Diario cinéfilo de Hildy Johnson durante la cuarentena (2)

Mientras espero la apertura de mis queridas salas de cine, y me reafirmo en que no hay sitio mejor donde ver una película que en una pantalla grande, continuo con mi particular diario durante la cuarentena. Creo que la clave está en el equilibrio de la convivencia entre el mundo analógico y el mundo digital. Este panorama de un mundo con pandemia me hace añorar lo analógico: creo que lo presencial es mucho más cercano y enriquecedor que lo digital. O mejor dicho, creo en la convivencia enriquecida de ambos mundos que convergen. Pues es cierto que las nuevas tecnologías han traído muchísimas ventajas, de las que disfruto, pero el calor de la cercanía que provoca el encuentro en un cine, en un teatro, en una biblioteca o en un aula de literatura; el placer de pasar las páginas de un libro o de contemplar un cuadro a unos pocos metros de distancia; la alegría de una reunión de amigos o de la familia nunca me la proporcionará una conferencia on line, una videoconferencia o un e-book. Además me doy cuenta de cómo los bancos, las compañías telefónicas o eléctricas, las administraciones u otros organismos oficiales, etcétera están tendiendo a gestionar todo por la red, donde es mucho más difícil reclamar o tratar de que te expliquen algo. El objetivo final es eliminar los espacios físicos y el trato de persona a persona, porque que todo sea más impersonal permite no solo que se nos vayan metiendo más cosas que no necesitamos sin queja posible, sino que cada vez sea más difícil reclamar o acceder a alguien que te ofrezca una información o una solución a un problema.

Sí que es cierto que Internet es una puerta a un mundo que merece la pena (mismamente este blog me proporciona el poder compartir una pasión con muchas personas y la práctica de la escritura), pero no quiero que se convierta en mi única puerta. Y eso que yo llevo años bastante conectada, pues el ordenador es mi herramienta de trabajo. Además, la pandemia ha dejado ver de nuevo un asunto que se olvida a menudo, que la brutal brecha social también está en las nuevas tecnologías, y que el confinamiento ha traído más problemas todavía y ha sido más duro para muchos ciudadanos que no cuentan con Internet, con móviles u ordenadores.

Durante la cuarentena, el cine ha sido uno de mis refugios. Me proporciona mi hora y media o dos horas sagradas de distanciarme de todo lo que ha generado la pandemia: no solo la tragedia de la enfermedad y la muerte, la angustia de un futuro de incertidumbres laborales y económicas, sino la preocupación de asistir a una polarización cada vez más insalvable en la sociedad. Una polarización que se fomenta desde aquellos espacios en los que se debería estar luchando por construir, reparar y dar soluciones juntos. Y esa polarización me asusta porque no fomenta ni el diálogo ni busca puntos de encuentro o un camino hacia la construcción de un mundo mejor y más justo. Esa polarización busca la crispación, el desencuentro, el enfado y el odio.

Creo que la pandemia, y este tiempo que ha proporcionado la cuarentena, ofrecía una oportunidad para repensar nuestra forma de vivir, para darnos cuenta de que es importante la sostenibilidad y el cuidado de la naturaleza y para ser conscientes de la importancia de cuidar a los demás (y de dejarnos cuidar). Así como una oportunidad para poner el foco en el valor de la ciencia y la investigación, resaltar la importancia de la cultura, la educación y el trabajo bien hecho, así como la importancia de fomentar el espíritu comunitario y la importancia de seguir creyendo en la utilidad de los espacios comunes. Bueno, estamos a tiempo.

Es cierto, que como siempre en circunstancias extremas, se ha visto lo mejor del ser humano, pero también lo peor. Sin embargo, trato de creer en el equilibrio y en la esperanza de que el sentido común y lo mejor que escondemos cada uno sea lo que aflore cada día. Y creo que el cine es una gran herramienta, junto a la literatura o el teatro, para aprender a mirar y entender el mundo. Para reflexionar y poder enfrentarse a la vida diaria. Así que ahí va mi segunda tanda de películas.

Ficciones con alma (2)

Durante la cuarentena. La ceniza es el blanco más puro.

