La vida de Adéle (La vie d’ Adéle, 2013) de Abdel Kechiche

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La vida de Adéle comienza con una clase de literatura en un instituto donde se está analizando una novela francesa del siglo XVIII, La vida de Marianne de Pierre de Marivaux. Varios alumnos leen un fragmento en primera persona (la protagonista de la novela es mujer y lo afirma) donde se describe lo que se siente cuando miras a alguien que deseas, al ser amado. El profesor realiza varias preguntas e interpretaciones sobre ese flechazo. Sobre si el amor llena o acaba con la sensación de vacío del corazón. Entre los alumnos se encuentra Adéle y ya la cámara no se separa de ella (es como si la atrapase y no la soltara durante las tres horas que dura la película). Terminamos sabiéndonos de memoria su pelo (que se lo recoge y se lo suelta), sus labios, la manera en que se ruboriza… Y sobre todo sentimos su desubicación continúa. Es un personaje que nunca se siente a gusto donde está. Al principio sabemos que es un estado de la adolescencia de Adéle pero luego sabemos que es una característica que acompaña al personaje. Y en esa adolescencia que nos muestra, Adéle está en un momento en que necesita aclarar su identidad, sus sentimientos y emociones.

Entonces cuando se dirige hacia un encuentro con un compañero de instituto, en plena calle, siente o vive ese cruce de miradas que significa que hay algo que le falta al corazón. Su mirada se cruza con el de una joven con el pelo azul. Y de pronto se da cuenta de que siente y desea.

Así La vida de Adéle cuenta una historia mil veces vista en cine y literatura: el primer amor. El cruce de miradas, el encuentro, el enamoramiento y la seducción, la explosión de la pasión, el éxtasis, la rutina de pareja, las frustraciones y los sueños rotos, los miedos e infidelidades, la ruptura dolorosa y el reencuentro triste…

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Abdel Kechiche se sirve de una estructura muy clara en dos partes (o capítulos) que físicamente se reflejan en el cambio de color en el pelo de Emma, el amor de Adéle. En la primera parte su pelo es azul, en la segunda (en la que ha transcurrido el tiempo) su pelo es amarillo. Así ocurre también en la novela gráfica en la que se inspira la película, El azul es un color cálido de Julie Maroh. En la primera parte despertar y pasión, en la segunda parte ruptura y triste reencuentro.

En La vida de Adéle se reflejan muchos temas que se han tratado en otros primeros amores y que explican el desarrollo de la historia (y analizando la evolución como pareja de Adéle y Emma se entiende muy bien la polémica, debate y controversia que ha generado la película): la diferencia de edad entre ambos personajes. Adéle pertenece a una familia de clase obrera y conservadora, clase media baja, y Emma a una familia de clase media alta y liberal. Adéle arriesga mucho más en la relación y Emma lo tiene mucho más fácil. Adéle es más emocional y Emma más cerebral. Ambas asumen diferentes roles reconocibles totalmente reflejados en dos escenas: Adéle organiza una gran fiesta para los amigos de Emma. Ella es la que prepara, cocina, atiende, sirve y cuida a los invitados, mientras Emma se limita al papel de protagonista y anfitriona de la fiesta. Después Adéle recoge todo, mientras Emma la espera leyendo en la cama. En la relación, en el lado emocional, Emma domina y Adéle muestra más su dependencia… La otra escena es la ruptura, la manera en que Emma se dirige a Adéle, cómo la descalifica y cómo la echa de casa. Es decir Adéle y Emma se comportan como una pareja heterosexual de toda la vida y además no muy moderna.

Alrededor de  La vida de Adéle se tocan un montón de temas muy bien llevados: la importancia de la escuela pública y el respeto por un espacio como es la clase. Cómo la creatividad y el arte enriquece la vida de los personajes: la escritura y la pintura. La complejidad de las relaciones y las emociones. La actualidad de una sociedad inmersa en la crisis. La riqueza que genera una sociedad multicultural, con el reflejo de las distintas identidades sexuales y modelos de convivencia… pero también las dificultades y contradicciones.

Otro punto fuerte de la película es el magnetismo y la buena interpretación de la pareja protagonista: Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux. La cámara no se separa de ellas. Así como la cantidad de referencias literarias y cinéfilas que se vierten a lo largo de la película. Por ejemplo otro recurso que define a los personajes son sus comidas favoritas. Y a lo largo de la película juega con estos gustos. A Adéle le encanta la pasta a la boloñesa, que cocina su padre, y finalmente ella realiza la receta estupendamente. Por el contrario a Emma y su familia les fascina el marisco y en particular las ostras.

La vida de Adéle no deja de ser una película interesante de ver porque genera largos debates. ¿Es la mirada masculina de una relación lésbica? ¿Por qué no disfrutarla como otra plasmación del primer amor? La propia autora de la novela gráfica no se ha sentido en absoluto identificada con la manera de mirar del director. Por otra parte se ha hablado y escrito sobre lo explícito de las escenas sexuales (concentradas en la primera parte y no más de 15 minutos de la película) y lo necesarias y bien encajadas en la narración cinematográfica, personalmente no me parece más explícito que en otras películas y tampoco me han parecido excesivamente necesarias (más que para expresar la pasión de un primer amor). El director afirmaba (por cierto las actrices también han hablado de un rodaje infierno donde no se paraba de rodar y rodar, de repetir y repetir, y que no se sintieron muy cuidadas) que con las escenas de amor sexual quería reflejar unos cuerpos que casi fueran obras de arte. Yo no he tenido esa sensación. A diferencia de otros espectadores, a veces sentía bastante frialdad ante dichas escenas, las notaba muy planificadas y bastante cerebrales. Lo que sí es cierto que en La vida de Adéle las escenas sexuales no es lo que más ocupa ni lo que más importa. Ni lo más innovador. Me sorprende porque es una buena película pero no la he vivido innovadora ni en lo que cuenta ni en la forma de contarla. La vida de Adéle sí que es pura y duramente el fragmento de la vida de una mujer, Adéle.  Un bello retrato. Y la cámara nunca la abandona.

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Madame Bovary (Madame Bovary, 1949) de Vincente Minnelli

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El elegante y aristocrático Rodolphe (Louis Jourdan) ofrece su mano a Madame Bovary (Jennifer Jones) para que baile con él un vals. Antes Emma ha rechazado a un montón de pretendientes porque no sabe bailar ese estilo. Justo cuando se mira en un lujoso espejo y ve reflejada una imagen que le agrada, la imagen bella que ha soñado tantas veces en las novelas románticas, en las revistas de moda y últimas tendencias… la culminación de su felicidad… una mano la invita a bailar. La mano de Rodolphe, el hombre imaginado con porte de príncipe azul. No puede rechazar la invitación y empieza a dar vueltas y vueltas al salón en el baile del marqués de Andervilleirs donde ha sido invitada junto a su esposo Charles Bovary (Van Heflin), un humilde médico rural. Giran y giran sin parar. Emma va perdiendo la cabeza y la noción de la realidad. Y le dice a ese príncipe azul que se está mareando que tiene que parar. Pero él no para y grita la situación de su compañera de baile. Entonces el marqués ordena la ruptura de ventanas para que entre el aire. Los mayordomos toman sillas y las estampan contra las ventanas mientras la pareja gira y gira. Emma está en un momento de extasis total. Entonces su marido borracho, que no ha logrado integrarse en la velada y que se ha sentido fuera de lugar todo el rato (como ya preludiaba) pero que sólo quería hacer feliz a su esposa, ve desde lo alto de una escalera ese extasis en su esposa, esa felicidad, y quiere compartirla con ella. Y baja las escaleras llamándola, borracho, y se mete entre los que bailan intentando alcanzarla. Entonces Emma le oye, le ve y se da cuenta de la realidad. Su marido llega hasta Rodolphe y le pide que le deje bailar con su esposa… pero ésta sale despavorida del salón de baile. Su sueño de belleza ha terminado.

