Él (Él, 1952) de Luis Buñuel

el

Hasta el año pasado no la había visto nunca y ahora hace unos días la he vuelto a ver. Si me entusiasmó la primera vez, la segunda me ha confirmado que Él es una obra cinematográfica redonda, llena de matices, detalles y una muestra genial del dominio del lenguaje cinematográfico por parte de Luis Buñuel. Me ha gustado tanto otra vez que no he podido contener las ganas de teclear y teclear. Porque Él no sólo es redonda por lo que cuenta sino por cómo lo cuenta. Además de ser una película plenamente buñueliana (dentro de su periodo mexicano), bebe del melodrama desaforado, disecciona de manera magistral los celos patológicos y deja una composición genial de un personaje con el rostro de Arturo de Córdova, que borda su papel.

La película, como ese ojo que diseccionó en El perro andaluz, tiene dos cortes radicales en su narración cinematográfica. Dos elipsis magistrales y radicales. Y como ese ojo desgarrado, Él muestra esa mirada fragmentada, única y especial que tiene la filmografía de Buñuel.

Pero hablemos de esos dos cortes… Él empieza como un relato sobre un enamoramiento extremo y obsesivo, cercano a un amor fou. Conocemos a un hombre rico y devoto Francisco Galván de Montemayor que un Jueves Santo (ya hablaremos de esto) conoce a Gloria, la mujer de sus sueños. Y no cesa su persecución hasta que consigue a la dama. En el momento en que Gloria le besa y deja a su novio, un arquitecto, el relato sufre su primer corte radical. Hasta ahora la narración ha sido cronológica y ‘clásica’. El salto nos lleva a una Gloria en la calle casi atropellada por su antiguo ex. La casualidad ha hecho que se choquen. La Gloria que nos encontramos no es una mujer enamorada, sino una mujer asustada, triste y nerviosa que tras la duda decide subirse al coche de su ex. Nos enteramos de que él lleva meses sin pisar la ciudad, que ha intentado superar el abandono de Gloria, que ahora es una mujer casada, y que no la guarda ningún rencor. Gloria en el coche le dice que su vida es una pesadilla… y empieza a contarle todo en un largo flashback. Ahora Él se cuenta desde el punto de vista de la víctima que nos narra un relato terrorífico de un hombre convertido en ‘una bestia’ acosado por los celos.

Una vez que regresamos del gran flashback, el relato vuelve al presente y recuperamos la mirada de un Francisco demente… y nos encontramos sumergidos en un relato de terror ante un hombre que no puede controlarse y una víctima que se ve cada vez más atrapada. Cuando Francisco ha perdido absolutamente la cordura en la Iglesia de su amigo el sacerdote, una vez que Gloria ha reunido las fuerzas para huir de casa…, ocurre el segundo corte radical. Nos encontramos con una Gloria recuperada y feliz junto a su ex y un niño, su hijo, que están en un monasterio preguntando, interesados, por Francisco. Deciden no verle pero se alegran por su recuperación y su nueva vida entregada al silencio y la oración. El mismo padre que les cuenta cómo está de recuperado Francisco, le narra a éste toda la conversación… y bajo la capucha asoma de nuevo un demente, un hombre obsesionado sin recuperación posible. La última imagen de Él es impactante. Un hombre con su hábito, Francisco, que anda en zig zag por una vereda de árboles. Y el espectador sabe que ante esa aparente tranquilidad y belleza, ese extraño andar esconde a un hombre inquietante.

Él con sus dos cortes es un artefacto cinematográfico perfecto. Además, creo que analiza y disecciona la mente de un celoso patológico que confunde amor con posesión y dominio. También dibuja perfectamente a la víctima y su situación de aislamiento, soledad y terror (una acertada Delia Garcés). Buñuel sabía lo que era ser un hombre celoso y entiende la mente de su protagonista. Sabe meterse en su piel. Y es escalofriante. Luis Buñuel ‘entiende’ a su personaje porque él mismo era un hombre celoso. El director aragonés aisló y silenció, siempre en la sombra, a su esposa Jeanne Rucar.

Luis Buñuel no sólo construye un interesante y complejo guion junto a Luis Alcoriza (adaptando una novela de Mercedes Pinto con el mismo nombre…, que leyendo un poco de información en la Red sobre la autora nos descubre a una mujer muy interesante) sino que además la película consigue una atmósfera muy especial en parte gracias a la fotografía de Gabriel Figueroa y por una puesta en escena que saca el máximo provecho a los escenarios donde transcurre la trama siendo lugar privilegiado la mansión modernista y el jardín donde vive el protagonista. Además también juega con un título inquietante, ¿quién es Él? Ese Él puede ser el propio protagonista desde la óptica de la mujer víctima o una concepción mucho más interesante: Él es la figura imaginaria, la presencia masculina, siempre presente en la mente enferma de Francisco. Esa presencia masculina imaginaria es la que provoca sus continuos celos, su obsesión.

Pero son muchos los aspectos que me han ido seduciendo de Él. Uno de ellos ha sido encontrar muchas similitudes con el universo hitchcockiano. El director británico le admiraba, parece ser que no así el aragonés… Buñuel no hablaba ni escribía mucho de sus gustos cinéfilos, como queda reflejado en un libro que estoy ahora mismo disfrutando, El banquete de los genios de Manuel Hidalgo y que pronto escribiré sobre él. Y de Hitchcock no tuvo, precisamente, palabras de admiración. Sin embargo sus mundos, sus universos, tienen similitudes. Por ejemplo, obsesión por ciertas partes femeninas (como pueda ser un pie o un moño, un rostro en primer plano…), su enfoque sobre la pasión, el amor fou y la obsesión. Una de mis mayores sorpresas ha sido ver ecos en Él de lo que luego seis años después sería Vértigo. Lo más evidente es una escena-clímax en un campanario… Pero también el uso de las mansiones y las escaleras. Y una sensación de suspense, de inquietud y miedo. Así el británico ha regalado mansiones y atmósferas como la de Rebeca, Encadenados o Atormentada que no recuerdan a esa mansión de Él. Imágenes y sonidos potentes: es imposible olvidar a un Arturo de Córdova desencajado sentado en unas suntuosas escaleras, arrancando una varilla de éstas, y golpeando en la pared con ella… creando un sonido de pesadilla.

También el universo buñueliano está presente en las dos escenas en la iglesia. Las dos prodigiosas y con efectos diferentes en el protagonista (y por tanto en los espectadores). Al principio de la película hay una escena espectacular, de un acto religioso un Jueves Santo. El lavatorio de pies donde un sacerdote (amigo del protagonista) realiza la ceremonia con una fila de jóvenes… la escena, el ritual, está envuelto en una especie de extraño y enfermizo erotismo que choca a quien lo mira. El protagonista mira este ritual y su mirada pasa de los pies descalzos de los jóvenes, a los pies de los fieles sentados a la primera fila… Entonces ve unos pies de una mujer que llaman toda su atención, levanta la vista y ve por primera vez a Gloria. Así refleja Buñuel el primer encuentro entre la pareja. Y la penúltima escena, cuando finalmente Francisco ha perdido la cordura y su obsesión le lleva ya a tener alucinaciones, su locura culmina en esa misma iglesia (dando circularidad al relato) donde en una atmósfera de pesadilla otra vez (ya estamos en la mente de un hombre que no atiene a razones), el protagonista siente que todos ‘los fieles’ incluso su amigo el cura se carcajean de él y su desgracia…, pierde los estribos…, una escena angustiosa donde los devotos muestran sus rostros serios (la realidad) o sus rostros deformados en risas exageradas (la pérdida de cordura de Francisco). No faltan tampoco las pinceladas de un humor negro, que bordea lo inquietante.

