Juego de espías (Juego de espías. Canfranc-Zaragoza-San Sebastián, 2013) de Ramón J. Campo y Germán Roda

juegodepespias

… Si algunos edificios o paredes pudiesen hablar… Y esta frase que tanto hemos escuchado cobra todo su sentido cuando en el documental Juego de espías la cámara viaja por un enorme edificio vacío pero escenario en tiempos pasados (y cercanos) de muchas historias. Y ese edificio es la Estación Internacional de Canfranc (Huesca), una estación de ferrocarril fantasma casi en la frontera de Francia.

Juego de espías se centra en una de esas historias donde fueron muchos los protagonistas. De las imágenes de la estación en la actualidad e infografías pasamos a fotografías de distintas épocas hasta llegar a 1940, y poco a poco, con la tensión de un thriller surge la narración de un acontecimiento: el nacimiento de una red de espías en la que operaban hombres y mujeres aragoneses, vascos y franceses para facilitar al Servicio de Inteligencia británica información crucial —sobre los movimientos de las tropas nazis y sobre las mercancías que entraban y salían— para el curso de la Segunda Guerra Mundial. Mujeres y hombres que trabajaron en el anonimato más absoluto poniendo en riesgo sus vidas y la de sus familias por la causa de los aliados y para luchar contra el nazismo. Mujeres y hombres de diferentes ideologías políticas, creencias y profesiones que hacían llegar tras una compleja red de comunicación la información. Y todo esto en un país neutral que vivía además una dura posguerra y una dictadura férrea.

El documental reconstruye un periodo de la historia desconocido y sepultado (que ahora a través de la literatura, de libros de historia, de series de televisión o de documentales como éste se está dando a conocer más)… y es puro periodismo de investigación. En busca de testigos y familiares, de testimonios, de documentación… terminamos oyendo hablar a las paredes. Así el periodista aragonés Ramón J. Campo, especialista en Canfranc, parte de sus investigaciones (que ha recogido en varios libros como El oro de Canfranc o La estación espía) para desenterrar una historia apasionante.

El realizador Germán Roda emplea varios recursos visuales además de las entrevistas a testigos, antiguos espías (donde nos encontramos, entre otros, a una entrañable abuela llamada Lola, que cuenta los hechos con una naturalidad que desarma o la dulzura de Simone que era una niña que junto a sus padres formaban parte de la red), familiares (como Emilio Astier, el nieto de uno de los espías que trata de reconstruir la vida de su abuelo y nos dice que entre la memoria y el olvido, él elige la memoria),  y especialistas que crean un relato ágil (y abren el apetito al espectador interesado dejándole con ganas de más…). A las fotografías de época e infografías se intercala además animación que recrea las acciones y actuaciones de los espías. La animación recuerda a esos dibujos que se realizaban en los juicios para reflejar las sesiones. Y es que precisamente parte de la información de este ‘juego de espías’ y que confirma la existencia de esta red es el sumario de un juicio en plena dictadura… viejos papeles que hablan… sobre una red de espías que fue desmantelada y cómo fueron detenidos y encarcelados varios de sus integrantes…

Volvemos a la estación internacional de Canfranc e imaginamos lo que pudieron vivir los protagonistas de esta historia desenterrada. Rescatamos las voces de las paredes. Pensamos en esos viajes en tren a San Sebastián, Zaragoza o Madrid o esos encuentros en viejas cafeterías o en calles bulliciosas para intercambiar mensajes… Hombres y mujeres que aun viviendo la más dura de las posguerras y una dictadura se convirtieron en espías para luchar contra el nazismo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (205)

magnoliasdeacero

Peluquerías y otros locales similares: hace poco hablé de peinados y mi querido Alfredo (blog 39 escalones) me dijo que no me olvidase de los peluqueros y peluqueras y pensé en ese momento en la cantidad de películas que además salen peluquerías muy especiales… Resulta que ayer me meto a ver Un cerdo en Gaza y uno de los personajes es un peluquero que además tiene un local donde transcurren varias escenas hilarantes de esta estimable película. Y me digo… tengo que escribir otra entrada para mi diccionario particular.

Otro peluquero que me fascina (y que está bastante olvidado) es el protagonista de una película de Hal Ashby, Shampoo. El peluquero en cuestión era un Warren Beatty que trataba de tener un salón propio. Shampoo es una comedia amarga que emplea los recursos de la screwball comedy para reflejar unos setenta con unas gotas de tristeza, crítica política y social y para reflejar un futuro bastante oscuro, sin esperanzas. El peluquero rodeado de un montón de mujeres (y peinándolas) iba viendo cómo su sueño, en un solo día, se iba desvaneciendo (y muchas cosas más como la posibilidad de estar con el amor de su vida). Y entre peinados, fiestas y una peluquería de moda se iba narrando una historia de sueños rotos.

A otra peluquería que tengo gran cariño es en la que se reúnen las magnolias de acero. Es una peluquería de una localidad pequeña donde un grupo de mujeres se cuentan sus alegrías y sus penas, viven el día a día. Uno de sus alicientes son las reuniones en el local donde van de una confesión a otra. La peluquera tiene el rostro de Dolly Parton y toma como ayudante a una tímida y apocada Daryl Hannah, que va transformándose en su ser más extraño de lo que era… pero querible. Una de las clientes nos hizo llorar de lo lindo, una jovencísima Julia Roberts.

Tampoco olvido irme a otros países y otras peluquerías (y salones de belleza). Así otro grupo de mujeres nos cuentan sus problemas emocionales, sentimentales y de todo tipo mientras trabajan en una peluquería. Y vamos entre las risas y las penas. Nos reunimos con ellas en su local de Beirut… en Caramel.

No faltan tampoco las barberías. De nuevo Tim Burton (ya en el post de Peinados recordamos las labores en la peluquería de Eduardo Manostijeras) traslada al espectador a la barbería más siniestra y sangrienta en un musical también muy amargo, Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet. Pero no olvidemos buenas escenas de barberías y asesinatos en películas de gánsteres… Claro, como no, El Padrino tiene su escena en una barbería.