Vincente Minnelli en esta escena maravillosamente coreografiada y filmada logra reflejar totalmente el estado del alma de Madame Bovary. Sus anhelos y sueños… y su siempre choque brutal con la realidad. Una realidad que ella rechaza porque no se parece a la que imagina o sueña. Capta así la esencia del personaje de Emma Bovary en una película llena de decisiones de puesta en escena y de puntos de vista que enriquecen esta adaptación cinematográfica de la novela de Gustave Flaubert. Es una mirada personal que parte de un punto de vista privilegiado. Lo que nos es narrado en la película (y que es lo que nos deja claro que va a ser una adaptación especial, una mirada personal…) es la defensa del personaje de Emma que realiza el propio Gustave Flaubert (James Mason) cuando está siendo condenado en un juicio por escribir una obra literaria inmoral.

Y es este punto de vista muy interesante porque lo que se trata es de entender a Emma Bovary. Es curioso, al buscar en la Red información sobre Robert Ardrey, guionista encargado de la adaptación, se señala que además de guionista fue un conocido ensayista especializado entre otras cosas en antropología y etología. Y se notan esos conocimientos porque todos los personajes y el ambiente en el que viven están perfectamente dibujados. Sus comportamientos y motivaciones. Así, como entiende Flaubert a su heroína, los espectadores también. Y nos provoca una tremenda tristeza. Pero no sólo está perfectamente reflejado el personaje y las motivaciones de Emma sino que cada uno de los personajes secundarios están perfectamente construidos.

Sin duda el otro gran personaje (por lo menos para la que está tecleando en su vieja máquina sin parar) es Charles Bovary con el rostro de Van Heflin. El retrato es perfecto. Un médico rural sin ambiciones, tan sólo aspira a una vida tranquila al lado de su familia y en una pequeña localidad. Un hombre consciente de sus limitaciones y profundamente enamorado de su esposa, fiel, que nunca la abandona, que trata de entenderla cueste lo que cueste. Un hombre que no busca la aventura sino vivir el día a día. Un hombre bueno pero sin horizontes. Y un hombre que nunca miente a Emma. Al principio la avisa: no es el príncipe que ella espera… Juntos se ven abocados a una relación destructiva que no dará la felicidad a ninguno, sólo desolación.

Además Vincente Minnelli emplea con maestría los elementos de un género clave en su filmografía (además del musical), el melodrama. Un melodrama en blanco y negro que llega sin embargo a escenas de cartasis como es toda la secuencia de la agonía y muerte de Emma Bovary tras su intento (y finalmente logrado) suicidio.

Son muchas las decisiones de puesta en escena que hacen avanzar la historia y contarla de una determinada manera. Como ese juego de espejos durante toda la película: los distintos momentos en los que la heroína se ve reflejada en uno y que cada momento significa una evolución en el personaje y su situación. O esa maravillosa metáfora de una novia hermosa vestida de blanco en una boda rural de la que ella quiere huir. Se avergüenza de los suyos. Se siente fuera de lugar. Y lo percibimos desde el primer instante. Ella quiere huir a toda costa de la mediocridad, de lo feo… Quiere construir el mundo de sus fantasías, quiere volar y no sentirse atada y condenada a una existencia sin emociones. Otro momento inspirado es esa Emma asomada a la ventana anticipándose a las acciones de sus vecinos en un nuevo día, dando a entender la monotonía de su vida…

Madame Bovary es una buena propuesta estilística de Vincente Minnelli que vuelve a demostrar su empleo y uso del lenguaje cinematográfico para realizar una película rica en matices. Su arriesgada adaptación de la novela de Flaubert da un fruto sabroso y se viste además con todos los ingredientes de un buen melodrama protagonizado por personajes tremendamente humanos… empezando por la propia Emma.

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Diccionario cinematográfico (203)

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Robot: El cowboy robot con rostro de Yul Brynner en Almas de metal, me ha hecho recordar otros ilustres robots cinematográficos.

Me voy a uno de los más amables, mi favorito… y es el hombre de hojalata. Un robot rudimentario y plateado que acompaña por el sendero de baldosas amarillas a un espantapájaros, un león, una niña y un perro. Y todos van buscando a El mago de Oz. El hombre de hojalata busca un corazón…

Tampoco me importaría conocer Wall-e y a su enamorada Eva. Wall-e me cae muy bien por lo cinéfilo que es. Adora el musical… aunque siempre sea la misma película.

Si me voy a la infancia me viene a la cabeza el gordo y el flaco robóticos… ahí, más allá de las Galaxias. Uno es dorado y charlatán y el otro bajillo y con macha paciencia. Son R2D2 y C3PO. Distintos e inseparables.

Cuando se habla de robots es imposible que no se nos venga a la cabeza Terminator con el rostro de Arnold Schwarzenegger. Y acojonar, acojona. Pero que queréis que os diga yo tengo más simpatía a los replicantes de Blade Runner.

Luego están ese niño y ese gigoló hermoso que son robots pero también víctimas… seguimos sus aventuras en un mundo de Inteligencia Artificial. El niño lleva siempre a un oso de peluche (también robot). Es otra mirada al cuento de Pinocho…

… en la ciudad de Stepford todas las esposas, las mujeres son perfectas… solo para sus maridos. ¿Por qué? Una mujer imperfecta con otras imperfectas descubrirá la terrible verdad de sus vecinas. Todas tienen off y on. Todas están construidas para ser mujeres perfectas y sumisas, al servicio de sus maridos… por supuesto imperfectos.

Y me despido de este mundo robótico con el último que me ha conquistado. Fue lo único que me gustó de Prometheus. Tiene el rostro de Michael Fassbender, se llama David y quiere parecerse al Lawrence de Arabia de Peter O’Toole.

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Ciencia ficción en los años 70. Almas de metal (Westworld, 1973) de Michael Crichton /Capricornio uno (Capricorn one, 1978) de Peter Hyams

Propongo una curiosa sesión doble de ciencia ficción de los 70. A través de la proyección de dos películas que no son ni perfectas ni redondas pero que muestran diversos elementos de interés tanto en el contenido como en la forma. Y además proporcionan una tarde-noche muy pero que muy entretenida. Por otra parte fue un placer recuperar Capricornio uno porque recordé que fue una película que me impactó cuando la vi de pequeña y conservaba ciertas imágenes que no se me habían borrado de la memoria. Curiosamente ambas cuentan en su reparto con un mismo actor, James Brolin (y ¡cómo se parece su hijo Josh a su progenitor!).

