DocumentaMadrid 15 (y cuarta parte). Flotel Europa (Flotel Europa, 2015) de Vladimir Tomic/ La mirada del silencio (The look of silence, 2014) de Joshua Oppenheimer

Flotel Europa (Flotel Europa, 2015) de Vladimir Tomic

floteleuropa

Vladimir tenía doce años cuando con su hermano mayor y su madre llegaron a Dinamarca en 1992 para pedir asilo político. Dejaban Sarajevo, a su padre, a sus abuelos, a sus tíos, el colegio, los amigos, la infancia… y una guerra despiadada. Con los campos de refugiados repletos, Cruz Roja proporciona un enorme barco, Flotel Europa, que se convirtió en su hogar durante dos años junto a un montón de personas que esperaban un futuro incierto y que veían cómo su país amado se consumía en una guerra de odios, irracionalidad, violencia y nacionalismos exacerbados.

Vladimir combina las imágenes de vhs que grabaron varios refugiados –que se convirtieron en cartas ilustradas para enviar a Bosnia y que sus familias supieran cómo estaban y vieran su día a día–, y su narración en off de cómo vivió esos dos años como adolescente. Y de esa combinación surge un documental no solo interesante (porque documenta una experiencia y un momento de la historia así como otra cara de la guerra de Bosnia Herzegoviana) sino que surge un relato oral, desde la mirada de un adulto que recupera su mirada adolescente, donde se va desvelando entre sus amistades, sus fiestas, su cotidianidad, su primer amor, sus peleas, su observación hacia los más mayores…, la tragedia y la incertidumbre de los refugiados que vivieron como una especie de paréntesis extraño donde no podían pisar Dinamarca pero tampoco regresar a su tierra, donde el tiempo y el espacio se transformó, donde su vida se cortó de golpe y la espera de la nueva se hizo eterna. Algunos esperaron hasta que la nueva vida se hizo posible y otros se rompieron, se quebraron en el Flotel Europa.

La voz de Vladimir Tomic construye un relato de paso de la adolescencia a la madurez en un entorno extraño. Y con este relato concreto y personal, construye la historia de todos los refugiados que rodearon su vida durante estos dos años. Así se mezcla la ternura del adolescente que descubre, que tiene sus propios problemas, con su toma de conciencia de su situación extraña, de la comprensión de la guerra y el odio que se trasladan al barco, de la nostalgia, la pérdida, la tristeza y la incertidumbre. El Flotel Europa es un microcosmos, un universo concreto que toma vida a través de las palabras de Tomic que con sencillez, desnudez (acompañado de un inteligente montaje de las imágenes) así como con unas gotas de lírica triste, a veces de derrota, otras de esperanza y más allá de angustia, describe dos años cruciales de su vida y de los suyos.

Al importante documento visual que suponen esas grabaciones caseras, que con el relato oral toman significados diferentes, Flotel Europa se convierte en una íntima confesión de los sentimientos íntimos de un muchacho. Así primero vive con curiosidad y novedad su vida en un barco y después, instalado en la rutina, empieza a analizar y a despertar y a entender su tragedia y la de los demás. Pero entre medias descubre el amor y el desamor con Melissa (otra joven refugiada), la amistad y también las peleas con los niños de su edad, su admiración por un grupo de chicos jóvenes y vitales que se van quebrando poco a poco en el barco entre desencantos, drogas y alcohol, el aprendizaje ante la fuerza y el empuje de su madre (que solo se quiebra en la soledad de la música clásica)…

Esos vídeos caseros recogen cómo se organizaban, la personalidad de cada camarote, los lugares comunes y compartidos, las actividades, las fiestas, la celebración de la música y el baile pero también, por el relato de Tomic y algunas imágenes, se vislumbran las reivindicaciones, los momentos tensos, la tristeza y la desesperanza (sobre todo en esa sala de televisión)…, las imágenes muestran el intento de normalizar una situación que no es normal, de conservar la dignidad y la esperanza… aunque la división y las tensiones de la guerra terminan instalándose también en el barco, haciendo más insoportable la espera y quebrando más todavía a las personas.

Así las imágenes y la narración de Tomic van creando metáforas fuertes. Cuando el director cuenta cómo se despiden de sus abuelos, que habían sido partisanos durante la Segunda Guerra Mundial, antes de ir a Dinamarca, el abuelo le dice que sea tan fuerte y valiente como el joven Bosko Buha, un niño héroe partisano, que refleja lo que era una Yugoslavia sin aparentes grietas…, así en momentos determinados de Flotel Europa, aparecen imágenes de una película yugoslava de 1978 que narra la historia de este niño. Pero también es un reflejo de un Vladimir que deja a un lado su infancia para enfrentarse a la madurez…, ese niño que llegó al barco, muere… como Bosko Buha… O cómo se emplea de manera maravillosa la música, las canciones y el baile para reflejar los sentimientos así como el ambiente del barco pero también ilustra la quiebra de la unidad. O cómo toma fuerza la metáfora del Flotel Europa como un acuario con peces de especies exóticas o la metáfora de una televisión que acaba flotando en el agua, que refleja la rabia contenida y el dolor ante las imágenes recibidas de un país roto.