Los salones de belleza y las peluquerías sirven para que muchos personajes en un momento de la película cambien totalmente su look. Se conviertan en otra persona distinta con la autoestima más arriba o con muchas ganas de gustar. Recordemos al personaje de Cher, con su pelo en un moño y unas cuantas canas… que se dispone a estar deslumbrante en una noche de Ópera y se pasa por una peluquería amiga que se mueren del gusto porque se deje hacer… y sale con un peinado muy de los ochenta, suelto y sin una sola cana… recibiendo los silbidos y piropos de todo hombre que pasa por la calle. Fundamental escena de Hechizo de luna.

El amor también entra en estos locales. El sueño de Antonine es casarse con una peluquera. Y ese sueño se hace realidad. Entre la placidez, la sensualidad y la tristeza, un romanticismo trágico. Así es El marido de la peluquera.

Y no nos olvidemos del cine clásico, me quedo con un pequeño barbero judío con bigotillo que trabaja al ritmo de la danza húngara número cinco de Brahms en El gran dictador. No podía ser otro que Charles Chaplin en su doble papel.

Por cierto… ¿en qué peluquería entraré ahora?

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Camille Claudel 1915 (Camille Claudel 1915) de Bruno Dumont

camilleclaudel

Camille Claudel, desde su infancia, sintió la llamada de la creación artística. Para ella el barro pronto se convirtió en su instrumento de trabajo. Modelaba y esculpía la visión de su mundo. Bruno Dumont esculpe emocionalmente el rostro de Juliette Binoche que encarna a la artista durante unos días en su larga estancia en el asilo de enfermos mentales de Montdevergues. Ese asilo se convirtió en una tumba donde durante treinta años Camille estuvo encerrada. Fue confinada allí por su familia. Bruno Dumont parte de un material valioso para reconstruir su reclusión: los informes médicos sobre la situación mental de Camille Claudel y las cartas que escribieron Paul Claudel, Camille, los médicos… Así Camille Claudel 1915 se convierte en un duro retrato emocional de una mujer artista que ve cómo se marchita su identidad creativa.

No se puede hablar de esta película de Bruno Dumont, sin el rostro de Juliette Binoche, que durante su carrera ha demostrado ser la ‘reina’ del primer plano donde diversos directores han esculpido emociones. De nuevo la actriz se desnuda e interioriza a un personaje para mostrarlo en toda su crudeza emocional en pantalla enorme. Ella es una Camille Claudel que pasa de la risa al llanto, de la esperanza a conformarse con sus años futuros. Ella golpea con dos monólogos y deja tocado a aquel que mira. Autenticidad emocional. Y es que Binoche es experta en dejarse moldear emociones en primer plano. Uno de los directores que la moldean es Michael Haneke y en Código desconocido en una escena angustiosa (que juega a la realidad y a la ficción), la actriz (que es actriz también en la ficción) es protagonista de un juego perverso donde una voz misteriosa le dice: “Muéstrame tu verdadero rostro”. Y eso lo sabe hacer Binoche perfectamente. Bruno Dumont presenta a su Camille Claudel en un momento de aseo personal, la desnuda ante todos, y limpia el rostro de la escultora para mostrárnoslo durante unos días donde un abanico de emociones surgen del mismo rostro por una nota de esperanza: una visita del hermano, de Paul Claudel.

Pero Bruno Dumont emplea la narración cinematográfica de otras maneras para ir realizando un retrato demoledor, violento emocionalmente y angustioso de una mujer enterrada en vida. Y ese retrato es una película realmente hermosa y compleja, Camille Claudel 1915. Así dentro de un espacio cromático y natural con tonalidades cuidadas y frías (como el clima) jugando con los sonidos interactúa una Camille que repite su rutina diaria con tan sólo mínimos cambios (la preparación de la comida, la estancia en el patio, sus conversaciones impersonales con las monjas, el médico y el personal auxiliar, su dificultad de poder establecer vínculos con los otros internos y el aislamiento que eso conlleva…). Y ella siente como esa repetición, esa incomunicación con el exterior y en el interior de los muros, ese estado de contemplación continuo, el aburrimiento y la monotonía, esa incapacidad para poder crear  la va destruyendo y minando.

El asilo de Montdevergues es un espacio de una tranquilidad y belleza inquietantes porque es un espacio aislado, de encierro, que anula las posibilidades de creación de una Camille que se consume, que se rompe.

Para acentuar más la situación y soledad del personaje, para entender su volcán emocional, Bruno Dumont proporciona a Juliette Binoche unos compañeros de reparto muy especiales: discapacitados psíquicos y enfermos mentales que intervienen en la película con el personal que les atiende que realizan los papeles de enfermeras y monjas. Y se crean momentos impresionantes donde interactúan unos y otros y donde puedes sentir las contradicciones y el estado emocional de la escultora en su relación con sus compañeros de encierro. Así hay dos momentos que destacan: uno, la presencia de Camille, como espectadora, en los ensayos de una representación teatral y el paseo a la cima de la montaña con otras compañeras del asilo y las monjas y enfermeras.

camilleclaudelI

La película se divide claramente en dos mitades. Y la segunda mitad toma un giro argumental cuando aparece y se presenta fuera de la institución mental a Paul Claudel (antes de protagonizar junto a su hermana el encuentro tan esperado y una de las escenas más escalofriantes de la película). Éste (Jean Luc Vincent) cuenta y también escribe en su diario su experiencia espiritual y surge un personaje complejo y desagradable. Un hombre que padece también una inestabilidad emocional que en realidad le aleja muy poco de su hermana…, sin embargo, él está fuera y él puede crear libremente. Pero se siente con la condescendencia de juzgar el comportamiento de su hermana y decidir sobre su vida.