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Almas de metal (Westworld, 1973) de Michael Crichton

No la había visto nunca y eso que en papel estelar e inquietante (pero muy que muy silencioso) se encuentra Yul Brynner (un actor que me gusta mucho) pero sí que había leído sobre ella en el capítulo que dedica al escritor Michael Crichton, José María Aresté en su imprescindible libro Escritores de cine. El libro describe la vinculación tormentosa de varios escritores con el mundo del cine. Crichton (confieso que no he leido ninguna de sus novelas) fue uno de los escritores que probó la dirección (sin mucha fortuna) y realizó varias películas (en las que solía escribir también el guion).  En Almas de metal además adaptaba al cine una de sus novelas.

Película imperfecta que, sin embargo, merece la pena verse (… por lo menos una vez en la vida) porque además del entretenimiento (baza que la hizo ser un éxito de público, nunca lo fue de crítica) plantea un argumento interesante y algunos elementos que se han repetido posteriormente en el cine de ciencia ficción.

La película empieza con un anuncio de televisión que ofrece un nuevo destino a turistas intrépidos hartos de la gris realidad: un parque de atracciones gigantesco que les permite ‘visitar’ otras épocas, otros tiempos. La oferta ofrece tres mundos: el Romano, el Medieval y el Oeste. El reportero entrevista a distintos visitantes que hablan de las maravillas del centro recreativo. Al terminar el anuncio empiezan los créditos y acompañamos a dos amigos a su viaje al parque de atracciones junto a otros turistas. Uno es el veterano (Brolin) y el otro es el que llega por primera vez… los dos eligen el Oeste para su feliz estancia. El veterano explica los trucos para disfrutar de sus vacaciones y le dice al ‘nuevo’ que todos los habitantes de esos mundos son robots. Ahí podrán hacer lo que quieran… hasta matar… pero las víctimas siempre serán robots perfectos, casi humanos. La única manera de saber si se encuentran ante un robot o un humano es mirarle los dedos de las manos (que todavía son imperfectos).

La película plantea la necesidad del ser humano del siglo XX y XXI de coquetear con realidades virtuales (con otros mundos) y así imaginar que escapan de mundos alienantes. Las nuevas tecnologías están empezando a hacer acto de presencia… aunque todavía están en pañales (es una de las primeras películas que emplea efectos especiales no artesanales…). Los protagonistas de Almas de metal se dirigen a una aventura ‘planificada y sin riesgos’ . Luego siguen estando en un estado igual de alienante. No viven por sí mismos con emociones de verdad. Si la creación de estos mundos y este pensamiento ya se habían desarrollado en la literatura de ciencia ficción, ahora es el cine el que atrapa estas claves de un género complejo.

Así asistimos a las aventuras de los dos amigos en ese Oeste inventado donde se meten en peleas en los bares, van al burdel, se convierten en forajidos… Y la presencia de un pistolero sanguinario (Yul Brynner) al que siempre acaban matando y este resucita una y otra vez sin dejar de molestar a los amigos, que están encantados de eliminarle.

Pero el espectador también es testigo de lo que ocurre en la trastienda de ese mundo creado. Y visita las salas de controles y el ‘hospital’ de los robots donde hay todo un equipo técnico que se dedica a que esos mundos ficticios funcionen a la perfección. Sin embargo hay un científico bastante preocupado: está detectando algo que no le gusta. Demasiados fallos inesperados por parte de los robots… Está a punto de ocurrir una rebelión de las máquinas debido a la transmisión de un virus. De tal manera que el parque de atracciones quedará sin control posible. Llega el caos y la violencia.

La diversión de los amigos se transformará en un instante en supervivencia. El pistolero sanguinario calvo y vestido de negro será la amenaza real y constante. Y solo tiene un objetivo: matar a los dos amigos. El novato (que empezaba a entrar en el juego…) pronto tiene que desarrollar su instinto y tratar de no morir. En esa huida, el parque de atracciones se convierte en un lugar siniestro y apocalíptico, en una especie de cárcel o fortaleza sin salida…

En la película de Crichton se plantean muchos temas (ya presentes en la literatura) pero que alimentarán películas del futuro. Los robots demasiado humanos y las realidades virtuales, la rebelión de las máquinas, los parques de atracciones temáticos que fallan… Así vienen a nuestra cabeza Terminator, Blade Runner, Parque Jurásico, Inteligencia Artificial o Matrix

A pesar de su interesante planteamiento el desarrollo de la historia y su estética es bastante light. No se cuidan ni las tramas secundarias ni los personajes secundarios. El novato (Richard Benjamin) es bastante gris pero la verdad que no deja de ser una virtud para lo que quiere contar aun así es difícil contactar con él… El espectador irremediablemente se pone desde el principio al lado de ese carismático Yul Brynner robotizado (rozando la caricatura) y está deseando una y otra vez que aparezca, amenazador. Las posibilidades del parque de atracciones y sus tres mundos podrían haber generado una película potente visualmente pero no es así. Lo que vemos es como si se estuviesen llevando a cabo películas de serie B. Y su banda sonora totalmente olvidable e incluso molesta.

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Capricornio uno (Capricorn one, 1978) de Peter Hyams

Capricornio uno es una película de ritmo trepidante, con persecuciones, conspiraciones secretas, aventuras y adrenalina. También es fallida (no me molesta lo inverosímil en las películas pero aquí roza el absurdo) pero es tan entretenida que a veces te olvidas. Y parte también de una muy buena premisa. Además es puro cine de los setenta tanto en realización como en temática.

Tres astronautas norteamericanos (uno de ellos es Brolin, el más prota) están preparados para volar a Marte en una misión espacial carísima… De pronto cuando se disponen a despegar, les hacen bajar de la nave y los trasladan en avión hasta unos grandes estudios cinematográficos donde tendrán que simular (les amenazan con la seguridad de sus familias) que realmente están realizando el viaje espacial. Los motivos mezclan la política y la investigación espacial. El máximo dirigente del proyecto detectó un defecto que iba a abortar el viaje, no podían arriesgarse después del mucho dinero invertido por el Gobierno a fracasar pues supondría tirar por la borda años de investigación (y perder mucho poder e imposibilidad de financiación futura). Esos tres astronautas tenían que regresar vivos y como héroes nacionales. Pero poco a poco todo se va torciendo y no solo porque aparezca un técnico inteligente, un periodista entrometido y unos austronautas muy íntegros…

Así esta vez sí que la película tiene secundarios carismáticos pero la mezcla de tramas queda un poco en plan batiburrillo paranoico y el mundo de las coincidencias como lo más normal del mundo. Así además de los tres astronautas (que si te interesas por su paradero) nos encontramos con Elliott Gould, el periodista intrépido; Telly Savalas que pasaba por ahí protagoniza la persecución más emocionante con su avioneta; Brenda Vaccaro, de sufrida esposa con personalidad; Karen Black… de guapa y punto…Y entre todos arman una película con demasiados cabos sueltos, un final demasiado abierto pero una sensación de habértelo pasado de miedo.

