Gaza, mon amour (Gaza mon amour, 2020) de Mohammed Abou Nasser, Ahmad Abou Nasser

En Gaza, una historia de amor entre un pescador y una costurera.

Los hermanos gemelos Nasser cuentan con su cámara un pequeño cuento, una fábula sobre el amor que transcurre en la franja de Gaza. Así logran otra manera de reflejar la realidad palestina. Ellos se centran en la gente y su día a día. En las personas que a pesar de las condiciones inhumanas en las que viven tratan de sentir, amar, vivir, superar los obstáculos diarios, ilusionarse, tener esperanza, disfrutar de los pequeños momentos…, aunque intenten arrebatárselos continuamente.

Su protagonista es un pescador soltero enamorado de una viuda costurera. Ambos rondan los sesenta años. Y los dos, rodeados de un mundo lleno de dificultades, se ilusionan por vivir un romance otoñal. Issa (Salim Dau), el pescador, se enamora como un adolescente. Para él Siham (Hiam Abbass) es la mujer de sus sueños. Con una inocencia, timidez y ternura infinitas trata de conquistar a la dama.

Y entre medias de su lenta y pausada historia, Issa atrapa en sus redes una hermosa estatua fálica de Apolo. Aunque esta misteriosa pieza le mete en muchos líos, parece como si tuviese un influjo mágico en su vida. La llamada del amor no puede esperar más. Los realizadores se inspiraron para esta parte de la trama en una historia real a principios del siglo XXI: realmente hubo una estatua que fue rescatada del mar.

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Enamorada de Docs Barcelona (segunda parte). Diario cinéfilo de Hildy Johnson durante la cuarentena (4)

Docs Barcelona. Winter Journey (2019) de Anders Østergaard

Y con esta segunda tanda de documentales en Docs Barcelona seguí, durante los días de mayo que duró el evento, abriendo puertas a la realidad y a sus distintas formas de contarla. Rescato una frase de un director del documentales al que admiro, el chileno Patricio Guzmán: “Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotos” porque me permite una reflexión. Y es que es cierto, este tipo de cine documenta la realidad y, a veces, su buena labor es escarbar historias que nunca verían la luz, silenciadas. Rescatar historias, recuperar el alma o espíritu de un lugar o país, poner nombre a seres anónimos y por lo que pasaron… y pasar una y otra vez las páginas de un álbum para comprender el mundo en el que vivimos. Pero además los documentales son ricos en su forma de narrar, pues como dice el documentalista Albert Solé: “El documental tiene un lenguaje extremadamente ágil y rico, con muchas posibilidades”, como se muestra en las ocho siguientes obras.

El gran viaje al país pequeño (2019) de Mariana Viñoles

La uruguaya Mariana Viñoles persigue con su cámara y mucha sensibilidad a dos familias sirias que entran dentro de un programa de acogida de refugiados sirios a Uruguay que impulsó José Mújica en 2014. Todo empieza con la entrevista de una de las familias protagonistas en la embajada uruguaya en el Líbano, pues ellos están allí en un campo de refugiados. La cámara de Viñoles capta todo el proceso a lo largo de los años hasta la actualidad. Y el camino no es fácil. Las familias viven todo un proceso: la ilusión de irse de las zonas de conflicto para llegar a un nuevo país del que no conocen ni el idioma, pero también la decepción de sentirse perdidos, solos y alejados de su cultura. No sienten las promesas cumplidas y no perciben Uruguay como el paraíso soñado. Tanto es así que durante sus primeros meses de estancia, ante la desesperación de no encontrar trabajo, se manifiestan para regresar de nuevo a Siria. Se filma todo el proceso de adaptación en su nuevo país en el que poco a poco van encontrando su sitio, aunque la nostalgia hacia lo que han dejado siempre les acompaña, sufren alejados de su familias y al ver lo que ocurre en su Siria van siendo conscientes de que quizá no regresen nunca y que continuarán perdiendo a los suyos.

Mariana Viñoles deja el protagonismo absoluto a sus protagonistas y sus reacciones ante lo que van viviendo. La cámara se convierte en cómplice, en un confesionario íntimo donde se sinceran y hablan libremente de sus decepciones, sueños, logros y nostalgias.

Il varco (2019) de Michele Manzolini y Federico Ferrone

Una de las apuestas más innovadoras y hermosas de Docs Barcelona fue la de los italianos Michele Manzolini y Federico Ferrone. Los directores unen un valioso material audiovisual de diferentes archivos, la poderosa voz en off del escritor y músico Emidio Clementi y una banda sonora que todo lo envuelve para construir una historia con garra y mucha realidad a cuestas. Con una labor de documentación de varios diarios de soldados italianos que se dirigieron hacia Rusia durante la Segunda Guerra Mundial funden todas las voces en una para hacer nacer a un único soldado que va narrando la historia de un viaje en tren que le arrastra directamente al infierno.

