Pantallas de plata (Alfaguara, 2014) de Carlos Fuentes

Carlos Fuentes considera La sombra del caudillo (1960) de Julio Bracho una de las mejores películas mexicanas.

Pantallas de plata es uno de los libros póstumos de Carlos Fuentes. Consiste en una recopilación de varios textos donde se recoge una de las pasiones del autor: el cine. En cada uno de estos pequeños ensayos con notas autobiográficas, el escritor mexicano va encadenando sus conocimientos, reflexiones y pasiones cinéfilas. Un nombre le lleva a otro hasta crear verdaderos hilos desde los cuales tirar.

Su vida se mezcla con su pasión. Hay filigranas y retahílas de datos, historias, gustos y anécdotas que van dando forma a cada uno de los textos. Hubiera seguido leyendo mucho más. Me pregunto si el libro fue así concebido por Carlos Fuentes o formaba parte de un proyecto mucho más ambicioso. Me decanto más por la segunda opción.

Cada texto es un pequeño deleite. Uno desea tener un lápiz a mano e ir apuntando un montón de datos e ideas. De momento, he copiado en una de mis agendas las películas mexicanas que más le gustaron a Carlos Fuentes, entre las que están La sombra del caudillo, Flor silvestre o Campeón sin corona, y quien sabe si trataré de localizar todas para hacerme un ciclo especial y escribir sobre ello.

En los textos abundan las referencias sobre el cine clásico de Hollywood. Apenas escribe sobre cine actual (Carlos Fuentes falleció en 2012), tan solo en el último párrafo de un pequeño ensayo sobre cine mexicano, nombra a toda una generación de nuevos realizadores donde aparecen los nombres de Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro o Carlos Reygadas. También en Pantallas de plata, hay presencia del cine europeo, pero durante su etapa clásica.

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Original y remake. La otra (1946) de Roberto Gavaldón/Su propia víctima (Dead Ringer, 1964) de Paul Henreid

Roberto Gavaldón y Paul Henreid unidos por una misma historia. Me gusta cómo un descubrimiento me lleva a otro. Así ha pasado con las dos películas de esta sesión que propongo. Indagando en el catálogo de una plataforma, descubro que han subido una nueva película de Bette Davis que no conozco, Su propia víctima. Y me agrada más cuando veo que está dirigida por el actor Paul Henreid, un inolvidable Victor Laszlo en Casablanca. Es otro de los temas que me gusta analizar, películas dirigidas por actores o actrices. Me deleito en su papel como realizador, sobre todo de numerosos capítulos de Alfred Hitchcock presenta.

Y me pongo a leer información antes de verla y entonces descubro que es un remake de película anterior, ambas basadas en una historia del guionista y autor Rian James. Y esa película original es del periodo de oro del cine mexicano, otra época en la que me gusta ahondar. Ni más ni menos que La otra de Roberto Gavaldón, con una genial Dolores del Río. Buscando en Internet descubro una página de la UNAM de México que facilita cine en línea, también con un canal en YouTube, y entre otras películas ofrece el visionado de una copia de buenísima calidad de esta obra cinematográfica de Gavaldón.

Roberto Gavaldón filma con maestría y elegancia visual un poderoso melodrama, y Paul Henreid crea una obra visualmente más plana y sencilla, pero fuerte tanto en la construcción de personajes, como en envolverlo todo de suspense y dejando huellas de cine negro para construir una película muy oscura.

La otra (1946) de Roberto Gavaldón

Roberto Gavaldón crea una obra cuidada formalmente y haciendo hincapié en la culpa, la redención y el romanticismo con una bella y gran actriz, Dolores del Río.

La película empieza en un entierro de un hombre con un alto poder adquisitivo, se nota por el carácter de la ceremonia y por los asistentes. Su viuda está totalmente cubierta de negro, su rostro también. Llega presurosa una joven hermosa y humilde, y pronto sabemos que es la hermana de la viuda. Una vez terminado el entierro es invitada a la mansión de esta. Cuando se retira el velo del rostro, descubrimos que son gemelas. Premisa fundamental de la historia. Durante el encuentro de ambas, de María y Magdalena (Dolores del Río), descubrimos sus distintas personalidades y suertes.

Una se ha subido al tren de la fortuna pisando a quien tuviese que pisar. Y la otra es una mujer trabajadora, con problemas económicos y amargada por su situación. La rivalidad entre ambas es evidente, incluso se deja entrever que el marido de la millonaria primero pretendió a la humilde. Cuando María, la humilde, se entera de la cantidad económica que va a heredar su hermana, su insatisfacción por la vida que tiene, aumenta. E incluso no la deja ver que hay un hombre a su lado, Roberto (Agustín Irusta), que no solo la ama, sino que quiere que pasen todos los problemas de la vida juntos. El trato humillante que recibe por parte de su jefe y de los clientes, en la peluquería donde trabaja, y su dificultad para pagar el alquiler de la vivienda donde vive, así como la imposibilidad de momento de casarse con Roberto hace que María tome una decisión: matar a su hermana y suplantarla. Planea el crimen perfecto.

