Diccionario cinematográfico (217)

 

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Ascensor: el ascensor, ese aparato que traslada a unas personas de un piso a otro en un edificio… es de lo más cinematográfico. Sirve tanto para presentar o despedir a un personaje tan potente como la señora Violet Venable (Katherine Hepburn) en De repente el último verano, hasta mostrar la naturaleza de humano y bestia que tiene un personaje con rostro de Ryan Gosling en Drive. Así en De repente el último verano vemos descender a una “cuerda” Violet Venable de un pequeño ascensor, una mujer que quiere ocultar la enfermiza relación con su hijo y la verdad de su muerte haciendo que se practique una lobotomia a su sobrina, única testigo de ese acontecimiento y, al final, la vemos desaparecer en ese mismo ascensor ascendiendo a su universo de locura y desconexión con la realidad… después de la revelación de la verdad. Mientras en Drive, el ascensor se convierte en el espacio donde en breves segundos se vive el momento más romántico y más violento de la película.

En ese espacio también se puede cometer el más tremendo de los asesinatos o puede ser el lugar donde ocurra una de las escenas más divertidas. Así no hay más que visitar el ascensor de Charada de Stanley Donen… donde aparecerá muerto de forma violenta uno de los perseguidores de Audrey Hepburn. O no podremos parar de reír con la claustrofobia (y muchas cosas más que pasarán en ese lugar estrecho y pequeño) que sufre el personaje de Woody Allen junto a su esposa en la ficción (Diane Keaton) en Misterioso asesinato en Manhattan.

También será el lugar terrorífico donde grandes damas de la pantalla sufrirán sus más tremendas pesadillas. Así le ocurrirá a Doris Day en Un grito en la niebla de David Miller, que teme por su muerte y vivirá lo que es el miedo en un ascensor. También veremos los sufrimientos de Olivia de Havilland cuando se queda atrapada en el ascensor de su hogar… y sabe que va a estar varios días sola, sin que nadie acuda en su ayuda en la siniestra Una mujer atrapada de Walter Grauman.

Como no, también pueden transcurrir bonitas historias de amor… como el que se da entre una ascensorista y un oficinista gris, que encuentra un aliciente todos los días en subir o bajar al ascensor en su trabajo… Así ocurre en El apartamento con la señorita Kubelik (Shirley MacLaine) y el señor Baxter (Jack Lemmon) y el romanticismo según Billy Wilder.

O momentos tremendos de suspense…, donde nos mordemos las uñas, como cuando se queda encerrado Julien (Maurice Ronet) en un momento crucial donde empieza a escribirse su destino fatal en Ascensor para el cadalso de Louis Malle. Y tampoco podemos olvidar un padre de familia angustiado (James Mason) y secuestrado que trata de escapar a través del hueco del ascensor en Cautivos del terror de Andrew L. Stone.

Tampoco olvidar cómo el ascensor es un aparato fundamental para presagiar catástrofes y accidentes tremendos. Así en los ascensores ocurren momentos angustiosos en esa película clásica del cine de catástrofes que se llama El coloso en llamas. Y también es el sitio donde se pilla desprevenido o es la última oportunidad de un personaje para sobrevivir a la muerte al abrirse sus puertas…, así puede verse en Infiltrados de Scorsese. Así como un espacio ideal para tórridas escenas de sexo como las que viven Michael Douglas y Glenn Close en Atracción fatal.

No hay duda de que el ascensor y el cine mantienen un buen idilio. ¿Cuál es tu ascensor favorito?

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Cadena de curiosidades cinematográficas. Un libro de Chaplin, una película de los treinta e Irène Némirowsky en la pantalla

Charles Chaplin. La soledad era el único remedio (Confluencias, 2014)

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Un libro de pequeño tamaño esconde en sus páginas un tesoro. Este libro es una delicia especial, un delicatessen. Reúne once entrevistas, que realizaron distintos periodistas en medios diferentes, a Charles Chaplin y están por orden cronológico. La primera transcurre en 1915 y la última 1967. Y con cada una de estas entrevistas, descubrimos la esencia de Chaplin, nos llevamos pequeñas sorpresas y se nos cuenta de manera especial su vida. Entre líneas. Contamos además con descripciones sobre su físico y forma de comportarse. Y el disfrute es máximo.

Repite varias veces que él quería ser actor dramático, trágico; se nos habla de sus ojos azules, su pelo azabache y sus mechones blancos; se nos describe su seriedad y melancolía así como su amabilidad y delicadeza en las entrevistas…, nos cuenta que sus películas parten de una emoción, que su personaje amado provoca risa en actos cotidianos y creíbles, que sus andares se los inspiró gente con los pies cansados y doloridos de ese Londres humilde que conoció en su infancia, nos describe su meticulosidad en el trabajo, su amor al cine como arte, su amistad con Douglas Fairbanks…

Pero también las entrevistas nos cuentan otra historia, los orígenes de un hombre humilde y siempre en los escenarios que llegó de Inglaterra a EEUU a un medio totalmente nuevo y distinto a los escenarios, el cine. Un hombre que se va haciendo un nombre y va adquiriendo una popularidad mundial, un hombre amado, tanto como su personaje. Que llega a lo más alto en su arte como director y en su trabajo como mimo satírico. Que conoce el éxito y la fama en todo el mundo… Que poco a poco le van minando las noticias de su vida privada, que va siendo rechazado por sus opiniones sociales y políticas, por su posicionamiento respecto la guerra, por su humanismo…, hasta ser expulsado de la tierra que le acogió y le encumbró… y retirarse a Suiza. De cómo un hombre que era totalmente aclamado con cada película realizada a ser continuamente cuestionado con cada nueva obra cinematográfica… De cómo un hombre triste siguió siendo triste y desencantado.

Recomiendo perderse entre sus páginas…

¿Amigos o rivales? (Friends and Lovers, 1931) de Victor Schertzinger

A veces aparecen películas curiosas de aquellos años treinta antes del código Hays, antes de la censura. ¿Amigos y rivales? Es una de ellas y está llena de sorpresas. Donde se muestra que había mucha más libertad y se era menos políticamente correcto en la representación de las relaciones personales. En ¿Amigos y rivales? Además hay un explícito erotismo y se nota que no existe censura alguna porque la dama protagonista en cuestión, libre y libertina, es celebrada y amada… sin recibir los castigos que tendrían que aguantar sus predecesoras.

¿Amigos y rivales? habla de amistades peligrosas con ligereza y ritmo rápido. De chantajes y traiciones. De malos tratos y asesinatos. De vida frívola y vida colonial en fronteras lejanas. De amistades que se rompen y que vuelven a construirse. De champán, celos y amor… Y todo de la mano de un reparto muy especial. La joven dama es Lili Damita, que posteriormente su carrera cinematográfica desapareció entre maridos como Michael Curtiz y Errol Flynn. Y los hombres que se enamoran y sufren por ella son el bigote de Adolphe Menjou, el galán cínico y elegante por excelencia, y un jovencísimo y vital Laurence Olivier, lejos de los escenarios shakesperianos. Ella se dedica a enamorar a hombres (de activa vida social y romántica)… de la mano de su esposo que después los chantajea. Y su esposo no podía ser otro que el siniestro Erich von Stroheim (y director outsider de películas geniales) pero peculiar intérprete, qué buenos personajes cultivó. Una película breve y llena de giros y sorpresas en la trama. Con elipsis muy curiosas que hacen avanzar la narración, duchas eróticas, momentos violentos y otros frívolos, peleas, risas, drama… y finalmente la chispa del amor. Una vida loca.

Suite francesa (Suite française, 2014) de Saul Dibb

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No es la primera vez que los personajes de la autora Irene Nemirovsky pisan la pantalla cinematográfica. El director británico Saul Dibb (La Duquesa) tan solo toma unos pocos personajes de la polifonía de voces de la inacabada Suite francesa (que ya se hablaba desde 2007 de su adaptación cinematográfica). De hecho la película no atrapa el universo de Irene Nemirovsky sino solo a algunos de sus personajes y unas cuantas situaciones… y únicamente traslada un aspecto que es importante en la novela de la autora (y en su universo literario anterior): la tremenda ambigüedad y humanidad de los personajes en tiempos de entreguerras o en la propia guerra, son capaces de lo mejor y de lo peor, de albergar lo más hermoso del ser humano y lo más horrible, la dificultad de las relaciones familiares, amorosas y entre distintas clases sociales y cómo se arrastran contradicciones continuamente…, pura humanidad.

