Ciclo Gus Van Sant (I). No te preocupes, no llegará lejos a pie (Don’t worry, he won’t get far on foot, 2018)

No te preocupes, no llegará lejos a pie

John Callahan y Donnie, dos hombres tratando de no caer en No te preocupes, no llegarás a pie

El hombre del pelo rojo en silla de ruedas que hace caricaturas irreverentes, voz de la contracultura en Portland, John Callahan… Él es la figura sobre la que gira No te preocupes, no llegará lejos a pie de Gus Van Sant, frase de una de sus viñetas, donde dos vaqueros se encuentran una silla de ruedas vacía y uno de ellos suelta la frase en cuestión. La película se mueve en el universo reconocido del director: personaje al margen, Portland, adicciones, homosexualidad, la búsqueda de la madre, lo creativo… y, finalmente, un optimismo hacia el ser humano, con sus luces y todas las sombras que arrastra.

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Piel de asno (Peau d’âne, 1970) de Jacques Demy

Piel de asno

El cuento de Piel de asno bajo la mirada de Demy

Charles Perrault recopiló varios cuentos populares bajo el título Los cuentos de mamá oca (o también Los cuentos de mamá ganso). Así recogió de la sabiduría popular historias como la de La bella durmiente, El gato con botas, Caperucita Roja, Cenicienta, Barbazul… En posteriores ediciones se añadieron algunos cuentos más con la peculiaridad de que no eran en prosa… sino en verso. Y entre ellos se encontraba Piel de asno. Estos cuentos de hadas presentan siempre elementos mágicos, de fantasía, donde se agazapa el inconsciente… y una mirada al mundo donde no se esconde lo oscuro, lo grotesco, lo terrible… Eran historias de tradición oral y que su público fuera infantil es algo más tardío, de los siglos XIX y XX. Los cuentos son herramientas para entender cómo funciona el mundo o cómo enfrentarse a distintos obstáculos. Y algunos de ellos se quedan grabados en la memoria infantil para siempre. Y a Jacques Demy uno de los cuentos que le marcó fue precisamente Piel de asno. Hoy este cuento no creo que sea muy leído por las nuevas generaciones. Es más no creo que Jacques Demy hubiese podido plantear actualmente la película con esa mirada hacia su universo infantil.

Hoy en día hay una corriente que considera que hay cuentos de hadas, populares, que no se amoldan a la mirada actual, que no son políticamente correctos. Y que por eso, para transmitírselo a los niños de hoy, es mejor modificarlos. No es algo nuevo. Walt Disney transformó los cuentos a su propio universo. Si nos ponemos puristas hasta recopiladores como el propio Perrault o los hermanos Grimm…, los suavizaban. También es cierto que ellos lidiaban con varias versiones orales y creaban una historia escrita. Pero esta corriente actual hace que se pierdan joyas literarias como Barbazul o Piel de asno y que otras se modifiquen absurdamente. Y yo me hago una pregunta: ¿no sería mejor dejar esos cuentos tal y como están, sin modificarlos, que son pequeñas joyas literarias y que poseen un análisis apasionante… y para transmitir esa “nueva mirada” se crearan cuentos nuevos acordes a “nuestros tiempos”? Y es que la literatura infantil está viva y es rica… y me consta (pues me encanta indagar por estos mundos) que se están creando relatos maravillosos… Entonces ¿por qué tocar esos cuentos de hadas? Además hay otra cuestión apasionante, cuando el niño escucha o lee el cuento… su recreación, lo que atrapa es uno de los grandes misterios de la literatura. Y es que esos cuentos tienen revelaciones y cada lector los absorbe, “los mira”, “los siente” de manera diferente. A mí me marcaron mucho en mi infancia Barbazul, El traje nuevo del emperador o La bella durmiente. Y de Barbazul me quedaba con lo siniestro, con el terror y con la heroína que investigaba, que sentía curiosidad, que quería saber… No era un personaje pasivo. Sí, es cierto, los cuentos de hadas presentan un mundo duro, cruel, oscuro, terrible, plantea cuestiones complejas… y a veces no tienen finales felices, pero ¿cómo es la vida? ¿Y cómo es la realidad que vivimos?

