Centenario de Orson Welles (2). Alma rebelde (Jane Eyre, 1943) de Robert Stevenson

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Según el punto de vista, una misma historia puede cambiar totalmente. Así Jane Eyre tiene la mirada de la institutriz de infancia triste y dura que termina en la mansión de Thornfield donde se encuentra con el señor Rochester, un hombre vividor pero atormentado. Entre los muros de su nuevo hogar, se esconde un oscuro secreto. Y entre misterios y soledades, obstáculos y barreras, surge una historia de amor con sombras. La novela (1847) de Charlotte Brontë tuvo una precuela en el año 1966, Ancho mar de los Sargazos y el punto de vista es el del oscuro secreto. Así su autora, Jean Rhys convierte a la primera esposa del señor Rochester, aquejada por la locura y alejada de su tierra así como encerrada en los muros de Thornfield Hall, en un desgarrador personaje que siempre se intuye en la novela de Brontë. Hundirse en estas dos novelas es descubrir universos paralelos… una historia, dos miradas. Una gozada. Y curiosamente mientras se conocen varias versiones cinematográficas de Jane Eyre…, ningún director o directora ha contado esta maravillosa y decadente historia desde la mirada de la primera esposa del señor Rochester, una mujer criolla de Jamaica que termina encerrada en una mansión de Gran Bretaña. Ninguna versión se ve ya igual conociendo el desgarro de Bertha Mason. Pero ¿qué personaje no tiene luces y sombras en Jane Eyre?

Así la versión de 1943 nos deja una Bertha Mason convertida en secreto terrible, mujer con una risa aterradora y una violencia sin límites, junto a una compleja pero dulce Jane Eyre y un señor Rochester carismático con una voz grave que tras su antipatía esconde un hombre que se rompe y fractura. El director Robert Stevenson muestra la infancia terrible y las misteriosas paredes de Thornfield Hall. Se salta el viaje interior de Jane y su convivencia con los hermanos Rivers…

Y el señor Rochester no es otro que un joven Orson Welles… que descubre otra manera de financiar sus proyectos cinematográficos, cuando se sabe demasiado pronto fuera del sistema de estudios y su funcionamiento: trabajar como actor para otros directores. Con 28 años y habiendo rodado apenas hacía tres años, con total libertad creativa y los medios necesarios (dos circunstancias que ya pocas veces lograría otra vez juntas), Ciudadano Kane, Orson Welles se convierte en personaje romántico de novela que roza lo gótico. Y además empieza a arrastrar otra leyenda de “su personaje” cinematográfico, que además de actor, ejercía también de director en la sombra.

Algunos nombres que hicieron posible Alma rebelde (como se titula por estas tierras) revelan extrañas sorpresas. Primero es de esas obras cinematográficas que tuvo un montón de guionistas pero entre los acreditados nos encontramos con el nombre del novelista Aldous Huxley, que trabajó durante unos años en Hollywood. También uno de los personajes que marca a Jane Eyre para siempre es su joven amiga en el siniestro colegio de Lowood, Helen, que en esta versión cuenta con el hermoso rostro de Liz Taylor. La insensible y rígida tía Reed en tan solo dos apariciones la dibuja perfectamente Agnes Moorehead, que había formado parte de la compañía teatral de Orson Welles, Mercury Theatre. Y el director Robert Stevenson se convirtió años más tarde en el narrador de las fantasías cinematográficas del estudio Disney. Así su nombre va unido a Mary Poppins o La bruja novata, dos clásicos imprescindibles. En Alma rebelde ya escondía a ese director eficaz capaz de crear ambientes especiales y extraños… que de las sombras de Thornfield Hall tocaría la luz en sus películas Disney.

Alma rebelde es como una versión reducida y concentrada de la novela Jane Eyre. Sin duda de lo que se disfruta es del ambiente fantasmal, como del más allá, que adquiere la película, gracias a sus decorados y escenas bajo la niebla y la lluvia. Así como de cada uno de los encuentros entre una especial Jane Eyre (Joan Fontaine), niña rebelde que aprende a sobrevivir convirtiéndose en una sombra callada e inteligente condicionada por una estricta educación moral y religiosa, y un antipático señor Rochester que esconde primero a un hombre atormentado y después a otro que sufre. Frente a la naturalidad y dulzura de Joan Fontaine, que sabe mirar con ojos de arrobo mejor que nadie, choca la barroca, intensa y teatral interpretación de un señor Rochester que domina su escenario perfectamente. Desde su primer encuentro… donde una Jane cruza un camino en niebla y surge un caballo que se encabrita con el señor Rochester encima y un perro enorme que ladra hasta esa boda que no puede celebrarse y donde se descubre el secreto que atormenta a Rochester, siempre con apariencia impecable y cuidado vestuario… Y siempre escuchando la grave voz de Welles.

No obstante siempre uno se pregunta si realmente el héroe romántico es tal o si es un hombre fatal… si todas las mujeres que se cruzan en su camino, como una maldición, son desgraciadas. Y nos preguntamos por el futuro de Jane con un hombre no precisamente fácil. Primero su esposa que enloquece, después esa niña llamada Adele Varens a la que cuida para que no le falte de nada pero a la vez incapaz de mostrarse cálido con ella (arrastra sobre sus hombros otra fallida historia de amor del señor Rochester), Jane a la que confunde con sus cambios de comportamiento o con la señorita Blanche Ingram con la que juega y a la que desprecia. Tan solo contamos con la mirada de Jane… pero ¿qué piensan o cómo viven las demás esta oscura historia?

Orson Welles ese héroe romántico complejo y oscuro que justo, en ese año, se casaba con Rita Hayworth… Cuentan que la biógrafa de la actriz contactó con Orson y le dijo que Rita siempre dijo que los años junto a él habían sido lo más felices y que él replicó: “Si aquello fue felicidad, imagínate cómo fue el resto…”. Puro señor Rochester.

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