No hay duda que volveré a ver Él y que abriré otra puerta. El ojo acecha…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

Las estrellas de Hollywood. Retratos y conversaciones de Peter Bogdanovich (T&B)

estrellashollywood

Desear volver una y otra vez a sus páginas y detenerse en su lectura…, poder leer este libro de Peter Bogdanovich ha sido un goce continuo. Bogdanovich, que además de director ha ejercido de historiador y crítico de cine, deja un documento imprescindible sobre una galeria de actores de Hollywood.

Con  respeto y sinceridad crea veinticuatro retratos de actores y actrices que son una gozada. El secreto está en que a la vez refleja su imagen pública (la que tenemos la mayoría de los cinéfilos), describe la importancia y la incidencia de la ‘mitología’ de la estrella de cine  y los dota de su dimensión más humana (la experiencia que vivió junto a ellos). Así estos retratos son un documento imprescindible para completar nuestra visión de ciertos actores.

Bogdanovich además de escribir y describir con un respeto absoluto a cada una de las ‘estrellas’, ofrece un testimonio personal que enriquece la figura de cada uno de los retratados. Un testimonio lleno de sinceridad que esconde descubrimientos que llegan a emocionar. Proporciona de muchos de estos actores sus últimos días… y a veces es difícil contener la respiración porque Bogdanovich transmite de tal manera que hace que ‘vivamos’ junto a esas ‘estrellas’.

Cuenta y desgrana un anecdotario al que no hubiesemos tenido acceso… Y es cierto que es desde ‘su mirada’ y sus vivencias pero es la mirada de una persona que adora el cine y respeta y conoce el trabajo del actor… Y esa persona, Bogdanovich, decide compartir sus recuerdos personales con las ‘estrellas’ y analizar también sus figuras cinematográficas, sus proyecciones en la pantalla. Así, con un pincel certero, pinta unos retratos donde vierte conocimiento, cariño, respeto y emoción. Por otra parte también capítulo a capítulo se va construyendo otro puzle, el retrato del propio Bogdanovich, su filmografía, su forma de trabajar, su vida privada, sus amores, sus traumas, sus miedos, sus pasiones, su filmografía, sus éxitos, sus amistades y fracasos.

Sumergirse en los retratos de Bogdanovich es un placer cinéfilo para desgustar con tiempo y tranquilidad. A algunos (los menos) no los conoció directamente, pero en esos casos, sí que cuenta con los ‘trazos impresionistas’ de aquellos que sí conocieron a la estrella y las propias impresiones del director-escritor. De otros (los que más) le unió una intensa amistad a lo largo de los años. Y de los de más allá, a lo mejor solo les vio una vez… pero a partir de ahí crea retratos certeros y a otros pudo conocerlos a través de varios encuentros motivados por alguna entrevista que tenía que llevar a cabo o bien para medios escritos o para elaborar un documental…

A través de pinceladas nos enteramos de la amistad que unía a James Stewart y Henry Fonda (que eran tan distintos en la mayoría de los aspectos de su vida) desde que eran muy jóvenes y que duró toda la vida. Nos sorprendemos con la historia compleja que vivieron juntos Jerry Lewis y Dean Martin (una auténtica gozada conocerla a través de sus protagonistas). Nos emocionamos con los últimos días y la profesionalidad de Boris Karloff. Entendemos la tristeza que acompañó siempre a Montgomery Clift. Analizamos más el gancho que poseía Cary Grant o el encanto que derrochaba Audrey Hepburn. Nos enteramos de la fuerza y el carisma de Bogart, Wayne (que era un niño grande), Marlon Brando o el vital Cagney. Vemos su acercamiento personal, a través de las palabras de Miller, a la tragedia de Marilyn Monroe. Vivimos y nos emocionamos con sus amistades profundas con John Cassavettes y Ben Gazzara. Nos descubre otra cara de Sal Mineo,  Anthony Perkins o Sidney Poitier. Descubrimos el encanto especial de algunas personas como Lillian Gish. Nos cuenta los amores tristes de algunas estrellas como Frank Sinatra y su amor a Ava. Escribe retratos absolutamente especiales donde nos deja una imagen desconocida, por ejemplo, de Jack Lemmon. Nos acerca personalidades más olvidadas o desconocidas como Stella Adler. Recrea retratos tristes como el de Charlie Chaplin. Describe cómo trabajaba con alguno de ellos que protagonizó alguna de sus películas como River Phoenix. Cuenta anécdotas impagables como una Marlene Dietrich convencida de que si hubiera accedido a acostarse con Hitler, la historia hubiese sido distinta, hubiera podido frenar el horror…

Finalmente estos retratos cuenta también lo que significa ser actor, los métodos de trabajo de cada uno, su concepción sobre la actuación y el cine, cómo encaraban sus trabajos, qué era lo que les hacía especiales, cómo era su imagen proyectada, qué era lo que reflejaban y transmitían a los espectadores (y qué significaban para ellos esos espectadores y ellos para los espectadores) así como quién era la persona que se descubría detrás del actor. Y también cuenta a través de los actores, de una manera muy especial, la historia del cine norteamericano.

Las estrellas de Hollywood. Retratos y conversaciones es una lectura no solo recomendada sino un libro a tener en cuenta porque lo escribe ‘un buen pintor’ que da trazos maestros en las páginas en blanco para retratar de manera original y escribir algo distinto y especial sobre personalidades sobre las que se ha derramado ya (y lo que queda) litros y litros de tinta.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

Y van tres sobre la adolescencia… y una mirada infantil

La adolescencia en el cine se ha reflejado de una y mil maneras. Las tres películas que forman este texto se acercan a este periodo, que vive todo ser humano, de manera muy diferente. Pero las tres cuentan con una mirada especial que merece la pena analizar aunque unas sean redondas, otras menos y la de más allá fallida. De propina, una mirada infantil de lo más siniestra. La infancia también es un periodo difícil de reflejar correctamente y que también ha permitido obras cinematográficas tan especiales como El otro de Robert Mulligan.

Un soplo en el corazón (Le souffle au coeur, 1971) de Louis Malle

 

(Aviso: si no la has visto, cuento partes claves de la trama)

 

La filmografía de Louis Malle es una sorpresa continua. No le asusta la innovación formal ni los temas que abordar desde puntos de vista complejos. Con Un soplo en el corazón empieza una trilogía que versaría sobre los recuerdos (la memoria…) acumulados durante su adolescencia. Vida y cine, cine y vida. Trozos de vida propios y ajenos. O simplemente captar sensaciones y sentimientos, emociones y prestárselas a sus personajes. Las otras dos películas que completarían dicha trilogía (y que ya me esperan para que pueda verlas) son Lacombe Lucien y Adiós muchachos.

Un soplo en el corazón cuenta un momento de la historia de un adolescente, Lauren Chevalier (Benoît Ferreux). Tiene catorce años y está en su periodo de despertar sexual. Su vida transcurre en la Francia de los cincuenta en una familia acomodada. Su padre es ginecólogo, de buena familia, y su madre es una italiana (una maravillosa y bellísima Lea Massari que crea un personaje fascinante y difícil) que cuida de sus tres hijos casi como si fuera su mejor amiga, siempre cómplice. Lauren saca unas notas brillantes, es un lector empedernido de escritores como Gide o Camus, habla con una naturalidad que desarma de temas como el suicidio y le encanta el jazz.

Durante su momento de vida ‘robado’ por la cámara de cine, vemos sus relaciones con su padre (distante), con su madre (cercana), y con sus hermanos mayores (siempre entre la broma constante, la humillación del menor pero también de la admiración que siente por ellos y el cariño que estos le profesan). Y también cómo se relaciona con sus amigos. Somos testigos de varios acontecimientos: las ‘atenciones especiales’ que le presta un cura del colegio, su primera experiencia con una prostituta, el beso con una amiga de sus hermanos mayores, su intento de acercarse a una joven rubia y, por último, un acercamiento físico (una noche de fiesta) a su madre… Entremedias de todas estas experiencias se le diagnostica un soplo en el corazón que exige reposo y el seguimiento del tratamiento en una especie de balneario (un espacio aislado del mundo cotidiano que le rodea… y donde todo puede pasar, todo es nuevo).

