, sobre todo, el personaje de Harry Belafonte que sabe que cae por el tobogán pero no ve otra salida a su situación (es un jugador que debe dinero a un mafioso que le amenaza con irrumpir en la tranquilidad de la casa de su hija pequeña y su ex esposa). Durante toda la película se trata de contener la violencia que estalla al final ante un atraco que no sale como debiera… Además refleja de una manera realista, dura y directa el conflicto racial.

Y Robert Wise se muestra poderoso en el reflejo de esta historia. Tanto en los encuentros de los personajes en la habitación del policía retirado que ya define a cada uno de los personajes como en la maravillosa secuencia donde los tres hombres ‘pasan el tiempo’ en soledad antes de dar el golpe al banco. También logra plasmar muchísima tensión durante la ejecución del atraco y en el brutal desenlace final. Otro acierto es el triángulo que crea entre Robert Ryan, Shelley Winters y Gloria Grahame. Además de la tristeza que sobrevuela, Shelley Winters saca lo mejor de Ryan (aunque le cuesta) y lo más tierno pero irremediablemente se intuye el fracaso en el terreno sentimental. Sin embargo Ryan puede quitarse las caretas con ella y confesarle sus miedos. Con la vecina, Gloria Grahame, protagoniza una escena de gran tensión sexual donde él todavía trata de comportarse como un hombre seductor y dominante. O cómo refleja el estado de ánimo del personaje de Belafonte durante sus actuaciones en el local donde trabaja… Odds against tomorrow es una joya oscura a reivindicar.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Nostalgia de la luz (Nostalgie de la lumière, 2010) de Patricio Guzmán

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A veces te encuentras en la sala oscura con el corazón en un puño. Por lo que acabas de ver. Y piensas que te gustaría compartir lo que has sentido y lo que has visto. Ocurrió este sábado en la sala Iberia de la Casa de América durante la proyección del documental Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán. Lo cierto es que llevaba mucho tiempo detrás de este documental y llegó por fin la oportunidad de poder verlo en pantalla grande. Y es de esos documentales que piensas que se tendría que proyectar en colegios, centros culturales y universidades… porque en sí son valiosos, muy valiosos. Porque ellos solos son una clase de historia y memoria. De humanidad y recuerdo. De filosofía y astronomía. De arqueología e ideología…

El documentalista chileno Patricio Guzmán (actualmente reside en Francia) construye un impresionante e inteligente discurso visual al cual sigo dándole vueltas. Un discurso que logra que trascienda y se convierta el todo en un poema visual que expulsa emociones. Así logra un artefacto inteligente y cerebral que, como las galaxias que refleja, emana sentimientos, emociones, sensaciones, recuerdos, historias inolvidables…

El escenario de este ‘monumento de memoria’ es el desierto de Atacama en Chile. Allí se ven los cielos con tal transparencia y limpieza que es paraíso para astrónomos de todas las partes del mundo que buscan las huellas de las estrellas, el origen del mundo, el pasado remoto… Y es un paisaje tan especial que tiene también huellas de la historia de la humanidad, por eso, también es apreciado por los arqueólogos que indagan y reconstruyen la vida del hombre en la tierra. Pero Atacama también es un ‘esqueleto de memoria’ que se niega a ser sepultado de historia reciente chilena. Y que sus huellas duelen. No sólo se encuentran cementerios de hombres que perecieron en sus minas desde el siglo XIX… sino que un grupo de madres, con sus palas y su espíritu incansable, pueblan el desierto buscando a los suyos, los desaparecidos de la dictadura de Pinochet…

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Así Patricio Guzmán va construyendo un tejido riquísimo de reflexiones que va de las galaxias hasta la recuperación de una memoria que se niega a caer en olvido. Y con los testimonios y pensamientos de astrónomos, arqueólogos, madres y supervivientes de la dictadura va tejiendo un discurso maravilloso y a la vez duro sobre el pasado. Un discurso con paradojas que se convierten en elementos de reflexión para construir una huella a estudiar y analizar.

Cuando una de las madres de los desaparecidos dice que ojalá los grandes telescopios de Atacama que atrapan el universo y su estudio, que miran al cielo para atrapar el origen de todo… pudieran servir para mirar bajo tierra y encontrar los restos de los desaparecidos, el círculo queda cerrado de manera magistral y todas las piezas del puzle quedan unidas.

Patricio Guzmán nos hace pasear por las palabras y las imágenes rescatando historias y pensamientos. Así escuchamos a un joven astrónomo chileno que nos cuenta que el presente no existe, que todo es pasado y la importancia de su rescate… Y cómo asemeja la búsqueda de las estrellas (pero reconociendo que cada día se pueden ir tranquilos a dormir), con la búsqueda de las madres y los cuerpos de sus seres queridos (pero connotando la angustia de esa búsqueda…, la intranquilidad que fomenta esta tarea cuando no tiene frutos). El arqueólogo veterano que nos habla de la gran paradoja, cómo ellos se dedican a reconstruir el pasado y cómo sin embargo en ese mismo espacio se reconocen las huellas que otros tratan de sepultar y olvidar de un pasado más reciente. Nos cruzamos con la historias del arquitecto superviviente de los campos de prisioneros políticos de la dictadura que memorizó esa ‘arquitectura’ para poder plasmarla en planos y no olvidar esta historia de horror, para transmitirla y denunciarla. O ese otro superviviente que narra cómo formaron un grupo que se reunía para mirar las estrellas… y de alguna manera se sintieron libres.  Y más allá está el joven exiliado que ahora va a estudiar las estrellas en Atacama y cuenta cómo su madre ha atendido toda la vida a los torturados y sus secuelas. O una joven astrónoma, hija de desaparecidos, que habla de cómo el universo, todo es cíclico, y el material de las estrellas es también el material de los desaparecidos. Y cómo tras la muerte hay vida…

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Y el espectador tiene para él solo un gran telescopio que le revela los secretos de la memoria y los retiene aunque a veces le es imposible no dejar escapar una lágrima… Y piensa para sí que todos los países, entre ellos el nuestro, cuenta con ‘rescatadores de la memoria’ y con muchas personas que luchan por ser escuchados y porque la memoria de los suyos no caiga en olvido… Patricio Guzmán nos deja una metáfora de Chile (o de otros muchos países) a través de un matrimonio anciano y testigo de la historia: él es la memoria; ella, aquejada de alzheimer, es el olvido.

Aunque parezca mentira… este documental no lo ha tenido fácil para su distribución en salas y la historia de cómo va estrenándose forma parte de otro relato increíble. Sólo un dato: el otro día no había un solo hueco libre en la sala Iberia.

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El gran Gatsby (The great Gatsby, 2013) de Baz Luhrmann

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“A la mayoría de nosotros se nos podría filmar desde el nacimiento hasta la muerte y la película resultante no produciría ninguna emoción, salvo aburrimiento y disgusto. Sería como contemplar a los monos mientras se rascan. ¿Cómo te sientes cuando tus amigos te muestran la película que han filmado de su hijo o de su viaje? ¿No te parece que es una lata inaguantable?” (El último magnate, Bruguera, Barcelona, 1984). Así dice uno de los apuntes de la novela inacabada de Fitzgerald pero esta afirmación nada tiene que ver con su personaje Gatsby o con el productor Stahr, protagonista de El último magnate. Él escribía historias de seres humanos que alguien querría seguir mirando en una pantalla blanca.