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Irregularidades de Edward Dmytryk. Adónde fue el amor (Where love has gone?, 1964) / Barba Azul (Bluebeard, 1972)

Edward Dmytryk posee una filmografía irregular donde pueden encontrarse títulos muy interesantes como Historia de un detective, Hasta el fin del tiempo, Encrucijada de odios, Vivir un gran amor o El baile de los malditos. Sin embargo, otros de sus títulos han caído en el más absoluto de los olvidos, pero con peculiaridades de fondo. Por otra parte, este director es una de las figuras interesantes para estudiar los estragos de las listas negras y la caza de brujas. Empezó como chico de los recados en la Paramount hasta convertirse en un buen montador profesional. Después dio el paso para dirigir películas de serie B, hasta que ya en los cuarenta se convirtió en director de renombre. Pero en 1947, cuando todavía disfrutaba de las mieles del éxito con Encrucijada de odios, todo se torció al ser llamado ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Primero, formó parte de los diez de Hollywood, así conoció el exilio y la cárcel. Pero finalmente cedió a la presión, y volvió a testificar, esta vez sí dio nombres de compañeros que habían militado en el Partido Comunista. Continuó trabajando para los grandes estudios, tuvo algunos éxitos más, y su carrera fue más irregular todavía, aunque de vez en cuando despuntaba con momentos brillantes. No obstante, no tenía miedo a enfrentarse a distintos géneros o a encarar temas complejos y arriesgarse. En sus últimos años, se paseó por coproducciones y rodaba en Italia o Gran Bretaña, además de en EEUU. Tuvo un lento y largo declive hasta caer en el olvido… La sesión doble analiza dos películas de su último periodo.

Adónde fue el amor (Where love has gone?, 1964)

Adónde fue el amor

Dos damas del melodrama en acción…

Adónde fue el amor es un melodrama tremendamente entretenido, que además da la oportunidad de ver enfrentadas a dos reinas del género que trabajaron por primera vez (y última) juntas: Susan Hayward y Bette Davis. Es de esos melodramas que durante los sesenta preludiaron las adictivas telenovelas americanas como Peyton Place (de aquellos años), Falcon Crest o Dallas. Adónde fue el amor tiene una clara fuente de inspiración, un suceso real, pero semilla de melodrama sórdido. Primero sirvió para que Harold Robbins escribiera uno de sus best sellers, y después para que pasara a la pantalla grande. El suceso fue el homicidio por parte de una adolescente Cheryl Crane de la pareja de su madre en aquel momento, Johnny Stompanato. Su madre era la actriz Lana Turner. Fue un juicio mediático y se barajaron mil y una teorías.

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William Somerset Maugham, un escritor de cine

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Uno de los grandes placeres veraniegos ha sido hundirme en la lectura de novelas y cuentos de William Somerset Maugham, una asignatura que tenía pendiente. Las películas que adaptaban sus obras siempre me habían llamado la atención y llevaba años detrás de leer su legado literario. Así que manos a la obra… y estoy disfrutando de lo lindo. Así he podido ir a las fuentes originales de películas que forman parte de mi memoria cinéfila y sigo buscando los relatos o cuentos que han vomitado películas que me han interesado. Lo que más me ha fascinado de Somerset Maugham como autor es sin duda la psicología de sus personajes. Así sus novelas y relatos trazan un mapa de la naturaleza humana, con sus luces y sus sombras, y la fuerza de sus historias reside en unos personajes perfectamente construidos.

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Banquete de bodas (The catered affair, 1956) de Richard Brooks

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Banquete de bodas dentro de la historia del cine tiene un contexto claro. Sí, durante los años cincuenta, en el seno de Hollywood, nacieron varios largometrajes con un acusado realismo social, que bebían de fuentes inspiradoras ubicadas en el cine europeo (ese afán por estar cerca de las personas más humildes, de sacar la cámara a las calles o estar inmersa en la intimidad de las cuatro paredes, esas ganas de contar historias relevantes sobre dramas sociales y sobre temas controvertidos…) y en la televisión americana (curiosamente nuevos cineastas se formarían en este medio y serían conocidos como la Generación de la televisión). Fuentes inspiradoras que tuvieron su cordón umbilical en el Neorrealismo italiano. Estos largometrajes americanos se alejaban del glamour, algunos estaban protagonizados por estrellas que se borraban de golpe esa imagen y se convertían en ciudadanos de a pie, en vecinos. Curiosamente, antes estas historias se habían filmado para la televisión (en ese momento era un medio que se acercaba más al mundo real) y funcionaban de tal manera que los estudios decidían convertirlos en películas. Esta corriente ha seguido teniendo su evolución y su diálogo con otras películas más contemporáneas. En concreto Banquete de bodas haría una buena sesión continua con uno de los exponentes del cine social británico, Ken Loach, y su película Lloviendo piedras. En vez de un banquete de bodas, se cambia el conflicto por un vestido y una buena ceremonia de Primera Comunión.