Camille Claudel 1915 es la primera película a la que accedo del realizador francés Bruno Dumont. El director siempre ha trabajado con actores no profesionales y en sus películas surge una violencia extrema tanto física como emocional poniendo a sus personajes en situaciones límite. En esta película es la primera vez que trabaja con una actriz profesional y aunque no hay violencia física sí llega a presentar una violencia emocional que remueve. La última imagen de la escultora es difícil de olvidar… como difícil es enfrentarse al visionado de Camille Claudel 1915 porque toca puntos de la sensibilidad que provocan dolor pero a la vez vomita imágenes de una belleza que hace posible seguir viendo la ruptura emocional de una persona.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Maratón de películas anómalas…

Si buscamos en el diccionario la definición de anómalo nos encontramos con dos palabras clave que no quieren decir lo mismo pero que sin embargo encajan a la hora de definir la siguiente galería de películas: irregulares y extrañas. Y ésa es su baza estrella, la que las convierte en especiales y en propuestas que no tienen que dejar de verse.

Killer Joe de William Friedkin

killerjoe

… parece que los jóvenes furiosos y rebeldes de los años sesenta del cine americano (aquellos que formaban parte de la generación de la televisión), siguen siendo abuelos furiosos y rebeldes que dejan propuestas cinematográficas más radicales que la de jóvenes realizadores.

Si la obra póstuma de Sidney Lumet, Antes que el diablo sepa que has muerto, descubrió a muchos cinéfilos al director y a otros nos confirmó a un Lumet brillante… ahora llega William Friedkin y presenta esta película extraña e hipnotizante en su peculiar e irregular carrera pero con títulos míticos como The French Connection o El exorcista.

Y es que Killer Joe muestra a una familia disfuncional delirante a la que se une un policía corrupto y oscuro (la cena final no tiene desperdicio). Todos integran una película tan salvaje y con unos personajes tan amorales que termina siendo una comedia de humor negro…, sólo así es posible contar argumento tan siniestro.

Además de dejar escenas memorables, por extremas, como los distintos usos que se pueden dar a un muslo de pollo de una famosa cadena de comida rápida americana, o la presentación y posterior desarrollo de un personaje para la posteridad oscura (el propio Joe con el rostro de Matthew McConaughey que va sorprendiéndome cada día más) o cómo emplea Friedkin el sentido del ritmo así como el ambiente entre inquietante y absurdo de la película… Killer Joe deja una galeria de buenos actores que aportan sus rostros y composiciones para unos personajes harto desagradables (¡y lo hacen tan bien!): Emile Hirsch, Thomas Haden Church, Gina Gershon y Juno Temple.

Across the Universe de Julie Taymor

acrosstheuniverse

En el mundo del cine musical tengo cariño a las propuestas delirantes. Y la Taymor no tiene miedo al delirio así que Across the Universe es un musical que se tira al vacío y para la que esto escribe el intento es de lo más interesante. Durante los años setenta hubo musicales reivindicativos y quizá el más significativo fue Hair que tiene muchos puntos en común no sólo en la época que refleja sino en temática con Across the Universe.

Taymor decide atrapar una época desde un punto de vista determinado. Esa etapa es la de los años setenta y el punto de vista determinado la de jóvenes que abrazaron el movimiento hippy. Pero también cómo este movimiento se fue dispersando en distintas propuestas: un modo de vida o una militancia política que fue del pacifismo a la respuesta armada.

Los protagonistas de la historia son un joven de la clase obrera de Liverpool que llega a EEUU en busca de un padre perdido y una pareja de hermanos ricos (chico, chica… mejor amigo y amor de la vida del joven de Liverpool) que evolucionan en su rebeldía desde el movimiento hippy a militancias más radicales. Todo sacudido por el efecto que tuvo la Guerra de Vietnam en toda una generación de jóvenes norteamericanos.

Y para contar ese delirio se sirve de las canciones de los Beatles… y a través de sus letras construye una historia llena de referentes al grupo británico y a una época determinada.

Así Taymor logra sorprender en algunas versiones y equilibra un musical excesivo y barroco que no pasa la barrera (y no hubiese sido complejo) del ridículo y atrapa un determinado espíritu de una época…, me atravería a decir que una manera de mirar y pensar.

Los amantes de Pont Neuf de Leos Carax

losamantesdepontneuf

Una gran paradoja: una de las obras más caras de la cinematografía francesa y del propio Leos Carax (que arrastró y arrastra su imagen de cineasta maldito) tiene como protagonistas a dos personas sin hogar que viven en un Pont Neuf en obras. Y Los amantes de Pont Neuf narra una historia de amor desgarrado entre dos personajes heridos que viven en un París hostil. Pero a la vez Carax consigue no solamente una fuerza visual alucinante sino que puebla la película con escenas de una belleza fascinante.

Por otra parte dos intérpretes esculpen sus personajes con sus cuerpos y rostros… y es difícil olvidar a los amantes. Ella es Juliette Binoche, la reina del primer plano (absolutamente fascinante en Camille Claudel 1915 de Bruno Dumont que se estrenará en breve y que tuve oportunidad de ver en la Cineteca-Matadero). Y él es el actor fetiche del director, Denis Lavant, entre inquietante, herido y tierno.

… Así esconde imágenes inolvidables como un Pont Neuf entre fuegos artificiales o los amantes recorriendo el Sena de una manera muy especial… Y con un final que une a Carax con Jean Vigo… y una de las obras míticas del cine francés, L’Atalante. Los amantes del Pont Neuf es una película excesiva pero extremadamente hermosa a la vez.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Blue Jasmine (Blue Jasmine, 2013) de Woody Allen

bluejasmine

Jasmine, el rostro enajenado de una mujer que ha llegado al límite y que ha chocado con la más cruel y dura realidad, con sus propios actos, es una de las imágenes más desoladoras que nos ha dejado la filmografía de Woody Allen. Nunca dejó a una heroína tan en la estacada como Jasmine… pero no encuentra otra salida para ella y quizá sea la única posible. No hay redención. Blue Jasmine es la película sobre la crisis de Woody Allen.