Capricornio Uno está empapado en ese cine de los años setenta donde los periodistas desvelan tramas donde los poderosos manejan al mundo a su antojo y todos fuéramos marionetas indefensas y donde las conspiraciones paranoicas son el padre nuestro de cada día. Y los enemigos sin rostro salen de debajo de las piedras. Pero aquí es puro divertimento, imita el ambiente y las formas de películas serias como Todos los hombres del presidente, El último testigo o Los tres días del cóndor y deja una película de ritmo trepidante. Contaba con todos los ingredientes para haber ido más allá del entretenimiento…, además partía de una premisa potente y un tema que siempre ha estado presente en la rumorología popular: la posibilidad de que la expedición a la luna hubiese sido un montaje, tal y como en la película se refleja un montaje del viaje a Marte.

… hablando de ciencia ficción Peter Hyams se atrevió años después a realizar la segunda parte de  2001. Una Odisea del espacio (con el título de 2010: Odisea dos… que tiene un grupo de espectadores que la defienden como secuela. Yo no la he visto).

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Una escena para recordar. El fantasma y la señora Muir (The ghost and mrs Muir, 1947) de Joseph L. Mankiewicz

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Hay películas que por una sola escena nunca caen en olvido. Y así ocurre con El fantasma y la señora Muir. Película sutil, elegante y delicada (y estos adjetivos son ciertos y están bien reflejados) donde lo fantástico forma parte de lo cotidiano proporcionando una reflexión sobre la soledad, el amor y la muerte.

… Si me dijeran que sólo me puedo quedar con un recuerdo de esta película y que lo demás no podré recuperarlo jamás, quizá tomaría la siguiente decisión: pedir que no me borraran de la memoria la despedida del fantasma, el capitán Gregg (Rex Harrison), de la señora Muir (Gene Tierney).

Esa despedida transcurre mientras ella duerme en su cama, en la habitación que ocupó el capitán. El fantasma, que se ha enamorado de la señora Muir como esta de él, es consciente de que es un amor imposible y no quiere que Lucy, su amada, renuncie a las cosas que le ofrece la vida… entre ellas enamorarse de otros hombres de carne y hueso.

Ella está dormida y tremendamente hermosa. Y él cerca de su rostro como si estuviera a punto siempre de darla un beso… le susurra que su relación hasta ahora se convertirá tan solo en un sueño. El fantasma decide, de momento, retirarse de escena… El capitán se convertirá en imagen soñada.

Después se dirige a la ventana. Esa ventana siempre con el catalejo listo para ver el mar. Y antes de desaparecer mientras sigue mirando a Lucy declara su amor de forma breve pero intensa. En unas palabras encierra todo lo que significa un amor imposible…

“Cómo te habría encantado, el Cabo Norte… los fiordos y el sol de medianoche.
Navegar entre los arrecifes en Barbados donde el agua azul se torna verde.
¡A las Malvinas, donde los vientos del sur cubren de espuma el mar!
Lo que nos hemos perdido, Lucy.
Lo que nos hemos perdido los dos.
Adiós… querida mía”.

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El mayordomo (The butler, 2013) de Lee Daniels

Escribir sobre El mayordomo es todo un reto. Porque es una película que genera debate tanto para mal como para bien. Enfrentarse a ella posibilita dos miradas posibles y a la vez contrarias.

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Mirada políticamente correcta

Una película que reúne todos los ingredientes para hacer carrera en la ceremonia de los Oscar. Una historia dramática a lo largo de varias décadas con unos personajes que envejecen (los miembros de una familia) y que viven distintos acontecimientos históricos. Un reparto de estrellas interminable, los hermanos Weinstein en la producción, Oprah Winfrey no sólo como actriz en papel para nominación sino que también contribuirá a que no pase desapercibida…

Saber dónde poner la música en el momento adecuado para lágrima precisa o el montaje de escenas que pondrá los pelos de punta al espectador. Todo envuelto en una narración cinematográfica correcta, clásica, sin innovar o arriesgarse en exceso pero con alguna puesta en escena llamativa.

Personajes estereotipados pero con rostros identificables por los espectadores que van narrando de manera muy simplificada el paso de varios presidentes norteamericanos frente la Casa Blanca hasta terminar la narración en Obama. El presidente joven y bueno (Kennedy), el presidente espectáculo (Reagan y su esposa), el presidente con problemas de estreñimiento…

Mezclar perfectamente el drama histórico y el íntimo y personal. Centrarse en un tema del que ahora están surgiendo varias películas con distintas visiones (que dan para realizar un interesante ensayo. A la espera de que se estrene 12 años de esclavitud de Steve McQueen): la historia de los afroamericanos (centrándose en EEUU). Los problemas políticos, sociales y raciales…, la lucha por la consecución de derechos políticos, sociales y civiles… Todo reflejado a través de una familia negra donde el padre entra a trabajar como mayordomo en la Casa Blanca. Además de los problemas raciales a los que deben enfrentarse tienen los propios de cualquier familia enfrentamientos padres e hijos o una madre coraje con problemas de alcoholismo.

Todos estos asuntos pintan una película a la cual da pereza enfrentarse, políticamente correcta, sin riesgo alguno, incluso tramposa en el sentido de emplear todas las armas para emocionar y hacer llorar al espectador. También puede enfadar a otro tipo de espectadores por la simplificación de la historia y la representación estereotipada de los presidentes y sus políticas. A otros les puede parecer tópica, típica y por eso anodina y aburrida… pero…

Mirada no tan políticamente correcta

Lee Daniels ofrece pinceladas interesantes y no tan estereotipadas sobre esa otra historia de los EEUU protagonizada por los ciudadanos negros. El mayordomo tiene un punto fuerte: la relación entre padre e hijo y sus dos maneras de enfrentarse a la cuestión racial. Además el espectador entiende a los dos personajes y sus dos posturas. Dos posturas que terminan encontrándose en un momento clave de la película donde padre e hijo se unen, tras el distanciamiento de años y años, en una manifestación. Y Lee Daniels consigue una relación auténtica y creíble que refleja verdad, te la crees (no ocurrió así con Precious, película que me generó tal antipatía hacia el director que no pensé que volvería a atreverme a ver una película suya).

Hay varios matices interesantes:

-En un momento de la película Luther King habla sobre el servicio negro, donde entraría el mayordomo protagonista, y explica que ha representado una subversión invisible.

Así Forrest Whitaker en su representación del mayordomo (de la mano de Lee Daniels y la historia que quiere contar) da la vuelta al estereotipo de los tíos Tom y las Mammy (que representó, entre otras, la actriz Hattie McDaniels)… y se aleja también de los controvertidos personajes (pero a la vez ricos en matices e interesantes para el análisis) que tienen el rostro de Samuel L. Jackson o Danny Glover en Django desencadenado y Manderlay.

