Por qué me gusta Brian de Palma en diez puntos

Brian de Palma contó su particular mirada sobre la guerra de Vietnam.

1. Es autor de una de las películas que más me gustaron y me gustan de los noventa: Atrapado por su pasado (Carlito’s Way, 1993). Volví a verla no hace mucho y, de nuevo, me dejé llevar por la carrera sin aliento hacia la muerte de Carlito Brigante (Al Pacino).

2. Incluso sus máximas extravagancias contienen momentos inquietantes y visualmente impactantes. En nombre de Caín (Raising Cain, 1992) no tiene ni pies ni cabeza, como los sueños, y es que mirarla es como transitar por una pesadilla muy real. Una oportunidad de ver además de lo que es capaz John Lithgow.

3. Sus planos secuencia muestran su dominio de la cámara. Uno de los máximos fracasos de su carrera, La hoguera de las vanidades (The Bonfire of the Vanities, 1990), empieza con un plano secuencia virtuoso siguiendo al personaje que se convertirá en el narrador de la historia, Peter Fallow, un periodista fracasado que se convierte en un escritor famoso al escarbar en las miserias humanas. Una película a mi parecer incomprendida por el retrato social incómodo que realiza.

4. Una película de terror que me gusta mucho es, sin duda, Carrie (Carrie, 1976). Siempre me quedo enganchada a la furia final de su delicada protagonista (Sissy Spacek).

5. A Brian de Palma le cuelgan el sambenito de ser uno de los discípulos de Alfred Hitchcock cuando, en realidad, tiene una personalidad cinematográfica propia. Sí, revisita a Hitchcock en algunas películas, pero ofrece una mirada personal. Por otra parte, no se habla tanto de otras influencias y otros amores de De Palma, que es todo un cinéfilo, como Jean Luc Godard o Michelangelo Antonioni (no hay más que ver Impacto, Blow Out, 1981).

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Fascinación (Obssesion, 1976) de Brian de Palma

Fascinación

Aviso: si no la has visto, y no quieres saber nada, sino mantener el suspense, advierto que cuento prácticamente toda la trama

Michael Courtland (Cliff Robertson), entre alucinado y fascinado (nunca mejor dicho), escucha a Sandra Portinari (Geneviève Bujold), una ayudante de restauración, que le explica cómo debajo de un fresco de la Virgen de Agnolo Gaddi había otra pintura más antigua, una especie de borrador, y que tuvieron que decidir entre restaurar el original, pero sin saber nunca qué había debajo, o ver lo que había oculto. Pregunta entonces a Michael que él qué hubiese hecho. Este contesta que conservar la pintura de Gaddi, y añade “debemos proteger la belleza”. Bien, algo así ocurre con este artilugio maravilloso que es Fascinación de Brian de Palma, donde está esta secuencia. Es mejor dejarse llevar por esta bella y retorcida historia de amor más allá de la muerte y por todo un metraje de ensoñación y nebulosa, que rascar y encontrar lo inverosímil que se esconde tras las imágenes. Algo semejante ocurría con su fuente de inspiración, algo que nunca ocultó Brian de Palma, Vértigo (Vertigo, 1958) de Alfred Hitchcock.

Hay películas donde es absurdo emplear la lógica, sino que lo mejor es dejarse fascinar obsesivamente y arrastrarse por sus imágenes escuchando una banda sonora brillante que hace que el espectador se deslice con emoción por cada una de las secuencias. Y es que es Bernard Herrmann, uno de los compositores de cabecera del maestro de suspense, quien creo la partitura para otra historia de amor obsesivo y oscuro. Si además se emplea como plató cinematográfico dos ciudades como Florencia y Nueva Orleans y la luz suave, como de sueño continuo, del director de fotografía Vilmos Zsigmond, se logra alcanzar un estado de hipnosis. Pero es que también, para escapar de toda lógica, la película cuenta con el espíritu atormentado de Paul Schrader en el guion. Schrader se dedica a bajar a los infiernos, para qué diablos quiere ser verosímil.