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Maravillas y espectáculo. El gran showman (The Greatest Showman, 2017) de Michael Gracey / Wonderstruck. El museo de las maravillas (Wonderstruck, 2017) de Todd Haynes

El gran showman (The Greatest Showman, 2017) de Michael Gracey

El gran showman

… un mundo para crear

Michael Gracey toma uno de los versos de la canción A million dreams: “… Un millón de sueños para el mundo que vamos a crear” para construir el biopic musical de P. T. Barnum, un hombre que creó el concepto del mayor espectáculo del mundo con sus museos estrafalarios, con sus freak shows y que terminó encontrando la fórmula del gigantesco circo ambulante para seguir en el mundo del éxito y la farándula… También intentó alcanzar el prestigio artístico y tuvo tiempo para que la cantante de ópera sueca Jenny Lind hiciera una gira triunfal por EEUU. P. T. Barnum con luces y muchas sombras se convierte en un personaje de cuento de finales de siglo del XIX, un hombre avanzado a su tiempo que no desentona en el siglo XXI. El P. T. Barnum, con el rostro de un brillante Hugh Jackman, de El gran showman protagoniza un musical de explosiva vitalidad y belleza, con todo su barroquismo y artificio.

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Into the woods (Into the woods, 2014) de Rob Marshall

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Into the woods no es una obra cinematográfica perfecta (sobre todo porque Rob Marshall no se desmelena visualmente con el material de partida tan potente que tenía entre sus manos para dar paso a un mundo maravilloso) pero asume varios retos y sale victoriosa. Su análisis se convierte en apasionante. El material de partida es un musical de Broadway de Stephen Sondheim y James Lapine que se estrenó en 1987. Y a su vez este musical crea un espacio fantástico-metafórico, el bosque, donde van a parar varios personajes. Personajes del mundo de los cuentos tradicionales recopilados por los hermanos Grimm.

Rob Marshall pone en pie un musical que realiza una lectura de estos cuentos y no elude la visión dura y cruel que los hermanos Grimm imprimían a sus historias. Así se nota la firma del Stephen Sondheim más oscuro, como ya mostró en su mítica Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet, quien conoció recientemente una buena versión cinematográfica por parte de Tim Burton.

Uno de los aspectos más llamativos es que tras esta versión cinematográfica de Into the woods está Disney, que fue sin duda la firma que dulcificó (¡y cómo los disfrutamos!) varios de los cuentos de Grimm (y otros). Sin embargo, aquí apuesta por recuperar la esencia de esos cuentos, fundirlos y crear una reinterpretación (todo esto está en el musical de origen) y además sigue la estela de innovación temática en sus últimas obras cinematográficas: la ruptura radical del estereotipo del príncipe azul. No hay más que recordar los argumentos de Brave, Rapunzel, Frozen, Maléfica… y recordar el papel del príncipe azul (o es el malo, o no tiene cerebro, o es absolutamente anodino o directamente es eliminado como personaje).

Los personajes ficticios (y creados para este musical) que unifican a todos los personajes de estos cuentos tradicionales son una pareja humilde de panaderos que desean tener un bebé y se enteran a través de la hechicera, que es una vecina, de que tienen que romper una maldición que ella les echó hace tiempo (a la familia del panadero). Para ello deben conseguir en un plazo de tres días cuatro ingredientes para una pócima especial: una vaca blanca, un zapato dorado, una capa roja y una melena rubia como el trigo…