En esos apuntes también se nos dice que El último magnate quizá sea la novela más parecida a El gran Gatsby y que “es una escapada hacia ese pasado esplendoroso y romántico que tal vez en nuestra época no se repita” (ídem).

Baz Luhrmann se mete de lleno no sólo en la obra de El gran Gatsby sino en toda la escritura de Fitzgerald para encontrar la manera de extraer su esencia y plasmarlo en la pantalla con su escritura cinematográfica personal. Y recrea ese pasado esplendoroso y romántico, esos locos años 20 al borde de la Depresión y que el espectador de ahora puede encontrar en ese ‘espíritu’ ciertas similitudes a la situación de crisis actual.

En una entrevista al director en la revista Dirigido por… del mes de mayo, Luhrmann explica que le preocupaba cómo plasmar en la pantalla a Nick, el narrador, (Tobey Maguire) contando la historia de Gatsby. Así especifica que no sólo se centró en la novela de Gatsby (y se nota su amor profundo por el texto y sus personajes) sino que se empapó de la literatura de Fitzgerald (que conocía el mundo del cine y su lenguaje aunque nunca se convirtió en un guionista de éxito) y en esas notas valiosas (que muestran mucho de su autor) de El último magnate vio la intención de Fitzgerald de que Cecilia la narradora contase la historia del productor Stahr desde un hospital psiquiátrico. En la versión de la novela que poseo, editada por Bruguera, aparece al final un primer capítulo que no incorporó donde Cecilia, joven y desencantada, “yo estoy acabada”, narra a unos compañeros su historia desde un sanatorio de tuberculosos. Así pensó que lo mejor era mostrar a un Nick en un centro psiquiátrico aquejado de depresión y problemas de alcoholismo (como los que tuvo el propio autor) y que sea el psiquiatra que le trata el que le inste a escribir. Ya que no puede explicar cómo se siente, que lo exprese en un papel en blanco. Nick pregunta que para qué puede servir. Y el psiquiatra le dice que a veces la escritura puede ser una forma de consuelo… Y así Nick cuenta aquel momento en que llegó a Nueva York a comerse el mundo y cómo alquiló una pequeña casa en Long Island… al lado de una gran mansión de un misterioso y millonario vecino del que todos tienen algo que contar. Pero todos sabemos ya desde el principio que se trata de una triste historia con final de tragedia.

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En esa misma entrevista cuenta además su admiración por la adaptación de la novela que realizó en 1974 Jack Clayton, por la representación de Gatsby que realizó Robert Redford y cuenta que como le une una profunda amistad con Francis Ford Coppola (su guionista) también conversó con él sobre su proyecto cinematográfico y también cosas que no se filmaron en la versión de 1974 y otras intenciones sirvieron para formar ideas para su nueva película.

Así Baz Luhrmann ha creado su propia visión de El gran Gatsby, empapado de su estilo, dejando otro retrato cinematográfico (esta ya es la quinta versión del personaje sin contamos con una película muda que se perdió y otra que se hizo para televisión) del misterioso millonario que va desvelando la triste figura de un hombre que trata de construirse una personalidad propia, modelarse un sueño a su medida, recuperar un pasado que no es el suyo, vivir en un presente artificial y darse cuenta de la imposibilidad de amor y el vacío que deja ese sueño americano que se rompe a pedazos. El gran Gatsby no es más que el retrato de la soledad de un hombre.

Baz Luhrmann sigue dejando su huella a la hora de plasmar mundos literarios, como hizo en Romeo y Julieta y en Moulin Rouge; y aunque en El gran Gatsby sigue mostrando su amor al esplendor, al barroquismo rozando el rococo (sobre todo en las escenas de las fiestas en la mansión, en las secuencias de los coches o en local clandestino) todo está envuelto de cierta melancolía, calma y una limpieza y depuración según va transcurriendo la tragedia de Gatsby.

El director sigue realizando un uso especial de la música (que está vez se encuentra bastante más incorporada al ritmo de la historia y no se convierte en concierto a veces estridente como ocurría en Romeo y Julieta). Así a los aires de jazz que pululaban en la novela, esa música en aquel momento diferente y revolucionaria que ‘contaba’ una época, Luhrmann introduce otra música reconocible para el espectador de hoy. Y esa mezcla de jazz y hip hop se vierte a lo largo del metraje devolviendo ese pasado esplendoroso y romántico. Muchos son los detractores del empleo que realiza Luhrmann de la música y la banda sonora en sus films pero no hace sino aplicar una tradición ya existente en el cine norteamericano que era emplear para sus películas melodías y temas reconocibles para los espectadores. Por ejemplo, Cantando bajo la lluvia está formada por canciones exitosas de la época y reconocibles para el público.

Vuelve a trabajar con Leonardo di Caprio que ya fue su protagonista en Romeo y Julieta y que reconstruye un Gatsby impecable. Así Di Caprio deja ese millonario misterioso y solitario que lucha por un sueño y por construirse un mundo artificial (incluida su historia de amor ideal con Daisy) para huir de su pasado humilde. Un héroe al que al final sólo le queda una existencia vacía y solitaria con un único amigo, Nick, que al menos aprecia que Gatsby todo lo hizo por la consecución de un sueño bonito e imposible. Tan sólo quería alcanzar esa luz verde al otro lado de la bahía, la que iluminaba la casa de su amada, Daisy (Cary Mulligan).

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Baz Luhrmann crea el contraste brutal entre la artificiosidad y frivolidad del mundo alrededor de Gatsby y Daisy y el tumulto de una ciudad como Nueva York al borde de la Depresión (escenas de la gran ciudad y del lugar donde se encuentra la gasolinera de la amante del esposo de Daisy, Tom Buchanan). Así como refleja perfectamente el contraste entre las personalidades de Gatsby y Tom Buchanan (un estupendo Joel Edgerton) llegando al clímax en la discusión final en el hotel, entre el calor y el alcohol, en un hotel de Nueva York.  El enfrentamiento entre un hombre que trata de construirse así mismo y fracasa y otro que lo tiene todo desde el principio y que no tiene escrúpulo alguno en seguir manteniendo su estatus, su poder y sus privilegios. Y si tiene que pasar como una apisonadora, aplastando a otros, así lo hará. También muestra su manera especial de rodar los encuentros entre los enamorados. Así Romeo y Julieta se encontraban a través de una enorme pecera, cada uno en un lado diferente, o el escritor y Satine en un espectáculo en Moulin Rouge donde el tiempo se para entre ellos; Gatsby y Daisy se encuentran en una habitación rodeada de flores y postres. Y el encuentro esconde una emoción, una ilusión. Un deseo de encontrar algo auténtico en un mundo artificioso y frívolo.