El personaje de Forrest Whitaker se convierte en símbolo de esa subversión invisible donde un montón de profesionales del servicio trataban de sobrevivir y de relacionarse con aquellos que les rechazaban haciendo su trabajo con profesionalidad y demostrando día a día su valía y dignidad. De esta manera estaban siempre en sus vidas, en silencio, pero mostrándose al descubierto y demostrando la debilidad y pobreza de los argumentos de aquellos para los que trabajaban para mantener un sistema basado en la injusticia y la desigualdad de oportunidades. Luchando por la igualdad de oportunidades desde dentro, desde esos que les atacaban día a día, intentando lograr derechos laborales y el reconocimiento de sus trabajos.

-El hijo mayor muestra esa juventud que tenía más prisa por el cambio y la transformación y que va evolucionando en sus formas y maneras de lucha contra la injusticia. La primera inspiración es Gandhi. Luchar desde la resistencia pasiva. Un arma de una fuerza increíble pero con unas consecuencias durísimas para el que lucha por sus derechos. Y después cómo el desgaste, el cansancio, la muerte y humillación de otros compañeros de lucha y la suya propia condujo también a posturas más radicales de ruptura total del diálogo y de acercamiento con el otro. El odio genera más odio. Para finalmente llegar a una forma de lucha intermedia entre la resistencia pasiva y las posturas más radicales: la militancia y la consecución de los derechos y deberes asumiendo cargos de responsabilidad que permita la toma de decisiones, la transformación y el cambio. La muestra de todas estas formas de luchas y evoluciones dan como fruto una transformación real (un camino que todavía continúa).

-Con la historia del padre, el mayordomo, el espectador entiende totalmente la evolución del personaje. Refleja un episodio traumático de su infancia y cómo empieza a ser un ‘negro doméstico’ (término obviamente que sale de la boca de la propietaria de una plantación). El mayordomo viene de una familia esclava que trabaja el algodón en una plantación sureña. Él, un niño despierto y rebelde, ve cómo su padre recibe un tiro en la cabeza cuando se enfrenta al hijo blanco de la dueña de la plantación que acaba de violar a su madre (porque le apetecía). Así el niño intuye cómo si quiere sobrevivir tiene que presentar dos rostros (otra teoría de lucha muy bien reflejada en la película), una cara para el trabajo que desempeña (que le facilita poder vivir mejor que sus padres y poder dar una mejor vida a los suyos) entre aquellos que le oprimen y otra en su interior y en su intimidad, que mejor oculta incluso ante los que más quiere (familiares y amigos). Cuando se da cuenta de que en realidad está más cerca de lo que su hijo plantea y piensa… es cuando estos dos rostros se enfrentan (chocan) cuando es invitado por el presidente Reagan a una cena y se siente que forma parte de un espectáculo en el que no quiere participar sobre todo cuando ve las políticas en cuestiones raciales del presidente (y su postura frente el apartheid)… Así el protagonista quiere que salga su otro rostro, su identidad, su yo. Ya ha luchado demasiado en silencio. Quiere mostrar libremente la vena que hizo que su padre muriera de un tiro en la cabeza…

-En una de las cenas familiares más tensas donde chocan las maneras de enfrentarse al tema racial de manera más radical entre padre e hijo (arrastrando a la madre y al hijo pequeño, bonito personaje), todo estalla por el actor del momento y una discusión sobre la representación del hombre negro en el cine: Sidney Poitier. Mientras que para el padre, la madre y el hermano pequeño es un orgullo el tipo de personajes que está llevando a cabo el actor (cómo están siendo representados en pantalla) y les gusta las películas en las que sale (en concreto hablan de En el calor de la noche y Adivina quién viene esta noche) para el hermano mayor y la novia, Sidney Poitier y sus personajes refleja al negro que los blancos quieren que sean (es la representación del hombre negro según la mentalidad de los blancos)… No es más que un sometimiento más, que una realidad irreal que les priva de libertad y de identidad.

-Y por último Lee Daniels muestra esa herida abierta que dejó la esclavitud y la vida en las plantaciones. Y hace que el personaje de Forrest Whitaker vaya a visitar junto a su esposa a la plantación de su infancia y recuerde que se habla de los campos de concentración y cómo se vivía ahí (cómo quitaban a las personas no sólo la vida sino también la dignidad. Y cómo cada día era una humillación continua)… para él el paso por la esclavitud y las plantaciones es similar en daños al que se vivía en los campos de concentración. Y eso deja secuelas y heridas…

Es por esta segunda mirada llena de matices y que permite el debate y el análisis por la que El mayordomo me atrapó como espectadora.

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La fantasía en dos películas que no son redondas: Las brujas de Zurragamurdi de Alex de la Iglesia/La espuma de los días de Michel Gondry

La fantasía es el único concepto que relaciona estas dos películas. Tanto De la Iglesia como Gondry poseen una imaginación que inventa y produce historias y mundos. Universos. Pero a veces la fantasía desbordante no crea lo deseado y surgen dos películas fallidas que pudieron ser y no fueron. Las fantasías de ambos realizadores se estrellaron en un sinsentido caótico. No obstante (y paradójicamente) es precisamente esa fantasía la que salva estas dos películas de no caer en el más absoluto de los olvidos.

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Las brujas

La De Alex de la Iglesia parece como si el realizador se fuera cansando de su fantasía y energía. Y se va volviendo más delirante pero más cansina y cutre. Así parece mentira que sea el mismo director el que haya rodado el atraco en la Puerta del Sol lleno de ritmo, humor y planificación así como visualmente potente y el que haya realizado la escena culminante más cutre y desagradable en lo visual, el aquelarre final donde más que fantasía campa lo ridículo y el mal gusto. Donde lo fantástico, desgraciadamente, es lo más absurdo y fuera de lugar. La película se pierde… decae.

Curiosamente las brujas del título son los personajes menos conseguidos (hasta Carmen Maura está mal o incómoda y mira que eso es raro) y los que menos sorprenden. No hay absolutamente ningún personaje femenino con el que conectar o empatizar. Nunca mejor dicho: son todas unas brujas, incluidas esas señoras con rostro de Carlos Areces y Santiago Segura (que por otra parte son las que mejor te caen de la galería de brujas caníbales… que te irías con ellas a tomar un chocolate con churros —aunque ellas a lo mejor prefieren otra cosa—). Y curiosamente (se le nota la misoginia o enfado con las mujeres al realizador) la galería de chicos son todos tontos, tontos hasta decir basta pero los protegerías a todos y con todos te irías alegremente a pasar una tarde, incluso con el señor de Badajoz. La sorpresa para esta espectadora ha sido descubrir un Mario Casas actor con una vis cómica muy pronunciada. Me reí con él un montón. Y también confieso que Hugo Silva de Cristo plateado va a quedar como imagen icónica…

Así Alex de la Iglesia demuestra que posee un mundo particular y que puede llegar a ser muy divertido. Al principio crees que te encuentras con una película de ritmo trepidante, comedia pura con unas dosis de terror… pero al final su energía decae y también su manera de dirigir… y deseas que termine ese aquelarre absurdo y vuelvan todos a la Puerta del Sol.