Dibb, como ya nos acostumbró en La Duquesa, lleva a cabo una película elegante, bella visualmente, perfectamente ambientada y con una banda sonora brillante además de contar con un buen reparto. Y se decanta finalmente por narrar un amor imposible en una localidad francesa ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Ese amor imposible es entre un oficial alemán y una joven francesa. El oficial se aloja en casa de la joven, que a su vez vive con su suegra, una mujer rica del pueblo ocupado. Ambas esperan el regreso del hijo y del esposo del campo de batalla. El amor imposible cuenta con los rostros de Michelle Williams, como joven delicada y cada vez más consciente de su difícil situación (y de su compromiso); y del actor belga Matthias Schoenaerts, que deja su carisma por repartos internacionales desde su participación en De óxido y hueso. La suegra cuenta con la cara de Kristin Scott Thomas, que sigue siendo una secundaria de oro.

Quien quiera conocer el universo literario de Irene Nemirovsky (y conocer también su azarosa y trágica vida) que acuda al libro y se sumerja en sus páginas. Quien quiera dejarse llevar por un amor imposible de película, bien contado, que se meta en la sala de cine… Hay una relación casi invisible y muy distante entre la Suite francesa literaria y la fílmica.

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Un libro y una película. El beso de la mujer araña (Kiss of the Spider Woman)

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Primer beso: literatura y cine

El escritor argentino Manuel Puig publica en 1976 El beso de la mujer araña que cuenta cómo dos presos que comparten una celda… terminan traspasando, de alguna manera, las cuatro paredes. Uno es un preso político, cree en el cambio hacia una sociedad más justa, cree que una revolución es posible a través de la lucha, es estudiante, desconfiado e introvertido. El otro es un homosexual maduro y afeminado condenado por corrupción a un menor que huye de su desencanto a través de historias que recuerda haber visto en las pantallas de cine. Los dos transgreden las reglas sociales y establecen una relación sin prejuicios de ningún tipo que les libra de otras cadenas, los dos desnudan sus contradicciones y se unen en un espacio especial donde solo habitan ellos dos… aunque fuera de esas cuatro paredes no puedan tener finales felices. Esta novela la terminó el autor en el exilio…, 1976 es el año del golpe de Estado en Argentina.

… el autor argentino tiene una manera muy especial de contar la historia e involucrar al lector en ese mundo creado por Valentín y Molina. Solo hay diálogos… pero la maestría es que construye una historia tremendamente compleja y hermosa. Normalmente solo son entre Valentín y Molina en la celda. Pero otras veces, y en formato más teatral, son entre el director de la prisión donde se encuentran encerrados y Molina. Para averiguar el final de los dos personajes fuera de las paredes, se nos facilita un informe policial… y a un Valentín torturado que logra viajar en un sueño.

En estos diálogos Molina es un contador de historias que envuelve a Valentín y al lector con sus ensoñaciones y particulares versiones de películas que ha visto en la pantalla. Molina es emoción, pasión, sentimiento… soñador… Valentín es racional, volcado en la causa y trata de huir de las emociones y los sueños… Pero ambos dialogando, encontrándose, contándose historias (se mezcla la ficción de las películas con sus historias reales, sus secretos, sus pasados fuera de las rejas) sufren una transformación. Uno da rienda suelta a las emociones, el otro muestra su parte más racional y desnuda su consciencia sobre su situación, su dolor, su futuro. Ambos se funden en uno.

Molina se deja llevar por las apasionantes historias de amor de heroínas sufridoras, mujeres que aman y se sacrifican, deja aparte el contexto de la película. Él se identifica con esas mujeres que sufren y aman al hombre sobre todas las cosas… por eso son amores desgraciados, historias tristes. Y, de manera inesperada, se convierte en esa mujer entregada con la que sueña… Valentín se deja llevar por esas historias cinematográficas, primero las analiza, las racionaliza y contextualiza… hasta que termina emocionándose con ellas, sueña, encuentra un camino a la libertad… para no morir vencido en una prisión.

Así Manuel Puig crea un maravilloso juego de realidad y ficción donde culmina y se entiende la importancia de ese beso de la mujer araña… Entre las historias que le cuenta Molina a Valentín hay dos relatos minuciosos de dos películas de Tourneur, La mujer pantera y Yo anduve con un zombie. Y después tres relatos cinematográficos de amores complejos y desgraciados: uno corresponde a una película de propaganda nazi y el trágico amor entre una artista francesa y un nazi, el otro un drama de amores cruzados (el de una mujer soltera que recuerda su amor de juventud cuando una joven pareja alquila una habitación de su vivienda. Pero el joven tiene que ir a la guerra y regresa desfigurado y rechazado por su novia. Entonces surge una especial relación de amor entre el joven desfigurado y una joven sirviente no muy agraciada. Un personaje ciego es el que les hace “mirar” de otra manera para que apuesten por su relación) y por último un melodrama mexicano sobre una artista atrapada en una relación con un mafioso y un joven periodista enamorado… una pasión que transcurre entre carnavales, playas, boleros, enfermedades y tugurios…

Estas historias forman un círculo (y de alguna manera reflejan muchos cabos que tienen que ver con los secretos más interiores, con las almas de Molina y Valentín)… si empieza con una mujer pantera que teme besar al hombre amado por si le desgarra y le lleva a la muerte…, termina con la petición de un beso… porque Molina no quiere ser mujer pantera, y como dice Valentín es mujer araña que atrapa con sus hilos-historias, y puede besar… Uno pide un beso y el otro expresa que no se deje nunca más humillar por otro, que eso no es justo, que eso no es bello.

Manuel Puig se sirve de la fascinación del relato cinematográfico para crear una hermosa novela que experimenta con la forma de ser contada y atrapa con su tela de araña y emociones.

Segundo beso: cine y literatura

Hector Babenco lleva esta compleja novela, pero emocionante, de Manuel Puig a la pantalla de cine en 1985. Y no era fácil. El encargado de adaptar esta novela a guion fue el hermano de Paul Schrader, Leonard. Lo que cobra importancia en la adaptación cinematográfica es el propio espacio que crean Molina y Valentín…, la propia celda. Y la recreación de esas películas “proyectadas” a través de las palabras de Molina… Así como la “visualización” de sus historias reales del pasado. La celda, ese espacio especial, y lo primero que ve el espectador con la voz de fondo de Molina… tiene a dos inquilinos de carne y hueso: Molina (William Hurt) afeminado y encantador de historias y Valentín (Raul Julia), el preso político que trata de no emocionarse y seguir con su lucha y con no volverse loco o no sucumbir al miedo a la muerte y la debilidad entre cuatro paredes. Y son esos dos actores, que hacen un trabajo actoral matizado, cuidado y genial, los que logran crear una química especial que culmina con una unión sincera, venciendo prejuicios, contradicciones, muros, paredes y cárceles interiores.

En la novela, Puig es más subversivo y va más allá que en la adaptación cinematográfica. Por un matiz importante y el cambio de un pronombre. Cuando Valentín, tras la inyección de morfina, tiene su sueño… y se va con la mujer ensueño (a la que pone el rostro de la única mujer que de verdad ha amado, Marta, y que su historia se acabó porque él quería continuar con la lucha política), le dice: “¡Marta, ay cuánto le quiero!, eso era lo único que no te podía decir, yo tenía miedo de que me lo preguntaras y de ese modo sí te iba a perder para siempre, ‘no mi Valentín querido, eso no sucederá, porque este sueño es corto pero es feliz?’”. Ese “le” cobra importancia porque Valentín se lleva esa relación especial que construyeron en la celda Molina y él. En la película sin embargo, no existe un “le” sino un “te”… que cambia el sentido final de la historia (pero por otra parte acentúa el papel de “heroína sacrificada” de Molina).