Quien ha buceado en la filmografía de Jia Zhangke, conocía ya la ciudad de Wuhan, el epicentro de la pandemia, y donde dio comienzo a que viéramos a todo un país sumergido en la cuarentena. En su último largometraje La ceniza es el blanco más puro (Jiang hu er nv, 2018) dicha ciudad sale nombrada. Y no solo eso sino que se refleja una China en transformación continua, tanto su paisaje como su sociedad, dejando un panorama complejo de una sociedad agresivamente capitalista bajo un mando único. Así como el choque continuo de un país de contrastes donde lo tradicional y ancestral siguen conviviendo con un mundo altamente tecnológico y moderno. Y en ese paisaje Jia Zhangke se va, de nuevo, a los bajos fondos, a los márgenes, para construir un melodrama hipnótico con aires de cine de gánsteres. En su primera parte atrapa para hacer avanzar al espectador por un camino desolador y desesperanzador en dos saltos temporales. La historia transcurre bajo la mirada de Qiao (Zhao Tao, musa y esposa del director), una mujer enamorada de Bin, el cabecilla de la mafia de Datong. Por amor termina en la cárcel y a su salida se ve abandonada y traicionada por Bin. Sin embargo, años después, Qiao continua fiel a la mafia, y Bin volverá a ella, acabado y hundido. Jia Zhangke construye el retrato complejo y especial de Qiao, que se va transformando como el paisaje a su alrededor, pero que se mantiene fiel a su esencia y a sus sentimientos.

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Dos sesiones dobles sobre retratos femeninos…

Dos se encuentran en la cartelera. Otra es relativamente reciente y la última lejana en el tiempo. Cuatro retratos de mujeres muy diferentes. Una americana, dos italianas y una británica… Y todas tienen algo que decir y que contar. Y las cuatro son muy diferentes entre sí. Tanto en sus personalidades como en sus opciones de vida.

Las vidas de Grace (Short Term 12, 2013) de Destin Cretton

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Grace es una joven que trabaja en un centro de adolescentes en riesgo de exclusión social. Y poco a poco vamos descubriendo que ella también soportó heridas incurables en la infancia que todavía se encuentran latentes en su interior. Y esas heridas vuelven a sangrar por tres acontecimientos que trastocan su vida: la llegada de una nueva adolescente con la que se siente identificada, la maternidad y una llamada telefónica que devuelve brutalmente su pasado.

Película independiente donde se nota que Destin Cretton conoce el mundo que refleja en pantalla (trabajó durante una temporada en uno de esos centros). El riesgo de este relato cinematográfico era caer en el drama extremo, en lo morboso o en un estrenos tv. Y sin embargo ofrece autenticidad, naturalidad y emoción. Destila respeto por los adolescentes que habitan esas paredes y por los cuidadores que cada día se enfrentan a distintas situaciones.

Antes de este largometraje había tratado el tema en un cortometraje, cuando se ‘vistió’ de largo decidió cambiar al protagonista masculino por Grace. Así presenta el retrato duro de una mujer herida desde la infancia, y mientras es buenísima en su profesión, ella cada día se hunde más en el abismo, la incomunicación y el silencio… incapaz de pedir ayuda, por ejemplo, al hombre con el que comparte su vida y que no hace más que pedirla que hable con él…

Viajo sola (Viaggio sola, 2013) de Maria Sole Tognazzi

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Irene vive sola, sin pareja. Porque así se lo ha montado y así lo quiere. Tiene más de cuarenta años y las personas más importantes de su vida son su hermana (marido y sobrinas en el cupo) y su mejor amigo, Andrea, con el que tuvo una relación en el pasado. Su trabajo absorbe mucho de su tiempo: es inspectora de hoteles de lujo… viaja por todo el mundo…

Así la directora Maria Sole Tognazzi presenta una película elegante y amable sobre una mujer que viaja por su vida como realmente quiere…, sola e independiente. Pero a veces en el viaje, ante imprevistos, surgen dudas de si el camino elegido es el adecuado. Pero ella es siempre la que decide. Tres motivos harán tambalear su modo de vida: la posibilidad de perder el apoyo emocional que le aporta su amigo, Andrea; los roces con su hermana y el conocer a una mujer solitaria como ella que le habla de vivir, apasionarse y disfrutar de las imperfecciones de la existencia. Y es esa mujer la que le dice que precisamente la vida perfecta de los hoteles de lujo no es un hábitat real…

