Buscando antecedentes del terror en la Universal: las películas de Paul Leni

Carl Laemmle, cabeza visible de los estudios de la Universal, buscaba talentos en Europa e invitó a un joven alemán a Hollywood para que dirigiera sus películas. Este hombre fue Paul Leni. Este se había formado como escenógrafo en teatro, con lo cual dominaba los efectos que podía crear con los decorados en el set para contar sus historias, y después, cuando entró a trabajar en el cine, se empapó del expresionismo alemán. Así que pisó los estudios americanos con un buen bagaje a sus espaldas, y rodó dos películas mudas que sembrarían muchas semillas de lo que sería el periodo de oro del cine de terror.

Por una parte una película protagonizada por un monstruo, donde no solo lo humaniza sino que propicia la identificación del público con su desgracia. Y, por otra, la atmósfera y el ambiente de las casas misteriosas y encantadas donde se reúnen un grupo variopinto de personas, así como la mezcla acertada de humor y terror. Para ambas obras cinematográficas buscaría inspiración en libros. En una, una novela de Victor Hugo, y en la otra una popular obra de teatro de John Willard. Por desgracia no se sabe qué rumbo hubiese tomado la carrera de Paul Leni, que empezó de forma tan brillante, pues falleció tempranamente en 1929.

El hombre que ríe (The man who laughs, 1928)

Paul Leni sigue la tradición del monstruo humanizado, hundido en su desgracia.

Conrad Veidt puso rostro a Cesare, el desgraciado coprotagonista de una de las cumbres del cine expresionista, El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene, y también fue cabeza de cartel en El hombre que ríe como Gwynplaine. La Universal puso en marcha todo su arsenal para llevar al cine la novela de Victor Hugo, y Paul Leni supo mezclar el desgarro del periodo de entreguerras con los locos años 20, para crear un triste y doloroso retrato de un personaje trágico. El guion de la película de Leni apunta un final feliz para su personaje, a pesar de que esto no es así en el libro, donde a Gwynplaine se le arrebatará también el derecho a ser feliz.

El payaso Gwynplaine sigue la tradición ya abierta en la Universal por el gran Lon Chaney de seres monstruosos, pero con una humanidad que rompe. Películas además rodeadas de un romanticismo trágico. Al principio de la película se nos desvela los orígenes aristocráticos del personaje y cómo la venganza de un rey hacia su padre construye la marca de su desgracia. El niño no solo es secuestrado, y privado de una vida de privilegios, sino que es vendido para un negocio de lucro, donde hombres sin escrúpulos desfiguran a los niños entregados para convertirlos en atracciones de ferias o transformarlos en bufones que provoquen la risa continua. A Gwynplaine le dejan una horrible sonrisa perpetua. Abandonado a su suerte, cuando una orden real destierra a los que se dedican a tal negocio, en su deambular solitario se encuentra con una bebé ciega que será el amor de su vida, Dea, y ambos serán acogidos por un artista ambulante al que llaman Ursus, el filósofo. Gwynplaine se transforma en un famoso artista ambulante conocido como el hombre que ríe.

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Periodo de oro del terror en la Universal. El doble asesinato en la calle Morgue (Murders in the Rue Morgue, 1932) de Robert Florey / El caserón de las sombras (The Old Dark House, 1932) de James Whale

No sería mala idea complementar esta sesión doble, con el documental Universal Horror (1988) de Kevin Brownlow, perfecto para poder entender los antecedentes del periodo de oro de las películas de terror y disfrutar de sus momentos de gloria. La influencia y el éxito de las películas de este estudio se extendieron a otras majors, que no dudaron en alimentar la ilusión de miedo y evasión del público con otras míticas producciones cinematográficas durante los años entre las dos guerras mundiales y con el crack del 29 en EEUU alimentando los miedos cotidianos del día a día.

Dos joyas del séptimo arte, una adapta el relato policiaco de Edgar Allan Poe, Los crímenes de la calle Morgue, y la otra es una adaptación de la novela Benighted de J.B. Priestley. Las dos toman como base el material literario y vuelan libremente para transformarse en extrañas obras de arte del cine de terror. Tanto Robert Florey como James Whale son dos directores icónicos, que muestran no solo un dominio del lenguaje cinematográfico excepcional, sino que hacen que el visionado de estas películas siga siendo imprescindible.