La película, no obstante, capta bastante bien el “espíritu” y el significado de la novela, además de lograr trasladar con lenguaje cinematográfico y buenas decisiones en la puesta de escena esta difícil novela. De todas las historias ficticias que le cuenta Molina a Valentín, sí que la película de Babenco apuesta por la más provocativa de la novela (pero no la más hermosa…, me quedo con la que transcurre en Veracruz): la película de propaganda nazi que a Molina le entusiasma por la historia de pasión y amor. El espectador ve “su proyección” a través del relato oral de Molina, imitando a una mala película de propaganda. Y el juego cinematográfico funciona sobre todo al poner el rostro de la heroína con la cara de Sonia Braga, que luego descubriremos que es el rostro también de Marta, ese amor oculto de Valentín… y la mujer de ensueño con la que huye para ese sueño corto pero feliz. Porque podemos pensar que esa proyección visual es la que se hace el propio Valentín transformando también las historias que le cuenta Molina.

Y, por último, la película acierta con el traslado de esa “investigación policial” que cuenta el final de Molina…, convirtiendole realmente en una “heroína sacrificada” de película de acción y thriller político con un halo de romanticismo trágico. Así como el final de un Valentín, tras una tortura que le ha dejado al borde de la muerte, que le deja vivir en un sueño feliz. Ahí he podido encontrar la misma magia que con una antigua película de Hathaway Sueño de amor eterno (1935), donde un preso con cara de Gary Cooper lograba también su libertad y la unión con su amada a través de los sueños…

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La profesora de historia (Les héritiers, 2014) de Marie-Castille Mention-Schaar

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Esta película francesa logra que salgas de la sala con unas inmensas ganas de debatir y reflexionar. Así que su directora Marie-Castille Mention-Schaar (primer trabajo que veo de ella) logra una buena propuesta cinematográfica para hablar de la importancia de la historia como asignatura. Así queda un testimonio sobre la importancia de la escuela pública, de los buenos maestros con vocación y lo fundamental que es impartir asignaturas como historia desde una filosofía acertada: la historia no solo se aprende, no solo consiste en coger apuntes y memorizar fechas…, la historia se comprende, se entiende, se debate, se discute…, la historia enriquece al individuo, abre los ojos, recupera la memoria, hace reflexionar… ¿Qué herencia deja la historia? ¿Quién recoge esa herencia? ¿Cómo se transmite? ¿Cómo se aplica? ¿Quién la aplica?… Los adolescentes plurales, pertenecientes a una sociedad compleja y multicultural, son los herederos de la historia (… me resulta muy interesante la metáfora del título original de la película).

La profesora de historia parte de una situación real: los alumnos de una clase conflictiva y difícil de un instituto (Liceo Léon Blum) se presentan, animados por su profesora de historia, al concurso nacional de la Resistencia y la Deportación cuyo tema es: Niños y adolescentes en los campos de concentración nazis. Este trabajo colectivo repercute en la vida de los alumnos.

La película plantea un montón de temas interesantes y complejos… y quizá se deja llevar al final por una narrativa clásica hollywoodiense (digamos que tira por el camino más fácil) pero aun así no lastra la interesante propuesta cinematográfica. Por otra parte la directora toma en algunos momentos interesantes y efectivas decisiones para la puesta en escena de lo que quiere contar. El mismo punto de partida y la génesis de esta película llama la atención: uno de los alumnos que participó realmente en este concurso se puso en contacto con la propia directora, después de haber visto su primera película, con un esbozo de guion sobre ese acontecimiento de su vida. A ella le gustó esa historia y lo que le contó ese alumno… Y se puso en marcha el proyecto. No solo contactaron con la profesora sino que además el alumno, Ahmed Dramé, además de ser un importante asesor, actuó en la película como uno de los protagonistas, Malik.

La película arranca con una escena potente en la que muestra un conflicto en los pasillos del centro educativo y sitúa perfectamente lo que se nos va a contar. Una chica musulmana va con su madre, ambas con el velo, a recoger el certificado de selectividad. Por una parte tanto la jefa de estudios como el director les niegan el certificado y la entrada al centro porque llevan el velo… y se están saltando el principio de laicidad del instituto. Por otra parte la adolescente explica que ha respetado durante todos sus años de alumna ese principio y que ahora tan solo viene a por el certificado, y que ellos no están respetando su libertad de expresión, su derecho a ponerse el velo, su identidad… Así la película desde el principio plantea cómo las cuestiones no son ni blancas ni negras, cómo es difícil el diálogo, el punto de encuentro, y la posibilidad de enfrentar dos puntos de vista sobre una cuestión… Y nos sitúa en el centro educativo y en su universo multicultural. Esos pasillos, espacios educativos y aulas vacías, que enfoca la cámara varias veces… están habitados por unos individuos que se mueven en él: cuerpo docente, alumnos y padres, que dan un significado especial a este espacio y a lo que ocurre en él.

Después nos muestra el primer día de clase de una profesora de historia con años de experiencia y mucha vocación con unos alumnos conflictivos y difíciles. La profesora tiene el rostro de Ariane Ascaride (actriz habitual de las películas de su compañero Robert Guediguian). Y es la que se propone atrapar la atención de los alumnos y creer en ellos desde el primer día. Anne Gueguen, la profesora, no es derrotista y no piensa que sus alumnos no llegarán a nada, cada año es un reto que toma siempre con energía. Así que ese año trata de enganchar a esa compleja clase, presentándoles al concurso y haciendo un trabajo colectivo de recuperación de la memoria. Pero les deja ver que no solo es importante la forma que den a ese trabajo, sino que deben dotarlo de contenido, un contenido que sea una reflexión continua. Y el caso es que logra engancharles. Las fuentes a las que acuden son diversas: los libros, una visita a un museo sobre el genocidio, fotografías, los cómics, las películas… y el escuchar el testimonio de un superviviente. Esta es otra de las interesantes decisiones de Marie-Castille Mention-Schaar, introduce en la ficción el testimonio real del recientemente fallecido Léon Zyguel. Este hombre acude a esa clase ficticia y derrama sus palabras y su experiencia.

Marie-Castille Mention-Schaar esboza temas muy complejos pero los deja en un esbozo y finalmente se decanta por una narración de superación y premio al esfuerzo. Entre los esbozos está la presencia de un alumno, el único que abandona el concurso, que claramente se ve su implicación en el extremismo religioso lo que le impide involucrarse en un proyecto que va a remover (y reflexionar sobre) sus recién adquiridas creencias. Y otros interesantes esbozos se encuentran en los planteamientos y conflictos que viven cada día los alumnos de la clase de la profesora de historia, pero solo se ve la punta de esos conflictos. Por otra parte, sin embargo, sí que se empapa de cómo plantear una asignatura como la historia y sí que encuentra el sentido de esta clase en los institutos y universidades. La directora maneja un contenido interesante, complejo e inteligente… pero no encuentra la forma potente (tan solo en momentos concretos) para mostrarlo con fuerza.

La profesora de historia es, sin embargo, una interesante propuesta cinematográfica para después realizar una intensa sobremesa en una terracita…

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Mi regalo de cumpleaños. Jeanne Eagels (Jeanne Eagels, 1957) de George Sidney

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Descubrir un clásico siempre es un bonito regalo que aprecio. Me llamó la atención la pareja de actores protagonista (Kim Novak y Jeff Chandler), su director y que se rescatara con esta película una figura del pasado, una figura de los escenarios y del cine mudo que brilló hasta la revolución del cine hablado…, fecha de su fallecimiento (1929), Jeanne Eagels. Triste personaje femenino perteneciente al Hollywood oscuro, al de Babilonia, ese que reflejó Kenneth Anger en sus dos volúmenes. Triste personaje que vivió las mieles y los túneles oscuros de la fama… como Frances Farmer, Mabel Normand, Clara Bow… y un largo etcétera.

Jeanne Eagels fue escalando y escalando desde pequeños teatros, hasta ser una de las chicas de las Ziegfeld Follies, pasando por teatros más importantes hasta llegar a Broadway y también a Hollywood. También su vida se vio rodeada por el alcohol y la heroína así como una inestabilidad sentimental. Sus papeles más recordados tienen que ver con el escritor William Somerset Maugham. Uno de sus triunfos en los escenarios fue con la obra Rain, que después sería llevada al cine. La prostagonista, Sadie Thompson, tendría el rostro de celuloide de Gloria Swanson, Joan Crawford y Rita Hayworth. Pero durante muchos años Sadie en el escenario fue Jeanne Eagels. Y a título póstumo, recibió una nominación al oscar por una película (en plena revolución del sonoro), La carta, que años después sería una de las grandes películas que realizó William Wyler con Bette Davis. Finalmente, no se sabe si la muerte de Eagels fue provocada por una sobredosis o fue suicidio.