La fuerza de Gatsby, el buen material del que parte y su respeto por él, una buena galería de actores, los aciertos de Luhrmann a la hora de plasmar la historia tapa aquellas sombras que los detractores de Luhrmann no pueden soportar y los que le amamos sabemos que ahí están como el exceso de efectos digitales, algún movimiento mareante de cámara o la debilidad (o mejor dicho) sacrificio de la complejidad de alguno de los personajes como el de Jordan Baker (por otra parte, interpretado por una actriz a tener en cuenta, Elizabeth Debicki) y su relación con Nick…

El gran Gatsby es como vivir una fiesta espectacular que de pronto se rompe en pedazos para que surja una tragedia, un sueño roto. Así nos encontramos con escenas, por las que baila nuestra mirada, de grandes fiestas en la mansión, fuegos artificiales, una enorme piscina y un muerto que flota, lujo, glamour, un gran cartel publicitario de unos ojos que todo lo ven, unas cortinas blancas que ondean por el viento, unas manos que asoman, unas camisas que vuelan, un hombre que mira tras la ventana, una sonrisa que oculta un misterio, la confusión y ensoñación que se crea tras una borrachera continúa… y la demostración final que tras la artificiosidad y lo frívolo, sólo queda la soledad y el vacío de un hombre.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

10 razones para amar Atrapado por su pasado (Carlito’s way, 1993) de Brian de Palma

… siempre vuelvo una y otra vez a la historia de Carlito Brigante

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Razón número 1: flash back antes de morir

Carlito’s way comienza con una secuencia en blanco y negro donde vemos cómo disparan a un hombre al intentar subirse a un tren. Así le acompañamos en su agonía. Sabe que ha llegado la hora. Que va a cerrar los ojos para siempre. Y piensa. En todo el traslado a urgencias, donde van pasando frente a sus ojos distintas personas, su mirada se fija en un cartel a todo color con un mensaje, escapar al Paraíso. Así empieza uno de los flash backs más largos y melancólicos del cine de los años 90. Carlito’s way es un flash back antes de morir de un mafioso que recuerda cómo trató de redimirse, de huir de su vida pasada, de escapar al paraíso. Cuenta la historia de una redención.

Razón número 2: Carlito Brigante

Carlito Brigante es Al Pacino… y es imposible (o por lo menos para la que esto escribe) imaginar otro. Con su gabardina de cuero negro, sus gafas oscuras, su barba y su pelo negro. Su voz susurrante. Su sonrisa y su mirada. Su manera de andar. Sus botas con un poco de tacón, a la moda de los setenta. Su aire hortera. Sus cicatrices. Sus silencios. Su código de la calle y la supervivencia. Su cansancio. Sus ganas de seguir soñando. El mafioso convertido ahora en un héroe perdedor traicionado por todos. Su lucha por aferrarse a un sueño a toda costa. Su instinto de supervivencia. El hombre enamorado. Amigo de sus amigos. Carlito que renuncia a un pasado que se niega a despegarse de él. Su vida convertida en una carrera vertiginosa hacia la muerte…su conciencia de que alguna vez tiene que dejar de correr porque se está quedando sin batería… Mirar a un joven capo, Benny Blanco del Bronx (su desgracia), saber qué es él cuando tenía menos años y menospreciar ese pasado y esa forma de ser… (a nosotros, los espectadores, también nos cuesta pensar que fue alguna vez así…, lo fue). Encontrarse en la oficina de su discoteca, mirando todo lo que ocurre, y venirle a la cabeza al héroe cinematográfico representado por Humphrey Bogart, como si se encontrara de nuevo en el Rick’s café.

Carlito Brigante es un personaje de novela que nació de la mente de un juez de la corte suprema de Nueva York, Edwin Torres. Su familia llegó de Puerto Rico y vivió en barrios marginales de Manhattan. Se sirvió de sus conocimientos y experiencia en el mundo criminal para escribir dos novelas donde su protagonista de ficción era Carlito Brigante… que en pantalla adquirió los rasgos de Al Pacino que corría y corría en un universo creado por un vertiginoso Brian de Palma.

Razón número 3: Una historia de amor

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Y todo héroe perdedor que  se precie oculta un hombre enamorado. Se aferra al rostro de la mujer amada. A aquella que le mirará siempre igual. Que le conoce y le espera. Aquella a la que alguna vez rompió el corazón… pero por él mismo. Porque no podría soportar estar encerrado en una prisión (treinta años de condena, aunque al final se quedan en cinco) y no saber dónde se encuentra ella.

Carlito Brigante, el mafioso, el hombre duro de las calles, antes de ir a prisión anduvo enamorado de una bailarina que soñaba con triunfar en Broadway, Gail (una dulce Penelope Ann Miller). Después de cinco años vuelve a buscarla porque en la discoteca se fija en una chica que baila igual que ella. Y ahí está Gail que vuelve a mirarle igual. Con sus sueños rotos pero luchando… y que como Carlito, vuelve a ilusionarse

Brian de Palma nos regala una escena de amor, de esas que son dignas de una colección. Carlito sigue a su bailarina en un día de lluvia. Ésta entra en un portal para dirigirse a una clase de ballet clásico. Carlito ve que hay una azotea en el edificio de enfrente y que además están entrando unos vecinos y va corriendo. Sube a la azotea y se cubre de la lluvia persistente con una tapa de basura… y mira en el edificio de enfrente a través de la ventana a Gail bailando… suena El diálogo de las flores de Lakmé. Pero ésta no será la única escena donde hay un romanticismo latente y doloroso abocado al fracaso.

Razón número 4: Los amigos de Carlito Brigante

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El abogado amigo de la juventud del mafioso que ahora se ha convertido en otro gánster adicto a la heroína y que ha perdido la cabeza y el norte. Carlito sería capaz de todo por él. Capaz de todo por ese abogado judío (increíble Sean Penn) al que quiere con todo el alma pues le siente como mejor amigo. Le agradece estar fuera (pues ya se sentía un muerto en vida en prisión)… pero todo el mundo traiciona. Pachanga (Luis Guzman), el guardaespaldas, el chaval que siempre ha habitado en el barrio y que también tiene un exaltado instinto de supervivencia…, trabaja para quien tiene poder porque ese poder le va a mantener vivo. Lalin (hermoso Viggo Mortesen), un antiguo compañero de andanzas en los buenos tiempos de la heroína (ahora el reino de la droga es para la cocaína), que terminó con una bala en la espalda, la cárcel y una silla de ruedas… convertido en un chivato porque en silla de ruedas en la cárcel no eres nadie. Benny Blanco del Bronx (John Leguizamo), un joven puertorriqueño que sueña con ser otro Carlito Brigante al que admira como una leyenda pero termina odiándolo pues su sueño no sólo reniega de él sino que le humilla constantemente… Y él también sabe de supervivientes, de la ley del más fuerte, de luchas de poder y traiciones… El joven primo Guajiro, que estudia pero también trapichea que quiere presumir de tío que es una leyenda con unos ‘que son amigos de verdad’, unos amigos que no dudan en exterminarle de manera brutal y que no respetan ni leyendas ni pasados. Viejos gánsteres y esbirros que se encuentran al acecho de Carlito, vigilando todos sus movimientos, que no tendrán reparo alguno en eliminarle para seguir vivos en la jungla de asfalto…