La primera se alimenta del mito de la bella y la bestia; mete al mad doctor, uno de los personajes característicos del cine de terror; muestra la influencia del expresionismo en el cine de Hollywood; y es además antecedente de una obra cinematográfica mítica. La segunda refleja la maravillosa combinación que ha hecho siempre el miedo y el humor, además su escenario es una de esas casas con vida propia, que después inspiraría a tantas casas u hoteles encantados, y también resalta un buen y variado reparto, típico en este tipo de producciones de la Universal.

El doble asesinato en la calle Morgue (Murders in the Rue Morgue, 1932) de Robert Florey

Una joya del cine de terror de la Universal. Bela Lugosi como un mad doctor que hace sufrir a una de sus víctimas.

Después de no haber podido rodar Frankenstein (porque el estudio prefirió encomendársela a James Whale), película que junto a Drácula de Tod Browning, inauguraría este periodo de oro de cine de terror de la Universal, Robert Florey se pone al frente de El doble asesinato en la calle Morgue. Y todavía hoy hipnotiza el espíritu y la atmósfera enfermiza de este film, que bebe en su ambientación y atmósfera de El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene.

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Doblete de cine español. Un monstruo viene a verme (2016) de J.A. Bayona/Que Dios nos perdone (2016) de Rodrigo Sorogoyen

Un monstruo viene a verme (2016) de J.A. Bayona

Un monstruo viene a verme

Patrick Ness partió de una idea original de la escritora Siobhan Dowd para crear una novela corta infantil: Un monstruo viene a verme, que publicó en 2011. La escritora había fallecido en 2007…, tenía cáncer. Los buenos cuentos infantiles son aquellos que transmiten herramientas para que los niños se enfrenten a un mundo adulto duro, y para que puedan entender la realidad que les rodea… a través de la imaginación. Por eso en los cuentos hay miedo, terror, soledad, tristeza, crueldad…, pero también todos sus contrarios. Porque así es la vida. Y a través de los cuentos se crea un camino para entender el mundo en el que se vive. Una de las cosas a las que se enfrentan los niños es a los conceptos de la muerte y de la ausencia, y los sentimientos confusos y contradictorios que estos provocan. Y de eso trata precisamente Un monstruo viene a verme.

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Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) de Georges Franju

Los ojos sin rostro

Cuando Almodóvar estrenó La piel que habito, fueron varias las voces de críticos que nombraron una referencia: Los ojos sin rostro de Georges Franju. Así se volvió de nuevo a hablar de ella, y a recuperarse en ediciones cuidadas. La película de este cineasta francés es un referente del cine de terror europeo, pero, sin duda, lo que fascina es esa mirada especial de Franju que consigue una historia extraña, violenta, inquietante… y absolutamente poética. Así el espectador se ve empujado por esa mirada triste de una chica desgraciada, delicada y frágil encerrada en su mansión… y que cubre su rostro con una máscara. Un rostro sin expresión, pero que sufre. Y ese sufrimiento permite que otros cometan actos reprobables y salvajes, se salten todo atisbo de moral, por una única finalidad: devolverle su cara. Y ella asiste egoísta y pasivamente a la crueldad ajena, hasta que reacciona (pero por el fracaso continuo del padre y por una pérdida absoluta de la esperanza). De nuevo una femme fatale con máscara de ángel. Su padre es un cirujano plástico capaz de todo tipo de experimentaciones y de practicar trasplantes faciales, sin importarle en absoluto los métodos que debe emplear para conseguirlo; todo para devolver la felicidad y el rostro a su hija (hubo un accidente fatal, del que además se siente culpable). Para ello cuenta con la ayuda de una paciente agradecida (porque sí que la devolvió un rostro bello), tan agradecida que es capaz de todo, que sirve para atraer a jóvenes víctimas, para estar al lado del doctor en cada una de sus intervenciones, para deshacerse de los cuerpos y para estar veinticuatro horas pendiente de la niña triste con máscara.