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El amante doble (L’amant double, 2017) de François Ozon

El amante doble

… la mirada de Chloé

Si en El perro andaluz, Buñuel rasgaba un ojo para indicar con ímpetu y violencia otra mirada sobre la pantalla; Ozon en El amante doble comienza con un primer plano explícito de una observación vaginal que se funde con el ojo de la protagonista, Chloé (Marine Vacth), una joven con una inestabilidad emocional evidente. Y así queda dicho que iremos unidos a su mirada y a sus entrañas, a lo más profundo de su ser. Además Ozon vuelve a trabajar con Marine Vacth, que si en Joven y bonita revelaba el difícil autodescubrimiento sexual de su protagonista, convertida en una belle de jour adolescente; en El amante doble enmarca su rostro bello en un museo de arte contemporáneo para ponerla en el centro de la trama de un thriller psicológico. Y en las dos, Marine Vacth es la representación del deseo y la seducción, siempre con un punto de inestabilidad o distanciamiento emocional.

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Un policiaco y un thriller. Bullitt (Bullitt, 1969) de Peter Yates/ Impacto (Blow out, 1980) de Brian de Palma

Tanto Peter Yates como Brian de Palma tienen algo en común en Bullit e Impacto: y es que sus formas de contar la historia que tienen entre manos convierten ambas películas en algo especial. Además Peter Yates cuenta con un actor, Steve McQueen, que se ha convertido en leyenda y logra que en Bullit se mezcle su personalidad con su personaje cinematográfico. Por su parte De Palma aleja a John Travolta del personaje de chulo bailarín y lo envuelve con fuegos artificiales en un artefacto barroco pero tremendamente atractivo. Y es que Yates tira por lo seco, sobrio y realista; todo lo contrario a un De Palma que juega al cine dentro del cine para dar el do de pecho en rococó visual.

Bullitt (Bullitt, 1969) de Peter Yates

Bullitt

Apenas se habla en Bullitt, los diálogos no son lo importante. Precisamente el personaje más charlatán, el senador (Robert Vaughn), es el más antipático. Frank Bullitt, el teniente de policía de San Francisco, es un hombre más de acciones que de palabra. O un hombre-mirada. De hecho su antiépica aventura termina en un cuarto de baño y él mirándose en un espejo redondo.

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La furia (The fury, 1978) de Brian de Palma

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Si leemos uno de los artículos de Guillermo Cabrera Infante, “El brillante Brian (De Palma)”, en su faceta de crítico cinematográfico, recopilado en el libro Cine o sardina, nos encontramos con que escribe esto, refiriéndose a La furia: “La factura de este film hermoso visualmente (el mejor que ha hecho De Palma hasta ahora) no solo es impecable sino obra de un virtuoso artístico, de un técnico maestro, de una brillantez rara aun en un cine técnicamente tan perfecto como el cine americano actual”. Y es que, particulamente, De Palma es un director que domina la forma y con el contenido vuela a veces hacia la racionalidad y otras al delirio. La furia es puro delirio dentro de una factura visual brillante. Aunque por ahora, sin ninguna duda, de su filmografía me quedaría con Atrapado por su pasado (Carlito’s Way).

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10 razones para amar Atrapado por su pasado (Carlito’s way, 1993) de Brian de Palma

… siempre vuelvo una y otra vez a la historia de Carlito Brigante

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Razón número 1: flash back antes de morir

Carlito’s way comienza con una secuencia en blanco y negro donde vemos cómo disparan a un hombre al intentar subirse a un tren. Así le acompañamos en su agonía. Sabe que ha llegado la hora. Que va a cerrar los ojos para siempre. Y piensa. En todo el traslado a urgencias, donde van pasando frente a sus ojos distintas personas, su mirada se fija en un cartel a todo color con un mensaje, escapar al Paraíso. Así empieza uno de los flash backs más largos y melancólicos del cine de los años 90. Carlito’s way es un flash back antes de morir de un mafioso que recuerda cómo trató de redimirse, de huir de su vida pasada, de escapar al paraíso. Cuenta la historia de una redención.

