Hannah Arendt (Hannah Arendt, 2012) de Margarethe von Trotta

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“Intentar comprender no es perdonar”… no es justificar un hecho o una acción. Es intentar ir al meollo de un comportamiento humano o indagar en el porqué de las cosas para entender por qué se produjeron. A veces ese intentar comprender, y argumentar, hace daño o provoca rechazo visceral o se quiebra la posibilidad de diálogo. Porque en ese intentar comprender pueden surgir verdades que enfrenten al ser humano con su parte más oscura.

Así Hannah Arendt es una defensa, una película tesis, sobre la importancia de pensar. Y de expresar lo pensado. Y de argumentar lo pensado y saber exponerlo. Pensar puede suponer un continuo enfrentamiento con un mundo que prefiere no pensar ni argumentar ni entender ni comprender… y dejarse arrastrar tan sólo por la pasión y las vísceras para enfrentarse a la vida abstrayéndose del pensamiento y el razonamiento y por lo tanto negar la posibilidad de un diálogo constructivo y crítico. También es cierto que dos mentes pensantes pero apasionadas (porque la pasión no esta reñida con el pensamiento… la combinación de ambas puede provocar enriquecimiento) pueden entrar en un bucle de no retorno y sin posibilidad de acercamiento porque ninguno finalmente cederá a un diálogo constructivo. Por lo tanto pensar es un ‘actividad’ humana compleja que arrastra duras consecuencias… pero permite que uno sea consecuente con uno mismo, sea consciente de la complejidad del mundo que le rodea y dude continuamente o sienta curiosidad por donde se desenvuelve… y nunca sienta saciadas las ganas de ‘conocer’ y ‘aprender’.

Barbara Sukowa se convierte en la Hannah Arendt de la directora alemana Margarethe von Trotta (también guionista y actriz) y deja una imagen icónica que muestra perfectamente el acto de pensar: una mujer sola fumando y tumbada en un sillón en absoluto silencio en una habitación. Cualquier alteración de esta imagen: un teléfono, una voz que llama o cualquier sonido exterior, perturba ese acto. Margarethe von Trotta muestra un periodo determinado de Hannah Arendt (1906-1975) para dejarnos su radiografía de una mujer del siglo xx. Filósofa y politóloga (aunque probablemente no aceptara ni le agradase ninguno de los dos términos), alemana y judía, fumadora empedernida… y una de las teóricas del totalitarismo.

Hannah Arendt refleja a la filósofa en un momento en que su vida transcurre tranquila en Nueva York como célebre profesora universitaria y rodeada de un rico y variado ambiente intelectual con otros alemanes exiliados y profesores universitarios norteamericanos que de pronto se siente en la obligación de asistir al juicio de Adolf Eichmann, que fue el encargado de la organización de la logística de transportes del Holocausto, en Israel en el año 1961. Así Hannah se dirigió a la revista The New Yoker para que la enviara como reportera. Fruto de su observación surgieron una serie de artículos en dicha revista y la publicación en 1963 del libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal.

Hubo un gran revuelo con los planteamientos de Arendt, sobre todo con dos (como sale, por otra parte, reflejado en la película): por una parte planteaba que Eichmann, era un burócrata mediocre y con escaso nivel intelectual que actuaba porque acataba órdenes de un sistema político y social establecido. Es decir, Eichmann se defendía diciendo que fue fiel al juramento de obedecer a sus superiores y así renegaba de la acción de pensar por si mismo. Él decía que cumplía con su deber que era organizar la logística de los trenes y que éstos salieran a su destino. Y que ahí terminaba su responsabilidad. Para ella Eichmann era un hombre mediocre y anónimo que se alejaba mucho de la imagen del mal que muchos, entre ellos ella, se podían esperar al verle sentado en un estrado.

Y la otra es que cuestionó la actuación de los consejos judíos, unas estructuras de los guetos todavía hoy muy polémicas a la hora de analizar su función en el Holocausto y a la hora de estudiar por qué se formaron y cómo actuaron. Es punto de controversia el analizar cómo los miembros de estos consejos, en los guetos, participaron en las deportaciones.

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Margarethe von Trotta (en su labor de directora y coguionista junto a Pam Katz) presenta dos planos en el retrato de la mujer que plasma en la pantalla. Por una parte muestra a la pensadora que argumenta sus estudios y análisis y que no reniega de lo que piensa a pesar de que el mundo que la rodea se desmorona. Es fiel a su pensamiento y se enfrenta a las consecuencias que provocan sus palabras pero quiere que sus detractores argumenten también sus planteamientos, que no se dejen llevar sólo por el dolor, las vísceras y el apasionamiento. La pensadora a veces es vista por los demás como mujer fría y prepotente.

Y por otro nos muestra a una Arendt amiga de sus amigos. Que no pertenece a ningún grupo ni nación sino que ella sólo es fiel a aquellos a los que quiere. Una mujer con un mundo íntimo e interior rico que ha construido junto a su segundo esposo, Heinrich Blücher. Una mujer sensible, vulnerable, dulce y amigable que ve cómo su forma de pensar le hace perder amistades cimentadas durante años y afianzar otras relaciones. Así a su alrededor pululan otros personajes históricos como la novelista Mary McCarthy, Lotte Köhler, Hans Jonas o Kurt Blumenfeld.

La directora además de centrar la película (primera que veo de su filmografía) en su intérprete, una magnífica Barbara Sukowa, y en emplear un lenguaje cinematográfico sobrio y espartano, toma dos decisiones en la puesta en escena de esta historia. Por una parte que las imágenes que veamos de Eichmann sean las verdaderas (no hay ningún actor que lo represente, sólo en dos ocasiones: cuando le detienen en Argentina y en un momento en el juicio en el que se encuentra de espaldas). Así Arendt como fumadora empedernida sigue casi todo el juicio en la sala de prensa en los monitores (así nosotros vemos también las imágenes reales de Eichmann). Y por otra parte para mostrarnos la complejidad de la pensadora y su formación en el ‘arte de pensar’ recurre al flashback para mostrarnos uno de los episodios más importantes de su juventud (y también controvertido): y es su relación con el filósofo Heidegger, que terminó relacionándose con el nazismo.

Así Hannah Arendt pone sobre la pista (por lo menos a la que esto escribe) sobre un personaje histórico complejo y muy interesante. Y sobre todo deja expuesta la importancia de pensar y el valor de pensar. También deja caer el peligro de una sociedad que aboca a sus ciudadanos a no pensar y por lo tanto inquieta. Curioso es que de los sistemas educativos y universitarios la eterna asignatura que siempre está en peligro de extinción es la filosofía, el arte de pensar.

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Diccionario cinematográfico (199)

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Soñar: hay personajes que sueñan… pesadillas o maravillas. Algunos no salen jamás del sueño y eso les da la vida eterna o hace que se repita siempre una misma desgracia o sentir un mismo miedo. A otros les inducen al sueño… puede ser a través de la hipnosis… El caso es que a veces ocurren fenómenos extraños mientras un personaje está soñando, puede que un espectador, mientras lo contempla, esté soñando con él… En eso consiste el cine en soñar.

Hay sueños maravillosos y sueños fallidos. Maravilloso es vivir la historia de un romanticismo extremo entre Peter Ibbetson (Gary Cooper) y Mary Mimsey (Ann Harding)… un sueño de amor eterno. Dos amantes que no pueden encontrar otra salida que soñarse el uno al otro y sólo ahí en ese espacio alcanzar el amor sublime.

Fallidos son los sueños y pesadillas a través de la hipnosis de los personajes o ellos solitos en sus camas de Trance, la última obra cinematográfica de Danny Boyle. Sueño dentro de un sueño. Pesadilla dentro de una pesadilla. Laberinto inútil de imágenes vacías que se enredan una y otra vez para que el público se olvide en dos segundos de una historia de sueños vacíos e inútiles… Un bucle sin sentido donde el mito de la mujer fatal, el mafioso malvado y el hombre que se dirige a la perdición se convierten en mera caricatura mal hecha y sin gracia.