Y se centra en los especuladores y sus familias… en esos maridos que les salió el dinero por las orejas (y arrasaban con todo y se saltaban todos los resquicios legales) y en esas mujeres que decían que todo lo firmaban pero que desconocían los tejemanejes de sus esposos. Y esos hijos universitarios con todo un futuro especulador por delante que presumían de papá porque realmente les parecía un héroe. Esos matrimonios que vivían en burbujas elitistas con sonrisas perennes y que arrastraron a todos, a los que peor les iba (para arrebatarles cualquier oportunidad de prosperar sin ninguna mala conciencia…), a una crisis que todavía se arrastra. Jasmine es una de esas esposas a las que les estalla la burbuja en la cara (algunos matrimonios de este tipo continuan existiendo e incluso les va cada vez mejor). Cuando su marido es detenido, todo su mundo se derrumba… y Jasmine la única forma que tiene de aferrarse al presente desconocido, sin dinero y sin futuro, es flotar en un pasado idealizado y seguir viviendo ‘en primera clase’. Un pasado idealizado donde es una mujer enamorada que tiene como banda sonora de su vida, Blue moon… que suena sin parar.

Y lo que hace Allen para contarnos esta historia es convertir el argumento de Un tranvía llamado deseo en universal y servirse de él (para hacerlo suyo) para contarnos el destino de otra Blanche Dubois que no encuentra ni la amabilidad de los desconocidos. Aquí su hermana (las dos son adoptadas), una mujer de la clase trabajadora, le tiende una mano (Jasmine siempre ha sido la hermana rica, la triunfadora, que ahora pasa por un bache) pero pronto se remarca también su drama, ella forma parte de esa clase trabajadora que ha sido arrastrada a la crisis por gente sin escrúpulos como su hermana y su exmarido. También se realiza una lectura amarga: en el fondo ansiaba el modo de vida de su hermana (o ansía, como está haciendo Jasmine en esos momentos, soñar)… pero tras la caída, y con un Stanley Kowalski llorón a su lado, acaba aceptando su realidad. Están condenados a permanecer donde están (tampoco es muy esperanzador) y a ser supervivientes. Eso sí en su mundo, una vez aceptado, no habrá sitio para Jasmine…

Y para su Blue Jasmine cuenta con una superlativa Cate Blanchett (amamos y odiamos su personaje por igual… y finalmente sentimos una compasión inmensa por ella —quizá ése es el único regalo que la deja el director—) y una Sally Hawkins con una sensibilidad que remueve.

Blue Jasmine también arranca las risas en el patio de butacas pero son risas hacia las situaciones que vive una mujer desesperada que se aferra a sus fantasías y que sabe que se está aferrando a ellas. Arranca risas desde su propio patetismo. Jasmine es reina en una tragicomedia. Su comunicación imposible con el entorno de su hermana y sus fracasos continuos por volver a ser una primera dama ilusionada. Risas tristes, tristes risas. No hay redención pero quizá una vez que ha chocado con la realidad y la soledad más absoluta… Jasmine pueda reconstruirse y caminar… Quizá ya no suene más la melodía de Blue moon.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Prisioneros (Prisoners, 2013) de Denis Villeneuve

prisioneros

… Un padre nuestro es lo primero que escuchamos en un paisaje nevado mientras observamos a un ciervo tranquilo y apacible. Pero ya sentimos la inquietud del momento. Y no nos equivocamos, el ciervo va a ser abatido por un padre e hijo cazadores… Y ése es el sentimiento que persigue toda la película, bajo un aparente clima de frialdad, tranquilidad y equilibrio un mundo oscuro y subterráneo que mina y aprisiona a los protagonistas.

En su primera película norteamericana el canadiense Denis Villeneuve sigue una tradición cinematográfica norteamericana con muy buen tino: una comunidad aparentemente tranquila y serena que se resquebraja y hace surgir lo oscuro de la naturaleza humana. Así Prisioneros parte de un suceso para el que nadie está preparado: el secuestro de dos niñas y a partir de ahí el descenso a los infiernos de sus dos ‘héroes’: el padre de una de las niñas y el detective de la policía que se encarga de la investigación. Y los dos por caminos diferentes, y en el mismo tiempo, llegarán a la resolución del caso con consecuencias muy diferentes sobre sus vidas.

El padre (Hugh Jackman) es como si fuera el Dios del Antiguo Testamento —una sobreprotección a los suyos que rige su vida y le conduce a la autodestrucción, camina por el ojo por ojo diente por diente—  y el detective policía (genial Jake Gyllenhaal, que este mismo año ha protagonizado otra película del director, Enemigo) es el héroe pagano que busca la redención a su soledad autoimpuesta tratando siempre, con una meticulosidad obsesiva, de llegar a la solución de los casos que le encargan.

El padre de familia alberga los mismos miedos (y que le hacen ser y actuar como lo hace) que el padre de familia de la interesante Take Shelter de Jeff Nichols… los dos personajes podrían ser hermanos. Y el detective de la policía es el tipo solitario que ha tenido una vida perra (que sólo intuimos por pinceladas bien dadas) pero que se vuelca en su trabajo para poder creer en algo (en que todo caso puede ser resuelto y solucionado)… Y las peripecias de ambos hombres van en paralelo hasta que confluyen en el mismo punto (pero sus recorridos han sido muy diferentes). Su relación se construye a base de desencuentros… juntos nunca están relajados pese a que su objetivo es el mismo: encontrar a las niñas.