Ese soldado, con el recuerdo siempre de lo que deja y menos perdido que los demás por su conocimiento del ruso, va descubriendo otra realidad de la guerra y va mirando de otra manera a los alemanes. De pronto en ese recorrido en tren que le lleva al frente de Ucrania escucha historias de soldados italianos que se unen a los partisanos rusos u otros que desertan, y una idea de huida y regreso se va construyendo en su cabeza. En el documental se va armando otra memoria, no solo de nostalgia hacia un país al que no saben si volverán sino también de memoria desgarrada de otras guerras, como la de Etiopía, en las que participaron los soldados italianos y les dejaron una herida profunda. Entre las imágenes de archivo también se cuela el color para traer el presente, pues esa Ucrania sigue siendo hoy un territorio de conflictos.

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Omar (Omar, 2013) de Hany Abu-Assad

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Hay ciertos lugares en el planeta tierra que esconden historias tristes. Muy tristes. En Omar hay un muro de aislamiento, el muro en el territorio palestino ocupado. Y ese muro lo sobrepasa cada día, como un hecho cotidiano, un joven palestino, Omar (un carismático Adam Bakri), para poder estar con sus amigos de la infancia, Amjad (Samer Bisharat) y Tarek (Eyad Hourani)… Y de paso enamorarse de Nadia (Leem Loubany), hermana de Tarek. Cada día elude la bala del francotirador, corre por los callejones para evitar ser perseguido o sufre distintas humillaciones por el simple hecho de ser palestino. Pero también cada día amasa el pan (ese es su trabajo), se reúne con sus amigos y ríe con ellos, intercambia cartas con Nadia (que nunca leemos) o simplemente sueña. Y con sus amigos forma parte también de la resistencia palestina, son guerrilleros, y preparan una acción contra la policía israelí… porque también desea salir del agujero, vivir en una Palestina libre. Pero no todo es blanco o negro. Nada es fácil, todo es triste.

Y Omar en el transcurso de la película pierde la capacidad de soñar, de sonreír porque está enamorado de Nadia, de pensar que van a ir de viaje de novios a París, de creer que si ella estudia quizá puedan salir del agujero… porque poco a poco va perdiendo la confianza en los seres queridos inmerso en un laberinto de secretos y mentiras. Porque nada es blanco o negro. Nada es fácil. Porque recibe un golpe y otro y otro más. Porque le arrebatan lo más íntimo, lo más secreto. Porque consiguen borrar su sonrisa… Y entonces ese muro que sobrepasaba cada día, sin dificultad, subiendo por una cuerda, casi volando…, se convierte en un muro infranqueable, imposible. Y Omar se rinde, llora. Hasta que llega un hombre anónimo que le consuela y le ayuda a subir de nuevo…

Hany Abu-Assad (que ya estremeció con Paradise Now) construye una historia triste, creíble y compleja, y le imprime un ritmo de thriller y rodea a sus jóvenes protagonistas de un halo trágico como si fueran protagonistas de cine negro. Hany Abu-Assad cuenta una historia de amor triste que termina, no obstante, con alguien solitario leyendo una carta y que esboza una sonrisa. Hany Abu-Assad narra una amistad, habla de confianza y de traición. Hany Abu-Assad relata la vida dura, la cárcel, la tortura, los tejemanejes para minar y humillar al otro, el como se genera más odio con odio…, y como hacer que un joven con sonrisa, la pierda en el camino. Y no solo eso, sino que también deje de llorar. Porque para Omar la vida nunca ha sido un juego…, aunque a él le hubiese gustado que lo fuese, le hubiese gustado contar chistes con sus amigos, hablar de chicas y reírse con una imitación de Marlon Brando. Porque en el camino le siembran la duda, le enfrentan a decisiones duras, le ponen en situaciones difíciles, casi imposibles; le arrebatan lo que más quiere, minan su confianza en aquellos a los que ama… Y en ese caminar por los infiernos se encuentra con la ambigüa figura de un agente israelí, Rami (único actor veterano y también productor, Waleed Zuaiter).

Omar cuenta no solo con cuatro jóvenes actores sin experiencia (todos se enfrentan a su primera película) que imprimen credibilidad, química y frescura sino que además seduce con la forma desnuda, sencilla y a la vez bella de contar la historia en una Palestina ocupada: las persecuciones por los callejones, las delicadas conversaciones de los jóvenes amantes, los primeros planos, la oscuridad y las sombras en la sala de tortura, la soledad de la celda, la clandestinidad, la conversión de los lugares cotidianos en ambientes hostiles bajo la sospecha de la traición…

Omar cuenta una historia triste con un muro de aislamiento, un muro físico que se convierte también en un muro interior. Omar es un joven que pierde la sonrisa porque nunca le dejaron soñar ni siquiera intentarlo…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Un largo viaje a través de la pantalla y una propuesta cinéfila