El musical (y por tanto la película) cuenta con dos partes muy claras: en la primera se recupera no solo la esencia de los cuentos de Grimm sino que además todos sus personajes consiguen cumplir sus deseos. Rob Marshall abre la película con la canción I wish que sirve para presentar de forma coral a los personajes y además presenta las motivaciones que llevarán a todos a cruzar el bosque, espacio mítico y transformador. Y una segunda parte, donde muestra que la consecución de los deseos no supone el final de los obstáculos, muros y miedos de cada uno de los personajes. Todos vuelven al bosque en un momento de amenaza y desolación descubriendo que realmente la felicidad no es tan fácil y que la vida siempre va a ser dura, que siempre vamos a equivocarnos, a sufrir las ausencias, a repetir nuestros miedos, a enfrentarnos a las mezquindades pero también a superar problemas, obstáculos y mejor si es en compañía de otros, a veces de los que menos esperas… Y que los sueños y los deseos sirven para combatir el miedo, para atreverse a avanzar, a experimentar, a seguir viviendo…

Los cuentos de los hermanos Grimm que recuperan vida en Into the woods son Cenicienta, Rapunzel, Caperucita Roja y, por último otro cuento tradicional Jack y las habichuelas mágicas. Toda la crueldad, violencia y dureza de estos cuentos se mantiene en la película. Así las hermanastras de Cenicienta se cortan un dedo y el talón para que el zapatito dorado les sirva. O no oculta la dura vida de Jack y su madre así como la maduración, a través de los golpes, de la inocencia de Jack. El lobo se zampa sin pudor a la abuela y a caperucita roja (que no es una niña deliciosa sino bastante compleja) y el príncipe de Rapunzel pierde la vista por las zarzas… Y así un montón de detalles más.

Pero curiosamente el personaje más anodino, el que menos se atreve a soñar, el más real y humano, el que arrastra más problemas y cargas psicológicas y familiares, el personaje más débil, con más miedo, con menos esperanza, el panadero, se convertirá en la segunda parte en el personaje clave para la resolución de la historia.

La película Into the wood cuenta con un reparto redondo que no solo ejecuta sus canciones perfectamente sino que además crean personajes llenos de posibilidades. Desde la bruja con una Meryl Streep que ya no tiene miedo a nada, a la maravillosa composición que realiza Emily Blunt de la panadera, pasando por su marido el panadero lleno de matices con rostro de James Corden (nunca olvidaré su escalofriante interpretación como adolescente obeso y problemático en la dura Todo o nada de Mike Leigh), sobrevolando por una Cenicienta de carne y hueso con el rostro de Anna Kendrick o con un príncipe azul infiel, Chris Pine, con una frase genial, “Me educaron para ser encantador, no sincero”; hasta llegar al cameo de un lobo con forma de Johnny Depp. La lástima es que Rob Marshall (que se está convirtiendo en realizador habitual de cine musical) se limita a ser correcto y no volar con la imaginación en una obra cinematográfica que podría haber hecho levitar a los amantes del cine musical… pero está muy cerca de conseguirlo. Es tan bueno el material de partida y los intérpretes que se enfrentan al reto, que su correcta pero no atrevida realización no perturba que el espectador pueda inmiscuirse en un bosque mágico.

Hay una breve conversación entre el príncipe azul y cenicienta, cuando ambos se dan cuenta de que no son la pareja ideal ni la deseada y soñada, en que se despiden: “Nunca olvidaré a la princesa que huía”, “Ni yo al príncipe lejano”, que define muy bien la reinterpretación de estos cuentos. El desear, el adentrarse en el bosque, el atreverse a dar pasos… les ha hecho simplemente conocerse mejor así mismos y asumir quiénes son y qué es lo quieren… aunque el resultado final no tenga nada que ver con lo soñado.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

La fantasía en dos películas que no son redondas: Las brujas de Zurragamurdi de Alex de la Iglesia/La espuma de los días de Michel Gondry

La fantasía es el único concepto que relaciona estas dos películas. Tanto De la Iglesia como Gondry poseen una imaginación que inventa y produce historias y mundos. Universos. Pero a veces la fantasía desbordante no crea lo deseado y surgen dos películas fallidas que pudieron ser y no fueron. Las fantasías de ambos realizadores se estrellaron en un sinsentido caótico. No obstante (y paradójicamente) es precisamente esa fantasía la que salva estas dos películas de no caer en el más absoluto de los olvidos.