Prisioneros es un thriller desolador que camina entre controversias morales complejas y unas creencias arraigadas que se convierten en enfermizas. Bajo la apariencia de familias felices, surgen los instintos más bajos en momentos extremos. Y en comunidades apacibles, habitan miedos que vomitan monstruos. Monstruos enfermos y aprisionados. Cada uno busca su medicina como puede. Pero a veces la medicina siembra el caos, el dolor y la destrucción. Y vienen a nuestra cabeza otros thrillers que tomaron este camino perturbador con historias que se quedaron en nuestras cabezas así recordamos Mystic River, Seven, Zodiac, Adiós pequeña, adiós o Arlington Road.

Denis Villeneuve se rodea de un buen elenco de secundarios (Paul Dano, Viola Davis, Maria Bello, Terrence Howard, Melissa Leo…) y además se sirve para su hipnotizadora puesta en escena del buen trabajo del director de fotografía Roger Deakins para crear una atmósfera asfixiante y fría que hace que surja una historia tensa e inquietante desde el minuto uno, sin desfallecer un segundo.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Karoo de Steve Tesich (Seix Barral, 2013)

karoo

Karoo es una novela póstuma de un guionista de cine y ha sido toda una sorpresa para la que escribe estas líneas. Steve Tesich crea un personaje que navega por un humor cínico, desencantado y negro para contar una tragedia que congela la sonrisa. Karoo es la Odisea interior de un personaje que camina hacia una redención imposible pero que no se da por vencido.

Saul Karoo es un reescritor de guiones (y a veces también vuelve a montar películas) en Hollywood. Sabe que a lo largo de su carrera ha ‘destrozado’ buenas obras cinematográficas y con otras ha hecho lo que ha podido… Él es millonario, alcohólico, mentiroso compulsivo y su vida emocional y personal es un auténtico desastre. Tiene unos cincuenta años, un hijo adoptivo al que no puede evitar hacer daño y una mujer de la que se está separando. Un productor al cual odia le hace un encargo: tiene que volver a montar entera una película de un prestigioso director que se está muriendo. Karoo sabe que es una obra maestra… pero mientras la está viendo escucha la risa de un personaje secundario, una camarera… Y entonces un recuerdo regresa a su mente. Ahí arranca esta novela que engancha desde las primeras páginas y que cuya trama es mejor no desvelar… pero está ¡tan bien contada!

… Saul Karoo es el narrador pero una cosa es lo que él nos va contando… y otra es la historia ‘oculta’ que el lector va descubriendo entre líneas. Y esa doble lectura es desgarradora y ahí se va construyendo una tragedia humana y personal que abofetea. Tras la risa, la bofetada. La sonrisa se va congelando. La dimensión que van alcanzando todos los personajes, que en esa doble mirada, se van humanizando dolorosamente (como le ocurre al propio Karoo) convierten la lectura de la novela en una buena experiencia. El lector descubre cómo ante un personaje con un humor cínico, a veces cruel, se va desvelando otra historia que te hace emocionarte y llegar a una catarsis desoladora donde nos enfrentamos a una soledad y un desarraigo brutal, a una búsqueda de un sentido de la vida con angustia… y a unas páginas finales que te dejan mudo porque te rompen. Porque Karoo además es un  ‘canto de sirena’ al acto doloroso y maravilloso de la creación, del arte de contar historias, de entender la vida, de cómo actuamos, de cómo amamos y nos relacionamos.

Y se nota cómo Steve Tesich sabía construir personajes, crear historias y cómo conocía el mundo del cine, de Hollywood, del que también ofrece un retrato entre divertido y amargo en Karoo… Tesich ganó un Oscar al mejor guion en 1979 con una película de Peter Yates, ahora olvidada (yo no la he visto), El relevo. Otro de sus guiones fue el El mundo según Garp, una adaptación de la novela de John Irving. Y dejó una novela que te sumerge en el arte de crear buenas historias con buenos personajes, historias que llevan a la cartarsis, que te hacen sentir…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Tormenta mortal (The mortal Storm, 1940) de Frank Borzage

tormentamortal

En un momento de una cena de celebración, último instante de unidad de la familia Roth y dos amigos muy allegados,  el homenajeado —un profesor universitario (Frank Morgan)—, tras la irrupción de la noticia de que Hitler ha llegado al poder y quedar constancia de la separación política que se cierne sobre la mesa, dice en tono despreocupado que entre ellos siempre habrá tolerancia y buen humor… Pero pronto nos damos cuenta de que él sabe que esto no es cierto y que una tormenta se cierne sobre todos ellos. No habrá posibilidad de diálogo, de puntos de vista contrarios, no habrá posibilidad de pensar distinto… y será imposible el sentido del humor… o la risa.

Frank Borzage no dirige una simple película propagandística de posicionamiento en un momento crítico de un estudio como la Metro Goldwyn Mayer (bastante conservador en sus planteamientos políticos) sino que realiza una película de una sensibilidad extrema que trata de entender, desde la emoción y los sentimientos, una situación que estaba llevando al desastre y a la barbarie a medio mundo. Así se vale no sólo de la ruptura familiar sino de una historia de amor trágico que alcanza lo sublime. Lo emocional y lo espiritual se unen para narrar una tragedia que estaba ocurriendo en aquellos momentos. Tormenta mortal ha caído en olvido y merece la pena que sea rescatada. Esconde un montón de tesoros.

Durante aquellos años, antes y después de la intervención de EEUU en la Segunda Guerra Mundial, los estudios de cine se posicionaron. Y se posicionaron contra el nazismo de tal manera que la producción hollywoodiense fue prohibida por Goebbels y por tanto también en los países que apoyaban su ideología. Así surgieron obras cinematográficas como Confesiones de un espía nazi, El gran dictador, Ser o no ser, Casablanca, La estrella del norte, Los hijos de Hitler, Días de gloria… o Tormenta mortal que no pudieron verse durante años en muchos sitios. Y que luego paradójicamente durante la caza de brujas y la guerra fría causarían problemas a varios de los implicados en el mismo seno de Hollywood.