Razón número 5: You are so beautiful

Joe Cocker canta con su voz rasgada y grave You are so beautiful… que suena entera en créditos finales y nos deja con un triste sabor de boca. Porque a Carlito sólo le queda soñar con un futuro que no vivirá donde Gail y su hijo quizá hayan alcanzado el Paraíso. Le hubiera gustado estar con ellos. Y la melancolía se apodera de toda la narración cinematográfica porque no deja de ser la historia sobre un sueño que se escapa para siempre… You are so beautiful…

Razón número 6: Años 70…

Y Carlito’s way nos trae los años setenta norteamericanos de los bajos fondos. Unos setenta plagados de desencantos, sueños rotos, drogas, sexo, alcohol, supervivencia y música para olvidar un mundo donde campa la delincuencia. Unos años setenta que llevan sus protagonistas tatuados en la indumentaria, en la discoteca Paraíso, en la música que escuchan y en la que bailan…

Razón número 7: Corre, Carlito, corre

Brian de Palma vuelve a hacerlo. Rueda cine. Domina el tempo, el ritmo y se muestra virtuoso y brutalmente visual en sus escenas de acción. Juega de manera magistral con el suspense y nos graba sus escenas en la memoria. Así la carrera con final trágico que hace correr a Carlito no cesa. Desde que entra con su primo Guajiro en ese billar de mala muerte al principio de la película, pasando por el rescate al mafioso en la cárcel- isla (que es prácticamente una pesadilla) a ese final magistral que comienza en el momento que Carlito vuelve a la discoteca Paraíso para recuperar su dinero y poder llegar a coger el tren con Gail para huir definitivamente del barrio… Toda esa secuencia final se encuentra llena de momentos geniales, no deja descanso ni a Carlito ni al espectador, para llegar al principio de la historia y devolvernos toda la tragedia de esa primera secuencia en blanco y negro.

Razón número 8: La redención de un perdedor…

Porque Carlito’s way no es más que la historia de un perdedor que reflexiona en los últimos momentos de su existencia. Y que envuelve toda su historia en un halo de melancolía, tristeza y desesperanza. Porque sabemos que no alcanzará su sueño… Y eso hace que su historia sea especial y que sepamos desde el principio que Brigante pierde. Que no llega a la meta…

Razón número 9: El Paraíso

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Y el sueño de Brigante siempre está presente. Desde ese cartel publicitario que dice o anuncia una escapada al paraíso. O cómo bautiza a la discoteca que le conseguirá el dinero para alcanzar su sueño, El Paraíso. Y ese sueño que siempre que lo cuenta provoca risa, el irse a una isla y alquilar coches. Un sueño que comparte y que imagina al lado de esa mujer soñada que no es otra que una bailarina… Y esa bailarina se cree el sueño porque ella ya odia el suyo porque la vida golpea. El mafioso y la bailarina se unen para escapar al paraíso y casi lo consiguen. Ahí está esa puerta con cadena que romperán para estar juntos o esos espejos que los reflejan… y los convierten en sueños inalcanzables.

Razón número 10: Sueños rotos

Pero al final toda la narración cinematográfica se convierte en un sueño roto de un hombre al que han disparado a muerte y se debate entre mantenerse lúcido o cerrar los ojos para siempre. Está tan cansado… La carrera ha terminado y se ha quedado sin batería.

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Una película para mi amigo Juantxu

 

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Siempre digo que no creo en milagros ni en cielos… que sólo me los creo en el cine. Ahora me viene a la cabeza una olvidada película, Liliom de Fritz Lang, donde su protagonista va al cielo. En ese cielo, quien llega puede ver la historia de su vida en una película y también la de los seres queridos en una enorme pantalla blanca.

En ese cielo está mi amigo Juantxu. Ahí se marchó el 15 de mayo. Siempre protector nos mira a cada uno de nosotros que todavía no nos creemos su pérdida y como espectador sabio va reconduciendo nuestras emociones. Así buscamos fotografías y recuerdos. Rebobinamos la película y vamos creando una donde el único protagonista es él.

Una película que podremos ver una y otra vez. Rebobinar hacia delante y hacia detrás. A Juantxu le gustaba el optimismo, la risa, los buenos momentos… por eso se rodeaba de buena literatura, buen cine, buena música (y si había posibilidad de baile mejor que mejor), buena comida con tertulia… Yo creo que querría que todos dirigiéramos una película donde rebosase la risa, la buena gente, los proyectos bonitos, los animales de compañía fieles, amigos incondicionales, la familia querida, fiestas apoteósicas, los viajes a lugares hermosos…

Lola, su perra fiel, corre por la playa de los Genoveses (su Almería amada)… detrás aparece mi amigo Juantxu… como en una escena que él amaba. La de Omar Sharif acercándose a lo lejos en ese desierto inmenso en Lawrence de Arabia.

Juantxu, el hombre discreto, íntimo y protector. Era de los que sabía escuchar. Amigo fiel también sabía de silencios. Le gustaba el recuerdo y la memoria. El hombre con paciencia. El que siempre cuidaba y quizá olvidaba que también podía ser cuidado.

En uno de sus últimos whatsapps me escribió “vete seleccionando películas que merecen la pena para cuando salga del hospital”. Así que yo sigo seleccionando películas que merezcan la pena… porque en ese cielo que él está, me he enterado que llegan todos los estrenos.

Recuerdo en varias de las últimas conversaciones que mantuvimos, intensas, que me decía que para su larga espera para recuperar su salud (tenía un corazón con una dolencia anómala… pero el otro —el que su familia y sus amigos conocen— lo tenía enorme y rebosante de salud, se le salía por los cuatro costados y no le cabía en el pecho) la sala de cine había sido uno de sus refugios favoritos. Que había sido muy feliz viendo historias a través de imágenes. Porque a mi amigo Juantxu le encantaba que le contaran historias y también contarlas él.

Cinco de sus amigas fuimos a una fiesta que él por supuesto estaba requeteinvitado (la fiesta memorable era el cumpleaños de mi señora madre que cambiaba de década… y eso siempre hay que celebrarlo). El gran evento se celebró a principios de abril. Pero le ingresaron en el hospital y no pudo acudir. Nos dijo que quería estar presente. Y con los whatsapps hubo intercambio de fotografías y frases. Elaboramos una película especial donde no hubo ausentes. Y como siempre cuidando y protegiendo: “Mis niñas, qué alegres están. El solecito lo he puesto yo”. Y os juro que yo me lo creo. El sol lo puso él.

Me viene a la cabeza la última película que vimos juntos. Aunque no se encontraba muy bien, él seguía luchando siempre optimista (valiente muy valiente), sin quejarse nada, y disfrutando al máximo de aquellas pasiones que amaba. Y compartiéndolas. Porque se comía la vida a bocados. Así que los dos nos fuimos a ver Los Croods (adoraba el cine de animación) y nos lo pasamos tan bien… Le encantó. Y yo siempre recordaré a su protagonista Grug… creativo, tierno, dulce, cuidando siempre de los suyos, protegiendo, con mucho carácter y personalidad, divertido… con las mismas cualidades que me entusiasmaban de él.