… Freud analizó el mundo de los sueños… y el cine dio importancia a esos sueños. A veces guardan un secreto o la personalidad de un personaje. El espectador mira… y descubre. Alfred Hitchcock mostraba a sus personajes soñando y a veces en el sueño se encontraba la clave. Nunca hubo sueño más visto que el de Recuerda… porque era un sueño con mirada de Dalí. Y ese sueño lo tiene un atormentado Gregory Peck. Pero también encontramos muchas claves en las pesadillas de Marnie… la ladrona.

O es el mismo Freud (con rostros de Montgomery Clift, atormentando) el que sueña o trata de entender los sueños de sus pacientes. Es Freud quien con su propia complejidad trata de desenredar sus miedos y frustraciones. Quien se topa con la parte más oculta del ser humano. Es Freud el que sufre soñando y es presentado por Huston como uno de sus grandes ‘perdedores’ como un científico y pensador al que nadie cree o toma en serio mientras va elaborando su teoría.

Los sueños sirven para crear una película de terror o para formar parte importante y fundamental de una de ciencia ficción o para convertirse en una película cómica y tierna. Así nadie olvidará a Freddy Krueger, el visitante de las pesadillas de pobres jóvenes adolescentes y hormonados de los años ochenta que sufrirán el castigo de no despertarse jamás además de ser terriblemente asesinados…

Un sueño dentro de un sueño y de otro sueño… cazadores de sueños, manipuladores de sueños… la existencia tan sólo en la mente de un personaje atormentado, sus secretos más profundos, sus miedos… meterse en Origen de Christopher Nolan y no volver a salir jamás.

¿Quién no ha soñado nunca despierto? Adentrarse en esa pequeña obra cinematográfica extraña y encantadora (a punto de realizarse un nuevo remake) que es La vida secreta de Walter Mitty donde Mitty es un soñador empedernido. Un hombre de vida gris que es un héroe en sus sueños… pero de pronto sus sueños se hacen realidad, ¿o no?

A veces un personaje despierta y todo ha sido un sueño. Que se lo pregunten a Alicia… en el país de las maravillas. Otras ese sueño ha sido una premonición…, que se lo pregunten a Edward G. Robinson y el sueño que tiene tan real y vivido con la mujer del cuadro. O hablando de cuadros… esos personajes que de repente despiertan y no saben si lo que tienen en ese momento ante sus ojos es real, como le ocurre al detective McPherson… se duerme ante el retrato de Laura… y cuando abre los ojos ella está ahí como una aparición… Hay personajes atrapados en un sueño por siempre jamás, como le ocurre a James Cole y ese rostro de mujer amada, ¿forma parte del pasado, del presente, del futuro?, mientras trata de buscar el significado de 12 monos…

Ahora mismo quizá esté soñando… mientras tecleo.

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Tres lecturas de El mundo en sus manos (The world in his arm, 1952) de Raoul Walsh

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Primera lectura: cine como evasión

… me dejo engañar ante la pantalla de cine. Soy consciente del engaño. Y muchas veces me fascina ser engañada. El mundo en sus manos de Raoul Walsh es película perfecta para la evasión. Para entrar en otra época, otro siglo. Y encontrarte con el hombre de Boston y sus intrépidos marinos (siempre metidos en líos cuando llegan a tierra).

El hombre de Boston es el capitán Clark y recorre los mares en su preciosa goleta La Peregrina. Se dedica a la caza de la foca y a la venta de sus pieles. Aspira a pescar libremente por Alaska, paraíso de focas, pero en esos momentos es territorio ocupado por los rusos. Su vida es su goleta y sus compañeros de barco. Tiene al amigo siempre fiel y al rival encantador con el que siempre apuesta y juega, El portugués. Sus hombres son tan fieles que nunca le abandonan, ni en los momentos peores, como el inuit que siempre les acompaña en sus aventuras. En La Peregrina tienen una mascota, la foca Louise que va con ellos siempre.

El hombre de Boston y sus hombres han regresado de Alaska con su cargamento. Desembarcan en San Francisco. Allí, en tierra, la arman. Son hombres aventureros y libres, les apetece diversión y fiesta además de realizar negocios. El hombre de Boston quiere prosperar y pescar tan ricamente donde más le place. Así que decide quitarse a sus enemigos los rusos de en medio mediante el comercio: comprarles Alaska.

Allí en un hotel de San Francisco se encuentra la hermosa condesa rusa Marina que no quiere casarse con un malvado príncipe ruso llamado Semyon. Busca desesperadamente alguien que la lleve a Sitka (Alaska) bajo la protección de su tío Ivan. Y ella sabe que el único que puede trasladarla sana y salva es el hombre de Boston… que odia a la aristocracia rusa. Así que ni corta ni perezosa se mete en una de sus megafiestas como si fuera una mujer de vida alegre más y enamora locamente al hombre de Boston que cree que es una dama de compañía de la condesa.

Cuando van a realizar una boda precipitada… llega el príncipe Semyon y se lleva a la condesa. El hombre de Boston desolado se lanza de nuevo a la aventura pero herido del corazón. Una vez en Sitka la aventura continua trepidante, sin parar ni un segundo, con obstáculos y peligros que sortear… hasta que el hombre de Boston consigue tener el mundo en sus manos, en su goleta querida, con su mujer amada en el timón, y sus compañeros siempre fieles… recorriendo los mares…

Así el espectador se adentra en un mundo de ritmo trepidante, de libertad y aventuras donde el romanticismo envuelve toda la historia. Una historia de un grupo de hombres libres que no paran de jugar donde además uno de ellos, el líder carismático, se encuentra de frente con el amor romántico de una bella y virtuosa dama.

El mundo en sus manos es cine para el disfrute de los sentidos, para soñar, para evadirse… donde la palabra aburrimiento no tiene sitio.

Segunda lectura: segundas intenciones

El mundo en sus manos es una película de los cincuenta, puro Hollywood. EEUU se encontraba inmerso en la guerra fría. El principal enemigo era Rusia. Así que una película donde los rusos fueran malos, malos… pero sin generalizar, claro (así la co-protagonista es una condesa rusa que se enamora de un americano, su séquito son gentes amables y también son majos los rusos exiliados que se han convertido en ciudadanos americanos) tenía mucho ganado.

Los rusos no son solo malos sino crueles y ejercen su maldad sin límites. Además no son buenos gobernantes, no practican la ‘pesca ecológica’, no saben ganar dinero (vamos que los pobrecillos no saben lo que es el mundo de los negocios, no entienden las bondades del sistema capitalista)… Un desastre, un puro desastre. Esclavizan y matan a los que son distintos a ellos como los pobres inuit y practican la tortura (que se lo digan al hombre de Boston). En lo único que parecen de acuerdo rusos y americanos es en practicar la pena de muerte. Ambos en cuanto pueden ponen una soga al cuello.

Pero además los rusos son sádicos con las mujeres y las hacen estar junto a ellos sin su consentimiento, por la fuerza y con manipulaciones emocionales. Además el malo malísimo de El mundo en sus manos, el príncipe Semyon es mucho menos apuesto y atractivo que el hombre de Boston. Difícilmente puedes enamorarte de él.

Los americanos saben negociar, hacer negocios y además el libre comercio es el futuro. Si tienen que comprar tierras para que todo vaya mejor y se pueda prosperar más fácilmente así lo harán. Saben buscar socios. Husmear entre banqueros. Redactar contratos…

Además los pescadores protagonistas venden pieles de foca pero son respetuosos con la naturaleza. Realizan la pesca de manera ecológica y sostenible. Y claro son muy listos, no como los rusos que son unos descuidados irrespetuosos. Luego si lo hacen así está muy bien matar focas y arrancarles las pieles.