Tormenta mortal no sólo cuenta magistralmente la ruptura de una familia por la situación política e ideológica sino que es una de las películas más trágicamente románticas y desesperanzadas de Frank Borzage porque además de la tormenta histórica (de ese nazismo que avanza y arrasa), el propio director vivía su propia tormenta emocional donde su vida sentimental era un desastre y el alcohol una forma de olvidar… y todo ese cataclismo emocional tanto histórico como interior se vuelca en la película.

El reparto no es bueno, es buenísimo y brillante así como bastante significativo. Por una parte un trío de actores ese mismo año aparecen en la maravillosa El bazar de las sorpresas en roles muy diferentes y muestran así su versatilidad como actores. Mientras que en el bazar muestran que a pesar de los tiempos oscuros y malos, merece la pena seguir adelante, en Tormenta mortal se transforman en unos personajes a los que de un tajo les quitan toda posibilidad de esperanza a pesar de que luchan hasta la desesperación… si bien son capaces de dejar una huella que crecerá… Así nos encontramos con James Stewart, la maravillosa y olvidada Margaret Sullavan y un Frank Morgan en un registro desconocido (dejando una brillante actuación como un profesor universitario con una dignidad intacta que luchará hasta el final por que predomine la verdad, por ser tolerante… y conservar el buen humor).

Pero no acaba aquí un reparto brillante: Robert Young y Robert Stack llevan a cabo unos personajes complejos que abrazan en un principio la ideología nazi con entusiasmo. El primero renuncia al amor que siente hacia el personaje de Margaret  Sullavan y hacia su mejor amigo (James Stewart) así como a su carrera de científico y a su profesor (Frank Morgan) para entregarse ciegamente a lo que cree que es su deber y a un Estado que anula a las personas y cualquier atisbo de pensamiento individual. Y esto le va minando y destrozando por dentro. Robert Stack renuncia a sus padres, a sus hermanos y amigos también para entregarse ciegamente al partido…, sin embargo, será el único que tras los acontecimientos más trágicos recupere algo la cordura. La duda es si valdrá de algo o si podrá actuar en la clandestinidad contra el nazismo que en un primer momento abrazó. También brillan una anciana con el rostro de Maria Ouspenskaya o una joven Bonita Granville como víctimas del régimen o un nazi sin piedad alguna con el rostro de Ward Bond.

La película está muy bien contada y todas las escenas tienen un sentido. Contiene un montón de momentos imposibles de olvidar. La cena de celebración del principio que luego volverá a ser contada (pero de una manera muy diferente) por la mirada de un Robert Stack desolado que observa una casa vacía y escucha unas voces del pasado. O el momento culminante en la taberna de la localidad cuando se reunen los jóvenes amigos en un intento de recuperar los lazos que parecían inquebrantables (los dos hermanos mayores Roth —Robert Stack y William T. Orr—, su hermana Freya —Margaret Sullavan— y sus amigos  Fritz —Robert Young— y Martin —James Stewart—, ambos enamorados de Freya) y cómo de pronto se ve lo inevitable cuando entra el líder nazi y se pone a cantar una canción patriótica. Todos se ponen en pie con los brazos en alto ante la mirada desoladora y silenciosa de Freya y Martin que son los únicos que no levantan el brazo. Esta escena tiene un efecto tan estremecedor como el que muchos años después provocará una escena similar en Cabaret.

Las dos escenas en la clase universitaria donde vemos como el profesor Roth es aclamado y respetado por profesores y alumnos en su primera aparición, a ver cómo su clase es boicoteada porque expresa que no hay ninguna prueba científica que avale que la raza aria sea diferente a las demás. Y cómo se queda totalmente solo y sin el apoyo de sus colegas (muchos por miedo a las represalias). Otro momento oscuro pero a la vez hermoso es el encuentro entre la esposa del profesor y el profesor en el campo de concentración… que nos damos cuenta que es una despedida.

Pero como es habitual en las películas más recordadas de Borzage, el director es capaz de plasmar de una manera hermosa un amor trágico y espiritual entre Freya y Martin. Así dos descensos por las laderas nevadas, esquiando, serán los momentos culminantes de su amor desgarrado por el odio y el sinsentido. Su historia es narrada entre miradas, separaciones inevitables y momentos sublimes como el casamiento simbólico que realizan antes de huir bebiendo de un vaso, que llevará en un futuro sus nombres (una tradición de la familia de Martin), el fruto de un árbol que ha visto crecer a Martin ante la mirada y las palabras emocionadas de la madre anciana y valiente. Y rodará con especial elegancia y emoción el momento trágico donde el destino de Freya y Martin se convierte en imposible…

… Es bueno no dejar escapar Tormenta mortal… para evitar quizá otras tormentas que vendrán…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Reflexiones sobre la comedia romántica contemporánea: Crazy, stupid, love (Crazy, stupid, love, 2011) de Glenn Ficarra y John Requa/Don Jon (Don Jon, 2013) de Joseph Gordon-Levitt

Estas dos comedias románticas no sólo reflexionan sobre este género a la hora de desarrollar sus historias sino que además comparten a una de sus actrices: Julianne Moore. Las dos películas son conscientes de su condición de comedia romántica (y ambas realizan el rizo de hablar sobre cine en el cine y cómo este arte afecta a nuestras vidas y forma de relacionarnos) y además aunque no sean redondas se convierten en obras con un halo especial y extraño que las hace únicas y frescas. De ambas surgen cuestiones sobre los caminos que recorre dicho género. Y las dos saben a lo que están jugando. No proponen una nueva formulación o un paso más innovador, sino que reflexionan sobre el propio género (a este dúo sumaría Con derecho a roce pero me parece la propuesta más floja de las tres… aunque tiene esa cualidad de frescura y reflexión).