Así que mi amigo Juantxu nos dejó el día 15 de mayo… pero su película continúa y no hay títulos de crédito finales… Su película continúa porque no hay olvido. A lo mejor se ha encontrado ya con mi padre (Juantxu también me contó que se acordaba de mi padre y una conversación que tuvieron los dos cuando mi padre sabía que se marchaba a ese cielo inventado) y están ahora riéndose a carcajadas viendo alguna película divertida o disfrutando alguna de hombres duros y mamporros.

Sus niñas, como nos llamaba, nos hemos quedado un poco huérfanas pero estamos dirigiendo esa película que no termina… Ahora mismo estamos con él, al solecito. Con gafas oscuras. Nos reímos bastante.

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Jacques Tourneur y el cine propagandístico. Más allá de la ideología…

Los directores que eran artesanos y artistas habitaban el sistema de estudios. En ese maremágnum que era la industria de los sueños algunos dejaban su firma indiscutible. Mostraban que además de ser buenos en su oficio (artesanos) podían ofrecer algo más, un toque que los hacía especiales y reconocibles. Muchas películas de estos directores eran encargos de los grandes estudios… y en esos encargos es donde puede verse cuándo un director domina todas sus herramientas para contar una historia con un estilo propio y trasciende lo que sólo era un ‘pedido’ al servicio de la productora que le tiene bajo contrato. Estos directores tocaban todos los géneros posibles y conectaban más con unas historias que con otras (algunas les eran totalmente ajenas, de otras se apropiaban irremediablemente y se convertían en proyectos cinematográficos personales). Algunas de sus películas son recordadas, reivindicadas y analizadas; otras cayeron en olvido pero a veces cuando se puede recuperar alguna de las olvidadas se descubre algo más de la manera de hacer cine de dicho director.

Uno de esos directores es Jacques Tourneur recordado sobre todo por sus películas especiales de terror (La mujer pantera, Yo anduve con un zombi, El hombre leopardo, La noche del demonio…) o por su paso por el cine negro que analizamos hace relativamente poco. Yo también guardo en mi memoria su paseo por el cine de aventuras con El halcón y la flecha o La mujer pirata. Sin embargo durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial recibió ‘encargos’ de la RKO para realizar un cine propagandístico que dio como resultado dos películas muy interesantes para analizar.

Días de gloria (Days of glory, 1944)

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Hubo un tiempo en que los rusos fueron los aliados de EEUU en la Segunda Guerra Mundial… por lo que la maquinaria de cine propagandístico dejó películas americanas donde sus protagonistas eran nobles rusos que se enfrentaban con coraje al enemigo nazi. Muy lejanos quedaban de la imagen del ruso malvado, calculador y frío que poblaría el cine americano durante el periodo de la Guerra Fría. Sólo por eso ya es interesante recuperar esas películas (otro ejemplo, que ya visitó El viejo baúl de películas fue La estrella del norte de Lewis Milestone). Esta película de Tourneur  tiene además la peculiaridad de que presentó al gran público a un actor joven y bellísimo (futura estrella del firmamento): Gregory Peck. Ya sólo por eso merece la pena verse.

Pero dejemos a Gregory y veamos al Tourneur director que imbuye la película de un espíritu romántico y de ensoñación… convirtiendo el bosque donde viven los guerrilleros en un sitio casi idílico. Ahí va a parar una joven bailarina (Tamara Toumova) que es como una aparición para todos los protagonistas que se encuentran a la espera de llevar a cabo una misión que les supondrá una muerte segura.

La película se desarrolla sobre todo en el escondite donde habitan los guerrilleros (de todas las edades, mujeres y hombres) unidos por un objetivo común: expulsar a los nazis y también en los alrededores, un bosque frondoso. Así se centra en la convivencia del grupo, en su cotidianeidad, en su día a día mientras espera la resolución trágica de su misión. Y la bailarina llega como un elemento extraño que ‘remueve’ las relaciones ya establecidas entre los guerrilleros.

Su delicadeza y sensibilidad, su manera de moverse y de vestir… devuelve algo de poesía al variopinto grupo que olvida, a veces, la sensibilidad a cambio de la supervivencia y las ganas de vencer al enemigo y liberar a su patria. La influencia es mutua. Ella devuelve las ganas de vivir y disfrutar de la belleza del grupo, el grupo hace que ella desee pertenecer a su causa…

Tourneur se mueve perfectamente en el escondrijo creando escenas de gran tensión como la detención del soldado alemán o el intento de huída de éste. Así como logra reflejar una ensoñación romántica y casi etérea cuando la bailarina y el joven jefe (no podía ser otro que el bello Gregory) se descubren enamorados en pleno bosque. El director siempre desarrolló una vena especial para reflejar amores trágicos y complejos. También logra plasmar de manera inolvidable dos muertes: la de la guerrillera enamorada y no correspondida en la soledad del bosque (una manera además de mostrar la maldad de los nazis que disparan sin importarles cuál es el ‘objetivo’ y como diversión). Y la del joven guerrillero Mytia que muere ahorcado por los alemanes pero Tourneur logra reflejar un momento de heroicidad de gran belleza donde el sacrificio del joven es visto por todos sus compañeros y los habitantes de la aldea donde sucede (desde distintos puntos). El momento de la muerte queda fuera de campo… pero sabes a través de la mirada de sus amigos que el final ha llegado. Al joven le muestra como un héroe mártir que no teme a la muerte y que sonríe convencido de su causa a la bailarina que observa en silencio desde el gentío y no puede ser reconocida…

Así Días de gloria merece la pena ser rescatada y mirar más allá de lo propagandístico. Pero también pararse en el fenómeno de este tipo de cine realizado durante la guerra porque precisamente las películas americanas que presentaron a los rusos como aliados fueron luego denostadas y cayeron en olvido por los acontecimientos históricos posteriores (y han sido muy difíciles de ver). Algunas de estas películas además fueron la base de la acusación para que algunos de los profesionales del cine tuvieran que pasar por el comité de actividades antiamericanas y formar parte de las tristes listas negras de la Caza de Brujas…

Berlín exprés (Berlin Express, 1948)

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Berlín exprés es otra interesante película propagandística realizada inmediatamente después de la contienda y que refleja un periodo poco visto en el cine. Y es en una Alemania destruida y ocupada por las distintas potencias aliadas… el camino hacia una posible reconstrucción y colaboración entre todos los aliados para que ese proyecto común sea posible. Así empiezan a verse las dificultades para llevar a cabo este camino, empiezan a vislumbrarse las diferencias entre las distintas potencias (por ejemplo entre americanos y rusos sentando así las bases futuras de lo que sería la Guerra Fría) y lo complejo de construir tiempos de paz.

Tourneur convierte esta película en recomendable no sólo porque es una película de intriga entretenida (con ramalazos de cine negro) sino porque se convierte también en un documento histórico de una época (y porque cuenta con imágenes documentales que muestran de primera mano cómo quedó tras la guerra Berlín y Frankfurt). El realizador refleja un determinado estado de ánimo, un ambiente, muestra destrucción y desolación, desasosiego. Y en ese estado de ánimo construye una intriga. Los protagonistas son los pasajeros de un tren… cada uno de una nacionalidad distinta y con un papel determinado.