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El cielo y tú (And this, and heaven too) de Anatole Litvak

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El título en castellano fue lo primero que me llamó la atención de esta película, El cielo y tú, y después la pareja protagonista (única vez que trabajaron juntos), Bette Davis y Charles Boyer y, por último, el director de este drama romántico con ambientación histórica, Anatole Litvak. Y después vino el disfrute.

El cielo y tú es una larga crónica de un amor imposible en un lejano siglo XIX, en concreto, en Francia en los momentos previos y agitados de la instauración de la Segunda República antes de la abdicación del rey Luis Felipe I de Francia. Esta historia de amor imposible tiene dos protagonistas que nunca verán la culminación de su amor por las circunstancias que les rodean: una institutriz solitaria y un duque infeliz.

Este amor es narrado por una institutriz marcada por su historia pasada y que trata de empezar una nueva vida en EE UU. Así se dispone a dar su primera clase de francés a unas alumnas que no la reciben precisamente bien… Entonces la protagonista les pide que le escuchen y comienza a contar su historia. Y esa crónica supone un enorme flashback que nos conduce a la institutriz cuando va a buscarse la vida en París y entra en el hogar de los duques Praslin. Ya desde el primer momento un anciano sirviente le advierte que no es la mejor casa para entrar a trabajar voluntariamente. Desde el primer momento se nota la tensión existente entre el matrimonio y la falta de cariño, sobre todo materno, que tienen sus cuatro hijos (tres niñas y el pequeño).

Así la institutriz firma su destino y cambia el ambiente de la casa. Sus clases y actividades se convierten en un refugio no solo para los niños (los niños son los que protagonizan los momentos más edulcorados o quizá los momentos que peor han envejecido porque ningún niño se comporta ahora como los de la película –así como las escenas de las niñas americanas– pero sí quería destacar a la más natural y buena actriz infantil Virginia Weidler) sino también para el duque. Ambos crean una complicidad de miradas y gestos… y construyen una historia de amor imposible. Un amor en el que nunca pueden expresar sus sentimientos, ni siquiera decirse que se aman. Y para esa historia sutil, íntima y emocionante están las interpretaciones de una Bette Davis delicada y un Charles Boyer elegante y misterioso. El mayor obstáculo de ese amor es la duquesa que está poseída por unos celos enfermizos y una personalidad emocional inestable que impide un atisbo de esperanza en el futuro. La duquesa no para hasta que consigue no solo la expulsión de la institutriz sino que genera una corriente de rumores falsos alrededor de una pareja que nunca culminará su amor. Desde el exterior, la nobleza, la iglesia y un pueblo descontento juzgarán irracionalmente a los amantes silenciosos. Y ese amor sin salida derivará en un final trágico para los tres implicados.

El director Anatole Litvak dirige este drama con elegancia y con decisiones de puesta en escena originales y sutiles para dar siempre el punto de vista de la protagonista. Movimientos de cámara a través de las ventanas o siguiendo a la protagonista por las escaleras. El cielo y tú tiene un cuidado excesivo en las ambientaciones, en los espacios y vestuarios. Y por último unos diálogos magistrales sobre ese amor que no se puede expresar. Así como simbolismos hermosos como esa bola de cristal con una casa y la nieve cayendo que es la mejor manera que tienen ambos de expresar sus sentimientos en silencio.

Pero si algo retiene al espectador son las increíbles interpretaciones y magnetismo de los protagonistas principales y secundarios. Bette Davis crea una de esas institutrices de película, su personaje y vivencias tiene ciertas similitudes de fondo con Jane Eyre (institutriz atraída por un noble en una casa hostil). Una Davis contenida que emplea sus ojos y mirada para expresar mil y un sentimientos. Charles Boyer logra un duque elegante, triste y atormentado que encuentra momentos de fugaz alegría y paz junto a la institutriz y sus hijos. Barbara O’Neil (la recordada madre de Scarlatta O’Hara en Lo que el viento se llevó) como duquesa celosa con los nervios rotos deja una composición estremecedora. O también Harry Davenport, un secundario (el doctor de Lo que el viento se llevó) que como viejo sirviente se convierte en roba escenas.