Lauren Chevalier tiene muchas características del Malle adolescente pero el director ficciona y crea unas experiencias únicas para Chevalier. Con ojo crítico ante la burguesía francesa (a la que el propio director pertenecía) pero también con un halo de nostalgia, Malle crea una película vital y libre que pasa por temas extremadamente tabú con una mirada absolutamente diferente.

Así, por ejemplo, el tratamiento del incesto nada tiene que ver con la forma en que se ha reflejado en otras películas. Un tema que siempre se ha tratado en el cine desde una óptica de tragedia griega o de drama extremo. Incesto fruto de una relación enfermiza y traumática con secuelas psicológicas futuras para el que lo sufre (reflejo de maltrato físico y sometimiento). El incesto como fuente de ambientes inquietantes, incómodos, insanos con aires de pesadilla.

De pronto choca la manera en que Malle encara el tema, una acción lleva a la otra, una emoción lleva a la otra, una situación lleva a otra… y de pronto vemos al adolescente en la cama con su madre (pero como una ‘experiencia más’ dentro de su recorrido hacia la madurez)… Malle consigue que el espectador escuche las palabras que la madre dice a su hijo después y que trate de comprender. Las palabras son algo así como: que esto que ha pasado no se convierta en algo traumático para ti, yo siempre lo recordaré como un momento bonito y agradable. No volverá a pasar nunca.

Es importante saber que la primera idea de Malle, es que realmente fuera algo traumático para Lauren… y que llegase a pensar en el suicidio. Sin embargo nos ‘regala’ otro final que nos choca pero que embelesa y encanta, Malle realmente transgrede. Y termina la película con un Lauren que ha despertado totalmente a su sexualidad, más seguro, y con una reunión familiar donde todos, absolutamente todos, se miran entre sí y no paran de reírse… Un final que no se olvida y no deja indiferente.

Brick (Brick, 2005) de Rian Johnson

brickI

Rian Johnson realiza un experimento formal: nos cuenta una historia de puro cine negro, en un ambiente insólito para este género. Brick transcurre en un instituto norteamericano y todos sus protagonistas son adolescentes o muy jóvenes. La presencia de adultos es prácticamente nula (y los que aparecen son casi caricaturescos).

Así nos encontramos frente a una trama compleja con un caso de asesinato y una investigación complicada… pero todo entre adolescentes. Rian Johnson sorprende con una fuerza visual y unas imágenes increíbles y recrea a todo color las luces y sombras del cine negro, esa sensación de pesimismo, de destino inevitable, de romanticismo clásico y con las dosis de violencia suficientes. El instituto y sus alrededores crean un ambiente extraño que roza la pesadilla.

El protagonista es el adolescente al margen, el solitario, que decide echar una mano a su exnovia cuando ésta le hace una llamada de socorro. Y se convierte en una especie de investigador desencantado. Con ayuda de un estudiante empollón e inteligente, se introduce en un mundo de drogas y jóvenes siniestros donde nadie es lo que parece. No falta la femme fatale.

Brick se convierte en una película que genera una cierta extrañeza pero a la vez Rian Johnson consigue unas imagenes con una fuerza visual hipnótica. Y une la ‘incomodidad’ de la adolescencia —el extrañamiento y confusión del adolescente que se enfrenta al mundo—, con ese halo ambiguo, destino trágico y complejidad que acompaña al cine negro.

Una vida en tres días (Labor day, 2013) de Jason Reitman

unavidaentresdias

El paseo de Jason Reitman por el melodrama ha sido fallido pero contaba con los ingredientes necesarios para crear una película emocionante. La premisa era muy sencilla (y porque la complica, sobre todo con ridículos flash back, con algunos fallos que hacen poco creíble la trama, con escenas que sobran así como un final tambiñ¡én ridículo… la película se derrumba): durante los años ochenta, en una localidad americana, un fugitivo que huye de prisión toma como rehenes en su casa a una mujer divorciada (con una depresión que le provoca pánico a salir de casa) y su hijo adolescente. Conviven durante tres días.

Aquí el adolescente es el que cuenta la historia desde la nostalgia (la cuenta con voz de adulto). Desde su punto de vista. Y si hubiera seguido ese camino: la mirada íntima del adolescente ante los hechos vividos, creo que hubiese funcionado. Tan solo la casa y sus tres habitantes. Y es esa mirada y el propio adolescente el que a veces salva la película (Gattlin Griffith).

Otro punto flojo es la construcción del fugitivo (que contaba con un Josh Brolin, siempre carismático y que hace lo que puede con un personaje mal hecho) pues elimina toda ambigüedad y misterio. Parece que el fugitivo es el hombre perfecto: arregla todos los desperfectos de la casa, podría ser buen padre, es buen amante, es guapetón y encima es un excelente cocinero…

La escena en que los tres elaboran una tarta de melocotón es la escena clave. El tono clave de una película que podría haber funcionado. A través de la mirada del adolescente y haciendo mucho hincapié en los sentidos y sensaciones, en lo físico. En lo sensual del momento, todo rodeado de una cierta nostalgia. Es una escena ‘contada’ desde lo emocional, desde el recuerdo. Casi notamos el tacto de cada uno de los ingredientes de la tarta, y el roce de la piel de los personajes. Refleja un acercamiento especial de los tres personajes…

La propina. El otro (The other, 1972) de Robert Mulligan

Robert Mulligan sabía muy bien reflejar el mundo infantil y adolescente desde una óptica nostálgica. Así muestra niños y adolescentes de verdad en Matar a un ruiseñor, Verano del 42, La noche de los gigantes o Un verano en Louisiana… Sin embargo, también ofreció la cara oscura y pesadillesca de los mundos infantiles con una película inquietante sobre dos gemelos, El otro.

La película es la adaptación de un relato de Tom Tryon (que antes había sido actor, el protagonista de El Cardenal de Otto Preminger) y Robert Mulligan recrea con esos juegos infantiles y la imaginación desbordante que gozan los niños un relato terrorífico. Así se mete en la mente infantil para contarnos una historia asfixiante y con una óptica distorsionada. Desde el principio ‘notamos’ una cualidad extraña en los juegos aparentemente inocentes de los gemelos y en cómo ‘miran’ el mundo adulto.