Tourneur ya muestra su maestría en la presentación de los personajes en el tren y en el desarrollo del ‘asesinato’ que se produce en el interior y que será el germen del conflicto. Todos los personajes son testigos y por circunstancias forman un equipo de investigación. El realizador sigue mostrando su forma de expresar en imágenes… ese payaso corriendo por un barrio en ruinas. O el descubrimiento de un hombre que se ha suicidado… O esa pelea a muerte dentro de un tonel enorme de cerveza. Así como todas las escenas que se desarrollan en los trenes o en las propias estaciones. O en los locales clandestinos… No hay respiro.

Así Berlín exprés presenta varios elementos a tener en cuenta (y varios de ellos gracias al realizador): la ambientación, la plasmación de un estado de ánimo en una posguerra reciente, la riqueza de las imágenes documentales, el buen uso de las herramientas que conforman una intriga (y que arrastra además un halo de cine negro… en el guion está la firma del hermano de Robert Siodmak, Curt) y, por último, un reparto atractivo donde se pueden ver caras como las de Merle Oberon, un joven Robert Ryan o el veterano Paul Lukas.

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Tres películas raras, extrañas o difíciles de ver… y un clásico de culto: Berberian sound studio (Berberian sound studio, 2012) de Peter Strickland/Damiselas en apuros (Damsels in distress, 2011) de Whit Stillman/Tango libre (Tango libre, 2012) de Frédéric Fonteyne/El emperador del norte (Emperor of the north pole, 1973) de Robert Aldrich

Según van desapareciendo salas de cine y las distribuidoras cada vez es más difícil que lleguen ciertas películas a los espectadores. La oferta disminuye. Por eso nunca es una buena noticia ni el cierre de una sala ni el cierre de una distribuidora. Sin embargo nuevas plataformas digitales (festivales online), la función de ciertos ciclos y festivales en distintos centros culturales o el nacimiento de pequeñas salas de exhibición (detrás de ellas sólo hay pura locura y amor al cine) son los nuevos cauces para que lleguen ciertas películas que en las salas de exhibición normal no tienen sitio o si lo tienen apenas duran una semana en cartel. A veces directamente salen en dvd o blu ray algunas películas que no han tenido la oportunidad de estrenarse en sala o se pueden conseguir viejos clásicos poco vistos o de culto. ¿Nos estamos perdiendo algo…? Pues si no logramos acceder a ellas pocas respuestas podemos ofrecer a esta pregunta. Por eso me parece importante que si se logra acceder a alguna película que, por distintos motivos, no se considera el estrenarla en los cauces habituales pero sí en otros, compartir y valorar qué es lo que quizá nos estemos perdiendo.

Berberian sound studio (Berberian sound studio, 2012) de Peter Strickland

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De momento no ha encontrado distribuidora que la exhiba en el circuito de salas. Tan sólo ha habido oportunidad de acceder a ella en festivales como el de Sitges o en el festival online, Atlántida film Fest.

Y lo primero que se te pasa por la cabeza al verla es ¡menuda rayada! Pero la rayada tiene algo. Entra dentro de un género que a mí me fascina y es el cine dentro del cine. Así el espectador se encuentra acompañando a un tímido y complejo técnico de sonido británico al que le surge un trabajo en un estudio italiano de postproducción de sonido de los años setenta especializado en el Giallo. Así su nuevo trabajo consiste en dar sonido a un giallo de un director llamado Santini. Una película con brujas, conjuros y sangre. En ningún momento vemos una sola imagen de dicha película pero escuchamos todos los sonidos y surge la película en nuestra cabeza. El estudio se convierte en un lugar misterioso y claustrofóbico habitado por extraños personajes que va atrapando la frágil mente del tímido técnico.

Llega un momento en que la narración cinematográfica se rompe de tal modo que ya no sabemos si nos encontramos en un espacio real o en el espacio creado por una persona con graves trastornos mentales. A veces me vino a la cabeza Arrebato de Iván Zulueta, sobre todo al final, por el poder vampírico de la imagen en movimiento.

Mucho encanto de este extraño y angustioso film se debe a la labor del actor Toby Jones como el atribulado y tímido técnico que llega a un mundo kafkiano muy distinto al suyo que le va alterando poco a poco.

Damiselas en apuros (Damsels in distress, 2011) de Whit Stillman

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Tan sólo estuvo una semana en cartel y ahora puede recuperarse en dvd. Reconozco que es la primera película que veo de Whit Stillman (tan sólo ha rodado y todas en los noventa: Metropolitan, Barcelona y The last days of disco) y que me ha sorprendido por lo lejano, extraño y marciano (este adjetivo lo lei en un comentario de una página de cine y me hizo sonreír) de la propuesta cinematográfica. Es tan distante que ése es su principal atractivo. Puede parecer una comedia más de juventud en la universidad pero lo que nos muestra es un grupo de jóvenes con comportamientos aparentemente arcaicos que pululan por un campus universitario tratando de salvar a otros jóvenes del suicidio, normalmente por penas amorosas. Sus diálogos son excéntricos y extraños pero por esa rareza atraen. Te quedas escuchándolos y sonríes. Nada que ver con la realidad. Es como si este grupo de jóvenes damas viviesen en un campus ficticio donde los chicos suelen ser bastante tontos y cortos, las chicas auténticas filósofas del día a día, donde te cruzas con el extraño ritual del amor cátaro, el chico que no distingue los colores pero trata de entender y para la solución de los problemas un primer paso es tomarse un donut y un café. Violet, su protagonista, está segura de cambiar el mundo con los aromas de un jabón o empezando una auténtica revolución con un baile nuevo, el samboal. También tiene una teoría especial sobre el tipo de chico que puede hacer feliz a una chica. Otro remedio maravilloso contra la depresión es el claqué o ver la vida como una película de Fred Astaire… y claro si logras meterte en esta locura auténtica… a lo mejor hasta disfrutas de la película. A mí me pasó. Es más crítica de lo que parece. Quizá el campus universitario no esté tan lejos de este mundo extraño de Stillman…

Tango libre (Tango libre, 2012) de Frédéric Fonteyne

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Tan sólo se ha estrenado en una sala de cine en mi ciudad y cada día en un horario diferente. Tango libre es de esas películas que terminas su visionado con una sonrisa. No es redonda ni perfecta ni verosímil pero te atrapa. Es una película medicina con aires de cuento. Y quieres que sus personajes terminen siendo felices y también coman perdices. Me atraía por dos asuntos: me encantó una película de su director que se llamaba Una relación privada. Me gusta Sergi López y lo único que salvé de La delicadeza fue el haber descubierto al actor François Damiens, protagonista entrañable en esta nueva película.

Así ésas son sus bazas más fuertes: un director que sorprende a la hora de rodar con elegancia y delicadeza una historia íntima de amores extraños (y por otra parte, logrando momentos interesantes como la primera demostración de tango entre los presos o el baile entre madre e hijo adolescente). Y un grupo de actores que se apodera de sus personajes.