La mirada del silencio (The look of silence, 2014) de Joshua Oppenheimer

lamiradadelsilencio

The act of killing y La mirada del silencio forman un díptico impresionante, una obra única que encuentra una manera chocante de reflejar el horror de una situación histórica concreta. El exterminio a partir de 1965, tras el golpe de Estado del Ejército en Indonesia, de comunistas, simpatizantes y sospechosos… El Ejército lideró la masacre como cabeza pensante y se sirvió del brazo ejecutor de paramilitares y gánsteres. La gran tragedia de Indonesia es que los asesinos siguen en el poder, y son celebrados como héroes, y las víctimas siguen en silencio cruzándose cada día con los asesinos de sus familiares. Pero su acercamiento a esa realidad histórica y las reflexiones que surgen son bofetadas visuales para aquel que observa. Los documentales de Joshua Oppenheimer golpean, remueven y provocan… y hacen reflexionar. Los documentales de Joshua Oppenheirme realizan planteamientos complejos y construye un discurso que perturba.

Si en The act of killing entraba de lleno en la vida de los escuadrones de la muerte y les hacía un planteamiento insólito que ellos ejecutaban con placer: que ellos mismos realizasen una película escenificando aquellos días en que asesinaron a un número enorme de seres humanos, de maneras horribles…, en La mirada del silencio pone a un familiar de una víctima (su hermano) ante la imagen de sus asesinos y su representación de la muerte y hace que este se encuentre directamente con ellos para ver si atisba algo parecido a la asunción de responsabilidad y al arrepentimiento. Si en The act of killing, cada uno de los miembros de los escuadrones de la muerte reaccionaba ante el encargo de maneras distintas y al verse también reaccionaban de manera sorprendente haciendo que incluso uno de ellos tuviese algo parecido a una revulsión catártica ante su propia brutalidad…, en La mirada del silencio también la reacción de los asesinos ante el familiar de la víctima pintan un abanico de comportamientos esperados e inesperados… Si en The act of killing se llegaban a momentos de delirio y absurdo en “esa representación cinematográfica” que realizaban los propios asesinos, en La mirada del silencio vemos el dolor que provoca ese delirio en aquellos que aguantan y callan…

Si nos centramos en La mirada del silencio es un documental rico en significados y en la construcción de su discurso. Con un ritmo mucho más pausado, la cámara sigue la personal odisea de Adi, un hombre de 44 años que se enfrenta a las imágenes de los asesinos de su hermano Ramli. Un asesinato que quebró por la mitad a su familia. Una madre y un padre que tienen que convivir en silencio, porque sus vecinos son los asesinos de su hijo. Entonces, Adi empieza a visitar a los asesinos de su hermano y a confrontarse con ellos buscando que se responsabilicen de sus actos o que muestren algún tipo de arrepentimiento.

Joshua Oppenheirme plantea lo difícil que es luchar contra una propaganda que difunde otra historia muy diferente a la que contarían las víctimas. Y esa propaganda no solo se difunde en la televisión sino que también se imparte en las escuelas, afectando a los hijos del propio Adi. Por otra parte refleja la quiebra de la familia de las víctimas reflejando la dureza de la vejez de los padres de Adi. Su padre refleja el olvido, la ceguera y el miedo que envuelve un pasado doloroso; su madre, la memoria silenciosa y el odio que esconde la víctima cuando no puede gritar y expresarse, contar su historia, llorar a su hijo muerto y restablecer su imagen… Por otra se sirve del título de su documental, la mirada del silencio, potente metáfora. Su protagonista, Adi, es oftalmólogo y va graduando la vista a algunos abuelos en su localidad, mientras les pregunta sobre el pasado. Todos se sienten incómodos, bien porque guardaron y guardan silencio y prefieren el olvido, bien porque son los asesinos… Pero también esa mirada del silencio se instala cuando Adi mira el televisor y ve y oye a los asesinos de su hermano (cómo representan, cómo ríen, cómo no ven el horror con el que actuaron) o esa misma mirada del silencio está presente cuando Adi confronta con los asesinos y estos en un principio callan…, antes de saber cómo va a reaccionar cada uno. No solo reaccionan con incomodidad, enfado e incluso amenaza, sino otros negando su responsabilidad, dando argumentos hilarantes o absurdos y ninguno mostrando su arrepentimiento, sino respondiendo con más violencia. También sorprende (donde se genera un débil halo de esperanza o la misma brutalidad y negación) la reacción de alguno de los familiares de los asesinos.

Las metáforas siguen siendo sutiles y empapando el documental, como esa especie de semillas que se mueven y saltan… queriendo sacar todo lo que llevan dentro, como les ocurre a las víctimas ante su silencio eterno. Y nos preguntamos ante la valentía de Adi (los responsables pensantes de la masacre siguen en el poder y son los que se muestran más agresivos y amenazantes con él)… y su esfuerzo por querer desvelar la verdadera historia de la muerte de su hermano Ramli: ¿Tiene sentido arriesgar así su vida, estando todavía los asesinos en el poder? Su esposa nos pone en evidencia que ella no está muy de acuerdo con la determinación de su marido. Pero ¿tiene sentido consumirse como su padre, roto por el dolor, o sentarse bajo el tamarindo como su madre, impotente ante la injusticia sufrida? ¿Tiene sentido que los hijos de Adi escuchen más mentiras? ¿Tiene sentido la impunidad de los responsables de una masacre y que sigan en el poder? ¿Tiene sentido la manera en la que enfoca estas cuestiones el documentalista Joshua Oppenheimer? Solo hay que ponerse frente el díptico The act of killing y La mirada del silencio y como espectador intentar encontrar respuestas…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.