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Ramillete de minicríticas. Dos americanas y dos españolas

Jurassic world (Jurassic world, 2015) de Colin Trevorrow

Jurassicworld

Hay un cine al que te acercas de vez en cuando y si hay niños en tu vida diaria más (en mi caso una sobrina de 5 años que ama a los dinosaurios desde los 3 y le encanta toda película en que salga uno o una manada). Entonces Jurassic world se convierte en una experiencia con un halo de tu pasado infantil. Te descubres de nuevo en la sala de cine enorme con pantalla gigante, con chuches y palomitas y un poquito de bebida refrescante… para sorprenderte con una historia entretenida que alimenta tu imaginación. Y mi sobrina me dice todo el rato en bajito: “No me da nada de miedo. Es que esta no es de miedo como la primera, es más de aventura”. Y ahí que nos sumergimos en la aventura del domador de velociraptores, de la estirada con tacones pero con un corazoncito, de los hermanos que viven una situación familiar vulnerable pero que van a vivir toda una aventura inolvidable… en un enorme parque temático de dinosaurios. Y en el plácido lugar todo se pone patas arriba cuando un dinosaurio modificado genéticamente y muy enorme y fiero además de inteligente se convierte en el terror de la zona. Da igual todo tipo de incoherencias, de personajes planos, de secundarios poco dibujados casi inexistentes, de injusticias hacia la heroína (que a pesar de mostrarse brava y con tacones…, sus sobrinos solo tienen ojos para su novio domador y motero)… todo te lleva a una trepidante batalla final entre los velociraptores, el dinosaurio inteligente, el T-Rex y el mosasaurio, un gigantesco dinosaurio marino… donde los humanos son meras hormigas, que emplean un poquillo su cerebro para no perecer bajo uñas o colmillos gigantes. Así vas viviendo continuos guiños nostálgicos a la primera parte (camiseta de uno de los técnicos o encontrarse entre las ruinas del primer parque con sus coches de safari…) con homenajes evidentes a películas como Los pájaros en ese ataque que sufren los pobres e inocentes visitantes de los amenazantes pterosaurios… mientras bebes y comes palomitas y disfrutas con la mirada de una niña que se lo está pasando en grande…

El niño 44 (Child 44, 2015) de Daniel Espinosa

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El niño 44 toca demasiados frentes para una película que podría haber sido realmente interesante y brillante. Y ahí quedan sus continuas huellas. La película fluctúa entre el género histórico y político que recrea el periodo más duro de la Rusia stalinista durante los años cincuenta y las purgas y el thriller más inquietante de investigación ante un asesino en serie, que deja un recorrido de niños muertos en el mapa. La investigación de este asesino ocurre en un país que dice ser un paraíso donde no hay sitio para el capitalismo ni sus enfermedades (que provoca, entre otras cosas, que surjan los asesinos en serie) lo que provoca distintas y variadas reflexiones. También es una película psicológica sobre vivir continuamente bajo el yugo del miedo y una emocionante e intensa historia de amor. Son tantos los frentes que finalmente no desarrolla ninguno del todo ni logra por ello cierto equilibrio. Pero la película, sin embargo, se mantiene por el magnífico trabajo de su pareja protagonista (también presentes en La entrega) el carismático Tom Hardy y una brillante Noomi Rapace ganando peso la trama amorosa. Otro pero a esta película es que se desaprovechan los personajes secundarios que cuentan con los rostros de Vincent Cassel o Gary Oldman (y que desde sus apariciones prometen mucho más peso en la trama… y se quedan en meras intuiciones)… Su director Daniel Espinosa cuida la ambientación y también la atmósfera, el tono oscuro y gris de la época además de resolver algunos momentos con un buen uso del lenguaje cinematográfico pero no es suficiente para realizar una obra redonda. El material de partida es un best seller, la inspiración en un asesino en serie ruso de los años 70 (que tuvo su propia película, Ciudadano X) y un fallido y evidente eco a M, el vampiro de Düsseldorf de Lang. El niño 44 es la película que pudo ser y no fue…