La historia: un guardia solitario de un centro penitenciario aprende en su tiempo libre a bailar el tango. Allí conoce a una joven que después descubre que visita a dos reclusos. Uno es su marido; el otro su amante. Y los dos comparten la misma celda y son mejores amigos. Pero es un triángulo consentido por todas las partes. El guardia se siente atraido por su pareja de baile y por su historia con los dos reclusos (a lo que hay que añadir un adolescente confuso que forma parte de esta extraña familia). El marido al enterarse de que su esposa acude a clases de tango decide buscar a un recluso argentino para que le dé clases de baile. Y esas clases, que recuperan la esencia del tango que empezó en los bajos fondos argentinos y se bailaba entre hombres, abren un espacio de libertad para los reclusos… y también otra posibilidad de vida y convivencia para el solitario guardia.

La película mantiene un frágil equilibrio entre comedia amable, melodrama y pasos de baile…

El emperador del norte (Emperor of the north pole, 1973) de Robert Aldrich

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Llevaba muchos años detrás de esta película sobre la Depresión con un siempre sorprendente Robert Aldrich. Una película extraña y de culto que puede ser rescatada a través del dvd. Ésta es la historia de un enfrentamiento entre el sin hogar Número 1 (Lee Marvin) y el temible y violento vigilante del tren número 19 (Ernest Borgnine, impagable como una bestia parda que con su uniforme se toma a vida a muerte su misión de no dejar que ningún sin hogar suba a su tren) que representa a todas aquellos ‘poderes’ que creen que no todo el mundo debe subirse al tren, sólo unos pocos. En tiempos de penuria este enfrentamiento proporciona distracción y algo parecido a la esperanza (ansias de libertad y dignidad) a muchos hombres que se buscan la vida en una Depresión que parece que no termina y un país que como dice Número 1 se hunde en una basura mala. Son hombres duros pero con dignidad y corazón. El tercero en discordia es un jovencísimo sin hogar (Keith Carradine) que quiere quitar el puesto de Emperador del Norte (un título meramente simbólico) a Número 1 pero que no entiende y no aprende que lo que se juegan es mucho más profundo de lo que piensa. Como le dice Marvin le falta corazón para entender la situación. Una película brutal y con unas interpretaciones fascinantes… y un tren que no para… Como siempre Robert Aldrich muestra su buen uso de la narración cinematográfica y su fuerza visual.

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7 cajas (7 cajas, 2010) de Juan Carlos Maneglia y Tana Shémbory

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… emoción trepidante, un ritmo que no deja respiro, un thriller intenso, guion bien atado, personajes bien delineados hasta el más secundario entre los secundarios, humor negro y macabro, un ambiente laberíntico, multicultural y caótico; reflexiones sobre los medios, nuevas tecnologías y la imagen proyectada; dosis de realidad, persecuciones, tensión, misterio, interesantes tramas secundarias (que finalmente confluyen)… desde Paraguay.

El espectador se siente desde el minuto uno atrapado en una historia que no te suelta. Así sigue un día en la vida del carretillero adolescente Víctor (Celso Franco) en el Mercado 4 de Asunción. Se crea así un universo caótico que envuelve para encerrar un thriller emocionante. Víctor es casi un niño que a pesar de su dura realidad cotidiana no deja de tener sueños. Su máxima aspiración es conseguir un móvil que graba vídeos. Quiere conseguir a toda costa ser grabado, salir en la televisión. Su vida es supervivencia. Recorre con su carretilla el mercado laberíntico intentando captar clientes que quieren que les lleve la mercancía a cambio de una propina. Compite con otros carretilleros como Nelson (Víctor Sosa) por captar clientes, se relaciona con los vendedores de diferentes puestos, con otros adolescentes como su amiga Liz (Lali González) que también se ganan la vida diariamente o con su propia hermana (Nelly Davalos) que trabaja en un restaurante de comida china.

El intenso día de Víctor comienza cuando recibe un encargo misterioso: transportar siete cajas que debe defender incluso con su propia vida (y devolverlas después al mismo lugar y dueño) y las recoge en una carnicería del mercado. Ese trabajo le permitirá tener dinero suficiente para acercarse un poco a su sueño. No sabe qué es lo que transporta pero de pronto Víctor se ve inmerso en una pesadilla donde se encuentra a enemigos pero también con aliados. Con su conocimiento del laberinto que es el Mercado 4 y con ayuda de casualidades y destinos tratará por todos los medios de llevar hasta el final su encargo. Un encargo que se convierte en peligroso, en un viaje que es otro descenso más a los infiernos, aunque Víctor está acostumbrado a luchar en su día a día. Entre mafiosos cutres, policías, carretilleros que van a por todas porque la vida les golpea siempre… Víctor será consciente de que las siete cajas son un juego peligroso. Y sabe que entre las estrechas callejuelas del mercado la vida no vale nada… lo que vale es sobrevivir, alcanzar un nuevo día. Y quizá alcanzar un sueño…

7 cajas es una película-milagro que se ha convertido en todo un fenómeno en las taquillas de su país de origen. Y el milagro es haber podido llegar a ser una obra acabada y terminada. Hasta que sus directores y todos los implicados han podido completar el film han pasado por numerosas pero fructíferas vicisitudes (entre otras quedar como finalista en la valiosa sección Cine en construcción del Festival Internacional de San Sebastián-Donostia y después regresar ya terminada a la sección de Nuevos directores para ganar el premio de la Juventud) que culminan con una película redonda y trepidante. Porque 7 cajas no sólo entretiene sino que refleja un universo ficticio en un gran escenario realista (en los títulos de crédito nombran a todos los extras que no son más que todos los que se encuentran en ese enorme mercado paraguayo).  Un universo ficticio que encaja perfectamente en el género del thriller con gotas de humor negro. Otra curiosidad es que además se estrena en nuestras salas con subtítulos puesto que sus personajes principales hablan una mezcla de castellano y guaraní. 7 cajas es una película asombrosamente vital, fresca, dinámica y natural que no decae ni un segundo en sus 105 minutos de duración.

Fue una agradable sorpresa trasladarse a ese Mercado 4 de Asunción y acompañar a Víctor en ese extraño viaje… con sus siete cajas.

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Retorno al pasado (Out of the past, 1947) de Jacques Tourneur

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Hay películas que las ves una y otra vez y como si tuvieran algún resorte mágico siempre tienen algo nuevo que mostrarte. Así nunca te cansas de visitarlas. Así pasa con muchas de cine negro y entre ellas Retorno al pasado. Se podría escribir sobre ella una y otra vez y siempre crear un texto diferente porque es rica en matices y miradas. Así ahora de este teclear surgirán unas palabras que quizá otro día sean totalmente diferentes.