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Las brujas

La De Alex de la Iglesia parece como si el realizador se fuera cansando de su fantasía y energía. Y se va volviendo más delirante pero más cansina y cutre. Así parece mentira que sea el mismo director el que haya rodado el atraco en la Puerta del Sol lleno de ritmo, humor y planificación así como visualmente potente y el que haya realizado la escena culminante más cutre y desagradable en lo visual, el aquelarre final donde más que fantasía campa lo ridículo y el mal gusto. Donde lo fantástico, desgraciadamente, es lo más absurdo y fuera de lugar. La película se pierde… decae.

Curiosamente las brujas del título son los personajes menos conseguidos (hasta Carmen Maura está mal o incómoda y mira que eso es raro) y los que menos sorprenden. No hay absolutamente ningún personaje femenino con el que conectar o empatizar. Nunca mejor dicho: son todas unas brujas, incluidas esas señoras con rostro de Carlos Areces y Santiago Segura (que por otra parte son las que mejor te caen de la galería de brujas caníbales… que te irías con ellas a tomar un chocolate con churros —aunque ellas a lo mejor prefieren otra cosa—). Y curiosamente (se le nota la misoginia o enfado con las mujeres al realizador) la galería de chicos son todos tontos, tontos hasta decir basta pero los protegerías a todos y con todos te irías alegremente a pasar una tarde, incluso con el señor de Badajoz. La sorpresa para esta espectadora ha sido descubrir un Mario Casas actor con una vis cómica muy pronunciada. Me reí con él un montón. Y también confieso que Hugo Silva de Cristo plateado va a quedar como imagen icónica…

Así Alex de la Iglesia demuestra que posee un mundo particular y que puede llegar a ser muy divertido. Al principio crees que te encuentras con una película de ritmo trepidante, comedia pura con unas dosis de terror… pero al final su energía decae y también su manera de dirigir… y deseas que termine ese aquelarre absurdo y vuelvan todos a la Puerta del Sol.

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La espuma

A Gondry le puede su desbordante fantasía. Esta vez toma el universo de Boris Vian y lo traslada a su mundo peculiar. Y te engancha pero se desborda… y a veces al espectador le cuesta conectar con unos personajes envueltos en un mundo de deslumbrante imaginación. Pero a la vez sabes que sólo pueden vivir en ese mundo creado por Gondry y que la historia sólo tiene sentido en su mundo recreado. Sin embargo su fantasía es tan exacerbada que acaba con la emoción del espectador o con los puntos de conexión de tal manera que puede convertirse en una película que te deja totalmente frío.

Pero paradójicamente también es en la fantasía (y su plasmación) donde se esconde lo más interesante de la película. En un mundo de fantasía e imaginación desbordante donde se nos está contando una historia de amor donde todo es felicidad y donde se mueven los enamorados con una alegría e inocencia desbordantes acompañados de sus amigos que son lo más… un acontecimiento, un nenúfar en un pulmón, va tornando todo ese universo donde parece que sólo cabe lo inocente, lo alegre y lo bello en un universo igual de fantasioso pero oscuro, siniestro, decadente y triste. Y esos mismos personajes se vuelven tristes… y ese mundo donde sólo había color se va volviendo tétrico y en blanco y negro…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

George Méliès. La magia del cine

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Cuando hay conocimiento pero también pasión y cariño de por medio ocurre que de pronto un ciudadano puede entrar en un mundo mágico donde la ilusión y la fantasia son los ingredientes principales. Y eso ocurre con la magnífica exposición Georges Méliès. La magia del cine y es que es un lujo cuando una muestra está tan bien hecha y cuidada. Hildy Johnson entró a las 10.00 de la mañana y no salió hasta la 13.30…