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La espuma

A Gondry le puede su desbordante fantasía. Esta vez toma el universo de Boris Vian y lo traslada a su mundo peculiar. Y te engancha pero se desborda… y a veces al espectador le cuesta conectar con unos personajes envueltos en un mundo de deslumbrante imaginación. Pero a la vez sabes que sólo pueden vivir en ese mundo creado por Gondry y que la historia sólo tiene sentido en su mundo recreado. Sin embargo su fantasía es tan exacerbada que acaba con la emoción del espectador o con los puntos de conexión de tal manera que puede convertirse en una película que te deja totalmente frío.

Pero paradójicamente también es en la fantasía (y su plasmación) donde se esconde lo más interesante de la película. En un mundo de fantasía e imaginación desbordante donde se nos está contando una historia de amor donde todo es felicidad y donde se mueven los enamorados con una alegría e inocencia desbordantes acompañados de sus amigos que son lo más… un acontecimiento, un nenúfar en un pulmón, va tornando todo ese universo donde parece que sólo cabe lo inocente, lo alegre y lo bello en un universo igual de fantasioso pero oscuro, siniestro, decadente y triste. Y esos mismos personajes se vuelven tristes… y ese mundo donde sólo había color se va volviendo tétrico y en blanco y negro…

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10 razones para amar El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder

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Razón número 1: Duelo de dúos (I Parte): Billy Wilder y Charles Brackett

¿Qué tienen en común La octava mujer de Barba Azul, Medianoche, Ninotchka, Si no amaneciera, Bola de fuego, Arise, my love, El mayor y la menor, Cinco tumbas al Cairo, Días sin huellas, El vals de emperador, Berlín Occidente y El crepúsculo de los dioses? Pues seguro que se puede jugar bastante y sacar varios elementos en común pero hay uno que con solo mirar los títulos de crédito surge con fuerza: los guiones de estas películas están firmadas por Billy Wilder y Charles Brackett. Y su última colaboración juntos fue precisamente en El crepúsculo de los dioses, una buena rúbrica final para una colaboración que dejó muy buenos frutos.

El crepúsculo los dioses es un guion amargo sobre Hollywood y sobre el oficio de guionista pero también un canto de amor hacia dicha figura dentro del equipo humano necesario para crear una película. Esta historia tal y como está contada y cómo está contada, en primera persona, solo puede llevarla a cabo y manteniendo siempre el interés un buen guionista desencantado, como el protagonista del film, Joe Gillis. Y sólo podía llegar a estar tan bien narrada y tan bien reflejado el oficio de guionista con dos profesionales como eran Billy Wilder (también director) y Charles Brackett (también novelista y productor).

Razón número 2: Duelo de dúos (II Parte): Gloria Swanson y Erich von Stroheim

Pero otro dúo brillante que forma parte de una historia mágica (y decadente) y que da autenticidad a cada fotograma es el formado por Gloria Swanson y Erich von Stroheim o lo que es lo mismo por Norma Desmond y Max von Mayerling.

Y la historia verdadera y la historia de ficción se funden creando autenticidad y verdad. Su huella deja el lado más duro de un Hollywood silente que encumbraba y relegaba al más absoluto de los olvidos cuando salías del todopoderoso sistema de estudios. Pero los dos siguieron con la cabeza alta… No protagonizaron en realidad la tétrica pero a la vez deslumbradora y decadente historia de Norma y Max pero sí la suya propia, la de Gloria y Eirch.

Ambos eran grandes en el cine silente. Pero él se salía tanto de los canones de la industria que le terminaron relegando y no le dejaron terminar muchas de sus obras. Pero siguió en el mundo del cine y no cayó en el absoluto olvido por sus labores como actor. Ella era una de las divas y reinas del cine mudo pero en cuanto llegó otra forma de hacer cine (más su rebeldía) se retiró de la pantalla blanca (y se dedicó a otros terrenos, no la fue nada mal). Los dos coincidieron en un momento que supuso lo sublime y la caída más estrepitosa. Ambos fueron artífices de una obra cinematográfica inacabada llena de historias y con imágenes que preludian lo que podría haber sido: La reina Kelly (1929). No acabaron de la mejor de las maneras. No se vieron más. Pero volvieron a encontrarse, y el encuentro fue dulce, en El crepúsculo de los dioses. Ya en los años cincuenta. Ella como una actriz decadente encerrada en una mansión-cárcel-refugio. Él como un mayordomo eficiente que esconde un pasado como director de cine y primer esposo de la diva caída… Y siguen un ritual, al que ahora se une el joven guionista Gillis, se proyectan en el salón las viejas películas de ella. Las imágenes que se ven en El crepúsculo de los dioses se corresponden a aquella película inacabada… Y es emocionante ver el rostro de ambos mientras miran las escenas silentes.

 Ficción y realidad. Realidad y ficción. Todo se mezcla.

Razón número 3: cameos y apariciones con mucho arte

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… La diva del cine silente se deja acompañar por otras viejas glorias. Igual que Gloria Swanson (como su personaje Norma Desmond) conocía perfectamente esa época porque fue una de las protagonistas… otros rostros silentes salen en esta historia. Así Norma Desmond recibe la visita semanal de tres actores del cine mudo con los que juega interminables partidas de cartas. Ellos son Buster Keaton, Anna Q. Nilsson y H.B.Warner (los dos últimos bastante más relegados al olvido. Tratemos de recordarlos: para los amantes del western ella fue la primera Cherry Malotte, dueña de un Saloon en la Alaska que vive la fiebre del Oro, de las cuatro versiones que tendría The Spoilers. Y H.B. Warner fue el protagonista del Rey de Reyes mudo de Cecil B. DeMille pero luego tuvo papeles secundarios en películas míticas como el alcohólico y triste dueño de la droguería donde trabaja George Bailey en Qué bello es vivir).

También están los que supieron subirse al carro… como un director que hace de sí mismo pero que fue uno de los que dirigió los grandes éxitos mudos de Norma Desmond. Lo vemos en su salsa, siendo él mismo, en un estudio y rodando en la Paramount… ni más ni menos que el ‘rey del espectáculo’, Cecil B. DeMille. Si en tiempos del mudo tuvo éxitos como Juana de Arco,  Los diez mandamientos o Rey de Reyes… en aquellos años seguía dando espectáculo con Sansón y Dalila, El mayor espectáculo del mundo u otra nueva versión de Los diez mandamientos… Precisamente en el cameo le vemos en un estudio de la Paramount, en esos momentos estaba rodando realmente Sansón y Dalila.

Una de las reinas del chisme también hace de sí misma… aquellas columnistas capaces de elevar o hundir carreras… presente y haciendo de ella misma en la última impresionante escena que protagoniza una Norma Desmond trastornada. Hablamos de Hedda Hopper y Billy y Charles nos la presentan en su salsa.