El cielo y tú es de esos dramas románticos que hacen que, como los protagonistas y su bola de cristal y nieve, el espectador durante un tiempo se centre en la pantalla de cine y olvide todo lo que le rodea.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Dos clásicos y un moderno

Noble gesta (L’onorevole Angelina, 1947) de Luigi Zampa

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… los indignados han existido (hemos existido) siempre y también han sido reflejados por el cine. Así tras la Segunda Guerra Mundial y en pleno neorrealismo para analizar y reflejar la época (que influenció todo el cine italiano del momento) no eran fáciles las cosas en Italia. De tal manera que no queda lejos de la situación actual, lo que cuenta Noble gesta: unos vecinos hartos de las injusticias urbanísticas, sociales y políticas que se levantan y revolucionan para conseguir sus derechos… capitaneados por Angelina (como siempre, una maravillosa Ana Magnani), una mujer de la barriada de familia numerosa harta ya de no llegar a final de mes y de romperse la cabeza cada día para poder alimentar a sus hijos. Así la película ilustra el recorrido de esta mujer, casada con un pobre suboficial de policía, que pasa de ser una más a convertirse en líder de las protestas. Vivirá un ascenso y una caída en picado donde todos le retiran la palabra hasta volver a resurgir. Angelina es una mujer del pueblo con conciencia que lucha por mejorar su situación. La convierten en líder por lo bien que protesta e incluso llega a idear un partido político pero ella misma se da cuenta de que esa tarea ya le queda grande. También sufrirá la manipulación de los poderosos y la retirada de confianza de los que la siguieron… hasta que vuelve de nuevo a restablecerse su popularidad. Finalmente se quedará junto a su familia… renuncia a la política pero no a la lucha diaria y a la indignación continua (crítica y necesaria)… Luigi Zampa dirige con solvencia este largometraje de indignados con aires neorrealistas.

 ¿Qué fue de Baby Jane? (What ever happened to Baby Jane, 1962) de Robert Aldrich

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Mucho se ha escrito sobre Baby Jane y es que esta película de culto del interesante realizador Robert Aldrich mantiene su magnetismo aunque vaya pasando el tiempo. Además también inauguró un género, el grand guignol, que sigue teniendo tradición en el actual cine americano (podemos perseguir sus huellas en Killer Joe, Stoker o El consejero).

Son muchos los alicientes para inmiscuirse en esta historia. Por una parte ese clima de suspense y misterio claustrofóbico. Sus personajes oscuros hasta resultar desagradables. No se salva ni uno (ni siquiera las plácidas y ‘pesadas’ vecinitas de al lado, madre e hija, hasta el siniestro pianista y su desagradable madre). La visión de la fama y el éxito efímero seguido de una larga decadencia, el cine dentro del cine. El ocaso del vodévil ante el nuevo arte, el cine (el espectáculo de Baby Jane en los escenarios de teatro y el posterior éxito en el cine de su hermana). Las enfermizas relaciones familiares (entre las hermanas, entre el pianista y su madre…). La locura, el alcoholismo, la decadencia, la dependencia emocional…

Pero sobre todo se sigue sustentando esta película por las increíbles interpretaciones de sus dos protagonistas: dos grandes divas del cine. Bette Davis y Joan Crawford se unen para ser las decrépitas hermanas Hudson. No fue un rodaje fácil, la lucha de egos de las actrices benefició el resultado de la película pero convirtió el proceso en una pesadilla. Jane Hudson-Davis y Blanche Hudson-Crawford se apoderan de sus personajes y la película y dejan dos interpretaciones memorables. Inolvidable la actuación de una anciana Jane cantando una canción a su padre o la angustia de una mujer en silla de ruedas encerrada cruelmente…

Vidas contadas (Thirteen Conversations About One Thing, 2002) de Jill Sprecher

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Desde un Robert Altman en Vidas cruzadas, pasando por González Iñárritu, Guillermo Arriaga, Paul Thomas Anderson, Rodrigo García… las películas de vidas cruzadas se han convertido casi en un subgénero que ha dejado interesantes propuestas cinematográficas (y otras que no lo son tanto)… Y una de ellas es esta película. Con un buen reparto coral donde brilla sobre los demás Alan Arkin y donde vemos ya la semilla del hoy prolífico y arriesgado Matthew McConaughey. La historia dividida en trece segmentos habla precisamente de felicidad y ‘juega’ con este concepto a través de la vida (y el azar) de varios personajes: una empleada de limpieza, un exitoso y joven fiscal, un trabajador de una empresa de seguros y un matemático. La directora Jill Sprecher, junto a su hermana Karen, crea un buen guion y dirige una obra elegante, interesante y sensible con diálogos certeros. Una película a reivindicar. La sonrisa de Alan Arkin cierra de manera brillante esta reflexión sobre la felicidad humana.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.