Razón número 2: Carlito Brigante

Carlito Brigante es Al Pacino… y es imposible (o por lo menos para la que esto escribe) imaginar otro. Con su gabardina de cuero negro, sus gafas oscuras, su barba y su pelo negro. Su voz susurrante. Su sonrisa y su mirada. Su manera de andar. Sus botas con un poco de tacón, a la moda de los setenta. Su aire hortera. Sus cicatrices. Sus silencios. Su código de la calle y la supervivencia. Su cansancio. Sus ganas de seguir soñando. El mafioso convertido ahora en un héroe perdedor traicionado por todos. Su lucha por aferrarse a un sueño a toda costa. Su instinto de supervivencia. El hombre enamorado. Amigo de sus amigos. Carlito que renuncia a un pasado que se niega a despegarse de él. Su vida convertida en una carrera vertiginosa hacia la muerte…su conciencia de que alguna vez tiene que dejar de correr porque se está quedando sin batería… Mirar a un joven capo, Benny Blanco del Bronx (su desgracia), saber qué es él cuando tenía menos años y menospreciar ese pasado y esa forma de ser… (a nosotros, los espectadores, también nos cuesta pensar que fue alguna vez así…, lo fue). Encontrarse en la oficina de su discoteca, mirando todo lo que ocurre, y venirle a la cabeza al héroe cinematográfico representado por Humphrey Bogart, como si se encontrara de nuevo en el Rick’s café.

Carlito Brigante es un personaje de novela que nació de la mente de un juez de la corte suprema de Nueva York, Edwin Torres. Su familia llegó de Puerto Rico y vivió en barrios marginales de Manhattan. Se sirvió de sus conocimientos y experiencia en el mundo criminal para escribir dos novelas donde su protagonista de ficción era Carlito Brigante… que en pantalla adquirió los rasgos de Al Pacino que corría y corría en un universo creado por un vertiginoso Brian de Palma.

Razón número 3: Una historia de amor

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Y todo héroe perdedor que  se precie oculta un hombre enamorado. Se aferra al rostro de la mujer amada. A aquella que le mirará siempre igual. Que le conoce y le espera. Aquella a la que alguna vez rompió el corazón… pero por él mismo. Porque no podría soportar estar encerrado en una prisión (treinta años de condena, aunque al final se quedan en cinco) y no saber dónde se encuentra ella.

Carlito Brigante, el mafioso, el hombre duro de las calles, antes de ir a prisión anduvo enamorado de una bailarina que soñaba con triunfar en Broadway, Gail (una dulce Penelope Ann Miller). Después de cinco años vuelve a buscarla porque en la discoteca se fija en una chica que baila igual que ella. Y ahí está Gail que vuelve a mirarle igual. Con sus sueños rotos pero luchando… y que como Carlito, vuelve a ilusionarse

Brian de Palma nos regala una escena de amor, de esas que son dignas de una colección. Carlito sigue a su bailarina en un día de lluvia. Ésta entra en un portal para dirigirse a una clase de ballet clásico. Carlito ve que hay una azotea en el edificio de enfrente y que además están entrando unos vecinos y va corriendo. Sube a la azotea y se cubre de la lluvia persistente con una tapa de basura… y mira en el edificio de enfrente a través de la ventana a Gail bailando… suena El diálogo de las flores de Lakmé. Pero ésta no será la única escena donde hay un romanticismo latente y doloroso abocado al fracaso.

Razón número 4: Los amigos de Carlito Brigante

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El abogado amigo de la juventud del mafioso que ahora se ha convertido en otro gánster adicto a la heroína y que ha perdido la cabeza y el norte. Carlito sería capaz de todo por él. Capaz de todo por ese abogado judío (increíble Sean Penn) al que quiere con todo el alma pues le siente como mejor amigo. Le agradece estar fuera (pues ya se sentía un muerto en vida en prisión)… pero todo el mundo traiciona. Pachanga (Luis Guzman), el guardaespaldas, el chaval que siempre ha habitado en el barrio y que también tiene un exaltado instinto de supervivencia…, trabaja para quien tiene poder porque ese poder le va a mantener vivo. Lalin (hermoso Viggo Mortesen), un antiguo compañero de andanzas en los buenos tiempos de la heroína (ahora el reino de la droga es para la cocaína), que terminó con una bala en la espalda, la cárcel y una silla de ruedas… convertido en un chivato porque en silla de ruedas en la cárcel no eres nadie. Benny Blanco del Bronx (John Leguizamo), un joven puertorriqueño que sueña con ser otro Carlito Brigante al que admira como una leyenda pero termina odiándolo pues su sueño no sólo reniega de él sino que le humilla constantemente… Y él también sabe de supervivientes, de la ley del más fuerte, de luchas de poder y traiciones… El joven primo Guajiro, que estudia pero también trapichea que quiere presumir de tío que es una leyenda con unos ‘que son amigos de verdad’, unos amigos que no dudan en exterminarle de manera brutal y que no respetan ni leyendas ni pasados. Viejos gánsteres y esbirros que se encuentran al acecho de Carlito, vigilando todos sus movimientos, que no tendrán reparo alguno en eliminarle para seguir vivos en la jungla de asfalto…

