Alguien a quien amar (En du elsker, 2014) de Pernille Fischer Christensen

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Solo el gesto de una mano sobre otra es suficiente para contar una historia que nunca existió, que pudo haber sido. Ese gesto y una mirada. Solo esa mano sobre otra puede transmitir que un padre entiende lo que esta pasando su hija drogodependiente porque él también lo fue. Solo ese gesto y esa mirada basta para que los dos se entiendan como perdedores emocionales. Y aunque jamás tuvieran un atisbo de comunicación y aunque siempre hayan vivido en la distancia porque se hacían demasiado daño, un solo gesto y una mirada sirve para contar toda su historia. Para redimirse, para perdonarse, para despedirse. Un padre con una hija y una hija con su padre. Y solo por esa escena ya merece la pena meterse una tarde en un cine y dejarse llevar por un melodrama de familia disfuncional danesa. Esa escena y una historia contenida con canciones de fondo que hablan de desgarros y amores. Canciones con la voz grave de un personaje que es un hombre que se va haciendo viejo y que encuentra la oportunidad, al final del camino, de sentir plenamente lo que es amar a alguien: sin prisas, sin drogas, sin alcohol, sin divismos, sin máscaras, sin caretas, de manera incondicional e irracional…, aunque para ello tenga que volver a romperse, tenga que volver a sentirse vulnerable y frágil. Herido.

Pernille Fischer Christensen deja un melodrama elegante donde el protagonista es un cantautor rockero danés que ha arrastrado siempre mala vida y muchos tormentos interiores. Ahora es un muerto en vida, solitario, que trata de no sentir. No ser herido. Lo único que le calma es su música. Afincado en EEUU, regresa a su tierra fría y distante para grabar un nuevo disco. Él se llama Thomas Jacob (Mikael Persbrandt) y solo quiere encerrarse en un castillo y en su cabina de grabación con su mejor amiga y además arreglista, cantante y también compositora (Trine Dyrholm). También se deja cuidar por su manager (Eve Best) que le va solucionando todos sus problemas, y trata de que no caiga de nuevo. Pero esa rutina es rota por la aparición de su hija a la que apenas ha visto, y solo alguna vez ha extendido algún cheque para ella, y su nieto de 11 años, Noa. Y a partir de ese momento, la línea equilibrada que ha tratado de trazarse se hace trizas.

Someonew You Love

Fischer Christensen se va a la senda de la redención del cantante de éxito que vuelve a su tierra, a sus raíces. Y mientras graba su disco, y las canciones acompañan sus emociones, su mundo frágil se derrumba pero también se reconstruye. Es consciente de su fracaso como padre pero su nieto se convierte en una bomba emocional que le rompe por dentro porque le hace sentir pero también plantearse sus miedos y sus errores.

Así esta directora danesa opta por la contención en el melodrama. Por el frío de su tierra. La elegancia que permite ese frío, el blanco de la nieve y la luz que desprende. Opta por las miradas y los gestos para conseguir una emoción latente. Por el silencio para hablar de relaciones que se rompen y otras que nacen. Por sonrisas furtivas. Y, bueno, Pernille Fischer Christensen no transgrede el género del melodrama ni su historia de una familia disfuncional es de las más originales, pero logra momentos de emoción, de elegante belleza, de melancolía, de ternura e incluso alguna risa. Además de poder dejarte llevar por dúos o canciones en solitario… y la interpretación de un carismático Mikael Persbrandt que se transforma en un cantante cansado que arrastra sus años de sexo, drogas y alcohol… y que se siente desarmado ante la mirada de un niño, su nieto, que no le pide nada.

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