La prima cosa bella (La prima cosa bella, 2010) de Paolo Virzì

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Anna es una ‘mamma’ italiana bellísima, vital y con muy mala suerte con los hombres…, arrastra a sus dos hijos en sus alegrías, penas y situaciones complicadas. Se come la vida a bocados. Los años han pasado y su hijo mayor Bruno, infeliz y desencantado, vive alejado de ella hasta que un día va a buscarle su hermana pequeña para decirle que a su madre apenas le queda tiempo por vivir. A Bruno le vienen todos los recuerdos de su infancia y adolescencia junto a ella…

Tragicomedia que termina emocionando, ríes y lloras a la vez. Anna tiene dos rostros: durante su juventud es Micaela Ramazzotti y de anciana a punto de fallecer por una enfermedad terminal, Stefania Sandrelli. Imposible no empatizar con esta mujer vital que a su pesar hace sufrir a sus hijos sobre todo al mayor, el sensible y nostálgico Bruno (que se convierte en el narrador del pasado). Inolvidable ese momento en que un Bruno ya mayor va a buscar a su madre, que ha escapado del centro de salud, a la sala de cine donde proyectan una película de amor. Y cómo luego ella le pide un paseo por la calle, en moto y terminar bailando juntos en una fiesta de barrio. Y como en esa fiesta, Bruno vuelve a los brazos de su madre y le pregunta desesperado, casi susurrando, por qué es tan infeliz…

Inocencia y juventud (Young and Innocent, 1937) de Alfred Hitchcock

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Erica es una joven y moderna chica de los años 30. Conduce con orgullo su coche y ayuda a su padre viudo en el cuidado de un montón de hermanos más pequeños que ella. Su padre es comisario de policía. Ella se mueve bien en el mundo de hombres en el que trabaja su padre. Allí conocerá a un ‘falso culpable’ (uno de los leitmotiv de la filmografía del maestro del suspense), Robert, un joven guionista que se ve involucrado sin comerlo ni beberlo en el asesinato de una famosa actriz. Por Robert, Erica se saltará las reglas de su mundo dentro de la ley y el orden. Intrépida y aventurera apostará por la inocencia de Robert y le ayudará a demostrarlo.

Película vital y tremendamente entretenida (eso es, puro entretenimiento) de Hitchcock en su periodo británico. Erica es una chica moderna e inocente a la vez, que enamorada y práctica decide ayudar, intrépida, al falso culpable… y meterse en toda una aventura. Sus compañeros de viaje para solucionar el caso: el falso culpable acosado y perseguido por la policía (donde se encuentra el propio padre de Erica) y un sin hogar que es el único que posee una pista muy importante para demostrar la inocencia de Robert. Hitchcock ya muestra su mirada especial, y cómo el cine corre en sus venas: con escenas tan inolvidables como la aparición del cadáver, los encuentros entre los jóvenes en el molino abandonado, la fiesta de cumpleaños o toda la escena final cuando descubren al verdadero asesino en una sala de baile…

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La clave del enigma (Blind date, 1959) de Joseph Losey

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Otra película muy interesante e inquietante del realizador norteamericano Joseph Losey por aquello que subyace en sus imágenes y en las relaciones entre los personajes más que por la propia historia. Losey ofrece una película de intriga para mostrar las complejas relaciones humanas y la lucha de clases. Joseph Losey es un cineasta que voy descubriendo poco a poco y del cual me queda mucha filmografía en la que indagar. De momento voy muy poco a poco con El merodeador, El sirviente, El mensajero y la que ahora nos ocupa.

La clave del enigma forma parte de su etapa británica. Losey fue uno de los afectados por la caza de brujas y que optó por el exilio para seguir rodando tras la cámara. Así crea una intriga con todos los ingredientes necesarios (asesinato, falso culpable, investigación policial, mujer fatal…) para en realidad contarnos otra cosa que le interesa más: la lucha de clases.