Robert Mulligan crea una atmósfera que envuelve al espectador en un mundo incómodo y horrible, un mundo adulto siniestro, poblado de rostros crispados y desagradables, una atmósfera irreal y difícil de comprender: una abuela rusa que cuenta extrañas historias, un circo de seres deformes, una madre que parece una muerta en vida, una anciana malhumorada, un jardinero alcoholizado, una muerte reciente… La película está sin embargo, plagada de juegos infantiles y detalles como una caja metálica con pequeños tesoros… que se convierten en elementos inquietantes.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

Dallas buyers club (Dallas buyers club, 2013) de Jean Marc Vallée

dallasbuyerclub

Dallas buyers club presenta de nuevo la efectiva fórmula de David y Goliat. El ciudadano de a pie contra las grandes corporaciones o multinacionales. Esta fórmula casi es un género en el cine norteamericano. Así recordamos películas que recorren esta lucha titánica como Veredicto final de Sidney Lumet, Legítima defensa de Francis Ford Coppola, la misma Philadelphia de Jonathan Demme (con la misma temática pero un tratamiento muy diferente) o Erin Brockovich de Steven Soderbergh. Y todas, de alguna manera (y siendo unas más irregulares que otras), a pesar de ser fórmula conocida, llegan al espectador. La lucha de David contra Goliat es un argumento o una trama que engancha. Luego está las armas con las que cuente el realizador y todo su equipo para que esa fórmula sea más interesante, más innovadora o más original a la hora de plasmar un punto de vista…

La aventura americana del canadiense Jean Marc Vallée cuenta con varios elementos que hacen que la fórmula vuelva a funcionar (y que no se haga más hincapié en sus debilidades de trama). Y la primera (y que salta a la vista y más sencilla) es el carisma y la interpretación de dos personajes (aunque uno de ellos podría haberse aprovechado mucho más porque su interpretación y las posibilidades del personaje eran enormes). Se ha hablado mucho de los dos pero verlos en pantalla explica y confirma que sí, que ambos están maravillosos. Me refiero a Matthew McConaughey y Jared Leto. No solo hay que valorar (que eso siempre encanta a los académicos de los Oscar) su transformación física porque puede haberla pero luego no conseguir una buena interpretación. Sino los matices que consiguen ambos para convertirse en esos personajes. Así al ver a McConaughey ves a un vaquero que en un principio reúne todo un conjunto de cualidades detestables y de pronto ante tus ojos se va transformando, debido a las circunstancias, en un vaquero que no se rinde, y que como dice morirá con las botas puestas… Y Jared Leto realiza no solo un cuidado trabajo de caracterización sino que es un travestí, en sus movimientos, en su forma de mirar, de andar, de comportarse… y un travestí muy bello. Y es ese personaje el que creo que se podría haber desarrollado muchísimo más porque es súper potente la relación que se establece entre los dos.

Para poder observar los matices de Matthew McConaughey, basta con analizar dos escenas muy diferentes. No hay nada más difícil que una llorera a cara descubierta… y McConaughey tiene una escena impresionante que refleja toda la angustia del personaje con una llorera a cara descubierta dentro de un coche. Otro momento es más sutil pero es maravilloso. Durante varias veces su personaje se mira al espejo… pero una de las veces se mira y de pronto vemos que en su rostro, fugazmente, se vislumbra una sonrisa…

Pero como he dicho antes lo de sus actores protagonistas es lo más evidente. Un aspecto de la trama convierte esta película en carne de un buen debate. Es importante ubicar la época en la cual se desarrolla la historia: el SIDA empieza a arrasar y muchos enfermos van muriendo de manera fulminante. Hay muchísima desinformación. El punto de partida para muchos, cuando se empezó a oír realmente sobre esta enfermedad fue cuando Rock Hudson públicamente habló de su homosexualidad, su enfermedad y fallece en 1985 (y así se refleja en la película donde el protagonista y sus amigos hablan sobre Hudson). El protagonista un personaje real tras un accidente laboral es informado de que tiene el VIH y que apenas le quedan días de vida.

Es obvio que el vaquero comienza traficando con unos medicamentos… pero unos medicamentos que son mucho menos perjudiciales, bastante más sanos y con resultados más positivos que aquellos que son permitidos por el gran organismo del estado, FDA, que se alía con los ‘negocios’ de las farmacéuticas (y a los que no les interesa permitir la ‘legalidad’ de tratamientos mucho mejores pero más baratos). Así cuando en un momento le acusan de traficante, él irónicamente les dice que ellos son mucho más piratas y traficantes que él. Lo paradójico es que la actividad ilegal que realiza el vaquero junto a sus colaboradores tiene un efecto más sanador y es más beneficiosa para todos aquellos enfermos de SIDA que estaban muriendo rápidamente por las ineficaces pruebas con peligrosos medicamentos a los que estaban siendo sometidos en los hospitales. Al mismo protagonista le daban treinta días de vida… y consiguió vivir siete años más.

Otro es presentar a un ‘héroe’ machista, homófobo, racista, drogodependiente, que no deja de trapichear que corre y corre y desgasta su vida: un vaquero de capa caída, un tipo al margen, e ir transformándolo, de manera creíble, en un tipo que se niega a rendirse y que se enfrenta a todo un sistema con una fortaleza fuera de toda duda y que el haber sido un superviviente toda la vida le sigue sirviendo hasta el final. Y sigue corriendo sin parar… Un tipo que de pronto va descubriendo a otros tipos al margen y se alía con ellos y que emplea todos sus trucos y trapicheos para conseguir la atención médica adecuada y más sana… y de pronto, con una actividad como digo al principio bastante dudosa, poco a poco se va convirtiendo en un vaquero que se enfrenta a la injusticia. Y cada vez va consiguiendo más adeptos a su causa como por ejemplo una doctora de uno de los hospitales (otro personaje que podría haber sido tremendamente atractivo y a mi parecer es de los más flojos de la trama)…

Así Dallas buyers club es una película que emplea muy bien una fórmula efectiva y sirve para protagonizar acalorados debates…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

Horizontes lejanos (Bend of the river, 1952) de Anthony Mann

horizonteslejanos

Horizontes lejanos además de ser una película tremendamente entretenida y emocionante esconde toda una simbología —con gotas de ‘épica’ bíblica y mitología— y no se aleja del western psicológico que estaba alimentando Anthony Mann con ese héroe, más humano y por ello más complejo, con rostro de James Stewart. Tan solo dos años antes Ford había llevado a cabo un western donde representaba el viaje simbólico de una caravana de mormones que buscaban unas tierras donde asentarse y se hacía acompañar por dos rudos vaqueros para poder cumplir su objetivo. Ese viaje es transformador para todos (y no falta la emoción, la amenaza y visitantes que se unen a la caravana como un grupo de comediantes…). Me refiero a la olvidada Caravana de paz. Pues bien Mann retoma otro viaje de una caravana de emprendedores colonos (y creyentes colonos, no se obvia que son comunidades tremendamente religiosas) para darle también un significado simbólico y psicológico. Esta vez la caravana viaja en compañía de un hombre que les está ayudando a cumplir su objetivo (asentarse en unas tierras). Ese hombre se llama Glyn McLyntock y tiene el rostro de James Stewart.

Glyn McLyntock tiene un pasado que le atormenta (huye de él) así que convierte en objetivo de su vida el llegar a una ‘tierra prometida’ y asentarse junto a los colonos como granjero y agricultor. Emprender una nueva vida. Ese pasado es ser un fuera de ley (figura fundamental del universo western) y dejar de lado la violencia… Sin embargo (de nuevo la complejidad) sin ese conocimiento que tiene Glyn de la ‘violencia’ difícilmente la caravana lograría llegar a ese mundo prometido. Es decir sin un Glyn siempre al acecho, con un instinto de la supervivencia tremendamente desarrollado, sin miedo alguno de empuñar un alma y matar… la caravana no alcanza el final de su viaje.

Pero para complicar más la trama si cabe… Anthony Mann proporciona otro compañero de viaje a McLyntock. Se trata de Emerson Colt (Arthur Kennedy), otro fuera de ley. Entre McLyntock y Colt se establece una fuerte relación de amistad y de cuentas pendientes (en distintos momentos cada uno salva la vida del otro) además de entender un mismo lenguaje. Pero la relación irá evolucionando hasta convertirse en un enfrentamiento a muerte. El motivo: uno decide seguir siendo un fuera de ley y el otro quiere dejar esa vida atrás… Y en medio y ‘objeto de disputa’, una caravana de alimentos y subsistencia fundamental para que cien colonos, ya asentados, puedan pasar su primer invierno en las montañas.