Ayer por la noche no tenía sueño y mirando todas las películas posibles, Retorno al pasado fue la elegida y lo primero que me ocurrió fue que me vino a la cabeza una de mis películas favoritas del género, Forajidos de Robert Siodmak (rodada un año antes). Por su estructura, su ambigüedad moral, el destino, el héroe trágico y la femme fatale… pero sobre todo porque tanto al El Sueco (adorado Burt Lancaster) como a Jeff Bailey (impresionante Robert Mitchum) les viene a visitar el pasado cuando tratan de reconstruir su vida alejados de lo urbano como hombres misteriosos y silenciosos encargados de una gasolinera en una pequeña localidad perdida.

Uno es un muerto en vida (El Sueco), el otro se está aferrando a poder alcanzar la felicidad con una chica del pueblo, Ann (Virginia Huston). A uno el pasado le atrapa para eliminarle de golpe, sin ofrecer resistencia y Forajidos está construida a base de flashbacks de distintos personajes para tratar de entender por qué El Sueco se dejó matar. Al otro el pasado se le presenta y no le deja construir una nueva vida y es un héroe activo que trata de poner remedio y labrarse un futuro pero el destino no se lo permite. Un único flashback ocupa toda la segunda parte de la película y es la narración del propio protagonista (un antiguo detective) a su novia actual de por qué es un hombre misterioso que huye…

Retorno al pasado irremediablemente atrapa al espectador en un ambiente de ensueño y pesadilla. Todos sus personajes muestran la ambigüedad moral habitual en el cine negro pero además encierra un romanticismo trágico. Realizada para la RKO y dirigida por el artesano-artista Jacques Tourneur los años han ido forjando un halo mítico alrededor de esta obra oscura que en un principio no fue muy entendida.

Jacques Tourneur no sólo muestra su habilidad en contar con imágenes sino que se rodea de un acertado reparto y de un guion perfectamente construido por el novelista y guionista Daniel Mainwaring (aunque como era habitual en el sistema de estudios hubo más manos en dicho guion). Como novelista firmaba con el pseudónimo Geoffrey Homes y precisamente fue el autor de Build My Gallows High que es el texto de fondo de Retorno al pasado que él mismo adaptó para el cine. Como guionista sería también el artífice de La invasión de los ladrones de cuerpos de Don Siegel. De su hueco en la literatura poco puedo añadir pues nada he leído pero de su labor como guionista se denota que sabía construir sólidas estructuras.

En Retorno al pasado está cuidado hasta el último detalle y todo personaje tiene su función bien designada: El matón Joe Stefanos, el chico sordomudo, el detective desencantado y misterioso, el guía mexicano, los padres de Ann, Ann la buena novia, el otro enamorado de Ann, el mafioso Whit (Kirk Douglas abriéndose camino en Hollywood), el abogado Eels, la secretaria oscura (la pelirroja Rhonda Fleming en uno de sus papeles turbios)… pero si hay un personaje que siempre es recordado al rememorar esta película es el de la femme fatale, Kathie Moffat. Desde su aparición hasta su desaparición la película, ese retorno al pasado, gira alrededor de ella. Porque ella es la que altera la vida de todos los personajes protagonistas. Y Kathie tiene el rostro de Jane Greer. Y por este papel alcanzaría el recuerdo imperecedero en las mentes cinéfilas.

Alrededor de Kathie pululan el mafioso, el detective, el matón y sus vidas se ven alteradas por sus tejemanejes, mentiras y por su falta de escrúpulos a la hora de con su rostro angelical empuñar una pistola. Y desde su primera aparición el protagonista, el detective, sabe que caerá en sus redes. La encuentra en Acapulco y la persigue porque ha disparado al mafioso cuatro tiros (uno le ha herido) y ha robado cuarenta mil dólares. Y la sigue para devolverla de nuevo al mafioso que no quiere acabar con ella, la quiere a su lado. Pero cuando Jeff encuentra a Kathie toda vestida de blanco con la luz del sol en su rostro entrará en un estado de hipnosis. Así vemos cómo se va enamorando de la joven que le enreda con lamentos de lo que odia al mafioso y asegurando que ella no robó ese dinero. Con su dulzura y sensualidad Jeff queda atrapado entre las redes de los pescadores de Acapulco y el ensueño de encontrarse en los brazos de una hermosa mujer que surge siempre como una aparición en la playa cuando anochece. Y ambos se convierten en fugitivos para poder vivir su amor. Y es increíble como la dulce Kathie se va transformando ante nuestros ojos y los de Jeff en una peligrosa mantis religiosa. Kathie no dejará escapar a Jeff, condenados los dos a un fatal destino. En las últimas escenas ella vestirá de oscuro.

Y es esa maravillosa transformación del personaje (más que transformación ese retiro continuo de máscaras) uno de los elementos que atrapa para siempre al espectador. Y a pesar de que Jeff sabe que es dañina (y traicionera) y que descubre continuamente su rostro oscuro, todos sabemos que está unida a ella con un nudo que le resulta imposible de desatar. Un nudo que le arrastrará a un destino fatal junto a ella y le negará todo atisbo de felicidad… Pero a mí siempre me gusta dar una vuelta de tuerca a esas femme fatales y señalar que no hacen más que ser supervivientes en un mundo de hombres que se devora. Y no hacen más que usar las mismas armas que los mafiosos o los detectives de los que se enamoran. También quieren dinero, poder y son ambiguas pero igual que sus antagonistas. Son igual de corrompibles. Y también pueden llegar a enamorarse pero si no les es útil para su carrera hacia al poder no tiemblan (como han hecho durante siglos muchos hombres…). Nos son más fatales que los hombres a los que enamoran. La mujer fatal establece relaciones de igualdad con los hombres, relaciones horizontales. No son sumisas ni quieren ser aplastadas. Y luchan hasta al final para conseguir sus metas… con todas sus armas. Como sus enamorados.

Y, por último, si por algo enamora este cine negro es por cómo maestros como en este caso Tourneaur con todo un equipo técnico detrás contaban estas historias y las plasmaban en imágenes. Retorno al pasado cuenta con tugurios, casas diversas y mortíferas, rostros en sombras, violencia y sensualidad por partes iguales, diálogos para no olvidar, persecuciones, escenas con dosis elevadas de sensualidad, una música especial que acompaña a los amantes malditos, fuera de campos excepcionales… Y es tanto lo que cuenta como lo que no cuenta y se intuye… el subtexto de la película, lo simbólico. Así como señala Antonio Santamaría en su estupendo libro sobre cine negro (El cine negro en 100 películas. Cine y comunicación. Alianza editorial, 2006) es una película que no deja cabo suelto y donde recobra una importancia en la narración cinematográfica el número tres: los triángulos entre los personajes, los tres asesinatos que comete Kathie, las tres partes diferenciadas para estructurar la película… Así como es maravilloso el empleo del vestuario de Kathie para definir su personalidad o cómo se narra de diferente manera el enamoramiento casi de ensoñación con Kathie (y esas secuencias en Acapulco… no olvidemos que se encuentran en un garito que está al lado de un cine) y el amor rodeado de misterio y tragedia y de futuro incierto entre Jeff y Ann.

Retorno al pasado está esperando a ser otra vez mirada y en otra parte suena el tecleo de una máquina que  está creando un texto totalmente distinto. Es lo que tienen estas películas, que tienen vida propia cada vez que son miradas por unos ojos diferentes…

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