Además los Estados Unidos de América creen en la igualdad de todos sus ciudadanos vengan de donde vengan y creen en las libertades… sí, sí eso demostraban en los años cincuenta donde los afroamericanos ‘no’ luchaban por sus derechos y en el año que transcurría la película, 1850, claro ‘no’ existía la esclavitud en sus estados. Pero en El mundo en sus manos se sienten escandalizados por la manera que tienen los rusos de tratar a los inuit. Y ellos, entre sus hombres, tienen a un inuit gigante pero no muy inteligente, que no se lleva muy bien con el idioma, que es una mole de carne y además apesta, huele a pescado. Pero es colega. Es un ‘buen salvaje’. Curiosamente el rival enemigo del hombre de Boston es el portugués, pícaro, mentiroso, embaucador, juerguista, sin escrúpulos y pendenciero… no es americano de pura cepa como el protagonista pero es simpático.

Por supuesto el hombre de Boston es atractivo, bello, líder, protector, con dotes de mando, libre, decidido, valiente, amigo de sus amigos y todo un caballero. Cuando tiene que sentar cabeza la sienta. No falta a su palabra. Y con las damas es correctísimo tanto que sabe que las de vida alegre son para una cosa y las virtuosas, como la condesa, para llevarlas al altar aunque antes le rompan el corazón por creer que no es correspondido.

Y también se realiza una particular interpretación de la historia buscando unos orígenes originales a la compra de Alaska por parte de los americanos. Una historia que siempre favorece claro está su imagen y su manera de hacer política exterior.

Tercera lectura: cine artesano y de aventuras

En Hollywood se realizaban en el sistema de estudios las mejores películas de género donde trabajaba un equipo solvente tanto en el equipo técnico como en el artístico. Así se podía crear una película de aventuras trepidante y bien hecha como El mundo en sus manos y crear escenas para la cinefilia. Así un director como Raoul Walsh entrega una obra cinematográfica perfectamente construida de ritmo trepidante y con escenas inolvidables. Presenta tensión y emoción en la aventura, sentimiento y romanticismo en las escenas más íntimas. Y la combinación es un cóctel de cine inolvidable. Se rodea de un buen equipo técnico donde tanto el director de fotografía (Robert Metty) como el creador de la banda sonora (Frank Skinner) o el guionista Borden Chase (con un material de partida, una novela de Rex Beach) realizan muy bien su trabajo dejando todos los cabos bien atados. Además se muestra con eficacia mundos que no pueden verse normalmente a no ser en la pantalla blanca: las carreras de las maravillosas goletas por mares bravos o esas imágenes prácticamente documentales de las focas en Alaska y su forma de vida… Por no decir el cuidado trabajo de ambientación, vestuario y peinados incluidos que puede verse, por ejemplo, en la transformación continúa de la condesa Marina.

Así una película como El mundo en sus manos está repleta de buenos momentos por el uso perfecto del lenguaje cinematográfico y la puesta en escena por parte del realizador equilibrando las secuencias más íntimas (sobre todo las románticas) con las que son pura acción. Además de disfrutar del carisma de un reparto adecuado tanto de principales como de secundarios. Imposible no enamorarse de un hombre de Boston con el bello rostro de Gregory Peck como imposible no sentir simpatía por la extraña belleza de una actriz como Ann Blyth que realizó sus interpretaciones más recordadas en la década de los cincuenta. Pero no se puede dejar de nombrar a Anthony Quinn como el portugués que se come la pantalla con su vitalidad, fuerza y sentido del humor. Inolvidable ese pendiente enorme en su oreja. O a John McIntire, secundario perfecto, como el mejor y fiel amigo del hombre de Boston…

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10 razones para amar Anatomía de un asesinato (Anatomy of a murder, 1959) de Otto Preminger

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Razón número 1: 160 minutos

Es decir, 2 horas y cuarenta minutos que pasan como un suspiro y no es un tópico. Anatomía de un asesinato o, mejor dicho, de un juicio, se deleita en diseccionar de manera apasionante este evento. De una manera cotidiana y aparentemente sencilla analiza los recovecos de la justicia y pone sobre el papel un tema tan apasionante como la confrontación entre la ley y su ejercicio y la moralidad. Otto Preminger, bien lejos de presentar un tostón de película sobre un juicio, desgrana una historia inteligente llena de detalles y matices que atrapa desde los títulos de crédito al espectador. Si se ve por primera vez se sigue con apasionamiento… pero sus futuros visionados no son menos ricos y se van además destapando y descubriendo nuevos matices. Nada es tan cotidiano ni sencillo como parece. Sus personajes son riquísimos en personalidades, motivaciones y formas de actuar…

Razón número 2: James Stewart

James Stewart, 51 años, y con una carrera cinematográfica repleta de títulos brillantes, como actor de oficio vuelve a dejar un personaje complejo y difícil pero que es inevitable que caiga bien al espectador.

Peter Biegler parece un hombre tranquilo, amable y buena gente que vive tranquilo en una pequeña localidad de Michigan. A veces necesita retirarse del mundanal ruido e irse a pescar. Le encanta el jazz y toca el piano. Es un hombre tremendamente solitario, soltero.

Forma una pequeña y extraña familia con su mejor amigo, Parnell E. McCarthy, un abogado retirado con problemas de alcoholismo y con su propia secretaria, Maida Rutledge. Su lugar de trabajo es su propia casa. Hace poco le han retirado de ser fiscal del condado y trata de llevarlo lo mejor posible, así que trabaja como abogado en despacho propio pero como le recuerda su eficiente secretaria no tiene los suficientes casos como para pagarse las facturas y su sueldo. Así que de pronto le llega la oportunidad de convertirse en el abogado defensor del joven teniente Frederick Manion que es acusado de asesinar a tiros al dueño del bar de la localidad, Barney Quill. El motivo: éste había violado a su mujer, Laura Manion.

Peter Biegler toma el caso no por una cuestión de justicia… sino por algo mucho más mundano: porque necesita el dinero. Y actúa como abogado defensor aunque sabe que sus defendidos, el matrimonio Manion, tienen todo en su contra. Así con la ayuda de su inseparable compañero y de su eficiente secretaria se enfrentará en el juicio al nuevo fiscal del condado que cuenta con el apoyo del ayudante del fiscal general que llega de la ciudad… De pronto el cordero Peter Biegler emplea todas sus armas y se vuelve león feroz y sarcástico para sacar un veredicto de inocencia para su cliente.

Razón número 3: Cameos, apariciones extrañas y deserciones

Hay cameos y cameos. Y en Anatomía de un asesinato hay un cameo genial. James Stewart aparece en un local tocando el piano en compañía de ni más ni menos que Duke Ellington… y hay un motivo claro como veremos en la razón número cuatro. En aquellos tiempos esta escena fue motivo suficiente para que la película tuviese problemas para ser proyectada en Sudáfrica.

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Y el juez no es un actor secundario. No es un actor de carácter de esa galería de genios que con solo unos minutos se apropiaban de la película… pero lo parece. El juez tiene el rostro de Joseph Welch. ¿Quién era? Un abogado del ejército que se hizo famoso porque en 1954 en una sesión televisada se enfrentó a McCarthy en esa caza de brujas donde el senador paranoico veía comunistas por todas partes y los veía además como una amenaza así que creaba listas negras en todos los estamentos posibles. En un momento dado este abogado, tranquilo, le espetó ante su acusación de otro joven colega: “¿Tiene usted sentido de la decencia?”. Y le formuló la pregunta de varias maneras. En Anatomía de un asesinato se transforma en un actor solvente realizando a un juez absolutamente creíble y auténtico… peculiar. El tomarle para un papel tan relevante dice mucho también sobre lo que pensaba Preminger sobre la caza de brujas…

En un principio Laura Manion iba a tener el rostro de una seductora nata: miss Lana Turner… pero problemas con las pruebas de vestuario y los modelitos a exhibir en la película hicieron que la diva rechazase tan buen papel. Sin duda le hubiera dado, creo, otro carácter diferente y creo que haciendo más hincapié en una mujer tentadora, fría y fatal. Una mujer con más vida a sus espaldas. Al final el papel fue para la joven prometedora Lee Remick que supo darle un aire de inocencia seductora y juvenil que quema… convirtiéndola de manera sutil en un personaje triste y víctima.

