El bígamo (1953) de Ida Lupino

Benditos regalos y descubrimientos. Llevo tiempo interesada y detrás de conseguir la filmografía como directora de la actriz Ida Lupino. Ahora, por lo menos, alguna de sus películas puede encontrarse en formato dvd. Estas Navidades el descubrimiento ha sido El bígamo. 

En la industria de Hollywood, la gestión económica y creación artística estaba copada por los hombres. En los años 30, 40, 50 y 60 era extraño que una mujer fuera directora (no así guionista). Ida Lupino, sin embargo, consiguió un hueco y realizó una filmografía breve pero interesante. Da que pensar lo que hubiera conseguido si la dirección y producción hubiera sido también un terreno femenino. 

Ida Lupino irrumpe como directora en los años cincuenta con temas sociales y muy modernos en aquellos momentos donde la censura todavía impedía tocar ciertos temas. Para su primer proyecto completo como productora y directora se centra en el mundo de las madres solteras, después se ocupó de un caso de violación (Ultraje). Su película de más éxito fue un thriller con notas de cine negro, El autoestopista. Su última película con gran libertad creativa fue El bígamo de la que ahora nos ocuparemos. Después, Ida Lupino trabajaría, también, como directora, productora, guionista y actriz en distintas series de televisión.

Ida Lupino como intérprete entra en el Olimpo de la sala oscura por su papel de chica del gangster en la maravillosa El último refugio. Todo un clásico de la década de los cuarenta. Una mujer dura pero enamorada que nunca dejará solo a un fuera de serie como Bogart, un fuera de la ley ya cansado. Y, está fantástica como periodista de lengua viperina en Mientras Nueva York duerme. Sus personajes fuertes reflejan a una mujer acostumbrada a lidiar en un mundo de hombres, sobre todo en los conservadores años cincuenta en EEUU. Y, la mujer real, Ida Lupino, supo imponerse en un mundo de hombres con estupendos resultados. 

El bígamo es una película sencilla pero de gran elegancia en su construcción. La historia es atractiva y la riqueza de los personajes y puntos de vista es asombrosa y muy moderna para los tiempos que corrían. La película parte de una idea: un hombre, por una serie de circunstancias, que nos son narradas de forma clara y transparente, termina casado con dos mujeres y llevando dos vidas paralelas. Con un ritmo pausado, que no lento, vamos implicándonos en la historia de un bígamo. 

Lo de modernidad no lo digo como tópico. Trataré de explicarme. Ida Lupino presenta la bigamia de su protagonista como un hecho absolutamente comprensible. El protagonista, un ajustado Edmun O’Brien, vive una serie de circunstancias que justifican que en un momento de su vida se enamore de otra mujer y la historia explica de manera certera que ame a las dos y que se sienta atrapado en las dos relaciones sin decidirse a romper con una de ellas. En El bígamo, Ida Lupino no condena a ninguno de sus personajes. Las dos mujeres y el hombre son personajes cargados de humanidad. En ningún momento toma partido por ninguno y los tres, incluso en el juicio final, son tremendamente humanos. No hay ninguna aptitud de odio o reproche. La película es dominada totalmente por la personalidad y las miradas de las dos mujeres protagonistas (una elegante Joan Fontaine y una fuerte y desencantada Ida Lupino). 

La trama se desata cuando un matrimonio de clase media toma la decisión de adoptar a un niño. En la agencia de adopción les piden firmar un papel en el cual permiten la investigación de la vida de ambos cónyuges. Los descubrimientos los va realizando un anciano Edmund Gwenn. 

Debajo de toda esta trama subyace uno de los temas principales de la película y es la soledad de cada uno de los personajes. Los tres protagonistas de esta historia llegan a la situación que narra la historia por un tema de soledad. Donde da igual el trabajo, el éxito profesional, o la vida en pareja, los personajes se sienten solos en una vida que se les hace dura y gris. 

El bígamo se convierte en una película exquisita y elegante, muy bien contada y bien interpretada, y en el descubrimiento, para mí, de una directora, Ida Lupino. 

 

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