Razón número 4: cine dentro del cine. Hollywood dentro de Hollywood

El crepúsculo de los dioses habla de cine, es sobre cine y emplea de manera brillante todos los recursos del lenguaje cinematográfico. Así es un retrato duro pero a la vez apasionado de la industria cinematográfica en Hollywood. Es una historia del cine desde la época del cine mudo hasta el apogeo del sistema de estudios en los años 50 (a punto de caramelo para la caída). Asistimos a la cara oscura pero también a entender por qué se ama ese mundo, ese mundo de hacer películas.

Nos encontramos con los entresijos de un estudio (La Paramount). Sus estrellas, sus productores, guionistas, directores, técnicos, ayundantes de producción, representantes… que foman parte de una gran plataforma, de un plató gigante, que cuenta historias para que se proyecten en la pantalla blanca. Pero este sistema de estudios es una maquinaria que engulle y tritura. Crea y destroza. Encumbra y olvida. Fama y fracaso. Estrellas y sombras. Pero también creatividad, invención, imaginación, levantar sueños, el gusanillo de escribir, de dirigir, de actuar… La cara y la cruz de Hollywood. Un sitio lleno de claro oscuros. Amanece y lo amas, pasa el día y te vas desesperando, anochece y entre litros de alcohol y rechazos terminas odiándolo… y a dormir… que espera un nuevo día.

Norma Desmond y Joe Gillis son dos personajes complejos pero redimidos, sin embargo, por su entrega absoluta a la pantalla blanca. Es lo que les hace vivir y morir. Aman y odían con intensidad el mundo que les hace personas pero también les destruye.

Razón número 5: la mansión y las escaleras

Cuando el guionista Joe Gillis pisa por primera vez la mansión que se convertirá en su cárcel la describe perfectamente. Le recuerda a la mansión que se cae a pedazos en su decadencia que describe Dickens en su novela, Grandes esperanzas. Y piensa que dentro puede habitar una especie de señorita Havisham… y no se equivoca. Solo que Desmond no se rinde y sigue buscando el amor (o el sentirse deseada) aunque tenga que pagar y retener al bello guionista como sea.

Y esa mansión enorme cobija habitaciones sin cerraduras, decorada de manera barroca, como si se tratara de un artificial decorado de película de lujo, un hogar digno de diva decadente. Un decorado que se va desplomando pero que guarda cierta hermosura. Una piscina sin agua que se llenará con la llegada del aire fresco, Joe Gillis. Y que se convertirá en su tumba. Habitaciones con fotografías antiguas, que se aferran al pasado. Habitaciones con goteras. Un dormitorio con un mono muerto. Un entierro en el jardín salvaje.Y unas escaleras que son el mejor escenario para que una Norma Desmond ofrezca la actuación de su vida mientras las cámaras ruedan.

Recopilando curiosidades me entero de que la misma mansión, antes de que se desapareciera definitivamente, se emplearía también en una película donde se rodarían escenas míticas. Es la mansión abandonada donde se refugian en un momento dado los jóvenes de Rebelde sin causa.

Razón número 6: ¿Cuál es el género?

¿Cine negro? Así parece en las primeras escenas. ¿Terror? Es lo que sentimos nada más pisar la tétrica mansión. ¿Comedia? ¿Drama? ¿Melodrama? ¿Comedia romántica? Todos estos géneros se encuentran encerrados en El crepúsculo de los dioses y ninguno chirría. Es tan brutal y tan claustrofóbico a veces el encierro de Joe Gillis (sobre todo cómo lo vive… recordemos que es él el ‘peculiar’ narrador) que sus escapadas y su historia con la joven guionista (Nancy Olson) se hace necesaria. Porque es una manera de pintar un posible futuro para Gillis. A veces los excesos de Norma nos pueden provocar risa… pero una risa incómoda, como el comportamiento de su fiel mayordomo. Una risa que se transforma en lágrima porque hay tragedia detrás de lo estrafalario. Todo está envuelto en un ambiente de cine negro porque sabemos desde el principio que lo que estamos viendo es la crónica de un crimen y sabemos que no hay salida posible, ni salvación ni redención para su protagonista.

Razón número 7: William Holden, pistoletazo de salida

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En muchas ocasiones he cantado mi amor platónico hacia William Holden. El crepúsculo de los dioses supuso el pistoletazo de salida para una carrera que despegó lentamente (llevaba desde finales de los años 30 apareciendo en pantalla). Joe Gillis funciona porque lo construye un buen actor (además de partir de un buen guion). El guionista gigoló que va mostrando su vulnerabilidad, sus puntos débiles, lo que le hace más humano. Joe Gillis, un personaje tremendamente complejo y muy bien reflejado por un Holden no sólo atractivo sino que muestra toda la ambigüedad del personaje y consigue que finalmente todos los espectadores estén convencidos de que no se merece contarnos esa historia desde el fondo de una piscina, sin posibilidad de futuro.

Y a partir de El crepúsculo de los dioses, vendría el reconocimiento. Y una galería de películas que me hacen ser para siempre espectadora fiel (ya se vislumbraba en Sueño dorado, el violinista boxeador): Nacida ayer, Traidor en el infierno, Picnic, La Colina del Adiós, El puente sobre el río Kwai, El mundo de Suzie Wong, Grupo Salvaje, Network…

Razón número 8: el narrador, un guionista muerto

Y seguimos con Joe Gillis y William Holden. No sólo es guionista de profesión sino que se convierte en narrador omnisciente del relato cinematográfico. Ya sabe todo lo que va a ocurrir puesto que está muerto. Domina la historia. Y nos la cuenta como lo que es, un guionista. Todo lo vemos bajo su mirada. Y los ambientes por los que se desenvuelve. Y las descripciones de los personajes. Quizá esa es la explicación de ese universo de géneros. Según el estado de ánimo del narrador se va hacia el cine negro, hacia el humor negro, hacia el terror, la intriga o el romanticismo exacerbado…

Razón número 9: érase una vez un gigoló y una dama decadente

Érase una vez un gigoló y una dama decadente en una mansión encerrados en una fiesta de fin de año con una orquesta a su servicio… El crepúsculo de los dioses no es un cuento de hadas. Lo triste (y lo humano y esperanzador) de Joe Gillis es que todavía le queda la suficiente humanidad como para entender la decadencia, los miedos y la tristeza que encierra el rostro de Norma Desmond, otro personaje perdido y frágil. Y los dos son capaces de crearse un universo donde tratan curarse de las heridas. Pero un universo artificial que termina resquebrajándose y matándoles a ambos. Norma no puede vestirse siempre de las bañistas de Mack Sennett o hacer reír con una imitación magistral de Charlot… no puede evadirse siempre. Y Gillis no puede estar toda la vida huyendo sin enfrentarse a sus problemas. Cuando ambos tratan de encarrilar sus vidas… ya es demasiado tarde. Gillis muere, y Desmond pierde la cabeza definitivamente, se quiebra.