Requisitos para ser una persona normal (2015) de Leticia Dolera

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La actriz Leticia Dolera (que ya se había entrenado con sus cortos) se lanza a su primer largometraje como directora con Requisitos para ser una persona normal. Toma los elementos de la comedia romántica chica encuentra chico y los rocía con aires indies así como con un cuidado estético en la presentación de su obra cinematográfica. De esta manera Dolera sigue la estela de comedias románticas independientes tipo Beginners o (500) días juntos donde a la importancia de lo estético también eligen el tono tragicómico y melancólico, todo rociado con un aire de imagen de publicidad chic y moderna (convierte en escenario romántico y del clímax de la historia a una marca de muebles sueca que uniforma todos los hogares… y con unas campañas de publicidad muy características, muy bien hechas). Leticia Dolera también protagoniza su película, ella es María de las Montañas… una treintañera en crisis que se elabora una lista con los requisitos que tiene que cumplir para ser considerada una persona normal. Con las etiquetas que debe uno tener para la representación de una persona feliz y triunfadora. En su camino se cruza con Borja, un dependiente gordito de una tienda de muebles con aires hipster, y ambos construyen una amistad a base de conseguir objetivos: hacer de María una persona normal y de Borja un hombre contento por poseer un cuerpo delgado y atlético. Lo que es cierto es que Dolera consigue meter al espectador en el universo creado para María de las Montañas y Borja (con un montón de personajes secundarios, algunos muy bien construidos, con caras de Miki Esparbé, Alexandra Jiménez, Silvia Munt…) y es posible empatizar y coger cariño a sus personajes así como creerte y desearles un final feliz, como se merece toda comedia romántica normal. Todo rociado con momentos entre divertidos y entrañables con unas gotas de melancolía.

Hablar (2015) de Joaquín Oristrell

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Hablar es una interesante experiencia cinematográfica. Sus 75 minutos transcurren en un plano secuencia en el barrio de Lavapiés donde se suceden varias historias de los más variopintos personajes. Oristrell y sus actores tratan de conseguir captar la vida en un barrio madrileño en un periodo concreto, ahora. Y hay momentos en que el espectador se cree esa ebullición de vida y otros que se los cree menos. El recorrido de la cámara comienza en la boca del metro, de la cual surgen varios de los personajes, y termina en una sala de teatro… creando un juego de metaficción. En realidad Hablar es un buen recital de intérpretes (unos te hacen vibrar más que otros) donde la comunicación-incomunicación, la palabra y la soledad son las herramientas de trabajo. Es prácticamente un proyecto cinematográfico colectivo donde se implicaron un montón de personas. Algunos actores improvisaron directamente tras unas pautas y otros se escribieron y se construyeron un personaje. Es de esas películas irregulares que merecen la pena y que arrastran encanto. Una calle viva donde se suceden historias trágicas y otras cómicas o tragicómicas, donde se reconoce el momento histórico, social y político que se está viviendo. Está muy presente la crisis tal y como ha ocurrido en otras películas españolas recientes. Y el gran atractivo de una galería de buenos actores que regalan buenos momentos como Sergio Peris Mencheta, María Botto, Juan Diego Botto, Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Alex García, Petra Martínez, Juan Margallo, Goya Toledo, Secun de la Rosa, Marta Etura, Melanie Olivares, Miguel Ángel Muñoz, Carmen Balagué, Mercedes Sampietro, Nur Al Levi… y un largo etcétera. Un paseo por Lavapiés donde seguimos a dos barrenderas con el desencanto a cuestas, a un chico que tiene una cita a ciegas, a un empresario que tiene que pagar a su empleada, a una mujer en crisis pegada a su móvil, a una joven que no encuentra trabajo pese a estar altamente cualificada, a un iluminado que recorre las calles, a una mujer que ahoga las penas en alcohol, una madre con su bebé que tiene hambre, un joven enganchado al porno e intentando explicárselo a su madre… Un recorrido donde en una esquina nos aguarda un escaparate con una televisión que pasa un anuncio o un rincón donde un hombre canta un fandango para finalmente adentrarnos a un escenario donde hay dos actores y…

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