El regreso (Coming home, 1978) de Hal Ashby

“Yo sólo quiero ser un héroe”. El regreso de veteranos de guerra de Vietnam. Unos perdieron sus extremidades, su salud, otros perdieron la cabeza, su salud mental. Todos fueron desinformados, creyendo que iban a luchar por su país, queriendo ir para volver convertidos héroes. 

El regreso no fue heroico. Las secuelas, tampoco. Los ciudadanos civiles de EEUU empiezan a protestar contra una guerra a la que no ven sentido. Ni que vayan ahí los jóvenes que vuelven en ataúdes o en condiciones lamentables. 

Los jóvenes, que eran soñadores y populares en sus institutos, el jefe del equipo de rugby, el niño bonito. El que se iba a matar comunistas porque había oído que eran malos a un país lejano y desconocido vuelve parapléjico y con mucho desencanto y odio porque no le contaron lo que había, porque hizo atrocidades sin quererlo, porque sólo vio muerte a su alrededor, porque le quitaron años de vida…, el que se fue como si fuera a volver héroe, ahora se encuentra olvidado y oculto en un hospital de veteranos con pocos medios. Y, él se pone violento y grita con rabia. Es Luke (John Voight). 

Bob (Bruce Dern) tiene lavado el cerebro como todos. Es marino, militar, y se va a ganar la guerra, a matar, a dejar bien a su país. Hasta ahora se ha hecho mal pero ahora llega él con sus hombres. Para hacer la guerra bien. Y deja a su mujercita, que vaya a casa de su madre, que le espere, que no trabaje que él mantiene, que se comporte, que pronto volverá. Bob va fuerte, convencido de sus pensamientos y creencias. Bob regresa perdido, roto por dentro, sin encontrar su lugar. Vive una guerra que todo ha sido horror. Y, llora desesperado, desequilibrado, solo, “yo sólo quiero ser un héroe”. 

Sally (Jane Fonda) cuando era adolescente quería llevarse un marido a una isla desierta. Y lo tiene, se llama Bob, y se va a la guerra. Y ella está aburrida y de acuerdo. Besa a su marido y le dice que le espera para seguir llevando la vida que todos se esperan que lleve. De buena y digna esposa de militar. Pero Sally busca algo más y, de pronto, descubre. No quiere ser sólo buena esposa y florero. Algo la falta. Descubre que quiere a su Bob pero que se siente mujer y que además es capaz de realizarse en lo laboral y en lo sexual. Que tiene ideas propias. Que le gusta llevar las riendas de su vida. Que no entiende esa guerra. Que cuando trabaja como enfermera voluntaria entiende a muchos de los hombres y se da cuenta de lo absurdo de una guerra que no ha pedido. Y se reencuentra con Luke, el popular del instituto, que la sonríe, que la hace sentirse mujer deseada. Que la hace ver que se puede compartir una vida común. Y también le quiere. Luke la sube a su silla de ruedas y comparte pequeños paseos inolvidables, porque Sally le devuelve las ganas de creer. 

Luego están los otros, los amigos, los que muestran que la guerra no es heroica. Que es una mierda. Y como dice Luke, cuando se ata con cadenas, para llamar la atención. Para advertir que están ahí. Dice que hay miles de motivos para suicidarse ahí, donde están, que no hace falta ir a una guerra sinsentido donde nada se les ha perdido porque no son salvadores de nada. Para denunciar el horror. Están Vi (Penélope Milford) y Bill dos hermanos rotos. Ella pierde a la gente que quiere, él ha perdido la cabeza. Bill, el joven niño que no puede tocar ni cantar ya con su guitarra, que a veces se siente exaltado y otras se siente una mierda. Que está tan perdido que ya no quiere vivir. Y se encierra, y se mata ante la desesperación de todos. Porque todo es una mierda. 

Bob, Sally y Luke que se aman, se pierden y, por suerte, se comprenden. “Siempre serás mi amiga”. “No somos tus enemigos, el enemigo es esa guerra”. Y Luke se encuentra y Sally se encuentra, y Bob…, lo intenta. Porque cuando vuelve, y se ríe desesperado de su falsa condecoración de héroe, porque, de pronto, ve que sobra en Vietnam –esa guerra que le ha destrozado por dentro–, y también en su matrimonio –ya no tiene a esa esposa que esperaba al guerrero– y en su hogar, y en su país. Sobra en todas partes. Y, con mirada ausente, decide purificarse, ¿para siempre?, y se quita su uniforme, poco a poco, y su anillo de boda, y se lanza, desnudo, al mar. 

Y, el director Hal Ashby (el contador de historias de los setenta, de historias de seres humanos que se encuentran) nos cuenta una historia tierna, llena de detalles y matices, poco a poco. Vamos entendiendo a todos los personajes que tratan de entender su situación, sus vidas rotas, como pueden. Con unas imágenes llenas de belleza y melancolía con una banda sonora que te hace llorar con letras de aquellos años que si Bob Dylan, que si los Beatles, que si Jimmy Hendrix, que si la gran Aretha…Y El regreso se te queda en la retina. La sonrisa de Luke, la mirada de Sally, los ojos perdidos y la pérdida de Bob, la guitarra de Bill, las ganas de vivir de Vi…

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