Razón número 4: Jazz

Duke Ellington fue el creador de la banda sonora. El jazz impregna la historia y acompaña al personaje de James Stewart, un amante de esta música. Pero a la vez Ellington, sobre todo en la primera parte de la película, describe a cada uno de los personajes y cuenta determinadas escenas con la música. El empleo de la música es de las dos maneras que puede aparecer en una película: diegético y extradiegético. Es decir tan pronto Stewart toca el piano o pone un disco o realmente hay una banda sonora que impregna sobre todo la primera parte (la de presentación de los personajes y el conflicto, antes del juicio). Y es una auténtica gozada el efecto que provoca la música en la propia historia. Así como las sensaciones que produce en todo espectador que se acerca a su visionado. Cuando es el juicio en sí la música desaparece para volver a surgir en situaciones y escenas fuera de la sala del juicio…

Razón número 5: Palabras y censura

Otra manera de analizar la obra cinematográfica de Otto Preminger sería su lucha continua contra la censura y su empeño en saltarse el código Hays. Él fue uno de los directores que se atrevió a enfrentarse a lo absurdo del código y que ayudó a precipitar su caída. Siempre en sus películas luchaba porque se mantuviesen palabras que eran impensables para las películas americanas de la época así como abordar ciertos temas tabú con absoluta transparencia. Anatomía de un asesinato no fue una excepción. Y tuvo que lidiar para que apareciese continuamente la palabra “bragas” (una prueba irrefutable del juicio), la denominación de esta prenda femenina causa uno de los diálogos más divertidos. O también dejar que se hable con todo detalle de una prueba médica forense: la espermatogénesis. Que lo que dé sentido a la defensa durante el juicio es demostrar claramente  que Laura Manion ha sufrido una “violación” y demostrarlo. Que a Laura Manion la llamen muchísimas lindezas pero entre ellas “zorra” y que se la juzgue continuamente por su manera de comportarse y sobre todo de vestir. Así como que también se deje ver un caso de malos tratos en el matrimonio Manion (pero siempre con esa ambigüedad de fondo con la que se juega en todo el metraje), donde Laura sería la víctima de los celos continuos y arrebatos de violencia de su marido.

Pero además Preminger deja una defensa del sistema judicial americano poniendo en escena sus fallas y cómo es posible quizá declarar inocente a un culpable. Y es ese giro y juego continuo con la ambigüedad (de cada uno de los personajes y sus motivaciones) lo que hace a la película más intensa y emocionante. Pero dejando algo claro: todo ciudadano tiene que ser defendido con las mejores artes, la presunción de inocencia tiene que quedar siempre a salvo.

Razón número 6: Radiografía de un juicio

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Siguiendo con el punto anterior, la película es un valioso testimonio de un juicio donde se sigue paso por paso un proceso por asesinato. Ahí vemos la presentación de pruebas, las declaraciones de los testigos, la presencia de un jurado popular, de un público… Los momentos de tensión y lo más rico: los enfrentamientos dialécticos entre el abogado defensor provinciano (que se jacta de ello) y unos fiscales (sobre todo uno, especialmente urbanita agresivo…) que van a por todas… al igual que el “tranquilo” abogado. Así vemos el uso de trucos legales, la búsqueda de precedentes, cómo enfocar el caso a favor del defendido (el famoso ‘impulso irresistible’)… todo para lograr una sentencia determinada y para lograr que el veredicto del jurado popular vaya por un camino o por otro. Y en eso Anatomía de un asesinato es un relato cinematográfico absolutamente revelador, interesante e intenso. Todo tiene sentido… hasta la colocación de los personajes, las prendas que llevan, los gestos… Todo está perfectamente atado y tiene una razón.

Razón número 7: Sentido del humor

La película nunca deja de lado, pese a la seriedad del asunto, el sentido del humor. Un humor desencantado que impregna la historia y que surge tanto de las situaciones como de la forma de encarar la vida de los protagonistas (sobre todo esa ‘extraña’ familia formada por el abogado, su mejor amigo y la eficiente secretaria). Pete Biegler, el abogado, emplea el sarcasmo como su mejor arma para dejar sin palabras a sus contrincantes. Y se crean situaciones cómicas durante la presentación de pruebas (el perro de Laura Manion) o la reunión del juez con el abogado y los fiscales para ver si conocen otro término para referirse a la palabra “bragas”.

Razón número 8: Saul Bass

Ya desde los créditos sabemos que nos enfrentamos a una historia potente. Como era habitual en Preminger le encarga este trabajo al gran Saul Bass que crea uno de sus iconos más reconocibles: un cuerpo humano que se divide en pedazos… como un puzzle. Una sombra que se esparce…

Razón número 9: Galería de actores

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Otto Preminger no sólo se rodea de actores de la vieja escuela sino que deja paso a una nueva generación de actores que encuentran en esta película sus primeros roles y papeles de importancia.

Así James Stewart forma su ‘extraña’ familia con dos actores con carreras a sus espaldas: Arthur O’Connell, secundario de oro y Eve Arden, con una larga carrera de secundaria tras sus hombros.

Pero a su vez se enfrenta al matrimonio que tiene que defender, dos jóvenes que pisaban con fuerza el firmamento cinematográfico: Lee Remick (que tuvo unos inicios prometedores porque era muy buena actriz pero no encontró su hueco con el fin del sistema de estudios) y un jovencísimo Ben Gazzara, antes de convertirse en un actor de cine independiente…

Y también Stewart se las tiene que ver con uno de los fiscales: donde nos encontramos con un maravilloso George C. Scott en un primer papel importante de una larga carrera cinematográfica.

Razón número 10: Otra forma de contar…

Lo maravilloso de Anatomía de un asesinato es la sensación de cotidianeidad y autenticidad de todo lo que estamos viendo. Preminger estaba llevando a la pantalla, en impecable blanco y negro, un bestseller de un juez retirado Robert Traver que a partir de sus experiencias en el ejercicio de la ley se dedicó a la literatura (y a los libros de pesca, otra de sus aficiones que también se ve reflejado en la película). Así que Preminger no dudó en ambientar la historia realmente donde transcurría la trama, en Michigan, y rodó en Ishpening y Marquette, lugares que conocía perfectamente Traver. Además se valió de los lugareños para que fueran parte del jurado popular y del público que asiste a la sala. El juicio no transcurre de manera épica o con momentos excesivamente emocionantes que apelan al espectador sino con calma mucha calma. Donde nada es negro o blanco. Ni heroico. Sino todo tremendamente humano con luces y sombras pero sin mucho ruido. Y es esa ambigüedad que mantiene durante todo el metraje lo que da tensión a una historia donde como dice James Stewart a una testigo las personas no son ni totalmente buenas ni totalmente malas… son.

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Hermanos en el cine: dos o más… (Segunda parte)

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Los hermanos Lumière atraparon las imágenes en movimiento y siempre pensaron en el cine como invento científico que atrapaba la realidad: la llegada de un tren o la salida de unos trabajadores de una fábrica. En un principio pensaron que su invento sería tan sólo una moda pasajera de barraca… no obstante hicieron sus pinitos con la ficción como en el regador regado.

Y siguiendo con el cine silente y pionero, me voy a un país en concreto (al que me unen lazos) y a un lugar Veracruz, y descubro e intuyo la importancia de las hermanas Elhers, Adriana y Dolores, en la introducción del cine en México y además, entre otras cosas, impulsaron el noticiero cinematográfico… dos hermanas en las que indagar.