Así surge la metáfora en la que se sustenta toda la película y la relación y evolución de estos dos personajes (que podrían ser uno). El patriarca de la caravana de colonos, un hombre creyente, sabio y tremendamente conservador (Jay C. Flippen) le cuenta a McLyntock una metáfora. Está convencido de que los fuera de ley no cambian y son manzanas podridas a las que hay que sacar del barril pues pueden extender la podredumbre y afectar a las manzanas más sabrosas. A través del largo viaje el significado de esta metáfora se va alterando para cada uno de los personajes principales de la trama. Nada es blanco o negro, existen los matices.

Mann señala a través de su película que uno de los motivos que pueden cambiar a un hombre y cambiarle a peor es la ‘fiebre del oro’ (tema maravillosamente ilustrado por John Huston en El tesoro de Sierra Madre). Así la caravana llega en un principio a una localidad donde todo es armonía y que les recibe con los brazos abiertos antes de irse a las montañas a asentarse en la tierra prometida. En esta tranquila localidad, llena de buena gente colaboradora, hacen un trato para que en un mes les suban los alimentos necesarios y además dejan a la ‘chica’ de la caravana que necesita recuperarse pues ha sido herida por los indios. Cuando ya una vez en las montañas, ven que no llegan los suministros, el patriarca y el pistolero (James Stewart) regresan a la localidad que se ha convertido en un lugar hostil, sin ley, dominado por el juego y otros vicios, donde los amables habitantes se han convertido en ambiciosos… Y allí el pistolero volverá a encontrarse con su compañero de aventuras y con una chica que ha cambiado…

Pero además Horizontes lejanos es puro entretenimiento a todo color (aunque en el dvd que poseo este color está tremendamente perjudicado) y domina las claves del western. Así aparecen los indios, se habla de la guerra civil norteamericana, los grandes parajes, las montañas, los ríos, los enfrentamientos, los linchamientos, los jugadores, las traiciones, las fuertes amistades, la venganza pero también el amor y la cotidianeidad de la vida dura en el salvaje oeste. Por último señalar que así como en Winchester, Rock Hudson tenía un pequeño papel como jefe indio, su carrera sigue evolucionando con Mann y ahora en Horizontes lejanos es uno de los personajes secundarios de la trama como un joven jugador cuyo corazón queda atrapado por una dama de la caravana y que se convierte en amigo inseparable de McLyntock y Colt. Su dilema es: ¿a quién seguirá cuando el enfrentamiento sea ya insostenible?

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

Winchester 73 (Winchester 73, 1950) de Anthony Mann

winchester73

… tenía una vieja asignatura pendiente y era analizar la obra de un dúo de cine que colaboraron juntos en ocho películas (cinco de ellas western). Estoy hablando del actor James Stewart y el director Anthony Mann. La inauguración de esta relación profesional ocurrió con Winchester 73, un western redondo de estructura perfecta pero a la vez emocionante. Y así iniciaré un pequeño ciclo que incluirá aparte de Winchester, Horizontes lejanos y Tierras lejanas.

¿Por qué esta colaboración es importante en el género de películas del Oeste? Porque supone un paso más y la evolución definitiva de una innovación importante que se estaba dando en el género… Supuso además un antes y un después en la carrera de James Stewart como actor y en la percepción que tenían de él sus seguidores. Suponía la evolución del héroe del western en un terreno de ambigüedad moral. Los límites entre el bien y el mal ya no estaban tan claros y los héroes de Mann son psicológicamente complejos. Y esa complejidad tenía el rostro de James Stewart. Poco tienen que ver los personajes de John Wayne con los de James Stewart (y ambos lo demostrarían juntos en un western maravilloso de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance). Y poco tienen que ver tanto en presencia física como en psicología y comportamiento.

Winchester 73 tiene un mecanismo de construcción circular y perfecto que no impide no sólo un buen ritmo sino un relato inquietante, una intriga que atrapa y unos personajes muy atractivos… El título se refiere a un rifle mítico que va pasando por distintas manos y cuyo periplo va unido a una historia obsesiva de venganza. Una venganza con complejos lazos familiares…, un misterio por desvelar que llega a su culminación cuando la chica de saloon encuentra una fotografía…

Este western significó dos cosas en la carrera de Stewart. Una a nivel profesional (y de cambiar los códigos de relación actor-productora) y otra respecto su imagen proyectada. En esta película Stewart no recibió un salario sino que firmó una cláusula en la que se especificaba que el actor recibiría un elevado tanto por ciento de los beneficios de la película… Una película que funcionó… Esto supuso la constatación de que algo estaba cambiando en la industria y en su sistema de estudios. Las reglas se estaban transformando y la caída del sistema se avecinaba… Los actores iban adquiriendo un poder sobre sus carreras antes inimaginable…, ya se negaban cada vez más a ser simples marionetas de los estudios.

Por otra parte Stewart proyectaba una imagen determinada a los espectadores, que le adoraban, que sobre todo alimentaban sus comedias pero también sus incursiones en otros géneros: el personaje de Stewart era un hombre bueno (así le ocurría también a su amigo Henry Fonda). Sus héroes eran coherentes, rectos, idealistas, morales, amables, bondadosos… Anthony Mann complicó esta imagen, introdujo la ambigüedad, las sombras del héroe bueno (también estaba contribuyendo a este cambio Alfred Hitchcock…, y se notaba esta evolución en su carrera junto a Frank Capra). Revistió de humanidad a unos personajes moralmente complejos. Así el héroe de Winchester es obsesivo, vengativo y violento aunque nos posicionamos a su lado… porque a la vez es un buen amigo, respetuoso, valiente… No se queda tranquilo ni encuentra un atisbo de paz hasta culminar lo que se ha propuesto, la venganza. Pero los límites del bien y del mal para llevarla a cabo se tambalean continuamente…

Por otra parte Mann contribuía y establecía un nuevo paso en el género del western: dar cada vez más importancia al componente psicológico convirtiendo las historias en más difíciles y complejas pero a la vez más atractivas… y todo ello con un respeto absoluto a las claves del género y con su mitología particular. En Winchester 73 aparecen los indios, la chica de saloon, el séptimo de caballería, los forajidos, las diligencias, los carros, personajes míticos como Wyatt Earp (que aparece como personaje) o el general Custer (al que nombran varias veces)… Además de un dominio de la narrativa cinematográfica y de la puesta en escena sin igual que permite escenas tan brillantes como el concurso, al principio de la película, y que arranca toda la acción. La presentación de los personajes principales y del conflicto mientras se celebra el concurso para ganar un rifle mítico es un mecanismo perfecto y redondo.

Además de James Stewart y su contrincante Stephen McNally (un actor que no tuvo nunca la categoría de estrella pero sin embargo tiene una carrera con títulos a tener en cuenta), la galería de buenos actores que además construyen sus personajes en esta película es toda una fuente de satisfacciones para el espectador. Así la chica de saloon (un personaje que podía haber sido plano y sin embargo está resuelto de manera atractiva con un montón de matices y detalles) está maravillosamente interpretado por una actriz que creo hay que reivindicar una y mil veces, Shelley Winters. El forajido chulesco, algo psicópata pero con un gran sentido del humor no podía ser otro que un magnífico Dan Duryea. Y el mejor amigo de James Stewart (que es el que le contiene, su Pepito Grillo particular) tiene el rostro de Millard Mitchell, uno de esos secundarios efectivos que cuando aparecen en pantalla, siempre nos suena su cara. Otra cosa que me encanta de esta película es encontrarme con dos actores que empezaban su carrera y que pronto se convertirían en estrellas: Rock Hudson, ataviado de jefe indio (y uno de los dueños del famoso rifle) y un joven Tony Curtis, como un joven soldado del séptimo de caballería. Y los dos ya muestran su carisma.