Y la película de George Sidney me ha sorprendido porque dibuja un triste y decadente retrato de la protagonista y filma una bella historia de amor imposible. La Jeanne Eagels de la película nada entre el biopic (con varias licencias para ficcionar la vida de la protagonista) y el melodrama romántico. Jeanne Eagels se aleja del cine technicolor, musical (Escuela de sirenas, Levando anclas, Magnolia o Bésame Kate) y aventurero (Los tres mosqueteros o Scaramouche) del director para decantarse por un retrato amargo en blanco y negro. Fue el segundo de sus trabajos con Kim Novak (la dirigiría tres veces, también en La historia de Eddy Duchin y Pal Joey), que mostraría cómo su fría y perfecta belleza era adecuada para mujeres complejas y atormentadas como Jeanne Eagels.

La película centra la trama en la historia de amor imposible e intermitente entre Jeanne Eagels y Sal Satori (atractivo Jeff Chandler), un feriante, y en el ascenso y descenso de la actriz por un camino de traiciones, adicciones e insatisfacciones vitales que la arrastrarán al abismo. Los momentos culminantes de ese amor son reflejados con una belleza extrema (tanto de puesta en escena…, como de diálogos): el primer beso bajo una lluvia torrencial trabajando en la feria, los dos montando por la noche en un carrusel de caballitos hasta que acaban en el suelo, él diciéndole a ella que se bebería su hermoso pelo, él mirando cómo ella se desviste para meterse en el mar… como si fuera una Afrodita y una de esas declaraciones de amor imposible (que suelo coleccionar) donde él le dice a Jeanne que si volviera a nacer y le dijeran que volviera a repetir su vida con éxito pero sin ella, que lo rechazaría, que prefiere haber vivido con lo poco que ha tenido de ella. O esa escena final con una Jeanne en la pantalla de cine, inmortalizada, y a Sal llorando en la sala.

Jeanne Eagels se la presenta como una joven con ambiciones que tiene claro que quiere llegar a lo más alto en los escenarios. Sin embargo no pondrá freno alguno a sus deseos que la volverán inestable e insatisfecha así como caer en diversas adicciones. En su camino no solo se cruza Sal Satori, sino también su profesora de teatro (Agnes Moorehead) o el productor (Larry Gates). Y ese deseo hará que traicione a una madura actriz en decadencia (magnífica Virginia Grey, apenas aparece pero con ella y el lenguaje cinematográfico se nos cuenta toda su historia y su trágico final) para conseguir un gran papel, este hecho será el punto del declive. Kim Novak logra dar al personaje esa inestabilidad emocional con su hieratismo y sus explosiones de humor. Logra un personaje a la vez hierático y frágil. Finalmente extremo.

La película cuida los ambientes… desde el mundo de la feria, como un inesperado paraíso (pero también a veces un lugar sórdido…, depende de la mirada o el estado de ánimo de los personajes), hasta las bambalinas del teatro (con sus glorias y miserias) o el rodaje de una película… pasando por la decadencia de un matrimonio que se consume en la soledad y el alcohol (entre hoteles y apartamentos) –cuando la película refleja el matrimonio de Jeanne con un jugador de fútbol americano acabado–… auntodestruyéndose poco a poco. Uno de los puntos interesantes de la película es la posibilidad de ver en acción en un plató de cine al director Frank Borzage, ya maduro, y a su hermano Lew (como asistente de dirección) como en El crepúsculo de los dioses habíamos visto a Cecil B. DeMille.

Y el rostro impasible de Kim Novak con un cuerpo perfecto de belleza griega que surge de la feria (como alega Sal en un juicio porque la han detenido por inmoralidad en su espectáculo) para brillar en los escenarios pero para terminar hundiéndose en el alcohol, la heroína y una continua insatisfacción y remordimiento… convierten a Jeanne Eagels en un melodrama de la parte oscura de la fama y el éxito en aquellos locos años veinte.

… este descubrimiento ha sido un bonito regalo.

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Cine español en tres sesiones. Loreak de José María Goenaga y Jon Garaño/Murieron por encima de sus posibilidades de Isaki Lacuesta/ A cambio de nada de Daniel Guzmán

Tres sesiones en las que he disfrutado de tres propuestas diferentes de cine español. Las tres me han enganchado por distintos motivos y las tres dejan ver formas de rodar historias que llegan.

Loreak de José María Goenaga y Jon Garaño

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Una imagen potente y una canción fueron los primeros pasos para crear Loreak. Los ramos de flores que nos encontramos a veces en tramos de carretera donde así se señala que ahí hubo un accidente de tráfico. Y la canción de Cecilia Un ramito de violetas que cuenta un complejo romance. Son los ramos de flores los que cuentan la historia de tres mujeres unidas por hilos dolorosos. Las tres comparten una ausencia fuerte en sus vidas. Las tres tienen maneras muy distintas de curar las heridas. De cuidar esos ramos con flores que unen sus destinos. Loreak es una hermosa película que fue una de las gratas sorpresas del 2014.

El espectador viaja al País Vasco y al mismo corazón de tres mujeres (Nagore Aramburu, Itziar Aizpuru e Itziar Ituño) con heridas y una ausencia. Con una sensibilidad y suavidad extrema los directores construyen una dura historia sobre lo que cuesta sobreponerse al dolor de la pérdida, al miedo de envejecer o de sucumbir en lo lineal de la vida cotidiana. El miedo a no poder expresar o gritar nuestros miedos y dolores. Y cómo el ser humano busca distintos motivos a los que aferrarse, distintas formas de conformarse para vivir o sobrevivir. El olvido, el silencio, el imaginarse historias que nos llenan, el no nombrar ni expresar, el no perdonar, el comerse todo lo que uno siente, no estallar. No solo son los ramos de flores o los rostros de tres actrices que reflejan universos personales… sino también un melancólico relato cinematográfico sobre el paso del tiempo y la curación de las heridas del alma. Donde se mezclan los suaves colores de las flores, con el verde, los colores tierra, la niebla y la lluvia constante del norte.

Murieron por encima de sus posibilidades de Isaki Lacuesta

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Murieron por encima de sus posibilidades se sustenta en un reparto estelar donde cada actor tiene su momento, en un humor negro, gore y despiadado, en un uso inteligente de los discursos y el lenguaje que se ha empleado para ‘explicar’ la crisis y en una manera catártica e incómoda de enfrentarnos a lo que está suponiendo esa misma crisis en el paisaje social y moral. E Isaki Lacuesta crea, en régimen de cooperativa, una película muy incómoda e irreverente donde nadie sale bien parado: ni los políticos, ni los banqueros, ni los empresarios, ni los periodistas pero tampoco los ciudadanos, ni los de derecha ni los de izquierda, ni los de arriba ni los de abajo, ni los del 15 M ni los que siempre pensaron en una revolución social. Ahí está una frase demoledora que suelta José Sacristán: “La culpa es nuestra… por ser españoles”.

La película tiene momentos potentes, muy potentes. Y otros descabellados. Es una película que se le va la pinza… Así como unos monólogos para escuchar una y otra vez. Seguimos las aventuras de cinco hombres desequilibrados (Raúl Arévalo, Albert Pla, Julián Villagrán, Jordi Vilches, Iván Telefunke), sus vidas cambiaron violentamente por la crisis, que escapan de un psiquiátrico vestidos de osos panda con el propósito de que todo vuelva a ser como antes de la crisis. Y estos hombres se mueven en un paraje incómodo: de psiquiátricos casi abandonados, de garitos extraños, de edificios abandonados, de barcos interminables, de personajes incómodos…, de un país que se derrumba. Mientras sueltan sus reflexiones (con un fondo de disparate, otro de verdad, y con malabarismos con las palabras para crear discursos incómodos y chocantes) o cuentan historias pasadas. Hay momentos que te dejan sin respiración, como el monólogo destroyer de Albert Pla sobre sus deseos que termina con lo que dirán los demás: “Está loco pero es encantador. Le queremos”. O esa manera de analizar el 15M por parte de Raúl Arévalo o como Jordi Vilches, con su personaje de macarrilla perdedor ante el mafioso de turno (Sergi López), trata de solucionar sus deudas empleando el discurso de los bancos y los rescates… Así como esos destellos delirantes como el de un periodista con rostro de Eduard Fernández dando el tono poético (con las gaviotas de fondo) a la noticia trágica.