Otro caso de hermanos pioneros con distinta suerte es el de John Ford, que todo el mundo recuerda, y el de su hermano mayor, Francis, más en olvido. Sin embargo fue Francis el que primero llegó a Hollywood, ese Hollywood pionero donde los que llegaban hacían de todo desde labores de dirección, hasta escribir un guión o actuar. Y fue él quien enseñó a John Ford a dar sus primeros pasos en la industria cuando éste llegó. A Francis Ford siempre le recordaremos por el papel que le dio su hermano en El hombre tranquilo… como el abuelo que resucita de la cama cuando escucha que hay una pelea que le interesa…

También trabajaron juntos los gemelos Epstein, Philipp y Julius, y dejaron su firma en guiones que después se convirtieron en películas míticas como Casablanca (muchos más metieron mano pero ellos se quedaron con los créditos y la gloria) o el monumento al humor negro que es Arsénico por compasión

Seguimos el rastro de los hermanos Mankiewicz… todos recordamos a Joseph como director y guionista. Pero su hermano mayor Herman también fue un reconocido guionista (y también productor) que se hundió en el alcohol. Siempre se le recuerda por su contribución (que se convirtió en polémica) de Ciudadano Kane.

En el mundo de la dirección y la producción hay hermanos que trabajaron y trabajan siempre juntos y otros que siguieron sus carreras por separado. Aquí se acumulan los nombres y las obras cinematográficas que hicieron juntos o por separado. Siempre me vienen a la cabeza los hermanos Coen que siguen trabajando juntos y acaban de presentar su última película en el festival de Cannes, Inside Llewyn Davis.

Pero antes estaban los hermanos Taviani, Vitorio y Paolo, que alcanzaron su éxito profesional en los años setenta, pero que hoy octogenarios siguen rodando juntos cosas tan interesantes como César debe morir.

O también los hermanos Dardenne, Jean Pierre y Luc, que lo último que vimos fue la interesante El niño de la bicicleta y pronto llegará su nueva obra juntos, Deux tours, une nuit.

Los hermanos Trueba, Fernando y David, trabajan como directores por separado. Lo último que vimos de Fernando fue El artista y la modelo. Lo último que vimos de David, Madrid, 1987 y estamos a la espera de su siguiente obra Vivir es fácil con los ojos cerrados. Fernando además realiza tareas de producción, ha realizado documentales y cine de animación, entre otras cosas. Y David empezó como guionista y escritor… entre otras cosas.

El verano pasado tristemente nos acordábamos de dos hermanos directores: Ridley y Tony Scott… por la muerte del segundo. Los dos con carreras irregulares, siempre mantuvo más prestigio frente a público y crítica Ridley (su Blade Runner es difícil de olvidar). Tony por su parte dejó una historia de vampiros, El ansia, un blockbuster de los 80, Top Gun o una película con guion de Tarantino, Amor a quemarropa.

Y para terminar esta segundo tanda de hermanos (que finalizaremos con una tercera de hermanos de ficción) nombraremos a los excesivos Wachowski… productores, guionistas y directores. Fueron conocidos por todos con la trilogía Matrix. Lo último, El Atlas de las nubes

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Lilith (Lilith, 1964) de Robert Rossen

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Lilith no sólo es una leyenda prohibida, lejana, o una historia misteriosa con aires bíblicos e interpretación judaica. No es sólo la primera mujer antes de Eva. Aquella que decidió irse del Paraíso, ser libre y amar libre. Es un personaje oculto… como están ocultos muchos significados y simbolismos en Lilith, la última película de Robert Rossen. Y una joya para teclear miles de palabras y no parar nunca. Los misterios de Lilith se encierran en un personaje femenino esquizofrénico con el rostro de Jean Seberg y en el rostro atormentado del héroe que la desea, Vincent (Warren Beatty, héroe del pre-nuevo cine americano y del nuevo cine americano).

Sumergirse en Lilith es zambullirse en los misterios más ocultos de la mente. Rossen deja un poético, desesperanzado y triste retrato de la esquizofrenia que empapa la propia narración cinematográfica. Las redes que se entrelazan entre Vincent y Lilith provocan una historia de amor fou con dramáticas consecuencias. Un amor fou que provoca el despertar de una locura latente.

Lilith es un relato cinematográfico siempre fragmentado, dividido, escindido, roto… una radiografía de la esquizofrenia, de la escisión de la  mente, de la razón. De la percepción de una realidad distinta. Escisiones que se muestran en los espejos, en el agua, a través de una pecera… La esquizofrenia de Lilith abre la caja de Pandora oculta en el interior de Vincent. Y ambos se sumergen en un loco amor que los aboca a la más absoluta sinrazón y ruptura de la realidad. Así el último de vestigio de conciencia en Vincent le permite acudir a los doctores del centro psiquiátrico (hasta hace nada sus formadores y compañeros de trabajo) totalmente roto y pedirle ayuda mientras su rostro se congela en una impactante y catártica imagen fija.

Robert Rossen fue un guionista y director (también realizó tareas de producción) con una trayectoria profesional muy interesante y una de las tristes figuras a las que marcó para siempre la caza de brujas. Rossen fue un guionista y realizador prometedor que estaba construyendo una filmografía repleta de buenas historias pero que fue señalado, por su militancia en el Partido Comunista (que abandonó en el año 1945) y por el contenido de algunas de sus películas, por el comité de actividades antiamericanas. En un principio no dio ningún nombre y se negó a hablar pero posteriormente con su entrada en la lista negra y sus dificultades para encontrar trabajo accedió de nuevo a testificar y esta vez sí dar nombres de antiguos compañeros del partido. Rossen no superó este trago desagradable y optó por seguir rodando películas en el exilio… abandonar Hollywood. Regresó en los sesenta para dejar uno de los testamentos fílmicos más bellos, una sesión doble sobre el desencanto con dos héroes amargos y dos heroínas que nunca serán salvadas pero que en su caída provocada por el héroe arrastrarán al ser amado al abismo… El buscavidas y Lilith.

Lilith tiene un reparto que señala una nueva generación de actores masculinos que preludia el tipo de héroe que surgirá en el nuevo cine americano y que serían protagonistas del movimiento: Warren Beatty, Peter Fonda y un primer papel para Gene Hackman. Y una protagonista femenina trágica que tenía el rostro de una actriz-musa de nuevos aires cinematográficos tanto en América como en Europa que además reflejaba en su bello rostro su propia tragedia personal. También aparece Kim Hunter, otra interesante actriz caída en olvido (su papel más recordado es el de Stella en Un tranvía llamado deseo de Elia Kazan) por ser también señalada en la caza de brujas.

Lilith es una película rica en interpretaciones o miradas incluso a la hora de plantearse plasmar su argumento. Así pueden surgir dos historias diferentes y ambas válidas y ricas en sus lecturas. Un joven que ha regresado de una guerra (se entiende por el año que de la guerra de Corea) busca trabajo en su localidad natal y decide acudir a un psiquiátrico para enfermos de familias adineradas. Allí recibe formación para convertirse en terapeuta ocupacional y entabla una relación especial con una de las enfermas, Lilith. El joven terapeuta se siente atraído y asustado por la especial percepción de la realidad de la joven. Pero finalmente decide dar el paso, saltarse las convenciones sociales y las reglas del centro, sumergiéndose en una historia de amor fou con la paciente. Una historia que le va autodestruyendo además de despertar sus instintos más oscuros escapándosele totalmente la historia de las manos dañando a todo el que le rodea, a Lilith y a él mismo… teniendo que finalmente pedir ayuda a sus compañeros de trabajo.