Así que este dúo de cine empieza su colaboración con una película de estructura perfecta que además de lidiar con la mitología y las claves del western proporciona una nueva mirada, un paso más para el género.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Sayonara (Sayonara, 1957) de Joshua Logan

sayonara

Si leemos las memorias de Marlon Brando, Las canciones que mi madre me enseñó, dice poco de Sayonara pero información bastante reveladora. Explica que se implicó en esta película porque su padre insistió en que debía hacer una para no tener problemas con el fisco. Comenta que en un principio no le gustó lo que vio escrito en el guion (una adaptación de una novela de James A. Michener) pero que después de hablar con Logan llegaron a un acuerdo. Brando creía que Sayonara no debía ser, de nuevo, una versión de Madame Butterfly sobre los amores imposibles entre un norteamericano y una japonesa. Brando apostaba por dar un paso más y proporcionar una posiblidad de futuro a la pareja protagonista. Que se atrevieran a dar el paso del matrimonio a pesar del rechazo de una u otra parte. Que se atrevieran a transgredir… Que tuviesen un final feliz.

También se comenta que el rodaje no fue fácil, Marlon Brando lo achaca a que su director Logan se encontraba en una fase depresiva. Otras fuentes sin embargo señalan que Marlon Brando trajo de cabeza a Logan (entre otras cosas cuidaba poco de su físico e iba engordando y engordando… o le gastaba bromas a su director que le dejaban ko)… También jugaron mala pasada las lluvias o la poca experiencia de los demás actores del cuarteto protagonista (las dos actrices japonesas y Red Buttons). Lo que es cierto es que Sayonara se rodó, se estrenó, supuso un éxito de taquilla y a Brando le supuso que fuera una de sus películas más taquilleras y populares (y curiosamente, en la actualidad, una de sus películas más olvidadas).

Yo vi Sayonara por primera vez hace un montón de años cuando televisión española dedicó un ciclo a Marlon Brando. Y ahora he vuelto a repasarla. Así me he encontrado con un buen melodrama con muchos puntos de interés para analizar. Había dos cosas que no había olvidado (a parte de la presencia de Brando): la historia trágica de los personajes de Red Buttons y Miyoshi Umeki y la melodía romántica que envuelve toda la película. Y estos elementos no me han decepcionado en mi segundo visionado. He disfrutado más si cabe de la propuesta.

Por una parte recuperar a un director con una sensibilidad especial y bastante menospreciado. Sin embargo conecto con la filmografía que he visto hasta ahora (y algunas de esas películas varias veces) del director, Joshua Logan. Sus obras contienen una emoción especial y una puesta en escena elegante que atrapa. Así disfruto cada vez que veo Picnic, Bus Stop, Camelot, La leyenda de la ciudad sin nombre o en el caso que me ocupa ahora mismo, Sayonara. En todas plantea historias de amor complejas y transgresoras de una manera elegante, con sensibilidad y una estética muy especial y cuidada.

Sayonara forma parte de un conjunto de películas que durante los años cincuenta trataban de plasmar las relaciones de los americanos con los japoneses. Unas relaciones difíciles tras las heridas de la Segunda Guerra Mundial… Así el cine plasmó ese momento de intento de acercamiento entre dos culturas absolutamente diferentes que habían estado en bandos contrarios durante la guerra. Los americanos habían resultado los vencedores pero además habían arrasado y destruido Japón (las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki) y por otra parte al finalizar la guerra se convierten en la potencia que ocupa el territorio japonés hasta 1952. Muchas heridas que curar. Muchos odios latentes. Así nos encontramos con obras cinematográficas como El bárbaro y la geisha o La casa de té de la luna de agosto (también protagonizada por Brando… como si fuera un japonés). El tema relaciones oriente-occidente (donde se reflejaban relaciones interraciales que transcurrían en Hong Kong, China o Malasia) se encontraba en un momento álgido durante los cincuenta y parte de los sesenta que dejaba películas como La colina del adiós, El mundo de Suzie Wong o El séptimo amanecer (curiosamente las tres protagonizadas por William Holden).

Así Sayonara cuenta la historia de amor entre un soldado norteamericano (Marlon Brando) y una bailarina japonesa (Miiko Taka) que superan todos los obstáculos que impiden que se conviertan en una pareja… La película les deja con un final incierto pero intentando ambos apostar por su historia. El melodrama pone en marcha dos historias interraciales: la de Marlon Brando y Miiko Taka, por una parte. Y por la otra, la de Red Buttons y Miyoshi Umeki (finalmente ambos nominados a mejor actores secundarios). La tragedia de los segundos determina el final de los primeros, que continuan la lucha: la posibilidad de seguir juntos pese la intolerancia de unos y otros. Así nos encontramos ante una de las escenas claves que es cuando los cuatro acuden a un espectáculo milenario de marionetas donde se narra una trágica historia de amor que preludia el único final posible para un matrimonio al que ya le es imposible poner frenos a las trabas impuestas…

Sayonara realiza un exquisito y elegante retrato de algunas tradiciones culturales japonesas así como de sus costumbres (esas casas japonesas…). A las marionetas se une el teatro kabuki o el espectáculo tan sólo de mujeres que lleva a cabo la actriz principal femenina. Por otra parte señalar que la película muestra una historia secundaria con  muchísimas posibilidades pero la deja a medio camino, desaprovechada (y es una pena porque presuponía unas reflexiones también interesantísimas y transgredir muchísimo más en las relaciones interraciales). Hay dos personajes muy atractivos pero no del todo desarrollados, al igual que su historia común. Me refiero a la novia norteamericana de Brando, interpretada por Patricia Owens y el primer actor del teatro Kabuki (con rostro de Ricardo Montalbán). Los dos tienen pinceladas muy potentes y hubiesen generado una ‘segunda trama’ más atrevida e interesante.

Por otra parte la película cuida en extremo los encuentros íntimos entre los dos protagonistas amantes y logra cotidianeidad y verdad en la relación que se establece entre los cuatro protagonistas. Sayonara tiene una serena belleza que llega a su culminación con el descubrimiento por parte de Marlon Brando del destino trágico de sus amigos. Y logra toda la emoción de un melodrama cuando el actor trata de convencer a la bailarina de que tienen una posibilidad de futuro, de construir una familia y que no deben rendirse…

… Y de fondo, siempre, una delicada melodía…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Europa de Luis López Carrasco (Gollarín, 2014)

elfuturo

… los directores de cine son creadores de historias… en imágenes. Por eso no es extraño que los creadores de historias empleen otras formas de expresión para narrar, como la escritura. Así puede darse el caso de un joven cineasta, cofundador del colectivo audiovisual Los Hijos (tres son sus integrantes) que experimentan con el lenguaje cinematográfico, que toca un teclado para plasmar su universo en las páginas de un libro de relatos. Siete relatos… que ‘crean’ un futuro.

A Luis López Carrasco le conocía por leer su nombre relacionado con Los Hijos. No había visto nada del colectivo hasta que hace poco vi dos de sus obras: Ya viene, aguanta, riégueme, mátame y El sol en el sol del membrillo. Ambos cortometrajes arrastran reflexiones sobre el cine dentro del cine, sobre lo que vemos reflejado y cómo lo vemos reflejado, sobre qué es rodar, qué es el montaje, qué es realidad o ficción, cómo se manipula a través de las imágenes…Son dos ensayos cinematográficos.

Su nombre me empezó a sonar a partir del largometraje Los materiales (que está en mi baúl de películas pendientes) y ahora acaban de presentar Árboles (que espero poder ver en breve en sus proyecciones en la Filmoteca). Esta nueva obra del colectivo es un ensayo histórico-social-político donde se realiza una reflexión sobre la presencia colonial en África y también crea un paralelismo con las ‘colonias’ residenciales en las periferias de las grandes ciudades españolas.

