Los actores detrás de la cámara (II)

Kenneth Branagh

Henry V (1989) supuso una sorpresa del cine británico y el descubrimiento de un nuevo fanático shakespeariano: Kenneth Branagh. No sólo ofrecía su interpretación sino que se ponía tras las cámaras y además descubría para todos a su pareja de ese momento: Emma Thompson.  Enrique V era un personaje querido por el entonces joven Branagh. Ya en teatro fue muy celebrada su interpretación cuando tan sólo contaba 23 años y trabajaba en la Royal Shakespeare. También, conocía perfectamente otras fuentes cinematográficas sobre este personaje shakesperiano: Enrique V (1944) de Laurence Olivier y Campanadas a medianoche (1965) de Orson Welles. El director británico moldea sus conocimientos y fuentes y realiza una intuitiva e inspirada interpretación de este personaje. 

Después, se decanta por un extraño thriller, Morir todavía (1991), que no es muy recordado y no he tenido la oportunidad de ver. Leyendo críticas y análisis de este film, se intuye que fue un divertimento del autor en el cual homenajeaba a Hitchcock y de nuevo a Welles, al cine de los años 40 y dejaba ver una tímida influencia de la comedia de oro (screwball comedy).  Al año siguiente dirige una comedia por la que siento especial cariño: Los amigos de Peter (1992). Trata sobre la amistad, sobre reencuentros, sobre el paso del tiempo, sobre las distintas generaciones, sobre los años ochenta, sobre los miedos y los sentimientos, sobre la enfermedad plaga del siglo XX, el Sida… sobre…Quizá no sea un argumento original ni se muestre que Branagh sea un mago de la dirección o de la originalidad pero sabe llegar al público. Los actores –donde se encuentra el propio director– saben escenificar la amistad. Y a lo largo de la historia, vas comprendiendo y conociendo a cada uno de los personajes. Al final, les quieres. Conozco a un montón de personas que se sienten identificados con este grupo de amigos, especial. 

Kenneth Branagh regresa al universo de Shakespeare y rescata una de sus comedias: Mucho ruido y pocas nueces (1993). De su inteligente y divertida adaptación destaca la alegría y las ganas de vivir que logra transmitir. En su estreno me llamó la atención la luminosidad de sus imágenes, lo divertido de las situaciones, la buena construcción y caracterización de cada uno de los personajes… Además, nos regala un duelo interpretativo con su compañera Emma Thompson, los dos protagonizan los diálogos más divertidos como Benedicto y Beatriz. El director británico continúa con las adaptaciones y esta vez se mete en la mente de Mary Shelley y su Frankenstein. No fue muy bien recibida esta nueva incursión a un mundo literario diferente. Frankenstein (1994) pasó sin pena ni gloria. A mí me aburrió y no me llegué a meter en la historia. 

A partir de ese momento, Branagh se ha movido en el mundo del cine a través de Shakespeare. Lo conoce y lo demuestra una y otra vez. Su popularidad se ha deshinchado pero no ha dejado de ofrecer un universo shakesperiano muy interesante. En lo más crudo del crudo invierno (1995) recrea el amor que siente por el teatro y por los actores. Cuenta, en clave de comedia, los esfuerzos de un grupo de actores para poner en marcha Hamlet. El casting de ficción no puede ser peor pero entre seis actores levantarán una obra de veinticuatro personajes en una vieja iglesia. Todos aprenderán de sí mismos, del teatro y de la importancia de amar y de apasionarse con lo que se hace. Después emprende un proyecto ambicioso. Una adaptación muy personal de Hamlet (1996). El director se rodea de un elenco de estrellas y monta una superproducción donde interpreta un Hamlet muy especial. Acerca al espectador de hoy, el Hamlet clásico. En la adaptación, respeta el texto original pero no el fondo histórico ni la puesta en escena. Trasporta al espectador del medievo al siglo XX y crea a personajes con los que nos podemos identificar y entender. Branagh entiende a Shakespeare que hacía un teatro para que llegara a todo el mundo. Él sigue universalizando los textos del gran dramaturgo a un lenguaje cinematográfico y al siglo XX porque para el realizador, Hamlet: “Es una historia de fantasmas y también una película de suspense, pero, sobre todo, una tragedia de fuerte contenido emotivo. Tiene también sus cargas de maldad y, espero que, finalmente, constituya un gran entretenimiento”. 

Otra película, a la que tengo gran cariño, es Trabajos de amor perdidos (2000). De nuevo el realizador acerca el universo de Shakespeare con una fórmula especial. Adapta una de las obras más desconocidas del dramaturgo y se empapa del cine musical y de las canciones más hermosas de Cole Porter y George Gershwin. De nuevo, crea una obra vital y un canto a los años 40 con una obra de Shakespeare. Hacía tiempo que no sabíamos nada del realizador –salvo algunas apariciones en producciones como actor–, las últimas noticias fueron sus paseos a distintos festivales con su cortometraje Listening (2003), otra adaptación cinematográfica de la obra shakesperiana Como gustéis (2006) y un espectáculo musical que lleva a las pantallas La flauta mágica de Mozart. Ninguna de ellas se ha estrenado en las salas comerciales de nuestro país o por lo menos yo no me he enterado. La flauta mágica inauguró el Festival de cine europeo de Sevilla 2006.  

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