Crazy, stupid, love (Crazy, stupid, love, 2011) de Glenn Ficarra y John Requa

crazystupidlove

Cine dentro del cine o influencia de dicho género en la propia narrativa de la película. En la escena romántica entre los personajes de Ryan Gosling (un conquistador musculitos de una chica para cada noche) y Emma Stone (chica seria e inteligente que enamora al musculitos), ésta le pregunta que qué hace antes de llevarse a su conquista femenina a la cama. El personaje de Ryan Gosling le dice que emplea una fórmula que jamás le falla. Y es decirle a sus conquistas que es capaz de realizar el paso de baile de Dirty Dancing. Les reta a que prueben el salto y que él logrará sostenerlas… y después directos a la cama. Obviamente terminan ensayando el salto… pero precisamente lo romántico en esta escena es el grado de confianza que alcanzan los dos personajes que en un principio iban simplemente a pasar una noche de sexo (uno por costumbre, y la otra por despecho) y al final se quedan toda la noche dale que te pego a golpe de charla y risas. Cine dentro del cine y además comedia romántica al cien por cien…

Llevaba tiempo detrás  de esta película, pues ambos directores ya me llamaron la atención con otra propuesta cinematográfica imperfecta pero distinta que no me dejó indiferente y me desconcertó bastante, Phillip Morris, ¡te quiero! (otra comedia romántica-onírica-dramática sobre una pareja de homosexuales que se enamoran en la cárcel)… Con Crazy, stupid, love disfruté de una comedia romántica que trata de romper con los estereotipos del género para finalmente construir una comedia romántica… parece un rompecabezas absurdo pero funciona (lo mismo pasa con Don Jon). Y la premisa de la que parte es que tanto los espectadores que ven la película como los propios personajes son consumidores de comedia romántica (y ésta influye en sus vidas y en sus relaciones personales… más bien en sus ensoñaciones personales). Y jugando con esta premisa y rompiendo los estereotipos… finalmente se construye una película de género. Así se forma una especie de bucle cinéfilo… la comedia romántica tiene unos códigos y se puede jugar a romperlos pero lo que tiene que resultar al final es una película con los ingredientes del género… Los personajes tratan de huir de los estereotipos pero finalmente viven una comedia romántica. Estas dos películas rompen y reconstruyen a la vez… y el resultado funciona.

La película empieza por donde ninguna comedia romántica lo hace (y no me estoy refiriendo a Dos en la carretera u otras comedias clásicas sino al género de comedia romántica como se conoce ahora y que indagamos sus orígenes a partir de Cuando Harry se encontró a Sally…). Se muestra un local pero sólo vemos los pies bajo las mesas… que se interrelacionan y comunican. Hasta que llegamos a una mesa con unas playeras y unos tacones distanciados, sin comunicación… después nos ponen los rostros a los que pertenecen dichos pies. Un matrimonio formado por Steve Carell y Julianne Moore. Ésta le comunica, en un momento cómico y brusco, que quiere el divorcio… Y el título de la película hace su aparición.

Crazy, stupid, love resulta porque no esconde lo que es pero a la vez es como si quisiera romper los códigos del género al que pertenece y demostrara que no es posible porque lo que quiere contar es una historia de amor con gotas de humor. Así a través de tres generaciones distintas construye lo que sabemos desde el principio, una comedia romántica de la que terminamos disfrutando sin complejos (y por unas buenas interpretaciones de actores con química y buenos momentos tanto humorísticos como románticos). El matrimonio maduro a punto de romperse por la monotonía donde muestra la vida del uno sin el otro y cómo encaran la ruptura de muy diferentes maneras… para darse cuenta (de algo que ya sabíamos) que terminarán juntos de nuevo (con la aparición estelar de un personaje secundario genial con el rostro de Marisa Tomei). Después la historia de dos jóvenes con distintas concepciones del amor (el don juan musculitos y la tía seria que busca el hombre ideal) que terminarán en el mismo barco (Ryan Gosling y Emma Stone) y por último el amor adolescente, platónico y no correspondido: el que siente el hijo del matrimonio, de 13 años, por su joven canguro, de 17.

Don Jon (Don Jon, 2013) de Joseph Gordon-Levitt

donjon

El debut de Joseph Gordon-Levitt propone una película aparentemente superficial con una pareja de lo menos romántico: un musculitos adicto a la pornografía, católico hasta la médula, que sólo le interesa su coche, su familia, sus amigos, su gimnasio, una limpieza meticulosa y sus salidas nocturnas… y una choni adicta a las comedias románticas que busca ser una princesa con el príncipe azul perfecto según su cabeza. Y he de decir que Joseph Gordon-Levitt y Scarlett Johansson están perfectos en sus roles. Así oímos la voz del protagonista que explica por qué es mejor el porno que una relación sexual real y por qué merece más la pena que una comedia romántica… mientras su choni pierde el norte ante una de esas películas y se esmera por cambiar a su novio al tipo de príncipe que busca. Mientras ninguno de los dos consigue comunicarse, los dos tratan de presentarse como una pareja ideal y maravillosa ante los demás.

Y tras estos personajes superficiales surge su incomunicación, insatisfacción, miedo y vacío. La comedia esconde un drama. Y aparece así el tercer personaje en cuestión… la mujer con rostro de Julianne Moore que se acerca a musculitos en unas clases nocturnas (impuestas por la choni para que su príncipe encuentre un trabajo mejor y con futuro). Y en ese personaje surge lo que Joseph Gordon-Levitt nos quiere contar (y lo que a muchos espectadores les ha decepcionado… a mí me parece un giro brillante): desmonta una comedia romántica con una historia de amor imposible (y más bien trágica) para finalmente reconstruir ante nuestra mirada una comedia romántica que devuelve una dimensión a un mito: la redención de un Don Juan con más músculo que cerebro.