A cambio de nada de Daniel Guzmán

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Hay películas que muestran naturalidad, sinceridad y realidad por cada uno de los poros de sus fotogramas. A cambio de nada no es una película ni redonda ni perfecta pero uno se deja llevar por los rostros auténticos de dos adolescentes que son amigos a cambio de nada. O por esa abuela que recoge viejos muebles por las calles de Madrid, en la sombra, en el olvido. O por ese delincuente anciano y cansado que sigue sin embargo pensando en su vida como un triunfador que es libre, aunque cada vez le cuesta más mantener su discurso.

Daniel Guzmán empapa su película de ese Madrid que conoce y recoge retazos de su pasado, de su adolescencia de niño de barrio, para construir el retrato de Dario (Miguel Herrán) y su amigo Luismi (Antonio Bachiller). Dario se encuentra en ese momento en que parece que todo tu mundo se derrumba y que solo existe una caída al vacío o un viaje interminable en un túnel oscuro del metro… En una encrucijada. Dario no puede soportar tener que testificar en contra de alguno de sus padres en un juicio por su separación y esto le descoloca su vida cotidiana hasta tal punto de que pierde el rumbo y termina abandonando el hogar familiar. En esa ‘aventura’ le acompaña su vecino de toda la vida, Luismi (pareja ideal y con química); una abuela que vive la soledad y el olvido (la propia abuela del director, que rezuma realidad y ternura en cada aparición), y un delincuente cada vez más mayor. Dos personajes maravillosos… que desaparecen tal y como aparecieron de la vida de Dario, de repente. Y la película se empapa con ese comportamiento de un Dario todavía inocente pero ya enfrentándose a una vida adulta que la siente dura. Y como la vida misma Daniel Guzmán (que ha luchado una década para sacar su obra adelante) cuenta la historia de su álter ego con dosis de humor, ternura y tragedia…

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Descubriendo a Robert Wise. Nadie puede vencerme (The set up, 1949)/La torre de los ambiciosos (Executive Suite, 1954)

Hay directores a los que se les recuerda por sus películas más populares y así quedan más ocultas grandes obras de su filmografía. A Robert Wise se le suele descubrir por West side story y Sonrisas y lágrimas, dos películas de género musical. Pero de pronto indagando un poco en su obra cinematográfica, surge uno de esos directores de Hollywood que dominan el lenguaje visual y saben aplicarlo a todo tipo de géneros: buen cine negro, drama, terror o ciencia ficción. Así van surgiendo otras películas por las que se le identifica como Ultimátum a la tierra o La mansión encantada. Después empiezas a fijarte en grandes dramas que llevaban su firma como ¡Quiero vivir! O Marcado por el odio. Y según vas indagando, descubres verdaderas joyas en su legado u otras que te demuestran que su puesta en escena y su dominio de la narración cinematográfica es total. Como las dos películas que conforman esta sesión doble.

Nadie puede vencerme (The set up, 1949)

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Siempre los créditos te aportan y te descubren información interesante. Así The set up es la adaptación de un poema narrativo de Joseph Moncure March. Y aunque no conozco ese poema original (donde además el protagonista es un boxeador negro), si destaco este punto es porque la película, en cierto modo, es un poema visual sobre la figura del perdedor. No hay más que leer el nombre de algunos locales decadentes de esa plaza donde transcurre la trama que hacen referencias al paraíso y a los sueños. La historia de The set up transcurre en un breve periodo de tiempo, como señala el reloj de la calle que abre y cierra la película…, donde el boxeador con rostro de Robert Ryan no solo tendrá su última noche de gloria sino que también le seguirá la sombra del fracaso y del destino cruel… o quizá el camino, como cree su desencantada esposa (Audrey Totter), para una nueva oportunidad en la vida.

Todo es un poema visual. El ambiente de esa zona de la ciudad donde transcurre la trama. Mientras él se prepara para la última pelea en el ring, ella pasea reflexiva por las calles. Los rostros de los espectadores. La decadencia que se respira. Esa ventana del hotel que se enciende y se apaga… y supone una esperanza para el luchador porque es el reflejo de que alguien le espera. La importancia de las sombras, sobre todo en el momento más violento y triste del film donde las sombras de un grupo de jazz se proyectan en una pared de ladrillo, mientras la música además tapa los gritos de una paliza nocturna que no hace falta que la cámara la recoja pues sentimos toda la crudeza del momento. El propio combate, casi a tiempo real (como toda la película), que modula y carga de tensión y emoción la fuerza de un boxeador fracasado que quiere demostrar a toda costa que aún puede vencer, porque es lo que sabe hacer, luchar en el ring. La soledad del campeón en la habitación de preparación después del combate… Los más cercanos a él le han traicionado, menos su esposa, menos el vendedor de periódicos que admira sus viejas glorias, o los compañeros que nada pueden hacer… La desesperación del que se siente atrapado… pero que no ha sucumbido a la corrupción, al frío gánster de turno.

Nadie puede vencerme sigue el ritmo del rostro de Robert Ryan, que aflora todos los sentimientos posibles, de hombre duro y golpeado por la vida, de hombre tierno y enamorado, de hombre atormentado y fracasado, de hombre viviendo sus momentos de gloria, de hombre con el terror en el rostro, de hombre derrotado que pide ayuda…, de hombre que a pesar de los golpes… sabemos que va a volver a levantarse una y otra vez… Nadie puede vencerme sigue el ritmo de los golpes de la vida, que se reflejan en el ring y en el rostro de los otros compañeros de combate del protagonista. Rostros esperanzados, rostros desencantados, rostros del fracaso y de los sueños rotos. Y finalmente, Nadie puede vencerme sigue el ritmo del tiempo real, de las agujas del reloj que no se detienen a ritmo de jazz.

La torre de los ambiciosos (Executive Suite, 1954)

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Robert Wise no deja de sorprender en su manera de presentar las historias, de contarlas. En sus decisiones en la puesta en escena que crea potentes escenas, como ocurre con La torre de los ambiciosos, con un inicio brutal que atrapa y ya no suelta al espectador. Así, con cámara subjetiva, nos narra los últimos momentos de un magnate de una empresa de muebles antes de caer fulminado en la calle por un ataque al corazón. A partir de ese momento la lucha por adquirir el puesto, la batalla está servida.

La película es un intenso drama con un reparto increíble donde los ejecutivos tienen solo unas horas para votar al sucesor. Según el hombre que consiga el poder, la empresa irá por un camino o por otro. Se encuentran los extremos, y los puntos intermedios pero fundamentales para inclinar la balanza a un lado o a otro. Y en esto la película no ha perdido ni vigencia ni actualidad. Los extremos: ir a por los beneficios económicos, la fría contabilidad, sin contar con el producto bien hecho ni preocuparse por el bienestar de los trabajadores y por su trabajo en equipo. Esta opción tiene el rostro de Fredric March. U optar por el trabajo bien hecho, por un producto de calidad y velar por los intereses de los trabajadores. Una opción con cara de William Holden. Después están los puntos intermedios: la corrupción y el poder por el poder con rostro de Louis Calhern. El que ha estado siempre en la sombra y se sabe todos los entresijos y se maneja estupendamente en los pasillos pero no tiene madera de líder, un hombre de rostro cansado y desencantado como Walter Pidgeon. El manejable relaciones públicas con la cara de Paul Douglas o el que cansado ya de todo solo piensa en su jubilación con cara de Dean Jagger.

El reparto femenino es fuerte también en rostros pero sus personajes no están tan bien definidos pues nadan más en el estereotipo. Entre otras cosas porque no hay ninguna que sea ejecutiva determinante que opte también al puesto de poder como los hombres. Está el rol de la esposa que apoya y espera al guerrero luchador (June Allyson), la pobre niña rica que sufre en soledad –primero a su padre el magnate y después a su sucesor, el amante, ambos entregados en cuerpo y alma a la empresa– pero cuyo voto es fundamental como principal accionista (Barbara Stanwyck), la secretaria con personalidad, amante del relaciones públicas que ve cómo su relación no va a ninguna parte (Shelley Winters) y, por último, quizá el personaje femenino más interesante la eficaz secretaria del gran ejecutivo, silenciosa pero que conoce las entrañas de la empresa y que su rostro lo dice todo hasta quizá reflejar más que la lealtad que sintió por su jefe (Nina Foch).