Pero también Luis López Carrasco ha presentado su primer largometraje en solitario, que pude visionar en una sesión de la Cineteca en el Matadero, El Futuro. A partir de la ‘proyección’ de una fiesta de jóvenes (que puede enmarcarse poco después de las primeras elecciones ganadas por el PSOE), se crea toda una reflexión política sobre ese momento en que nacía una incipiente democracia y que parecía que había todo un futuro por delante por construir… El efecto de ver esa fiesta, con su música de fondo, rostros, algunos diálogos sueltos… en el desolador tiempo presente genera (o por lo menos a mí me ocurrió) una tristeza enorme. El Futuro es como el ‘rescate’ de una vieja cinta de cine donde se atrapa una fiesta. La vieja cinta está deteriorada. El sonido no es bueno. En las imágenes ya hay huellas del paso del tiempo, agujeros negros que tapan rostros, saltos, cortes. Se escuchan algunos diálogos. Y todo este material, junto con al principio, el discurso radiofonico de Felipe González tras la victoria en las elecciones… crea un discurso oculto y y pesimista sobre un periodo determinado y su posterior evolución.

Y aquí, en esa fiesta, esa capsula de pasado vista ahora, en el futuro… puedo empezar a hablar de Europa y de su tercer relato Todos los finales posibles. Dos científicos al límite, al borde del fin del mundo, tienen que decidir el destino de un viaje en el tiempo que les permita escapar de la situación apocalíptica en el que está inmerso el mundo. Uno de ellos es español y termina diciendo que quiere volver a los setenta en su país de origen. “Quiero volver a la época en que nací. Quiero volver a mi casa, a mi ciudad de origen, quiero recobrar todos mis recuerdos. Quiero ver a mis padres, a mis familiares, de jóvenes, en el clima de la energía e ilusión que acaeció al final de la dictadura franquista, el inicio torpe de una democracia. Volvemos a la ilusión, me dirás. Quizá sí, quizá no. Porque esa efervescencia duró muy poco, el sistema se integró a plena velocidad en los rigores del contexto internacional. Se mistificó, se conjuró y eliminó un periodo muy corto. Con todo, no podré soportar el optimismo de esas gentes, mis compatriotas, me dirás”. El otro científico le dice que es como si quisiera regresar a una grabación ininterrumpida de vídeos domésticos familiares…

De pronto en los siete relatos de Europa, no sólo hay un futuro donde hay hueco para lo inquietante y lo desasosegante sino también para los recuerdos, la memoria y la nostalgia…, para las relaciones humanas, entre familiares o desconocidos, entre dos personas que se gustan o entre amigos… La tristeza que acompaña El futuro sigue y se alarga en los relatos de Europa. Relatos que además muestran un mundo complejo, un universo visual complejo, donde los personajes se mueven entre sueños, realidades virtuales, planetas lejanos, atrapados en viejos videojuegos, páramos solitarios… y en ese extrañamiento que sufren, por distintos motivos, en un mundo hostil (o extraño, distinto) en el que sobreviven, se aferran a sentimientos absolutamente humanos, donde siempre acuden a la nostalgia, el recuerdo y la memoria.

El teclado de Luis López Carrasco genera ese futuro incierto y nos hace caer en el abismo y la angustia de muchos de sus personajes. Acompañamos en el salto al vacío al personaje de El caminante. Si solo me dieran la oportunidad de quedarme con uno de los relatos quizá optaría por llevarme Bajo el mismo cielo… y ese grupo de personas que proyectan sus vídeos al cielo, no sabemos qué es lo que proyectan ni qué significa para ellos ese acto… “Los proyectores disparan al cielo oscuro su mensaje de luz”. De pronto el narrador de la historia, el protagonista, nos cuenta su propia “no película”. Una proyección que no existe pero que él tiene en su cabeza (y que forma parte de sus recuerdos de infancia) e imagina cómo quedaría reflejada en el cielo… y crea una emoción difícil de describir.

Luis López Carrasco no solo logra crear un mundo de sensaciones, reflexiones y miedos sino que la forma en que narra esos relatos también atrapan. Genera ambientes y un mundo visual muy potente pero también provoca, mientras te sumerges en su lectura, momentos de catarsis… Logra principios y finales impactantes y un desarrollo que suscita emociones pero a la vez todo ‘pintado’ con el distanciamiento y el extrañamiento tanto de los personajes como de las situaciones que viven.

… un primer libro de relatos que muestra que Luis López Carrasco es un creador de historias. Puede utilizar la cámara (una mirada) o el teclado (la palabra) y empezar a contar…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Diccionario cinematográfico (209)

lajetee

Fotografías: … las fotografías como elemento fundamental de la trama o como detalle importante de una historia cinematográfica. Si hace poco recordábamos en Banderas de nuestros padres lo que significó la fotografía que se realizó en la batalla de Iwo Jima donde unos soldados izaban la bandera norteamericana, ahora he visto hace poco el efecto que provoca en un viejo profesor de música la fotografía que encuentra en una caja que le entregan en un museo judío.La fotografía le cambia la vida. Cambia su historia e identidad. Le informan de que han encontrado esa caja durante las obras de unas cañerías en el antiguo recinto ferial de Belgrado (que albergó uno de los primeros campos de exterminio) y que no hay duda de que él es el dueño. La fotografía muestra a un matrimonio joven con un bebé… y una historia oculta donde él es protagonista. Así arranca la nueva película del director serbio Goran Paskaljevic, Al nacer el día.

Precisamente me viene a la cabeza La caja de música donde las fotografías serán fundamentales para la resolución de la trama en una escena escalofriante. Esta película de Costa-Gravas cuenta la historia de un inmigrante húngaro afincado en EEUU que es acusado de ser un criminal de guerra nazi y es defendido por su hija, una prestigiosa abogada.

También una fotografía desencadena el conflicto de Perro malo, la película venezolana que se alzó con la Concha de oro en el festival de San Sebastián y que se estrena esta semana. Junior es un niño que tiene una ilusión: aparecer en la fotografía del colegio con el pelo liso y vestido de cantante de éxito.

Clint Eastwood hace que en su película más romántica unos hijos ya maduros a los que se les acaba de morir su madre encuentren entre sus pertenencias unas fotografías que nunca habían visto donde está especialmente hermosa junto a unos diarios. Ahí en esas imágenes ya se desvela una historia de amor. Estoy hablando de Los puentes de Madison.

… Fundamental será para los espectadores el encuentro por parte de la asustada Nicole Kidman de una fotografía en Los otros de Alejandro Amenabar. Una historia de fantasmas que nos deja helados cuando una imagen desvela horribles secretos.

Antonioni en Blow up cuenta como una serie de fotografías ‘inocentes’ tomadas en un parque pueden desvelar un asesinato… Y el protagonista de Memento trata de atrapar su frágil memoria a través de fotografías polaroid, que a veces le confunden aún más. Hace poco también escribía sobre Ascensor para el cadalso donde un carrete y el revelado de las fotografías eran fundamentales para atrapar a los protagonistas de destino trágico. También son fundamentales en Blade Runner donde tener un pasado supone tener fotografías, y donde Harrison Ford se sirve de ellas (y de ampliar detalles) para avanzar en su búsqueda de replicantes. También las fotografías son útiles para la resolución de otro asesinato en Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres. Una fotografía que en un principio parece que no desvela nada, que no es importante, se convierte en pieza clave.

También es una fotografía la que nos queda de los monjes de un monasterio del Magreb momentos antes de ser asesinados. Y esa fotografía se plasma en la maravillosa De dioses y hombres de Xavier Beauvois. Una fotografía cuenta una historia.

Las fotografías sirven para recordar a los ausentes, para pillar in franganti o sobornar a los infieles o a los que ocultan algún secreto que no quieren que sea desvelado. Las fotografías del hermano ausente que rompen a los que se han quedado en Gente corriente. Las películas de misterio, de intrigas políticas y de espías… que se sirven de las fotografías para que la trama avance como por ejemplo Acción ejecutiva sobre el asesinato de Kennedy y la manipulación de algunas imágenes.

