Los muelles de Nueva York (The docks of New York, 1928) de Josef von Sternberg

 

… Eran los tiempos en que el petróleo todavía no había sustituido al carbón y los grandes medios de transporte necesitaban para moverse el trabajo de los fogoneros… Los muelles de Nueva York, la niebla y los barcos. Unos hombres se encuentran en las tripas de uno de ellos. Han realizado una larga travesía y han echado carbón sin parar para que el barco se deslice. Ellos se presentan con sus cuerpos sudorosos llenos de hollín. Ahí está Bill (una mole con el rostro de George Bancroft) que se dispone a fumar un cigarrillo. El barco se ha detenido en el muelle. Su antipático jefe les avisa: tienen la noche libre, mañana zarparán de nuevo. Y Bill se pone delante de unos dibujos obscenos de mujeres desnudas que tienen pintados en una pared a tiza y sonríe. Sus compañeros hacen lo mismo. Esa noche sólo tiene claro que quiere pasarlo bien.

Así arranca una película silente de Josef von Sternberg que es una joya donde el director muestra su capacidad para generar ambientes que no se borran de la mente. De lo sórdido crea lo bello. Recrea. Éste es su secreto. Y su firma. Pero también su peculiar manera de contar y su empleo elegante del lenguaje cinematográfico. Nadie olvida una película de Von Sternberg y sus garitos. Así viene a nuestra cabeza el cabaret de El Ángel Azul, el casino de Sanghai o el garito donde actúa Marlene Dietrich en Marruecos. Y en los muelles de Nueva York, el bullicioso garito Sandbar. Von Sternberg y Dietrich quedaron tan unidos como pareja artística que a veces se olvida que ambos tuvieron sus propias trayectorias por separado… Así existe un Von Sternberg sin Dietrich que crea una sensibilidad especial en sus películas. Entre la sordidez puede surgir la posibilidad de amor. Esto es lo que ocurre en la sencilla trama de Los muelles de Nueva York. Lo que entusiasma es cómo está contado.

Los personajes de esta historia llevan marcado en el rostro y en su cuerpo un destino trágico. Negro. Todo apunta a ello. Bill es un solitario que con un poco de alcohol pierde los estribos. Es fácil que estalle y se vuelva violento, es una mole con una fuerza que asusta. Bill lleva su vida marcada en el cuerpo recubierto de tatuajes. La mayoría de las veces está cubierto por el hollín… pero esa noche toca bajar a tierra, se desprende del carbón pegado a su cuerpo y sus tatuajes con nombres de mujer quedan al descubierto.

Los muelles de Nueva York transcurre tan sólo en unas horas pero son suficientes para cambiar la vida de varios personajes… la oscuridad de la noche y un amanecer que anuncia un nuevo día. Y tan sólo conocemos unos pocos escenarios: las tripas del barco, algo de los muelles cubiertos de niebla, un garito de mala muerte, y la habitación de una mísera pensión…

Cuando Bill busca un garito donde divertirse, oye cómo una mujer se ha tirado al agua. Él la salva. Ella es una prostituta que no quiere vivir, joven y absolutamente desencantada. Se llama Mae (Betty Compson). Ahí empieza todo. Bill buscaba sólo un cuerpo de mujer con el que divertirse y sin comerlo ni beberlo se topa con el amor. Mae era una mujer que ya no tenía ilusión por vivir y encuentra una posibilidad de futuro junto a un bruto, al que sabe tranquilizar, llamado Bill.

Tan sólo hacen falta unas horas para que sus vidas se transformen. Pero sin alboroto alguno. De una manera fluida y natural. Los dos deciden darse una oportunidad aunque no lo tienen fácil. Antes un simulacro de boda oficiado por un sacerdote que sí imprime un carácter espiritual y serio a la ceremonia (como si intuyera que ahí hay algo mucho más serio que una juerga). Una noche de bodas. Y una mañana en que el fogonero piensa que tiene que volver al trabajo, dejar el puerto, vagar de nuevo por el mar. Ahí reposa en la cama otra mujer para otro tatuaje. Lo pasó bien. Y deja el dinero en la mesilla… Pero un intento de asesinato les hace ver que quizá les espera otro futuro y que no tiene por qué ser oscuro.

Y todo lo cuenta Von Sternberg alejándose del melodrama y el folletín y acercándose a una sensibilidad que preludia cine negro y realismo poético. Ahí se encuentran unos cimientos. Además de demostrar que sabe contar con imágenes. El suicidio de Mae lo vemos reflejado en el agua… y el intento de asesinato fuera de cámara. Pero son varios los detalles que nos informan de lo que ha ocurrido. Y sabemos por cómo vuelan unas gaviotas desde la ventana del homicidio que ha sido un disparo…

… En el garito hay rostros, más rostros que permiten esas horas extrañas a los protagonistas. El desagradable jefe de Bill, que también desea a Mae. Lo más representativo de los bajos fondos, hombres y mujeres. Otra mujer desencantada y desilusionada, la esposa del jefe de Bill (la actriz rusa Olga Baclanova que alcanzaría la inmortalidad por su papel en la película de culto La parada de los monstruos). Desde que se casó empezó su sufrimiento, su marido siempre la abandona y desprecia, ella finalmente se ha dedicado a la prostitución. Protege a Mae y ve en ella la posibilidad de un amor verdadero, de que quizá tenga algo más de suerte en la vida… aunque no está muy segura (no sabe si es la noche y el alcohol). Pero en sus ojos queda una esperanza.

Von Sternberg recrea los bajos fondos y como de esos bajos fondos se crea la posibilidad de una historia de amor entre dos personajes excluidos… De la oscuridad, la luz.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons 

6 comentarios en “Los muelles de Nueva York (The docks of New York, 1928) de Josef von Sternberg

  1. ¡Qué bueno recuperar a Von Sternberg! El maestro de la atmósfera, sin duda. Ha influido a todos los grandes, y a casi todos para bien, en la construcción de ambientes, especialmente sórdidos, enigmáticos, rebozados de promesas y peligros. No evocaríamos el exotismo de la misma manera sin él.
    Besos

  2. … ¡Alfredo mío…! Me gusta cómo llamas a Von Sternberg, el maestro de la atmósfera…, de ambientes. Y sí el concepto de exotismo es especial en sus manos (que tema más interesante para analizar) y también la ‘recreación’ de la sordidez.

    Tengo pendientes varias películas de Sternberg de su época silente que me apetecen muchísimo (La ley del hampa y La última orden)… que espero verlas pronto porque ya de tanto ‘leerlas’ tengo ganas de verlas en pantalla…

    Beso

    Hildy

  3. Pues yo, por tu culpa culpita culpa, ayer mismo me hice con cuatro o cinco y ya estoy deseando echarle todos mis ojos encima…
    Más besos

  4. Pues esta no la ví. He leido cosas y he oido hablar de ella pero…no la he catado. Y lo que cuentas pone los dientes largos. Esa recreación de ambientes, ese tenebrismo que deja paso a la luz, ese simulacro de boda…esa actriz maravillosa. Tengo que verla. Estos textos tuyos llevan a ello. Un abrazo

  5. … ¡Cátala, cátala, mi querido Victor, porque te juro que no soy exagerada… es una joya que se ve y se siente con mucho gusto!
    La sencilla trama, la recreación del Sandbar… ¡la boda, ay, la boda! y un reparto genial…
    Besos
    Hildy

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