Pero surge otra lectura más inquietante y oscura que cambia el argumento. Una mirada esquizofrénica. Y es que toda la historia la vemos desde el punto de vista de Vincent, un joven traumatizado por la guerra, absolutamente desencantado de la vida, y marcado por una madre que tuvo serios problemas de salud mental. Vincent trata de rehacer su vida y busca trabajo en el centro de salud mental de su localidad. Pronto se siente presionado por el recuerdo de su madre muerta, el encuentro con su ex novia (casada ahora con otro joven) y su atracción hacia una paciente, Lilith, que le recuerda a su madre muerta. Así asistimos a la caída al abismo de la locura a Vincent que primero se enamora, como si fuera un caballero andante y salvador, de Lilith y después distorsiona la relación hasta convertirla en oscura y violenta. En una relación donde Vincent trata de doblegar y poseer por la fuerza a Lilith, de encerrarla en su oscura red para no dejarla escapar nunca hasta que hunde y daña a los dos de forma irreversible. En un momento de lucidez logra pedir ayuda a sus compañeros de trabajo.

Robert Rossen deja a lo largo de toda la película escenas simbólicas y frases clave para interpretar una película bella pero sumamente compleja. La metáfora del propio nombre de la protagonista, el agua siempre presenta, Lilith besando su propio reflejo, Lilith surgiendo de la niebla, la fotografía de la madre de Vincent y de Lilith en su dormitorio, una muñeca rubia flotando en una pecera, una ventana y sus rejas… Las manos frías como la muerte, las manos que crean cosas bellas, un lenguaje propio, el torneo con aires medievales donde Vincent se transforma en un caballero salvador, las escenas sensuales de Lilith con los niños, la caja de madera que regala el joven paciente a Lilith, la explicación del director del centro sobre la esquizofrenia y las formas de una tela de araña… El rostro de Vincent mirando a Lilith a través de los peces y el agua de un acuario…

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Hermanos en el cine: dos o más… (Primera parte)

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Desde los orígenes del cine hay hermanos que se han volcado en el mundo del cine. Desde el principio…, ahí están los hermanos Lumière… Hermanos que han sido productores, actores, guionistas, directores… que se han llevado bien, que no se han llevado, que ni siquiera se dirigen la palabra pero que sin duda han dejado huella, legado cinematográfico. Algunos cayeron en olvido mientras otros alcanzaban la fama. Otros triunfaban y triunfan siempre juntos o por separado. Historias tristes y otras alegres… y mucho que contar.

Delante de las cámaras

En la etapa muda nos encontramos con las hermanas Gish. La más recordada Lilliam, la más virginal entre las virginales. Dorothy cayó antes en olvido, gran comediante… porque se retiró de la gran pantalla temprano. Por esos años también daban sus primeros pasos tras la pantalla blanca (aunque estaban muy entregados a los escenarios) los hermanos Barrymore que también triunfaron en el cine sonoro (los tres ejerciendo diferentes roles dejando ver su versatilidad, los tres buenos intérpretes): Ethel, Lionel y John Barrymore. En el Hollywood sonoro varias biografías de distintas personas que poblaron el periodo pre code hablan de las hermanas Bennett y su legado cinematográfico y su estela de escándalos: las señoritas Constance, Barbara (sus carreras han caído en olvido) y Joan Bennett (que subió al pedestal de los inmortales al convertirse en musa de Fritz Lang). También un recuerdo grato es el de los hermanos Marx. En alguna de sus primeras películas aparecieron cuatro (Zeppo como galán) pero ya sin Gummo que sí se subió con ellos a los escenarios. Sin embargo si preguntamos por los Marx se recuerda a Groucho, Harpo y Chico.

Algunos se quedan con la boca abierta cuando se enteran que Olivia de Havilland y Joan Fontaine son hermanas (las dos resisten a desaparecer y siempre se han alimentado los rumores de lo mal que se llevaban) o cuando se vuelve a recordar que Warren Beatty y Shirley McLaine son hermanos. O también si se enteran de dos hermanas que se querían con locura y eran buenas actrices pero la muerte de una de ellas truncó una relación fructífera: Catherine Deneuve y François Dorléac… ambas tuvieron tiempo de trabajar juntas en la mítica Las señoritas de Rochefort. Dorléac murió a los 25 años en un accidente de tráfico. Como trágica fue la muerte de River Phoenix, que contaba con 23 años cuando murió siendo una brillante estrella… ahora es su hermano pequeño Joaquin Phoenix el que ha tomado el relevo… Y si seguimos con las desgracias recordamos a Chris Penn, el hermano de Sean, e intérprete secundario solvente que dejó personajes inquietantes y difíciles de olvidar en películas como Reservoir Dogs, Vidas cruzadas o El funeral.

Hay hermanos que muestran cómo sus carreras han transcurrido con éxitos y paraderos diferentes. La trágica Pier Angeli, de carrera efímera y vida triste, tuvo una hermana gemela que también hizo una carrera cinematográfica que cayó en olvido inmediato y tuvo una larga vida, Marisa Pavan (se la puede recordar como la hija de Anna Magnani en uno de sus trabajos americanos: La rosa tatuada). Peter Fonda siempre optó por su papel de actor, director, productor underground…, su hermana Jane Fonda se convirtió en todo un fenómeno cinematográfico y en intérprete imprescindible durante los años 60, 70 y 80. Recordemos a Jeff Bridges y Beau Bridges que trabajaron juntos en Los fabulosos Baker Boys. Jeff tiene un montón de títulos y una carrera cinematográfica amplia. Beau es el hermano en la sombra aunque parecía que durante los sesenta y setenta era un joven intérprete prometedor que trabajó con buenos directores (tuvo papeles importantes en éxitos del momento como Norma Rae). Él ha trabajado bastante más en televisión y su papel más recordado en el cine es como uno de los hermanos Baker. Le recuperamos hace poco en Los descendientes de Alex Payne. Otros hermanos de carreras divergentes son las de Randy y Dennis Quaid. Randy iba camino de convertirse en un actor representativo del Nuevo cine americano pero su estrella se apagó pronto (aunque siempre ha sido un secundario considerado), después surgió su hermano Dennis como una estrella de los 80. Ahora los dos van buscando su lugar.

Hay otras generaciones de hermanos en los que ninguno ha levantado cabeza. En la saga de los hermanos Baldwin, el que ha corrido más suerte ha sido Alec pero tanto Daniel, como William y Stephen han hecho sus pinitos en el cine. O los hijos de Martin Sheen, Emilio Estevez y Charlie Sheen. Ninguno de los dos ha brillado especialmente y Charlie consigue ser más nombrado por los escándalos en su vida personal.

En breve nombraremos a más hermanos en el terreno de la dirección, producción o guión…

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360. Juego de destinos (360, 2011) de Fernando Meirelles

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La nueva obra cinematográfica de Fernando Meirelles está pasando con indiferencia y frialdad tanto en el mundo de la crítica como en el universo de los espectadores. Yo no quería dejarla escapar pues tengo cierta querencia por la mirada de Meirelles (y por su forma de rodar así como el empleo de la narración cinematográfica) y me ha resultado una experiencia muy interesante enfrentarme a su análisis. 360 me ha sorprendido más de lo que esperaba y creo que en el futuro, en retrospectiva, ganará más cinéfilos a su causa.

Ciudad de Dios supuso su reconocimiento, El jardinero fiel significó su consagración, A ciegas fue una prueba de fuego y supuso su primer enfrentamiento a críticas muy negativas… Y 360 ha sido relegada sin darle oportunidad alguna.

Si hay una especie de género que me fascina es el que reúne varias historias en una misma trama. A veces todas esas historias confluyen en un fin determinado u otras son una cadena de historias diferentes que se unen porque ocurren en un mismo escenario, un mismo día, una misma hora, en un mismo acontecimiento o las unifica un objeto, una prenda… Algunas películas de vidas cruzadas (como suele denominarse a partir de la película de Robert Altman… aunque el fenómeno ya se daba desde el cine silente) son fallidas y otras son verdaderos monumentos cinematográficos. 360 se sitúa en el justo medio.