Razón número 10: Un principio y un final. Historia redonda

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Las películas como las novelas o los cuentos tienen mucho terreno ganado si tienen un principio que atrapa, un desarrollo que mantiene el interés y un final que deja clavado al espectador en el asiento. Y así es El crepúsculo de los dioses. El principio te atrapa y no te suelta: ¡una historia que te está narrando un cuerpo muerto flotando en una piscina de una mansión de Sunset Boulevard! El desarrollo no decae en ningún momento pues se trata de entender cómo se llega a esa situación. Y el final nadie puede olvidar la locura de Norma Desmond bajando por las escaleras cual diva, ante las cámaras, que la están rodando, sin ser consciente de lo que ha hecho… y camino a la detención y reclusión definitiva.

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Gravity (Gravity, 2013) de Alfonso Cuarón

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La sensación de estar perdido en el Espacio y condenado a morir irremediablemente así como la belleza que envuelve un ‘ambiente’ ajeno a la mayoría, la personalidad diferente de hombres y mujeres que se entregan a los ‘viajes estelares’ y su ‘enamoramiento’ irreversible hacia esa visión del planeta tierra desde las estrellas… se puede experimentar inmiscuyéndose entre las páginas de los relatos de Ray Bradbury. Así al enfrentarse al visionado de Gravity del director mexicano Alfonso Cuarón el espectador puede sentir esa experiencia visual tal y como lo reflejó Bradbury en los cuentos de Caleidoscopio (varios astronautas en el vacío del espacio en un viaje sin retorno) o El hombre del cohete (las largas ausencias de un astronauta de su hogar y cómo se siente extraño en tierra firme… puede ser la cara b del personaje de George Clooney en la película).

Alfonso Cuarón y su hijo Jonás escriben una trama sencilla pero intensa. Una trama universal: todos los espectadores han pensado alguna vez en la muerte. La película tiene dos dimensiones: una que habla de una ‘odisea’ en el espacio donde los supervivientes de un accidente espacial quieren regresar a su hogar, el planeta tierra… y en el camino encuentran todo tipo de dificultades y obstáculos que dificultan el regreso. Y otra dimensión más espiritual que habla del instinto de supervivencia del ser humano, de cómo enfrentarse a situaciones límites, a la muerte, a la vida, de cómo recuperar fuerzas y no rendirse ante lo irremediable… un viaje espiritual que vive sobre todo la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock).

Igualmente que la trama tiene dos dimensiones, la forma que tiene Alfonso Cuarón (que después de su último largometraje cinematográfico, Hijos de los hombres, en 2006, regresa de nuevo a la ciencia ficción) de trasladarla a la pantalla grande ofrece tres vertientes. Se empapa de las claves del género de ciencia ficción y películas de temática del espacio y aventuras, envuelve todo de un perfeccionamiento técnico que da personalidad (y está al servicio de la historia) a la obra cinematográfica y ofrece al espectador una experiencia cercana a un viaje espacial a través del 3D (también al servicio de la historia).

Así el espectador se pone al lado del personaje más inexperto en su primera expedición espacial (la doctora Ryan) y viaja con ella en su aventura límite. Cuarón muestra de manera magistral a través de la cámara subjetiva, la angustia del personaje perdido en el espacio. No sólo emplea lo visual para envolver al que mira y ‘viaja’ sino también adquiere importancia el uso del sonido. Además juega bazas importantes: el público empatiza desde el principio con los dos personajes principales (y únicos) de la trama. No sólo porque son dos rostros absolutamente identificables (Sandra Bullock y George Clooney, el experto astronauta que se encuentra en su última expedición espacial… después el retiro) sino porque tan sólo en unas pinceladas construye a ambos personajes así sus personalidades quedan al descubierto (sus vulnerabilidades, fuerzas y secretos). Son complementarios: el experto que sabe leer el espacio, se desenvuelve como pez en el agua en él y profesional tranquilo y la profesional en otro campo que se enfrenta por primera vez a un mundo desconocido y de pronto se enfrenta a todos sus peligros.

Alfonso Cuarón consigue no sólo una historia que funciona, un viaje espacial emocionante cuyo objetivo es el regreso a la tierra, sino que proporciona un universo atractivo e imágenes llenas de belleza y emociones a través del lenguaje cinematográfico (entre otras cosas con un empleo virtuoso del plano secuencia). Una lágrima que flota, una mujer en la gravedad dentro de una nave que se mueve cómo si fuera un recién nacido en el útero materno… Dos seres en la inmensidad del espacio, mientras amanece en el planeta tierra, unidos por una especie de cordón umbilical, emocionarse ante unas frecuencias de radio que recogen unos ladridos o una nana…

Un viaje espacial y espiritual… con temas tan universales como el enfrentamiento entre la muerte y la vida y el brutal instinto de supervivencia que poseemos los seres humanos que activa un montón de mecanismos para aferrarse a la existencia (incluso si es necesario provocar alucinaciones, enfrentarse a miedos, aferrarse a creencias…), para regresar a casa…

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Diccionario cinematográfico (202)

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Joyas: son muchas las joyas que vienen a mi cabeza que adornaron y adornan los fotogramas de una galeria de películas… Sólo una muestra de pendientes, collares y anillos para elegir…

Pendientes: Madame M… gira alrededor de unos pendientes que pasan de mano en mano y cambian drásticamente el destino de su dueña…

Mamá Joad se despide de su hogar mirándose al espejo mientras se coloca unos pendientes. Es como si fuera el último momento para sí misma. El último momento de coquetería… algo que nunca se ha podido ni podrá permitirse. Todo en la tremenda Las uvas de la ira.

La joven de la perla, un cuadro tiene un matiz distinto si la modelo finalmente se perfora la oreja y se pone una perla…

Collares: Pretty Woman se convierte definitivamente en Cenicienta vestida de medianoche cuando a su traje rojo y a su elegante peinado para acudir a la Ópera (destino que ella no sabe hasta el final de la secuencia), el millonario empresario aporta un detalle más, un increíble collar de brillantes.

Sin embargo Satine nunca se siente tan cortesana cuando tiene que aceptar el laborioso collar que le ofrece el hombre al que no ama, el duque malvado y ridículo. Y ese collar-regalo no puede aceptarlo. Le quema el cuello. Moulin Rouge ha dejado tiempos alegres y locos para convertirse en un melodrama romántico.

Me entero de que uno de los relatos más impresionantes para servidora de Guy de Maupassant fue llevado a la pantalla de cine en una película sueca que era un trabajo colectivo de varios directores… y el episodio de El collar fue rodado por Gustav Molander y protagonizado por Ingrid Bergman (¡tengo que verlo!).

Anillos: Una de las escenas más divertidas de Cuatro bodas y un funeral tiene que ver con los anillos. Por otra parte los anillos de boda siempre están presentes. Aquí a los protagonistas, encargados de los anillos de los novios, se olvidan de ellos. Y en la Iglesia y en plena ceremonia tienen que conseguirlos… y los consiguen… pero ¡menuda cara que ponen los novios al ver sus ‘alianzas’! Bisuteria pura junto a un anillo heavy metal.

Una de las trilogías de los últimos tiempos, que adaptaba el universo de Tolkien, no hubiera podido existir sin un anillo…

… Todavía no he visto Las brujas de Zugarramurdi pero creo que todo arranca por un botín de miles de anillos…

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