Razón número 5: You are so beautiful

Joe Cocker canta con su voz rasgada y grave You are so beautiful… que suena entera en créditos finales y nos deja con un triste sabor de boca. Porque a Carlito sólo le queda soñar con un futuro que no vivirá donde Gail y su hijo quizá hayan alcanzado el Paraíso. Le hubiera gustado estar con ellos. Y la melancolía se apodera de toda la narración cinematográfica porque no deja de ser la historia sobre un sueño que se escapa para siempre… You are so beautiful…

Razón número 6: Años 70…

Y Carlito’s way nos trae los años setenta norteamericanos de los bajos fondos. Unos setenta plagados de desencantos, sueños rotos, drogas, sexo, alcohol, supervivencia y música para olvidar un mundo donde campa la delincuencia. Unos años setenta que llevan sus protagonistas tatuados en la indumentaria, en la discoteca Paraíso, en la música que escuchan y en la que bailan…

Razón número 7: Corre, Carlito, corre

Brian de Palma vuelve a hacerlo. Rueda cine. Domina el tempo, el ritmo y se muestra virtuoso y brutalmente visual en sus escenas de acción. Juega de manera magistral con el suspense y nos graba sus escenas en la memoria. Así la carrera con final trágico que hace correr a Carlito no cesa. Desde que entra con su primo Guajiro en ese billar de mala muerte al principio de la película, pasando por el rescate al mafioso en la cárcel- isla (que es prácticamente una pesadilla) a ese final magistral que comienza en el momento que Carlito vuelve a la discoteca Paraíso para recuperar su dinero y poder llegar a coger el tren con Gail para huir definitivamente del barrio… Toda esa secuencia final se encuentra llena de momentos geniales, no deja descanso ni a Carlito ni al espectador, para llegar al principio de la historia y devolvernos toda la tragedia de esa primera secuencia en blanco y negro.

Razón número 8: La redención de un perdedor…

Porque Carlito’s way no es más que la historia de un perdedor que reflexiona en los últimos momentos de su existencia. Y que envuelve toda su historia en un halo de melancolía, tristeza y desesperanza. Porque sabemos que no alcanzará su sueño… Y eso hace que su historia sea especial y que sepamos desde el principio que Brigante pierde. Que no llega a la meta…

Razón número 9: El Paraíso

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Y el sueño de Brigante siempre está presente. Desde ese cartel publicitario que dice o anuncia una escapada al paraíso. O cómo bautiza a la discoteca que le conseguirá el dinero para alcanzar su sueño, El Paraíso. Y ese sueño que siempre que lo cuenta provoca risa, el irse a una isla y alquilar coches. Un sueño que comparte y que imagina al lado de esa mujer soñada que no es otra que una bailarina… Y esa bailarina se cree el sueño porque ella ya odia el suyo porque la vida golpea. El mafioso y la bailarina se unen para escapar al paraíso y casi lo consiguen. Ahí está esa puerta con cadena que romperán para estar juntos o esos espejos que los reflejan… y los convierten en sueños inalcanzables.

Razón número 10: Sueños rotos

Pero al final toda la narración cinematográfica se convierte en un sueño roto de un hombre al que han disparado a muerte y se debate entre mantenerse lúcido o cerrar los ojos para siempre. Está tan cansado… La carrera ha terminado y se ha quedado sin batería.

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