La torre de los ambiciosos no solo tiene ritmo sino que está plagada de detalles que aporta información sobre cada uno de los personajes… a través de la puesta en escena. Como la presentación de cada uno de los ejecutivos cuando se les avisa de una importante reunión (dónde están sentados y qué están haciendo en el momento en que se les pasa el recado o cómo reaccionan… definen visualmente al personaje). Detalles que hablan y cuentan, como por ejemplo el movimiento de una silla en la sala de reuniones de los ejecutivos. La torre de los ambiciosos es otra lección de cine que aporta Robert Wise sobre cómo rodar una historia.

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No solo informar, cambiar. Matar al mensajero (Kill the messenger, 2014) de Michael Cuesta/Silver city (Silver city, 2004) de John Sayles

En Silver city, cuando se refieren al investigador con rostro de Danny Huston y su pasado como periodista…, explican que él no quería solo informar, sino que quería cambiar el estado de las cosas con sus reportajes. Transformar. Diez años después, en Matar al mensajero, en el discurso final de un desencantado periodista (esta vez el rostro es de Jeremy Renner) mientras recoge un irónico premio…, él dice lo mismo, no quiere solo informar, quiere cambiar. Transformar, contribuir. Silver city y Matar al mensajero no son películas redondas pero sí permiten una buena reflexión sobre la sana bisagra que puede llegar a ser un buen periodismo independiente (algo que es casi misión imposible) para destapar tejemanejes ocultos que hacen el mundo más oscuro e injusto. Un periodismo que sirva realmente para abrir los ojos, para motivar el cambio, para hacer reflexionar, debatir… pero este no es un camino fácil ni de rosas. Es un camino complejo de transitar y el que lo transita puede arrastrar una vida de perdedor desencantado… pero es aquel que descubre y mira.

Matar al mensajero (Kill the messenger, 2014) de Michael Cuesta

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Matar al mensajero cuenta la historia del periodista Gary Webb, que trabaja para un diario local, San Jose Mercury News, que realiza un reportaje de investigación en el que pone en conexión dos puntos que deberían estar muy distanciados: la CIA que está detrás de la Contra en Nicaragua y la distribución de crack en las comunidades negras en los suburbios estadounidenses. Gary Webb encontró evidencias de que la CIA estaba detrás del negocio de la droga pues le era útil para financiar a la Contra…

Así la película cuenta la peripecia de Gary Webb y su caída. Cómo se convierte en un héroe por haber destapado la caja de los truenos y cómo le tiran al arroyo, con informaciones y rumores perjudiciales sobre su persona y su trabajo como periodista, para que no siga indagando. Es decir, para hacer callar a ese mensajero que trae unas palabras incómodas, que remueven.

Michael Cuesta presenta de manera fría y distante la investigación periodística (de pronto todo encaja, todo es redondo) y la posterior caída (de pronto nada encaja, nada es redondo) no consiguiendo la implicación del espectador pero sí acierta en la forma de reflejar la intimidad del periodista, facilitando una construcción más completa del personaje. El director trata de conseguir el tono de aquellas películas de los años setenta frías pero a la vez impactantes como películas de acción e intriga como Todos los hombres del presidente pero se queda a medias. No obstante, es un buen recurso terminar con la irónica ceremonia del premio al mejor trabajo de investigación, cuando todo el gremio sabe que están hundiendo a Webb (y él mismo también es consciente), y que la última imagen sea el mismo Webb subiendo en soledad una escalera mecánica…

Silver city (Silver city, 2004) de John Sayles

silvercity

Todo empieza con la campaña de un gobernador conservador que está grabando una idílica propaganda sobre el medioambiente al pie de un lago en una localidad de Colorado… y de pronto aparece un cadáver. El jefe de campaña contrata un detective (un antiguo periodista) porque cree que detrás de este descubrimiento, pueden estar los enemigos políticos del nuevo candidato. Durante la investigación, el detective, que actúa más como periodista independiente (así se va desnudando poco a poco su verdadera pasión… aunque le sitúe siempre en un plano de perdedor), descubre los tejemanejes y corrupciones del poder entre políticos, grandes empresarios, la policía, los constructores, los abogados…, de todos los estamentos de la sociedad, donde lo que menos importa es esclarecer la identidad del cadáver y por qué se encontraba en el lago.

John Sayles opta en su manera de contar y estructurar la película y en la manera de presentar a sus personajes por un tono irónico que denuncia. Ante una campaña de un gobernador con dos dedos de frente, se suben al carro del poder todos aquellos que quieren seguir enriqueciéndose y haciendo de las suyas, llevándose lo que sea necesario por delante. Los que pierden siguen siendo los mismos, representados en ese cadáver en el río. Después están los medios de comunicación que o bien son comprados por los grandes magnates y por los que ostenta el poder, luego su papel es meramente figurativo, o los que buscan el meollo de la cuestión que trabajan como clandestinos en una página web. Entre medias el desencantado investigador-periodista que se comunica con los dos mundos del periodismo: a través de su ex novia –en realidad, la mujer de su vida– y su mejor amigo redactor jefe de la web clandestina.

El universo de Silver city es complejo y confuso pero termina de manera potente con esa imagen de un enorme lago en un idílico paisaje en el que empiezan a flotar cadáveres de peces…, ahí bajo el agua están las corrientes ocultas, las turbulencias y basuras que destrozan el bucólico paisaje.

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DocumentaMadrid 15 (y cuarta parte). Flotel Europa (Flotel Europa, 2015) de Vladimir Tomic/ La mirada del silencio (The look of silence, 2014) de Joshua Oppenheimer

Flotel Europa (Flotel Europa, 2015) de Vladimir Tomic

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Vladimir tenía doce años cuando con su hermano mayor y su madre llegaron a Dinamarca en 1992 para pedir asilo político. Dejaban Sarajevo, a su padre, a sus abuelos, a sus tíos, el colegio, los amigos, la infancia… y una guerra despiadada. Con los campos de refugiados repletos, Cruz Roja proporciona un enorme barco, Flotel Europa, que se convirtió en su hogar durante dos años junto a un montón de personas que esperaban un futuro incierto y que veían cómo su país amado se consumía en una guerra de odios, irracionalidad, violencia y nacionalismos exacerbados.

Vladimir combina las imágenes de vhs que grabaron varios refugiados –que se convirtieron en cartas ilustradas para enviar a Bosnia y que sus familias supieran cómo estaban y vieran su día a día–, y su narración en off de cómo vivió esos dos años como adolescente. Y de esa combinación surge un documental no solo interesante (porque documenta una experiencia y un momento de la historia así como otra cara de la guerra de Bosnia Herzegoviana) sino que surge un relato oral, desde la mirada de un adulto que recupera su mirada adolescente, donde se va desvelando entre sus amistades, sus fiestas, su cotidianidad, su primer amor, sus peleas, su observación hacia los más mayores…, la tragedia y la incertidumbre de los refugiados que vivieron como una especie de paréntesis extraño donde no podían pisar Dinamarca pero tampoco regresar a su tierra, donde el tiempo y el espacio se transformó, donde su vida se cortó de golpe y la espera de la nueva se hizo eterna. Algunos esperaron hasta que la nueva vida se hizo posible y otros se rompieron, se quebraron en el Flotel Europa.

La voz de Vladimir Tomic construye un relato de paso de la adolescencia a la madurez en un entorno extraño. Y con este relato concreto y personal, construye la historia de todos los refugiados que rodearon su vida durante estos dos años. Así se mezcla la ternura del adolescente que descubre, que tiene sus propios problemas, con su toma de conciencia de su situación extraña, de la comprensión de la guerra y el odio que se trasladan al barco, de la nostalgia, la pérdida, la tristeza y la incertidumbre. El Flotel Europa es un microcosmos, un universo concreto que toma vida a través de las palabras de Tomic que con sencillez, desnudez (acompañado de un inteligente montaje de las imágenes) así como con unas gotas de lírica triste, a veces de derrota, otras de esperanza y más allá de angustia, describe dos años cruciales de su vida y de los suyos.