Hay varios puntos a destacar de esta película: su internacional reparto con tres intérpretes protagonistas olvidados (pero con carreras a sus espaldas para inmiscuirse en ellas al igual que en sus vidas de cine) con una construcción de personajes interesante. El británico Stanley Baker, el alemán Hardy Kruger y la francesa Micheline Presle. El primero es el inspector de policía de origen obrero Morgan, el segundo es el pintor holandés sospechoso de asesinato y la tercera es la víctima en cuestión… De los tres el personaje más complejo y con más matices es el realizado por Stanley Baker y su inspector Morgan. Pero las relaciones que se establecen entre los tres personajes son apasionantes. El centro siempre será el atractivo pintor holandés (también de origen obrero). Él es el nexo de unión. Es continuamente interrogado por el inspector y por otra parte describe y cuenta a través de flash back la relación que mantenía con la víctima.

La película empieza mostrando un tono que nada tiene que ver con lo que luego se irá desarrollando ante nuestros ojos. Los créditos transcurren con una música alegre siguiendo a Hardy Kruger que se baja de un autobús y pasea feliz y alegre por las calles. Va sin duda al encuentro de alguien que le hace feliz, compra un pequeño ramo de flores, parece sin duda un hombre enamorado. Hasta que llega a una casa donde la puerta está abiera. Entra y llama a una mujer “Jacqueline”. No está. Le seguimos en su recorrido por toda la casa. Deja el abrigo en un sillón y va por todos los aposentos. Toca ilusionado los objetos de la mujer amada. De pronto ve un sobre a su nombre con una importante cantidad de dinero dentro, que en un principio deja donde lo ha encontrado. Pone música hasta que de pronto irrumpe una pareja de policías… Y entonces empieza la intriga y la pesadilla del protagonista, que se verá a partir de ese momento encerrado primero en la casa de la víctima y después en la comisaría como principal sospechoso de un asesinato.

En un principio el que toma el mando de la investigación es un rudo inspector de policía (Morgan) que primero se muestra bastante contundente con el sospechoso (le considera culpable) hasta que poco a poco va dejando paso a la certeza de la duda. Por una parte siente la presión de sus superiores y compañeros (de buenas familias y con otros modales) que tratan de proteger a un tercer implicado en el caso (un ‘poderoso’) y que tienen prisa en que se declare culpable el pintor y que no trascienda demasiado lo ocurrido, y por otro, quiere realizar correctamente bien su oficio con un acusado sentido de la justicia aunque sepa que puede suponer una traba para su carrera profesional. En definitiva quiere llegar al final del caso e indagar en todas las dudas que se le presentan. Así se va estableciendo una interesante relación entre el pintor y el inspector porque ambos además actúan bajo presión… y terminan colaborando juntos para la resolución del caso.

Entre medias está la dama en cuestión. La víctima. Para el pintor holandés es una dama importante, casada y con clase, que inicia una tormentosa relación con él. Pero para el inspector (al indagar en su casa y al oír a algunos testigos) no es más que una mujer vulgar de mala vida. Por ahí viene su primera duda y certeza: no casa lo que va descubriendo de la víctima con la descripción que realiza el pintor de su amante. Y esa ambigüedad enriquece cada vez más la trama. A la víctima la vamos conociendo además por los flash back del pintor holandés que nos cuenta su pasional, erótica y compleja relación (no sólo les afecta el factor diferencia de edad —el pintor es bastante más joven— sino también los distintos orígenes y maneras de comportarse en ciertos aspectos cotidianos). La autenticidad bruta del hombre, su naturalidad y su fisicidad ante la sofisticación, apariencia y distancia de la mujer.

Un elemento interesante en el cine de Losey es el empleo de los espacios cerrados como ‘cárceles’ o ‘jaulas’ para los protagonistas y el uso de los espejos en las distintas escenas donde se refleja el estado de ánimo del personaje o las relaciones complejas entre los personajes. Estos dos elementos —espacios cerrados y espejos— son también claves a la hora de analizar El sirviente.

Lo que parece una historia clara y simple. Lo que parece un caso de resolución rápida… va dando paso a otra historia más compleja. Una historia donde choca el amor y la lucha de clases. Y ahí está precisamente la clave del enigma…

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