… las fotografías ponen en alerta a un joven adolescente de que está cambiando el presente de su familia con su ‘viaje’ al pasado y eso no es nada bueno en Regreso al futuro. Lo está alterando de tal manera que puede peligrar su existencia…, su imagen se va desvaneciendo. O sirven para contar de otra manera la historia, que se lo digan a Forrest Gump que aparece como intruso en fotografías de varios acontecimientos históricos.

Las fotografías también construyen una vida en común y reflejan el paso del tiempo, reflejan también una personalidad. Así conocemos mejor a los protagonistas de las historias según las fotografías que tengan colgadas en sus paredes o puestas en sus despachos. O las fotografías que llevan en sus carteras y que enseñan continuamente. Así como las que se llevan a viajes lejanos, en maletas o bien escondidas… Uno de los ejemplos más hermosos nos lo proporciona una cinta de animación Up donde a través de un álbum de fotografías construimos la historia feliz de un anciano matrimonio.

Y el máximo alarde es contar una película a base de fotografías y así se hizo en La jetée de Chris Marker y su bella historia de amor futurista…

… La melancolía y las ganas de recordar nos puede y guardamos fotografías en los ordenadores, móviles y álbumes pues atrapamos momentos, instantes. Os dejo, voy a por mi caja de fotografías… a recordar mi propia película de imágenes congeladas, atrapa espíritus…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Monuments men (The monuments men, 2014) de George Clooney

monumentsmen

Decepción absoluta. Dispuesta a disfrutar y pasarlo bien, salí totalmente contrariada. Monuments men partía de una buena idea y sin embargo no ha podido estar peor contada. George Clooney tiene algún destello correcto, como director de la función, en escenas sueltas pero ofrece una historia sin ritmo, mal contada y absolutamente deslavazada. Acudí a la sala de cine con muchas ganas y poco a poco fui encogiéndome en la butaca hasta el hastío más absoluto.

Contaba con un antecedente que me entusiasma. Una maravillosa película del dúo Burt Lancaster y John Frankenheimer del año 1964, El tren, cine emocionante y de tensión con historia maravillosa. Transcurre en París, un París que pronto va a ser liberado, pero antes de la derrota los nazis cargan un tren con los cuadros más importantes que se encuentran en la ciudad para llevárselos a Alemania. Un grupo de partisanos (muchos de ellos no saben de arte ni de cuadros pero sí que ése es un ‘cargamento’ que no se pueden llevar los nazis) trata de evitar —arriesgando sus vidas— que los cuadros salgan de Francia…

George Clooney se inspira en la historia de un grupo de expertos en arte, historiadores, directores de  museos, arquitectos… con cierta experiencia y edad con nacionalidades sobre todo de EE UU y Gran Bretaña (y también un francés con cara de Jean Dujardin) que se le encargó casi al final de la contienda la recuperación de las obras de arte robadas por los nazis durante la guerra para devolverlas a los lugares de donde fueron sacadas. La película parte del material de un libro de Rogert M. Edsel.

¿Dónde están las claves para no disfrutar de esta película?

1.- Los lazos entre los monuments men y los propios monuments men pésimamente desarrollados. De pronto los personajes de Clooney y Damon los van reuniendo, todos se conocen más o menos (hay por ahí, por lo visto, uniones de toda la vida)… y en un segundo sus lazos son fuertísimos, su entrega a la causa  impresionante… Apenas logran caracterizarse (no podemos imaginarnos su bagaje, la historia que arrastran a sus espaldas…) y no podemos creernos al ‘grupo’ ni lo que les ocurre. Un buen reparto (con carisma) totalmente desaprovechado porque los personajes apenas están construidos. Sólo hay un conato de pareja ‘cómica’ y bien avenida (pero desgraciadamente no desarrollada) entre los caballeros que tienen los rostros de Bob Balaban y Bill Murray.

2.- Lo inconexo de la propuesta acompaña toda la historia (tanto el dónde como el cómo). De pronto el grupo está tan junto como separado (pero siempre se quieren mucho y se nombran unos a otros)…, hay dos trágicas muertes con música de fondo e imágenes muy sentidas. Son siempre recordados (aunque ver a todos juntos rara vez se ha dado) e incluso hay lágrimas. George Clooney suelta varias veces monólogos sobre la grandeza de su misión y la importancia de salvar el arte. ¿Por qué hay que salvar el arte? Con voz seria, rostro compungido pero heroico, micrófono cerca de su boca. A veces emplea su ironía. Es como un actor clásico de Hollywood convertido en soldado, con una misión especial. Un Clark Gable salvador que además sabe declamar y dar discursos a la perfección.

3.- Mientras el grupo se va dispersando por Europa en busca del ‘tesoro’ escondido, la pista más importante es encargada al otro apuesto del grupo con rostro de Matt Damon. Damon protagoniza su propia película y al final ya se unirá con el grupo. Él va a París con un contacto y después de conversaciones, viajes rocambolescos y tal contacta con una ‘pieza’ fundamental de la trama: un parisina que trabajaba para los nazis que robaban la obra artística… pero que a su vez era una entregada a la causa, a la Resistencia. Y todo su afán era salvar el legado artístico. Ella esconde un secreto: sabe donde está todo (y además lo ha catalogado de maravilla). Pero no se fía ya de nadie. De pronto la seria, estirada y misteriosa dama se convierte en gata en celo, da un giro radical cuando se da cuenta que los monuments men son buenos y desinteresados… Ahí se cuenta una medio historia de seducción sin posibilidad de química un tanto absurda del que tan solo queda el recuerdo de una corbata…

4.- Cuando Damon se reúne con sus amados amigos (que por su cuenta ya habían averiguado casi lo mismo que él… cosas del destino y la casualidad)… tiene que pasar un momento de peligro tremendo donde todos se muestran solidarios con él… si él salta por los aires, todos le acompañarán. Son como unos mosqueteros por la causa. Así después de haber sido bastante inútil su odisea en solitario… deja ver que el grupo funciona. Y todas las hazañas del grupo transcurren así…, sin un ápice de tensión, emoción, desgarro o miedo…

5.- La resolución y el encuentro de las obras de arte es un poco por arte de magia, golpes de destino y suerte (y un poquillo de investigación con algo de potra)… pero por suerte llega antes este grupo de expertos que los desalmados rusos (¡no sabemos qué destrozo iban a hacer estos…!).

6.- Todo aderezado de una banda sonora de Alexandre Desplat y alguna canción de la época que emocione. Discursos muy serios sobre el arte y la guerra. Alguna nota suelta de humor. Ensalzamiento de la amistad (sin entender muy bien por qué), escenas muy trágicas y otras que muestren el horror y el sinsentido de la guerra. Ah, y algunas obras de arte representativas…, curiosamente casi todas con un contenido religioso y trascendente (trascendente como la misión). Algunas buenas ideas sueltas en el metraje como buenas escenas rodadas (como islas entre secuencias sin orden y sentido aparente o quizá simplemente colocadas con torpeza)… que se diluyen en una historia muy mal narrada cinematográficamente con una falta de ritmo y sentido total.

Pensé que el mal recibimiento en el Festival de Berlín era hacia un largometraje de entretenimiento que recuperaba un cine bélico de aventura tipo La gran evasión o la ya nombrada El tren. Que era cine espectáculo no bien recibido dentro del contenido y naturaleza del festival. Pero lo que me encontré fue una mala película de George Clooney (que tanto me había entusiasmado en Los idus de marzo), ni siquiera un divertimento. Tan sólo destellos. Otra vez será…, espero su próximo proyecto como director.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.