Al importante documento visual que suponen esas grabaciones caseras, que con el relato oral toman significados diferentes, Flotel Europa se convierte en una íntima confesión de los sentimientos íntimos de un muchacho. Así primero vive con curiosidad y novedad su vida en un barco y después, instalado en la rutina, empieza a analizar y a despertar y a entender su tragedia y la de los demás. Pero entre medias descubre el amor y el desamor con Melissa (otra joven refugiada), la amistad y también las peleas con los niños de su edad, su admiración por un grupo de chicos jóvenes y vitales que se van quebrando poco a poco en el barco entre desencantos, drogas y alcohol, el aprendizaje ante la fuerza y el empuje de su madre (que solo se quiebra en la soledad de la música clásica)…

Esos vídeos caseros recogen cómo se organizaban, la personalidad de cada camarote, los lugares comunes y compartidos, las actividades, las fiestas, la celebración de la música y el baile pero también, por el relato de Tomic y algunas imágenes, se vislumbran las reivindicaciones, los momentos tensos, la tristeza y la desesperanza (sobre todo en esa sala de televisión)…, las imágenes muestran el intento de normalizar una situación que no es normal, de conservar la dignidad y la esperanza… aunque la división y las tensiones de la guerra terminan instalándose también en el barco, haciendo más insoportable la espera y quebrando más todavía a las personas.

Así las imágenes y la narración de Tomic van creando metáforas fuertes. Cuando el director cuenta cómo se despiden de sus abuelos, que habían sido partisanos durante la Segunda Guerra Mundial, antes de ir a Dinamarca, el abuelo le dice que sea tan fuerte y valiente como el joven Bosko Buha, un niño héroe partisano, que refleja lo que era una Yugoslavia sin aparentes grietas…, así en momentos determinados de Flotel Europa, aparecen imágenes de una película yugoslava de 1978 que narra la historia de este niño. Pero también es un reflejo de un Vladimir que deja a un lado su infancia para enfrentarse a la madurez…, ese niño que llegó al barco, muere… como Bosko Buha… O cómo se emplea de manera maravillosa la música, las canciones y el baile para reflejar los sentimientos así como el ambiente del barco pero también ilustra la quiebra de la unidad. O cómo toma fuerza la metáfora del Flotel Europa como un acuario con peces de especies exóticas o la metáfora de una televisión que acaba flotando en el agua, que refleja la rabia contenida y el dolor ante las imágenes recibidas de un país roto.

La mirada del silencio (The look of silence, 2014) de Joshua Oppenheimer

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The act of killing y La mirada del silencio forman un díptico impresionante, una obra única que encuentra una manera chocante de reflejar el horror de una situación histórica concreta. El exterminio a partir de 1965, tras el golpe de Estado del Ejército en Indonesia, de comunistas, simpatizantes y sospechosos… El Ejército lideró la masacre como cabeza pensante y se sirvió del brazo ejecutor de paramilitares y gánsteres. La gran tragedia de Indonesia es que los asesinos siguen en el poder, y son celebrados como héroes, y las víctimas siguen en silencio cruzándose cada día con los asesinos de sus familiares. Pero su acercamiento a esa realidad histórica y las reflexiones que surgen son bofetadas visuales para aquel que observa. Los documentales de Joshua Oppenheimer golpean, remueven y provocan… y hacen reflexionar. Los documentales de Joshua Oppenheirme realizan planteamientos complejos y construye un discurso que perturba.

Si en The act of killing entraba de lleno en la vida de los escuadrones de la muerte y les hacía un planteamiento insólito que ellos ejecutaban con placer: que ellos mismos realizasen una película escenificando aquellos días en que asesinaron a un número enorme de seres humanos, de maneras horribles…, en La mirada del silencio pone a un familiar de una víctima (su hermano) ante la imagen de sus asesinos y su representación de la muerte y hace que este se encuentre directamente con ellos para ver si atisba algo parecido a la asunción de responsabilidad y al arrepentimiento. Si en The act of killing, cada uno de los miembros de los escuadrones de la muerte reaccionaba ante el encargo de maneras distintas y al verse también reaccionaban de manera sorprendente haciendo que incluso uno de ellos tuviese algo parecido a una revulsión catártica ante su propia brutalidad…, en La mirada del silencio también la reacción de los asesinos ante el familiar de la víctima pintan un abanico de comportamientos esperados e inesperados… Si en The act of killing se llegaban a momentos de delirio y absurdo en “esa representación cinematográfica” que realizaban los propios asesinos, en La mirada del silencio vemos el dolor que provoca ese delirio en aquellos que aguantan y callan…

Si nos centramos en La mirada del silencio es un documental rico en significados y en la construcción de su discurso. Con un ritmo mucho más pausado, la cámara sigue la personal odisea de Adi, un hombre de 44 años que se enfrenta a las imágenes de los asesinos de su hermano Ramli. Un asesinato que quebró por la mitad a su familia. Una madre y un padre que tienen que convivir en silencio, porque sus vecinos son los asesinos de su hijo. Entonces, Adi empieza a visitar a los asesinos de su hermano y a confrontarse con ellos buscando que se responsabilicen de sus actos o que muestren algún tipo de arrepentimiento.

Joshua Oppenheirme plantea lo difícil que es luchar contra una propaganda que difunde otra historia muy diferente a la que contarían las víctimas. Y esa propaganda no solo se difunde en la televisión sino que también se imparte en las escuelas, afectando a los hijos del propio Adi. Por otra parte refleja la quiebra de la familia de las víctimas reflejando la dureza de la vejez de los padres de Adi. Su padre refleja el olvido, la ceguera y el miedo que envuelve un pasado doloroso; su madre, la memoria silenciosa y el odio que esconde la víctima cuando no puede gritar y expresarse, contar su historia, llorar a su hijo muerto y restablecer su imagen… Por otra se sirve del título de su documental, la mirada del silencio, potente metáfora. Su protagonista, Adi, es oftalmólogo y va graduando la vista a algunos abuelos en su localidad, mientras les pregunta sobre el pasado. Todos se sienten incómodos, bien porque guardaron y guardan silencio y prefieren el olvido, bien porque son los asesinos… Pero también esa mirada del silencio se instala cuando Adi mira el televisor y ve y oye a los asesinos de su hermano (cómo representan, cómo ríen, cómo no ven el horror con el que actuaron) o esa misma mirada del silencio está presente cuando Adi confronta con los asesinos y estos en un principio callan…, antes de saber cómo va a reaccionar cada uno. No solo reaccionan con incomodidad, enfado e incluso amenaza, sino otros negando su responsabilidad, dando argumentos hilarantes o absurdos y ninguno mostrando su arrepentimiento, sino respondiendo con más violencia. También sorprende (donde se genera un débil halo de esperanza o la misma brutalidad y negación) la reacción de alguno de los familiares de los asesinos.

Las metáforas siguen siendo sutiles y empapando el documental, como esa especie de semillas que se mueven y saltan… queriendo sacar todo lo que llevan dentro, como les ocurre a las víctimas ante su silencio eterno. Y nos preguntamos ante la valentía de Adi (los responsables pensantes de la masacre siguen en el poder y son los que se muestran más agresivos y amenazantes con él)… y su esfuerzo por querer desvelar la verdadera historia de la muerte de su hermano Ramli: ¿Tiene sentido arriesgar así su vida, estando todavía los asesinos en el poder? Su esposa nos pone en evidencia que ella no está muy de acuerdo con la determinación de su marido. Pero ¿tiene sentido consumirse como su padre, roto por el dolor, o sentarse bajo el tamarindo como su madre, impotente ante la injusticia sufrida? ¿Tiene sentido que los hijos de Adi escuchen más mentiras? ¿Tiene sentido la impunidad de los responsables de una masacre y que sigan en el poder? ¿Tiene sentido la manera en la que enfoca estas cuestiones el documentalista Joshua Oppenheimer? Solo hay que ponerse frente el díptico The act of killing y La mirada del silencio y como espectador intentar encontrar respuestas…

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DocumentaMadrid 15 (tercera parte). Virunga (Virunga, 2014) de Orlando von Einsiedel/Desde que el mundo es mundo (Desde que el mundo es mundo, 2015) de Günter Schwaiger

Virunga (Virunga, 2014) de Orlando von Einsiedel

virunga

La pesadilla de Darwin (2004) de Hubert Sauper mostraba el daño social y ambiental que provocaba la introducción de la perca del Nilo en el lago Victoria en Tanzania. El realizador creaba un mosaico inteligente donde se denunciaba una situación extremadamente compleja y creaba un buen documental de denuncia que mostraba una realidad concreta con un montaje inteligente, generando a la vez reflexiones e imágenes que construían un discurso y proporcionando una investigación sobre un tema de manera apasionante. Diez años después Virunga se centra en un parque natural del Congo, un paraíso de biodiversidad y hogar de los últimos gorilas de montaña, que corre el peligro de ser destruido ante la presencia de petróleo que despierta oscuros intereses. Otro lago está en peligro, como la comunidad que vive alrededor de él y que se dedica a la pesca, el lago Edward. El realizador, Orlando von Einsiedel, denuncia de una manera muy distinta a Hubert Sauper. Él construye el documental empleando el lenguaje cinematográfico de una película de ficción: ritmo, tensión, intriga, música que “guía” los sentimientos del espectador… Ambos documentales consiguen llamar la atención sobre un hecho concreto, remover, aunque de maneras muy diferentes.