Desde Griffith (Intolerancia) pasando por Fritz Lang (Las tres luces), merodeando por la maravillosa película de Duvivier, Seis destinos, hasta llegar a las Vidas cruzadas de Robert Altman, Nueve vidas de Rodrigo García o Magnolia de Paul Thomas Anderson y aterrizando en un ejemplo de cine nacional como Una pistola en cada mano de Cesc Gay… las películas que encadenan una historia tras otra gozan de buena salud.

El guion de Peter Morgan se inspira muy lejanamente en un referente literario (del que más bien toma el tema principal y un acercamiento a la estructura): La ronda de Arthur Schnitzler (que la tengo pendiente de lectura). En su momento fue una obra muy polémica pues Schnitzler a principios del siglo XX planteaba historias encadenadas sobre la pareja y la sexualidad. El dramaturgo fue admirado por un contemporáneo suyo que estaba elaborando el psicoanálisis, descubría el subconsciente y la importancia de la sexualidad en el ser humano: Sigmund Freud. La ronda consistía en diez escenas protagonizadas cada una por una pareja de amantes. Siempre uno de los integrantes de la pareja aparecía en la siguiente historia… de tal manera que quedaban las diez historias encadenadas. Esta obra dramática sí ha tenido reflejos fílmicos más similares al original en la pantalla blanca, la más recordada es la de Max Ophüls que se titula igual (y que se encuentra en mi baúl de películas pendientes) pero también la adaptó Roger Vadim en Juegos de amor a la francesa (La ronde).

360 trata el tema del amor, la sexualidad y las relaciones humanas y va encadenando todas las historias creando una ronda circular (empieza y termina con tres personajes: una prostituta eslovaca, su hermana y el proxeneta austriaco). Lo que nos dice el monólogo interior de uno de los personajes es que los seres humanos siempre nos encontramos en un bifurcación y tenemos que decidir qué camino elegir. Depende del camino la vida nos lleva a un sitio o a otro. Somos lo que decidimos. Pero da un paso más… nuestra decisión afecta a otros y encadena otra ristra de bifurcaciones. En una entrevista Morgan, el guionista, explica que quería mostrar cómo en un mundo globalizado todas las acciones tienen consecuencias y se propagan (como ha ocurrido con la crisis económica).

De este modo son las decisiones de cada uno de los personajes lo que va unificando una historia con la otra en 360 y así van tomándose el relevo. Un personaje secundario en una trama se convierte en protagonista en la siguiente… quedando finalmente un mosaico de relaciones humanas y decisiones.

360. Juego de destinos cuenta además con un magnífico trabajo de actores. Un reparto coral donde desconocidos y estrellas de la talla de Anthony Hopkins, Jude Law y Rachel Weisz desarrollan y construyen personajes. Los personajes son de distintas procedencias: americanos, británicos, eslovacos, rusos, brasileños, austriacos, franceses… y de diferentes grupos sociales. Y también las historias se desarrollan en distintos escenarios: París, Austria, Berlin…, un hogar familiar, un avión, un aeropuerto, un hotel, un coche…

En este cruce de historias hay algunas que pasan más desapercibidas (aunque todas son interesantes y están bien construidas) y otras que se muestran más efectivas dentro del conjunto. La que esto escribe se queda con la impresionante historia, con mucho suspense bien dosificado, en un aeropuerto americano entre una joven brasileña que acaba de  abandonar a su novio por las infidelidades y la relación que establece con un joven (un sorprendente Ben Foster) que acaba de cumplir una condena por agresión sexual y se encuentra en un programa de inserción. Y la otra es la historia que une a la hermana de la prostituta eslovaca con el chofer de un mafioso ruso.

Como acostumbra Fernando Meirelles 360 tiene una impecable factura visual (además de un uso adecuado y cuidado de la banda sonora) y muestra cómo sabe contar historias a través del lenguaje cinematográfico que como ya se reflejaba en El jardinero fiel cada vez emplea de forma más elegante y pausada. Cómo juega con la arquitectura de la casa, los espejos, las puertas y la posición de los personajes en la historia de Jude Law y Rachel Weisz. La forma que tiene de rodar el matrimonio roto entre la ayudante del dentista y el chofer ruso durante un desayuno conyugal frente una ventana luminosa. La angustia continua en la manera de rodar y presentar al personaje de Ben Foster…

Pienso que 360. Juego de destinos no es una obra fallida dentro de la filmografía de Meirelles sino una obra cinematográfica (que aunque sea de encargo vuelve a dejar su rúbrica) que le confirma como un director con una trayectoria interesante para seguir y analizar.

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La escandalosa señorita Pilgrim de Frederica Sagor Maas (Seix Barral, 2013)

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George Seaton dirigió en el año 1947 un musical que contaba con el beneplácito del productor todo poderoso de la 20th Century Fox, Darryl Zanuck, deseoso de proporcionar vehículos a su nueva mimada estrella y mina para las taquillas, Betty Grable, una rubia pizpireta y nueva reina de los musicales. Entre los argumentos originales que pululaban por sus archivos acumulaba polvo uno de los “Peces Globos” (“obras creativas que nunca vieron la luz del día”) del matrimonio formado por los guionistas Frederica Sagor Maas y Ernest Maas. Una historia que habían trabajado y mimado sobre una mujer que entra en el mundo de los negocios, un terreno dominado por los hombres, una tragicomedia como la vida misma. El argumento nació en 1941 y vio la luz años después en una sala de cine donde el matrimonio comprobó desolado lo que era una práctica habitual de Zanuck: tomaba un argumento original de los archivos y lo ‘reescribía’ a su gusto. Lo que quedaba era otra cosa que nada tenía que ver con la idea original. Un musical con una historia poco original y sí muy convencional para exclusivo lucimiento de la estrella. Una nueva desilusión para el matrimonio Maas. Sí, aparecían en los créditos de La escandalosa señorita Pilgrim (The Shocking Miss Pilgrim, 1947) “basada  en una historia de Ernest y Frederica Maas” pero no reconocían nada de su idea original…

El título de esta película es también el título de las memorias de Frederica Sagor Maas (1900-2012). Ya anciana contó sus vivencias en Hollywood desde el periodo mudo hasta el final de los años cuarenta cuando su esposo Ernest y ella (sobre todo ella) abandonan de manera desoladora y dramática el mundo del cine totalmente arruinados (también mentalmente). Y son unas memorias que presentan una mirada desencantada, cínica y sagaz de una mujer que conoce bien las entrañas de la industria de las estrellas y cómo devora un montón de personas y sueños sin compasión alguna.

Con un estilo directo Frederica repasa su vida en Hollywood y deja una radiografía apasionante pero desoladora. Cuando cierras el libro, al lector le queda un poso de melancolía porque Sagor Maas no escatima información valiosísima que muestra el otro Hollywood, un Hollywood cruel y devorador que condena al olvido a aquel que fracasa o bajan del carro sin miramientos porque no sigue ciertas premisas. Un Hollywood lleno de sacos rotos de sueños que se desprenden. Pero el valor además es que en sus páginas no hay lamento o victimismo sino un relato perfectamente objetivo y periodístico (deja entre sus páginas un maravilloso argumento para una buena película, un guion maravilloso, para dar otra vida a un ‘argumento robado’, La escandalosa señorita Pilgrim). Un relato a ratos divertido, chispeante, en otros cruel y dramático y entre líneas la historia de un desencanto continuo y la narración de una historia de amor entre Frederica y su esposo, con sus altos y bajos. Un hombre y una mujer que se convirtieron en cómplices, en compañeros de trabajo y que lucharon ambos toda la vida por hacerse valer en un mundo laboral que les tendía continuas trampas, pero era el trabajo que amaban… una declaración de amor con sus luces y oscuridades. Es imposible que no toque la fibra sensible del lector apasionado por el cine.