Y es que el viaje merece la pena… porque se aterriza en el universo de Méliès (1861-1938). Y no se quiere salir de él. Así la imagen icónica de esa luna cuyo ojo es atravesado por una nave espacial simboliza cómo el realizador-creador (y mil cosas más) se dio cuenta de que el cine era algo más que imágenes en movimiento. El cine podía plasmar lo imposible. Todos los sueños se reflejarían en la pantalla blanca. Y así en ese estudio acristalado (desgraciadamente desaparecido), Méliès dio rienda suelta a la imaginación. Y se podía ir a la luna o al fondo de los mares. Y surgían demonios, bailarinas que salían de linternas mágicas, magos que hacían desaparecer a damas, una luna que era seducida por el sol, cabezas que se volvían gigantes y estallaban, fantasmas, muertos vivientes, magos, monstruos, bellas mujeres sentadas en estrellas…

Además no sólo disfruta el cinéfilo sino también el curioso porque Méliès era una especie de Leonardo Da Vinci que protagonizó una vida de película. Así era capaz de realizar todo tipo de dibujos para atrapar todo lo que producía su mente. Se convirtió en un buen mago y arrendó el mítico teatro de Robert Houdin. Allí aprendió a ser director de teatro, actor, decorador, técnico… Después descubrió las primeras proyecciones de los hermanos Lumière y se enamoró de esa nueva forma de expresión… y entonces fascinado se convirtió en realizador, productor, actor, director artístico y de efectos especiales y distribuidor… A principios de siglo tenía casi un imperio de sueños. Pero en la década siguiente todo se fue desinflando hasta que terminó arruinado y en olvido como vendedor de juguetes en el vestíbulo de la estación de tren de Montparnasse en París.

Y es que ahora mismo Méliès no es un gran desconocido sino que todavía es reciente el fenómeno editorial de La invención de Hugo Cabret, un cuento ilustrado de Brian Selznick, que fue llevado al cine en 2011 por Martin Scorsese que realizó un sentido homenaje al cine. Y el centro del libro y la película es George Méliès. Así el realizador es un rostro reconocible. Cercano. Un rostro que despierta curiosidad…

Cada sala, exquisitamente cuidada, muestra un aspecto del universo de este creador que vio en el cine la posibilidad de lo fantástico. Así indagamos en todas sus influencias y damos un paseo interesantísimo por el pre-cine. Los espectáculos de magia se mezclan con las sombras chinas o las linternas mágicas y otros aparatos, antes del proyector, que atrapaban el movimiento. En un espacio nos encontramos con el fascinante mundo de las fantasmagorías y en otro descubrimos esas primeras imágenes que proyectaron los Lumiére. Más allá nos enfrentamos con el escenario del teatro Houdin y sus carteles o con todos aquellos artilugios que hacían posible fenómenos donde la lógica no tenía sitio.

Después cuando Méliès ya tiene todo su arsenal de imaginación y fantasia y dispone de una cámara de cine se despliega su mundo en la pantalla blanca y entonces el visitante se convierte en ‘espectador’ de sus obras cinematográficas y monta en la nave que le hará llegar a la luna. Así en un viaje increíble irá pasando pantalla por pantalla a mundos inimaginables. Porque si algo destaca en el universo de este realizador es que no hay sitio para la lógica o la coherencia y sí para la sinrazón y los fenómenos extraños.

De alguna manera el visitante se convierte en un viajero de sueños de celuloide que no quiere abandonar la nave y que espera llegar a esa luna imaginada… que sobrevive en su subsconsciente.

Nota: la exposición ha sido organizada por la Obra Social ”la Caixa” en colaboración con La Cinémathèque française y se puede visitar en Caixaforum Madrid (Paseo del Prado, 36) hasta el 8 de diciembre… Es una buena disculpa para una escapada. Está abierta todos los días de 10.00 a 20.00 horas y la entrada al recinto es de 4 euros.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.