Y ese personaje es el que logra que una espectadora se acerque también a Don Jon y su princesa choni y empatice con ellos. Los entienda. Es ella la que saca la ternura y la vulnerabilidad del personaje. Y es ella la que después de dinamitar los fundamentos del género, los restablece. Pero lejos de verlo como un giro conservador y moral (como lo han vivido muchos), creo que Gordon-Levitt lo que quería era construir una comedia romántica pura que hablara sobre la incomunicación, la soledad, la frustración, la evasión para evitar el dolor… Y cómo el enamorarse, escuchar y respetar al otro puede ser también una evasión compartida, una huida del dolor, y un intento en construir relaciones y destruir soledades e inseguridades.

El personaje de Julianne Moore no está metido con calzador sino que surge en el momento preciso. Muchos ven imposible que se interese o se fije en Don Jon… precisamente creo que es posible porque ella lo que busca en ese momento de su vida es la evasión, alejarse lo más posible de su realidad cotidiana. Siente que con alguien como Don Jon podrá evadirse pero ella no es egoísta como lo es Don Jon (que lo es como estrategia de supervivencia y por miedo) sino que quiere compartir esa evasión con él… Y así es la única que se acerca a la esencia del personaje de Don Jon y que logra un clic en su persona, una vía para la transformación y el cambio. No es el príncipe azul de la princesa choni pero sí puede ser alguien con quien compartir una huida, un dolor. No es más que otra comedia romántica… y a mí eso me atrapó…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La piel suave (La peau douce, 1964) de François Truffaut

lapielsuave

Me gusta cómo narra La piel suave, François Truffaut. Y creo que esta forma de contar un crimen pasional sigue siendo una fórmula empleada por directores contemporáneos. Mientras veía esta película me venía a la cabeza Gus Van Sant (Elephant) o Michael Haneke (Caché o Amor). Por cómo está narrada. Desde la distancia. Desde una equilibrada distancia aparentemente objetiva y fría. Así se relata lo cotidiano, lo anodino, lo episódico… La cámara sigue a unos personajes a través de lo que nunca se reflejaría en una película, los tiempos muertos o acciones aparentemente irrelevantes hasta llegar a un final impactante, que golpea.

A muchos espectadores esta manera brusca de acabar una película no les resulta atractiva (ni fue entendible en el momento de su estreno, no recibió buenas críticas). Si la película lleva un ritmo pausado y de pronto termina con una ráfaga, desconcierta. Si parece que nos está contando una cosa: una infidelidad centrándose en el detalle, y de pronto lo que surge es un crimen pasional inesperado… el espectador se desconcierta. Pero el desconcierto provoca sensaciones, pensamientos, emociones reflexiones… La piel suave parece la historia de una infidelidad contada por un etólogo o un antropólogo. Pero sin embargo dentro de lo cotidiano, de la distancia, de lo objetivo, lo frío y el golpe inesperado… Truffaut vierte el suspense y el erotismo de manera sutil en su manera de rodar las secuencias. Por aquella época Truffaut se encontraba elaborando su libro imprescindible sobre Hitchcock y la influencia de su cine se dejó ver en varias de sus películas. La piel suave es una de ella. No sólo por el suspense sino por la presencia de la mujer rubia y el erotismo que recorre el metraje.

Mientras parece que nos está contando sólo una infidelidad, La piel suave nos está reflejando y retratando unos personajes, una manera de comportarse, un mundo determinado: un matrimonio de clase media alta, su entorno. Nos habla de las apariencias, de la mediocridad y las miserias de un intelectual que no sabe moverse en el terreno emocional, nos explica los mecanismos de la mentira, nos habla de las relaciones entre hombres y mujeres y muchos otros temas… La idea de la película partió de la noticia de un periódico sobre un crimen pasional. A partir de ese material Truffaut y el guionista Jean Louis Richard crearon el guion desde una premisa simple: ¿Por qué una mujer asesina a su marido?

Así nos cuenta las andanzas de un escritor, que vive de manera acomodada con su esposa y su hija pequeña, que durante un vuelo para ir a dar una conferencia sobre Balzac (Truffaut y la literatura) conoce a una joven azafata, Nicole, con la que empieza a verse habitualmente.

La rubia hitchcockniana —el objeto de deseo… la cámara sigue sus pies, sus ojos, sus piernas, su piel suave…— fue Françoise Dorléac. Quien encarna perfectamente a la azafata Nicole. Ella es la tercera en cuestión que hace saltar por los aires la cotidianidad aburrida y monótoma del matrimonio protagonista. Deja al descubierto todas las mezquindades, machismo y la cobardía del escritor ilustre y desata el huracán adormecido que se encontraba oculto en la esposa burguesa y acomodada. La azafata Nicole aparece y desaparece del mundo del escritor pero su paso supone un tsunami emocional que destruye. Y todo de manera inconsciente por su parte. Ella nunca buscó la destrucción drástica del matrimonio. Esa destrucción ya estaba agazapada entre ellos. Sólo hacía falta que despertara. Nicole y unas fotografías son el detonante.

Estremece ser consciente del parecido físico de la bella Françoise Dorléac en algunas escenas con su hermana Catherine Deneuve. Las dos habían elegido el mundo del cine y las dos iban camino hacia el éxito. Pero la carrera de Dorléac quedó suspendida bruscamente, como el final de esta película, cuando a los 25 años sufrió un accidente mortal de tráfico. Truffaut trabajaría también con su hermana Deneuve (y también se enamoraría de ella) en una película hitchcockniana (La sirena del Mississippi) y en otra que homenajea al mundo del teatro (El último metro).

La piel suave disecciona un adulterio con la banda sonora de fondo de Georges Deleure. Presentación de la familia, encuentro y flechazo con la amante, primer encuentro, regreso al hogar, reencuentro con la amante, marido que lleva vida paralela con la esposa y ‘la otra’, ocultación, descubrimiento de la infidelidad, separación… hasta llegar a un final drástico. Entre medias, conferencias, encuentros con amigos, discusiones, pasión, tiempos muertos… Truffaut, entre la distancia y el suspense, crea otra historia sobre las complejas relaciones entre los hombres y las mujeres.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.