Por las páginas de La escandalosa señorita Pilgrim, Sagor Maas nos habla de cómo se construían las carreras de Clara Bow y Norma Shearer. De la transformación de una chica vulgar en Joan Crawford. De los inicios de directores como William Wyler o Josef von Sternberg. De las dificultades de Erich von Stroheim. De estrellas que cayeron en olvido y miseria como Mae Murray. En las encarnizadas luchas entre estudios y también en la escala de poder de algunos productores y su caída al vacío. De las rencillas, envidias y zancadillas en un competitivo ambiente laboral. De las adicciones al alcohol y las drogas. De las fiestas que terminaban en orgías. De las promesas rotas. De los proyectos que no llegaban nunca a ver la luz. De cómo un Hollywood intelectual y comprometido con distintas causas terminó en una lista negra… Y de fondo su historia íntima y familiar pasando por acontecimientos históricos como el crack del 29 y los años de la Depresión, la muerte de Rooselvet o cómo afectó la Segunda Guerra Mundial.

Las memorias de Frederica Sagor Maas se convierten en una lectura apasionante. Son la crónica oscura de un Hollywood que fabrica sueños pero que devora muchas vidas para ello… Así en ese musical en que se convirtió La escandalosa señorita Pilgrim se esconden las luces y las sombras de ese Hollywood. La estrella mimada Betty Grable cedería pocos años después su trono de rubia sexi a Marilyn Monroe en Cómo casarse con un millonario en el año 1953. Grable no tuvo precisamente una vida de color de rosa ni fue un paraíso su paso por la 20th Century Fox como tampoco lo fue el de su sucesora. Nada de esto sabían ambas cuando una era la primera estrella de La escandalosa señorita Pilgrim y la otra, sin acreditar, aparecía en un pequeño rol en dicha película.

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Reflejos en un ojo dorado (Reflections in a Golden Eye, 1967) de John Huston

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Seguimos con el análisis de ese periodo que podríamos llamar pre-Nuevo cine americano que también empapó a realizadores que llevaban ya mucha carrera sobre sus hombros pero que ya habían llamado la atención en su manera de contar y en lo que contaba. Y además nunca habían perdido cierto grado de libertad en el sistema de estudios, digamos que ya eran independientes a su manera. Así John Huston sigue evolucionando y cuenta de manera especial un argumento complejo. Y el mismo año que nace el Nuevo cine americano con Bonnie and Clyde, Huston presenta una película mucho más oscura e innovadora y muy bien narrada cinematográficamente: Reflejos en un ojo dorado (que es una novela de Carson McCullers que no he podido leer todavía). Como casi todas las películas enmarcadas en este periodo vuela sobre ellas la sombra del desencanto y la pérdida de ingenuidad o inocencia. Entre los guionistas se encuentra uno de los cachorros del Nuevo cine americano, Francis Ford Coppola.

¿Por qué no fue una película que conectase o conecte tanto con los espectadores de la época como con los actuales? ¿Por qué es considerada una película extraña, aunque el retrato de perdedores sigue presente, del propio director? Muchas películas del periodo pre-Nuevo cine americano y durante el periodo del movimiento refleja el retrato de unos personajes con los que el público no puede identificarse porque presentan la parte más oscura y desencantada del ser humano. Y eso ocurre con cada uno de los personajes de Reflejos en un ojo dorado.

La película empieza y termina con una misma frase de Carson McCullers… al principio estas palabras esconden extrañeza y misterio. Al final esas mismas palabras cobran todo su sentido y golpean al espectador. “Hay un fuerte en el Sur, donde hace algunos años se cometió un asesinato”.

Nada más surgir esta frase, nos adentramos en la vida en tiempos de paz y en la monotonía de un fuerte militar donde entre otras cosas se imparten clases a los nuevos cadetes. Y en ese mismo fuerte viven los oficiales de alto rango. En tiempos de paz, se dan clases, se entrena, se celebran fiestas, se pasa el tiempo… y cada personaje se enfrenta con sus miserias más íntimas.

Así conocemos una extraña galería de personajes cuyas interacciones harán que en un tempo lento termine estallando, con violencia, una tragedia que culmine con el asesinato que anunciaban las primeras palabras de la historia: el oficial Weldon Penderton (Marlon Brando) y su esposa Leonora Penderton (Liz Taylor). Weldon arrastra una compleja personalidad, bajo su aparente disciplina y dureza, sus ansias de parecer un líder, se esconde un hombre reprimido y acomplejado pero narcisista que vive humillado en su hogar y que oculta su homosexualidad como puede. Su humillación mayor es la convivencia con Leonora, su mujer. Una mujer acostumbrada a la vida en el fuerte (su padre era militar), a las comodidades, a hacer lo que le da la real gana y a admirar lo que ella considera virilidad. La ausencia de esa masculinidad en su marido, hace que se lo recuerde cada instante, construyendo ambos una relación insana de dependencia. Su primera aparición es en pantalones, con fusta y montando a caballo con maestría. Todo lo contrario de su señor marido que es un malísimo jinete.

El matrimonio vecino: el oficial Morris Langdon (Brian Keith) y su delicada esposa (Julie Harris) con su criado filipino Anacleto (Zorro David). Morris es el amante de Leonora y representa la masculinidad en la figura del militar (desprecia la lectura, la música clásica, es un buen jinete…). Su esposa vive en una depresión perpetua desde que perdieron a un bebé, está delicada de salud y sabe de la infidelidad de su esposo. Ella se crea un mundo especial y extraño junto a Anacleto, su extravagante criado homosexual que siempre está con ella.

Y por último el silencioso cadete Williams (Robert Forsters) que realiza trabajos para Weldon y cuida con esmero al caballo favorito de Leonora. El cadete observa la vida de sus superiores y ronda por su casa. Siente fascinación por la feminidad de Leonora y se convierte en habitual el entrar por las noches en su habitación y contemplarla durante toda la noche mientras toca su ropa. Otro de sus hobbies es montar a un caballo negro y cabalgar desnudo por el bosque. Se convierte a la vez en objeto del deseo de Weldon.

Así con estos personajes John Huston construye un drama contenido que estalla. Y con ese poético título, que el sirviente filipino explica y pinta en una de sus raras acuarelas, el ojo dorado de un pavo real, nos da la clave de cómo mirar esta historia. Porque Huston la construye a base de miradas (y nosotros, los espectadores, también nos convertimos en voyeurs).

Las miradas de Williams a Weldon y a Leonora. Es un personaje que no habla sólo mira. Siempre al acecho. Mira en el interior de las ventanas del hogar de los Penderton. Mira a Leonora por las noches. Las miradas de Weldon a su esposa y a su amigo Morris. Sus miradas a los objetos que guarda como tesoros en una caja en su despacho que desvela sus secretos más ocultos. Sus miradas en los espejos y sobre todo al cadete Williams que se van convirtiendo en las miradas de un hombre enamorado de un objeto del deseo imposible. Las miradas de la delicada esposa de Morris que ve la infidelidad de su esposo, que siente la presencia de Williams en casa de sus vecinos… y cómo todo la va hiriendo y alterando hasta que se apaga totalmente.

En este drama sureño, de reflejos dorados, el espectador retiene en su memoria imágenes potentes imposibles de olvidar. El cadete Williams montando desnudo en un caballo negro. Leonora desnudándose frente a su marido para ridiculizarle y subiendo las escaleras de su casa sin ropa observada desde fuera por el cadete Williams. Weldon montando al caballo favorito de su mujer y como se desboca en una carrera desesperada, cuando logra pararle pero cae al suelo, ante la humillación vivida en soledad arremete toda su violencia contra el animal… un desnudo Williams rescata al caballo y pasa en silencio frente a un Weldon que llora. Leonora furiosa por cómo se encuentra su caballo en el establo, vuelve a la fiesta que había organizado y delante de todos pega a su marido con una fusta. El oficial Weldon en una noche de tormenta se arregla el pelo sentado en su cama porque espera que su objeto del deseo entre a la habitación… Y el espectador se convierte en un testigo de una historia lejana y extraña en un fuerte militar del sur donde hace unos años se cometió un asesinato…

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