Después de realizar un prólogo donde cuenta brevemente la triste historia de El Congo, un área africana donde siempre ha primado la violencia y la explotación de recursos sin importar el bienestar de sus gentes (para crear un contexto en el que situar la historia que el documentalista quiere retratar)…, empieza una película de intriga, acción y tensión que se centra en cuatro protagonistas: un guardabosques, un cuidador de gorilas, el director de origen belga del parque y una periodista francesa. Así se desarrolla una investigación intensa que habla de un grupo de personas que tratan de salvaguardar un parque natural a pesar de la inestabilidad política y social, de la caza furtiva, de los conflictos bélicos, de la violencia extrema y de la actuación sin escrúpulos de una empresa británica, SOCO International (que ha negado en todo momento las acusaciones que se mostraban en el documental), que trata no solo de comprobar si hay petróleo sino cómo obtener beneficios si se procede a la extracción, sin importarles la zona donde operan (y menos aún las personas) y haciendo lo que sea por no tener obstáculos en su trabajo (incluso fomentar la inestabilidad de la zona).

Descubrimos que el guardabosques tiene un fuerte sentido del trabajo bien hecho, que tiene clara la importancia del parque y su labor, y que el parque supuso una salida a su dura vida como niño soldado. Que el director del parque es un ecologista convencido que respeta la naturaleza y ama El Congo y sus gentes y por eso no se somete a presiones a pesar de que su vida corra peligro. Que el cuidador de gorilas es un hombre entrañable que da sentido a su vida con la entrega total a los gorilas huérfanos que cuida en su día a día y que la joven periodista francesa tiene claro llegar hasta el final de su investigación para que si escribe lo que quiere denunciar, su trabajo sirva para la conservación del Parque y sus gentes. En definitiva, todos son capaces de arriesgarse por preservar la belleza y la biodiversidad de un paraíso natural.

Orlando von Einsiedel emplea los recursos del cine de ficción y del periodismo de investigación para construir su denuncia. Aquí está quizá su mayor pero, conduce al espectador por dónde tiene que ir, qué tiene que reflexionar e incluso cuando tiene que emocionarse o enfadarse (pero, por otra parte, lo hace bien porque lo consigue). Lo que pasa es que en Virunga, en contraste con la investigación y el conflicto que estalla, se muestra la belleza del parque, estalla su riqueza natural y se muestra una verdad cautivadora y auténtica en la mirada, los abrazos, la risa, el miedo, el juego, la protesta, la agonía y el cariño de cuatro gorilas huérfanos.

Desde que el mundo es mundo (Desde que el mundo es mundo, 2015) de Günter Schwaiger

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“La vida es vida desde que el mundo es mundo”, afirma Gonzalo, el protagonista del nuevo documental de Günter Schwaiger. Y el director toma estas palabras al pie de la letra y muestra el ciclo de la vida a través de Gonzalo y su familia. Su cámara los sigue durante un año y documenta, nunca mejor dicho, su manera de vivir, su filosofía, en un pequeño pueblo de la Ribera del Duero, Vadocondes. Y surge un documental realmente hermoso. Desde que el mundo es mundo muestra el ritmo pausado y apasionante del día a día. El que narra, el guía, es el agricultor Gonzalo. El resultado es apasionante porque mientras él relata su vida, como buen castellano, de manera directa, pragmática y realista…, hablando de la vida dura y sin romanticismo de las zonas rurales (azotadas también por la crisis… pero como dice, sabio, como siempre han estado mal están acostumbrados a los reveses), la mirada de Günter Schwaiger sí que nos devuelve una suave poética, no carente de romanticismo y nostalgia, de la vida rural.

Así el espectador penetra en el universo y en los rituales cíclicos de Vadocondes. La vida fluye, la vida pasa y en un año ocurren muchas cosas y otras permanecen…, y las de más allá están condenadas a desaparecer. Así lo vemos en los caminos que seguirán sus tres hijos. El mayor parece que seguirá –aunque no descarta un cambio– los pasos del padre. El pequeño quiere preparse para guarda forestal y el mediano quiere salir del pueblo y ejercer de veterinario. Mientras, todos ayudan al padre en la siembra de los campos (maíz, patata, remolacha…), en la matanza del cerdo, en los viñedos… La economía familiar se mantiene entre la agricultura (con años buenos y años muy malos) y el sueldo fijo de la madre que trabaja como enfermera (además de en el campo y en todas las tareas que sean necesarias). De Navidad a Navidad, Gonzalo y los suyos ritualizan su vida con los giros que depara el destino, con la espontaneidad de la naturaleza. Las comidas alrededor de la mesa, la visita a la panadería del pueblo, la vendimia, el despedazamiento del cerdo y la elaboración de los embutidos, la recogida de las setas, las reuniones en la bodega y en la cocina, el cine de verano, las procesiones, el verano bullicioso en un pueblo donde durante diez meses son tan solo 300 habitantes, las fiestas, el concierto al aire libre, el saludo a la Julia, la mujer más longeva del pueblo con sus 104 años (la mitad de sus habitantes están jubilados)…

Pero Desde que el mundo es mundo toca asuntos reales (y actuales) que afectan a la vida en las zonas rurales. Como vivir de la agricultura es sobrevivir. La dura guerra de los precios que hace casi imposible vivir de la agricultura sostenible, el mercado no deja respiro, no perdona… y hace que la agricultura esté destinada a desaparecer. La generación de Gonzalo parece la última que trata de sobrevivir con la agricultura tradicional, que cuida la tierra como puede (aunque las reglas del mercado le hace emplear sustancias –que preferiría no emplear– para que sus cosechas sean buenas, abundantes y no se pierdan). El despoblamiento de los pueblos que además de las dificultades diarias, suman la crisis que los está minando más, los pocos que pueden trabajar no tienen empleo, los que tienen empleo ganan mucho menos que antes, algunos tratan de sobrevivir, por ejemplo, sembrando marihuana en los campos de otros con las dificultades que eso acarrea, la mayoría de los jóvenes ven la continuidad de sus vidas fuera del pueblo…

O toca otro tema como la importancia de la memoria histórica, Gonzalo ha luchado, como siempre lo ha hecho durante toda su vida por todo, por sacar a su tío de una fosa común donde fue a parar en la Guerra Civil. Y desde ese momento ha seguido colaborando en las excavaciones y en recuperar los cuerpos de otras personas que encontraron la muerte y el olvido, y que a la vez, como dice Gonzalo, fueron tíos de otras personas. Todos son sus tíos. Una historia que ha llamado más la atención, pero como siempre y gracias hay excepciones, a la prensa internacional, así vienen hasta de Japón para realizar un reportaje sobre las excavaciones. Donde hay una excavación cerca de la zona, ahí está Gonzalo y familia con otras gentes de los pueblos y con los arqueólogos, sacando cuerpos, evitando el olvido, recuperando seres queridos y hablando de ellos.

Y Gonzalo cuenta, se convierte en narrador de una forma de vida, una filosofía, y cuenta sentado en una bodega o alrededor de un fuego mientras preparan carne o se fuman un cigarro. Mientras, la vida sigue su curso…, llueve, nieva, el perro tiene cachorros y la gata también, las gallinas corretean junto al pavo, hoy toca matar al cerdo y mañana al pollo, ahora es temporada de setas y cada día, amanece, siempre amanece. Y la gente sigue soñando, hasta el abuelo de la boina. Y la gente sigue aguantando, tiene mucha paciencia, aunque Gonzalo cree que la buena gente también tiene un límite, y si las cosas siguen así puede haber una explosión social. Pero la vida sigue, sigue, sigue…

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