A veces entrando y saliendo de la sala de cine puedes realizar un largo viaje. Ahora mismo con tres estrenos puedes irte a Las Vegas, conocer un Tokio muy especial o darte una vuelta por Gaza. Y dejo también una propuesta cinéfila que tiene que ver con un concepto determinado y varias películas que giran alrededor de él con un espacio para el coloquio…

Plan en Las Vegas de Jon Turteltaub

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Un viaje con viejos amigos, sin pretensiones. Sabemos desde el principio qué va a pasar. No hay sorpresa alguna. Sólo hay sitio para unas risas y disfrutar de un reparto de actores con largas trayectorias a sus espaldas. Así de sencillo. Película para pasar el rato. Mi sonrisa como espectadora se mantuvo en estado perenne. Y sobre todo me llevé tremenda alegría de reencontrarme con un Kevin Kline muy pero que muy divertido. ¿La historia? Un grupo de cuatro amigos desde la más tierna infancia (qué lindo prólogo) que vuelven a reunirse de nuevo cuando ya son unos respetables señores mayores con achaques con motivo de la boda de uno de ellos con una jovencita. Punto de encuentro: Las Vegas. Aventuras, encuentros, desencuentros, viejas cuentas pendientes, amistad eterna, amor… y mucha fiesta. Michael Douglas, Robert de Niro, Morgan Freeman y Kevin Kline son los amigos eternos, diferentes y complementarios. La nota femenina, una atractiva y madura Mary Steenburgen a la que también es un placer encontrársela en pantalla.

Una familia de Tokio de Yôji Yamada

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En los créditos finales el director japonés dedica Una familia de Tokio a Yasujiro Ozu. Y es evidente. Porque Una familia de Tokio es un remake con pequeñas variaciones argumentales de Cuentos de Tokio de Ozu. Entre otras cosas ese matrimonio anciano que visita a sus hijos a Tokio en la actualidad se encuentra con una situación similar a la que vivieron sus antecedentes poco después de la Segunda Guerra Mundial. Una familia de Tokio es una película sensible que sin duda disfrutará bastante más el espectador que no conozca la obra cinematográfica de Ozu. Porque Yamada, claro está, no es Ozu y Una familia de Tokio es un buen homenaje, sensible, pero no es Cuentos de Tokio. Una vez que se asume esta cuestión, entonces sólo quizás, el espectador puede emocionarse… sobre todo, como le ocurrió a servidora, con precisamente el único personaje que no salía en Cuentos de Tokio… ese joven hijo rebelde y la relación que tiene con sus ancianos padres. Una de las escenas más bellas y logradas es esa última noche de la madre con su hijo…

Un cerdo en Gaza

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Un cerdo en Gaza es una fábula de humor entre costumbrista y absurdo que refleja de manera original (que hace pensar) el conflicto palestino-israelí. El protagonista es un pescador humilde de Gaza, Jafaar (un maravilloso Sasson Gabain del cual ya disfruté en La banda nos visita), que sólo puede pescar en un trocito de mar hasta arriba de basura y donde el milagro es encontrar un pez… pero un día le pasa algo inesperado: su red pesca un cerdo vietnamita. ¿Qué hacer con ese animal impuro? ¿Cómo aprovecharlo dada su penosa situación económica? El escritor y fotógrafo francés Sylvain Estibal debuta en el cine con esta comedia especial donde para ‘encontrar’ la solución al conflicto y al acercamiento entre palestinos e israelíes acude al humor y finalmente a la fantasía (como única salida posible). Un cerdo en Gaza tiene momentos realmente divertidos y tiernos pero a la vez termina dando una visión dura y pesimista de la situación donde la única salida es volar con la imaginación…

 Ciclo Fracturas en La Casa Encendida

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… Una propuesta cinematográfica especial, donde algo tengo que ver, que comienza mañana, lunes, a las 19.00 horas en La Casa Encendida… Fracturar es romper o quebrantar con violencia algo. Vivimos en un momento de fractura. Las quiebras pueden ser históricas, culturales, sociales, económicas, políticas, religiosas, emocionales, físicas… Si analizamos la fractura en el cine, vemos que entran en juego diversos temas de actualidad que dejan en evidencia una crisis no solo económica, sino de muchas otras áreas. Pero en esa zona oscura surgen posibilidades e iniciativas de crear un mundo mejor. La palabra Fractura deja paso a muchas reflexiones porque también la mirada puede ser fracturada o en la manera de contar cinematográficamente puede surgir la ruptura violenta… Los lunes y miércoles de la primera quincena de diciembre tendrá lugar este ciclo donde se proyectarán cinco películas que reflejan cinco fracturas y dejan muchas claves y lecturas diferentes para debatir…

Con pinchar aquí, veréis la programación y los coloquios donde varios ponentes de distintas disciplinas (críticos de cine, pedagogos, psicólogos, profesores o miembros de movimientos sociales) compartirán su ‘mirada’ con los espectadores.

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